Mi tutora y sus tres amigas…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Camino.
Lo siguiente es una fascinante historia que me sucedió de niño, allá por 1990, cuando tenía yo siete años de edad. No me acuerdo en qué mes fue, pero debió ser por diciembre del 89 y los primeros meses de 1990, allá en La Plata.
Terminaba primer grado y pasaba a segundo. Dicen que a esa edad uno no siente todavía atracción sexual por el género contrario… aparentemente no fue mi caso. Recuerdo que, si me sentía atraído por alguna chica de mi edad, era muy vergonzoso, a tal punto de ni siquiera dirigirle la palabra. Y mucho más si la mujer era más grande y atractiva. Mis pensamientos podían llegar a la acción de darle un beso en la mejilla… pero ciertamente, si veía una mujer linda con pechos grandes, joven y con ademanes francamente provocativos en la tele o en algún medio escrito, me producía excitación…
La cuestión es que por aquella época tuve que quedar sólo un tiempo, ya que no iba a haber nadie para cuidarme en mi casa, así que buscaron y consiguieron dejarme vivir yo solo en la casa de una vecina que hiciera las veces de tutora. Es decir, ella me cuidaría. Yo la llamaba “señora”, ya que cuando iba a casa (era alguien conocida) iba bien vestida, aún en verano… me convencieron con determinación de que me tenía que quedar unos días con ella por aquellos motivos, así que no mostré más resistencia. Un niño nunca cree que pueda siquiera tocar a una mujer, y no era yo una excepción, aunque le guste mucho.
Cuando llegó el día y me dejaron con esa señora en la casa, descubrí en ella una joven muy, muy atractiva, ya que descubrí que tenía alrededor de 25 años, una sonrisa muy linda y con dientes perfectos, una silueta delgada, unos pechos pronunciados, ya que hasta entonces en ningún momento había mostrado más que el cuello. Con aquellos vestidos ajustados con los que la veía ya en su casa, se parecía a las promotoras que veía en la tele. Ya aquel mismo día por la noche, luego de haberme trasladado a su casa que quedaba cerca de la mía, y luego de mostrarme cuál sería mi cuarto, se empezó a mostrar con vestidos un poco más escotados y ajustados. Yo la miraba cuando podía, como de reojo, cuando comíamos, o cuando limpiaba, pero cuando ella me miraba yo le sacaba la mirada, o miraba a otro lado, haciéndome como el que no la miraba. Desde esa noche, todas las noches pensaba en ella, ya que descubrí lo linda que era y que me atraía, pero de ahí a tocarla siquiera, no se me ocurría pensar… aunque en el fondo eso pensaba: en darle un beso en la mejilla, un beso que durase mucho, y rodearla con mis brazos… bracitos. De hecho… a la noche y ya acostado en la cama, cuando pensaba en ella cómo sería en ropa interior, masajeaba mi pelvis sobre el colchón hasta llegar al éxtasis… claro que por la edad no eyaculaba, y si uso ese término es pasa decir que llegaba al éxtasis del masaje genital. Yo ya me bañaba sólo, y el baño de aquella casa era amplio, limpito, ordenado y proporcionado, tenía una cortina un tanto transparente. Obviamente, también allí en el baño pensaba en ella… deseando que me vea desnudito… el pensar eso me daba escalofríos de lo erótico que me parecía, un frío corría por mi cuerpo…
A los pocos días empezó a invitar amigas suyas: eran muchas, no sé cuantas, y yo las miraba y me sonreían… la mayoría eran de su edad, pero otras eran más jóvenes, de unos 15 o 18 (estas me gustaban de una manera particular, ya que se estaban desarrollando), y otras más chiquitas, cómo de mi edad… pero todas lindas, ¡todas! ¡No lo podía creer! No sé quienes eran… lo que me importaba era que eran todas tan lindas como ella… Algunas eran rubias y de tez blanca, otra (como de 22 años) de color, rulos y, algo que me gustaba mucho, labios carnosos. Claro que a esa edad no sabía expresarme así ni sabía decir la edad como ahora la digo. Por último, otras chicas eras pelirrojas, o de pelo lacio y morocho… pero todas lindas.
Cierto día, escuché que las había invitado a la casa, y estaban reunidas sentadas en los sillones, así que yo me quedé en mi habitación donde tenía tele. En realidad no estaba pensando en ellas ya, no porque no me gustaran, sino porque intentaba no torturarme con imposibles. En esa reunión estaba la chica que hacía de mi tutora, aquella joven negrita que había visto, y dos rubias: una como de siete años (muy linda, particularmente siendo que era de mi edad más o menos), y la otra como de quince años, no menos linda. Yo de mi cuarto sólo escuchaba las risas de esas cuatro chicas… ¡Qué afortunado sería si por lo menos pudiese estar con ellas! Pero no… no volvía a concentrarme en otra cosa. Pasan unas horas, y me llama mi tutora Yo voy. No sabía que quería. Sólo de lejos la miraba a las chicas, repito, ya que no me animaba a mirarlas detenidamente a los ojos. Abro la puerta de mi habitación, la cierro tras de mí, y voy caminando por un pasillito a la sala donde están los sillones.
Ellas estaban sentadas allí. Entro en esa sala, y me quedo de pie, a distancia de ellas. Veo cómo las cuatro me ven, y sus sonrisas me dan otro escalofrío erótico. Me invita a sentarme a su lado. Yo voy sin decir una sóla palabra y a su lado me siento. Había un sillón de tres lugares y otros dos sillones más de un lugar cada uno. Yo me siento al lado de mi tutora, en el de tres, al lado de apoyabrazos. Si bien casi al principio sólo miraba al suelo, me sabía mirado por las cuatro chicas, y hubiese en ese momento querido mirarlas, contemplarlas detenidamente… tener el valor… o ir a mi pieza a masturbarme (no sabía que ello tenía ese nombre) o a salir de esa situación embarazosa. ¿Qué es lo que quería? ¿Para qué me había llamado? ¡Si supiera lo que se me venía! Siguen hablando un poco más, dos de ellas se cruzan de piernas, otra (la de 15), apoyando su espalda sobre el sofá, se abrió de piernas, y la negrita se abría de brazos, pasándolos por atrás del sillón. Me pregunta (mi tutora) si me quiero bañar. Yo, como a todo asentía, le digo que sí. Me toma de la mano derecha, y va caminando conmigo al baño. ¡Qué vergüenza, me veían las otras tres chicas y me sonreían en todo momento! Ella, mi tutora, tenía puesto un shin ajustado, de modo que sus glúteos se marcaban pronunciadamente. Me hace entrar al baño, sonriéndome, y ella entra también. Cada vez que me sonreía se me aflojaban las piernas, de los nervios, pero no era porque no me gustase, sino porque me gustaba en extremo.
Sin embargo algo me confundió: ¿Y la ropa limpia para volverme a vestir? Además… ¿Porqué entraba ella? No había ido a buscar la ropa y en el baño no había. Me despreocupé por ello, pensando que más tarde la iría a buscar. Pero lo que me alarmaba era que ella estaba ahí, y el hecho de que haber mirado a aquellas cuatro chicas hizo que mi pene se irguiera. Me dijo que me saque la ropita, siempre sonriendo, y yo, tragando saliva y queriendo sonreír, me la saqué pero no el calzoncillo. Me lo sacó ella muy delicadamente, y al ver mi miembro erguido solo tiende mirarme a los ojos y sonreírme. Pasó sus dedos índice y medio suavemente por la izquierda de mi pene, siguiendo unos centímetros por mi piernecita, y yo siento mi respiración y latidos como si fuesen en mis oídos. Y ante su sonrisa siento que la adrenalina me corrió por toda mi espalda. Ella se sacó su camisa y me bañó, y yo no podía dejar de ver sus pechos… creía yo que ella no se daba cuenta de que la miraba. Le pregunté si me dejaba tocarme un poquito la piel de mi pito, esperando que ella no se de cuenta de lo que era masturbarse.
Ella me ve, y yo rápidamente llego a eyacular, sin semen, claro, dando movimientos acentuados con mi vientre y entrecerrando mis ojos en el éxtasis. Me da una toallita para que me seque pero no la ropa. Ella se va, sin cerrar la puerta, llevándose con ella mi ropita que me había sacado al entrar. Uno segundos después me llama desde los sillones, y me dice que deje en el baño la toalla y vaya con ellas. Yo estaba confundido… ¿no se acordaba que no tenía ropa para ponerme en el baño? ¿O acaso allá me la daría allá? ¡Pero me verían las otras tres chicas! ¡Sólo pensar en eso me moría de vergüenza! No porque no lo desease, sino porque no sabría que hacer… En fin… voy como con cierta complacencia de que aquellas chicas me vean desnudo. Me hace sentar al lado de ella, yo siempre tapándome el pitito con mis manos, y varias cosas me excitan y me hacen poner mucho más nervioso: que se quedan calladas sin decir nada, y tres de ellas me sonríen. La de mi edad se me quedó mirándome boquiabierta. Me saco las manos de encima de mi pito y las pongo a mis costados, posando una sobre la pierna de la que era mi tutora, aprovechando más bien que podía ser interpretado como un signo de afecto, pero esperando en el fondo que interprete lo que realmente siento por ella y queriéndola tocar. Sentía como las pulsaciones de mi corazón retumbaban en todo mi pecho, mi panza, y mi cabeza. Realmente lo que siguió me puso muy nervioso, boquiabierto, y con rápidas pulsaciones: la negrita se saca su blusa y se queda en corpiños… ¡Ahhh! Y luego siguió la rubia que tenía como quince años… y luego ayudó a la niñita que tenía mi edad a desvestirse… ¡ya había tres chicas en ropa interior! Yo sólo atinaba a tragar saliva y sentir mis pulsaciones en mi cuello y en mi cabeza. En ese momento, mi tutora, que estaba al lado mío se pone de pie, y yo pienso que ahí se acaba todo, que me va a mandar a acostar, y que ya no iba a poder ver nada más… y para mi sorpresa veo como se acerca a la negra, me mira, y lentamente, agachándose un poco y poniendo su manos en las caderas de la negra, acerca cada vez más sus labios a los labios carnosos de ella y en ellos los hunde, abriendo la boca, como comiéndosela, una y otra vez: ¡Cómo si se besaran un varón y una mujer! ¡Ambas se dan un beso en los labios! ¡Un beso entre mujeres! ¡Y entre mujeres re-lindas!… allí no aguanté más, me acerqué a ellas y, undiendo mi pelvis en sus piernas les di un beso en las mejilla a cada una… y empiezo a llorar de los nervios, estaba casi en crisis, las quería abrazar con mis bracitos… ellas me consuelan con palabras y acariciándome las mejillas, cosa que me excita más, ¡y me dan un beso cada una!, una en mis labios y otra en mi mejilla… yo seguí llorando de los nervios, respirando como agitado, no pudiendo creerlo… me acercan de la mano a la rubia de quince años (seguía yo con lágrimas en los ojos), y me dicen que le saque la ropa interior, mientras ellas me mirarían… yo seguía en ese estado, ella se desembrocó el corpiño y yo no terminé de sacárselo que me tiro sobre ella y le lleno de besos su pecho, abajo del cuello, y en la zona de sus genitales, aunque aún tenía la bombachita, y abrazándola otra vez… haciendo con mis caderas un movimiento como de penetración, aunque en realidad no la penetraba, sino que aplastaba mi pene contra alguna parte de su cuerpo. La abrazaba… ¡y ella me besaba! ¡Me estaba besando una chica de quince! Las dos mayores me empezaron a acariciar la espalda, y mi tutora me dijo: “ahora ella” señalándome a la de mi edad… yo no lo podía creer, sobre todo el hecho de que me sonrían y me animen a tocarlas y a besarlas. Me acerco a la de mi edad, ella estaba boquiabierta y con una mano en sus genitales, yo voy y le beso en sus labiesitos. Ella también era rubia, y tenía el pelo largo. Luego mi tutora dice que vayamos a su cuarto, y allí, subiéndose a la cama y delante de mí, las dos mujeres más grandes se comen a besos y lo mismo hacen las dos rubias más chicas, arrodilladas: la de 15 rodeaba con sus brazos a la de 7, y ésta tomaba en sus manitos las mejillas de la de 15, mientras intentaban juntar sus vientres y genitales. Yo subo a la cama y rodeo con mis brazos a las dos más grandes, les lleno de besos en la sus pechos, sus pezones, en sus mejillas, en sus cuellos, sus glúteos, sus piernas, pasando mis manos por donde podía, y en todo momento hundiendo mi pitito erguido contra sus grandes cuerpos.
Yo no lo podía creer. Tuve un montón de eyaculaciones sin semen: luego estas chicas más grandes me lamieron el pene y me lo succionaban muy delicadamente, lo mismo hicieron después las dos menores, y yo a las cuatro les exploré los genitales con mi lengua mientras hundía mi pelvis en sus pechos… ¡y por las cuatro sentía atracción!, eran fuertemente lindas, hermosas y atractivas… solo atinaba a repetir una y otra vez “te amo, te amo”. Me hicieron recostar en la cama y las cuatro se pusieron arriba mío para besarme, o hacer que las penetre… una por una. A cada una, cuando se sentaba arriba de mis genitales yo ponía mis manos sobre sus caderas para unirlas más a mí, y yo seguía moviendo mi pelvis de arriba abajo.
Mientras había alguien arriba mío, una se me ofrecía para que la bese donde quisiere y las otras dos besaban una los pechos de la que estaba sentada arriba mío y la cuarta besaba la unión de mis genitales con la que estaba sentada arriba mío. Esa noche penetré muchas veces a esas cuatro lesbianas, y dormimos todos juntos, pero mi fascinación en ningún momento mermó, mucho menos cuando días después invitó a nuevas amigas…
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