Niños: ¡Jueguen con Mis Tetas!
Un niño de extraño nombre es apartado del curso y la profesora pide a sus alumnos que lo integren, lo que desencadena una situación inesperada.
La señorita Amalia miró con tristeza a su curso. Los conocía desde el año pasado, cuando estaban en séptimo básico. Fue antes de que la nombraran profesora jefe. Eran buenos chicos. Participativos, interesados en aprender, no había sino buenos sentimientos en ellos. Claro, como todos los niños de esa edad eran revoltosos, a veces desobedecían y ella debía retarlos. Pero si de algo estaba segura era del buen corazón que tenía cada uno. Por tal motivo, no entendía por qué el nuevo alumno estaba solo una vez más, en un rincón de la sala sin hablar con nadie.
¿Se debía acaso a que era extranjero? No recordaba el país del que provenía, era imposible de pronunciar. Por algún lugar del sudeste asiático. Una isla pequeña, que ni merecía ser revisada en las clases de Historia y Geografía. El nombre del niño era Mistetas.
Era taciturno y hablaba muy poco. Eso dificultaba que pudiera hacer amigos en un país tan desconocido para él. La profesora lo miró con tristeza. Estaba segura de que, si le daban una oportunidad, podría integrarse al grupo. Se le ocurrió una actividad en parejas, para que de esa forma al menos conversara con alguien.
Escogió a Bastián, que era uno de los líderes. Si lograba conectar con él, el resto sería sencillo. Los hizo sentarse juntos, no muy adelante para que pudieran conversar tranquilamente. La actividad salió impecable, al final de la clase pasaron adelante a exponer y sacaron la nota más alta. Mistetas hablaba con fluidez el castellano, pese a su timidez. Por desgracia, una vez acabó la actividad Bastián volvió a su asiento de siempre y no intercambiaron más palabras.
Permaneció los minutos restantes cabizbaja en su puesto de profesora. Cruzó ambas piernas, dejando ver más arriba de sus rodillas. Debió moverse para que su falda no se enganchara con la silla de madera. Echó hacia atrás su cabello marrón, dejando al descubierto un elegante cuello y un escote que intentaba sobresalir pese a la delgada blusa celeste que lo aprisionaba. No era consciente del atractivo que tenía y el efecto que esto causaba en los adolescentes, la mayoría de ellos en plena explosión hormonal.
Cuando salieron al recreo, la señorita miró por la ventana. Todos jugaban a la pelota, pero el pobre Mistetas permanecía en un rincón del patio, hojeando una revista de comics. Le daba lástima verlo así. Sabía por experiencia que integrarse a un curso era algo difícil. Ella tuvo el mismo problema de niña.
Resolvió que ayudaría al nuevo estudiante a adaptarse. Pero necesitaba la colaboración del curso. Tocaba la última clase y le pidió a cinco alumnos que se quedaran con ella al término de la jornada. Julián, el presidente; Rodrigo, el Tesorero; Nicolás, el secretario; Bastián, el capitán del equipo de fútbol; y Bernard, encargado del diario mural. Eran la columna vertebral de la clase y si contaba con su apoyo, sin duda el nuevo se adaptaría con facilidad.
Cuando todos los alumnos se arreglaron y guardaron sus cosas, la sala se vació con rapidez, entre gritos y mesas arrastrándose. A menudo tenía el mismo problema, pese a que siempre les pedía que dejaran la sala ordenada, que subieran las sillas, que no le den tanto trabajo a los auxiliares. Solo se quedaron los cinco a los que le pidió. La miraban con intriga, temiendo un castigo por alguna travesura inconfesada. Decidió ir al grano para no prolongar más el misterio.
- Chicos, muchas gracias por quedarse. Les pedí que se quedaran porque estoy preocupada por el nuevo alumno. ¿No creen que está muy solo?
Los cinco se miraron entre sí. Luego vieron al suelo, con evidente incomodidad. Estaba claro que la pregunta no les gustaba. A la joven profesora le intrigó que la sola mención del estudiante extranjero les produjera tal reacción. Sus niños no solían ser del tipo que hacen a un lado a los demás. Pero quiso insistir en pedirle a los líderes del curso para la altruista labor de ayudar a quien lo necesitaba.
- Niños, no entiendo por qué no quieren jugar con Mistetas. Se los pido como un favor. ¿Qué les cuesta? ¡Jueguen con Mistetas!
Al escucharla, los niños se miraron entre sí. La petición cambió sus rostros de forma imprevista. Sus ojos se abrieron y Bernard y Bastián también abrieron sus bocas. No entendía qué les pasaba, pero al fin logró llamar su atención.
- ¿Me prometen entonces que van a jugar con Mistetas? ¡Solo eso les pido! ¡Jueguen con Mistetas!
No fue capaz de anticiparse a la reacción de los alumnos al terminar aquella desafortunada frase. Al escucharse en voz alta, comprendió lo que en verdad había dicho. Mientras lo asimilaba, presenció como Bastián alargaba su brazo derecho hasta el pecho de su profesora, estrujando su seno izquierdo con violencia, mientras respiraba agitado. No alcanzó a reaccionar o reponerse de la impresión.
Lo siguiente fue que los cuatro chicos restantes se abalanzaron sobre ella, extendiendo sus manos con el objetivo de sujetar sus senos, acariciándolos y frotándolos con el ímpetu y descuido propio de un joven que jamás ha tenido una relación íntima. Eran descuidados, torpes, no sabían de preámbulos o previas.
- ¿Qué están haciendo! ¡Déjenme! ¡Voy a llamar a sus padres!
- Usted nos dijo que jugáramos con sus tetas, profe Amalia- dijo con descaro Nicolás.
- ¡No! ¡Eso no fue lo que dije! ¡Lo que quería es que jugaran con Mistetas!
- Encantado, profe- respondió Rodrigo.
Mientras la profesora forcejeaba, notó con horror que las entrepiernas de sus alumnos apuntaban con rígidas erecciones que levantaban sus pantalones de buzo. Justo ese día tocaba Educación Física y sus nacientes virilidades eran más notorias. Julián y Bernard la sujetaron por los brazos y la sometieron en el pupitre de la profesora, que era el más grande. Trató de gritar, pero su boca fue silenciada por las manos de Nicolás.
Sintió centenares de manos acariciar sus pechos, apretarlos, moverlos de un lado a otro, jugando con ellos, como les pidió sin querer hacía breves instantes. Lo que más temía sucedió. Uno de ellos desabrochó los botones de la camisa, dejando ver un sostén de encaje que no ofreció mucha resistencia cuando sacaron afuera el primer pecho. Sintió unos tibios dedos recorrer su pezón, mientras liberaban el otro seno. Contuvo un suspiro.
Continuaba resistiéndose, pero de pronto, aquellas caricias comenzaron a encenderla. Ambos pezones se erectaron, como resultado de los constantes sobajeos que les propinaban. Cesó su pataleo, quedándose tranquila en el mesón, dispuesta a recibir con sumisión lo que se venía.
Al ver que la sensual mujer se tranquilizaba, las caricias no se limitaron a los senos y algunas manos bajaron a las piernas de su profesora, aquellas que miraban todas las clases, distrayéndolos de los contenidos que ella con tanto afán preparaba durante las tardes en su casa. Un cosquilleo recorrió todo su cuerpo cuando los muslos recibieron aquel trato. Echó su cabeza hacia atrás, dejando escapar un gemido ahogado que encendió más a los cinco adolescentes.
Acto seguido, sintió algo húmedo en su pezón izquierdo. ¡Ya no solo la tocaban, también la estaban chupando! Y lo peor, es que no le desagradaba en absoluto. Lo lógico sería que ella se pusiera de pie, alejara a esos degenerados que tenía por alumnos y llamara a sus apoderados. Incluso tenía permitido darles un bofetón y nadie se quejaría. Pero, por algún motivo, temblaba de delicia.
Mientras su otro pezón también recibía la calidez de una joven boca, unos labios se posaron sobre su cuello, recorriéndolo hacia arriba hasta llegar a su rostro. Y la miró con lujuria. Era Bastián.
La besó apasionadamente y esta lo correspondió, sujetando sus mejillas con ambas manos mientras sus lenguas se encontraban. En las regiones inferiores de su cuerpo, vislumbró que Bernard y Julián chupaban sus senos con desesperación, mientras Rodrigo y Nicolás acariciaban sus piernas. Solo había un desenlace para tal situación.
Los movimientos de los chicos eran torpes, pero efectivos. Intentaban subirse sobre ella, pero varias veces algunos cayeron de la mesa, poniéndose de pie de inmediato para volver al ataque. A cada intento, la dureza de sus erecciones la aguijoneaban, haciéndola estremecer. Su cabello estaba despeinado por completo, la blusa ya estaba totalmente fuera y ni se esforzaba por acallar sus jadeos. Las succiones en sus dos pechos aumentaron la sensibilidad de estos, y entre suspiros experimentó un intenso orgasmo que la sacudió por completo, sorprendiendo incluso al grupo de granujas, sin por ello disuadirlos de continuar con el festín.
Las manos de Rodrigo recorrieron desde los muslos hasta la entrepierna. El solo toque en esa parte tan sensible la obligó a gritar de dicha mientras se contoneaba. Bastián continuaba besándola, pero de pronto se puso de pie junto a ella, mirándola. Con prisa, se bajó el pantalón de buzo y el slip, exhibiendo una tiesa erección a pocos centímetros del rostro de su querida profe, quien no acababa de creer el descaro de su otrora angelito. Era grande para su edad y tenía bastante vello púbico. Nunca más podría verlo como un niño en clases.
Actuando por un instinto que no conocía, tomó aquel miembro y se lo llevó a la boca. Rodrigo y Nicolás, mientras tanto, habían desabrochado su falda y luego explorado su vagina, frotando sus dedos sobre el calzón, el que también apartaron con premura.
Mientras continuaba haciéndole una felación a su alumno, vio que Nicolás también se bajó sus pantalones. Dispuesta a colaborar, abrió sus piernas, dejando boquiabiertos a sus estudiantes. La succión en sus pezones continuaba, provocándole que tuviera que detenerse cada cierto rato de chupar el pene de Bastián, para poder emitir un alarido de placer.
En aquella faena se encontraba cuando Nicolás la penetró con ímpetu. Un vaivén acelerado comenzó, pero la profesora Amalia se las arregló para coordinarse con el sexo oral que también estaba disfrutando. El miembro entró como mantequilla en su lubricada vagina, metiéndose y sacándose mientras el adolescente se apoyaba en la mesa de madera, gimiendo también, experimentando por primera vez el sexo.
Tuvo un orgasmo que la obligó a arquearse hacia arriba, causando que Bernard y Julián dejaran de mamarle los pechos por unos instantes, pero retornaron golosos en pocos segundos, pues no estaban dispuestos a renunciar a chupar el pecho con el que llevaba soñando desde el año pasado, el primer día en que la señorita llegó a hacerles clases.
Bastián acabó entre gemidos en la boca de su profesora, la que se tragó todo el semen gustosa. La penetración continuaba, pero Nicolás también eyaculó con violencia dentro de ella. El calor del líquido entrando en sus paredes vaginales bastó para provocarle otro orgasmo más, mientras veía como Bernard abandonaba su seno derecho y se bajaba también los pantalones. Era su turno para el sexo oral y la mujer no opuso ninguna resistencia para meterse a la boca el miembro ofrecido.
Las manos de Nicolás se ocupaban ahora del pecho libre, y Rodrigo tomó su turno para la penetración. Su ritmo era más lento, más pausado, y su miembro se sentía más grande. Le tomó algunos minutos hacerla acabar nuevamente, y a los pocos segundos el joven también la llenó de semen entre gemidos de placer. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, Bernard también eyaculó en su boca.
La señorita Amalia ya no razonaba. No recordaba haber sentido tanto placer. Solo quedaba Julián. La mirada de la mujer era salvaje, bestial, y la ropa colgando y el cabello desordenado le daban un aspecto único. Se levantó, cogió a Julián y lo tumbó contra la mesa, boca arriba, mientras ella se le encaramaba. Le bajó los pantalones y se hundió lentamente en el pene del chico, comenzando a cabalgarlo ante las miradas de los demás, cuyos ojos seguían atentamente el bambolear de las tetas con las que ella les pidió que jugaran y ellos amablemente accedieron.
La profesora subía y bajaba, sintiendo la dureza invadir su intimidad. Mientras disfrutaba, nuevamente las manos de sus otros alumnos se posaron sobre sus pechos, que se movían al ritmo de la cópula. Bastián y Rodrigo la tomaron por los hombros para poder mamar de sus pezones una vez más, siguiendo el ritmo de la cabalgata que hacían que Amalia gritara y se agarrara la cabeza con ambas manos mientras su pelo se desordenaba aún más. Un nuevo orgasmo culminó la sesión y Julián fue el tercero en acabar dentro de ella, sin poder dar crédito al placer sexual que experimentaba por primera vez en su vida.
Las sentadillas disminuyeron su ritmo hasta apagarse. La respiración de la docente se normalizó y todo pareció retornar a la normalidad. Los cinco alumnos la miraban. Parecía que hubiesen vuelto a ser los niños cariñosos de siempre. Solo Julián jadeaba aún tumbado en el pupitre, pero luego también se puso de pie.
En agradecimiento, Amalia le dio un beso en la boca a cada uno y luego se vistió. Ordenó su pelo. Ellos también se subieron sus pantalones y ordenaron toda la sala. Todo lucía como siempre, como si nada hubiera pasado. Y, aunque pareciese imposible, nadie de afuera fue testigo de lo acontecido. Entonces Julián, el presidente de la clase, le habló:
- Listo profe, hicimos lo que nos pidió. Jugamos con sus tetas.
La respuesta sorprendió a la profesora. Había olvidado por completo lo que gatilló aquel incidente. Todavía no era capaz de creerlo.
- Con sus tetas y algo más – bromeó Bastián.
- Qué gracioso, siempre el payasito del curso- contestó Amalia mientras tomaba su bolso, el libro de clases y se encaminaba hacia la puerta de la sala.
Mientras se iba, pensaba en el inmenso placer que sintió. No sabía qué pasaría con el curso a partir de aquel día, si el resto se iba a enterar, si esos cinco chicos la volverían a buscar para otra sesión. La idea le seducía. De pronto, fue Rodrigo quien le habló esta vez:
- No se preocupe, profe, mañana invitaremos al nuevo a jugar a la pelota.
Sonrió satisfecha, había logrado su objetivo de ayudar a su alumno. “Logré que quisieran jugar con Mistetas”, pensó.
Habra 2da parte???
Qué rico!