orgía monacal
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Después de aquel debut en la propia iglesia, perdí la noción de lo que era normal o anormal, incluso en mi hogar notaban que mi comportamiento no era el mismo
Oye, no has notado que la niña ha venido cambiando? Dijo mi madre a mi padre.
Es natural que ello suceda, pues está en el desarrollo y ya vez como es eso, ahí platicas con ella cuando tengas tiempo. Respondió él.
Mi hermano dijo: pues lo único que le noto de diferente es que se encierra mucho en su cuarto y que va muy seguido a la iglesia.
Uta! No me vaya a salir monjita dijo mi padre.
No se la vaya a coger el curita pensó mi madre.
En fin no creo, ya sería mucha chingadera seguía pensando mi madre y finalmente saco aquello que quería decir: no vaya a ser como lo que le paso a Gabriel N.
Quien tu?
No te acuerdas, su mujer iba muy seguido a la iglesia, ya sabes la legión de María y cosas de esas que las damas de la sociedad hacen por que como tienen sirvienta, les sobra el tiempo y buscan que hacer.
Si pues, que la legión de aquí, que las damas leonas, que las rotarias, en fin huevonas que son.
Y que paso tu?
No se la cogió el curita! , cuentan que hasta se la llevo con él, quien sabe dónde, ya no se supo.
Lo cierto es que Gabriel se hecho al vicio hasta que se encontró con la mujercita que tiene ahora. Con ella ya tiene dos niños, pero como que le quiere seguir los pasos a la otra, tu sabes, se llego a enterar con los chismosas de la sociedad.
Por qué lo dices?
Pues primero, ya estaba carrereada, cambiaba de novio a cada rato, como es muy bonita y le gusta que la chuleen, pues y como el marido ahí la lleva, no están muy bien económicamente y tu debes saber que cuando la necesidad entra por la puerta, el amor sale por la ventana.
Dicen que le gusta la buena vida y es muy floja, no le gusta cocinar y el marido ya esta aburrido, solo quiere trabajo de secretaria y hasta dicen que está muy cerca del edil en turno.
Todo esto lo escuchaba detrás de la puerta. Me dije; yo no quiero dinero, solo quiero saber, conocer lo que es la vida, mi cuerpo, explotar mis sentidos y lo voy a lograr.
Comencé a darme cuenta que no dormía bien, me despertaba con pesadillas, siempre las mismas, el Roky haciéndome suya. Ahora lo sentía más, lo sentía vívidamente, ya hasta se la había visto y la tenia enorme, no tan grande como la del padrecito (¿?). Pero tenía una bola hasta atrás que no podía entrar y yo anhelaba saber qué pasaría si lo lograra.
Mi madre comenzó a notar las ojeras que yo según disimulaba con un poquito de maquillaje- que ya se me permitía- y me pregunto:
Oye, te noto muy rara, estas enferma?
Enferma yo? Para nada, me siento bien, solo que por los exámenes me he desvelado un poco.
Bueno, te vas a tomar tus vitaminas porque si no tu cerebro se va a debilitar dijo en tono concluyente. Mañana mismo comienzas, (creo que es su desarrollo, pues ya esta agarrando formas de mujer dijo para si clavándome la mirada que quería ver más allá)
Está bien mama, las tomare, creo que las necesito.
Por supuesto que las necesitaba, la vez anterior que me estreno el padrecito, me sentí desfallecer, era otra experiencia, pues yo hacía ejercicio y no me había cansado tanto. Claro que después de la experiencia me sentía superbién, sabiendo que lo que hacía además estaba bien visto por Dios.
Llegue con ansiedad a la iglesia, escuche la misa que no se de que trataba y todo lo hacía maquinalmente, mi única obsesión era estar nuevamente con mi confesor. Salude a mis amiguitas pero mirando para todos lados, ella lo notaban y me preguntaron:
a quien esperas? Algún novio?
Yo me ruboricé.
No tengo novio aun, no me interesa.
Pero tu si le interesas.
¿A quién? dije sorprendida, sintiéndome pillada.
A pepe, si bien que te queda viendo, pero como es tan tímido, pues no te dice nada.
Ha! Pues no lo se, el no me dice nada, además esta todo flaco y menso.
Bueno pero el chiste es tener novio dijeron ellas.
Te cachondean, te besan, por cierto ya te dieron tu primer beso?
Yo estaba completamente roja y sudando. Mi corazón estaba desbocado y me secaba el sudor de la frente.
Deja de molestarla dijo una de ellas. Se esta avergonzando secundo otra.
Ay disculpa, no quisimos molestarte. Bueno nos vemos en la escuela.
Chao, bay!
Si supieran. Pero no lo sabrían jamás. Me dirigí al confesionario. Allí estaba el esperándome.
Padre Fernando, lo salude besándole la mano que el me adelanto. Aquí estoy nuevamente. Como van mis indulgencias?
Bien hijita, creo que seguiremos en el camino trazado por nuestro padre celestial para lograr la salvación de tu alma.
Así como tu aceptaste tus pecados de la carne, otros pecadores se han unido a nosotros, simples humanos que buscan expiarlos, exclamo jubiloso.
¿Como es eso padre? Usted dijo…… que nadie mas lo sabría.
Así es pero estamos hablando de nuestra propia congregación, ellos son el padre Juan y la madre paulita.
¿Cómo? Pero ellos lo sabrán.
Ellos están también en el secreto de confesión.
Yo me sentía acongojada y el lo noto.
No quieres ser salva?
Claro padre. pero……
No se diga mas, sígueme…..
Yo lo seguí, estaba muy confundida, era una mescla de excitación y miedo, a lo desconocido, a la falibilidad de los humanos. Bueno también estaba a merced del padre Fernando, ¿qué más da?
Entramos a otra habitación, dispuesta en forma diferente. Ahora había una cama y unas sillas. Una habitación completamente aislada, por allí colgaban algunos fuetes de cuero grueso y trenzado. Me dio temor estar allí. Mas cuando vi a los otros elementos que conformábamos aquella cuarteta.
Bienvenida hija me dijo la madre en un tono amigable, buenos días conteste.
Ya hablamos con el padre Fernando y todos estanos aquí para pedir por tu alma y lograr el perdón de nuestro señor por los pecados que cometemos a diario y de los que el esta muy pendiente. Nada escapa de la mirada del señor.
El padre Juan era mayor que los otros dos. 50 años a lo menos. Era bajito de estatura, pero se notaba fuerte, aunque delgado.
Comenzaron a acariciarme y mascullar unas oraciones muy extrañas para mi. Sentí las manos de la monja por todo el cuerpo sobre la ropa, pero el padre Juan que casi no hablaba pero que tenia una mirada lasciva, le brillaban los ojos -casi vidriosos- y sentí una mescla de ansiedad y hambre de tenerlo encima de mi. El lo adivino y comenzó a tocarme las piernas lentamente hasta llegar a mi cueva lampiña y ya mojada. Aunque era bajito, tenia unas manazas y unos dedos largos, largos.
Me separo los labios mayores y me alcanzo el clítoris, yo respingue tratando de retirarme pero el lo aprisiono ente sus dedos y sin darme cuenta me introdujo el dedo medio hasta alcanzar el punto mas excitante de mi vagina. Comencé a jadear y un liquido viscoso se deslizo entre mis piernas. Asi, asi, comenzó a decir y sentí su lengua en toda mi vulva, era un maestro, con la lengua me atormentaba el clítoris, revoloteando como mariposa y succionaba esporádicamente mis labios menores alternadamente. Mientras con el dedo hasta el fondo me estimulaba tanto que comencé a temblar me así del cabello de la madre, quien succionaba mis pezones con fruición y ya estaban duros. El padre Fernando nos contemplaba pero vi de reojo que se estaba chaqueteando aquella gran verga que en la sesión anterior ya había sido mía.
Yo largue mi mano debajo de la sotana del padre Juan y casi pego un brinco, era un burro, casi le llegaba a las rodillas. Era tan gruesa como la de un burro. Le levante la sotana como pude y contemple aquello que mis ojos no podían creer, era enorme y gruesa. Y pensé bueno y como me va a entrar esta gran reata.
Ya el padre Fernando estaba al punto y aprovechando que la madre también se estaba poniendo caliente y colorada, bajo de un colgadero un fuete, yo me quede viendo aquella escena y me sobrecogí.
Comenzó a azotar a la monjita, por la espalda y por las nalgas, las cuales dicho sea de paso eran grandes, anchas y paradas y de una piel tan blanca que contrastaba con la seriedad de los hábitos de los prelados. Ella comenzó a quejarse con cada golpe que recibía y cuando los cardenales se comenzaron a notar – a punto de sangrar- la tiro de bruces en la cama, la puso en cuatro – de a perrito- y comenzó a sopapearle el culo con la cabeza de su verga, hasta que ella comenzó a pedirle que se la metiera: quiero verga, quiero que me la metas, quiero sentir esa cabeza dentro de mi culo.
Yo estaba a tope, el padre Juan lo noto y me extendió cobre el borde la cama ( mi cabeza colgada y mi cuerpo entre sus manazas) haciendo cera y pabilo de mi, ya me había venido de la dedeada y mamada que me propino y yo le besaba la boca tratando de arrancarle la lengua. Quiero mas le decía yo, quiero esa verga, quiero que me la metas en mi panochita, rómpemela.
El obediente y casi sin hablar mas que en cierto idioma desconocido para mi, me comenzó a besar los muslos, los pies y finalmente el culito virgen aun cuyo esfínter palpitaba al compás de mi corazón, sin sentirlo solté un pedo que lo alejo apenas de mi.
Yo sentía su verga palpitante por todo mi cuerpo – estaba acomodándose- hasta que le quedo frente a mi entradita. Sentí dolor cuando me acomodo la cabeza que no era tan grande como la del padre Fernando, vertió saliva a discreción alrededor de mi introito y de un golpe la clavo, yo le aprisione el surco entre el balano y el prepucio, como una respuesta refleja y el entorno los ojos.
Lentamente fue acomodando aquel ariete en mi interior y yo comencé a morir de ardor, pedía mas, y el lentamente se introducía con aquello que me llenaba.
La madre gozaba desenfrenadamente la verga del padre Fernando, su culo era un boquete que sonaba chistoso: chaca, chaca, chaca, srrp, sssrrrppp.
Contemple su cara y estaba transfigurada, los ojos en blanco, sus pechos bien erguidos, los pezones duros y largos, su vagina escurriendo sus jugos y contrayéndose espasmódicamente en cada orgasmo anal que le propinaban.
Aquello era demasiado para mi, así que me relaje completamente y el padre Juan termino de entrar, hasta las cachas, solo los huevos no entraron, le agarro una seguidilla que me desarmo, ay, ay, ay, ya, ya ya, quiero mas mas, mas, mas. No dejaba yo de gritar, como si no existiera nadie mas que pudiera escuchar mis lamentos, mis gritos de éxtasis. Perdóname dios mío, perdón, me salía de mi garganta.
El padre Juan estaba transfigurado, le habían salido fuerzas no se de donde, casi me arranca el cuello, la pelvis la sentía a punto de quebrarse, me tenia como pollo rostizado. Era un dolor que me abarcaba todo, pero era un gozo mayor que lo borraba todo de golpe, mi vagina subía hasta la boca del estomago, hasta allí sentía la cabeza de aquella verga de burro. Por fin comencé a venirme, seguido me llegaron cinco orgasmos uno tras de otro y el seguía cabalgándome como si nada. Entonces grite: ¡padre Fernando, quiero su verga en mi culo!. Todo mundo se quedo estático, se miraron entre ellos y la madre devolvió con un asentimiento aquella petición mía.
El padre Juan me dio la vuelta, quedando yo a horcajadas sobre el, por ningún momento su verga se movió de su lugar, como que ya estaba acomodada en mi vagina y por otro lado yo ya la tenia cautiva; empine levemente las nalgas exponiendo mi culito al aire y el padre Fernando me comenzó a chupar el ojo negro hasta que comenzó a palpitar. La madre me doblo prácticamente el tronco erguiendo mi cuello y mi cara dio con sus labios, comenzó a besarme con la lengua tratando de buscar algo dentro de mi boca que hacia el efecto de ahogamiento mmppf, mmmpppf.
Cuando mi culo logro dilatarse mi padre confesor aprovecho para comenzar a ensartarme aquella mandarria, la cabeza era lo más dolorosa de meter, me ensalivo toda, me metió un dedo, dos hasta tres, hasta que logro dilatarme el esfínter. Por fin la cabeza pudo penetrar con trabajos. El efecto era diferente porque aquella reata se fue acomodando a lo largo de mi intestino grueso, oh! Yo sentía aquello en mi vientre, en mi abdomen, dentro de mi, era una sensación tan placentera que no quería que aquello terminara, no aun. Pero ellos comenzaron a bombearme ambas vergas, acompasadamente, primero uno y después otro, bien acoplados y yo al aire casi, solo mis rodillas estaban en contacto con la cama y colgaba de la lengua de la madre, el padre Juan me había colocado mis manitas abriéndome el hueco de entre mis nalgas. Aquello era una sensación indescriptible, no la podre olvidar.
Comencé otra serie de venidas, casi enlazadas, conté otras cinco. Inmediatamente después comencé a sentir que mis verdugos se comenzaron a agitar apretándome con sus manos con tanta fuerza que creía que me moriría por falta de aire. Comencé a sentir dos vertedores dentro de mi, es una sensación desconocida, sentía que me llenaban con tanta leche, sus glandes comenzaron a palpita al compas de las contracciones de cada una de las vergas, ellos aceleraron el ajetreo, y sentí que me atravesaban, que me perforaban, que había ahí dentro de mi una verdadera batalla, me imaginaba un escenario como el infierno en la tierra donde dos colosos luchaban a muerte por mi, dentro de mi. Agg! Ya, ya, me vengo dijo uno, sigo yo, dijo el otro. Yo también sentí los chorros por delante y por detrás haciendo el recorrido por todas mis entrañas( de la misma sensación por la que quedare encadenada a esta vida que ya comienzo a disfrutar).
Los tres quedamos quietos, escurriéndonos todo el elixir divino del que éramos capaces de ofrendar a Dios. La monja nos contemplaba y ella también se había corrido, pues con tal contemplación se comenzó a masturbar introduciéndose el mango del fuete que había servido para torturarla.
Pasaron alrededor de diez minutos y comenzamos a movernos, en cada uno de nosotros se notaba la mirada satisfecha casi como embelesados bajo la mirada del Cristo que pendía de la pared de la habitación. Comenzamos a besarnos todo el cuerpo, al fin apareció la madre ya vestida con una cubeta con agua y una palangana para limpiarnos. Una vez compuestos, me arrodillaron al pie de la imagen y me instaron a orar, pidamos todos con fuerzas para que nuestra hermana sea salva dijo el padre Juan, vamos en el camino de lograrlo secundo el padre Fernando.
Nos dimos un beso de despedida bucal, con lengua y quedo prendida la pasión para un próximo encuentro.
Yo ya no tenia sosiego, quería que el día de la próxima cita se diera. Además era emocionante lo que venia. El padre Juan había solicitado permiso a mis padres para visitar a unos menesterosos en una ranchería. Mis padres dieron el permiso y yo soñaba con las nuevas emociones que me imaginaba estaban por venir.
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