Par de amapolas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por danitzcastro99.
Por razones de trabajo tuve que viajar a la capital para un Seminario y me alojé en una residencial cercana al terminal de buses.
Al llegar a la puerta de la residencial, me topé con dos niñas muy bonitas y vestidas con ropas coloridas y ceñidas, las cuales me miraron atentamente, esbozándome una coqueta sonrisa, la cual yo devolví por cortesía.
En la residencial, me atendió una señora como de 65 años.
Era amable y de trato directo, verificó la reservación me entregó las llaves y me fue a dejar a mi cuarto, deseándome buen dormir.
Me instalé, ordené mi mochila, me dí una buena ducha y, cuando disponía a dormirme, tocaron la puerta.
Al abrir, ví a las niñas de la entrada, dándome esa sonrisa coqueta de hace media hora atrás, una de ellas portaba un enorme peluche tamaño natural y la otra llevaba en el cuello un crucifijo de tamaño mediano, con un largo rosario de madera.
Sin saludarme y riendo traviesamente, entraron a mi cuarto.
Se presentaron como Inés y Paula, de 11 y 10 años, respectivamente.
Inés debía medir como 1.48 cms, era trigueña, de piel blanca, ojos de color almendra, nariz fina y labios gruesos y sensuales.
Vestía una polera rosada clara muy ajustada y con un profundo escote que dejaba ver, con generosidad, las carnes de sus pequeñas pero gordas tetitas y la forma de sus pezones erectos.
Tenía una marcada cinturita, unas bellas piernas torneadas bajo una minifalda de mezclilla que permitía ver la punta de su calzoncito celeste.
Paula, en tanto, debía medir 1.40m, de piel tostada, largo cabello crespo negro, ojos café claro, mirada sensual, labios gruesos y rostro bonito.
Para sus 10 años, su cuerpo comenzaba a tener algo de curvas, vestía una lycra que destacaba la forma de su culo, grande para su cuerpo, con forma de corazón invertido, con nalgas gordas y redondas… pero… su lycra dejaba ver, nítidamente, las formas de su vaginita, sus labios gordos y la punta de su clítoris.
Dijeron ser nietas de la dueña de la residencial y que estaban ahí para ofrecerme un “servicio especial”, el cual costaba XX dólares por cada niña.
Les dije que lo agradecía pero no tenía mas dinero para gastar.
Por toda respuesta, Inés se levantó la mini y se bajó los calzoncitos, mientras Paula se bajó la lycra, quedando totalmente desnuda.
Aturdido, empecé a balbucear incoherencias y ellas dieron por asumido que acepté el servicio.
Inés tomó la cara del peluche con ambas manitos, se le acercó y le lamió lentamente la nariz, para después darme una mirada pícara que casi me derritió allí mismo.
Abrazó el peluche y, dando saltitos, se lo llevó hasta la cama, tendiéndolo sobre la cobija.
Miró a Paula quien, en silencio, tomó su celular, buscó una canción lenta y sensual de Rihanna y la colocó en el altavoz.
Acto seguido, avanzó hasta Inés, le dió un besito en la boca, lamiéndole los labios con la punta de su lengua, y ambas se montaron sobre el peluche, Inés sobre su cabeza y Paula, en uno de los actos mas depravados que he visto, tomó su crucifijo y los colocó entre las patitas de Teddy, a modo de “genitales”, y se montó suavemente sobre él, penetrándose con un leve gemido y mordiéndose el labio inferior.
Acto seguido tomó el largo rosario, se metió dos bolitas en la boca, los llenó de saliva, se los sacó chorreando de babita y lo llevó hasta el culo de su amiguita, abriéndolo e insertándoselo, presumí, en su vaginita.
Ambas niñas comenzaron bailar sobre Teddy, ondulando sus cuerpos con un brazo arriba y una mano en sus caderas, mirándome fijo, sonriendo traviesamente y gimiendo muy rico, turnándose para tener sexo con él.
Pronto comenzaron a tocarse entre ellas, riendo y dándose besitos en el cuello y la boca, mientras refregaban sus ricos culos sobre el afortunado peluche.
La canción terminó y ambas se bajaron de la cama, aún unidas por el crucifijo y el rosario, Paula tomó el peluche y lo tiró lejos; después tomó a Inés, la abrazó por la cintura y le dio un fogoso beso lésbico, mientras ambas agarraban sus culos y se los abrían y cerraban rítmicamente, mostrándome como el rosario y el crucifijo estaban bien metidos dentro de sus cuerpecitos.
En el silencio de la habitación, pude escuchar nítidamente, el morboso sonido que producía la saliva y las lenguas dentro de las bocas de las niñas, lo que me hizo gemir de calentura.
Inés fue empujando a Paula contra el borde de la cama, se sacaron el crucifijo y el rosario, la tiró sobre la colcha, le abrió las piernas y hundió su carita en su vaginita.
Paula arqueó su cuerpo, abrazó el cuello de su amiga con sus bellas piernas y se mordió los labios.
Me acerqué para ver mejor.
Los labios de Inés se pegaron como ventosas sobre el clítoris erecto de Paula, mientras la punta de su lengüita subía y bajaba por los labios vaginales, lo que provocaba que la niña gimiera deliciosamente y se retorciera de placer sobre la cama.
Pasados 5 minutos, Paula se levantó calmadamente, agarró del culo a su amiguita y besó lamiendo la boca de Inés.
_”MMMMHHHH… mi conchita sabe rico”, dijo mirándome con una sonrisa malévola, relamiéndose los labios.
Hasta ahí llegó mi resistencia.
De inmediato comencé a quitarme la ropa y les presenté mi pene de 20 cms de largo por 8 cms de diámetro, duro como roble, palpitante y ansioso por recibir su “servicio especial”.
Las chicas observaron mi pene detenidamente.
Inés palpó su dureza y Paula lo midió con su antebrazo, sonriendo ansiosamente.
Yo me sentía en el cielo, mimado por éstas dos putitas maravillosas.
Sin perder mucho tiempo, se arrodillaron una cada lado de mi sexo, lo agarraron con una manito cada una, y empezaron a lamerlo desde la base hasta la punta, en el glande aprovechaban de besarse y unir sus lenguas, gimiendo como putas, mientras sus bocas unidas en ese beso, se comían golosamente mi glande hinchado y duro.
Me estuvieron chupando así por espacio de 5 minutos, se levantaron, me tomaron cada una de una mano y me llevaron hasta la cama.
Me tendieron sobre la colcha, se pusieron a mi lado y me besaron al unísono, enfrascándonos en un delicioso beso triple, mientras sus deditos rozaban mi pene durísimo.
Acto seguido, Paula se montó sobre mis caderas, apuntándolas hacia mi verga, refregando su conchita por toda su longitud…oh Dios, su vaginita estaba muy caliente y babosita.
Inés en tanto, me siguió besando y después se montó sobre mi cara, abriéndose la vaginita con los dedos.
Caliente como estaba, hundí mi lengua dentro de ella, la cual competía con la de su amiguita en calor y humedad.
A los pocos segundos los tres gemíamos y nos retorcíamos, mientras las niñas se cambiaban de lugar por turnos.
Las niñas se bajaron de mí, se acomodaron cerca de los pies de la cama, Inés se botó y separó sus piernas, Paula se tendió sobre ella en idéntica posición y, con sus respectivos dedos se abrieron sus conchitas mostrándomelas y ofreciéndomelas, mientras se comían sus boquitas y sus tetillas.
Una invitación irresistible.
Al mirar mi pene tuve muchas dudas de si, acaso, podría entrar en sus vaginitas que, aunque se veían mojadas y dispuestas, se veían muy pequeñas y estrechas.
Ensalivé abundantemente mi glande y apunté hacia la conchita de Inés, rozándola con fuerza de arriba abajo, haciendo que ella gimiera roncamente.
Presione hacia abajo y adentro y, para mi sorpresa, entró cómodamente pero, al querer meter un poco mas, su conchita me ofreció una dura resistencia.
La conchita de Inés asemejaba a tenazas calientes que atrapaban mis carnes, la estrujaban y succionaban como una ventosa.
No quería sacarlo de ahí pero, Paula merecía lo suyo.
Su conchita era totalmente diferente a la de su amiga: menos caliente y estrecha pero mas acogedora, suave y mullida, por lo que pude meterle unos 3 cms mas, y bombearla a gusto.
A esas alturas yo resoplaba de caliente, jadeando ruidosamente controlando mi placer para no eyacular precozmente.
Las niñas, en tanto gemían y se quejaban entre risitas cómplices:
_”AAAYYY….
AYYYY….
AYAYAYYYYY…AYYYY…JÍ,JÍ,JÍ…AHM,AHM…AAAYY…,MIAAAAUUUUUUHHHHH, AYMIAUHHHHHHHH”, gemían jugando a ser gatitas mimosas, mientras mi pene entraba en una conchita, la bombeaba, salía y entraba en la otra, para repetir el acto una y otra vez.
El morbo me producía nauseas de placer y con cada penetración me pene se ponía mas y mas duro.
Estuve así, por unos 15 minutos.
Cuando sentí que la eyaculación era inevitable, me retiré de ambas y fui al baño a mojarme la cara para enfriarme, soportando las frases burlonas, y las risas de triunfo de las chiquillas.
Al volver, ellas estaban enfrascadas en un fogoso beso lésbico, rodando sobre la cama.
Al verme Paula me preguntó si estaba listo, se montó sobre su amiga formando un vistoso 69, le abrió la vaginita con sus dedos y, lanzándome una mirada perversa, abrió su boquita y movió su lengua en el aire, pidiéndome pico.
Y se lo dí.
Me chupó riquísimo: se tragó todo el glande y un poco más, hundía sus mejillas con la fuerza de la succión, paseaba su lengüita por toda mi carne y la metía en la uretra, le mordisqueaba la punta y la raspaba con sus dientecitos.
Saqué mi pedazo, bañado en la babita de Paula y se lo metí a Inés, bombeándola con medida energía.
Veía como su conchita se dilataba, se abría y rodeaba mi pico, el clítoris se iba hacia adentro y rozaba incesantemente mi dureza, lo que provocaba una carita de evidente placer, que se mordiera los labios y produjera esos gemidos tan ricos por parte de la niña, gestos y sonidos que jamás voy a olvidar.
Paula, en tanto, que no dejaba de besar y lamer mi pene y la conchita de su amiga a la vez, me exigió lo suyo y cambió de posición con Inés.
Esta niña terrible, además de chuparnos a ambos, me apretaba rítmicamente la base del pene, intensificando el placer a niveles extremos.
Supe que no aguantaría mucho mas, y les pedí que hicieran unas tijeras lésbicas, mientras yo me controlaba.
Ellas, riendo, se acomodaron, apuntaron sus caderas hasta que ambos clítoris quedaron pegados y empezaron a moverse.
A los pocos minutos, encontraron su placer.
Las niñas estaban en éxtasis, jadeando y gimiendo fuerte y rápido, los ojos cerrados, sus caritas rojas, las bocas abiertas, los labios hinchados, los pezones duros, los músculos abdominales moviéndose mientras sus caderas se movían y sus clítoris se frotaban entre sí, sin cesar.
Yo, en tanto, al borde del orgasmo, me corría una deliciosa paja, apuntando mi glande sobre ambas conchitas.
Poco pude aguantar.
Sentí que las piernas se me doblaban, que mis huesos se derretían, que el placer me llenaba el cuerpo de a poco relajándome todos los músculos.
Con un fuerte grito ronco, lancé tres espesos chorros de semen directo sobre sus maravillosas conchitas, para después seguir lanzando pequeños hilos de semen líquido.
La viscosidad de mi leche caliente, sirvió para que el frotamiento entre sus clítoris fuera mas fácil, y se aplicaron a ello con mas energía; y verlas así volvió a excitarme, asi que comencé a correrme una frenética paja.
Las niñas dejaron de gemir para empezar a quejarse y gritar, sus lenguas repasaban sus propios labios, sus manitos amuñaban las sábanas, los dedos de sus pies se encogían de placer, sus voces se tornaban mas y mas agudas, sus caderas se movían con un ritmo frenético pero ordenado, duro y rápido, rápido y rico, rico e intenso.
… hasta que… ambas niñas comenzaron a convulsionar, chillando como cerditas, mordiéndose los labios, transformando los gemidos en gritos y los gritos en risas jadeantes.
Se incorporaron como pudieron y se besaron enredando sus lenguas con abundante saliva.
En ese momento eyaculé sobre sus bocas, lanzándole un chorro de semen líquido y transparente encima de sus lenguitas.
Las niñitas, lejos de darle asco, se enfrascaron en un beso mas caliente y gimieron degustándose mi lechita.
Ya seco, sudoroso y cansado, me dí por vencido y me hice a un lado.
Las niñas se limpiaron las bocas riendo, afirmaron que éste fue uno de los mejores servicios que habían dado, se ducharon y vistieron, pidieron mi número de whatsapp y se fueron dándome un fogoso beso francés cada una.
Al día siguiente, me levanté temprano, y ubiqué a la dueña del residencial, agradeciéndole el servicio que ambas niñas me dieron, y le prometí que muy pronto, volvería a alojar allí.
Ella me miró extrañada y me sonrió amablemente pero, me aseguró que nunca ha dado algún servicio especial, pues no tiene recursos para hacerlo y, que vive sola, sin hijos ni nietos, que las únicas chiquillas que viven en el barrio eran las hijas de su vecino, hermanas mellizas pero tenían otros nombres.
_”¿Y que servicio especial le dieron?”, preguntó la señora con suspicacia.
_”Nada importante”, le dije, tomando mi mochila y yéndome rápidamente.
Ya en el Seminario, escuchaba la exposición de mis colegas, sin dejar de pensar en las niñas, cuando mi celular sonó.
Era un mensaje de whatsapp.
Inés me enviaba una foto de ella, botada en una cama, con el calzoncito arremangado, mostrando su gran y hermoso culito de niña de 10 años, con un mensaje que decía que me regalaba la foto para que la compartiera e intercambiara, y que me esperaba pronto en la residencial.
En ese momento decidí mudarme a la capital.
FIN
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