Un cumpleaños necesario
Tras mucho tiempo sin quedar, Hanna decide que tiene que reunir a las chicas para celebrar el cumpleaños de Mary y sacarla del agujero en el que se está convirtiendo su vida..
Con la excusa de mi cumpleaños, Hanna organizó una quedada de amigas después de mucho tiempo. Nada de novios, nada de amigos, solo chicas. Y a Hanna no se le podían poner excusas. La verdad es que no había pensado en mi cumpleaños ni un solo día, pero Hanna sabía como animar a cualquiera. Era la mejor, desde luego, y su vitalidad contagiosa era un salvavidas.
Bodo me puso mala cara cuando le dije que iba a salir y que no había hueco para novios, pero esta noche se la debía a mis amigas, me la debía a mí misma; así que no me achanté al ponerlo en su sitio y, cuando salió mi leona interior, cedió cabizbajo sin condiciones.
No se cuanto tiempo llevaba sin salir sin mi novio, no se cuanto tiempo llevaba ya sin divertirme de verdad y, tras la llamada de Hanna, estaba verdaderamente ilusionada. Corrí frente al espejo del armario y me desnudé. Mis tetas cayeron a plomo al sacarme el sujetador; me miré en el espejo y pensé, después de mucho tiempo, que tenía un cuerpo precioso. Estaba segura de que mis tetas seguían levantando pasiones, las curvas de mi cintura y caderas me parecían lindísimas y seguía pensando que tenía las piernas más bonitas del mundo, ¡incluso mi pequeños michelines eran sexys! Me giré para verme de espaldas y a hasta mi culo, que siempre me ha parecido feísimo, le encontraba el encanto. Suspiré y toda la ilusión se me fue por la borda al recordar que todas esos piropos que me echaba a mí misma eran palabras de Jack, del que casi no recordaba su tacto ya. Por muy optimista que me viera ahora, me era imposible sentirme querida ni deseada.
-¿Porqué tardas tanto? ¡A ver qué te pones! -refunfuñó Bodo desde el salón.
Se apoderó de mi la ira con sus palabras. Saqué con rabia la ropa del armario. Me puse el tanga más bonito que tenía, el sujetador de leopardo que me ponía las tetas en la cara, una camisa a juego con mangas muy cortitas, desabrochada hasta el cuarto botón y una minifalda negra, más mini que falda. Preparé el bolso y salí enfadada hacia la puerta, sin intención de despedirme de nadie.
-¿Cómo vas? ¿Es que tienes intención de quitarte las bragas delante del primer capullo que se te cruce? -me increpó el estúpido de Bodo.
-¡Sí!- me salió del alma y, sin pensarlo, me quité las bragas con agilidad y se las tiré a la cara. Salí dando un portazo.
En la puerta me esperaba Mia, en su coche, fumando, con las tetas que se le iban a escapar del escote y sin arreglar, como siempre iba Mía.
-¡Feliz cumpleaños, nena! ¡Qué guapa vas! Hacía tiempo que no te veía así de explosiva. ¿Y esa cara?
-Nada, cariño. Estoy bien. Arranca, que no quiero perder ni un minuto hoy.
Quedamos en La Caliente, un chiringuito caribeño en la playa, a las afueras de la ciudad. Cosas de Hanna, que decía que hoy era día para bailar. Antes de entrar al chiringuito se podía escuchar a todo trapo la salsa y la cumbia rajando los altavoces. Era un sitio al que no hubiese venido jamás por iniciativa propia, muy pocas de nosotras. No paraba de entrar y salir gente guapa híper arreglada, medio hasta vergüenza. Una vez dentro tardamos poco en dar con las chicas. Me puse súper contenta al verlas. Estaban Sylvia, Drew, Enma y su amiga Ashley y, por supuesto, Hanna, que corrió a darnos un abrazo al vernos. Dando saltitos, se abalanzó sobre nosotras y nos estrujó a Mia y a mí.
-¡Vaya, qué divina viene Mary a su cumpleaños!
-¿A que sí? – contestó Mia con énfasis -. Ya se lo he dicho yo.
-Tú también estás muy guapa, Mia, pero es que vienes como siempre. Por eso no te he dicho nada – se rieron a carcajadas asintiendo las dos-. ¡Y así me gusta, luciendo esos pechotes! ¡Que para eso los tenéis! ¡Podríais repartir! – dijo sin parar de reír, señalando su pecho plano.
Nos acercamos a la mesa para saludar y abrazar al resto.
-Ya que estamos todas, tendremos que tomarnos unos tequilas, ¿no?
Maldita Hanna, no se le podía decir que no. Casi vomito al tomarme el chupito de buenas a primeras. Empezamos muy fuerte y la cosa solo podía ir a más. Los chupitos, las cervezas y las copas no tardaron en volar. Las chicas bailaban y cantaban, rebosantes de alegría. Mia se quedó a mi lado fingiendo que sabía bailar, sin vergüenza alguna, moviendo ese culillo de pollo que tenía, pequeño pero respingón. Sonreí, pero fue una sonrisa cargada de tristeza. Sabía que todo aquello era efímero y con fecha de caducidad inminente; las miré a todas ellas y pensé en lo bien que nos lo habíamos pasado en tiempos muy cercanos, en como le dimos rienda suelta a la pasión y a los secretos que guardaba con cada una y que el resto no sabía. Había perdido todo eso, yo solita, por un tío, por la peor relación que podía imaginar, de donde no sabía salir.
Los chicos se acercaban a Hanna y ella jugaba con ellos con descaro, moviendo sus tremendas caderas como la mejor, perreando hasta abajo con sus redondeados y fuertes muslos, restregando su culazo contra ellos y luego alejándolos para no volver a saber nada. Llevaba un look similar al mío, pero nuestros cuerpos eran tan distintos que no lo parecía. Vestía una camisa azul bastante desabrochada; a pesar de no tener pecho, su escote era precioso por los tatuajes que lucía; llevaba una minifalda de cuero sintético negro, algo más larga que la mía, unas medias trasparentes que reafirmaban el volumen de sus imponentes piernas y el pelo recogido con un pañuelo rojo.
Un chico espigado, negro, delgado y de grandes manos se le acercó por detrás, agachándose para rodearle la cintura con su largo brazo. Hanna se giró rápidamente para ver quien era y se alegró sobremanera al comprobarlo. Se abrazaron, se dieron besos y se hicieron carantoñas varias. Con un solo brazo, él la levantó del suelo mientras ella agarraba su cara, juntándola con la suya. Me sonaba el chico de que era alguno de sus ligues recurrentes. No tardaron en bailar juntos haciéndose los reyes de la pista con tremendos movimientos e increíbles golpes de cadera. Con lo pequeñita que era Hanna, el chico hacía lo que quería con ella, era impresionante. Cuando acabó la canción que estaba sonando, se abrazaron de nuevo, se besaron la mejilla, luego se dieron un pico y terminaron morreándose con pasión. Qué afortunada era la cabrona.
Me di la vuelta buscando a Mia para comentarle la envidia que sentía. La encontré al otro lado de una de las barras con un chico tirando de su escote con un dedito, asomándose y tirando un hielo dentro.
Me sentí solísima, los pensamientos de haber elegido fatal en la vida y la añoranza de tiempos cercanos me atacó de nuevo con más fuerza. En lugar de buscar a alguna otra de las chicas, me escondí para que no vieran como se me saltaban las lágrimas.
Pasaron unos diez minutos y fui a pedir otra copa yo sola para ahogar mis penas. En la barra me topé con Hanna, que volvió a rebosar alegría al toparse conmigo pero. Al verme los ojos, cambió de registro.
-¿Qué te pasa, Mary? ¿Estás bien?
-Sí. Sí, tía. Estoy bien, solo que echo de menos sentirme libre como vosotras. Echo de menos como nos divertíamos antes, a Jack, a ti, a ellas, las noches en los bares…
-Mary, estás conmigo y con tus amigas. ¡Y estamos de fiesta en un bar, como antes!
-No, no es eso. Sabes a qué me refiero. Esto es una ilusión. Mañana volveré a estar atada a ese capullo al que no se dejar y todo será igual.
Hanna, con la cara descompuesta, me dio un abrazo que rebosaba apoyo y amor. No pude aguantarme las lágrimas.
-Aunque esta noche se acabe, nosotras, sobre todo yo, seguiremos a tu lado. Y mañana no tienes que volver a la normalidad junto al capullo ese si te vienes a casa a pasar el resto del finde.
-Hanna, te quiero. Y, la verdad… ¡Que le den por culo a mi novio! Duermo en tu casa esta noche.
La camarera nos sirvió las bebidas, Hanna le pidió otros dos chupitos que nos bebimos tras un brindis por nosotras y antes de otro abrazo.
-¿Echas de menos a Jack, Mary?
-Un poco, pero no en ese sentido. Lo echo de menos como a todas vosotras. Lo quiero mucho es cierto, pero es más el recuerdo de mi vida anterior.
-Yo lo veo a veces, pero pusimos tierra de por medio en cuanto a liarnos y todo eso.
-Ya, imagino.
-La verdad es que aquella noche lo pasamos bien. Si te digo la verdad, pensé que no aceptarías
-Yo hubiese pensado lo mismo de mí, jamás me lo había planteado. Lo peor es que he repetido alguna vez.
-Y yo también – nos reímos las dos.
-No hace falta que me lo jures, si aquella vez no fue vuestra primera experiencia. Pero de ti si me lo esperaría.
-¿Qué me estás llamando? -nos volvimos a reír a carcajadas.
El ligue de Hanna apareció entre la muchedumbre. Se mordió el labio y se lanzó a sus brazos. La verdad, que ahora, más de cerca, me parecía un muñeco entre los brazos de su amante. Se dijeron algo, se tocaron mucho y se besaron antes de acercarse.
-Mary, él es Lex. Lex, ella es Mary, mi más mejor amiga y la mejor cumpleañera del mundo.
Se acercó para darme dos besos y felicitarme, poniendo su enorme mano sobre mi hombro. Mi impresionó un montón.
-Mary está triste, Lex. Tenemos que hacer que se ponga contenta, porque es un persona muy muy bonita que se merece lo mejor – se dieron un nuevo beso al terminar la frase.
-¿Y qué podemos hacer para que se ponga contenta?
-No sé, déjame que piense. Mmm. A mí me ha puesto contenta el beso que me has dado ¡Dale un beso a ella!
Casi me atraganto con la copa. La muy zorra dibujó una sonrisa malévola en su rostro angelical. Esa sonrisa ya la había visto una vez.
-¿Cómo voy a hacer eso, cariño?
-¡Que sí! ¡Hazme caso! Que se tiene que poner contenta, que me da mucha pena verla triste. ¡Venga, tus besos mágicos son su última oportunidad!
-Bueno…¿Me permite un beso, señorita?
-Yo no digo nada.
-¡Que sí! ¡Que se besen, que se besen!
Y así fue. Ese pedazo de hombre de 1,90 me dio un inocente pico tras la insistencia de Hanna. Fue poca cosa, pero admito que sentí cierto picorcito por la parte baja de la barriga.
-¡Buuu! Con ese beso solo tiene para ponerse medio contenta. No la hemos salvado de todo, pero servirá para esta noche.
Su mirada, intensa y malvada, trajinante. La recordaba a la perfección. Era la misma que el día que consiguió que hiciéramos un trío con Jack. La misma mirada, la misma risa, las mismas tretas. ¡Qué amiga más zorra!, pensé, pero un deseo ardiente comenzó a brotar en mi interior haciéndome temblar.
-¡Suavemente, bésame! – cantó de repente Hanna, al compás de la música que sonaba. – Tenemos que bailar esta, Lex. ¡Es mi canción favorita!
Se fueron corriendo, abriéndose paso entre el gentío, dejándome allí plantada, alucinando, y continuando la canción en mi cabeza «que quiero sentir tus labios, besándome otra vez».
En un momento ya estaban otra vez en el centro de la pista, bailando como posesos, haciéndose polvo. Y yo sola, de nuevo, como al principio. Vi a Enma sentada en nuestra mesa, descansando. No tenía ganas de hundirme de nuevo sola y quería mantener el ánimo hablando con alguien, aunque fuera contando penas.
-¿Cómo estás, cariño? – dije mientras me acercaba.
-Reventada, tía. Menudo tute de bailar que me he dado. ¡Cómo lo echaba de menos!
-La verdad que habéis estado a tope todas, estoy muy orgullosa de vosotras.
-Se hace lo que se puede, Mary. Pero al lado de Hanna nos quedamos todas en ridículo. Mírala, ¡qué ritmo tiene! ¡Qué manera de mover el culo! ¡y tiene energía infinita, la tía!
-Ya, ya me he dado cuenta.
-¿Has visto al pavo con el que está?
-Sí…
-Uff, me pone muchísimo, tía. ¡Qué envidia! ¡Cómo liga la cabrona! Y siempre con tíos buenos, no sé como lo hace.
-Ya, ya… yo también me lo pregunto.
Hanna y Lex eran el centro de todas las miradas. Se le había subido tanto la falda que todo el mundo podía verle el culo. Sus bailes eran una declaración de intenciones. Hanna restregaba sensualmente su entrepierna, con hipnotizantes golpes de cadera, sobre el muslo de Lex, mirándose con lujuria, mordiéndose los labios. Le daba la espalda, moviendo el culo contra el paquete de Lex, mientras este le pasaba sus manos gigantes desde la barriga hasta su pecho plano. En los pantalones anchos de Lex podía verse como su paquete se movía, como si guardara una manguera en su interior, con cada golpe de cadera. La cara de Hanna no distaba en nada a la cara que ponía cuando estaba follando. Y sabía cual era esa cara. Terminó la canción y se acercaron al grupo de amigos de Lex, no les quitaba ojo. Hablaron con otro chico y señalaron hacia donde estábamos nosotras. Traté de disimular y me puse a hablar con Enma de nuevo.
-Creo que soy la única panoli que no ha bailado nada hoy. Esta era una noche de chicas, ¿por qué no me sacas tú un rato?
-Estoy reventada aún, pero si vamos a un ritmo bajito, puedo intentarlo.
-¡Venga, vamos!
Enma estaba borracha y visiblemente cansada. Posiblemente yo era la que peor bailaba del grupo, pero ella estaba tan mal que me ayudaba a disimular. Sus movimientos eran torpes y descordinados, aún así eran dignos de ver. Su vestido ancho se movía sensualmente con cada paso que daba, sus buenas caderas y su culo respingón y gordo, más que el de Hanna, no necesitaban mucho para llamar la atención. La verdad es que también iba preciosa, como todas, con un vestido ancho, a media pierna, con escote cruzado al cuello. Rubia, con buenos pechos (desde luego no como los míos) y formas muy voluptuosas, era una chica muy llamativa. En el momento que nos pusimos a bailar, cientos de ojos nos comieron como buitres, aunque bailáramos como patos.
Mientras bailaba, no perdía ojo de lo que ocurría tras Enma, en la mesa de los amigos de Lex. Como me temía, Hanna y Lex se estaban acercando hacia nosotras, acompañados de un amigo de él. Me dio una vergüenza terrible y mire hacia otro lado cuando se acercaban.
-¡Con más energía, chicas, que estáis muy apagadas! – dijo Hanna con su habitual energía – Mirad, él es Josh, amigo de Lex, el resto de los amigos se van – era mentira – y él quiere quedarse un poco más. Le he dicho que se venga con nosotras, pero le he dicho que sois de bailar. Pero bailar de verdad, no como lo hace mi padre.
-Estoy bailando así y ya me cuenta. Para perrear como Dios manda, conmigo no cuentes. Estoy re-ven-ta-da.
La única cosa más fuerte que la lujuria de Enma era su pereza. Al principio de la noche hubiese estado loca por una oportunidad con un chico como este, pero ahora descansar era prioritario. Ante la huida de Enma, yo no fui capaz de decir nada, solo miraba a los ojos de Hanna, que me afirmaba de manera picarona e insistente. Resoplé, saludé a Josh y acepté su invitación sin mucha seguridad.
Josh también era negro, bastante robusto, de espaldas y brazos súper anchos. Era un poco más alto que yo e iba rapado. No era tan guapo como Lex, pero no era feo en absoluto. Me asusté cuando empezó a bailar y me tomó la mano. Yo me dejaba guiar como si fuera un trapo. Tras unos pasos sencillos, sin avisar, me dio media vuelta y me pegó contra él. Era duro y grande como una pared, en contraste con sus tiernos ojos negros. Me miró tan de cerca y de un modo que me hizo sentir el mismo temblor de antes. No era tan bueno ni tan enérgico como Lex, cosa que agradecía, pero se notaba que el chico sabía lo que estaba haciendo. Dimos unos pasos laterales, agarrada por sus fuertes brazos, con las tetas apretadas contra su pecho, una de ellas apunto de escaparse. Noté su paquete en mi pierna, grande, grandísimo, apretado, suficiente para sonreírle. Bajó sus manos hasta mis caderas, gustándose, nos separamos un poco sin parar de contonearnos. Fui consciente de que me miraba las tetas rebotar tras mi escote. Dimos vueltas, saltos, nos alejamos, nos juntamos, comenzó a hacer calor. Terminaba la canción y bajó sus manos desde mis caderas hacia mis piernas desnudas y, al volver a subirlas, trato que sus dedos se engancharan en la minifalda, sin mucho éxito. Sin pronunciar palabra en todo el rato, no me quitó esa mirada tierna y propositiva de encima en ningún momento. Había una parte de mí que quería huir y otra que quería seguir allí hasta quedarme sin piernas.
Estaba cayendo presa de esa mirada tan tonta pero efectiva cuando una mano se interpuso entre nosotros. Era Hanna, que, ante la perplejidad de ambos, se lo llevaba a bailar mientras gritaba «¡cambio de pareja!»
Al irse Hanna con Josh, me encontré a Lex de frente. El espigado bailarín me invitaba a acercarme con una sonrisa en la boca. Recé para que no hiciera conmigo un espectáculo digno del Circo del Sol. Las dos parejas bailamos al lado; yo estaba aún más avergonzada con Lex y parecía que a Josh le pasaba lo mismo. Me miraba con ganas devolver a bailar conmigo hasta que Hanna se rodeo ella sola con sus brazos, restregando el culo contra el paquete, y no pudo resistirse. Lo que Lex trató de hacer conmigo estaba fuera de mi alcance, y eso que bajó el nivel. No intentó cosas muy distintas a Josh, pero con mucha mayor intensidad. Donde Josh me había dado una vuelta, él me daba tres. Un botón de la camisa me saltó, dejando casi todo el sujetador al aire. Las tetas, por muy bien recogidas que las tuviera, me iban de aquí para allá. Lex pudo contemplarlas desde la posición privilegiada que le daba su altura. Sonrió. Agarrándome por los brazos me dio media vuelta, muy rápido, y se acercó para hablarme al oído: prepárate, que vamos a bajar. Al acercarse, pude notar en mi culo aquello tan largo que guardaba bajo los pantalones. Era como si no llevara calzoncillos y, al tacto, me impresionó aún más su longitud. Estaba tan sorprendida con lo que había notado que no hice caso a sus palabras y, cuando bajamos, casi me caigo. Quedé con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas mientras Lex seguía bailando conmigo en esa postura. A pesar de haber estado apunto de ser la payasa de la pista, me reí con fuerza.
Josh y Hanna estaban enfrente nuestra. Aunque Josh seguía buscándome con la mirada, las contorsiones de Hanna lo distraían, y con razón. Estando yo espatarrada y en cuclillas, sus ojos me encontraron y sonrió. Fue en ese momento cuando recordé el ataque de ira antes de salir de casa, que terminó con el lanzamiento de bragas hacia el estúpido de mi novio. Me puse blanca y deseé que la tierra me tragara. Suerte que Lex me aupó rápidamente y no tuve tiempo para recrearme en la vergüenza. Finalizó la canción y volvimos con nuestras parejas iniciales.
-Te había echado de menos – fueron las primeras palabras que le oí decir a Josh. Trató de mirarme a los ojos pero se le iban hacía mi recientemente ampliado escote.
-No te he dejado mal acompañado – contesté, a lo que respondió con un gesto pícaro de afirmación.
-Me la pasaría bailando contigo toda la noche.
-Tienes el listón bastante bajo.
-No digas eso, mujer. Este ratito juntos está siendo maravilloso. ¿Qué me dices a lo de continuar después? ¿te espera alguien en casa?
-No– dije tajante, sin dudar, y se me puso cara de tonta en seguida.
Me respondió con una sonrisa y continuó bailando. Yo estaba harta de bailar, suficiente para mí. Le agarré por los brazos, me planté en seco, desconecté las voces de mi cerebro, y le comí los morros. Le pilló por sorpresa y tardó unos segundos en reaccionar, pero enseguida me vi enredada entre fuertes brazos que rodeaban mi espalda y mi culo. Yo, que estaba tan sorprendida como él, hice lo mismo, tocando su espalda de roca y dejando caer las manos hasta su culo, también fuerte y apretado. Su paquete, que ya era grandísimo, comenzó a endurecerse contra mi pubis. Mis manos, que andaban por su culo, cambiaron de destino: con la izquierda agarré su cabeza para besarlo más apasionadamente y, con la derecha, rodeé su cintura y toqué, descarada, su paquete. Con el primer contacto no pude evitar gemir. Guau, pensé, mientras ese enorme bulto se ponía rocoso entre mis manos. Lo hubiese sacado la polla allí mismo, a pesar de la gente, si no hubieran encendido las luces y apagado la música.
Se había acabado. Me abracé a Josh, dejándome caer sobre su pecho. Estaba nerviosa por lo que estaba haciendo, pero no sentía culpa alguna. Hanna no tardó en decir que la fiesta no se había acabado, que ahora tocaba ir a su casa. Buscamos al resto de amigas pero, las que no habían hecho bomba de humo, decían que se iban a casa. Vi salir a Mia de un baño junto al chico que le había tirado el hielo entre las tetas, tampoco contábamos con ella. Parecía que solo íbamos a continuar los cuatro hasta que, antes de marcharnos, apareció Enma diciendo que estaba cansada, pero no tenía ganas de terminar tan pronto su primera fiesta en meses. Me sorprendió que quisiera venirse ella sola, pues parecía que iba a hacer de «aguantavelas», aún así, me alegré de poder compartir un rato más con ella.
Cogimos un taxi hasta la casa de Hanna, una casita pequeña apartada al otro extremo de la ciudad, pero sin vecinos y un buen patio con su piscina. Lo primero que hicimos al llegar fue poner música y Hanna se fue a servirnos unas copas. La música sirvió de poco, ya que el paseo en taxi, todos sentaditos, puso en evidencia que hasta los enérgicos Hanna y Lex estaban cansados; así que nos sentamos en el salón. Nos distribuimos a lo largo de dos sofás que estaban juntos haciendo una «L». Yo me senté con Josh en el blanco, más cerca de la puerta, Enma estaba en un extremo del sofá gris y Lex en el otro extremo; cuando Hanna llegó con las copas, se sentó sobre Lex.
Pasamos un buen rato hablando, sin parar de hacer manitas con Josh. Se nos hizo de día y Hanna no paraba de proponer juegos e inventos. Jugamos al «yo nunca», destapando trapos sucios hasta que nos pareció suficientemente vergonzoso, jugamos a adivinar películas y a mil chorradas más. Por último, habiendo tomado cinco copas más allí, propuso jugar a «Verdad o atrevimiento».
-Te toca, Lex. ¿Qué eliges, verdad o atrevimiento?
-Verdad
-No, elijes atrevimiento – dijo Hanna con risa malvada.
-Vale, elijo atrevimiento. Libremente. ¿De qué se trata?
-Cómo antes le has dado un besito a Mary para curarla, aunque sea un poquito – Josh y Enma se extrañaron -, ahora le tienes que dar un besito a Enma, que no tiene a nadie que le de calor esta noche. Te dejo que sea solo un piquito, anda.
-¡Qué mala eres! – se rio Lex levantándose hacia una sonrojada Enma, que puso morritos, cerró los ojos y esperó su beso..
-¡Bien! Te toca, Enma. ¿Qué eliges?
-¡Atrevimiento!
-¡Bien! Pues te toca… ¡devolverle el favor a Lex! – nos reímos todos de la mala idea de Hanna.
Enma se puse en pie, se arregló el vestido e hizo el camino inverso para dar su beso. Justo antes de darlo, con Lex ya poniendo morritos, Hanna la paró con el brazo.
-¡Un momento! Es el segundo beso, ya no puede ser piquito. Tenéis que abrir la boca un poquito aunque sea – Josh y yo emitimos el mismo sonido al unísono. Lex se rio y estrujó a Hanna con un fuerte abrazo.
Enma no rechistó. En cuanto Lex estuvo preparado, acercó sus morros y se dieron un pequeño morreo sin lengua, pero muy sexy. Con el cachondeo, todos gritamos y aplaudimos.
-Te toca, Josh. ¿Verdad o atrevimiento?
-Atrevimiento también, que me dan miedo vuestras preguntas.
-Elige tú el atrevimiento, Mary, a ver que se te ocurre para tu churri.
-Pues que le de un beso también a Enma, que está en racha la muchacha.
La carcajada fue ahora más grande que las anteriores. Josh me miró con una cara a camino entre la incredulidad y la risa. Yo misma no me creía lo que acababa de decir. Enma se encogió de hombros, aceptando de buena gana su destino. Qué cabrona, pensé, venía de aguantavelas y se va a llevar el beso de dos negros. Josh era bastante más tímido que Lex, así que le dio el beso sin más dilación y se volvió rápido junto a mí.
Parecía que sintiera culpa y comenzó a darme besitos por el cuello que no tardaron en convertirse en un morreo. Pasó la mano por el interior de mis piernas y me saltaron las alarmas. No quería que todos me vieran el coño, pero tampoco quería que el chaval pensara que no me apetecía, así que mi resistencia fue bastante vaga.
Nos despistamos comiéndonos la boca y el juego se paró. Nuestra pasión fue contagiosa y Lex y Hanna no tardaron en imitarnos. Esta chica siempre era más exagerada que yo: acababan de comenzar a darse el lote y ya tenía la mano dentro de sus pantalones, haciéndole claramente una paja y dejando asomar la puntita de la terrible lanza negra de vez en cuando. Me picaba la curiosidad por seguir mirando, esperando poder ver más de su larga polla, pero se sentó sobre Lex, que rápidamente echó mano a su culo, levantando la falda, y me taparon la visión. Recordé entonces que tenía en frente otro buen aparato negro para mí y lo agarré con fuerza.
-Bueno, parece que me voy a ir ya – dijo muy apurada Enma, levantándose a toda prisa, comprendiendo la situación.
-¡No!¿A dónde vas a ir ahora? ¡Quédate, porfa! Vamos a hacerle un hueco a nuestro lado, Lex.
Esa voz otra vez, esa risita malvada. ¡Qué cabrona, va a proponerle el trío a Enma! pensé. ¡Menuda carambola, qué afortunada! A pesar de la pequeña envidia sentida, yo era muy feliz con mi negro fortachón y la aventura «extramatrimonial» que se me presentaba como regalo de cumpleaños.
Se habían callado, deberían de estar ya empezando. Me olvidé de ellos y me centré en mi súper maromo, era una oportunidad única de una sola noche, tenía que exprimirla al máximo. Me volví loca de repente y mis besos se convirtieron en bocados que lo empujaban contra el respaldo del sofá. Con las manos traté de bajarle la bragueta pero, estaba tan nerviosa que no atinaba. Cual fue mi sorpresa cuando unas manos ajenas me ayudaron a encontrarla. Seguía escuchándolos pegarse el lote en el otro sofá, me asusté bastante y miré desconcertada hacia mi izquierda. Era Hanna, con su risa y su mirada malvada, dibujada en su rostro angelical perenne. Arrodillada frente a nosotros, me ayudó a bajarle la bragueta y a sacar la monstruosa polla gorda y negra de Josh. Aún perpleja, miré hacia el otro sofá y vi a Lex con media polla fuera y a Enma haciéndole una mamada.
Estaba asimilando todavía con el tacto el grosor de la polla que tenía entre las manos, cuando Hanna me la quitó para metérsela en la boca, no sin dificultad. La cara de incredulidad de Josh era un poema. No hice preguntas, no traté de comprender nada. De perdidos al río. Ya que iba a pecar, pecaba a lo grande, así que le agarré la mandíbula, dirigí su mirada hacia mí y volví a comerle la boca a mordiscos. Noté como su tensión se alivió en un segundo. Le quité la camisa y acaricié su musculado torso. Jamás había estado con un hombre de estas características. El metió la mano entre mi camisa para agarrarme una teta con fuerza. Le aparté la mano y le puse la cara contra mi escote, haciendo fuerza. Hanna, a pesar detener la boca grande, continuaba haciendo esfuerzos para tragársela, así que optó por la masturbación manual y centrar su boca en los testículos. Mientras ahogaba a mi hombre en mi escote, miré a mi amiga y ella me devolvió la mirada cómplice, subiendo con su lengua por el grueso tronco de la polla hasta el glande. Hanna se levantó, me dio un palmetazo en el culo y se fue con Enma y Lex. Prácticamente no me dio tiempo a relevarla de su trabajo cuando vi pasar a Enma por mi lado. Le seguía Hanna, que me agarró por sorpresa de la cintura, levantándome y diciendo «¡Cambio de pareja!»..
Me empujó contra Lex, que se había puesto de pie para ahorrar camino. Nos reímos exactamente igual que cuando bailamos juntos. Dudamos un segundo pero, terminé lanzándome hacia él como la leona que soy. Esta vez no perdí tiempo y metí la mano en el pantalón buscando mi premio. Me asusté cuando la toqué. Jamás en mi vida he visto una polla tan larga. Era también gorda, pero en proporción parecía hasta fina. Me paralicé. Lex retomó la acción tocándome las tetas y terminando de desabrochar mi camisa, dejando al descubierto mi precioso sujetador de la 110. Se fue como un loco a comerme las tetas. Me puso ardiendo, pero yo tenía ganas de polla y no quería que me dejaran de nuevo sin ella. Me agaché lentamente, mirándolo con picardía y, una vez estuve de rodillas, saqué todo ese pedazo de carne fuera. Era increíble, la polla más hermosa que he visto nunca. Era lisa, como si estuviera plastificada, salvo por dos o tres venas que irrumpían gordas y aisladas, contrastando con el llano relieve de al rededor. Me la metí en la boca como si no hubiera comido en meses . La siguiente sensación también fue nueva para mí: jamás se me había quedado tan lejos la cara del otro cuerpo al hacer una mamada. La tenía metida hasta la garganta y aún sobraba sitio para que otra mano estuviera holguera. Me supo a gloria y puse todo mi empeño en lo que estaba haciendo. Lex me apartó el pelo de la cara. Al mirarlo pude ver en sus ojos el placer y la gratitud.
Sin parar de comer polla, comprobé como iba el otro equipo por mi izquierda. Josh estaba tumbado en el sofá blanco con Enma, desprendida ya de su vestido, sentada sobre su cara y Hanna haciéndo las primeras pruebas para que le entrara la polla en la posición de cowgirl invertida, mirando hacia Lex y yo. Despacito, consiguió que la gruesa polla de Josh entrara por completo en su cuerpo. Su sonrisa malvada se desvaneció y fue sustituida por una boca abierta de asombro y placer, sin parar de mirar como le comía la polla a Lex. Al principio fue suave, pero el ritmo se incrementó exponencialmente en cada compás; en pocos segundos parecía que estaba de nuevo bailando en la pista. Josh, que agarraba con saña el enorme culo de Enma sobre su cara, mientras le comía el coño, cambió las manos deposición en cuanto el galope de Hanna alcanzó un ritmo endiablado. Sin verla la agarró por las caderas, Hanna frenó un poco, se echó hacia adelante y pareció hacer twerk sobre la polla de Josh, que respondió magreando su culo. Era una cabrona, me lo había estrenado ella; tendría que hacer lo correspondiente con Lex.
Me saqué la polla de la boca, masturbé con ambas manos y traté de comunicarme con Lex a través de la mirada. Me agarró por los brazos y me puso de pie como si nada. Me dio tiempo a terminar de quitarme la camisa antes de que me lanzara como una pluma hacia el sofá gris. Me levantó las piernas con intención de quitarme las bragas y, al ver que no llevaba, gritó «¡Oh, nena! ¡Sabías a lo que venías!». Se convirtió en un animal y, tras remangarme la falda, lanzó su boca hacia mi coño, comiéndomelo como hacía tiempo que nadie hacía. Me encanta que me coman el coño, pero estaba empapadísima desde el minuto uno y las ganas de ser taladrada eran ya desesperantes. Me dolió en el alma porque estaba siendo riquísimo, pero lo agarré por la cabeza y le indiqué que ya era hora. Se quitó los pantalones y me ensartó. Tal era mi lubricación que entró como el agua, sin dificultad alguna. Con cada embestida sentía un empujón en las paredes del útero. Dios, Dios. Al principio me agarró tetas y sujetador con sus enormes manos. Mis tetas, que tantas pasiones levantaban por su tamaño, parecían perderse bajo ellas. Tras un rato así, se irguió, me agarró por las caderas e intensificó el ritmo y la fuerza con la que me atravesaba. Sentía la polla casi en el pecho… y me encantaba. Lo rodeé con mis piernas para que la penetración fuera aún mayor. Eché la cabeza hacia atrás para disfrutar del momento. Casi podía tocar a Hanna, que continuaba follando en la misma posición. Cuando me vio, le dije «¿Cambio de pareja?». Sin parar de galopar, me acarició la cara y asintió con la cabeza.
Hanna se levantó y vino hacia nosotros. Justo en ese momento, Lex deshizo el candado de mis piernas, las levanto haciendo una «v», apretando su pelvis contra mí y penetrándome con mas fuerza y velocidad aún. Hanna se sentó a mi lado, apoyando mi cabeza en sus muslos, acariciándome cara y pechos.
Al otro lado, Enma dejó respirar por fin al pobre Josh y, tras un besito en la polla, vino hacia nosotros. Al desacoplarnos Lex y yo, medio un lametón en el coño con muchas ganas, bebiendo mis fluidos y entreteniéndose en el clítoris en el fin del trayecto. Tras esto, fui corriendo a por Josh, me lancé hacia él, besándolo y tirándolo al sofá, rodeándole el cuello con mis brazos. Sentado en el sofá y yo sobre él, agarré su polla y traté que entrara en mi coño. Era aún más gorda, iba a ser como perder la virginidad de nuevo, pero como Dios manda. Conforme entraba, sentía que las paredes vaginales iban a explotar y los ojos se me ponían bizcos. Una vez estuvo todo dentro de mí, tuve que pararme a asimilarlo, mirándolo sin poder cerrar la boca. Un beso suyo fue la motivación que necesitaba. Comencé a galopar, sintiendo que el cuerpo se me partía en dos. Era increíble. Sin pensarlo lo apreté contra mi cuerpo con toda mi fuerza, como un reflejo, y el me agarró por donde pudo. Me cubría con sus anchos hombros, me sentí pequeña, a refugio entre su cuerpo. Sus brazos hicieron una cruz en mi espalda, juntando aún más los cuerpos y frenando mi galope. Eran sus poderosas extremidades las que me movían arriba y abajo, metiendo y sacando su gruesa polla en mi interior, sin dejar el más mínimo espacio entre nosotros.
En el sofá donde había estado hacía un momento, se recostaba de lado Enma, alzando su pierna derecha, ayudada por Lex. Tras una buena comida de coño en la que no soltó en ningún momento el cachete que quedaba expuesto, la lanza de Lex atravesó ahora a Enma. Comprendí totalmente a expresión de su rostro, suspirando y dejando caer la cabeza hacia atrás. Supe totalmente lo que estaba sintiendo. Le marcó a Lex un ritmo suave con la cara descompuesta. Lex movía su pelvis lentamente, con elegancia; su polla parecía infinita, entrando y saliendo del coño de Enma sin dejar ver nunca el glande. Enma echó mano a su clítoris y fue indicando a Lex cuando aumentar el ritmo. Este se agarró a la pierna alzada de Enma y comenzó a penetrar con mayor profundidad. En ese momento, Hanna se sentó en la cara de Enma, sin avisar, haciendo lo mismo que ella había hecho con Josh minutos antes. Hanna seguía moviendo las caderas de una forma espectacular, restregando todo el coño en su cara. Enma lo recibió bien y, sin parar de estimularse el clítoris, agarró el culo de Hanna con la otra mano.
Hanna estaba una vez más frente a mí, retomando nuestras miradas cómplices. Extendió su mano y yo, liberándome de los músculos de Josh, saqué mi brazo para tocarla. Al volver a centrarme en Josh, puse mis manos contra sus hombros (¡qué hombros!) y lo empujé contra el respaldo del sofá. Ahora era yo quién galopaba y marcaba el ritmo, haciéndolo con toda mi energía. Metió sus manos entre mis brazos y me estrujó tetas y sujetador, plantando su cara sobre ellas como un niño hambriento. Sin parar de comerme las tetas, pasó sus manos por detrás y me desabrochó el sujetador. Cuando quedó suelto, lo cogí y lo lancé lejos. Josh se metió la primera teta que pilló en la boca y agarró las dos con las manos. Durante un rato la fuerza con la que galopaba era la de sus manos en mis tetas moviéndome hacia arriba y abajo, arriba y abajo. Cuando me liberó, moví mi tronco hacia los lados pegándole con las tetas en la cara varias veces, su gesto de sorpresa y placer fue para enmarcarlo.
Al buscar a Hanna a mi lado, vi que había desaparecido. No la veía por ningún lado, aunque tampoco pude buscar mucho, ya que, cuando Josh me agarró por las caderas, sentí que me llegaba hasta el fondo y todo lo demás me importó una mierda. Mi culo y mis piernas sonaban como palmas al chocar contra el. Mis tetas bailaban locas de arriba para abajo. Finalmente necesité un descansó y me bajé en esa parada. Me saqué la polla y me tumbé en el sofá. Aún llevaba la falda puesta, remangada a la altura de la barriga, Josh me la sacó con facilidad y comenzó a comerme el coño. Puso mis piernas sobre sus hombros, su lengua hacía torbellinos diabólicos en mi clítoris y sus manos se agarraban a mis caderas haciendo presión. Yo me agarraba las tetas y acariciaba los pezones, extasiada, disfrutando el momento con los ojos vueltos. Una mano en mi teta izquierda me hizo regresar del éxtasis. Era Enma, que llegaba con Lex, observando como disfrutaba desde arriba. Enma se agachó y comenzó a comérmelas tetas, Lex acercó su lanza a mi boca, que acepté encantada. Me sentí en el paraíso en ese momento con Enma y Josh comiéndome y Lex ofreciéndome su rabo, que ahora me comía despacito y con delicadeza.
Enma paró y se llevó a Josh al otro sofá, quedándose Lex conmigo. Decidí que ya había recuperado las suficientes energías y me puse en pie. Besé a Lex y este me agarró una teta con sus manos gigantes. Nunca jamás una mano había abarcado por completo uno de mis pechos. Me puso aún más cachonda. Lo agitó, pasó la lengua por mi pezón y lo mordió. Me dio la vuelta, con el mismo brío que lo hizo cuando bailamos y me puso contra la pared, escupió en su mano y me la pasó por el coño. Jugueteó un rato pasándome su kilométrica polla por la rajita de mi coño, lo que hizo despertar mi risa pícara, que se desvaneció en cuanto me atravesó de nuevo, follándome de espaldas agarrado a mis caderas.
Hanna apareció, tan contenta como siempre, cargada de cosas. «¡Traigo juguetes!» dijo, y soltó en el sofá que estaba libre, el blanco, lubricantes, consoladores varios y una bala vibradora. Con un consolador pequeñito y liso en la mano y lubricante en la otra, se dio la vuelta hacia Enma, que terminaba de hacerle una mamada a Josh, tumbado, y se disponía a follárselo de una manera parecida a como había hecho yo antes, sentada sobre él. Al girarse, y mover su culo hacia ellos, asomó entre los cachetes el cordón de unas bolas chinas. Mi niña era una diabla, definitivamente. Enma comenzaba a galopar sobre Josh, rozando su pecho con los pezones y moviendo la carne de su apoteósico culo. Josh se agarró a él, disfrutándolo, moviéndolo para todos los lados, dirigiendo la velocidad del galope y provocando vaivenes espectaculares de las nalgas, que parecían olas de carne. Hanna, sibilina, llegó por detrás y plantó su cara en el culo de Enma, enterrándola entre cachetes. Le agarraba los huevos a Josh por debajo, sin dejar de comer con afán. Ellos continuaban follando y Hanna comenzó a bañar el culo de Enma con lubricante y a hacer circulitos con el dildo en el ano de Enma. Muy poquito a poco consiguió meterlo un poco y el culo casi se traga el resto. Enma lanzó un gemido mayor y se agarró las tetas, gozándose.
Con cada embestida de Lex, sentía que me levantaba del suelo. Estaba de puntillas, tratando de mantener el equilibrio. Era fantástico lo que estábamos haciendo, pero no podía más. Se lo dije como pude y medio otra media vuelta, poniéndome frente a él, me agarró por la cintura y me levantó hacia arriba, para volver a clavarme la polla. Mido casi 1,80 y jamás en la vida me habían podido follar de esa manera. No podía creérmelo, bueno, no podía creerme nada de lo que estaba pasando. No duramos mucho en esa posición, pero fue intensísimo; le había clavado las uñas en la espalda, sin ser consciente, llegando a hacerle sangre. Me dejó sobre el sofá de los juguetes y tiré de él hacia mí, agarrándolo de la polla. Le escupí mientras la manoseaba y la rodeé con mis tetas, haciéndole una cubana. Con cada cosa nueva que hacíamos, seguía impresionándome: era la primera polla que no se perdía entre mis pechos; la rodeaba en su base y sobresalía por arriba, como un mástil erguido ¡Podía tocar con la lengua su glande mientras le hacía la cubana! Se me caía la baba, bajando el largo tobogán des u polla, hasta llegar a mi canalillo. Éramos unos cerdos y loe estábamos disfrutando de lo lindo. Le dije que se tumbara detrás mía, le hice un hueco y, sin más dilación, seguimos follando. Me agarró las dos tetas desde atrás, pasando un brazo por debajo de mi cuerpo. Manoseada y ensartada disfruté de mi posición favorita del mismo modo que lo hacía con Jack. Jack… lo había olvidado. Casi caigo en un pozo en pleno coito de no ser por el aliento de Lex, que noté en la nuca, arrimándose, buscando ver mis tetas, deslizando su lengua y dientes por mi oreja.
Los juguetes que trajo Hanna estaban junto a mi cabeza. La bala vibradora me llamó la atención y estiré el brazo para cogerla, mientras era empalada. Casi se me cae al encenderla de la potencia que tenía. Me la coloqué con cuidado en la palma mano, tratando que no se escapara y fui directa al clítoris. Se hizo el silencio, todo estaba a oscuras, la sangre galopaba por mis venas y mis músculos se contrajeron. La potencia de la bala, junto a la polla de Lex ensartándome fue demasiado. No pasaron más de tres segundos cuando fui presa de unos de los mayores orgasmos de mi vida. Grité tanto que todos pararon de follar. Las extremidades me fallaron, desconecté de la realidad.
La vibración de la bala en mi mano me hizo regresar. No sé cuanto tardé en reaccionar, pero Lex estaba a mi lado preocupado. Me reactivé rápidamente al verlo todavía empalmado y me lancé a comerle la polla, poniendo la bala en sus huevos. Haciendo que se retorciera con un gritito, agarrándose a la tela del sofá.
Trataba de devolverle todas las sensaciones experimentadas haciendo un gran trabajo con mi lengua sobre su glande, tragando con ritmo. Por mi derecha apareció Hanna, arrodillándose a mi lado para comer del mismo plato que yo. Ella la base, yo la punta, la bala en los huevos. Ella subía, yo bajaba. Nos rodeamos la una a la otra la cintura con nuestros brazos y juntamos los cuerpos, así como juntamos las bocas. Tras compartir comida me dijo que le tocaba, se puso en pie y se sentó sobre la polla de Lex. Pese a lo pequeña que era Hanna y lo larga que era la polla de Lex, entró casi por completo, como si un agujero negro se la tragara. «Te tenía abandonado», le dijo moviendo la cadera en círculos, antes de galopar. Se besaron y comenzaron la follada más salvaje de la función. Se conocían bien, estaban hechos al cuerpo del otro, sabían como fluir. Bailaban una danza violenta. Lex agarraba su culo, ayudando a que subiera bien alto, Hanna se agarraba a su cuello, ahogándolo. Lex sufría, pero disfrutaba. Por el culo de Hanna asomaba su colita, las bolas chinas que tenía metidas en el culo dando bandazos con las galopadas. Quedaba una por meter, la más grande. Copiando la sonrisa maléfica de Hanna y mordiéndome el labio la empujé para dentro, provocando una fuerte reacción de dolor/placer en Hanna. Pareció darle aún más energías, incrementando la violencia con la que galopaba sobre Lex y golpeándolo en un reflejo con un guantazo. Era su seña de identidad, la marca de la diabla Hanna, mi amiga. Aquello me excitó y, en lugar de ir a buscar a Josh, me quedé con ellos, tratando deformar parte de algún modo. Me pegué todo lo que pude y le puse las tetas en la boca a Lex. Soltó una mano del culo de Hanna y me agarró a mí, Hanna hizo lo correspondiente y se apoyó en mis hombros para seguir cabalgando. Esto era más que un trío o sexo grupal. Estaba formando parte, de algún modo, de la penetración de Hanna, siendo los tres cuerpos uno. Hanna me mordió, Lex buscó mi coño desde atrás con su mano, pude sentir el mismo placer que ellos. Era glorioso.
Al otro lado, Enma estaba tumbada bocarriba, con la cintura girada hacia fuera, exponiendo su hermoso culo. Josh se esmeraba en penetrarla con energía, mientras tenía un dedo metido en su culo. La sensación de la penetración conjunta con Lex y Hanna fue increíble, pero pensé que era buena idea dejarlos solos y que disfrutaran del conocimiento que tenían sobre el otro. Acaricié a Josh, besando su espalda y cuello. El dildo que empleó Hanna con Enma estaba tirado en el sofá, lo cogí y liberé al dedito de Josh de su trabajo. Nunca me ha gustado la penetración anal y, por mucho que estas dos estuvieran dispuestas, yo no iba a ceder; sin embargo me fascino como se tragaba y escupía el ojete de Enma el dildo. Con las manos libres, Josh no sabía que hacer con ellas. Agarraba el cachete que la postura le ofrecía, pero rápidamente se iba a sus tetas, para después abrazarme a mí; le hubiesen venido bien tres pares de brazos más.
«Métemela por el culo» dijo Enma con seguridad. Saqué el dildo y busqué por el sofá el bote de lubricante para embadurnar la polla de Josh. La agarré, metiéndola con cuidado. Me gustó la decisión de Enma pero, en realidad, estaba asustada. La diferencia de grosor entre el dildo y el nabo de Josh era abismal. Temí por que se hiciera daño. Sin embargo, el culo lubricado de Enma fue tragándose muy poco apoco aquel dragón negro, también lubricado. Cuando entró por completo, casi aplaudo. Impresionante. Las penetraciones eran lentas, pero con ritmo. Recordé la bala, fui al otro sofá a cogerla y se la pasé a Enma. Metió la mano entre sus piernas y, al activarla, soltó un fuerte chillido. La penetración de Josh se intensificó, ella lo pedía.
Hanna se había levantado y se puso a cuatro patas en el sofá. Lex abrió su culo, acercó su cara y aspiró con fuerza. Fue a sacar las bolas chinas pero, al verme cerca, me dijo «¿quieres?». Me puse junto a él, entusiasmada, y agarré el cordelito de las bolas. Sonaban como ventosas al ir sacándolas una a una. Cuando la última quedó fuera, el culo de Hanna quedó abierto frente a nosotros, chupé un poco el pene de Lex y procedió a empalarla, casi literalmente.
Volvió a darme hambre. Josh estaba disfrutando follándose el increíble culo de Enma, pero me iba tocando de nuevo. Cuando reclamé mi turno, a Enma parecía importarle bien poco, la bala era todo lo que necesitaba. También me puse a cuatro patas, mirando a Hanna, con Enma sentada en medio, masturbándose con la bala y todos los juguetes que alcazaba a coger. No hubo medias tintas y Josh comenzó a follarme en esta tanda a tope desde el principio. Las manos en mis caderas, la polla muy adentro y mis tetas haciendo palmas con las embestidas. Hanna y yo mirábamos como se masturbaba Enma entre nosotras con un doble dildo, sin apagar ni un segundo la bala. La descomposición de su cara iba indicando que el orgasmo estaba cerca, hasta que finalmente explotó. Lanzó la bala por ahí y se desparramó por el suelo.
Palmetadas, tirones de pelo… todo ocurría rápido, era difícil establecer un orden. Ambas parejas nos mirábamos entre nosotras, imitándonos, provocándonos, contemplándonos. Mi coño a rebosar, su culo ensartado, debía llegarle hasta el estómago. No me lo esperé, llegó como un ruido en la noche. Me corrí, me corrí una vez más. Pocos minutos después de la primera, sin que mi cuerpo me avisara. Me caí, me quedé KO, satisfecha, sonriendo. Josh se pajeaba contento mirándome. Lo acaricié agradecida como pude, desde mi postura retorcida.
Lex y Hanna pararon y se acercaron hacia nosotros. Yo me aparté de la escena, dejando a Josh solo. Pude verle las intenciones. Hanna, como una dominatrix, mandó sentarse a Josh. Se sentó sobre él, rellenándose el coño con su polla. Se inclinó hacia Josh y estiró sus cachetes, dejando la puerta trasera a disposición de Lex. Mi niña era capaz de todo, era la mejor. Atravesada por las dos pollas negras, comenzaron ellos tres un nuevo nivel en esta fantasiosa sesión de sexo. Enma y yo estábamos destrozadas, a parte. A pesar de habernos corrido (yo dos veces) y nuestro evidente deterioro físico, continuábamos acariciándonos el clítoris, con delicadeza, disfrutando el espectáculo.
-¿Sigues teniendo ganas? – me preguntó Enma sin dejar de masturbarse.
-Estoy destrozada, pero sigo cachondísima. No sé qué quiero, la verdad –contesté jadeando, sin parar también.
-¿Te sientas en el sofá?
-¿Qué vas a hacer?
-Felicitarte el cumpleaños.
Hice caso ansiando ver qué era lo siguiente que nos esperaba. Hice acopio de todas las fuerzas que me quedaban para levantarme del suelo y sentarme en el sofá. Enma llegó reptando y, pasándose la lengua por los labios, me abrió las piernas, exponiendo mi coño gordo dilatado, como nunca lo había estado. Me metí los dedos a la espera de lo que hiciera, observando sus movimientos. Como una serpiente acechando, se acercó con lentitud hasta darme un beso en las piernas, acercándose cada vez más. Su boca se acercó a mi coño y saqué mis dedos. La lengua amagó con ir a mi clítoris, pero bajó hasta la entrada de la vagina, saboreando. Con la lengua ancha, subió por los labios hasta metérselos en la boca y chuparlos. Acariciándome con las manos, su boca llegó al clítoris y, ahora sí, la puntita de su lengua hizo circulitos al rededor. La suavidad fue solo un espejismo. Después de follarnos esas dos pollas desemejante grosos, no había cabida para ella, así que los circulitos se convirtieron en succiones potentes, enérgicas, sin pausa. Una nueva oleada de placer me recorrió el cuerpo, desparramándome por el sofá.
Disfrutaba del momento a la vez que veía a Hanna doblemente ensartada, sin flojear un instante, como si ni los dos juntos pudieran con ella. Recordé el día que hicimos el trío y lo diferente que era todo. Era más feliz que ahora, pero mucho más cortada. Ojalá hubiese estado tan dispuesta a todo como lo estaba hoy. Ninguna de las dos éramos bisexuales, a diferencia de Enma, sin embargo, Hanna siempre había estado dispuesta a experimentar y no cerrarse puertas y animaba a la gente a hacerlo; de hecho, me extrañaba que no hubiese instigado a Lex y a Josh a hacer algo, por pequeño que fuese, entre ellos. Esta experiencia tan loca era digna de una película porno, pero no por ello mejor que nuestro trío con Jack. Aquella fue una experiencia mágica pero, la diferencia con esta eran las barreras que conseguí derrumbar. En aquella ocasión tenía miedo de la novedad, me sentía recelosa de tocar a Hanna y sentí ciertos celos cuando era ella quien recibía la penetración. Ahora estaba disfrutando de la gran comida de coño que me hacía Enma excitándome por igual con Hanna que con los chicos. Lo que le debía a Hanna era incontable.
En el sofá gris, Lex le preguntó a sus compañeros si querían cambiar. Sacaron ambas pollas de los orificios de Hanna. La dilatación era tal, tanto en coño como en culo, que parecían moldes de los penes que acababan de estar dentro. Hanna se metió los dedos en el coño y los chupó, mientras Lex y Josh hablaban. Preguntaron a Hanna si se quería poner a cuatro patas y está accedió sin dudar. Lex agarró a Josh y le ayudó a meter su polla en el culo de Hanna, que la recibió con un quejido. Antes de que empezaran las embestidas potentes, Lex se acostó frente a Hanna, con la cabeza cerca nuestra, y le puso la polla en la boca. Así comenzaron una cadena de penetración y felación con ritmo perfecto, como si estuviera ensayado. Enma recuperó mi atención en ese momento, al introducirme cuatro dedos en el coño sin cesar su trabajo en el clítoris. No sabía en aquel momento si llegaría a correrme una tercera vez, pero lo estaba disfrutando muchísimo y solo quería que siguiera.
Crucé la mirada con Josh, que estaba reventando el culo de Hanna, agarrándola por los muslos para hacer fuerza. Mi cara estaba torcida del placer que estaba sintiendo y no pude hacerle ningún gesto. A él le bastó verme así y pareció disfrutar de mi visión tanto como de la follada que estaba practicando. En ese instante, Lex, que estaba gozando de una de las mamadas de su vida, se giró para vernos a nosotras. Contempló el culo de Enma y agarró un cachete con una de sus enormes manos. Del mismo modo que ocurrió cuando me agarró la teta, me pareció impresionante verlo coger algo tan grande con una sola mano.
Se cebó con su culo, lo manoseó y lo cacheteó, con cuidado, pero con ganas. Se levantó, dejando atrás la gran mamada de la incombustible Hanna y se vino hacia nosotras. Toco mis tetas, acarició la espalda de Enma y le metió los dedos en el coño para comprobar sus estado. Al sacarlos chorreando por completo, la penetró vaginalmente. Tuvo consecuencias directas en el cunnilingus que me practicaba, succionando más fuerte, metiéndome los dedos hasta el fondo.
Con una sola persona a la que atender, Hanna se puso en pie, sin sacársela polla de Josh del culo. Esté la envolvió con sus musculados brazos y continuó las penetraciones con mayor profundidad. Hanna parecía ponerlo a prueba, exigiéndole más con sus gestos y miradas. Josh aceptó el reto y dio todo lo que tenía. En frente mía, Lex sacó la polla del coño de Enma para meterla en su aún lubricado culo. En cuanto lo hizo, Enma se echó las manos al coño, dándose con más energía aún que la que estaba poniendo en mí, gimiendo mucho más fuerte que yo. Lex abría y cerraba los cachetes de Enma, jugando con su culo sin perder ritmo. Disfrutando de la función, agarré la cabeza de Enma y la restregué contra mi coño. Su lengua era una apisonadora. Sentía que venía otra vez. Me iba a correr, me iba a correr. Dios. Me corrí. ¡Cómo me corrí!
Mi grito de éxtasis aún no había terminado cuando sentí que la lengua de de Enma se paró en seco, centrando todas las energías en la mano que se daba autoplacer. Mi corrida se encadenó con la suya, su grito fue una prolongación del mío. Cayó exhausta al suelo con una terrible cara de satisfacción. Lex parecía estar disfrutando de la situación mirándonos a la una y a la otra. Estaba agotada, pero no me parecía justo que se quedara así después de todo lo que había hecho por nosotros. Me incorporé, sin levantaré del sofá y me metí en la boca, una vez más, la polla de Lex. Veía en sus ojos que estaba apunto de llegar, que le faltaba bien poco. ¡Venga, Lex! Te prometo que vas a gozar con esta corrida.
Un quejido ensordecedor del silencioso Josh llamó la atención de todos. Se había corrido dentro del culo de Hanna. Seguía con la polla dentro, incapaz de abrir los ojos. Hanna lo acariciaba y trataba de morderlo, visiblemente contenta por lo acontecido. Cuando Josh sacó la polla, el semen salió del culo de Hanna, correando por sus muslos.
Me olvidé de ellos, puse toda mi atención en Lex. Que miraba boquiabierto hacia el techo, agarrándome la cabeza, acariciándome el pelo. Hanna y Josh se nos acercaron. Josh me dio un beso mientras le comía la polla a su amigo y se sentó a mi lado. Con la mano busqué su pene, aún medio erecto, soltando todavía algunas gotitas de semen. Hanna se pasó la mano entre los cachetes, sacándola llena de semen. La muy guarra me lo restregó por la cara y se chupó el restó. Abrazó a Lex. Jugueteó con la boca por su pecho, mordiéndole un pezón. De sorpresa, le metió un dedo por el culo que le hizo vibrar. Dejó de mirar al techo y me miró a mí, agarrando su polla y masturbándose él. Como un tsumani recibí una lefada dentro de la boca que dejé salir conforme venía, chorreándome hasta las tetas. Gemía como un cerdito, dándose fuerte en la polla, sin parar de eyacular. Enma, ligeramente recuperada, se acercó a mí y chupó el semen de mis tetas, volviendo a excitarme. Pero ya no podía más.
«¡Guau!», gritó Lex y se besó con Hanna. Josh y Enma me abrazaron y yo les dediqué caricias. ¿Qué acabábamos de hacer? ¿Alguien podía imaginarse que ocurriría algo parecido siquiera? Allí había risas, pero ninguna palabra, quizás estábamos todos asimilando lo ocurrido. Cuando lo recuerdo, aún no me lo creo.
-Supongo que querréis acostaros ya, ¿no? – nos dijo Hanna. – Podéis acostaros los tres en mi cama. Os podéis dar una ducha si queréis, coged toallas de mi habitación.
Asentimos con la cabeza, derrotados. Al levantarnos, me percaté de que la cara de Hanna no había cambiado, de que continuaba pajeando al recién corrido Lex, luchando para que no perdiera la erección.
-Lo siento, Lex – dijo Hanna. – No puedo dejar que descanses todavía. Se que te pido mucho pero… es que soy la única que no se ha corrido.
Lex se echó las manos a la cabeza, como si clamara al cielo, pero aceptó su cometido con gusto.
-¡Pues vamos con prisa, chica, antes de que se termine de bajar eso!
Nos fuimos los tres alucinando con Hanna y los dejamos allí solos. Antes de salir del salón, eché la vista atrás y vi como Lex la aupaba y para penetrarla en sus brazos, como intentó conmigo antes, pero con un soltura increíble. Son los mejores, me hubiese quedado para verlo, pero iba a morir si no me acostaba ya.
-Mary, Mary.
Un atasco de camiones sonó en mi cabeza.
-¡Despierta, despierta!
Erala voz de Hanna. Un bombardeo de sentimientos cayó sobre mi cabeza cuando recuperé la consciencia. Recuerdos que me provocaban vergüenza, culpa, placer… No recordaba nada tras salir del salón. Solo la voz de Hanna. La había escuchado gritar por la noche como una loca. Quizás lo soñé, quizás soñé todo. En parte deseé que así fuera.
-¿Hanna?
-¡Bien, estás viva!
-¡Ufff, qué dolor de cabeza! Dime que lo he soñado todo, por favor.
-Quizás la lefa que tienes por la boca y por el cuello responda a eso. Mi dolor de culo también.
Abrí los ojos al recordar que no pasé por el cuarto de baño antes de acostarme, ni siquiera para lavarme la boca y el coño. Estaba desnuda en la cama de Hanna. Josh y Enma ya no estaba. Me puse en pie de un salto.
-Dios, tía. Tengo que coger mi móvil para llamar a Bodo.
-Tranquila, ha estado llamando. Lo he cogido y le he dicho que estabas conmigo y que íbamos a pasar el día juntas, que lo necesitábamos y que no se preocupara.
-¡Dios, qué vergüenza!
-Tranquila, está todo en orden, ¿Y vergüenza de qué?
-Le he puesto los cuernos a mi novio participando en una orgía con dos desconocidos y dos amigas. Ehh, ¿me explicas la puta locura de anoche? ¿Cómo llegamos a eso? ¿Cómo llegué a eso yo?
-Porque surgió y porque te apetecía. Deja de fustigarte y disfruta del momento. ¡Y no te rayes por el capullo ese!
-…
-¿Estás bien?
-Sí. Gracias, tía. Cada vez que estoy contigo eres un soplo de aire fresco. Perdona por ser una rayada, entiende mi situación. Pero me lo he pasado genial, de verdad. Era el cumpleaños que necesitaba.
-Bueno, todavía sigue siendo genial. Te estaba despertando por que hay dos negros y una rubia en la piscina preguntando por ti.
(Este relato es un fragmento de la novela «Historias de la Carne», para saber de ella busca en twitter a @relatosdlacarne)
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