Un encuentro sin limites 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Bres.
Tal y como les anuncié con motivo de mi primer relato ‘Un encuentro sin límites’, publicado en marzo pasado, regreso para relatarles como siguen nuestras andanzas. Han pasado ya tres meses desde que mi mujer Esther y mi amante Isabel parieron a los hijos surgidos de aquel intercambio de parejas que hicimos en aquella finca aislada y del que les narré entonces. Primero fue Esther la que dio a luz a su cuarto vástago –Iván-, su tercer varón. Cinco días después sería Isa la que paría a su tercero –Raúl-, fruto esta vez de mi semilla, como los tres mayores de Esther. Durante el embarazo Juan, el esposo de Isabel, y quien les narra, decidimos que ambas familias pasásemos a vivir juntos cuando nacieran los críos. Un mes después de los alumbramientos, aprovechamos las vacaciones escolares de los hijos para trasladamos a la casa de Juan e Isa, con el fin de que nuestros hijos mayores, Miguel y Francis, de 17 y 15 años, se fueran adaptando al cambio, pues a la pequeña Raquel, de 8 años, entendimos le afectaría menos dada la menor diferencia de edad con sus nuevos ‘primitos’ Jesús y Jose –los hijos de Juan e Isa, de 6 y 4 años-.
Después de unos días para aclimatarnos al nuevo hogar, Juan me insinuó que era el momento de iniciar a mis dos hijos mayores en nuestras sesiones y yo estuve de acuerdo. Decidimos que empezaríamos con insinuaciones y sin esconder las relaciones entre los adultos de la familia. Pronto les seria natural ver como Juan besaba y manoseaba a Esther o como Isa lo era por mi, e incluso entre ellas. Tanto ellas como nosotros comenzamos a hablar explícitamente delante de ellos sobre sexo y observábamos como Miguel y Francis se calentaban y en ocasiones iban directos al baño. Una noche cuando los más pequeños se habían dormido, Juan se acercó a Esther y le metió la mano bajo la blusa, tocándole las tetas a placer mientras invitaba a mis hijos a hacer lo mismo con Isa. “Véis así se alivian unos senos repletos de leche para los bebés, ¿Quién de los dos quiere tocar las de Isabel”. Miguel se acerco a ella, e imitó a Juan, quien no tardo en menter su mano entre la braguita de Esther. “Vuestra mami ya está húmeda”, les dijo. “Mirar su boquita abierta a punto de jadear”, y empujo la braguita hacia las rodillas de mi esposa, para de inmediato separar los labios vaginales ante los ojos de un excitado Francis.
Miguel repitió el movimiento de Juan, y palpó por vez primera la raja ya húmeda de Isa.
“¿Queréis tocarlas bien?”, les dije a mis hijos, quienes asintieron con la mirada. “¿Os gustaría pajearlas?, les preguntó Juan. Miguel fue el primero en responder con un “ya se la estoy haciendo a Isabel”, Francis se acercó a su madre y acarició tímidamente su desnudo coño. Mire a Esther y la noté encendida, con los ojos cerrados, esperando que el toque de su hijo fuera más intenso”. Quise ayudarla, “Francis, pajéala bien, pasando tus dedos por sus labios y buscando su clítoris, le encanta”. A Miguel se le veía más experto, luego confesó que nunca había tocado un coño pero había visto alguna de las pelis porno que había bajado de internet.
Cuando las dos mujeres estaban lo suficientemente excitadas, Juan les pidió que se desnudaran del todo y a mis hijos que lo hicieran también. “Os harán una mamada, y veréis como las follamos vuestro padre y yo”, les dijo mientras las dos mujeres se acercaban a ellos. Después de presenciar una buena mamada, en las que las mujeres fueron alternando ambas vergas. Francis anunció su descarga, cuando Isa la tenía en su boca. Instantes más tarde lo hizo Miguel, en la de su madre. Luego con ambos sentados en el sofá, me puse a coger a Isabel, mientras Juan hacia lo mismo con Esther, colocadas ambas a cuatro patas. “Mirad lo buenas folladoras que son”, dijo Juan, mientras las dos gemían y jadeaban pidiendo más. Nuestros rabos entraban en sus rajas cada vez con más vigor, mientras ambas juntaban sus bocas y se daban lengua, acallando los gritos de su excitación. Mire a mis hijos que seguían la escena con sus manos acariciándose la verga, de nuevo erecta. Unos pocos envites más y descargué mi semen en la vagina de Isa, que siguió besando la boca de Esther hasta que Juan la retiró para terminar en ella, e invitarlas a darse el beso blanco, mientras una acariciaba el coño de la otra.
Miguel y Francis estaban superexcitados, sin quitar la vista del cuerpo desnudo de su madre recién follado, con las piernas abiertas totalmente mostrando su pelado coño en toda su magnitud, c on los dedos de Isabel urgando su clítoris. “¿Os gusta el chochito de vuestra madre?”, pregunté a mis hijos, cuyo deseo de poder follarla era evidente, tanto como el de Esther por ser penetrada. “Vamos entrad por donde salisteis”, les dije mientras Isabel se apartaba y se nos unía a Juan y a mí para presenciar el gran momento. Miguel fue el primero en hundir su duro y largo pene en la mojada vagina de su madre, a la vez que pellizcaba sus pezones. “Así, así, fóllame. Házmelo despacio que quiero disfrutarlo” gritaba Esther cuyo rostro se iba desencajando a cada embestida. Francis esperaba encendido su momento, con la mirada fija en la pareja cuyos jadeos iban incrementando su intensidad.
Cuando Miguel soltó su semen en la vagina de su madre, ésta nos miró satisfecha, e inmediatamente Francis ocupó el lugar de su hermano, primero pasándole sus dedos por el coño, extrayendo parte del semen de Miguel y haciendo a su madre lamer los dedos, y luego penetrándola con su erecta verga, similar en tamaño y grosor a la de su hermano mayor. Una nueva sinfonía de jadeos y gemidos acompañó las cada vez más violentas embestidas del ariete de Francis dentro de Esther, hasta no tardar en soltar su esperma dentro ella, dejándola toda abierta. A mi lado, Isa engullía en su boca la polla de Juan, quien la introducía hasta la garganta, provocándole arcadas. Le había taponado el coño con un vibrador que ella misma accionaba, mientras con los dedos preparaba su ano para que recibiera mi pija. De pronto Juan sacó su verga de la boca de Isa y la metió en la vagina de Esther, mientras le decía, “Quiero mezclar mi semen con el de tus hijos”. “Si, haz lo que quieras conmigo”, contestaba ella. Juan sacó su verga de la vagina y le comenzó a follar la boca, como antes había hecho con Isabel, hasta hacerla vomitar. Miguel y Francis presenciaban la escena mientras Isa chupaba sus vergas de nuevo erectas y yo penetraba la inundada vagina de mi mujer, pero sin llegar a correrme, pues Juan se llevó a Esther al dormitorio para una sesión privada de alta depravación.
Mis hijos y yo quedamos con Isa, a la que de forma aleatoria fuimos penetrando sus agujeros al unísono hasta vaciarnos los tres en su boca, haciéndola tragar nuestro esperma. A sí terminó aquella larga noche comunal, a la que han seguido otras que ya habrá ocasión de narrar.
Me gustó cómo Francis tuvo su verga bien chupada y cogió con su mami. Ojala tuviera esa suerte.