Una lluvia de placer y una anaconda de seis metros
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Oh perrillos míos, no sé cómo me deje embaucar por un señor del que solo conocía su excelso y longitudinal falo, el cual me introdujo violenta y dolorosamente sin lubricante alguno su indomesticable falo por todos mis orificios corporales, hasta hacerme estallar en una catarsis de placer, sudor, semen, flujo vaginal y mucho dolor. Pero bueno, esto es otra historia ya que lo que ahora me ocupa es contaros el número zoo – erótico festivo.
Este sería mi gran despedida de este chiringo inmundo, donde me trataban como a una fulana cualquiera, si no tenía ni camerino… ¿cómo una diosa del placer como lo soy yo, ha de cambiarse en el cuartillo de la limpieza entre cubos y fregonas?
La semana en la que se estrené el show, estaba dedicada al mundo tropical, esa es la razón de mi largo y paradisíaco viaje a tierras africanas, donde también aprendí a tostar y moler café con el coño, pero eso lo dejo para más adelante pues aun no lo tengo muy perfeccionado me sale el grano un poco duro y el café aguado, a lo mejor es que no encontré una polla bien gruesa como la de Rudolf aquel alemán que me rompió mi vagina al follarme con su falo de 10 centímetros de diámetro… ¡Ufff que me palpita el clítoris!
Para el estreno me rasuré completamente mi sensual e hidratado pubis, para que mi anaconda recorriera delicadamente mi curva anatomía sin obstáculos algunos. El número era sencillo y muy erótico, haría subir al escenario a algún señor del público, pero claro, tendría que ser un galán de telenovela con cuerpo musculado, rasurado completamente y por su puesto con mirada lasciva de perra babosa en celo.
La cuestión es que mi útero había sido entrenado para albergar al reptil de seis metros de longitud, y para nada se notaba en mi vientre de hecho seguí usando la misma talla de bragas, ya que si por algo me caracterizo es por tener el coño más grande que nadie jamás haya visto y conocido, con deciros que cuando hago la compra en el súper suelo meterme ahí alguna que otra botellita de whisky para darme un homenaje.
Tras aparecer en el escenario desnuda, con el foco de luz apuntando hacia mí, me sentaba en un cojín redondo de terciopelo rojo que no veas las cosquillas que me hacía en el ano el pelito de la tela. Sentada con las piernas cruzadas comenzaba a llover desde el techo chocolate en diminutas gotas las cuales restregaba por mis senos incidiendo en mis erectos y lácteos pezones, con la otra mano acariciaba suavemente mis lubricados labios acercándome cada vez más a mi agujerito del amor.
Comencé el show con vociferantes gemidos, mientras me movía sobre una alfombra de esparto; de un lado a otro contoneando mis caderas al igual como la anaconda que tenía en mi interior. Manoseaba mis enormes y erectos senos, mientras me ponía cachonda, el público podía masturbarse en solitario o acompañados, pero siempre debían de permanecer sentados observado mi achocolatado show, tenían dos opciones: eyacular sin control alguno o bien esperarse a la segunda parte del número y subir todos al escenario y hacerlo juntos sobre mí, durante mi masturbación anal y vaginal, porque yo a pesar de todo necesito experimentar por mi misma el placer, no es lo mismo sentir la ingesta y placentera corrida en mi lecho anal de un señor fornido cuyas embestidas me dejan sin conocimiento a obtenerlo por mi mismas, con mis manos, o con otros artilugios que yo estime oportunos como pueden ser un consolador, un bote de champú vacío en la ducha o una copa de champan francés con un rico cliente o con algún amante nocturno.
Tras un breve descanso en que aproveché para acariciar a “lilí” beber agua y masturbarme unos breves instantes con el fin de salir al escenario babeando como una diosa en celo, mientras sus fieles acuden en masa a beber sacros efluvios. Tras sonar la melodía que anunciaba el fin de la pausa, el telón se subió y pude comprobar cómo había ido la gran masturbada, numerosos chorreones de semen relucían por todos los rincones del recinto, todo iba según lo previsto.
Esta segunda parte, era más animada, yo sentada en mi espartana alfombra, intentaría emular a los encantadores de serpientes de la exótica india para ello di unas cuantas clases de punji para deleitar a todos los asistentes con mis dotes interpretativas. Todos los fieles sentados en sus asientos, algunos aún con la polla en la mano viviendo los estertores de una ajetreada masturbación dirigían su felina mirada hacia mí, entre tanto yo entonaba las primeras notas de una canción africana que me enseñó Hakín que haría despertar a la fiera que dormitaba en mis entrañas. Me abrí de piernas, otra cosa no, pero elasticidad tengo de sobra, así que mostré a los asistentes mi rasurado pubis mientras tocaba el punji, entre pausa y pausa acariciaba mis pezones para excitarme aún más y embaucar al público para la gran masturbada. A medida que transcurría la canción, la anaconda iba recobrando viva, comenzaba a reptar a través del canal vaginal mientras mordisqueaba mis labios menores, se ensañó con el clítoris hasta que la dulce melodía la apaciguó y comenzó el espectáculo. Delante de mí, cientos de espectadores excitados en el momento del alumbramiento, yo me retorcía de placer al notar el paso de la anaconda a través de mis genitales, el grosor era de más de catorce centímetros me hacía gritar al igual que una fiera fornicando con su macho en la dura y ardiente sabana. El parto de la bicha duró más de tres cuartos de hora en los que varios hombres muy morenos, musculados y totalmente depilados ataviados con unos bóxers de lycra de color negro, de los que se despojaron rápidamente para ir con sus sabrosos falos ondeando al viento y así que pudieran sentir el roce de sus glandes en sus lampiños muslos y acariciarse los rasurados testículos al son de mis silbidos. Aunque yo apenas participaba, tan sólo me dejaba manosear y que alguno me introdujera su hercúleo y viril falo por el ano también aprovechaba para succionar tan suaves glandes, que apenas si cabían en mi boca, pero por lo excitada que estaba me dejé penetrar oralmente, el público comenzó a aplaudir justo cuando me encontraba penetrada analmente, oralmente y la anaconda tenía cuatro metros de su longitudinal cuerpo fuera de mi ser. El señor que me penetraba analmente, Roberto un rico moreno de veintiséis años con un cuerpo esculpido a base de gimnasio estaba siendo penetrado a su vez por Marce un caribeño muy fornido y con un falo excepcionalmente venoso al cual se le resistió en un primer momento el ano de Roberto, pero una vez bien lubricado con mucho mimo pudo ser embestido hasta retorcerse de placer mientras sentía en su interior tal maravilla de la naturaleza lo cual provocaba en Roberto espasmos, al mismo tiempo me penetraba con gran furor. Expulsé completamente a la anaconda, justo en ese momento, un domador llamado Francesco un barbudo corpulento la recogió y la retiró del escenario lo que provocó la exaltación del público que comenzó a masturbarse velozmente para no perder ni un ápice de excitación.
Al quedar mi vagina completamente solitaria, entró en acción Michel un moreno musculoso con un piercing prince albert en su glande, de más de cuarenta años este señor experto en vaginas comenzó a lamer mis genitales mientras Marce le penetraba al igual que hizo con Roberto. La lluvia de champán que había comenzado durante el parto de “lilí” estaba siendo acompañada por los gemidos exacerbados que emitía acompañada por el público que iba subiendo al escenario a restregar sus pollas tanto por nuestros cuerpos como por mi lengua la cual estaba a disposición de cualquier orificio que sobre ella se posase. En ese momento comenzó el último acto, todos los señores allí presentes en torno a trescientos completamente desnudos y bien cargados de leche, me rodearon y comenzaron al unísono a masturbarse algunos le acariciaban los testículos al compañero, otros succionaban el pene al primero que se le acercaba y los demás se masturbaban mirando los penes ajenos y los esculturales cuerpos que allí se concentraban, aquello era una orgía descomunal donde fluían litros y litros de sudor, sexo, hedor.
Terminé muy cansada, agotaba, extasiada y cubierta de leche como nunca lo había estado, aquello era apoteósico, todos los hombres eyaculando los unos sobre los otros, yo en medio cubierta de placer líquido.
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