UNOS VENDEDORES AMBULANTES SE FORNICAN A MI ESPOSA 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por cornudissimo.
Los días siguientes mi mujer y yo no mantuvimos relaciones sexuales. Aunque se lo propuse varias veces ella siempre salía con excusas y la verdad entendía perfectamente que me rechazase, pues debía tener sus genitales aún más que dañados.
En mi cabeza siempre rondaba una idea que no era otra, que el saber si esa noche había sido una excepción o si mi mujer aceptaría otra sesión de ese calibre.
Y como no puede ser de otra manera, busqué la forma, la manera para salir de dudas.
Una noche le propuse salir a dar una vuelta hasta el paseo, para tomar algo tranquila y placidamente en alguna terraza, aunque mi verdadera intención era que tuviese otro encuentro, otra oportunidad de verse con sus amantes y así poder saber como reaccionaría ella. Ni que decir hay que ella aceptó a la primera.
Cruzamos la Avenida con paso rápido y al rato ya nos encontrábamos paseando por la zona marítima.
Casi sin darnos cuenta nos introdujimos en la zona de los puestos ambulantes y mi corazón cada vez se aceleraba más solo al pensar en que pronto tendría delante los amantes de mi mujer y al pensar en como ella actuaría, si los ignoraría o por el contrario si accedería nuevamente a sus juegos.
A unos 25 metros pude ver ese maldito puesto, y yo para dejarle más libertad de movimientos me quedé observando la mercancía que se vendía en el anterior.
Mi mujer se detuvo en él y al instante se le acercó el cabrón que se la había follado salvajemente, y se acercó lo suficiente para que ella entendiese a la perfección el comentario que hizo, comentario que consiguió arrancar una sonrisa de complicidad de su boca.
Como la primera vez el joven sin ningún tipo de pudor comenzó a acariciar suavemente primero la espalde y a continuación el culo de mi esposa y sorpresivamente ella no hizo nada para evitarlo. Únicamente me buscó para cerciorarse de que yo no los veía. Me hice el despistado, como quien no veía nada pero no perdía detalle de la escena, escena que estaba subiendo de temperatura peligrosamente. Ya que el cabrón tenía una mano colocada estratégicamente entre el cuerpo de mi mujer y el mostrador acariciando así el sexo de ella.
No aguanté más y la fui a buscar, ella se dio cuenta por lo que abandonó a su amante y continuamos paseando.
A la mañana siguiente se levantó pronto se vistió un chándal y una camiseta y me informó de que se iba a dar un paseo por la playa, que no tardaría.
Yo sabía perfectamente a donde se dirigía y aunque en un principio me juré que no la iba a seguir, al final la curiosidad y la angustia pudieron más.
Me vestí y salí hacia el piso del sexo, que era así como lo llamaba desde aquella noche.
Llegué al portal y comencé a llamar a los pisos hasta que conseguí que uno me abriera la puerta.
Subí tan rápidamente como pude, me introduje en el patio interior y me volví a colocar en mi posición de observador.
Pero algo me sorprendió y era que en la sala no había nadie solo muebles.
Pensé, a ver si estaba equivocado y realmente mi mujer se había ido a pasear, a ver si mi mujer ya no se prestaba más a este tipo de juegos.
Estaba a punto de irme cuando algo me detuvo. Sonó el timbre de la puerta, aguardé unos instantes y al rato entró en la sala el cabrón follador, acompañado de un hombre.
Este otro hombre debería tener unos 60 años era de media estatura y con una barriga bastante más que considerable. Se sentó en el sillón y después de comentar algo con el anfitrión de la casa, sacó una cartera de su bolsillo y le entregó un billete de 50 euros.
El joven salió de la habitación y al rato regresó acompañado de dios¡¡¡ mi mujer, mi mujer lo acompañaba, por lo que no me había equivocado, mi mujer volvía a este piso a buscar más, más sexo.
Por lo que acababa de ver el hijo de puta estaba negociando con el cuerpo de mi amada esposa, se había convertido en su chulo, se la iba a entregar a ese viejo gordo por unos míseros 50 euros, era deshonroso.
Mi mujer llevaba puesta una bata, la cual se sujetaba con un nudo a la altura de la cintura.
Fue presentada al gordo y a continuación el chulo abandonó la sala dejando allí solos a mi esposa y, si no me equivocaba, a su futuro amante.
Algo le dijo él, algo que no pude escuchar debido a que ese día la ventana estaba cerrada, pero pronto supe lo que le dijo.
Mi mujer se desató la bata y dejándola caer al suelo quedó totalmente desnuda ante los ojos salidos del viejo.
Soltó un grito de exclamación al ver a mi mujer desnuda, al tiempo que comenzaba a tocarse el paquete de una forma grosera y vulgar.
Mi mujer se inclinó y le comenzó a desabrochar la camisa, lo que sus gruesas y sucias manos aprovechaban para manosear y magrear los pechos de mi mujer, al tiempo que recorría con su gorda lengua la dulce cara de ella.
Su grueso y peludo torso estaba adornado por varias cadenas de oro, así como sus enormes dedos por anillos.
Se incorporó lo suficiente para que su pantalón cayese hasta los pies y pudiese ser así retirado por su esclava.
A la vista quedaron sus calzones, calzones blancos y de media pierna como los que utilizaban nuestros abuelos y en los cuales se podía apreciar con gran claridad enormes cercos de color amarillo.
Se volvió a sentar y ordenó a su puta que se arrodillase y comenzase a masturbarlo.
Mi mujer obedeció a la primera, e introduciendo su mano derecha en aquel asqueroso calzón desenvainó su polla, la cual era de un tamaño considerable e inició una más que deseada paja.
Al instante el viejo cerró los ojos y comenzó a soltar gemidos y gritos, de vez en cuando acercaba una de sus manos vastas y magreaba los pechos de ella.
Mi mujer ni se inmutaba y continuaba con su masturbación, el cada vez chillaba más hasta el punto de que por la puerta se asomó el joven cabrón para ver si ocurría algo.
El viejo hizó una seña a mi esposa y al instante su boca continuó con el trabajo que había comenzado sus manos.
Ahora si que disfrutaba el hijo puta, chillaba y se retorcía de placer en el sofá mientras la boca de mi esposa engullía una y otra vez aquel asqueroso miembro.
Le sujetó fuerte por la cabeza y comenzó con unas embestidas brutales, hasta el punto de conseguir provocarle numerosas arcadas, algo esto que no conseguía bajar ni la velocidad, ni la intensidad de sus penetraciones.
Dios si seguía así mucho tiempo iba a acabar por desgarrar sus labios y su boca.
Mi mujer intentaba escapar de aquel trozo de carne pero la presión que le hacía con sus manos no se lo permitía.
El gordo soltó un poderoso gritó al tiempo que le clavó la polla hasta el fondo, hasta la base, manteniéndose así durante un tiempo, justo el que le llevó vaciar su depósito de semen en la garganta femenina.
Se recostó en el sillón lo que permitió que mi mujer pudiese deshacerse de aquel miembro, y tomar aire.
Agarró una toalla y en ella escupió todo el semen que tenía en su boca al tiempo que se limpiaba todo lo que podía su cara.
El viejo cabrón tenía un semblante de felicidad y placer tremendo, estaba plenamente satisfecho.
Luego de descansar un rato, se incorporó y ordenó a mi esposa que colocase los brazos hacia atrás y los apoyase en una silla. Le separó las piernas todo lo que pudo y de un viejo bolso de viaje sacó dos objetos que no eran otra cosa que dos consoladores.
Uno era delgado y largo y el otro era gruesísimo y algo más corto.
Los acercó al cuerpo de mi mujer y comenzó a acariciarlo. Pude notar como mi mujer se tensaba contra la silla al notar el contacto con los dos objetos.
Mientras esto sucedía uno de los negros entró en la sala portando una cámara de video montada en un trípode. La colocó y enfocó la escena de sexo que allí se estaba desarrollando. Los muy hijos de puta iban a grabar todo lo que allí iba a pasar. No me podía creer que mi esposa accediese a todo este juego.
El consolador más delgado estaba ya profundizando en su boca mientras el grueso jugueteaba con sus pezones. Mi mujer estaba cada vez más tensa y agarrotada. El consolador gordo fue deslizándose hacia abajo, hasta entrar en contacto directo con los labios vaginales. Mi mujer se puso de puntillas al notar su contacto y se aferró aún más a la silla. Cerró los ojos y su respiración se fue acelerando a medida de que su sexo se iba empapando en sus líquidos.
Sin más dilación el juguete sexual penetró de forma brusca y violenta en el interior de mi mujer, lo que arrancó un grito de su garganta. El viejo sonrió, al tiempo que accionaba al máximo el vibrador y comenzaba con una serie de penetraciones brutales.
Los gemidos y jadeos cada vez eran mas sonoros y esto si cabe ponía más cachondo aún al gordo. El otro consolador había abandonado su boca y había iniciado un descenso peligroso. Se detuvo en los pechos para juguetear con los durísimos pezones, pero segundos después continuo con su viaje. Llegó a la boca de su coño, coño que seguía siendo castigado por el grueso objeto y se detuvo en el clítoris. Mi mujer soltó otro alarido de placer justo en el momento que activaba el segundo vibrador. Dios era una escena brutal, estaba totalmente a merced de aquel depravado, la estaba sometiendo con fuerza. Tenía la cara sudorosa y desencajada y a duras penas se sostenía de pie, debido a las convulsiones y los temblores que padecía. Era tal lo que estaba sufriendo que las convulsiones a veces se convertían en verdaderos espasmos producidos por el dolor y el placer. No paraba de chillar y de moverse bruscamente como queriendo engullir los dos objetos que estaban consiguiendo sacarla de sus cabales. Debido a los fuertes y rápidos movimientos que ella producía intentó sentarse varias veces, siempre sin conseguirlo ya que el gordo no la dejaba. El viejo llamó al chulo para pedirle su ayuda y el se la dio al instantes.
Se colocó detrás de ella y sirviéndole de apoyo la sujetó con fuerza, mientras el gordo la seguía masturbando, y bien que seguía. Colocó el segundo consolador en la entrada de su coño y comenzó a presionar hacia adentro. El hijo de puta la quería penetrar con los dos vibradores a la vez. Mi mujer hizo una muestra de claro dolor pero esto no sirvió para que él cesase en su empeño. Poco a poco el delgado objeto fue desapareciendo en el interior de mi esposa y poco a poco comenzó con sus series de penetraciones esta vez en estereo.
Dios como chillaba y se retorcía la muy puta, por una parte me daba lástima y pena y me daban ganas de romper la ventana y para toda aquella obscenidad, pero por otra parte pensaba que ella se lo había buscado y ella se lo merecía.
El chulo había comenzado a frotar apasionadamente su paquete contra el culo de ella y las dos manos estrujaban y magreaban con fuerza sus tetas.
Los vibradores cada vez hacían con más fuerza e intensidad su trabajo y esto era proporcional con los gritos y gemidos de mi mujer.
El negro ya se había quitado el pantalón y el boxer, y su poderoso falo ya estaba preparado para entrar en acción. Se sentó en la silla y hacia el atrajo el ya maltrecho cuerpo de mi mujer. Busco su entrada anal y comenzó a hundirle su tremenda polla.
Joder era brutal lo que yo estaba viendo, superaba aún lo visto la primera noche.
Mi mujer comenzó a tener espasmos, comenzaba a correrse, y como se corría la muy zorra, chillaba y chillaba como una perra y de su vagina salían cantidades inmensas de líquido, el cual lo salpicaba todo. Justo cuando llegaba al cenit del orgasmo el viejo retiró bruscamente los vibradores y del coño de mi mujer salió un reguero impresionante de líquido. Nunca había visto un skirting tan brutal, había empapado por completo al viejo, el cual se restregó todo ese líquido por su cuerpo.
El gordo ya volvía a estar excitado, por lo que su polla ocupó el lugar que había dejado los consoladores. El negro le levantó y le separó bien las piernas, dejándole el camino totalmente libre al viejo, que de un solo movimiento le clavó su mástil hasta los huevos.
Mi mujer volvía a ser la protagonista de un trío sexual, volvía a ser la protagonista de una escena de duro sexo, en la cual dos tíos tenían previsto tener sexo hasta que sus instintos más bajos y repugnantes quedarán totalmente saciados.
Las penetraciones se acompasaban a la perfección, ahora por el culo, ahora por el coño, ahora por el culo, ahora por el coño y esto siempre mientras sus tetas eran asaltadas por las manos y bocas masculinas.
El negro no aguantó más y comenzó a chillar y a penetrarla cada vez con más profundidad y dureza, hasta que el estrecho culo de mi mujer consiguió extraerle hasta la última gota de semen.
Totalmente inmóvil y con su polla dentro del culo de mi mujer se quedó mientras el gordo la penetraba vaginalmente.
Las embestidas cada vez eran mas fuertes y violentas y mi mujer las aguantaba como buenamente podía. El gordo chillaba y chillaba, al tiempo que estrujaba las tetas ya marcadas de mi esposa y de vez en cuando introducía su gruesa lengua en la boca de ella. Estaba como poseído, por un solo deseo, que no era otro que follar, fornicar, tener duro sexo con el cuerpo de mi mujer hasta que no pudiese más.
Las embestidas se aceleraron aún más y pronto el gordo se volvió a correr, esta vez en el interior del coño de mi amada esposa. Le pegó una penetración brutal y se quedó inmóvil y con su gran polla en el interior durante unos dos minutos. A continuación se levantó y se dejo caer totalmente derrotado en el sofá. Mi mujer se levantó, librándose así del falo del negro y se dejó caer exhausta en el suelo.
Pasados unos minutos se levantaron todos se vistieron y se despidieron, dándole el gordo a mi esposa un billete de 20 euros por su gran trabajo.
Se marchó el cliente y tras el me fui yo, dejando en el piso a mi mujer y su chulo, supongo que tramando nuevos trabajos.
Ya quisiera yo que me prostituyan