Atados por el dependiente del sexshop
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por parejaatada.
Mi novia había tenido que irse de viaje por cuestiones de trabajo.
Es azafata de congresos, de las que se ponen en las puertas y sonríen y acompañan a los directivos y mil cosas así, y aquel fin de semana se había ido a otra ciudad.
Sabía que cogía el tren que llegaba a Barcelona del domingo hacia las cinco de la tarde, que de la estación a casa tenía media hora con el taxi, y calculé el tiempo.
Hace diez años que estamos casados, tenemos pleno confianza porque los dos hemos sido siempre muy sinceros entre nosotros, y además tuvimos antes de casarnos cinco años de novios, así que nos conocemos muy bien.
Incluso en el sexo.
Siempre hemos cumplido diversas fantasías sexuales que teníamos ambos, como tener sexo en la playa de noche, y mil más que no me daría tiempo de contar.
Hemos hecho tantas que a veces es difícil sorprendernos.
En eso me puse a pensar.
Una fantasía que nos gusta mucho es el bondage, a veces me ata ella a mí, y a veces la ato yo a ella, pero me llamó mucho la atención cómo se sorprendería si al llegar me encontrara atado y desnudo.
Esa sensación de ser sometido atado a ella le agrada mucho, y me pasé el fin de semana pensando en cómo podría hacerlo.
No es fácil atarse a uno mismo, así que el sábado antes fui a una sex shop, muy cercano a casa en el que hemos comprado muchas veces.
Conocemos al dependiente, queda el sex shop a unos cien metros de mi casa, y quise ser aconsejado por el chico.
Me habló de manuales de Internet, pero para eso necesitaba tiempo; me dijo hacerlo con esposas, pero las esposas no son estéticas.
También me contó que hay manuales por Internet que te explica cómo te puedes hacer un selfbondage, pero primero me preocupaba que no me saliera bien, y tampoco me convencía porque se usa poca cuerda, y a nosotros nos gusta el bondage con mucha cuerda, complejo, de aquello que te pasas media hora poniendo cuerdas por todos sitios y no puedes al final moverte absolutamente nada.
Como última idea me planteó que, como somos buenos clientes y ya habíamos ido a comprar en varias ocasiones y nos conocíamos del barrio, él me ayudaba con la fantasía, venía a mi piso, me ataba antes de que viniera mi novia, y se iba antes de que llegara ella.
¡Vaya propuesta! Suena una locura, y sí, me lo pensé… ¡Diez segundos!.
Me contó que él tenía de todo, muchas cuerdas, mordazas de ballgag, vendas para los ojos, hoods, cinta, así que por material no tenía que preocuparme, y experiencia me contó entre sonrisas traviesas que tiene mucha.
Quedamos el domingo siguiente, a las tres de la tarde.
Calculé que si el tren de ella salía a las 13.
30h.
como ella me había dicho, llegaba a la estación a las 16.
30h más media hora que tardaba en llegar a casa, calculé que llegaría a las 17.
00h.
así que a las 13.
30h comí, y poco después de las dos del mediodía llegó él, media hora antes de lo previsto.
¡Mejor! ¡Más tiempo!, pensé.
Me dijo que tenía que irse antes, pero le dije que no me importaba.
Llevaba consigo una maleta, y empezó a abrirla justo cuando me vi a la ducha, para una ducha rápida de diez minutos.
Volví a la habitación ya desnudo, y sobre la cama vi centenares de metros de cuerdas, bien ordenadas.
Sin comentarios ni explicaciones, puso mis brazos a la espalda y comenzó a atarme de tal manera que las cuerdas se hundían en mi cuerpo, fuertes, con los brazos pegados al cuerpo pero como si me estuviera abrazando a mí mismo por detrás, sin poder despegarlas de la espalda porque me rodeaban todo el cuerpo y me ataban con dureza.
Cuando acabó con el último nudo no podía mover lo más mínimo los brazos, y mi polla delató mi estado de ánimos, poniéndose dura.
¡Muy dura!.
¡Lo que no sé es cómo se lo explicaré! – dije entre risas también para relajar la situación – ¡eso no lo he pensado!.
Me respondió que tenía rato para pensarlo.
Sin descanso y sin perder tiempo, me puso las piernas juntas, y me las ató por mil sitios.
Tenía cuerdas en los tobillos, en las rodillas, en los gemelos y hasta en los muslos, enrrollándolas juntas las piernas, por todo el exterior y después por el interior, de tal manera que en el último nudo yo no podía soltarme solo, totalmente inmovilizado y a merced de quien llegara, que era mi novia.
Mi idea era que ella viera que estaba sometido y dispuesto a toda su perversión, y que esto se iba a convertir en una nueva experiencia sexual excitante.
Acabado su trabajo con las cuerdas, en seguida me colocó la mordaza con la bola roja en mi boca y la abrochó desde atrás, tan fuerte que no la podía sacar de mi boca.
Amordazado, cubrió la mordaza con un hood, completo, de cuero todo cerrado menos un agujero por el que sobresalía la nariz para respirar, y que se cerraba detrás de la cabeza con una especie de cordel, como si fueran unas botas.
"Falta atarte a algún sitio que no puedas moverte".
En el centro de la habitación había saliendo del techo alto dos aros fijos, fijado por una barra de hierro al techo.
Lo había colocado un albañil, está perfecto, completamente seguro, como si fuera una viga del edificio, y lo hicimos pensando en nuestros juegos de bondage.
A él le gustó, y haciéndome andar a pasos muy cortos como un pingüino me situó debajo del aro.
Sentí las cuerdas por detrás de mi espalda, por algún sitio más, pasarlas por dentro del aro, y tirar fuerte hacia arriba, lo suficiente para conseguir haceme estar todo el rato recto y erguido, sin poder moverme del centro de la habitación.
Apenas un par de minutos, mientras él me preguntaba si estaba bien y si me gustaba, y yo le decía que ffffffiiiiiii uuuuffffffffo, sonó el teléfono.
Como no contesté, segundos después volvió a sonar, el cual por supuesto tampoco pude contestar.
Unos minutos después sonó por tercera vez, pero esta vez era un mensaje.
Tuvo el dependiente el detalle de leérmelo: “Cariño, salgo tarde.
Llegaré a las 17.
30h.
Ven a buscarme a la estación.
Besos”.
¡Cuando me leyó el mensaje, pensé que menos mal que todavía estaba el dependiente, porque si no me iba a pasar una hora más todo solo, atado, amordazado y desnudo.
Pero en realidad no era tan buena mi suerte.
El chico se río, y me dijo que se le había ocurrido una idea, y le iba a mandar un mensaje.
"Te he preparado una sorpresa, traviesa, perversa y caliente" – me confesó que le escribió.
No pude hacer nada para evitarlo, e incluso he de reconocer que me pareció gracioso y divertido, y me quedé expectante de conocer su respuesta, que llegó en apenas 20 segundos.
"No me hagas esperar jeje Cuéntame" – me leyó que respondió ella.
El chico, mientras iba escribiendo, me decía lo que estaba poniendo.
"Es sorpresa.
¡Venga! ¡Un detalle! Tendrás los ojos vendados.
No te cuento más" – y después de haber escrito esto me contó que le dio al botón de enviar.
Mis severas ataduras sólo me dejaron ser un mero espectador, y conocer la respuesta de ella por la boca de él.
"Suena bien.
Disponible jaja" – fue su respuesta.
Fue el último mensaje entre ambos.
Le siguió un silencio, y de inmediato suave una suave caricia con sus dedos en mis pezones.
Mi reacción fue sentir mi polla endurecerse y exclamar un MMMMFFFFHHH muy débil de excitación.
Después noté que aquella caricia no fue una travesura de un segundo.
Continuó, y más, hasta conseguir excitarme y poner mi polla durísima, y al verme tan excitado hubo un momento en que me entró una desesperación terrible y empecé a mover las piernas y los brazos tratando de soltarme; pero había hecho las cosas tan bien, que era imposible.
Los nudos estaban fuera de mi alcance, y rápidamente dejé de forcejear, porque me di cuenta de que era en vano.
Aún así, torcí mis manos, intenté alcanzar algún costado, pero las ataduras me mantenían firme en el centro, expuesto a su perversión por los cuatro costados.
Después no sé cuánto tiempo de unos intentos fracasados, me rendí a la excitación del jugueteo con mis pezones, pellizcándolos poco a poco, con suavidad pero muy excitantes.
De mi boca salían sonidos inteligibles.
Ffafaafaggghhh ffaaggaaggghh mmmmppphhh , que eran como “para, que me estoy excitando mucho”, pero o no me entendía o no me quería entender.
Fue notorio que él también se estaba excitando.
Se dio cuenta de mi situación y de que no podía moverme ni desatarme ni escapar de mi propia trampa, y el chico se divertía.
Me tocaba la polla, el glande por debajo, muy suavemente, sólo unos roces, de apenas dos segundos, y de allí a los pezones, cinco minutos, sin descanso y sin tocarme la polla en ningún momento, ignorándome la excitación.
No sé cuánto rato estuvo torturando mis pezones.
Quince minutos seguidos entre mis gemidos uno tras otro, fffffiiiii mmmpppfhfhfhfhf fhfhfhhff ffffpppfh , sin descanso aunque yo lo suplicaba con fffafaffbbbab fffababbbba , pero era inútil.
Al cabo de media hora me habían entrado muchas ganas de que me hiciera una paja y correrme, pero era imposible.
No me dejaba.
El chico me negaba mi orgasmo muy maliciosamente, ni tan siquiera acercarme a tener una mínima sensación de orgamos, pero al mismo tiempo me iba tocando a intervalos cortos morbosamente y con sonrisas burlonas.
Empecé a arrepentirme de haberme puesto yo sola en esa situación.
Me moría de la vergüenza de verme totalmente expuesto ante ese chico, y no podía cubrirme de ninguna manera.
A ratos tenía tantas ganas de correrme que yo me retorcía tratando de soltarme, pero eso me excitaba aún más.
A veces paraba completamente, todo el rato suficiente para que se fuera mi erección.
La dejaba irse del todo, pero no se iba.
Estaba tan excitado que no se iba, pero él esperaba muy pacientemente.
Cansado y rendido, incapaz de poder correrme, mi polla también se rindió, y perdió su erección.
En ese momento, noté un hierro en mi polla, y quince segundos después mi polla estaba presa de un cinturón de castidad.
No pude resistirme.
Mi polla quedó aprisionada por unos hierros que me la comprimían pequeña y que no me dejaban excitarme ni tener ninguna erección, porque era doloroso.
Ya con esa cosa puesta que la estaba odiando por no poder excitarme, me desató de la viga.
Lo hizo para tumbarme en el suelo.
Allí, una cuerda le sirvió para atar mis tobillos a mis muñecas por detrás, muy fuerte y tenso, con los talones tocando el culo, y creando de este modo un fuerte hogtied, pero allí no acabó con las cuerdas.
Otra cuerda tiró de mis muñecas arriba, a la viga, con lo que aquel duro hogtied se convirtió en un extremo hogtied, que me mantenía boca abajo, los brazos y hogtied arriba, y completamente inmóvil.
Era algo doloroso, aunque recordé que yo le había confesado mi atracción por este tipo de bondage, pero intenté suplicar, algo que me pertocaba en mi situación, pero solo se escuchaba algo así como oooff fffaafooo ooff ffaffffo ffiiemmmooo aammphh aaammmpphphhhh ininteligile.
Era incapaz de articular la frase entera mientras notaba que tiraba con fuerza de las cuerdas, y en ese momento supe que me esperaba una larga tarde de sufrimiento y ataduras.
Las ataduras eran tan bestias y tan fuertes que no tenía casi nada de movimiento, y no pude defenderme de ninguna manera debido a la forma en que yo mismo me había sometido, pero para ser sincero e ningún momento me arrepentí, ya que en realidad estaba excitadísimo, totalmente dominado incluso de mi polla encerrada en la jaula.
“Tengo que ir a buscar a tu novia” – me susurró pícaro – “que la haré mi prisionera.
Hasta que vuelva, ahí te quedas”.
Hubo un silencio, que sólo rompió un lamento mío que en realidad lo hice porque formaba parte de la fantasía, un mmmmfffffffooffooff en tono más erótico de lo normal, y añadió.
"Cuando tenga a tu novia atada, vendré a buscarte.
Lo bueno de estas cuerdas y tus ataduras es que cuando vuelva no tendrás fuerza, no podrás resistirte ni luchar, tendrás la musculatura tan cansada que no podrás ni mover los brazos, y será muy fácil llevarte conmigo secuestrado, pero es lo que quieres, ¿verdad?".
Le hubiera dicho que sí, pero prefería suplicar.
Sabía que serían suplicas e inútiles intentos de desatarme aunque sólo fuera un solo nudo, y haciendo mmmmjhhhhhppphh efffeemmam mmmooooo fffo fffaafffooom mmmooo para mostrarle que me había rendido y vencido, lo escuché irse, y al cerrar la puerta allí me quedé, esperando.
No intenté soltarme.
En realidad disfrutaba del dolor en todo mi cuerpo de las cuerdas.
Me excitaba, y el cinturón de castidad me era doloroso cuando mi polla intentaba ponerse dura, así que finalmente decidí relajarme, y esperar.
En aquel estado de sensibilidad emocional se escucha todo, y un simple crujido de las paredes te sobresalta y parece que hace hasta eco, pero me acabé acostumbrado a esos pequeños ruidos que pasan desapercibidos, y me quedé disfrutando de esas cuerdas, intentando no gemir porque mis murmuros amordazados de mmppffh aunque fueran suaves me excitaban, y busqué estar en silencio todo el tiempo hasta que, mucho rato después, escuché con sobresalto para mí la puerta y un alegre "ya tengo secuestrada a tu novia".
Yo no reaccioné.
Aquello era bondage, real, del bueno, del que llevaba mucho tiempo buscando, y había entrado en un estado de felicidad y comodidad que me sorprendía incluso a mí mismo.
Ni siquiera murmuré.
No tenía ninguna opción de escapar ni hablar, y lo había aprendido de sobras en esas horas, y así seguía hasta que continuó hablando.
"Esta muy muy muy atada" dijo riendo – "tanto como tú, o más" – y volvió a reírse – "supongo que te gustará saber cómo lo he conseguido".
La verdad es que sí, yo estaba impaciente por saber cómo había conseguido seducirla o conquistarla para que ella se entregara y pudiera tenerla atada.
Pensaba qué le habría dicho, qué le habría preguntado, cómo la convenció, o si la engañó, y supuse que me lo iba a contar todo, al detalle.
Coincidió mi impresión con sus palabras.
"Supongo que quieres saber cómo lo he hecho".
Efectivamente, así era, e hice una pequeña afirmación con la cabeza, acompañada de un mmmpfpfhfh corto, cansado, rendido y excitado.
"Te diré que esta desnuda y atada con tanta cuerda que le he atado hasta los dedos de los pies, y está absolutamente sin poder desatarse nada pero nada nada" – y volvió a reírse – .
"También tiene una buena mordaza que la he usado para dejarla amordazada, apenas se le entiende un ffffffiifiifif y algo más en cada orgasmo" – y con tono de haberse olvidado añadió – "¡ah, y los ojos vendados, claro".
Me explicó que era fácil adivinar el cruel bondage que tenía atada a mi novia, una cosa muy complicada porque lo suyo era mucho bondage, ataduras fuertes, de las que no te puedas mover y que te pases horas atado y este rollo, en posiciones incómodas que se logran con mucha cuerda y durante más tiempo mucho mejor.
"Le he puesto un vibrador de alta velocidad en contacto con su clítoris.
Esta sujeto con un soporte de hierro que mantiene el contacto todo el rato.
Es una pasada.
Mantiene a tu novia excitada todo el tiempo, y antes de irme yo le había contado cuatroorgasmos.
Luego se cansara y no tendrá más orgamos, también por cansancio, pero estara cachonda todo el tiempo y la hará perder la noción de pensar, se dejará llevar sólo por el placer".
Sentí que mi polla quería ponerse dura, como si quisiera romper la jaula que la tenía apresada, pero eso era imposible, y me tuve que relajar para no excitarme con su relato.
"Te llevaré con ella para que la puedas escuchar" – me comentó.
Estaba ansioso y con muchas ganas de ver cómo estaba atada y disfrutando.
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