Botin de Guerra. Octava parte
Sigrid va recordando cómo llegó a conocer a Connors y Alice.
Tras el orgasmo, Alice, Sigrid y Connors estuvieron un rato recobrando la respiracion., hasta quedar profundamente dormidos. Connors, en el sofá. Alice, enroscada como una perra a sus pìes.
Sigrid se acariciaba lentamente la entrepierna, todavía levemente dolorida, pegajosa por todos los fluidos derramados que rebosaban de su interior, añadidos a la saliva de Alice. Curiosamente, aun dolorida, notaba una sensacion placentera y relajante en su coño. Algo así como ila intuición de que comenzaba una nueva etapa en su corta vida.
Esa etapa sentía que comenzaba en el momento en que el fuerte empujón de las caderas de Connors habia introducido su polla totalmente en su interior, traspasando la sutil barrera de su himen. Era consciente de sus 14 años, que a esa edad pocas chicas habían sido desfloradas, salvo que hubiesen caido en manos de los rusos o similares, o de la chusma SS, pero todo lo que había sucedido en el último año le hacía sentirse, ahora mucho más mayor. Desde julio del pasado año había vivido sola, huyendo, refugiándose la mayoría de las veces en bosque, túneles o cloacas, cuando no vivía a la intemperie.
Dese 1941, la afiliación a las Juventudes Hitlerianas había pasado a ser obligatoria, para todos los mayores de 10 años, por lo que, desde hacía un par de años, había tenido que abandonar la casa familiar, donde vivía con sus padres y su hermanito. Su padre era oficial de la Wermatch, por lo que la disciplina militar no era nada desconocido para ella.
Se había trasladado a vivir y hacer instrucciòn paramilitar en un albergue de las BDM (Bund Deutcher Mädel). Allí se recibia adoctrinamiento en las teorías nazis, entrenamiento físico y preparacion paramilitar. Se encontraba en una zona boscosa de Baviera, lejos de los bombardeos frecuentes que se producían en las principales ciudades alemanas. La vida era dura, pero tampoco muy complicada. Desde los 12 años, Sigrid había seguido atentamente las opiniones de su padre, su desprecio hacía el sistema nazi y su rechazo a las absurdas persecuciones a judíos y otras personas que hacían los camisas pardas.
En su colegio, más pequeña, había presenciado los insultos y vejaciones a otros niños, que, luego se enteró, eran judíos. Cuando lo comentó en casa, su padre le hizo prometer que jamás se vería ella involucrada en esas cosas horribles.
En el albergue donde estaba se había acostumbrado a que, de vez en cuando, aparecían oficiales vestidos de negro, que sabía que eran S.S., y entonces formaban a todas las chicas, las más mayores, se desnudaban y les pasaban revista. Había muchas que se avergonzaban de exhibirse desnudas ante esos hombres, pero sí había otras que se esforzaban en destacar sus pechos y parecer mayores ante esos oficiales, que, sin ningùn tipo de pudor las hacían separar las piernas, les introducian las manos, las palpaban y acariciaban los pechos y las nalgas.
Las más mayores y bonitas, las de mayores pechos y curvas más rotundas, solían ser seleccionadas y separadas, para llevarlas a unas instalaciones que desconocía, luego se enteró de que se llamaban “Liebensborn”, donde disfrutaban de ellas los oficiales de las SS para dejarlas embarazadas y aumentar la “raza aria”. Por eso empezó a asustarse cuando notó cómo iban aumentándole los pechos y alguna vez, con algún roce, se le endurecían los pezones. Ella no querìa irse con esos individuos que le daban miedo, con sus uniformes negros y sus calaveras plateadas. Les notaba, desde la perspectiva de su corta edad, fríos y crueles, lujuriosos en la forma como palpaban los cuerpos de sus compañeras y alguna vez el suyo.
Sonrió recordando cómo Alice y Connors también la habían palpado y acariciado. Pero lo habia notado de muy distinta manera, con mayor calidez, poniendo sentimientos, no sabía si buenos o malos, pero distintos a la frialdad de los hombres de negro. Recordó cómo Connors habia azotado duramente a su propia hija, como la había follado en su presencia hasta la saciedad, pero no habia notado la crueldad viscosa de esos hombres. Hacía un rato que Connors la había desvirgado, y ella había sentido placer al sentir cómo la poseía, como la tomaba como su propiedad. La forma cómo la había hecho gozar, duramente, pero a la vez con delicadeza. Era una contradicion, pero…. Y cómo la había arropado cuando dormìa desnuda en la sucia colchoneta del perro el día de su llegada.
Incluso el doctor que la había examinado en sus más intimos orificios se había portado con delicadeza, no como esos oficiales médicos que las examinaban en el albergue.
Recordó los días de Julio del pasado año, cuando hubo un revuelo que no entendió y todo el campamento parecía un corral de gallinas alborotadas. Algo había pasado, por lo visto habían querido matar a Hitler y muchos militares habían querido tomar el poder. Todo el mundo parecía desconcertado, hasta que, por la tarde, pusieron en la radio un discurso de Hitler, con su lenguaje que a ella se le antojaba eternamente furioso. Sigrid estaba asustada, principalmente por la imposibilidad de contactar con sus padres.
Habían pasado cuatro días cuando la jefa el campamento, seguida de cuatro acólitas entró como un vendaval en el dormitorio donde se encontraba Sigrid y sus compañeras.
– Sigrid Von Watzmann, un paso al frente!!! -aulló, más que voceó la jefa del campo.
Sigrid dio un paso al frente, quedando frente a ella, y alzando el brazo con el saludo nazi.
– Heil Hitler!! – saludó a la jefa.
– Baja ese brazo, zorra traidora!! -voceó, abofeteándola, con gotitas de saliva surgiendo de lo que a Sigrid se le antojaron las fauces de un lobo – ¡Eres la hija de un traidor! ¡Tu padre estaba confabulado con los traidores para asesinar al Fuhrer!!! Maldita traidora de mierda, eres la deshonra de las BDM. ¡Fuera de mi vista!! ¡¡ Encerradla hasta que las SS se hagan cargo de ella!!
Sigrid se encontraba en estado se shock. Sin articular palabra se vió arrastrada y golpeada por las sicarias de la jefa del campamento, hasta llevarla a un cuarto que hacía las veces de calabozo, donde la introdujeron a patadas, tirándola al suelo húmedo y dejándola en total oscuridad. Se sentó en un rincón, abrazándose las rodillas, en una postura de autoprotecciòn, que posteriorente repetiría en otras circunstancias. Y en ese momento rompió a llorar totalmente desorientada.
Pasó casi una hora sollozando asustada, hasta que, poco a poco, comenzó a calmarse. Recordaba en ese momento algunos retazos de conversaciones de sus padres, y recordaba las facciones alarmadas y asustadas de su madre hablando con su padre:
– Por favor, ten cuidado cómo hablas. Werner, sabes que en este país hasta las paredes escuchan. No quiero que te pase nada. Ya sabes cómo las gastan los de la Gestapo. Si te oyen, como minimo acabarías en el frente del Este.
Werner Von Watzmann se indignaba.
– Ya he estado ahi!! Y he visto como destrozaban a jóvenes alemanes casi unos niños por el fanatismo de este animal y de sus secuaces. Les he visto morir congelados mientras el combustible lo utiliza esa chusma de las SS para llevar trenes cargados de pobres desgraciados al matadero.
Recordaba esas conversaciones, y el gesto desconsolado cuando se preparaba para ir al campamento de las BDM. Y cómo la cogía de los hombros antes de darle un abrazo y le hacía prometer:
– Por favor, Sigrid, promèteme que no dejarás que esa chusma te convierta en una de ellas, por favor promètemelo. – y ella asentía desconcertada.
Permaneció todo el día en la misma posición, sin atreverse ni a moverse, hasta que pasadas varias horas (había perdido la nociòn del tiempo), la puerta se abrió y una camisa parda puso a la entrada un bote de hojalata lleno de agua sucia. Y nada que mordisquear.
Así pasó un dia entero. Cuando se vió necesitada, hizo sus necesidades en el rincón más alejado, pues el tal calabozo tenía simplemente cuatro paredes, sin ninguna abertura o retrete. Estaba hambrienta, pues, aparte del bote de hojalata con agua un tanto sucia, nada le habían suministrado para comer. Al cabo, acabó por echarse, agotada, en el suelo, quedando dormida.
Le despertaron los golpes de la puerta al abrirse bruscamente y el sonido de unas botas claveteadas. Entró de nuevo la jefa del albergue, acompañada de dos individuos uniformados de negro. Las calaveras plateadas de sus gorras y solapas refulgìan siniestramente.
– ¿Esta es la puerca? -ladró más que gritó el más alto. – Pues que se prepare, que nos la llevamos directamente a Buchenwald, para que los kapos disfruten de algo de carne fresca, porque no mereces ni que te follemos nosotros. Venga, levanta, cerda!!!!
Sigrid tuvo en ese momento un ataque de pánico, que, añadido a que sólo habia ingerido el agua sucia que le habían entregado, se tradujo en una inmediata incontinencia urinaria, por lo que la orina escurrió a lo largo de sus piernas, para furia de los SS.
– ¡ La guarra se está meando en nuestra presencia! ¡No tiene ningùn tipo de decencia! ¡Vale, nosotros te acompañaremos! ¿Quieres mear, Rolf? -le dijo a su compañero.
Y tras tirarla al suelo de un empujòn, ambos se desabrocharon los pantalones, para, a continuaciòn, dirigir sus chorros de orina sobre el cuerpo, la cara y el pelo de la infeliz, que lloraba presa de pánico. A patadas la pusieron en pié y un SS, con casco y fusil que se encontraba en el exterior la empujò duramente con la culata hacia la parte posterior de un camión aparcado.
– Por favor, avisen a mis padres, por favor, díganles done voy -suplicaba llorosa.
– Tus padres, cerda? Tu padre no ha sido fusilado por traidor, ha sido ahorcado con una cuerda de piano en la prision de Flossenburg. Tardó más de media hora en morir. Los que sí se salvaron fueron tu madre y tu hermano, que no llegaron a entrar en la prisión porque un bombardero inglés se los llevó por delante. Dos traidores menos. Así que sólo quedas tú de esa familia de traidores, asi que pagarás por todos. Te llevaremos a Buchenwald, donde los Kapos te follarán por todos los agujeros hasta que se harten de tí y luego te echaràn a los puercos judíos hasta que revientes, aunque entonces sí que disfrutarás, puta!!
A empellones la subieron a la caja del camión, que al rato se puso en marcha, cuando ya comenzaba a oscurecer. Sigrid quedó tendida en el suelo, sollozando aterrorizada, a la vez que desesperada por la horrible pérdida de su familia y el destino que le habían preparado. El cansancio la hizo entrar en un inquieto duermevela, que le hizo perder la noción del tiempo.
Le despertó el rugido de un motor por encima de su cabeza, seguido de varias ráfagas de detonaciones y explosiones, y el camiòn que daba varios saltos, curvas y terminaba volcando fuera de la carretera. Un Spitfire de la caza nocturna había localizado el camión y lo ametrallaba hasta volcarlo.
Ahora, despierta, mientras velaba el sueño pesado de Connors y Alice, pensaba en cómo la aviacion aliada había irrumpido en su vida, en su auxilio. Salvó a su madre y a su hermanito de una muerte horrible y habían contribuído a proporcionarle la oportunidad de escapar. ¿Sería por eso que le gustaba tanto Alice, con su cazadora de cuero y su gorra USAAF?. Sonrió y siguió recordando.
El camión había volcado, tras dar varias vueltas de campana y dos de sus tripulantes habían salido despedidos y yacían inmoviles sobre la carretera. El SS alto que llevaba la voz cantante cuando la sacaron del calabozo, estaba ensangrentado, degollado por una larga astilla del parabrisas, y el otro, agonizaba con las piernas aplastadas por el camión, y con el brazo extendido le solicitaba ayuda. Su primer impulso fue quitarle la pistola del correaje al que yacía degollado en la cabina del camion y descerrajarle un tiro al agonizante. Pero al final el pánico la hizo echar a correr hacia el bosque cercano y perderse enre los matorrales.
Ya era noche cerrada cuando se detuvo rendida. Se encontraba aterida, asustada y absolutamente desorientada. No tenia ni idea de hacia donde se había dirigido el camión ni hacia donde lo había hecho ella en su alocada huida. Comenzó a calmarse. Necesitaba mantener los nervios tranquilos y la cabeza despejada. Y conseguir alimento y agua. Y descansar, sobre todo descansar. Siguió andando por el medio del bosque, entre árboles y matorrales, hasta que vió un grupo de rocas que formaban una casi cueva. El viento había acumulado en su interior las agujas de los pinos. Agradeció la luna llena que había permitido encontrarla, amontonó todas las pinochas y se acostó, aterida y abrazándose para mantener algo de calor.
El sol estaba ya alto cuando se despertó aterida. Había dormido en un sueño inquieto, un duerme vela con pesadillas y con un frio helador, pero estaba agotada, física y mentalmente. Se levantó, se sacudió las pinochas de la falda y del pelo y reanudó la huida. Tenìa que poner distancia entre los restos del camión y ella si querìa salvarse. Y además necesitaba algo de alimento. Las bayas que iba encontrando, moras y similares, no le valdrían para mantenerse viva y con un mínimo de oportunidades.
Anduvo a través del bosque un par de horas, hasta que notó que éste se acababa para llegar a una gran explanada, donde al fondo había una cerca, un par de vacas, varias ovejas, gallinas y, lo mejor, una granja. Un leve columna de humo indicaba que estaba habitada, por lo que hacia ella se dirigió, mientras pensaba algún tipo de excusa para justificar su presencia solitaria allí y su aspecto totalmente descuidado y sucio.
Al cabo de una hora llegó hasta el porche de la granja, sin ver a nadie por los alrededores. A un centenar de pasos se encontraba, dentro de la cerca de tablas, un establo, y hacia allí se dirigió.
– Holaaaa!!! Hay alguien??? -gritó
A sus gritos apareció una mujer gruesa, de edad madura, cara de facciones duras, con el pelo hirsuto, despeinado, del color de la zanahoria. Vestía un pantalón con tirantes lleno de mugre y una camisa de franela sucia, que había conocido mejores tiempos. Calzaba unos zapatones que habían perdido los cordones hacia lustros, totalmente desgastados.
– ¿Quien demonios eres, niña? ¿Y què carajos haces por aquí? – le espetó de malas maneras.
– Heil Hitler -saludó brazo en alto, muy en su papel de BDM – estábamos mi grupo y yo de maniobras en el bosque y me he perdido. Llevo un par de días andando y no he comido hace mucho. Por favor, ¿podría ayudarme?
La cara de la mujer intentó dibujar una mueca agradable, que se tradujo en una máscara horrible, dejando ver una dentadura deforme y medio podrida, traducida en algo que intentaba ser una sonrisa.
– Heil, heil, claro, niña, claro que te puedo ayudar. ¿Qué edad tienes, no eres muy joven para andar por el bosque haciendo vete a saber qué?
– Tengo 13 años, pero ya hacemos maniobras por si tenemos que defender al Reich -en ese momento lamentó no haberle quitado el correaje y la pistola a alguno de los SS del camión, lo que habrìa dado mayor credibilidad a su mentira, más que el simple uniforme de camisa blanca y falda negra.
– Y dices que tu grupo anda cerca? -preguntó sospechosamente la mujer
– Creo que sí, y andarán buscándome, claro. Podría darme algo de comer y me vuelvo a buscarlas?
– Claro, claro. No tenemos mucho por aquí, pero alguna patata sí podré darte, y creo que tengo unas gachas. Anda, ven, que algo apañaremos.
Se dirigieron a la casucha, empujó la mujer la puerta desvencijada y entraron en la barraca. La sala principal era comedor, cocina y vertedero. Estaba totalmente desordenada, sucia y desastrada. En la mesa había varios platos, algunos sucios, y cubiertos. En la cocina, un montón de cacerolas sucias, una sartén con gachas de avena y unas patatas cocidas.
– Anda, siéntate. Te pondré unas patatas y gachas -dijo la mujerona mostrando la dentadura podrida, e intentando ser amable. Le alcanzó un plato con tres patatas y en el centro una cucharada de gachas y un vaso de agua, que Sigrid bebio con avidez.
– Si quieres puedes bañarte y asearte un poco, que veo que tu ropa está muy sucia -como si la suya fuera un dechado de limpieza. – Báñate en el cobertizo, aquí a la vuelta, y mientras dame tu ropa e intento adecentarla un poco. El agua estará fria, pero luego te calientas aquí, en el fuego.
Sigrid terminó la frugal comida, que aún siendo de lo más miserable, le supo a gloria, teniendo el estómago vacío desde hacía casi dos días. Pasó la mano por su cabello y sus trenzas y se olió las manos. En efecto, olía a mugre, los SS se habían orinado encima y eso se notaba en su pelo pegajoso. En efecto, no estaría mal bañarse un poco, aunque fuera en un barreño de un chamizo. Sonrió a su anfitriona.
– Le agradezco el ofrecimiento, y sí, me gustaría bañarme, si no tiene inconveniente. Me llamo Sigrid.
– Pues acompáñame, -dijo la mujer cogiéndole de la mano – Es aquí al lado, en el cobertizo.
En el cobertizo había varios cubos llenos de agua y un barreño de zinc, donde por lo visto la mujerona hacía sus abluciones.
– Anda, desnúdate y dame la ropa. Creo que tengo algo de jabón y un estropajo. Mientras te lavas yo te adecentaré un poco el uniforme. Dame tambien tus bragas, que imagino que las tendrás sucias.
Sigrid se había desprendido de la camisa y la falda, y la mujer, sin más preámbulos pasó los dedos por el elástico de las bragas y se las bajó, guardándolas en el bolsillo de su delantal.
– Huy, eres muy jovencita, eh? Dijiste 13 años, no? Pero tienes ya las tetitas bien abultadas, verdad? ¿Ya tuviste la regla? Sí, eres muy guapa, y tu culito seguro que lleva a muchos chicos detrás de ti, eh? -decía sonriendo con una mueca viciosa en su cara -. Ya has follado? – y ante la cara de sorpresa de Sigrid le interpeló: ¡No me digas que aún eres virgen! Pues ten cuidado, que por ahi andan muchos que darian una mano por tu chochito, a ver si te van a preñar. Bueno, te dejo y me voy a limpiar tu ropa.
Dió media vuelta y volvió a entrar en la casa mientras Sigrid se lavaba. Al entrar se dirigió a una habitación que daba justamente al cobertizo, separada simplemente por una pared de tablones, entre los cuales se prodigaban las rendijas. Se acercó a una y pudo ver como Sigrid pasaba el estropajo quitando la mugre que la cubría. Una presencia la hizo girarse. Era un hombre grande, de facciones abotargadas, símbolo de un claro retraso mental. Vestía igualmente un pantalón sucísimo, de tirantes y una camisa mugrienta.
– Qué haces hijo? Estas mirando a la chica?
– Si, mamá -habló con una voz un tanto insegura – Ha venido ahora.
– Sí, claro, la he traido yo. ¿Quieres ver sus bragas? -Sacó las bragas de Sigrid del bolsillo del delantal y las olfateó. – Mmmmm huelen a hembra caliente, las quieres?
– Si mamá, déjame olerlas. – Las cogió y se las llevó a la nariz, oliéndolas como si fuera un sabueso – Síii, huelen a chocho de niña. Me vas a dejar que la folle? O esta vez tambièn vas a ser la primera? Nunca me dejas ser el primero, y a mi me gustaría.
El hombre grande, Hans, hablaba con voz un tanto pastosa, lentamente. Como si le fuera difícil articular las palabras. Las facciones de su madre se endurecieron al oirle hablar.
– Sabes que si no fuera por mí te habrìan llevado a una clínica y te habrìan liquidado? Yo te he escondido y yo te he cuidado estos años. Y bien que disfrutas cuando te chupo la polla y te corres, eh? Y sí, me gusta cuando aparecen mujeres solas. Y me gusta meterlas los dedos bien dentro para prepararlas para tí, y cuando no hay mujeres bien que te corres conmigo, cerdo. Así que por lo menos déjame disfrutarlas a mi primero. Anda, quieres verla?
Hans se acercó a la rendija y miró atentamente a Sigrid, un hilo de baba le caía por la comisura mientras observaba las firmes nalgas y las tetas, ya no tan incipientes, y el pubis abultado, con una leve pelusilla. Desabrochó los botones de su bragueta y sacó una polla descomunal, y con las bragas de Sigrid comentó una violenta masturbación.
– ¿Què haces, idiota? Ya has decidido que puedes pasar de mí y hacer las cosas tú solo? Dame las bragas que las huela yo, mira a la zorra y te la chupo mientras. Luego vamos a por ella, pero ya sabes, primero yo. Luego te la follas si quieres, y como siempre estás empalmado, se la puedes meter por el coño y luego por el culo, pero primero quiero meterla yo los dedos, a ver si es virgen de verdad.
Hans se acopló totalmente a la rendija, mientras su miembro, totalmente empalmado era engullido por su madre en una profunda felación. No despegaba los ojos de la rendija, viendo cómo Sigrid se enjabonaba el cuerpo. El agua fria habia endurecido los pezones y resaltaban sobre las ya abultas tetitas de la cría. Eso le enardecía aún más, cogiendo a su madre por la nuca para que profundizase en la mamada, hasta que un brutal chorro de esperma fue a estrellarse en la garganta de la mujerona. Siguieron varios chorros más que rebosaron los labios de su madres, chorreando hasta sus pechos que había desnudado.
– Siiii, se ve que te ha excitado, eh, cabrón???? Venga, recupérate que vamos a por ella. Vas a follártela de verdad, pero ya sabes, su coño es primero para mí. Quiero meterle la mano entera en ese chochito tan joven, así luego te la follarás a gusto.
– Si, mamá, siii, vamos a follárnosla, venga -decía Hans apremiándola.
(Continuará)
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