BOTIN DE GUERRA TERCERA PARTE
Connors y su hija disfrutan de su botin de guerra.
TERCERA PARTE
Fueron tal como estaban, desnudas, al salón, donde Connors degustaba un poco de whisky mientras revisaba documentos y firmaba otros. Se colocaron frente a él, en la posicion adecuada: manos atrás, erguidas y con la frente baja mirando al suelo. Al cabo de varios minutos levantó la mirada.
-Ya has lavado a la perra? Creo que tiene mejor pinta ahora. Al menos se la puede mirar.
Se levantó y se acercó a las dos.
– Y esas caras tan coloradas? ¿Algo que deba saber? -preguntó observando los labios de Alice, con una sonrisa en ellos. Metió las manos entre las piernas de ambas chicas, lo que en Sigrid originó un movimiento de rechazo, de retroceso, con la respuesta de un bofetón por parte de Connors.
-Perra, estás a mi disposición, y si quiero inspeccionarte, lo haré. Pero claro, si prefieres irte con los ruskis eres libre de hacerlo. Yo mismo te llevaré mañana con el Comandante Piotr Igor..
Realmente Sigrid no entendió literalmente la frase de Connors, pero la mención de „ruskis“ y „Piotr Igor“ le aclararon meridianamente las palabras del Mayor.
– Mi Señor, me autoriza a enseñarla cómo se hace la inspecciòn? -intervino Alice
– Hazlo, zorra, antes de que me cabree.
Alice abandonó su postura y colocándose frente a Sigrid, introdujo la mano enre sus piernas y con leves cachetes le indicó que las abriera para facilitar el paso de la mano del Amo. Satisfecho, Connors introdujo la mano entre las piernas, palpando y acariciando el coño, llevándose despues las manos a la nariz.
– Sí, está limpia, pero tiene el coño húmedo, y la cara con pinta de haberse corrido -y con la otra mano acarició el coño de Alice -Y tú tambien. Os habéis corrido, zorras?
– Si, mi Señor, pensé que debería preparar a su perra para su disfrute. Creo que ya empieza a disfrutar de la perversiòn y podrá ser una buena zorra, si me deja seguir enseñándola.
– Haces bien. Sí. Debe empezar a sentir el placer mezclado con la humillación y el dolor. Te autorizo a que entrenes a la perra, pero antes debes pedirlo. Y no adelantemos acontecimientos. En primer lugar hay que dejar las cosas muy claras con ella, para no dar lugar a malos entendidos. Intenta traducirle lo mejor que puedas, aunque creo que entiende aceptablemente el inglés.
Se dirigió a Sigrid, hablando lentamente:
– Es importante dejar las cosas claras para tu posible, repito, posible estancia con nosotros. Larga o corta. Fuiste capturada por los soviéticos con uniforme enemigo, exactamente de las Juventudes Hitlerianas, que han hecho fuego contra los Aliados. Ello te convierte en objetivo a batir. Pero los soviéticos han decidido traspasar tu custodia a nosotros, los norteamericanos, exactamente a mí. Tenemos tres opciones: La primera, esta noche dormirás sin ningún tipo de atadura, y dejaré la puerta abierta. Si quieres puedes irte libremente, a tu casa o a donde quieras. Aquì no se te retendrá contra tu voluntad. La segunda, te devuelvo a los soviéticos, para que procedan a tu internamiento en un campo de concentración, o lo que les parezca adecuado y dejas de ser responsabilidad mía. Y la tercera, te quedas con nosotros, y serás tratada por Alice como una hermanita, y por mí exactamente igual que yo la trato a ella. Esta noche lo decides. Tendrás comida, tu ropa y la puerta abierta. Mientras, mira, observa y toma tu decisión. Si decides quedarte, por supuesto no voy a pasar por alto tu rebeldía de antes ni de ahora, así que serás castigada. Pero mientras, para que vayas viendo cómo vivimos aquì, ahora voy a castigar a Alice delante de tí por tomar decisiones por su cuenta, y disfrutar sin autorizaciòn de su Amo, que soy yo. En cualquier caso siempre la puedo castigar simplemente porque me apetece. Sí, no te sorprendas. Es mi hija, pero también soy su Amo y amante, y tengo poder sobre ella. Y ella la obligaciòn de obedecer y dar placer. Alice, da de comer a la zorra, y luego subid a la habitaciòn superior para el castigo.
Alice cogió de la cadena a Sigrid, y ambas se dirigieron a la cocina. Sigrid, como siempre, asustada, titubeaba al seguirla, por lo que Alice tenìa que dar de vez en cuando un tirón de la cadena que de nuevo adornaba el cuello de la alemana. Cogió un par de platos de aluminio, de los de campaña, y cortando unas lonchas de queso y jamón, los colocó en la mesa. Calentó en una sartén un par de chuletas de Sajonia, ahumadas, y un par de salchichas de Frankfurt, repartiendo todo en los platos. Los ojos de Sigrid eran todo un poema, como un niño ante una juguetería. Instintivamente se relamía al ver esos productos que desde hacía meses pensaba que no existían, y dudaba que todo eso fuera para ella. Alice cogió los platos y los colocó en el suelo, al lado de un cuenco con agua, encadenó de nuevo las manos de Sigrid a la espalda y con gestos le indicó que comiera.
-Eres una perra. Yo soy una perra, Así comeremos habitualmente (du bist ein hündin. Iss immer so) -le indicó -salvo que el Amo diga lo contrario.
Sigrid no hizo ascos, se arrodilló y hundió la cara en la comida, mordiéndola y tragándola, casi sin masticar.
– Sí, tienes hambre canina, perra. Pero come despacio. Eres una perra indisciplinada y tienes que aprender si es que decides quedarte aquì (Denn du bist eine undisziplinierte Schlampe und du musst lernen) -comentó Alice con displicencia.
Sigrid agachó la cabeza, y de nuevo se dedicó a morder y masticar, ahora más lentamente, las viandas de su plato, mientras Alice hacía lo mismo con el suyo.
– ¿Du bist besser? (Estás mejor?) . Entonces descansa un ratito, zorra y subiremos.
Sigrid afirmó varias veces con la cabeza, apartó con la barbilla el plato vacío y reluciente y se sentó, con los brazos abrazando las rodillas.
Alice cogió de nuevo la cadena de Sigrid, que no comprendía casi nada, y subió con ella a la planta superior. En esta planta del caserón había varias dependencias, entre ellas una biblioteca imponente, milagrosamente intacta, con varios cuadros y un mueble bar. Todo el mobiliario, en madera oscura denotaba un pasado de relumbre. Un despacho amplio, donde Connors solía efectuar el papeleo que podía llevarse a su casa, tres dormitorios y otra habitaciòn amplia completaban la planta. En esta última habitación Connors habia habilitado lo que llamaba la „sala de juegos“, con diversas instalaciones. Una cadena colgaba del techo, con una polea, que se sujetaba a un gancho en una columna, pudiendo subir y bajar al antojo del usuario. En la cadena del techo estaba sujeta con un mosquetón una barra de hierro, o acero, con dos argollas, para poder sujetar unas muñequeras. El mobiliario continuaba con una cruz de San Andrés de madera, un cepo para sujetar brazos y cuello y algún otro mueble donde poder reclinar a la sumisa. Y por supuesto, un butacón que suponìa propiedad de un viejo caballero teutón. El mobiliario terminaba con una inmensa cama con dosel y columnas torneadas, en las cuales se habían incrustado unos soportes para soportar sujecciones.
Alice y Sigrid entraron en esa habitaciòn. La cara de Sigrid era todo un poema, totalmente aterrorizada al ver tan extraños objetos. La colocó, en la posiciòn adecuada, manos atrás, piernas levemente separadas y cabeza baja, en un rincón, mientras ella se colocaba en el centro de la sala, arrodillada, el trasero sobre los talones, las rodillas separadas y las manos sobre ellas. Connors entró y, sin dirigirle la mirada, sacó de un cajón un juego de muñequeras y tobilleras de cuero negro, que entregó a Alice para su colocaciòn. De un armario escogió un látigo de cuero trenzado. Con él bajo el brazo levantó a Alice y la obligó a levantar la barbilla.
– Bien, Alice, estás preparada para tu castigo?.
– Sí, Amo, -susurró la joven.
– Por decidir por tu cuenta, debería azotarte con 30 latigazos, pero voy a ser paciente y sólo te daré 15. Luego te irás directamente a la cama, entendido?
– Gracias Señor.
Colocó los mosquetones en la barra de la cadena y sujetó las muñecas. Otra barra sujeta a los mosquetones de los tobillos mantenìa las piernas totalmente separadas.
– Comenzaré y tú irás contando, correcto?
– Si Amo, cuando Vd. Desee.
Connors tomó impulso y restalló el látigo sobre ambas nalgas de Alice, dejando una línea de color carmesí, un grito de la joven y un sollozo de Sigrid
-Uno -se oyó a Alice.
De nuevo restalló el látigo, esta vez sobre la espalda, que así mismo quedó señalada con una gruesa línea roja.
-Dos -contó Alice
Un nuevo latigazo se cruzó con la linea que ya señalaba el culo y el grito de Alice se oyó con más intensidad.
-Tres
Esta vez Connors cambió de lugar y el latigazo cayó sobre los pechos de Alice, , que se retorciò de dolor, y gimió agudamente, pues el cuero había caído totalmente sobre los pezones.
Continuó el castigo, continuando los sollozos de Sigrid al contemplar el castigo y escuchar los gritos de dolor de Alice. Las lineas comenzaron a tornarse de un rojo oscuro hasta llegar al violáceo, cruzando tanto la espalda como los pechos y los glúteos de la joven. Las lágrimas caían a raudales sobre su rostro, llegando a mojar los pechos doloridos. Cuando terminaron los latigazos, Connors se acercó a su hija, que hipaba y lloraba. Le pasó los labios por la cara y la besó en la boca ofrecida de Alice. Con una mano acarició los pechos doloridos mientras la otra la introducìa entre las piernas abiertas notando la humedad que rezumaba la vulva de su esclava.
– Así me gusta cariño, caliente ante el castigo. Ahora te soltaré y te llevaré a la cama… -mientras iba soltando las ataduras de muñecas y tobillos. La cogió en brazos mientras Alice se acurrucaba sobre él y metía la cabeza en sus hombro. La depositó en la cama, sentada, mientras desabrochaba los pantalones y extraía la polla, ya de considerables dimensiones.
– Y ahora zorra, lo que estabas esperando hace tiempo. -La tomó de la nuca y le incrustó la polla en la boca. -Babea, cerda, sabes que me gusta sentir tus babas.
Connors empujó más todavía hasta el fondo de la garganta, provocando la arcada de Alice, que comenzó a babear en hilos viscosos. Sujetando las nalgas de Connors con ambas manos comenzó a meter y sacar la polla en su garganta, aguantando las arcadas, la saliva chorreando por su pecho y los ojos temerosos de Sigrid, que observaba asustada, pero sin perder detalle, cruzándose sus miradas.
– Para, para, zorra, que me la vas a sacar toda y no quiero correrme -tiró Connors del pelo de Alice, impidiéndola continuar con la mamada -date la vuelta, te la voy a meter por el culo. -Y la giró, poniéndola a gatas sobre la cama, con el ano bien expuesto. Apretó sobre sus hombros dejándola con los brazos cruzados sobre la cama, el culo levantado y el ano totalmente expuesto. Apuntó la polla empapada de las babas de su hija.
– Así, perra, así. Qué ganas tenía de tu culo -dijo, empujando la polla contra el ano y clavándola de un empujón, que hizo gritar a Alice -eso es, zorra, grita, que sabes que me encanta. Aprieta la polla con tu culo, dame placer, ese que tú sabes… -Connors se excitaba hasta el paroxismo mientras hundía su miembro en el ano de Alice, golpeando sus huevos contra sus nalgas y creando un sonido de chapoteo al entrar y salir del ano dilatado, mientras a veces la sujetaba las caderas y otras le azotaba las nalgas con las manos. Los cachetes, ya martirizados por el látigo, iban poniéndose más y más colorados.
– Por favor, por favor, me duele, mójalo más, Amo -suplicó Alice.
Connors sacó el miembro y escupió en el ano de Alice, que ya se mostraba ampliamente dilatado. Introdujo dos dedos en el coño y efectuò un frenético mete y saca, para luego volver a apuntar su miembro sobre el culo para introducirlo de un golpe seco hasta volver a golpear sus testículos contra las nalgas de la joven.
– Así quieres, zorra? Desde estos días sin follarte estabas cerrada, y sabes que me gusta tenerte disponible. Aprieta el culo, apriétame la polla, perra, sácame la leche como tú sabes. -Se giró hacia Sigrid
– ¿Te gusta, puta nazi? Si te quedas con nosotros te voy a abrir el culo como a esta perra, que la tengo a punto de correrse. Acércate y mírala, mira como gime de gusto.
Alice pasaba la mano por el coño, metiéndose los dedos, a punto del orgasmo. El pene de su padre entraba hasta el fondo, se retiraba totalmente y volvía a penetrarla, incrementando el placer que sentía.
– Sí, por favor, Amo, métela hasta el fondo. Déjala dentro un rato. Mira, Sigrid, mira como entra hasta el fondo. Mira como vas a disfrutar. Por favor, papá, puede tocarme el coño la putita? Por favor, deja que me toque, o mejor, déjame que se lo lama, déjame que lo saboree.
– Mete los dedos, sucia puta nazi, métele los dedos en el coño a Alice -le indicó Connors a Sigrid, cogièndole la mano y dirigièndola hacia su hija -¿Ves como está de caliente? Mete la mano, cerda, mete la mano -y cogiendo la mano de Sigrid la incrustó en el coño de Alice. Pudo notar como acariciaba su polla, separada por breves pliegues.
Sigrid dejó la mano en el interior de la vagina, notando cómo, muy cerca de ella, la polla de Connors seguia entrando y saliendo del recto de su hija.
– Perra, estoy a punto, aprieta el culo y recibe toda mi leche, aprietaaaa….. – y un surtidor de semen inundò el recto de Alice, a la vez que ésta se demadejaba en un brutal orgasmo y caía de bruces sobre la cama.
Connors cogiò de la nuca a Sigrid y la llevó hasta el ano de Alice, por donde manaban chorros de leche, blanca y espesa.
– Lámelo, zorra, lámelo -dijo frotando la cara de la alemana contra el culo de Alice – Alice, aprieta, dáselo todo a la perra, y tú, mete bien la lengua y rebaña… limpialo todo zorra.
Sigrid apretó los labios y recibió los chorros que salían del ano de Alice, notando como el esfínter se contraía espasmódicamente mientras disfrutaba de las lamidas y continuaba saliendo líquido de su interior. La alemana siguió lamiendo todo lo que salía, hasta que al final, notó como Alice se relajaba totalmente rendida. Connors, con la polla semiflácida, tomaba del pelo a Sigrid y le apretaba y restregaba la cara contra el culo de su hija, empapando la cara de la alemana con chorretones de semen.
– Así, zorra, así….. lámelo todo, trágatelo todo y ahora limpia mi polla, abre la boca y limpiamela.
Giró a Sigrid y la obligó a mantener la boca abierta, introduciéndola así mismo hasta el fondo, entre las lágrimas de la joven.
– Lámela, perra, déjala reluciente porque voy a meterla en el coño de mi hija y quiero que esté impecable. No pienso correrme, todavía no lo mereces. Y ahora lámele el coño a Alice
Sigrid se inclinó sobre el coño de Alice, que se había girado y ofrecia su vulva a su padre. Comenzó a lamerlo, recogiendo los jugos que ya lo mojaban.
– Señor, puede la zorra practicar un sesenta y nueve? Por favor, dame ese placer, Amo…
– Vale, perra, hazla disfrutar. Que sepa lo que es un buen orgasmo.
Alice giró a Sigrid, colocando su joven vulva sobre sus labios y aplastando mutuamente los labios en ellas. Separó los labios vaginales e introdujo la lengua, localizando el clítoris y comenzando a excitarlo con movimientos circulares y de vaivén. Sigrid la imitó, localizando pronto el grueso punto del placer de Alice, que a cada instante crecía y se endurecía. Connors apartó levemente la cabeza de Sigrid y de un empujòn penetró en la vagina de Alice, atrayendo de nuevo la cabeza de la rubia para que siguiera lamiendo mientras entraba y salía.
Sigrid comenzaba a notar los movimientos de Alice, respirando agitadamente. Recién acababa de conocer el placer, pero éste era mayor todavía. Liberó un mano, dejando la otra en los muslos de Alice, y cogio la polla de Connors, acompañándola en sus entradas y salidas del dilatado coño de la joven. Alice seguìa hundiendo la lengua en la vulva, todavía virgen, de la alemana, rebañando los jugos que comenzaban a brotar claramente. Sacó la lengua del coño y con las manos separó el culo para poder abrir el ano de Sigrid. Le excitó ver un ano levemente oscuro, un poquito arrugado y totalmente cerrado. Sólo con imaginarse disfrutando de él la excitó aún más si cabe. Acercó la punta de la lengua, lo abrió un poquito más y la pasó circularmente sobre él. Notó como el clítoris de Sigrid se apretaba contra la barbilla, masturbándose con ella.
– Señor, la perra está caliente. Autorizas a que nos corramos?
– Ya os lo diré, mientras sigue jodiendo, puta.
Connors continuaba bombeando fuertemente el coño de Alice, sintiendo la lengua de Sigrid de vez en cuando en su polla. Intentaba contenerse al máximo, pues veía como las dos chicas disfrutaban una de la otra, y él de las dos. Su mano sujetaba la cabeza de Sigrid. No quería que dejara de lamer el coño de su hija y de vez en cuando su polla. Se imaginaba cuando pudiera disfrutar totalmente de la alemana, cosa que deseaba y reforzaba aún más su pene. Veía su carita juvenil e imaginaba su coño sin desvirgar, su culo cerrado y su polla se hinchaba más todavía, apretada por las paredes del coño de Alice. Notó como una explosión en sus testículos y se derramó totalmente dentro de la vagina de Alice mientras un grito ronco de placer salía de su garganta:
– Siiii, asíiiiii, zorras, asíiiiii. Correros, putas, correros – dijo manteniendo la cabeza de Sigrid en los labios de la vulva de Alice, que rebosaban los grumos blancos del semen de Connors. Seguía soltando chorros de esperma que rebosaban el coño de Alice y caían en los labios y cara de Sigrid, sujeta contra su hija. Sigrid siguió lamiendo y sorbiendo todos los liquidos espesos, mientras Alice se entregaba a una lamida furiosa en el coño de la alemana, explotando los tres en un orgasmo salvaje que dejó sus corazones al máximo y totalmente desmadejados. Connors se dejó caer, agotado, al lado de su hija, mientras Sigrid continuaba lamiendo los jugos de ambos, con la cara y el pelo pegajosos de grumos de semen mezclados con el flujo de Alice.
Permanecieron un rato acostados, el coño de Sigrid sobre la cara de Alice, la polla de Connors ya fláccida, reposando sobre la cara de Sigris y Alice con las piernas totalmente abiertas, goteando chorritos blancos que iban a parar a la cara de la rubia alemana.
– Prepara la colchoneta de la zorra, y deja a mano su ropa, para que decida qué va a hacer – Ordenó Connors a Alice, mientras apartaba a Sigrid de un empujòn y la tiraba al suelo -y quitale la cadena.
Alice preparó una colchoneta, no demasiado limpia, donde claramente dormía el gran perro que habían visto al llegar y le indicó con un gesto a Sigrid que se acostase, mientras dejaba la falda negra y la camisa blanca de su uniforme sobre una silla, a su lado, volviendo a la cama con Connors, que apagó las luces dejando sólo una leve lamparilla iluminando la estancia.
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