Cacería de callejeros maricones Parte 2
Sin dudas el ano canino es de los más golosos.
«Cabrón, agarra uno chiquito y vámonos. Ya estamos muy lejos y va ser un pedote regresar», me dice Jerry impaciente, mientras miramos una jauría de perros, la mayoría de ellos chatos.
«No tenemos prisa, mamón. Tu ya tienes una putita de buen tamaño, yo quiero la mía».
«Pero igual vamos a compartir…».
Jerry y yo acechábamos en los alrededores buscando un esclavo ideal para mí. Mi idea era encontrar un perrito parecido al video que tanto me había hecho fantasear con llevar a cabo semejante degeneración. Un retriever de pelaje claro y con lindas bolitas negras. Pero simplemente no hubo suerte, no había nada parecido a lo que buscaba entre los perros corrientes que habíamos visto hasta ahora.
«Wey, ya se va empezar a oscurecer. Mira, hay un vertedero por aquí cerca, por ay fue donde encontré a mi putito. Buscamos ahí y si no está pues agarra el que sea. Ya habrá oportunidad de encontrar al que quieres, ¿no?».
«Pus ya que verga, vamos».
Llegamos al vertedero a los pocos minutos. Estaba vacío, aparentemente.
«No mames, Jerry… aquí no hay ni uno».
«Que raro, yo pensaba que estaría lleno de perros a esta hora. Ayer había unos cuatro aparte de mi putito».
Paseamos entre la basura, compuesta principalmente de muebles destartalados y bolsas gigantescas que se amontonaban por doquier. Seguimos caminando mas que nada por resignación, sin esperanza de encontrar nada a ese punto. Al menos hasta que Jerry vislumbro una mancha negra muy a la lejanía.
«¿Ya viste? Qué es eso que se mueve por allá…?», pregunta Jerry.
«No sé, a lo mejor es un pinche vagabundo. No nos vaya a sacar el fierro».
«No seas joto, wey. Hay que acercarnos tantito».
Al acercarnos con cautela la misteriosa mancha negra empezó a tomar una forma familiar para nuestros ojos: una forma cuadrúpeda y del tamaño ideal que tenía en mente. Se trataba de un perro completamente negro de brilloso pelaje corto que nos observaba muy alerta con el cuello estirado.
«Mira, ¿ese si te gusta?», me pregunta Jerry con un tono de molestia en su voz.
«Pues sí pero, ojala no sea una hembra otra vez. Además está a la defensiva, a ver si nos deja acercarnos».
Jerry había traído algo de casquería de pollo en una bolsa, básicamente patas y cabezas junto algunos hígados que a causa del calor apestaban bastante. Jerry arrojo algunos pedazos pero el perro permaneció quieto, simplemente nos observaba sin inmutarse.
«¿No tienes hambre o te vas poner mamón con la comida pinche perro?».
«Fufifufifufi!», silbaba Jerry para captar la atención del can.
Decidí acercarme con una pata de pollo en la mano y el negro (así decidí llamarlo haciendo gala de mi creatividad) empezó a gruñir amenazante y a soltar sonoros ladridos. Me quedaba quieto hasta que el feroz gruñido se reducía, luego avanzaba un poco más y repetía el proceso. Una vez lo suficientemente cerca deje caer la pata de pollo. Esta vez el negro la olfateaba cuidadosamente junto a mi mano temblorosa y eventualmente comenzó a lamer mis dedos. Sus patas y lomo perdieron la tensión que habían mantenido hasta el momento y se puso a caminar por ahí sin comer nada de los restos que yacían en la tierra. Por fin pude apreciar un par de voluminosos testículos caninos que bamboleaban al ritmo de la pausada caminata.
«¿Ya viste qué es…?», pregunta Jerry.
«Sí, es macho, ya le vi sus huevitos, jaja».
«Ahí te va el bozal, y ten cuidado que ese cabroun en cualquier momento suelta la mordida».
Jerry me arrojó un viejo bozal de cuero con unos pedazos de jamón dentro. Con toda la delicadeza que fui capaz de emplear acerque el bozal al hocico del negro. Afortunadamente no parecía reconocer aquel objeto de sumisión y daba algunos olfateos desinteresados sin hundir su hocico, tal vez sospechando algo. En un movimiento audaz le coloqué el bozal y ajuste una de las correas, quedo floja pero fue suficiente para mantenerlo en su hocico. El negro retrocedió y trato de usar sus patas delanteras para quitárselo pero aproveche para tumbarlo al suelo jalando sus patas traseras y dejando caer mi peso encima de él. Jerry se acerco rápidamente para acabar de amarrar el bozal y ponerle un collar de cadenas. En el proceso me lleve unos arañazos en los costados cortesía de las afiladas garras del negro.
«Ufff, casi la cagas cabrón!», exclama Jerry mientras lucha por sostener la cadena atada al cuello del perro que se retuerce en la tierra.
«Agárralo fuerte, no se nos vaya ir».
«Toma, hazlo tú entonces», contesta Jerry, dándome la cadena.
«Ahora a llevarlo a rastras hasta la casa. Qué puta weba…».
«Te dije que nos lleváramos uno chiquito, cargarlo es mucho más fácil y ya estaríamos en la casa cogiéndonoslo».
El camino fue difícil ya que el negro se enredaba en la cadena y se negaba a avanzar, además cada que nos topamos a alguna persona Jerry y yo montábamos un numerito para distraer la atención, aunque nadie parecía hacernos caso en realidad. Probablemente actuar como si fuera nuestra mascota desobediente es mucho más sospecho que arrastrar al perro sin más, aun así nos aseguramos que nadie nos siguiera. Finalmente llegamos a la guarida luego de una cacería exitosa, donde nuestra primera putita nos esperaba.
«Ya regresamos, y traemos una nueva amiguita para ti», dice Jerry mientras mantiene la puerta abierta para que pueda meter a el negro.
Una vez dentro Jerry encendió nuevamente las velas que dejamos en las esquinas para iluminar la habitación. Justo en medio se encontraba «Reddy» gimoteando, el pastor alemán que Jerry había raptado por su cuenta ayer, y que decidimos nombrar durante el viaje de vuelta luego de discutir que «putito» era un nombre muy pendejo.
Reddy se encontraba bien atado en lo que solían ser un par de maquinas para hacer abdominales, ahora convertidas en un soporte para la cópula de perras. Jerry acertadamente nombro a su creación «Doble delicia», ya que ambas maquinas se sostenían mutuamente mientras 2 perras podían ser violadas una al lado de la otra.
Un par de horas antes de salir a buscar a mi esclavo Jerry me mostro la maquina que había preparado para nuestra sesión bondage-zoo. No podía creer que él hubiese ideado algo tan enfermo solo, pero me encanto el concepto. Así que a modo de prueba dejamos esclavizado a Reddy durante el tiempo que salimos de cacería, a la espera de su compañero de folladas anales y torturas.
«Ay que amarrar a este puto también. Y cámbiale el nombre… como que el negro, no te pases de verga».
«¿Pues cómo le pongo?», le pregunto a Jerry.
«Hmmm, ponle «Blacky».
«Todos los nombres que pones se parecen, ¿tas’ pendejo o qué? …bueno, pues ya qué, al menos rima con Reddy».
Blacky estaba muy agresivo reacio a cooperar pero con el bozal todavía bien sujetado a su hocico poco podía hacer. Así que tuvimos que subirlo a la maquina e inmovilizarlo entre los dos: Amarramos sus patas traseras con cadenas a las patas metálicas de la maquina. Dejando su pesado escroto negro expuesto a nuestra merced, aunque por el momento dejamos colgar sus pelotas en paz y continuamos asegurándolo a la doble delicia junto a Reddy. Utilizamos una gruesa y fría cadena sobre lomo de las dos bestias solo para que compartieran el peso de su esclavitud en todo momento, así como sus peludas colitas que amarramos juntas. Y para completar la condena las patas delanteras son atadas al frente por encima de la tabla, permitiendo un poco de movimiento a nuestros queridos esclavos.
Reddy y Blacky se miraban con confusión, sin entender lo que les estaba pasando. Blacky gruñía lleno de rabia mientras Reddy lloriqueaba. Sus traseros totalmente disponibles para sus nuevos amos eran iluminados por la linterna del celular de Jerry.
«Esto es mucho mejor de lo que imaginé… Bien, ¿con cuál quieres empezar?».
Sin perder más tiempo le di una patada en los huevos a Blacky, arrancando un profundo chillido del animal y frenando al instante su ferocidad.
«Este putito se cree que tiene muchos huevos. Ya me tiene hasta la chingada».
Fui por una de las velas encima de la mesa y le pedí a Jerry su encendedor. Esta vez sería verdaderamente disfrutable usar la cera caliente de las velas sin tener que ocuparme de mantenerlo quieto.
«Esto está casi tan caliente como la lechita que guardas en los huevos, Blacky…seguro que lo aguantas como los machos».
Tome las nueces de Blacky exprimiéndolas con los dedos haciéndolas emerger de su apestosa bolsa escrotal. Con cuidado de que no cayeran sobre mis dedos, vertí varias gotas de cera hirviendo en los testículos de Blacky:
«RUFFFF! ARF ARF AUUUuuuu»
Los descontrolados quejidos de Blacky rebotaban en los grises ladrillos de nuestra guarida del amor duro, poniendo nervioso a Reddy e incremento sus gimoteos de puta.
«Eso suena a que lo está disfrutando. Tal vez deberías probar en una zona todavía más blanda».
«¿Qué sugieres?».
Sin decir más Jerry metió dos dedos en el grisáceo y contraído ano de Blacky, hurgando un poco antes de expandirlo por dentro, dejando expuesta la carne viva de su interior.
«Prueba aquí… y cuidado con mis dedos».
A pedido de Jerry derrame unas cuantas gotas del liquido ardiente, la mayoría cayendo dentro del agujero de mierda antes de que Blacky se retorciese de dolor:
«AUUUUuuu UHHH UUUH UH!!!»
El sonido de las cadenas tensándose produciendo ese lindo sonido metálico era constante. Los aullidos de Blacky comenzaron a desgarrarse y unas lagrimas humedecían las gigantescas lagañas al borde de sus ojos. Jerry aún tenía sus dedos dentro del culo esclavo.
«Cabrón, esto aprieta riquísimo. Sí así se siente en los dedos imagínate cuando le mete la verga».
Jerry volvió a expandir el agujero de Blacky enfocado la luz de su celular para explorar el interior. Las gotas de cera ya solidificadas eran visibles en el interior, pegadas a las palpitantes paredes rojas. Luego de un inspección más minuciosa, un bollo de mierda se asomaba desde lo profundo del canal anal.
«Se me olvidaba que hay que hacerle el enema a estos putos. Lastima que no se me ocurrió manera de conseguir agua hirviendo aquí», dice Jerry retirando sus dedos por fin de la cavidad de Blacky.
«¿No se te ocurrió un termo?».
«¿Les vas a preparar un tecito en la cola o que verga…? …eh, no es mala idea pero no tengo de esos en casa. Para la próxima tráelo tú en vez de pendejearme, ¿vale?».
Repentinamente Jerry tomó el pene dolorosamente tieso de Reddy, a causa del cincho de platico que habíamos usado para asfixiar su nudo y obligar a la erección a permanecer activa horas atrás. Ese fabuloso cohete rojo sangre fue la principal inspiración para bautizarlo Reddy.
«Tú no te pongas celosa, deja de gemir como pendeja. Ya sabemos que también quieres candela».
Jerry me quito el encendedor de la mano y me entrego su celular con la linterna. Sin pensarlo dos veces utilizo directamente la flama del mechero en el pene de Reddy por intervalos de varios segundos. Pasando la flama por la punta y el tronco hasta llegar al bulbo venoso:
«AUH AUHH AUHHHF AUF AUF»
Los gañidos de Reddy eran tan agudos que me hacían doler los oídos, pero al mismo tiempo seguían siendo placenteros de escuchar. Jerry tomó una correa para amarrar el hocico de Reddy firmemente.
«Esto te pasa por no cerrar el hocico, maricón», Jerry remata la cruel acción apretando más la correa. «Te toca, ¿qué hacemos ahora?».
«¿Trajiste los sueros que te dije?».
«Están en la mochila debajo de la mesa, me debes 150 varos ja,ja».
Siguiendo las instrucciones de Jerry busque en la polvorienta mochila de rosita fresita debajo de la mesa. Entre varios artilugios que omitiré mencionar por ahora habían un par de bolsas de suero con solución salina y una manguera de plástico con catéter.
«¿Sabes poner esas chingaderas?», pregunta Jerry.
«Nope… pero vi un tutorial en youtube, a ver que tal me sale».
Procedí a colgar las bolsas de suero en la estructura metálica de nuestra maquina de violaciones, tratando de recordar cada paso de mis lecciones en YT: Conecte la manguera al suero con la pequeña válvula plástica bien cerrada para evitar que el liquido se salga antes de tiempo. Seguidamente tomé el otro extremo de la manguera con el catéter ya puesto y listo para pinchar unos buenos testículos caninos.
«¿Puedo intentarlo con Reddy? de verdad me encantan sus huevitos».
«Dale, igual tengo ganas de usar el culo de Blacky primero».
Jerry me alumbraba con la linterna mientras introducía lentamente la larga aguja del catéter justo en medio del escroto de Reddy. Apenas unos sollozos se le escaparon durante el proceso, para decepción de Jerry y mía.
«¿Cuánto tiempo hay que esperar para que se le llenen las bolas?».
«No sé, unas 2 horas supongo… pero yo creo que el tiempo se nos va ir bastante rápido», le digo a Jerry, y ambos miramos a Blacky todavía con la respiración agitada.
Sin mayor dilación le hicimos un enema a Blacky con aburrida agua corriente sin hervir mezclada con un poco de alcohol del 96% y una pera anal. Una vez que sacamos toda la cagada que pudimos de sus intestinos, Jerry se decidió a orinar en el ano de mi puta.
«Dicen que la orina tiene propiedades benéficas para la salud, ¿tu crees?».
«Lo dudo, pero con la presión de los miados le acabamos de limpiar el culo a esta puta».
«Oye, ¿de verdad no hay pedo que le estrene el ano?».
«Tu dale con todo, ya después me desquito con Reddy cuando este listo».
«Jajá ahuevo».
Jerry ya desnudo por debajo de la cintura se escupió en la cabeza y la introdujo en la entrada trasera de Blacky. Pasaron unos momentos y soltó unos sutiles soplidos de alivio.
«Uf, eso es… tomate mis pinches miados por atrás, Blacky… ¿están tibiecitos verdad, putito?».
«Mfff! arf! grrrr-grrrr»
La orina de Jerry comenzó a brotar a chorros por los bordes del anillo, escurriéndose por el negro pelaje que lo rodeaba hasta empaparle las bolas y gotear al suelo. Blacky gruñía y suspiraba placenteramente, como agradeciendo a su amo por el trago caliente en su boca trasera. Una potente erección por parte de Jerry tomo forma durante el acto.
«Ahora sí viene la verdadera riata».
Sin titubear Jerry bombeo a Blacky despiadadamente con gran parte de la orina todavía adentro. Una especie de «eskuish» sonaba con cada estocada y los huevos humanos chocaban en el perineo del perrito esclavo salpicando miados por todas lados.
La visión trasera de esta sesión anal era justo lo que siempre había soñador ver en persona: el pene de Jerry salía y desaparecía hundiéndose en el esfínter con cada embestida, haciendo rebotar las gordas nueces de Blacky de un lado a otro, como provocándote para darles un puñetazo con todas tus fuerzas. Y de hecho, eso fue lo que hice.
«Dame chance, voy a darle un putazo».
Jerry freno su bombeo y yo me acomode para tener ángulo de dar un buen golpe. Solté un puñetazo tratando de clavar los nudillos en esos huevos caninos:
«GRRRR! HMFFF!»
«No mames me esta comiendo la verga con el esfínter, dale más al puto».
Blacky trataba de escapar retorciéndose desesperadamente, pero obviamente le fue inútil. Tranquilamente tomé sus cachorros con la mano izquierda preparando la derecha para un serie de contundentes chingadazos, aplastando sus pelotas contra mi palma, sintiendo perfectamente la textura rugosa de su escroto y el peso de cada testículo a punto de reventar.
«AUUUUuuuuu! AUF AUF AUUuf…!»
«Creo que esta pidiendo más, dale ya me voy a venir».
Seguí golpeando y jalando esas bolas caninas sin piedad como Jerry me pedía. Justo al lado Reddy observaba con cierta indiferencia pero sin dejar de lloriquear mientras sus propias bolas se estaban inflando con solución salina, tal vez ya había aceptado que más pronto que tarde sería el siguiente en recibir amor.
«Uffff, na’mames! Aahh…!! puta verga!!! me la esta apretando bien rico, me quiere sacar toda la leche de los huevos este mariconcito».
Jerry se dejo caer en el lomo de Blacky dando unas opresivas penetraciones finales. Una vez en lo más profundo sus testículos se elevaron indicando que estaban vaciándose en las entrañas del callejero maricón.
«auf auf mffff…»
«Eso cabroncito, absórbelo bien… exprímele hasta el último chamaco a mi verga», susurra Jerry a la oreja de Blacky, mientras acaricia cariñosamente los costillas del perrito esclavo. «Te acabo de preñar, puta; y aunque de tu mierda y mi esperma no nazca nada igual ya eres mi hembrita para siempre».
Después de varios minutos Jerry saco su herramienta flácida nuevamente dejando el agujero de mierda recién estrenado goteando cantidad de fluidos transparente y que variaban en consistencia. Dando una pesada palma en los huevos de Blacky exclamó: «Siguiente!».
Continuara…
Si lo que has escrito es producto de tu imaginación eres es un hijo de puta enfermo. Si de verdad has hecho alguna vez algo parecido estás para que te encierren. Y no lo entiendas como un halago.