Club Sado 1. La invitación
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Agustín y Ezequiel son amigos desde hace mucho. Se consideran a sí mismos bisexuales. Habían llegado a besarse, pero nunca habían ido más lejos. Hasta ese día.
Estaban sentados frente al televisor, ocupados en su videojuego de carreras, cuando Ezequiel miró fijo a Agustín.
Con sus 28 años bien llevados, Agustín es un buen exponente de macho argentino. Alto. Pelo negro, ojos marrones, piel clara y tersa. Labios carnosos que llaman a la fantasía. Afeitada perfecta. Espalda ancha con músculos bien definidos. Ese día llevaba puesta una musculosa negra apretada que dejaba ver sus brazos torneados y marcaba sus pectorales prominentes.
-La próxima carrera te la gano seguro.- Dijo Ezequiel.
Agustín lo miró a los ojos. Ezequiel tenía a penas 19 años. También morocho y de piel clara. Pero con unos hermosos ojos azules. De cuerpo pequeño y delgado pero bien proporcionado y trabajado. Todos los músculos del cuerpo podían verse en él sin un solo gramo de grasa. El cabello peinado con raya al medio le caía a los lados de la cara. De las patillas le brotaba una barba prolija que le cubría las mejillas completamente. Pero el bigote, el mentón y el cuello los tenía afeitados.
-¿Seguro?- Preguntó Agustín.
-Sí, seguro. Te voy a ganar. Te voy a romper el culo.
La expresión hizo que el miembro de Agustín se hinchara. Entendió perfectamente lo que quería su amigo.
-¿Querés apostar? Decime qué. Menos dinero, lo que quieras.
-Si yo gano, hacés lo que yo digo, por media hora. – Dijo Ezequiel.
-¿Como tu esclavo? ¿Y si gano, vos sos mi esclavo?
-Sí. Y si no me obedecés, te voy a castigar muy fuerte. Sabelo.
-Yo te voy a castigar a vos. Putito.- Dijo Agustín. Y sonrió, mostrando sus dientes perfectos.
Cerraron la apuesta con un apretón de manos. Jugaron. El auto de Ezequiel volcó y perdió la carrera. En parte lo había hecho a propósito. Agustín lo sabía.
-Ahora sos mi esclavo. Preparate.
-Esperá. Te juego la revancha. Si yo gano, quedamos empatados. Si vos ganás, directamente me das castigo.
El auto de Ezequiel volvió a volcar.
-Ahora sí no te salvás. Esclavo. Ahora vas a ver. Por pensar que me podías ganar. Putito. Sacate el pantalón y sacate la remera.
Ezequiel fingió miedo y negación pero obedeció pronto. Se quedó en calzoncillos rojos, mostrando su cuerpo escultural. Sus pectorales delineados. Sus abdominales planos, como si estuviesen trazados con un fibrón.
-El calzoncillo también.
Ezequiel exhibió un pende buen tamaño, junto a una pequeña mata de bello púbico negro.
Por su parte, Agustín había ido hasta uno de sus cajones y había sacado de allí distintos elementos. Dos esposas. Una mordaza. Una vara fina. Una paleta. Y un látigo de tres colas.
Ezequiel se sorprendió. Pero Agustión rápidamente le esposó los pies entre sí, por un lado, y las manos por otro, hacia adelante del cuerpo. Luego se sentó en una silla sin brazos.
-Tirate sobre mis piernas y ofreceme el culito. Putito. Te voy a nalguear. Era lo que vos querías.
Agustín se besó el bicep derecho con sensualidad y luego le dio una lamida.
-¿Te gusta mi músculo? Ahora lo vas a sentir. En tu cuerpo.
Ezequiel se tiró sobre sus piernas.
-Ciento veinte nalgadas. Treinta con cada elemento. Si te portás mal, pueden ser más.
Las piernas de Agustín sintieron como el miembro de Ezequiel crecía en tamaño al pronunciarse la sentencia. Los dos iban a disfrutar mucho esto.
-Primero: nalgadas con mano. En las primeras diez, hacés lo que quieras. Gritá si querés. Estamos solos.
Agustín puso su brazo izquierdo firme sobre la espalda de Ezequiel y con el derecho comenzó a nalguearlo. Su mano abierta se descargaba plena sobre los glúteos blancos.
Plaf. Plaf. Plaf. Plaf. Plaf.
Ezequiel dio algunos gritos. Nunca lo habían nalgueado. Sentía dolor y placer.
Plaf. Plaf. Plaf. Plaf. Plaf.
Agustín se detuvo.
-Bien, putito. En las próximas diez, vas a decir a cada nalgada "Gracias Agus".
Plaf.
-¿Qué?- Gritó Ezequiel.
-Decilo. Si no, no vale.
Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus". Plaf. "Gracias Agus".
Ezequiel se sentía humillado. Verdaderamente lo habían reducido a esclavitud. Eso hacía que se exitara más.
-Ahora a cada nalgada vas a decir "me gusta"
El culo de Ezequiel había comenzado a arder. Tenía los dedos de Agustín marcados. La mano le golpeaba las nalgas con fuerza.
Plaf. "Me gusta". Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".
Era verdad: le gustaba. Le dolía, pero verdaderamente le gustaba. Estaba disfrutando su castigo. Él castigo que él había planificado. Su pene tenía una erección plena. Pero todavía faltaba mucho castigo.
Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".Plaf. "Me gusta".
-Bien, putito.- Dijo Agustín.- Lo estás aguantando bien. Más te vale. Si era lo que vos querías. Ahora: segundo elemento: el látigo.
Agustín tomó el látigo de tres colas. Un látigo pequeño, de cuero negro.
-Este te va a gustar más. A cada golpe vas a decís "más fuerte".
Spak.
Las tres colas castigaron el culo ya enrojecido de Ezequiel. Él gritó.
-Ese no valió.
Spak. "Más fuerte". Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".
Ezequiel gemía cada respuestas.
-¿Querés más fuerte? Te voy a dar más fuerte. Putito.
Los golpes siguientes se descargaron sin piedad.
Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".Spak. "Más fuerte".
-Ahora vas a contar cada latigazo. Del 1 al 10. Y al final decís "amo".
Spak. "Uno. Uno, amo".
-Mal. Otra vez.
Spak. "Uno, amo". Spak. "Dos, amo" Spak. "Tres, amo" Spak. "Cuatro, amo" Spak. "Cinco, amo" Spak. "Seis, amo" Spak. "Siete, amo" Spak. "Ocho, amo" Spak. "Nueve, amo" Spak. "Diez, amo".
-Ahora vas a decir "dame otro"
Spak. "Dame otro".
-Obvio que te voy a dar otro. Putito. Suplicalo. Perro. Esclavo. Si te gusta.
Spak "Dame otro". Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".Spak "Dame otro".
Las nalgas de Ezequiel estaban totalmente rojas. Y ahora cruzadas por muchas líneas más rojas todavía.
-Ya vamos por la mitad. Pero falta. Te voy a dejar el culo como un tomate. No te vas a poder sentar en un mes. Vas a ver. Ahora viene la tabla.
Agustín dejó el látigo y tomó una tabla de plástico duro, también negra.
-A cada golpe, ahora, decís "Perdón amo". A ver si aprendés a no desafiarme.
Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo". Paf. "Perdón amo".
Ezequiel estaba lagrimeando. Intentó moverse pero estaba fuertemente sujeto.
-Quedate quieto o tenés castigo extra. ¿Querés eso?- Ezequiel movió la cabeza, negando-. Entonces, quedate quietito como un esclavo putito que se aguanta lo que quiso. Ahora vas a decir "Soy tu perro".
Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro" Paf. "Soy tu perro"
-¿Te duele la colita, perro? Todavía no terminamos. Ahora vas a tener el la boca el próximo elemento de castigo. La vara. Como un perro que tiene su palito. Si se te cae de la boca, repito los diez paletazos.
Ezequiel estaba exhausto. Agustín le puso la vara entre los dientes y continuó castigando los glúteos de su amigo convertido en esclavo.
Paf. Paf. Paf. Paf. Paf.
Ezequiel gemía con cada golpe, pero apretó la vara con los dientes. No quería que la cuenta comenzara de nuevo.
Paf. Paf. Paf. Paf. Paf.
-Dame la vara, perro. Con esto, el culo te va a sangrar. Es más: quiero que grites. Ahora vas a gritar como una puta a la que están follando.
Spa. Ezequel lanzó un grito.
-Así. Bien como puta. Gritá para mí. Esclavo. Culito rojo.
Spa. "Aahh" Spa. "Aahh" Spa. "Aahh" Spa. "Aahh"
Ezequiel gritaba de dolor, pero también de placer. Quería frotar su pene contra las piernas de Agustín, pero no podía Y la vara lo seguía castigando. Cada vez con más fuerza.
Spa. "Aahh" Spa. "Ahiaaa" Spa. "Ahiaaa" Spa. "Aayyy"Spa. "Aahh"
-Pará. Por favor. -Dijo Ezequiel- No doy más.
-¿No era que me ibas a romper el culo? Ahora: aguantátela. Bancátela. Putito. Es más: Los próximos diez varazos tenés que soportarlos en silencio. Si no, se repite.
El culo de Ezequiel ya no soportaba nada. En algunos puntos la piel había comenzado a abrirse.
Spa. "Ah!!"
-No valió. Va de nuevo.
Spa. Ezequiel cerró los ojos. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no gritar. Se concentró en su pene, a punto de estallar.
Spa. Spa.Spa.Spa.Spa.Spa.Spa.Spa.Spa.
-Bien, putito. Así me gusta! Para los últimos diez, vas a poner tu pitito entre mis piernas.
Ezequiel no podía creerlo. Con ayuda de Agustín, introdujo si miembro erecto entre las extremidades de su amigo-amo. Éste las cerró con fuerza, apretándolo.
-Ahora hacé lo que quieras. Gritá. Gemí. No grites. Te voy a castigar con toda mi fuerza. Y vas a correrte. Yo voy a cntar los diez varazos, para ayudarte.
Spa. "Uno". Spa "Dos". Spa. "Tres". Spa "Cuatro". Spa "Cinco".
Ezequel gritó con fuerza. Agitó sus manos y pies encadenados. Comenzó a sentir su orgasmo. La vara seguía descargándose sobre él a gran velocidad y sin ninguna contemplación.
Spa "Seis". Spa. "Siete". Spa. "Ocho". Spa "Nueve". Spa "Diez".
Ezequiel se sacudió con fuerza y acabó de manera abrupta. Un gran chorro de semen blanco manchó el suelo de la habitación. El castigo había terminado.
Agustín pensó en obligar a Ezequiel a lamer su semen del piso. Pero no lo hizo. En cambio, lo ayudó a ponerse de pie y lo desencadenó rápidamente. Le tomó las mejillas entre las manos y lo besó un largo rato.
-Te quiero, amigo.- Le dijo.
-Yo también te quiero, Agus.
El culo de Ezequiel le dolía como jamás le había dolido nada. Pero estaba satisfecho. Había recibido su castigo, que era lo que buscaba.
-¿De donde sacaste las esposas y el látigo?
-De eso quería hablar. Te voy a invitar a un club…
Continuará.
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