Curioso (Carl x Negan) TWD
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Magnus1995.
Aquella mirada infantil y sus pequeñas manos pálidas, las cuales, tenían uno que otro rastro de tierra, se hallaban posadas sobre el vidrio de la ventana, observando con suma curiosidad la casa que estaba en frente, con un aspecto totalmente abandonado, pero que aún seguía habitado por su dueño.
Un hombre alto con una habladuría como actitud totalmente vulgar, que llevaba a todas partes un bate al cual había nombrado como Lucille.
Cualquiera pensaría que solo era un loco tosco; sin embargo, la historia, detrás de ese hombre, eran tanto retorcida como trágica, perder a su amada mujer –que por cierto el nombre era el mismo con el cual había bautizado a su bate de béisbol–a causa del cáncer había sido muy duro para él, tal vez aquello que había ocurrido era la razón por la cual ese hombre no estuviera en sus cabales, según las palabras de sus otros vecinos.
Eso le recordó cuando perdió su pelota en el patio de él y, para su suerte, tuvo que ir junto su padre a buscarla.
La primera impresión que tuvo de aquel sujeto –cuyo nombre era Negan– fue muy clara, totalmente aterrador, en un momento antes de que ambos se despidieran de él, Negan se agachó a su altura, tomando con firmeza su hombro y con una de sus sonrisas socarronas dijo:
—Algún día te enseñare a mi perro, pequeño ratoncillo.
—acto seguido, revolvió su pelo castaño y se levantó para dar media vuelta, retirándose a su hogar, escuchándose fondo los ladridos de un perro que parecía estar rabioso u hambriento.
Parpadeó al volver de aquel breve recuerdo a la realidad, le daba miedo ese hombre; sin embargo, tenía curiosidad de conocer a su perro, como todo niño, cuando le dices que le enseñaras algo, lo primero que le gana es la curiosidad que, inclusive no podría dormir por las noches hasta por ver eso que le has dicho.
Pobres de aquellos niños inocentes que le ganan la curiosidad de mano y se acercaban a esa casa sin saber que no volverían jamás, o al menos, no regresarían a sus hogares siendo como antes.
Pobre del pequeño Carl, que salió de su casa en la que estaba solo y cruzó la calle vacía sintiendo su cabeza ser atacada por los fuertes rayos de sol de aquel agobiante verano, hasta llegar frente a la puerta y tocar lentamente, entre temeroso e intrigado.
La puerta se abrió lentamente, pero sin el dueño de la casa y se quedó parado allí frente a la boca de lobo, titubeando si entrar o no allí, en la que solo estaba iluminado tenuemente por la estática del televisor encendido en la sala.
Podría salir huyendo de allí y salvarse de lo que le podría estar esperando allí dentro, pero no, se adentró en la casa comenzando a caminar por el sucio piso de alfombra color secuoya, chocando sus pequeños pies contra las botellas de alcohol esparcidas por doquier.
Era como estar en una de esas casitas de terror que solo podías encontrar en los parques de diversiones.
Miró hacía el pasillo que se abría en su izquierda y se halló con solo puertas cerradas, juraría que, en una de ellas, se encontraría Negan o tal vez, no estuviese en su casa en esos momentos, aunque no tendría sentido ¿Por qué dejaría su puerta abierta con la gran libertad de que alguien entrase a su casa? Porque seguramente si no era él quien entraba, podría ser otra persona como un ladrón, su infantil mente aun no procesaba la información del cómo y el porqué de las cosas.
Llegó a la parte con más luz que era la cocina, la cual se hallaba bañada en un color amarillento y sus paredes mohosas y llena de rajaduras hasta los techos.
Miró por sus alrededores y aún no había señales de vida en la casa, esto ya se estaba volviendo peligroso y espeluznante, tal vez era mejor regresar a casa enseguida antes de que llegase alguien, sino, quien sabe lo que podría pasar.
Era mejor dejar su curiosidad en el olvido y aprovechar la oportunidad de irse.
Se decidió retirar de la lúgubre cocina hasta que, el sonido de unos pasos no humanos que iban a gran velocidad, le hicieron voltearse, encontrándose cara a cara con el rostro de un pitbull atigrado, que babeaba a montones y le ladraba de una forma feroz que asustaron al pobre Carl.
Sin pensarlo dos veces, huyó despavorido de allí cruzando el pasillo oscuro; sin embargo, no logró ni pasar la mitad del living, ya que el animal se le echó encima mordisqueando con fuerza su ropa y sacudiendo su pequeño cuerpo de un lado a otro, mientras él, chillaba por ayuda en vano sin saber que nadie lo escucharía.
—¡No! ¡Suéltame! —le dijo a gritos al canino que gruñía colérico rompiéndole la ropa con facilidad para seguidamente agarrar su piel y continuar con las sacudidas, mientras de la fuerza bruta, su cabeza chocaba con la alfombra; de milagro aquello no eran baldosas, sino su cabeza se hubiera abierto de par en par su cabeza como si fuera una simple nuez.
La cabeza del chico se hallaba en el suelo, pero cuando alzó un poco la mirada al oír una risa muy familiar, se encontró con las botas negras y más arriba con el rostro horrido de Negan, que parecía estar disfrutando de la escena, ansioso del que el perro lo devorase.
—Vaya, vaya, mira a quien me encuentro aquí.
—en su mano derecha cargaba su bate de béisbol, al que le había colocado unos alambres de púas, definitivamente esto no iba por buen camino.
—Parece que le agradas a mi chico mocoso, ¡creo que quiere montarte! —carcajeó a lo alto, para su suerte el perro se había detenido y solo jadeaba delante de su perro que soltaba babas sobre el niño que temblaba del terror.
— ¿Por qué no mejor le damos lo que quiere? —preguntó de forma retórica y tomó con fuerza del brazo de Carl llevándolo casi a rastras al patio trasero.
El lugar era pequeño cubierto con tablones de madera viejos y cubierto de maleza por doquier, delante de sus ojos se hallaba una maltratada caseta para el animal y en el suelo una correa con collar de púas clavada al suelo en una estaca.
Negan se acercó allí y ató con el collar al cuello del pequeño.
—Así le dejaras camino fácil.
—y, seguidamente, le bajó de un tirón los pantalones junto a su ropa interior, dejando sus glúteos frente al perro que no dudo en acercarse al niño, clavando sus garras en sus costados y comenzando a hacer un brusco movimiento de caderas.
—¿Q-qué va a hacerme? —preguntó con temor Carl al hombre que solo sonreía ampliamente, más aún cuando el chico gritó del absoluto dolor cuando el pitbull lo había penetrado, para seguidamente hacer un violento vaivén, rasguñando al mismo tiempo su piel blanca que quedó rojiza por las uñas sin cortar del animal, que lo cubría de su saliva y gruñía cuando Carl intentaba quitárselo de encima.
—Pensaba en hacerte un regalo niño.
—dijo bajándose el zipper de su pantalón, dejando salir su miembro semi erecto, excitado por la morbosa escena que, hasta inclusive, se masturbaba con ella—Le regalaré a tu culo, la verga de mi perro.
—como un psicópata comenzó a reírse de las expresiones de llanto y agonía del niño, mientras se ensuciaba más de tierra y de fluidos pre seminales y sangre que rodaban por entre sus piernecillas hasta perderse en el pasto seco.
—¡Hombre! Sí que le encantas, ¡mira como jadea por ti! —exclamó parándose frente del chico con su glande por sobre su cabeza, con intenciones de mancharlo de su propio semen.
Carl gritó más alto del absoluto dolor, cuando el nudo del animal se introdujo dentro de él quedando absolutamente pegado al perro que gracias a los dioses por fin se había detenido quedando adolorido de los arañazos y de aquella bola que palpitaba en su interior.
El niño lloraba desconsolado pidiendo por sus padres, que vinieran por él enseguida a rescatarlo de aquella horrorosa situación.
Sintió como un líquido caliente y amarillento caía por su pelo, manchando por consiguiente su rostro y el suelo haciendo un nuevo charco, Negan, se había orinado encima del chico, soltando encima un asqueroso suspiro de satisfacción.
Aquel loco disfrutaba del sufrimiento del otro, le excitaba de sobremanera verlo llorar y quejarse cuando su perro intentaba tirar del nudo para liberarse de él.
No tardó mucho tiempo en correrse encima del joven y soltar una risa exhausta, agachándose a su altura y tomarlo del mentón, sintiendo como el rostro del chico sudaba frío y estaba totalmente demacrado.
—Oh carajo que puto asco estas hecho—le retiró el collar que llevaba puesto y se levantó de allí sin quitarle la mirada de encima—Has hecho un jodido desastre mocoso, deberé castigarte por ello.
—en ese instante, tomó el bate –el cual había dejado en el suelo antes de haberse bajado el cierre del pantalón– y, sin miramientos, golpeó la cabeza del chico con fuerza, haciendo estallar, prácticamente, su cabeza dejando desparramado sus sesos y carne por todo el patio, salpicando inclusive a su perro de la sangre que había saltado con la energía que había impuesto en el impacto.
—Así aprenderás a no hacer desastres en mi casa.
—rió a lo alto; no obstante, su risa no duró mucho tiempo, pues el sonido del timbre llamó su atención.
Por la voz que alcanzaba a escuchar a la lejanía, no tardó en reconocer que era el padre del ya muerto niño, Rick Grimes, por lo que, sin ni siquiera levantarse el cierre, fue hasta la puerta y la abrió, encontrándose con un preocupado padre que no encontraba a su hijo desde hacía ya varios minutos.
—¿Has visto a mi hijo? —preguntó, sin tomar en cuenta como se encontraba su vecino ni que llevaba encima el bate cubierto de sangre—Es que no lo encuentro por ningún lado y yo pensé que—No pudo terminar su frase, pues quedó totalmente petrificado al ver salir al pitbull de Negan, pero no solo eso, llevaba a rastras el cuerpo sin cabeza, que sangraba a borbotones por todo el jardín delantero mientras se encontraba aun anudado al cadáver de su preciado pequeño.
—Oh hombre…—dijo en un falso remordimiento el pelinegro mientras se tocaba la barbilla y observaba a su mascota pasearse tranquilamente—Lo lamento demasiado, pues creo que le he reventado la cabeza a tu retoño.
—dijo en un tono absolutamente burlón, antes de echarse reír nuevamente permitiendo que lo escuchase todo el barrio.
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