EL JUGUETE DE LA CACHIPORRA.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
NO! Olvidar aquéllo que le había sucedido ya un año atrás, seguía carcomiéndole el orgullo.
Había sucedido que allá en un parque cercano a donde se había celebrado un desfile donde desfilaban cahiporristas, que son esas hermosísimas niñatas de hermosura extrema y generalmente de gruesísimas piernotas, ahí en ese parque, y luego de finalizado aquel desfile en el cual había quedado él caliente como mil burros por una hermosísima cachiporrista despampanantemente piernuda a la que siguió finalizado el desfile, ahí, adentro de ese parque y luego de que unas mujeres muy zarpadas que astutamente habían estado mirando desde el comienzo cómo aquel hombre había seguido el paso de la niña en el desfile, y cómo luego éste la había seguido hasta el parque a donde ella había ido como guiada por los mismísimos diablos,allí.
no va que las mujeres aquellas, decidiendo darle al hombre una ejemplar lección repleta de cochino vicio, capturan al hombre desnudándolo completamente desnudo y sujetándolo en el pasto apresado de brazos y piernas en el pasto así extendidas debajo de ellas, llaman a voces a la cachiporrista para que ésta, así con el desnudo hombre a su entera disposición, le hiciera cosquillas y pajas y todo cuanto ella quisiera, con el agregado de que ellas, las mujeres que atrapado lo tenían, le indicaban cómo hacerle más y más cosas.
Riéndose pícara y con un goce evidentemente notorio, aquella niña.
aceptó más que gustosa aquel ofrecimiento.
Y entonces, aquel hombre comenzó a experimentar en su desnudo y ardiente cuerpo, las más ardientes y lujuriosas cosas que una hermosísima y por demás exuberante niña piernuda de tan solo once años, allí comenzó a hacerle sin poder hacer él, absolutamente nada por aquello evitar.
Los dedos de la niña arrancaban gemidos del más desesperado placer atroz cuando ésta lo cosquilleaba con procáz maliciosidad extrema, deslizándoselos por toda su desnudéz y pasándoselos por aquellos inmensísimos huevos y aquel desmesurado pene que no parecía humano sino, que más bien, parecía un grotesco morcillón de más de treinta centímetros y del grosor de esas latas de refresco o acaso un poco más.
Las mujeres, no paraban de reír mirando aquéllo que no podían ellas casi creer.
-"Nena.
hacéle cosquillotas así.
tocále los huevos así.
pasále los dedos por el chorizote así.
" Y así, mil maneras de sugerirle cosa tenían, que la niña iba aprendiendo en medio de la desesperación de aquel hombre que se retorsía sin poder escapar de la prisión atrapante de las piernas de las mujeres que atrapado en el pasto así lo tenían.
El primer chorro de esperma la niña le había hecho saltar en medio de sutiles cosquillas atroces, arrancando las carcajadas de las mujeres y sonrisas más que felices de la victoriosa niña, y los gemidos y suspiros desesperados del hombre que brincaba como loco y sacudía su cabeza desesperado.
-¿Has visto, niña.
? ¡Le hiciste saltar la lechota.
has visto!?!?!?!" Le decían al tiempo que le mostraban toda aquella abundantísima descarga cremosa que ahora estaba esparcida por el pasto.
-"Continúa, niña.
continúa haciéndole cosquillas y cosas, que vamos a ver cómo es este macho de calentón.
!"
Y aquel hombre, verdaderamente parecía no tener fin en su fertilidad lujuriosa.
la niña, una vez tras otra, otra y otra, lo hacía acabar y acabar, lo que arrancaba de las mujeres las más asombradas exclamaciones, hasta "indignándose" por tan exacerbada fertilidad calenturienta en él.
La niña.
reía.
!
Horas.
horas lo tuvieron así, ofreciéndoselo a aquella hermosísima cachiporrista que lo había disfrutado a placer.
Amarrándole las manos y los pies una vez satisfechas de tanto regocijo y él por fin extenuado, allí lo dejan marchándose ellas a toda carrera y a las risas, para quedar él.
con aquella sensación que le acompañaba ahora.
siempre!
–
Un año ha transcurrido de aquéllo.
El hombre.
vuelve otra vez al desfile aquél, que periódicamente se realizaba todos los años.
Él ha estado esperando esa fecha pues ha estado pensando en hallar alguna manera de desquitarse de aquella niña atrapándola, y.
allá está presenciando el desfile nuevamente.
Sus ojos, busacan en el mirar ansioso, el paso de las cachiporristas.
De pronto.
¡LA VÉ!!! Sí! ¡Ella! Ahora.
mucho más grande y más gorda, despampanantemente piernuda, y con una exuberancia propia de inmensa mujer, más que de niña de doce años como en realidad lo es.
Ella.
también lo vé! Y una instantánea risa que oculta con su mano, la niña exhibe en su mirarlo con risueña risa burlona, al tiempo que enseguida dirige su mirada a las compañeras cachiporristas que junto a ella desfilaban, hablándoles con rápida síntesis al tiempo que les señala el hombre que está allí en la acera mirando, y todas.
comienzan también a reír.
Entonces, el hombre comprende: ¡La muy cerda les ha contado lo sucedido, y ahora.
les está diciendo, que allí está él!!! Su rabia.
crece como por efecto de bomba de levadura! Las cachiporristas en el desfile, no pueden contener las sonrisas, mirándolo.
!
El desfile continúa su marcha, y ahora, al igual que el año anterior, él va siguiendo el paso de aquellas cahiporristas.
Las cachiporristas, y sobre todo "aquélla".
no deja de mirarlo, reír, y.
sacarle la lengua.
Cuando termina el desfile, las chicas ríen corriendo para esconderse del hombre, comenzando entre ellas y él un juego de persecusión y esconderse, en el cual ellas.
van llevándolo nuevamente.
¡al parque!
El hombre entra al parque que esta vez parece más solitario que nunca, y.
comienza a mirar buscándolas.
De distintas partes brotan femeninas risitas confundiéndolo, y aquel hombre más y más se interna en el boscaje tupido buscándolas, sin poder siquiera verlas, en ningún momento.
De pronto, el silencio lo domina todo.
El hombre mira y busca y anda y sólo el silencio apenas roto por el canto de algún ave entre las ramas y hojas, y resignado, comienza a caminar buscando su regreso.
Caminaba entre senderos entre el boscaje, cuando de atrás, caen sobre él siete cachiporrisatas capturándolo, y en cosa de segundos.
ya lo desnudan y dominan sujetándolo entre todas, y aquélla, la que él muy bien conocía, ya estaba casi pegando su cara a la de él, dirigiéndole las más socarronas de las morisquetas, mientras sus manos.
comenzaban a recorrer cosquilleantemente su ya pronta desnudéz mientras debajo de las que ya apresado lo tenían, veíalas reír y también hacerle morisquetas socarronas, para ahora.
otra vez verse en idéntica situación al año anterior.
¡con la misma muchacha!
Mirándolo todas y riéndose, le dirigían las más procaces morisquetas, y le sacaban la lengua.
aquello, recién comenzaba.
! (CONTINUARÁ)
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