Esteban y el sádico pt 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Gracias a mi trabajo he sido invitado a colaborar en algunas aulas e investigaciones, dándome oportunidad de hablar con personas de distintas edades y clases en general, aunque siempre había sido en entornos académicos y nada más fuera de la universidad, eso fue hasta que lo vi a él, sentado en el penúltimo asiento de la sala, mirando un libro de hojas gastadas y marcadas con distintas reflexiones y pensamientos, una barriga sobresaliente que quedaba justa en el espacio de la silla y unas piernas gruesas que me hicieron imaginar cómo se verían sobre mis hombros.
Poco a poco interactuabamos en la clase, nuevamente todo académico, hasta que nos empezamos a tomar confianza, sin embargo nunca me llamaba por mi primer nombre ni me sostenía la mirada más de dos o tres segundos, lo que me daba un vistazo a los alcances de su carácter sumiso. Eso solo me excitaba más pero mis "reglas" no me dejaban dar el siguiente paso. << es solo un estudiante, podría asustarse y dar alerta a los directivos de la universidad y mi trabajo y buen nombre quedarían comprometidos>> pensaba.
Un día lluvioso, jueves en la tarde, decidí intentar algo más con él y le pedí ayuda con unas carpetas de unos procesos que no debían mojarse y tenía que llegar hasta mi carro, sin pensarlo dos veces me recibió casi todas las carpetas y me dejó solamente una bajo el pretexto que yo era quien debía abrir el porta equipaje. Caminaba torpemente intentando equilibrar el peso que tenía entre sus brazos y el paraguas pero no fue muy ágil; en ningún momento vi que intentara irse aún cuando ya había terminado su labor y me pidió que le diera el visto bueno para irse, pero al verlo mojado le ofrecí llevarlo a su casa. Estaba mojado enteramente, la ropa mojada se pegaba a su cuerpo lleno de carnes esperando ser abusadas y su piel, de gallina por el frío, me tentaba a acariciarlo.
Le ofrecí mi abrigo y entramos al carro, una vez dentro no aguanté más y me arriesgué a besarlo, él no dijo nada y simplemente me respondió el beso, esa era la confirmación que esperaba… deseaba saber que quería entregarse a mi y que lo hacía por voluntad propia. Lo acaricié y le quité la camisa, el cubrió su cuerpo pues decía sentir vergüenza, aún no entiendo de qué. Su cuerpo era un lienzo perfecto para las torturas más descabelladas y cuando llegamos a su casa (vivía solo en una casa arrendada) me invitó a tomar café para pasar el frío. Yo tenía otros planes para él y haría que él mismo lo pidiese a gritos.
La casa era modesta, organizada casi de manera compulsiva y todo tenía un orden claro. Eso me facilitó el ubicar las cosas y tenerlas a mano. Recuerdo que tan pronto me entregó el café, temblaba y lo derramó sobre el tapete de la sala y con un trapo lo empezó a limpiar, aproveché ese descuido y le dí un golpe en su abundante trasero y cayó al suelo, asustado pero sin hacer reclamos. Lo besé en el cuello y un gemido resultó inmediato, lo agarré del pelo con una mano y puse mi otra mano en su espalda y bajé hasta sus nalgas, las acariciaba y él se dejaba hacer.
Le ordené que me indicara su cuarto y le pedí algunos instrumentos para trabajar (un palo de madera de diez centímetro de largo y un centímetro y medio de grueso, un tazón o bowl, cinta gris, espátula y unas cervezas) y lo hizo todo en cuestión de pocos minutos. Abrió dos cervezas porque se lo pedí y antes que empezara a beber la vertí toda en el tazón
A: bébela como el perro que eres
E: si señor
Se puso a cuatro patas y empezó a beber, encantado con el show empecé a acariciarme sobre mi ropa, estaba duro como roca -mi pene mide en su mejor momento 18 x 5- y él me veía y parecía disfrutar, se veía ansioso. Le ordené desnudarse, se puso de pie y lo hizo casi que de inmediato, estaba excitado y su pene estaba al tope, tenía un bóxer corto que se metía entre sus nalgas y me dejaba loco, pero había desobedecido, le dije que se desnudara y conservó su ropa interior y decidí ver hasta donde aguantaría, me acerqué lento listo para besarlo suavemente pero en lugar de eso puse mi mano izquierda sobre sus huevos y apreté fuerte, él quiso gritar pero cuando vi su intención cubrí su boca, no luchaba, no buscaba librarse de mi, solo quería gritar… nunca tuve alguien así hasta ese momento, era un verdadero masoquista. Lo agarraba cada vez más fuerte y seguía sin resistirse hasta que lo solté y subí un poco más la intensidad, le dí un golpe con mi rodilla y cayó al suelo, casi inconsciente, con lagrimas leves en los ojos.
Le ofrecí la oportunidad de parar ahí, le pregunté si se sentía amenazado o si quería que me fuera de su casa y su respuesta (la mejor que me han dado) fue besar mis pies. Colocó sus labios temblorosos sobre mis pies y los besaba repetidamente, decidí felicitarlo y le di un golpe en su cara con mi pie izquierdo que lo hizo perder el equilibrio y se la pisaba, mostrando mi superioridad sobre ese gordito tan encantador. Coloqué un pedazo suficiente de cinta sobre su boca, lo suficiente para que los gritos no alarmaran a nadie pero que me dejará sentir el dolor en cada uno de ellos.
A: vamos a subir el nivel, estás listo
E: asintiendo con la cabeza me da el sí
empecé por uno de mis favoritos, apoyé mi pie derecho sobre sus genitales, pisándolos, como si los quisiera borrar, con fuerza, se retorcía en el suelo pero no me evitaba ni me ofrecía resistencia y seguí, libre, lo puse como a perrito y con la parte superior de mi pie le dí una patada en el estómago que le hizo quedar sin aire, como pude lo volví a colocar así y repetí la patada, sus ojos parecían desorbitados y eso me llevó al límite del deseo, tenía que hacerlo mío.. y así fue, lo penetré sin condón y sin compasión, hasta el fondo de ese hermoso culito, gritaba y empezó a llorar un poco, era claro que él no había tenido muchos encuentros y su culito me apretaba de una manera deliciosa y poco tiempo después lo dejé lleno de mi leche, cuatro chorros de leche caliente que escurrían por sus muslos…
Fue el mejor orgasmo que tuve en mucho tiempo.
SI LES GUSTA MI RELATO, CONTINUO CON LA SEGUNDA PARTE.
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