Esteban y el sádico pt 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AbogadoSádico.
Esteban estaba entregado por completo, chupaba mi pene como si la vida se le fuera en ello y en cierta forma así podría ser. Un error o una actitud negligente de su parte le podrían significar un castigo severo, además del ser abandonado como un perro común y corriente, a la suerte que le depare la calle. Me lo chupaba increíblemente, cambiando de velocidad, primero lento y saboreándolo todo con su lengua y después lo metía hasta el fondo de su garganta, casi ahogándose, era excitante verlo y mi pene se ponía cada vez más duro, lubricando como loco hasta que era hora de venirme, le ordené, con una palmada en la parte de atrás de su cara, que acercara el tazón y me descargué dentro, chorro tras chorro de semen espeso y caliente, lo mezclé con un dedo y nuevamente se lo di para que lo limpiara.
A: ¿Qué esperas, perro? Bébelo todo, sin pausa y sin asco o te vas a arrepentir.
Arrodillado como estaba, levantó el tazón y lo bebió todo casi de inmediato. Lo felicité por su trabajo bien hecho permitiéndole que se bañara y se acostará a descansar unos minutos, en el suelo claro, como todo buen perro. Mientras dormía, me organicé, me vestí con la mejor ropa que tenía, organicé mis cosas y lo desperté con una patada en los huevos que provocó música para mis oídos, un grito fuerte pero ahogado que no se compara con nada, lo agarré de su pelo y a empujones lo lleve a su habitación, donde le escogí la ropa que quería que usara y se vistió tan rápido como el dolor se lo permitía.
DEBO ADMITIR QUE ESE GORDITO TIENE ALGO QUE ME LLEVA AL LÍMITE Y ME HACE QUERER IMAGINAR LAS PEORES TORTURAS Y APLICARLE TANTO DOLOR COMO EL CUERPO ADMITA Y ESO ERA LO QUE TENÍA PENSADO PARA CERRADO ESA NOCHE.
Gracias a que tengo un buen empleo he creado buenas relaciones, buenas amistades y una de las más valiosas es un médico cuya identidad voy a omitir por obvias razones. Él sabe sobre mis gustos e incluso ha participado en una o dos sesiones, pero eso no es lo importante ahora, lo que deben saber es que gracias a él he podido adquirir algunas “ayudas” significativas a la hora de mis ideas más descabelladas, pero en esta ocasión le pedí que también participara.
Lo llamé y le dije que iría a su casa, subí a mi perro en el portaequipaje del carro y salimos rumbo al encuentro que sellaría el destino de Esteban.
Fue un viaje de unos 30 minutos, pero valía la pena. Una vez llegamos a la casa, estacioné mi carro en su garaje (cubierto, es en un sótano) y dejé salir a mi perro, estaba confundido pero sabía bien que le iría mejor si no hacía preguntas innecesarias. Aun así, por seguridad decidí poner una especie de mordaza en su boca, es una armazón metálica que impide que haga presión, muerda o cierre la boca (mejor dicho, su hocico) y convirtiéndola así en un agujero dispuesto solo para recibir, sea mi pene o mi saliva o lo que yo decida.
Una vez dentro yo saludé a mi amigo y el perro hizo lo mismo, extendió su pata sin levantar la cabeza y me felicitó mi amigo diciendo: “éste está bien mansito, has hecho buen trabajo”, a lo que el perro sacudía su rabo de felicidad y nosotros explotamos en carcajadas. “Nació para esto” dijo finalmente.
A: Bueno, yendo al grano. He venido a abusar de tu confianza. Necesito que le apliques algo que lo inmovilice.
X: ¿quieres que duerma –anestesia- o qué quieres exactamente?
A: no, quiero que sea incapaz de moverse aun si intenta con todas sus fuerzas pero quiero que permanezca consciente.
X: Listo, déjame hago unas llamadas y en un rato estaremos listos para empezar.
Así fue, él se retiró a llamar no sé a quién y mientras tanto mi perro estaba echado a mis pies, esperando, temblando. Cuando mi amigo regresó, me dio las buenas noticias que había conseguido lo que necesitaba pero que demoraría un poco en llegar. Imaginando que eso podría suceder, le ordené al perro que entretuviera a mi amigo, que empezara por desnudarse de manera que lo lograra excitar y que luego le diera una mamada de campeonato.
Empezó a desnudarse, quitándose lento sus zapatos, sus medias, siguió con su camiseta y a cada movimiento se movía todo su cuerpo gelatinoso y carnudo pero necesitábamos divertirnos, por eso justo antes que terminara de quitarse la camiseta mi amigo le dio un golpe bastante fuerte en el estómago que hizo que de inmediato se encogiera de dolor y terminara cayendo al suelo agarrándose su prominente barriga.
Nosotros riendo en el sillón lo veíamos retorcerse en el suelo como un gusano, con la camiseta aún sobre sus hombros, pero tenía un trabajo que terminar, le ordenamos que dejara de perder tiempo y siguiera y como pudo se levantó (me encanta eso de mi perro, no me quiere decepcionar nunca), terminó de quitársela y continuó con el resto de su ropa, quedando totalmente desnudo y presumiendo unos 13 cms en plena erección que solo nos dieron más risa. Es tan divertido humillar los sumisos.
Tiempo después llegó el encargo, lo recibió mi amigo y regreso a la sala. Eso significaba que era momento de empezar, entramos a la habitación principal y ahí amarramos al perro con sus extremidades lo más tensas posibles – buscando la menor comodidad posible para él –, amarrado así no podría oponer resistencia y la mordaza le impedía gritar con fuerza, solo podría quejarse de dolor. Mi amigo le inyectó en su brazo derecho lo que me dijo era un relajante muscular muy potente que en ciertas cantidades impide el movimiento casi por completo pero no resulta un riesgo alto para la vida del “paciente”.
Tardó un poco en hacer efecto totalmente, desamarramos al perro para comprobar el alcance de la sustancia y en verdad parecía en coma, salvo por los ojos que aún podía mover libremente, siguiéndonos a cada paso, temeroso de lo que venía (me excita muchísimo ver el terror en sus ojos).
Una vez que estábamos seguros que no iba a poder escapar aunque quisiera, empezó X por poner una pinza metálica sobre su irrisorio pene, una sobre su escroto, una en cada tetilla, una en cada oreja, mientras yo sacaba de la maleta el que había esperado toda la noche: aquel palo de madera que no parecía tener un uso, resultó ser el que más placer me daría hoy. Tomé un cuchillo de la cocina y afilé la punta dejándolo a modo de una lanza y me acerqué a mi perro, mostrándole el nuevo instrumento con que lo pondría a prueba, sus ojos casi salen de su cabeza, se veía aterrorizado y de repente empezó a llorar, como pidiendo misericordia, pero ya era muy tarde..
Continuará si así lo desean.
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