Esteban y el sádico pt 4 final
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AbogadoSádico.
Una vez que estábamos seguros que no iba a poder escapar aunque quisiera, empezó X por poner una pinza metálica sobre su irrisorio pene, una sobre su escroto, una en cada tetilla, una en cada oreja, mientras yo sacaba de la maleta el que había esperado toda la noche: aquel palo de madera que no parecía tener un uso, resultó ser el que más placer me daría hoy. Tomé un cuchillo de la cocina y afilé la punta dejándolo a modo de una lanza y me acerqué a mi perro, mostrándole el nuevo instrumento con que lo pondría a prueba, sus ojos casi salen de su cabeza, se veía aterrorizado y de repente empezó a llorar, como pidiendo misericordia, pero ya era muy tarde…
Ya habiendo logrado someterlo, era cuestión de hacerle sentir terror a cada segundo que pasaba, era lo mejor el poder destruir lentamente su tranquilidad y hacer que sintiera desespero, hacer que quisiera huir pero ver cada uno de sus intentos frustrados al no responder su cuerpo. Pasaba el palo frente a sus ojos, lo pasaba por su pecho punzándolo, haciéndole sentir la punta afilada pero sin perforarlo aún.
A: Listo perrito, esto es lo que sucede. Estás paralizado gracias a un relajante muscular que X inyectó en tu organismo. Estarás plenamente consciente de todo lo que hagamos contigo pero no podrás mover un dedo, sentirás todo el dolor, sentirás la angustia pero no podrás hacer nada más que estar ahí, inmóvil, sin gritar y sin huir.
X: tu presión arterial disminuirá un poco, te sentirás pesado, vas a sentir mareos intensos y dolor de cabeza conforme el dolor físico aumente pero no habrá nada que puedas hacer para evitar lo que haremos. Alberto, es mejor que comencemos, el relajante dejará de hacer efecto pronto.
El perro, asustado y llorando profusamente, solo conseguía emitir unos leves gemidos guturales que, quizás eran una protesta por lo que iba a ocurrir pero no me importaba, no nos importaba. Después de observar con cuidado cada pedazo de su cuerpo, procedimos a jugar con él. Empezamos a golpearlo, X se paró sobre su pene primero con un pie y después el otro, yo le daba golpes con el puño cerrado sobre tu estómago, X y yo nos desnudamos y empezamos a besarnos y X empezó a dilatar al perro con dos dedos, sin lubricante y sin paciencia, dos dedos de inmediato al fondo de su culito. Los ojos de mi perro mostraban el dolor que sentía pero eso era lo que buscábamos, X metió otro dedo y empezó un mete y saca agresivo.
Yo, aun con el palo en mi mano me dispuse a atravesar por fin las gordas carnes de mi juguete, carnes que buscaban ser mordidas, perforadas, desgarradas. Le pregunté a X donde sería mejor empezar y estuvimos de acuerdo que en uno de sus brazos, en la parte superior, donde había tejido adiposo de sobra y que no se crearía una herida severa o permanente. Tomé ese gordo brazo y empecé a empujar mi lanza de madera, no fue fácil, había mucha carne pero una vez logré romper el primer tejido de su piel fue solo cuestión de empujar con fuerza y logré que atravesara al otro lado, salió la roja punta y lo llevé a un punto en que quedaba centrado de un lado y otro.
El perro se veía desesperado, se veía desencajado cuando comencé, era claro que esto era más fuerte de lo que había tenido que aguantar en toda su vida. Cuando la lanza penetró su piel, el dolor fue tanto que se desmayó y X, por su vocación médica se preocupó (aparentemente podría ser peligroso por el impacto que podía tener en su sistema nervioso y en su presión), inmediatamente le revisó signos vitales e hizo algunas revisiones (pupilas, pulso, etc.) y al ver que todo estaba bien, continuamos jugando. Es tan divertido destruir a un sumiso, humillarlo y ver como se desvanece todo rastro de quien era y aparece solo un objeto de placer.
Mientras aún estaba inconsciente, mi mente fue más lejos y decidí marcar mi propiedad, agarré el cuchillo de la cocina, el que usé para afilar el palo y poco a poco, de manera superficial (así tendré la oportunidad de hacerlo nuevamente cada vez que quiera) escribí en el costado de su pierna derecha mi nombre, controlando por supuesto la sangre – no es correcto ensuciar las casas de los amigos con algo tan barato y corriente como la sangre de un sumiso –.
Ya habiendo terminado de jugar, decidimos ayudar al perro a que despertará y usamos un algodón mojado en alcohol que X preparó, fue recuperando la consciencia poco a poco, claramente aún adolorido y sin entender bien lo que había sucedido, seguía amarrado entonces no podría hacer nada para tocar sus heridas. Conforme fue ganando fuerzas, al desaparecer el efecto del relajante, empezó a mover sus extremidades, seguramente buscando una posición más cómoda o quizás buscando mitigar el dolor que sentía.
Como soy tan bondadoso, decidí limpiar con alcohol las heridas que causé al escribir mi nombre y me dispuse lentamente a hacerlo, tome un pedazo de gasa, la mojé y empecé a aplicarla sobre sus cortes, los gritos no faltaron, eran un poco exagerados para ser algo tan simple pero siempre satisfactorios, placenteros. X había salido a traer algo de beber para nosotros, bebimos la cerveza rápidamente y al escuchar los gritos le dijo al perro que se callara, éste gritó aún más fuerte causando la ira de mi amigo.
X: te voy a dar motivos para que grites de verdad perro infeliz. Habiendo dicho eso, X hizo más profundo el corte vertical de la que sería la letra E y seguidamente empezó a meter su dedo índice izquierdo, haciendo pequeños círculos, lo que hacía que mi perro gritara como loco.
X: eso está mejor perro, aprenderás te guste o no, a gritar por cosas que valgan la pena.
A: <<entre risas>> estuvo muy buena tu idea.
Me acerqué a X y empezamos a besarnos, frente al perro que parecía que quería un poco de “afecto” y decidimos hacerlo parte de nuestros juegos. Yo me acosté sobre el perro y X del lado derecho, lo besábamos, lo acariciábamos, incluso buscamos excitarlo y su ridículo pene se puso duro casi de inmediato. X fue desatando al perro y sin cuidado alguno lo hizo poner sus rodillas en la cama pero mantenerse de espalda erguida para que pudiéramos jugar los tres. Así estuvimos unos minutos, la verdad yo también estaba muy excitado y la erección que llevaba X se ponía de acuerdo con la mía.
Me acosté boca arriba en el centro de la cama, le ordené al perro que se subiera sobre mi verga dándome la cara y así lo hizo, se subió tan rápido como el dolor en su cuerpo se lo permitía y cuando ya tenía la mitad dentro le dije a X que se la metiera también, al tiempo y así lo hizo. Fuimos abriendo ese culito tanto como se podía y el perro gemía como loco de placer y de dolor, sin parar, solo pedía más de las dos vergas de macho que se le ponían a su disposición y nosotros se lo dábamos, pero el pobre diablo vivía una mentira al creer que tenía permitido sentir placer.
Después de unos 40 minutos, alternando posiciones y juegos, X y yo ya queríamos dejar lleno de leche al perro y lo pusimos de rodillas frente a nosotros y nos corrimos en su boca. Yo primero, seis chorros calientes y espesos y X expulsó cinco chorros aunque no tan espesos, sin importar eso el perro tragaba como un poseso, no dejaba gota por fuera y viendo eso, como recompensa decidimos darle nuestros meos también. Esta vez por cortesía primero mi amigo y luego yo, igual lo bebió todo el perro.
X: Beto, deja que este perro miserable se corra.
A: Sabes que no me gusta, no es permitido para los sumisos, al menos no para los mios.
X: Esta vez, verás que será genial.
A: perro, empieza a masturbarte y eyacula rápido, no quiero esperar. Al terminar, dale las gracias a X por darte este regalo.
El perro en medio de todas las cosas que habían pasado esa noche, aún estaba excitado, apuntado sus tristes trece centímetros al techo y empezó una paja frenética, lo que me sorprendió es que casi de inmediato X se levantó, se acercó a él y empezó a jugar con el palo que estaba incrustado en su brazo; el dolor hizo que perdiera su erección y se detuviera pero le ordené que siguiera.
X: un sumiso debe venirse solo si su Amo se lo permite pero no debe ser una experiencia placentera, así lo asociará al dolor y va a querer hacerlo menos.
A: Continua. Estás verdaderamente inspirado hoy.
El perro continuaba masturbándose, a pesar del dolor y que sus ojos se llenaban de lagrimas, lagrimas de una tristeza falsa pues es para esto que vive. Hasta que empezó a anunciar la eyaculación, X se preparó y cuando empezó a brotar el semen de ese pene vergonzoso, X retiró de un solo movimiento el palo del brazo de mi juguete.
Nuevamente el perro gritó de dolor y cayó al suelo, inconsciente. X le hizo las debidas curaciones, lo atendió para evitar infecciones o algo así dijo. La sesión terminó ahí, subí a mi perro al asiento trasero del auto, estaba aún inconsciente, me despedí de X por esa noche y me fui.
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