juegos de pareja bondage atados los dos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por parejaatada.
Nosotros somos un matrimonio de 38 y 32 años, ella mucho mejor que yo físicamente, no es alta pero es muy atractiva, delgada, y de mí diría que soy normal, que mido 174cm, peso 72 kg, me depilo, pero a nuestra edad no somos o no solemos estar entre las maravillas del mundo en belleza los chicos. Llevamos casados diez años, y nuestra vida sexual siempre ha sido muy liberal y morbosa. Ambos trabajamos, y nuestros horarios coinciden por las tardes, aunque ella suele llegar un par de horas antes que yo.
En este aspecto, en lo que se refiere al trabajo, es muy rutinario. Ella acaba a la una del mediodía, y yo acabo a las dos. Trabajo más lejos de casa, y por lo tanto siempre tardo más en llegar. Pero aquel día, de hace dos semanas, fue diferente.
Llegué a casa, como siempre, media hora después de salir del trabajo, y me extrañó que al llegar a casa ella no estaba. No tenía pinta de haber venido, porque estaban las persionas tal como las habíamos dejado al irnos por la mañana, pero en ocasiones al salir de su trabajo se iba a ver a su hermana. Solía avisarlo, pero una vez se le olvidó. Pensé en llamarle, pero justo cuando ya estaba casi decidido por llamarle y preguntarle dónde estaba sonó mi teléfono. Sabe que en trabajo no puedo responder tranquilo, porque muchas veces tengo al jefe cerca y no siempre puedo hablar, por lo que supuesto que si quería decirme algo esperaría a que llegara a casa.
Me extrañó su voz. Sonaba algo sensual, susurrante, suave, feliz, casi diría que como excitada, y comenzó a hablar con un cierto aire de morbo y perversidad.
– He de contarte una cosa, escúchame – fue lo primero que me dijo.
Me explicó que, en los días previos, cuando llegó a casa y antes de que yo llegara, se puso delante del ordenador, a hacer internet, para pasar el tiempo mientras me esperaba. Allí miró los correos, y entre éstos había uno de un chico desconocido que había escrito a un perfil nuestro de un foro erótico. Comentaba aquel correo que compartía todos nuestros gustos, con el bondage duro, fuerte, de aquel complicado y muy trabajado para sesiones largas, y que le había gustado mucho el correo.
– “¿Le has respondido ya, o le respondo yo?” – le pregunté a mi novia.
El caso es que se aventuró a contestarle ella misma, porque le gustó además su tono elegante y seductor. Era excitante su propuesta, pero cuando llegué a casa y comenzamos a hablar de nuestras cosas se le olvidó comentármelo. No le dio mayor importancia, tampoco.
Al día siguiente aquel chico volvió a escribirle, con una propuesta muy interesante, que coincidía con nuestros gustos, idéntico, con los toques perversos que le daban intensidad de no poder olvidarlo, y pensó en escribirle, pero eran tantas las cosas por comentarle que prefirió darle el teléfono que nosotros damos para estos casos. Le comentó que llamara, a partir de las tres de la tarde, y así calculó que hablaba conmigo en persona.
– “Pues no me ha llamado” – le respondí.
Lo que ocurrió es que había llamado antes, y pensando en que era una amiga que tenía que llamarle, descolgó ella, y se encontró con la sorpresa. Pensó en colgar, pero el tono educado de los correos le hizo darle un margen de confianza. El tono de voz, su franqueza, su tranquilidad, le pareció que era de un chico serio, además de un amo con mucha experiencia en bondage, porque decía tener de todo, centenares y centenares de metros de cuerdas, mordazas de varios tipos, y sabía hablar sin caer en el lenguaje soez y vulgar y porno del típico pajillero. Concluyó el párrafo diciéndome que habían quedado para hoy.
– “¿Hoy? ¿A qué hora habéis quedado?”.
Me sorprendió mucho ya que nosotros siempre nos informamos de estas cosas. Pero me contó que fue tan rápido, y con tantas cosas en la cabeza, que se le olvidó. Me contó que habían quedado cerca de la salida de su trabajo, y allí se encontraron, a la una del mediodía, pocos minutos después. Debería de tener unos 35 años, pinta normal, bastante atractivo, bien vestido, y con unos ojos que notó cómo se fijaba en ella, cosa que le halagó. Se le notaba actitud de querer flirtear y así dar esquinazo al aburrimiento al hablar. Ella, me contó, se había puesto muy atractiva, unos vaqueros ajustados conjuntados atrevidos con unos zapatos de tacón negros que ella tiene, y una camiseta que transparentaba su sujetador negro, uno de un conjunto precioso con braguitas de blonda que tiene, y que a mí me tiene loco. Me comentó que él la miró, le sonrió discretamente y ella me respondió de la misma manera.
Hablaron un rato, una media hora, siempre de bondage, con un lenguaje sincero, claro, correcto, guardando un poco las distancias, pero le dejó a él llevar el mando de la seducción, para comprobar lo seductor que podía llegar ser. Hablaron de muchas cosas, y él hablaba de forma muy cordial y segura, cosa que le gustó. Su voz era muy varonil y transmitía una energía fuerte y envolvente. Generalmente muchos tíos se ponen con voz guarra cuando una mujer guapa como mi novia les habla, pero él no. Me confesó que se generó una complicidad bastante buena entre ellos, que cada vez le parecía más atractivo, con unas ideas de bondage geniales, y que había llevado una maleta de viaje enorme llena de cuerdas y mordazas y mil cosas hasta el tope. Se la enseño, y escuchándola, estaba claro que el juego de seducción estaba en plena ebullición.
– “Sacó una venda de la maleta” – me confesó – “y me dijo si me atrevía a ponérmela, allí, en la calle”.
Yo hice una exclamación de ufff. Me comentó que ella le miró con cara retadora y él se rió, y le pregunté si el chico se lo tomó bien cuando le dijo que no.
– “No le dije que no. Le dije que sí. Me la puse” – confesó.
– “¿Te atreviste? ¡Que loca!” – aunque de ella me lo esperaba.
La idea podía parecer un poco humillante pero a ella le encantaba todo lo que estaba ocurriendo. Entonces él la invitó a subir al coche, que lo tenía tres calles más abajo, lo que la obligaba a andar tres calles con los ojos vendados, hasta el parking. Yo me reí.
– “Supongo que le dijiste que no”.
Hubo un silencio, y me comentó que suponía mal, porque le dijo que sí.
Eeeehhhh, exclamé. Me comentó que aquella sensación de ir hasta el parking con los ojos vendados, escuchando la gente al lado y los coches y guiada por las manos de él que con cuidado la llevaban por los hombros, le había excitado mucho. Había sido muy divertido. Del coche, al hotel. Reconoció que al entrar en la habitación ella pidió ir al lavabo, y él la guió, sin dejarle quitarse la venda. Aún teniendo los ojos vendados, le escuchó abrir la maleta, tocar las cuerdas, y sería culpa del ruido, que ella salió del lavabo sólo con ese precioso conjunto de ropa interior negra y los zapatos de tacón.
– “¿qué ha pasado?” le pregunté con muchas ganas de saberlo.
Me contó que sin perder tiempo el chico comenzó a atarle muy fuerte, y ella se dejó hacer. Colaboró en todo lo que fuera para dejarse atar lo más bestia posible, y tenía cuerdas hasta en el pelo, que le ataban el pelo atrás y le obligaban a levantar la cabeza. Tenía cuerdas por todo el cuerpo, los brazos pegados a la espalda sin poder despegarlos con las cuerdas que le rodeaban el torso, los codos muy cerca uno del otro hasta casi tocarse, las piernas en una especie de hogtied que el talón le tocaba las nalgas hacia atrás, aunque no tenía las piernas cerradas sino abiertas, y no, no estaba desnuda. La había atado sin quitarle su precioso conjunto de lencería sexy, e incluso había usado los tacones altos que llevaba y finos para pasar y afianzar cuerdas. Me contó que la había atado boca abajo, forzada en un hogtied cruel, muy severo, con las cuerdas quizá fijadas en los barrotes superiores de la cama bien fijadas, porque no podía moverse ni adelante ni atrás ni a los lados. Las rodillas abiertas como me había dicho, a los lados, y atadas las cuerdas a los laterales de la cama que la tenían totalmente inmovilizada, y sin ninguna posibilidad de cerrar las piernas lo más mínimo.
La inmovilidad era total, y estaba encantada.
– “¿Cuánto rato habéis estado?”.
Me contó que, en contacto con su clítoris, había puesto un aparato, fijo, inamovible, que lo encendía y él sólo vibraba a tal intensidad que tenía un orgasmo cada minuto, el segundo cada dos, y a partir de ahí le hacia entrar en una locura de multiorgasmos irrefrenables que no podía impedir ni resistirse, y que la vencían con completo. No podía desatarse, ni moverse, ni ver, y en la primera media hora había tenido diez orgasmos seguros.
– “¿cuánto rato ha durado?” – volví a preguntarle.
Después de silencio, me dijo:
– “Todavía estoy en el hotel, y todavía estoy atada. Tengo oohh tengo el aparato otra vez encendido ohh ssííí Es genial, te espero aquí oohhhh”.
En toda la conversación no me había dicho cuál era el hotel, y se lo pregunté.
– “El hotel es hoommmpppeeeeehfhf mmmpppfffhh mmmm fffffifiifififi”.
Aquello sonaba a que estaba amordazada, y justo le iba a preguntar si la había amordazado, que se puso el chico.
– “Tu novia ahora no puede hablar” – me dijo – “y no te preocupes por ella. Está tan bien atada, y se lo está pasando tan bien, que tienes que escucharla. ¡Escucha cómo se corre!”.
Yo no respondí. Me limité a escuchar, y la oía muy claramente. Supuse que él le aguantaba el teléfono con la mano delante de la mordaza, y escuché cómo gemía mmmppphhh mmmppphhh mmmmpp , y continuó más intensa fffiifiififififi mmmmpphhffff fififff ffffiiiiiiiiiiiiiipppphhhhh y eso sin ninguna duda se escuchó como un orgasmo. No había mirado el reloj, pero como máximo fueron dos minutos.
Entonces volvió a ponerse al teléfono al chico.
– "¿Se te ha puesto dura? Dime la verdad" – susurró.
Oírla que se lo estaba pasando tan bien me excitó, sí, y la tenía durísima. Ya había dejado de pensar en lo que estaba pasando, pero me impacientaba por ir hasta la habitación y verlo en persona, y cuando escuchaba sus gemidos como música de fondo parecía que mi polla todavía quería crecer más y más.
– “¿En qué hotel estáis?” – le pregunté impaciente. Tenía ganas de ir, verla tal como estaba, y estar atado a su lado.
El chico hizo una sonrisa pícara.
– “Todo a su tiempo, no tengas prisa. Primero, me tienes que hacer caso. Dime, ¿me harás caso?” – preguntó con un tono de voz muy dominante.
Yo asentí, y al momento me pidió que me desnudara. No le valía un “sí, ya lo he hecho”, y que fuera mentira. Tenía que ser de verdad, porque si no mi novia se defraudaría, le parecería que no me atrevo, y tenía que tomar ejemplo de ella, valiente, atada, y sí, lo hice, me desnudé completamente y le dije que ya lo había hecho. Me ordenó que no me vistiera, que comiera tranquilo, sin prisas, como mi novia le había dicho que hago siempre al llegar a casa, y que dentro de una hora me llamaba de nuevo.
Aquella hora se me hizo eterna, y no lo cromometré pero creo que no me equivoco si digo que me pasé más tiempo con la polla levantada que bajada. Sólo pensar la situación me entraron ganas de pajearme, pero aguanté. Quería hacerlo con ellos, y no paraba de mirar el reloj, esperando que sonara de nuevo.
Por fin volvió a sonar.
– “¿Has podido aguantar?” – me preguntó con misterio.
Confesé que sí, que me costó pero lo logré, porque en ningún momento podía perder la excitación. Me preguntó si seguía desnudo, y confesé que sí, y que no había pensado en vestirme en ningún momento. Me felicitó, y me dijo que me iba a recompensar.
– “¿quieres hablar con tu novia?” – y por supuesto que respondí que sí. Quería saber cómo estaba, cómo se lo había pasado, si estaba cachonda perdida, y mil cosas más, y empecé preguntándole cómo estaba.
– “ffffiieebbbb” – me contestó con voz muy excitada.
Eso significaba que todavía estaba amordazada, que todavía estaba atada, ya casi tres o cuatro horas, y se me puso a reventar. Le pregunté si llevaba una mordaza puesta, y me respondió con un ffffiiiii corto. Le pregunté si era una mordaza de bozal, e hizo otro fffffiiii, y añadió un fffofommmmm ffffiifiififaaaa y eso no lo entendí, pero la imaginé con algo por encima de la boca y la mordaza, como venda adhesiva, y me dijo ffffiiii , para mordaza severa. Le pregunté si seguía atada, y me dijo que fffiiii, y pregunté si se lo estaba pasando bien.
– Ffffiiii – hizo más largo del resto – eeefffoooo ffffee mmmmmeppphhhiaal.
Le dije que no le entendía, y me dijo eeffffoofofo mmpphhg pppphhhh ffefemmmphiiia Yo me reí, insistí que no le entendía entre risas, y escuché que hacia mmmpphhhh . Le pregunté si llevaba los ojos vendados, y me dijo que fffiii , y se me ocurrió preguntarle si quería seguir atada, y como llena de ilusión me dijo mmpfffifiiiif fifififiif , y es curioso, pero me quedé sin saber qué más preguntarle, y justo pensaba en algo cuando la escuché otro mmphhhh y otro mffffiififif ffffififiif fifififif mmpphhpht fiffifigueegug fiffiifguugueu ffffo fffammoo ffffiiii y le escuché cómo se corrría fffffifififiifififif fifimmmphh mmpphhhhfh mmmphhf mmpfhf ffffiiipphf . Gemía alocada, y cuando acabó el chico se puso al teléfono.
– “Te espero en media hora, en el parking de la calle Tal número Tal. Aparca en la planta baja, y espera. Se recoge ticket automático al entrar. Es parking automatizado. No hay vigilante en la puerta. Conozco tu coche. Tu novia me ha dado la matrícula. Y no lo olvides: ven desnudo. Si te vistes, o si traes ropa, no juegas” – y dicho esto, colgó.
Llegué al parking que me había dicho cuando todavía faltaban cinco minutos para la hora acordada. En la planta baja había decenas de coches aparcados. Los parking siempre me producían la sensación de estar dentro de un laberinto, pero aún así así me guié bien hasta el fondo. Había aparcado sin nadie alrededor, y en ese momento que apagué el motor sonó el teléfono.
– “Sal del coche. Anda quince metros, hasta la columna. En el suelo hay una venda. Colocátela, y apoya las manos en la nuca”.
Abrí la puerta y salí completamente desnudo, delatado mi estado de ánimo por la polla que con descaro apuntaba a la columna. Allí, en efecto, hay una preciosa venda negra. Es curioso, pero al colocármela la sensación de alivio fue tal que me dejó unos minutos relajado, quieto, hasta que escuché a alguien acercarse.
Por la voz al ordenarme que colocara los brazos a la espalda le reconocí, y allí, sin esperar, sin miedo a que nos pillaran, comenzó a atarme.
– "¿Dónde está mi novia?" – le pregunté.
Me comentó que estaba muy bien, de maravilla, atada y muy bien atada, y aprovechó a comentarme que se lo estaba pasando genial, que se le notaba que disfruta mucho con estar atada, y que era muy atractiva. Lo decía al tiempo que había ido pasando las cuerdas por todos sitios de mi cuerpo. Sería casi imposible explicar al detalle lo que hizo, porque se pasó quince minutos que si cuerda por aquí y por allá y entre aquí y etc, pero cuando por fin acabó yo no podía mover nada de nada los brazos, ni despegarlos del cuerpo, con los brazos haciendo como el gesto de estar abrazados a mi espalda, y no sé que había hecho con las cuerdas, pero habían pasado con fuerza y tensión por encima de mis dedos, y no podía ni tan siquiera sacarlos de debajo para buscar los nudos.
Imposible desatarme.
– "A ti veo que también te gusta que te aten" – y supongo que lo dijo mirando mi polla, que se había puesto muy tiesa.
Sonreí, avergonzado y delatado. Me preguntó qué sentía, en qué pensaba, si estaba impaciente, y fue a responderle, pero justo empecé la frase con un clásico de "para ser sincero, tengo que ffefmmmmf mmmppghgg" y por sorpresa, sin nada que me lo avisara ni haber oído ni el ruido de una hebilla, metió todo un bozal de bola dentro de mi boca. Cerró la hebilla con tanta fuerza detrás de mi nuca que exclamé un mmpffhfhf mfmpfhfh para decirle que me apretaba, pero eso era el juego.
No contento con esa mordaza, que ya de por sí era suficiente eficaz, comenzó a envolverme la boca y el bozal dando vueltas a la cabeza con una especie de tela adhesiva, como la que se usa en vendajes médicos supuse que era, y de allí continuó cubriendo la venda que me tapaba, para evitar que resbalara, diez o quince vueltas entre las dos cosas, y apenas me salía unm mmmmpfpfhffp fafffaaf fafattzpphahhaa , queriendo decirle que no hacia falta.
Pero imposible entenderme.
– "Callado estás más guapo" – me susurró, y asentí con un mmmmpfpfffh de rendición. Me indicó que le siguiera, y comenzó a andar, pero sin guiarme, y lógicamente yo con las ataduras y las mordazas no sabía ni idea de dónde iba. Me puse a andar, pero en diez segundos vi que estaba perdido en medio del parking, y le llamé con un mmmpfpfhfhf ppppfpfhffhfh fffofofofo fffffavvvvooooo , y al fondo oí que me decía que estaba ahí. ¡Al fondo! Se oía lejos. Comencé a andar rápido, y lo que me ocurrió es que me di con un coche aparcado en toda la rodilla. Pero no me quejé, a pesar del buen golpe. Continúe, y oí que volvía a decir "aquí", pero seguía lejos, y comencé a andar más rápido, y me di contra otro coche. Me levanté, y ahora contra una columna. Allí tropecé, y volví a caer al lejos.
– "Venga, vamos, que vendrá gente" – oí como a unos 50 metros de mí. Salí directo hacia allí, con cuidado esta vez de no volver a tropezar, y pasaron los minutos, dos, tres, cuatro, hice mmmppphhhhh, para una señal, pero ni caso. Parecía que me había dejado solo cuando de pronto noté una mano que me cogía el hombro, y que salió del absoluto silencio.
– "no te vayas a ir muy lejos que te perderás" – exclamó entre risas.
¡que susto! Me preguntó si me había asustado, y por supuesto que sí. Lo hizo para enseñarme que no tenía ninguna escapatoria, ni posibilidad de desatarme, y que estaba a su merced para la tortura erótica que tenía preparada para mí. Subimos a un ascensor, de allí recorrí todo desnudo todo el rato el pasillo hasta girar a la derecha, andar quince pasos, y escuchar cómo se abría la puerta de una habitación.
– "Ya está aquí tu novio, dile hola" – le dijo a mi novia.
Ella respondió con un pphhhphpoooaaaaa , y allí hice el gesto de mmmphhhhh para que supiera que estaba amordazado.
Creo que ella quiso preguntar si estaba atado, porque entendí un ffeefeffeaammm aaampphhhaffffo , pero fue él quien lo entendió, y le respondió por mí.
– "Está atado, amordazado, ojos vendados, desnudo y la polla tiesa como el mástil de un velero" – dijo – "y espera, que ahora lo voy a llenar de cuerdas de arriba abajo todas las piernas".
Así fue. Quince minutos después estaba atado cerca de mi novia, a un lado de la cama, de rodillas en el suelo, con las piernas tan juntas que se apretaban con fuerza una contra otra desde los tobillos hasta los muslos, como con un hogtied salvaje, y no sé qué hizo con las cuerdas, ni dónde las puso, pero me encontré sin darme cuenta en que mi posición era completamente imposible de abandonar, en el suelo, boca arriba, tumbado sobre las ataduras y sin poder girarme, ni balanceo a los lados, ni levantarme, absolutamente inmóvil boca arriba. En algún sitio tenía que haber fijado las cuerdas, pero no sabía cuál.
Intenté lógicamente desatarme pero no conseguía escapar, lo que esa situación me gustaba, y mas aún acompañado de mi novia, aunque también me asustaba un poco, ya que no sabía a qué tipo de tormentos me sometería.
Me comentó que mi novia ya no sabía cuánto tiempo llevaba atada, que había perdido completamente la noción del tiempo, no se podía mover, estaba muy rendida, había tenido como unos treinta orgasmos con unas sesiones multiorgásmicas que la habían derretido de placer, y que ahora venía lo mejor. Me comentó que ella tenía un vibrador conectado, dentro de su vagina, muy lubricado, con una vibración muy potente y unos cabezales en el clítoris, en contacto directo, que le provocarían orgasmos inevitables, ya que le apretaban contra la columna y no tenía opción de librarse del contacto.
A mí también me colocó unas ventosas en la polla, sin tocar el glande. Se habían adherido de tal forma que no se caían. Nos explicó que aquellos aparatos tenían distintas funciones: el de ella sin descanso le provocaría una ingente cantidad de orgasmos. El mío, por el contrario, me pondría cachondo, pero cada quince segundos daría un chispazo para que el dolor no me dejará correrme. Y así hasta que suplicáramos piedad, hasta que nos temblaran las piernas, hasta que el temblor nos invadiera por todo el cuerpo, y tembláramos como de frío.
Decía que eso pasa cuando alguien está muy excitado.
Le oímos dar a los interruptores, y comenzó la tortura los dos juntos. Para mí era suave. Era como si tocarán mi glande con suavidad, que es descubierto. Era excitante. Me la ponía dura. Y mucho más escuchar a mi novia mmmpphfhfhf ffffffiii mmmpphhfhf fiffiififfi , se estaba excitando mucho, y de pronto, como si me picara una avispa, que me cortaba toda la excitación. La máquina paraba diez segundos, y volvía a vibrar, volvía a ponerme cachondo, volvía a ponerme la polla dura, muy dura, y justo entonces, unos treinta segundos en verdad, otra picada, muy similar, y mi polla que se encogia, aquello paraba, y volvía, y a todo esto mi novia tenía su primer orgasmo fffifiif ffiifififf mmmmmpfphfhfhfp fiif fifififii fifififif mmmmppphfhfhfhfhf . Oírla me la puso más dura, y yo también hacia mis gemidos, mmmpfffff mmmppfhfhfff , me ponía cachondo, y otra vez, la picada me cortaba la erección. Aquello al principio no molestaba, pero a los quince minutos, y después de un tercer orgasmo que mi novia se había vuelto como loca y llevaba ya tres minutos sin parar de gemir mmmppfpffhhffhf mmmmmmmmmm pppppfhhffhhfpf ffffffiiifiiffi ffff fffffff mmmpph , comenzó a ser duro, cruel, y yo ya no gemía de excitación, sino de crueldad. Hacia mmmpphhhh ffffofo fffavvvvo , que quería correrme, pero ni caso.
Debería de llevar una hora, más o menos. La habitación era una locura de gemidos de mi novia y yo mmmphphfff ffififif mmppphhhh , los dos a la vez, y comencé a tener ese temblor que él decía. No podía correrme, pero sentía mi polla tan débil, con tantas ganas de mear, que no tenía ni fuerza, no podía aguantarme, y hacia tanta fuerza por contenerme que mi polla se levantaba cada vez menos, a pesar de que estaba muy excitado, y al final ya no pude aguantarme más, y me mee encima. Toda la orina me empapó la polla, los testículos y me entró entre las piernas, y dos minutos después paró las dos máquinas.
– “Creo que tenéis bastante tortura. Nos toca pasear ahora” – pero antes de desatarme, para asegurarse que yo no iba a tener orgasmo de ninguna de las maneras, me colocó una jaula en la polla que me impedía cualquier mínima erección.
Sin dejarme duchar, nos desató a los dos las piernas. Las ataduras las había hecho de tal manera que le permitía desatarnos las piernas y cambiarnos de sitio sin tener que desatar nada del cuerpo y de los brazos. Nos puso de pie, y ató una cuerda que usó como rienda para los dos, para andar juntos, uno al lado del otro, como dos caballos.
De allí nos sacó de la habitación, todo el pasillo hasta el ascensor, y nos entró en un coche.
– “Vuestro fin de semana acaba de empezar” – nos dijo.
Buenas, alguien sabe donde puede seguir leyendo este relato? Me ha encantado!!!!!!!!!!