Me volví la puta de un asaltante
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Tona.
Cuando cumplí 18, y después de insistirle mucho a mis papás, ellos finalmente aceptaron mi petición de irme a estudiar la universidad a una ciudad cercana, algo más grande y bulliciosa que en donde vivíamos, con la condición de que estuviéramos en contacto el mayor tiempo posible.
Hacía solo un mes que me había mudado a un departamento algo pequeño pero acogedor que, para suerte mía, estaba a solo unas cuadras del colegio al que había ingresado, así que no podía pedir más en ese momento de mi vida.
Una noche, alrededor de la 1 o 2 de la madrugada, dormía plácidamente como cualquier otra noche, usando una playera interior de tirantes blanca, pantalón de pijama, calcetines, y una trusa blanca, como ropa interior.
De repente algo me despertó, un ruido, y cuando me desperté bien, se seguía escuchando, era como si alguien más estuviera dentro del departamento, así que rápidamente me levanté y con mucho cuidado me asomé fuera de la habitación, sintiendo en ese momento mucho temor, ya que me imaginaba que se habían metido al departamento, y así era…
Al observar bien, distingo en la oscuridad a una figura que se mueve de aquí para allá en la sala, y en ese momento mi temor aumenta, ya que mis sospechas se habían confirmado.
De repente, me nota, volteando hacía mí, y de inmediato me vuelvo a meter a la habitación, cerrando la puerta tras de mí, pero por los nervios cometo un error muy estúpido en ese momento, que es no ponerle seguro a la puerta, así que ni bien estaba agarrando mi celular para pedir por ayuda, cuando el intruso que había divisado antes abre la puerta de golpe y me dice en un tono de voz bastante amenazador: “quieto ahí cabrón¡ suelta eso¡” mostrándome una navaja mientras habla, razón por la cual dejo el celular de nuevo sobre la mesita de noche, ya para ese momento temblando de miedo.
“por favor no me haga nada, llévese lo que quiera, no diré nada”, fue lo primero que atiné a decirle al sujeto con pasamontañas delante de mí, a lo que el tipo no contesto nada, solo seguía ahí de pie, siempre apuntándome con la navaja, hasta que, pasados unos momentos, finalmente dijo algo: “encuérate cabrón, o te corto ahorita”.
“Qué?¡ quiere que me quite la…”, le respondí muy sorprendido, a lo que me dijo: “sí¡ hazlo cabrón¡” haciendo un movimiento brusco con la navaja hacia mí, e inmediatamente me quité la playera de tirantes, dejándola en el suelo, para después quitarme también el pantalón y los calcetines, quedándome solo con mi ropa interior, muy avergonzado.
“Todo cabrón¡”, me gritó, volviendo a hacer el mismo movimiento de antes con la navaja, así que prefiriendo que me viera desnudo a que me lastimara con eso, me quito también la trusa, tapándome enseguida mis genitales con las manos, desviando la mirada, sumamente avergonzado y con mucho miedo de lo que pensara hacer después.
Cuando me quedé por completo desnudo, no tardó en abalanzarse sobre mí para ponerme contra la pared, respondiendo yo con un fuerte quejido, y antes de que me diera cuenta, ya estaba con mis brazos hacia la espalda, y sentí como pasaba algo por mis muñecas, atando éstas después de unos instantes, quedando con mis brazos inmovilizados.
“Por favor no me lastime¡”, volví a suplicar, o bueno, intenté, porque a media frase siento como algo blando entra en mi boca, impidiendo que siga hablando, para después encontrarme amordazado con un pañuelo hecho nudo entre mis dientes.
Lo siguiente que hizo fue taparme los ojos con una venda, ajustándola bien por detrás de mi cabeza.
Para ese momento ya estaba sin escapatoria, y a su completa merced, continuando con mis suplicas, pero obviamente sin que se entendiera nada de lo que decía.
Después de hacerme eso, me empuja hacia la cama, asustándome bastante, porque creí que iba a caer hasta el suelo, y después lo escucho decir: “Sabes, cuando entro a casas donde hay una chica, siempre les propongo que, si me hacen sentir mucho placer, me voy sin llevarme nada, pero hoy me siento generoso, así que te hago esa misma propuesta ahora, que dices, ¿verdad que es una oferta que no se puede rechazar?”.
Al escuchar eso me quedé completamente inmóvil, y a la vez aterrado, ¿acaso pensaba violarme ahí y ahora?, me empecé a retorcer en la cama, gimiendo desesperado, y rogándole que no, sin importarme que estaba amordazado.
Obviamente eso no le importó en los más mínimo, así que lo siguiente que siento es como se acuesta en la cama, quedando detrás de mí, y enseguida empezando a apretarme y retorcerme las tetillas con una mano, y a manosearme mis genitales con la otra, por lo cual no tardo en empezar a gemir y retorcerme más desesperadamente intentando que me soltara, pero me tenía sujeto firmemente, además que con sus piernas había aprisionado las mías para restringirme aún más mis movimientos.
Por culpa de todas esas estimulaciones y sensaciones, no tardé en tener una gran erección, lo hubiera querido o no, y al notarlo, enseguida empieza a masturbarme, no demasiado rápido, deseando que mi tortura se prolongara lo más posible.
Después un rato, justo antes de que me corriera, se detiene, dejándome con ese clásico dolor de testículos cuando estas a punto y te detienes, respondiendo yo con un lastimero gemido.
Lo siguiente que hizo fue decirme: “mira, te voy a hacer mía, pero como soy bueno, te lubricaré antes, aunque no veo nada con qué hacerlo, así que será tu propia saliva, te voy a quitar el pañuelo de la boca, pero solo para que me la chupes, y pobre de ti si intentas algo más, entendiste cabrón¡”.
Diciendo eso sentí como me desataba lo que me impedía hablar, y como me cambia de posición, para después taparme la nariz, por lo cual abro la boca para tomar aire, pero en el mismo momento que me suelta la nariz, siento entrar en mi boca su trozo grueso de carne, el cual me llena toda la cavidad, y de inmediato empiezo a chuparlo desesperado, a pesar del asco que sentía, ya que sabía bien para que lo estaba haciendo.
Llorando por dentro, sigo mamando esa verga dentro de mi boca, sabiendo que entre mejor lo hiciera, mejor iba a ser para mí después, ya que, como él había dicho, mi saliva iba a ser el único lubricante que pensaba usar para que no me desgarrara mi ano al momento de violarme.
Después de algunos minutos, durante los cuales lo escuchaba gemir bajo de placer, me la saca jalando mi cabeza hacia atrás, y sin decir nada, me vuelve a amordazar a como estaba antes, para cambiarme de posición, de nuevo quedando detrás de mí, y enseguida siento como pone sus manos sobre mis nalgas, y me las abre, presionando su miembro erecto contra mi agujero expuesto, que, para mi perjuicio, estaba algo cerrado.
En ese momento de nuevo suplico piedad por debajo de mi mordaza, pero ignorándome, finalmente me la empieza a meter, no de golpe, pero sin miramientos, y gracias a mi propia saliva, va entrando poco a poco, cada vez más, y me retuerzo y gimo tanto que me tiene que tomar con mucha firmeza, diciéndome: “shh, tranquila nena, tranquila”.
A toda esa humillación y abuso, se sumaba que me estaba tratando como a una chica.
Llega finalmente el momento en que sus testículos chocan contra mis nalgas, y a partir de ahí, empieza con un movimiento de mete y saca a un ritmo constante, y yo sin dejar de gemir lastimosamente y luchando desesperado, sin importarme que de poco o nada me servía.
Después de algunos minutos más, toma mi pene con una de sus manos, para empezar a masturbarme una vez más, a la vez que aumenta el ritmo de sus crueles embestidas.
Para ese momento sentía una combinación de dolor y placer algo difícil de describir, pero….
acaso era placer? Como era posible que sintiera eso en un momento como ese?.
Sin que mi violador lo notara, y para mi sorpresa, mis gemidos cambian de tono, de ser suplicas de piedad, deseando que parara, ahora son más eróticos, más sensuales, gemidos genuinos de placer, como si estuviera gozando lo que me estaba haciendo.
De un momento a otro, siento como se detiene, solo para sentir como finalmente suelta su esperma caliente dentro de mi culo, llegando muy adentro, y en ese mismo instante, también yo me corro, sacando dos o tres chorros que salen a presión.
“Bien mi putita, muy bien”, me dice, mientras sigue acariciando mi pene flácido, y sin salir de mí, aunque lo hace después de unos momentos más, levantándose de la cama.
Noto como me desata los brazos, para después quitarme la mordaza y la venda que cubría mis ojos.
“Adivina que, lo hiciste, así que me iré sin llevarme nada, como lo prometí, pero eso sí, me gustó tanto que te convertiré en mi puta, eso significa que regresaré de vez en cuando para volverte a hacer mía”, y diciendo esto, se va, dejándome en mi cama, desnudo, sudado, aún bastante agitado, recuperando el aliento poco a poco, con semen aun saliendo de mi, hasta hace poco, culo virgen, y aun eyaculando, repasando en mi mente todo lo que había sucedido, y sobre todo pensando en lo último que me había dicho, ya que, increíblemente, no me había parecido tan aterrador como se suponía que debía parecerme.
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