Mi jefe se volvió mi esclavo puto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por BetoSousa.
¡¡¡No puedo más!!!!¡¡¡Por favor! Déjame ya en paz, voy a reventar!!!
Aquí mando yo y tú te jodes, maricón….esto se acabará cuando yo me aburra.
Jacinto el delgado gerente se encontraba al borde de la desesperación pero no le quedaba otro remedio más que tragar y tragar mí orina. Mi nombre es Beto, soy el encargado de la limpieza en las oficinas y desde hace un tiempo el dueño de Jacinto quien llevaba años falsificado la contabilidad del negocio; la comercializadora era muy grande y los dueños jamás pasaban por ahí, a no ser que necesitaran revisar utilidades, y mientras obtuvieran ganancias lo demás no importaba mucho. Es por eso que él había encontrado una forma de hacer la contabilidad de tal manera que cada semana robaba un buen pellizco que entre el océano de cuentas de la empresa, nunca llegaría a descubrirse. Así pasaron meses y meses, hasta que llegue yo, el mocoso estúpido que vino a estropearlo todo.
Jacinto era gerente general, por lo que también era mi jefe y el de todos los empleados, Pero ahora lo tenía cogido por los huevos. Siempre he sido muy astuto por lo que no tarde en darme cuenta de las trampas que estaba haciendo, así que decidí investigarlo sin decirle nada a nadie, tome fotocopias de los recibos falsos y de las facturas falsas junto a las verdaderas, una vez que no hubo duda alguna decidí dar el siguiente paso y comenzar el juego.
Al día siguiente una vez que Jacinto acababa de llegar a la compañía, me presente en el la oficina de la gerencia y desde la entrada le informé que estaba al corriente de todas sus movidas, y que tenía las pruebas contundentes en mi poder.
La cara de Jacinto fue espectacular, se notaba en sus ojos el terror de saberse a merced de un mocoso de veintiún años lo suficientemente listo como para arruinarle la vida en cualquier momento.
Le hice saber que desde ese momento me pertenecía y que iba a usarlo para satisfacer mis apetitos más escabrosos.
Desde hace cuatro meses que lo humillo, usa su boca como cenicero, lo¬¬¬¬¬¬¬¬¬ obligo a tragarse mi orina, lo azoto con su cinturón….y siempre con la amenaza de que si no obedece daré el chivatazo; él sabe bien que si lo hago no sólo perderá el empleo, además ira a la cárcel y su familia quedaría en la miseria ya que tendrían que devolver todo lo que se robó.
Hasta ahora nuestras sesiones se han mantenido en el ámbito de la más absoluta discreción. Lo someto a tormentos de todo tipo, todo aquello que se me dé la gana. Lo más divertido es avisarle justo unos minutos antes, y verlo obligado a telefonear a su mujer para decirle que “tenía trabajo extra y que llegaría más tarde”; Sé que lo he puesto en verdaderos aprietos y disfruto enormemente con ello, lo mejor es notar su mirada de odio y saber que en el fondo entiende que soy un cabrón y por ello me debe obediencia.
Ya me había aburrido un podo de la rutina así que decidí ordenarle que reservara una habitación en un hotel del centro de la ciudad para el fin de semana. No sé si le dio tiempo ni para llamar a su casa lo único que me importaba era que cumpliera la orden de llegar una hora después de mi arribo.
Su sorpresa fue mayúscula cuando entro en la habitación y la encontró llena de ropa desordenada, tirada por toda la habitación… Debió pensar que había mucha: cuatro pantalones, otras tantas camisas, calcetines….
¡¡¡Sorpresa!!!
De pronto, comenzamos a salir de detrás de las cortinas….éramos en total cuatro ya que había decidido compartir mi buena fortuna con algunos amigos, eran chicos normales, de entre veinte y veinticinco años, antes de la llegada de Jacinto decidimos tomar algunas copas y no falto que ofreció drogas, algunos las aceptaron pero en mi caso decidí permanecer lucido para controlar la situación; a la llegada de Jacinto note un brillo espeluznante en su mirada, ni se imaginaba lo que pasaría en aquella habitación. De entre todos mis amigos uno destacaba sobre los demás: Su nombre es Antonio él es muy muy gordo, mide como de un metro ochenta de alto, calculo que pesará alrededor de los ciento veinte kilos.
¡Pero Roberto! – protesto Jacinto¿Se supone que esto es privado entre tú y yo, no?
La verdad, sentí al pobre Jacinto bastante agobiado de ver tantos chicos en la habitación pero no me importo.
Quítate la ropa y ponte a cuatro patas, con la cabeza contra la pared
Jacinto debió entender que de nada le valía suplicar así que obedeció, y mientras lo hacía, comenzamos a tirarle cojines, una almohada, todo lo que encontraban a mano, mientras lo insultábamos:
¡Maricón! ¡Puto!-Serás el jefe de Beto en el trabajo, pero aquí te vamos a chingar nosotros
Cuando se acabaron los proyectiles de la habitación comenzamos a arrojarle nuestros zapatos y a azotarlo con las camisas, le escupíamos, mientras a duras penas el pobre logró desnudarse entre aquella turbulencia.
Fue entonces cuando por fin le explique lo que iba a pasar
Hoy mis colegas y yo hemos decidido cambiar de diversión. Vamos a jugar a algo muy divertido. Para nosotros, claro… (risas de todos) porque para ti…
Le ordene que se colocara a cuatro patas pero con la cabeza y los brazos contra la pared, de manera que la espalda quedara ligeramente levantada, y sus brazos y cabeza se apoyaran en la pared. Esa es la postura se adopta cuando cabalgas al trote erguido, sobre dos patas. Los chicos y yo nos pusimos en fila como a unos tres o cuatro metros de distancia (la habitación era grande). Entonces les dije a mis amigos: – Preparados, listos, ¡ya!
Entonces el primero de la fila se dispuso a acomodarse sobre su espalda; el impacto fue grande, pues no me lo esperaba, en seguida se desplazó hacia delante situándose sobre sus hombros. Debo decir que Jacinto es un tipo delgado, y nada recio. Al momento el siguiente en la fila repitió la jugada, cayendo sobre su espalda como un proyectil. Ahora sí que el pobre se hundió un poco, pero enseguida se recompuso. Fue entonces que me acerque un poco para decirle:
Procura no caerte, te aseguro que es preferible que aguantes el peso de mis amigos sobre tu espalda a lo que yo te haré si no lo haces…..
Se notaba el dolor, y que ya casi no podía aguantar el peso, su cara estaba empapada en sudor era hermoso ver a un pobre cuarentón que cargaba sobre la espalda el peso de dos chicos….
Entonces al ver quien seguía no pude parar de reír, Jacinto me miraba y el no sabía el porqué de mis carcajadas. Hasta que de repente sintio como si una montaña de hormigón se desplomase sobre su espalda. Naturalmente no pudo con eso, y se desplomó.
Se trataba Antonio mi amigo gordo, le habían caído unos ciento veinte kilos encima, cuando además ya llevaba sobre su espalda a otros dos cabrones.
Empezamos a gritar todos como locos, enardecidos mientras Jacinto permanecía en el suelo, exhausto por el esfuerzo.
Entonces me acerque un poco, y con una mirada ordene a mis amigos aplicar el correctivo por lo que enseguida vinieron hacia mí y comenzaron a pisotear al pobre Jacinto, uno descalzos, otro con zapatos, de la manera más cruel y sin ningún miramiento. Yo contemplaba la escena, con los ojos desorbitados, creo que incluso en algún momento me saque la verga y me masturbe un poco…
Cuando se cansaron de pisotearlo escupirlo, etc… los contuve y me dirigí a Jacinto:
¡Has tenido la desfachatez de caerte justo en el momento que saltaba sobre ti Toñito! ¿Sabes que Toñito es uno de mis mejores amigos?
Me acercaba amenazante, jugaba a asustarlo y por su cara de pánico me di cuenta de que lo conseguía.
¿Qué significa tu actitud de no querer montarlo sobre tu puta espalda? ¿Acaso insinúas que está muy gordo? Ni tiempo le dimos al pobre Jacinto de que abriera la boca ya que todos comenzamos a rodearlo.
Tienes que disculparte con Toñito.
Toñito, ven aquí. Este imbécil tiene que disculparse contigo. Le he dicho que te debe una disculpa.Yo creo que lo que merece es que Toñito le castigue- comentó Carlos otro de mis amitos.
Toñito y yo nos colocaron delante del pobre Jacinto, mientras él, tirado en el suelo trataba de recuperarse.
Toñito, aquí lo tienes, hazle lo que quieras….dije, mientras mi pobre jefe contemplaba aterrorizado esa montaña inmensa que tenía delante, y esperaba lo peor
-Vamos, Toñito ¡Dale! – decían mis amigos…
Toñito pareció dudar unos instantes. Hasta que se lanzó sobre Jacinto, aplastándolo con todo su inmenso cuerpo sobre el suelo. A partir de ahí, el resto de la tarde fue una auténtica pesadilla para el pobre gerente. Sentir el inmenso peso de Toñito aplastarle contra el suelo, mientras mis amigos reían y reían sin parar….
A continuación decidí que debía convertirse en su caballo. Primeramente lo obligue a ponerse a cuatro patas, entonces Toñito lo montó, dejando caer su enorme culo sobre la espalda de Jacinto quien en seguida noto un par de piernas sobre sus hombros.
¡Camina por la habitación! – Fue la orden que Toñito le dio a Jacinto
¡Vamos, camina puto de mierda! – Añadí
Como el pobre animal no podía moverse, Toñito comenzó a tirarle de los pelos y a estrujar la cabeza del puto pobre sus muslos. Y no paró, hasta que la comenzó a retorcerle las orejas, haciéndole tanto daño que no le quedó otra opción más que comenzar a andar.
Lo obligó a dar varias vueltas a la habitación. Ahora era Toñito quien lo mandaba mientas los otros chicos y yo nos encontrábamos un poco retirados, nos divertíamos solo de ver al pobre Jacinto sentir el peso de esa enorme mole sobre su escuálida espalda, oír como crujía del dolor; debió pensar que las rodillas le astillarían en diminutos pedacitos. Mientas disfrutábamos el espectáculo, Toñito cogió una camisa de alguien e improvisó unas riendas, con ellas lo dirigía hacia un sitio u otro, de vez en cuando se le acercaba y le gritaba al oído, con bastante crueldad: – ¿Qué, caballito, peso demasiado? ¿Acaso estoy gordo? – ¡Contesta!- le dijo propinándole una buena patada en el pecho…. Toñito resultó ser pese a su juventud, un sádico de primera categoría; su envergadura era tal que su trasero se desparramaba por ambos lados de la espalda del “caballo”. Las fechorías a las que lo sometimos aquella tarde-noche fueron dignas del más refinado sádico de todos los tiempos. Toco mi turno de cabalgar y lo dirigí hasta el cuarto de baño, me senté en el escusado y comencé a cagar, usando al animal como tapete para mis pies.
Entonces, para su sorpresa, le di una sonora bofetada y sin decir nada me apoye sobre mis piernas levantándome lo suficiente para dejar un pequeño hueco entre mi cuerpo y la taza, con una manos le indique lo que debía hacer, él lo entendió bastante bien ya que se dio la vuelta, con su nuca rozando mi verga, y fue metiendo poco a poco la cabeza en el inodoro, hasta encontrarse frente a frente con mi mierda, fue entonces cuando baje mi cuerpo aplastando con el su cuello y dejándole la cabeza dentro. Debajo el agua, y encima la inmensidad de mi tremendo culo, mientras mi barriga y mis piernas aplastándole el cuello. Creí que se ahogaría así que no demoramos mucho en esa posición y me levante para que quedara libre su pobre cabeza y su pobre cuello.
Jacinto debió entender que no tenía opción así que sin decir nada acato mi orden. La sesión fue tremenda. Después de aquello fueron entrando uno tras otro meándose en su cara.
Más tarde, ya de noche, aprovecharon que apenas había clientela en el hotel lo obligaron a montar a Carlos que no es de las dimensiones de Toñito, y para compensarlo decidimos que esta vez fuera a dos patas, y le ordenamos subirlo y bajarlo sobre sus lomos unos cuantos pisos por las escaleras. Mientras nosotros los acompañábamos, para escupirle a Jacinto, darle bofetadas en la cara, e incluso zarandeábamos a Carlos para hacerle caer.
Volvimos a la habitación, y entonces le ordene a la puta ponerse de rodillas con la boca abierta para recibir el bautizo por parte de su dueño y sus amigos.
¿Qué vas a hacer, Beto?– pregunto JacintoDebes hidratarte para que aguantes un poco más y nos sigamos divirtiendo contigo…No pienso beber….
No pudo terminar la frase. Dos de mis amigos lo sujetaron por los brazos y entonces le metieron algo en el hocico:
No has querido por las buenas….pues ahora verás…
Me acerque y note que lo que le habían colocado era una pequeña pieza de plástico duro, como a un cocodrilo que le impedía cerrar la boca.
Entonces le escupí dentro y a continuación llegó Jorge otro de mis amigos, se colocó frente al maricón, se abrió la cremallera y comenzó a mear dentro.
Esto es para que te tragues el poco orgullo que te queda…
La operación se repitió hasta que todos, incluido el Toñito, hubieron meado dentro de su boca. Imagino lo humillante que debió ser para el puto sentir como se le colaba por la garganta la mezcla con todos nuestros meados.
A continuación, nuestro putito tuvo que soportar que lo cabalgáramos todos a la vez; casi se desmorona, y para evitarlo Toñito lo flanqueaba sin látigo, sin fusta sin nada, cada vez que lo veía tambalear, le daba un tremendo bofetadón en la cara con su inmensa mano, el cual le provocaba un dolor insoportable, mientras nos escuchaba gritar:
¡Pégale más, Toñito, pégale más!!
Lo obligamos a pasearnos escaleras arriba y escaleras abajo, una y otra vez, con los tres a cuestas, pero aún quedaba algo…
Regresamos a la habitación, pensé que se habrían ya cansado, pero no. Con unas cuerdas atamos a Jacinto a la cama, de manera que quedo boca abajo, de forma transversal y mirando al suelo, y pusimos varias almohadas debajo de su vientre para que levantara el culo. Entonces hicimos una rueda en torno a él, sacándonos las vergas y masturbándonos.
Cuando ya estuvimos en tono le dije a Jacinto:
Ahora sabrás lo que es tener una verga dentro, tú ya eres mío, prepárate porque voy a romperte ese culito de princesa que tienes.
Era la primera vez que me cogía a Jacinto así que para terminar de marcarlo como de mi propiedad me lo cogí duro, le metí mi verga de un solo empujón y sin esperar a que su culo se adaptara comencé el frenesí, quería hacerle daño, romperle el culo, recordarle cuál era su sitio y que desde ese momento no había marcha atrás.
Mientras yo le quitaba el último vestigio de hombría a Jacinto, el gritaba, suplicaba entre llantos que lo dejara; sus gritos me excitaban más.
¿Te duele? ¿Eh? – le decía sin parar de moverme¡Sí, no puedo más! Por favor, dejadme ya!Sé que te duele, mi polla es grande, lo sé, pero al final terminara por fascinarteAhora voy a ir más duro.¡No por favor! – imploraba Jacinto
Se le notaba aterrado. La situación era tremenda, era la primera vez en su vida que le metían la verga además lo estaba haciendo de una forma brutal, queria que el dolor se fuera insoportable, Jacinto lanzó un grito y comenzó a sangrar.
Está sangrando- le dije abriéndole las nalgas mientras continuaba con la cogida salvaje…
Jacinto se retorcía intentando algo para detenerme, mientras gritaba, sus esfuerzos fueron inútiles, hasta que llegó un momento en que sus gritos se convirtieron en gemidos de placer.
Ves putito, sabía que solo necesitabas un macho que te domesticara…
Decidí que ya había sido suficiente así es que me vine dentro.
Ya he terminado contigo. Voy a sacártela maricón….
La saque con un brusco tirón, me recosté jadeante sobre la cama mientras ordenaba a mis amigos desatar a Jacinto para que siguieran divirtiéndose con él; se notaba que la puta estaba al borde del desmayo pero ahora era turno de que los chicos se entretuvieran, y así lo hicieron por un rato hasta que poco a poco mis amigos se fueron desplomando por toda la habitación a causa del cansancio y la borrachera Jacinto no pudo más y cayo rendido, finalmente también yo me dormí.
Cuando abrí los ojos me encontré a Jacinto tirado en el suelo medio desnudo con la escasa ropa que le quedaba hecha jirones. Miré alrededor, ni rastro de los demás. La habitación había quedado arrasada.
Me recompuse como pude. Desperté al puto con una patada y le ordene que pagara la habitación y las bebidas en recepción. El pobre diablo Necesito todo un alarde de imaginación para contar a su mujer una historia medianamente creíble…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!