Milk y el Sádico pt 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AbogadoSádico.
Habiendo tragado suficiente de mi orina, le ordené bañarse y quitarse todo lo que se había puesto, excepto la máscara.
Una vez terminó, me pidió disculpas y me dijo:
Milk: Estaba asustado de verdad, parecía que querías lastimarme en serio.
Yo: Quería lastimarte en serio pero… Aún no hemos acabado! Y no me tutees, perro.
Pude comprobar el terror que sentía pues estaba temblando.
Se estaba dando cuenta que no comprendía bien en lo que se había metido pero su naturaleza sumisa le impedía huir, sólo agacho la cabeza y dijo un “sí, señor” entre dientes.
No me gusta que me llamen señor, cualquiera puede serlo, Yo soy un Amo y con una bofetada fuerte en el rostro se lo aclaré y procedió a corregirlo.
Salimos a la mazmorra y de inmediato le puse un cinturón de castidad (de acero, en espiral y con candado), le ajusté la máscara y le puse de rodillas en el centro del salón.
Como no podía observar nada de lo que hiciera, empecé a dar vueltas a su alrededor y a azotarle con la fusta: en su espalda, su culo, su pecho, su barriga, sus brazos y sus huevos.
Estos últimos hicieron que se cayera al suelo de dolor y pidiera piedad mientras lloraba y gritaba como loco.
Ignorando sus suplicas, le ordené que se volviera a arrodillar y cambié la fusta por un látigo de cuero trenzado y continúe con los azotes, la piel de su culo y espalda estaba roja como me encanta y seguí así por unos 10 minutos, siempre cambiando el lugar de azote y la intensidad.
Empezó a gemir suave cuando le azotaba el culo y pecho, pensando que no iba a oírle.
Eso sólo me dio luz verde.
Lo amarré en la cruz de san Andrés, le quité la máscara y vi su cara congestionada, con lágrimas y saliva, pidiendo que parara para alcanzar a recuperar un poco el aliento pero yo estaba a mil, quería continuar.
Empecé a darle con mis puños en su cuerpo, suaves pero constantes hasta que decidí que era suficiente, le di un golpe fuerte en la boca del estómago y mientras jadeaba pidiendo aire, me desnudé por completo.
Y: Perro, hasta ahora todo ha sido fácil, ha sido un paseo para ti.
Ahora quiero medir tu sumisión y tu aguante.
M: No más, por favor.
Quiero agua, quiero descansar pues me duele todo.
Dejem….
En este momento puse una mordaza con bola en su boca, la ajusté y le di la espalda.
Nuevamente se puso a llorar.
Lo bajé de la cruz, pero mantuve sus amarres y así lo llevé a la bañera.
Lo coloqué en medio, sus cuerdas quedaron agarradas de una viga que he dispuesto para estas situaciones y comencé a dejar caer miel sobre su cuerpo desnudo.
Procuré que quedara tan cubierto como fuese posible y para completar en su cabello y en el fondo de la bañera eché agua con azúcar.
Por supuesto, Milk no sabía la razón pero al descubrirla empezó a retorcerse e intentar huir, logrando sólo resbalar y lastimarse.
Fui a mi habitación donde tomé un paquete especial que hacía poco yo había recibido y lo llevé al baño.
Era una caja de unos 30 centímetros, de cristal y conforme más analizaba lo que estaba dentro, más desesperaba.
Hormigas arrieras rojas, en mi país se le llama “culonas”, empezaron a caer sobre su cuerpo entero y quise dedicar especial atención a sus genitales, donde cayeron varias o las acomodaba ahí.
Al ver que no podían moverse bien, las hormigas comenzaron a morder y picar su piel, repetidamente y en todo su cuerpo (yo solo evitaba que se metieran en algún orificio, de lo contrario estaba a merced de ellas).
En cuestión de minutos y tras muchos gritos ahogados, tenía la piel llena de picaduras, ronchas y lacerada, decidí que era suficiente y con una manguera y a full presión, empecé a quitarle las hormigas de su piel, deleitándome de tan maravilloso resultado.
El escozor que sentía era evidente pero amarrado no podía calmarlo, así que lo fui empapando en alcohol para que le pasara el mal rato.
Todo este tiempo estaba con una erección tremenda, disfrutaba ver ese gordo sufriendo y no aguanté más.
Fuimos a mi habitación, me acosté sobre la cama y le dije que me la mamara, Milk quiso mostrar su enojo por lo anterior negándose a hacerlo, sacudiendo su cabeza de lado a lado.
Fui por el látigo y tras 10 azotes decidió que quería cooperar, le di otros 10 sólo por placer, le quité la mordaza y me dispuse, de piernas abiertas a follarle la boca.
Tiene una boca deliciosa, tragona, calentita y que pone duro a cualquiera.
Lo tomé por la cabeza y empecé a metérsela hasta el fondo, sin descanso.
Manteniendo buen ritmo, empezaba a botar saliva profusamente y eso me excitaba más, toda esa saliva se la pase por la cara mientras le daba verga, más y más duro y después de un rato, le llené la boca de leche.
Esa sería la primera de esa noche.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!