Tres niños cazadores me iniciaron como sumiso
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por BetoH.
Les comparto esta vivencia.
Pueden contactarme aquí o en betohistorias@gmail.
com si quieren que les comparta otras experiencias o les dé más detalles.
Yo era un niño muy sensible y un tanto delicado.
Me gustaba mucho la naturaleza, y el tiempo se me iba en jugar, ensoñar.
Me gustaba mucho ver mariposas y pájaros volar.
Tenía 11 años y andaba caminando por el bosquecillo detrás del lugar donde vivía, simplemente para ver animales y estar un rato a solas, cuando de pronto los vi.
Ahí estaban los tres.
Uno apenas menor que yo, de unos diez años, otro de nueve y el menor de siete.
Los tres morenos, los tres de abundante pelo lacio.
Y estaban haciendo lo indecible: con sus resorteras, apuntaban a los pájaros.
Horrorizado, vi caer uno, convertido en un peso muerto tras el violento golpe que le arrancó varias plumas.
Cayó a sus pies, y regocijados dijeron "¡otro!"
No pude evitar alzar la voz y decirles "¡No hagan eso, déjenlos en paz!"
En un momento crítico, que me cambiaría de por vida, la frase "¿Qué traes puto, un tiro?" fue pronunciada por el mayor de ellos, el líder.
Pronto sabría que se llamaba Juan Carlos.
Yo siempre fui malo para todas las actividades físicas, incluyendo pelear.
Aunque él era menor, me intimidó su reto, y comencé a hablar y hablar, tratando diluir el encono de pelea con lo que yo suponía eran sólidos razonamientos.
"Mira, no es bueno matar a los animales, porque son parte de la naturaleza y.
"
Juan Carlos me interrumpió con una carcajada y dijo "no mames".
Y, de inmediato, apuntó hacia donde yo estaba.
Pensé que me iba a disparar e instintivamente me agaché, pero no era yo el blanco: el tiro pasó como a un metro encima mío.
y apenas pude darme la vuelta a tiempo para ver caer una tórtola reventada al piso.
"¡Cómo ves, puto, a ese ya no lo pudiste salvar! Chavos 1, naturaleza 0" y se echó reír.
Su burla descarnada me irritó y me eché hacia adelante tratando de jalonearlo.
Pero él, hábil y acostumbrado a pelear, en un simple movimiento me tiró.
Se me sentó en el pecho.
La sensación era opresiva, más por su significado que por su peso corporal.
y recuerdo que algo se movió dentro de mí, que en ese momento no pude aceptar como placer.
Con sus rodillas aprisionando mis brazos, y sus muslos tan cerca de mi cara, el olor y la fuerza de Juan Carlos me dominaron.
No podía moverme, y no quería moverme.
Juan Carlos no sería un genio pero era perceptivo, y se dio cuenta de que había ganado.
Riéndose, se levantó y dijo "ándele, para que sepas respetar".
Luego se alejó un poco a cuchichearle a sus amigos, y luego se volvió hacia mí, y dijo "bueno, vámonos".
Espantado, dije "¿a dónde?"
"A donde yo quiera" y eso fue todo.
Por alguna razón extraña, intenté irme pero no me
animé.
pensé que sería mejor seguirlo.
La cacería continuó, inmisericorde.
Los tres eran verdaderos depredadores.
Todo lo que se movía era un blanco válido para sus piedras.
Hasta ese momento, nunca había sufrido tanto antes de tener que aguantar su forzosa y obligada compañía.
Nunca había visto morir tantos animales simplemente para que ellos pudieran darse el gusto de practicar su puntería.
Y cualquier cosa que dijera era recibida con risas, burlas, y resultaba en empujones.
"Ya son muchos" me atreví a decir.
Juan Carlos de inmediato aprovechó para burlarse "¡ay, la nenita ya se sintió mal, por sus pobrecitos pajaritos!"
El menor de ellos, Luis, me dijo "deberías tirarles también, te va a gustar mucho, se siente rico".
Y el mediano, Miguel, dijo una frase que me sería determinante años más tarde, " es poder".
Al cabo de un rato me dejaron ir, pero me dijeron que fuera al día siguiente.
Les aseguré que así lo haría, pero no pensaba volver, quería simplemente que me dejaran ir, escaparme.
Tras una noche de sufrir pensando en tantos animales muertos, llegó el día siguiente y.
no pude evitar pasar por ahí.
Claro, por accidente.
Deseando que no estuvieran, claro, pero si dejar de buscar para ver donde andaban.
Cuando los vi y me acerqué, noté que algo habían estado tramando, pues su recepción fue tal como si me esperaran.
Sonriendo maliciosamente, Juan Carlos dijo "ya sabía que ibas a venir, nena".
Y Miguel siguió "ven, te vamos a enseñar un juego bien padre.
"
Nos metimos en una cañada, y ahí Juan Carlos volvió a someterme, y sentarse en mi pecho aunque esta vez no puso sus rodillas para atrapar mis brazos.
Se inclinó para poner su bulso en mi nariz, lo apretó y dijo "¿huele rico?" No le contesté, y se levantó.
Pensé que se iba a retirar pero simplemente se bajó el short, se lo sacó de una pierna y volvió a sentarse y apoyar su bulto en mi cara "¿y ahora qué tal huele?"
Intenté forcejear pero Miguel y Luis estaban a los lados, y pues en todo caso no forcejé mucho.
El olor era fuerte, y comenzaba a despertar algo en mí como el primer día que Juan Carlos se sentó en mi.
Sentirlo sentado sobre mí, y ver sus muslos tan cerca de mi cara, su sexo reposando sombre mi nariz, su evidente erección.
era demasiado ya.
Y claro, la cosa no paró ahí.
Ya sabía y de hecho anhelaba lo que venía.
Y vino.
Juan Carlos se volvió a parar, repitió el mismo movimiento que con el short, pero esta vez con su calzón, y me puso sus genitales en la cara.
Miguel y Luis reían quedito, yo estaba azorado entre la humillación y el deseo.
y Juan Carlos, sin más dijo "abre la boca, nenita".
No tuvo que repetir la orden, y la naturaleza tomó su curso.
Lo chupé con pasión.
era el primer pene que tenía en la boca, pero supe tratarlo como se debía.
Y después de Juan Carlos siguió Miguel, y luego Luis, y de nuevo Juan Carlos.
Al cabo de atenderlos muchas veces a cada uno, entonces dijo Juan Carlos "pues ahora ya es hora de cazar".
Fueron tan letales como el día anterior, si no que es más, pero con una variante.
Ya no me llevaban sólo a ver y para burlarse de mí, sino me mandaban.
"Orale Beto, recoge más piedras".
"Pinche Beto, ve a ver si cayó vivo el pájaro y si está vivo, tráelo".
"Mira que cara de nena pones todavía, Betito.
Para eso son, no seas nena.
"
Y a la hora de descansar:
"Vente mi Betito, te voy a dar tu chuponcito" ofreciéndome al mismo tiempo sus penes.
no me daba abasto para atender a los tres, cuando todos querían atención al mismo tiempo.
No necesito decirles que la escena se repetiría con mucha frecuencia, y las cosas escalaron y mucho.
Cuando alcancé la pubertad yo ya era enteramente de ellos, y el mismo hecho de que fueran tan menores y me pudieran someter me excitaba mucho Ya para entonces no había una parte de su cuerpo que no había tenido que atender.
Aparte del sexo oral, esencialmente todo les estimulaba.
En una ocasión Juan Carlos se robó unas pantis de su hermana, y me hicieron usarlas en un día de cacería.
A cada rato me alzaban el short para verme las pantis rojas.
Ellos fueron los primeros varones que me sometieron enteramente, y me abrieron todo un horizonte nuevo.
Y en las noches, confieso sin pena, ya no pensaba en mariposas o pajaritos, sino en pelos lacios, shorts, brazos, piernas, calcetines, rodillas, espaldas, pies, olores, resorteras y.
el poder de hombres.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!