UN RELATO MEDIEVAL MUY OSCURO (no para lectores sensibles)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por israel7.
Jean Claude y Maurice eran dos muchachos de 14 y 13 años habitantes de una aldea a 40 millas de la ciudad de Nantes.
Solían asistir todos los días a la escuela parroquial de Saint Lucas ubicada en un pueblo vecino.
Era una hora de caminata que los chicos realizaban atravesando bosques desolados y campos agrícolas, al llegar a la escuela se juntaban con otros chiquillos pueblerinos tan pobres como ellos y con los niños huérfanos que vivían allí mantenidos por la iglesia y el alcalde.
Jean Claude era de cuerpo fornido, cabello negro enrulado, hijo único de un zapatero del lugar, no le gustaba el estudio, era indisciplinado, no obedecía a sus padres y le gustaba evadirse de la escuela.
Maurice era de cuerpo delgado, con un rostro bello, cara de ángel y el cabello rubio, liso que le cubría las orejas; Maurice tenía cara de ángel, pero de ángel perverso, pues su conducta era terrible.
Era el último de siete hermanos varones, con un padre alcohólico y la madre ausente al irse con otro hombre, crecía sin control como sus hermanos que hacían fechorías y a los que nunca corrigió el padre, pues no le interesaba la suerte de sus hijos y menos del último.
En la escuela, Maurice desfogaba sus odios, golpeaba a los más pequeños, robaba sus pertenecías y hacia destrozos, Jean Claude lo secundaba en todo y también agredía.
Los niños sufrían y a veces lloraban, por los abusos.
Más de uno de ellos le dijo, después de recibir una golpiza: “Algún día la pagaras Maurice, algún día” …un niño al que le quito la comida y pateó le dijo: “Mi hermano mayor cuando te encuentre te dará lo que mereces Maurice”, pero los dos abusadores se burlaban y Maurice se jactaba de no tener miedo a nada, ni a las amenazas , ni a los reglazos del maestro, que los recibía riéndose.
Los niños que eran huérfanos en la escuela sufrían más las maldades de los dos muchachos, no tenían familia a quien quejarse y por eso no se atrevían a contradecirlos.
En especial abusaban de un niño llamado Jacques de solo 10 años, un huérfano total que vivía en la parroquia tras el abandono de su madre siendo recién nacido.
Jacques como todos los huérfanos tenían la cabeza rapada para evitar piojos, ropa muy gastada, era flacucho y casi no hablaba.
Los dos abusivos lo tenían como sirviente y sometido a sus órdenes, el niño por su silencio aparentaba tener algo de retraso, pero no era así, sus temores lo hacían hablar muy poco, nunca se defendía ni peleaba, cuando hablaba su voz y gestos eran poco varoniles.
El huérfano era como el sirviente de los dos chicos, los seguía a todas partes para cumplir sus órdenes, las que iban acompañadas de un golpe; pero a Jacques también lo tenían sometido por otro motivo más retorcido, el abuso sexual.
Este abuso comenzó cuando un día faltó el maestro a la escuela por enfermedad, en el aula se armó el alboroto, en medio del bullicio escolar, Maurice y Jean Claude se acercaron a la mesa de Jacques y se sentaron a su lado en la banca y sacándose sus penes se hicieron masturbar por el chico, luego le ordenaron meterse bajo la mesa para que chupara sus miembros, el huérfano lo hizo.
Los siguientes días Jacques no se quejó de lo ocurrido ni al maestro ni al cura pues más miedo le tenía a los castigos con la regla o el cinturón de cuero de los dos adultos que debían protegerlo.
Su silencio provocó que le siguieran haciendo lo mismo, viviendo desde ese día un sometimiento también sexual.
La penetración anal no tardó en llegar durante un recreo ocultos en la huerta de la escuela.
El año escolar transcurría, Jean Claude y Maurice odiaban el estudio, les aburría escuchar por horas las clases tediosas del viejo maestro, por lo que había días en que solían evadirse de la escuela por el muro posterior.
Cuando lo hacían había un ambiente de tranquilidad entre los escolares.
En sus escapes iban al bosque allí tendidos en la yerba conversaban sus deseos de viajar, soñaban ir a la gran ciudad de Nantes donde buscarían a un hermano de Maurice , en una de sus conversaciones decidieron huir para siempre de la escuela y de sus hogares lo planearon entonces varias semanas, sabían que debían atravesar el bosques cercano, ir por caminos casi inhabitados llevando comida y dinero y llegarían a su destino en tres días.
El día elegido llegó, era un viernes del mes de abril, ya la primavera estaba en su esplendor, la nieve se había retirado, los bosques mostraban abundante vegetación, flores y frutas.
Comida no les faltaría pues llevaban en sus morrales queso, panes, jamón, también traían dinero robado a su padres y a algunos chicos del pueblo que estudiaban en la escuela.
A hora del recreo se alejaron del bullicio infantil llegando al muro posterior para una fácil evasión, pero habían olvidado que Jackes, el niño sirviente que los seguía a todas partes, estaba detrás de ellos esperando sus órdenes.
En un instante decidieron que también huiría para seguir a su servicio para siempre.
Lo levantaron y lo hicieron pasar primero el muro, luego pasaron los dos.
¡Al fin libres!
Ese día de la huida el pobre Jacques vestía una camisa blanca vieja, muy holgada, un pantalón corto sujetado con un tirador que pasaba cruzando su pecho a uno de sus hombros, el pantalón era ancho y lo llevaba tan subido que mostraba totalmente sus piernas desnudas, algo sucias por el descuido del aseo en el orfanato, calzaba sandalias.
Los otros dos fugados vestían algo mejor por tener familia, camisas de manga larga de tela ordinaria, pantalones blancos muy ajustados como mallas y botines de cuero.
Se dirigieron al bosque, a Jacques le hicieron cargar sus morrales mientras ellos con varas largas avanzaban entre matorrales, arboles enormes, avanzaron y avanzaron hasta que llegaron a un sendero.
Caminaron dos horas por el sendero, hasta que casi a medio día llegaron a un arroyo, allí descansaron, echados en la hierba sentían la libertad en sus pechos y estaban muy contentos, sacaron pan y queso para comer y bebieron abundante agua.
Vieron a Jacques sentado a un lado bajo un árbol y le lanzaron un pan y jamón como se fuera un perro y se rieron, el niño comió ávidamente.
Echados en la verde yerba miraban las nubes en el cielo azul, dormitaron un largo tiempo , al despertar echados se desperezaron estirando sus brazos y piernas , ambos tenían las erecciones propias de su edad, entonces sacaron sus penes y comenzaron a masturbarse para así completar la buena suerte que tenían ese día.
Todo salía como lo planificaron, Jacques los miraba recostado bajo un árbol, entonces Maurice lo miro con su precoz lujuria y lo llamó, el niño se acercó inmediatamente, Maurice se incorporó le bajo el tirador del hombro y el pantaloncito corto cayo hasta los tobillos, no llevaba interiores.
Ver las nalgas y piernas desnudas del chico excitó a los dos muchachos , lo pusieron en cuatro como perro, Maurice se colocó atrás y le metió enteramente su pene ensalivado, no era la primera vez que lo hacía, su pene no era muy grande , pues a sus 13 recién empezaba a desarrollarse, y tenía una firme erección, una dureza que hacia gemir a Jacques penetrando totalmente el miembro en su anito.
Jean Claude excitado, sin dejar de masturbarse se ubicó de pie frente a la cara de Jacques que hacía gestos de dolor por la penetración y le ordenó abrir la boca, entonces se la hizo mamar….
la verga de jean Claude si era más grande, a sus 14 años ya se le había desarrollado y tenía pelos.
Jacques mamaba y mamaba cumpliendo una de las funciones por las que lo habían traido.
Un largo rato duro la follada el niño huérfano ya tragaba el semen de Jean Claude, cuando de pronto escucharon un ruido de caballo.
inmediatamente dejaron de hacer sexo, se acomodaron las ropas, demorándose Jacques en subirse el pantaloncillo.
Entonces apareció un soldado a caballo, era algo viejo de unos 50 años , avanzo hacia ellos se detuvo, bajó del caballo y lo llevo a beber al arroyo, luego se acercó a los muchachos, los vio uno a uno se deyuvo en Jacques que en ese momento se limpiaba la boca con el dorso de la mano, y les pregunto con firmeza militar:
– ¿Que hacen jóvenes aquí en el bosque?
-Nada caballero, contesto Jean Claude, solo estamos de vacaciones paseando.
-¡No me engañen! deberían estar en la escuela, seguro se han evadido, voy a informar al maestro.
– No lo haga señor, la verdad es que vamos de viaje a la gran ciudad, somos huérfanos y en la escuela nos maltratan.
– Él si es huérfano- dijo señalando a Jaques- pero ustedes no, pues están mejor vestidos.
-Por favor no nos denuncie, suplico Jean Claude.
– Esta bien, yo también me fui de mi hogar a vuestra edad, no informaré pero deben tener cuidado en estos bosques han ocurrido robos, crímenes y violaciones, claro que yo me defiendo con esto-
El soldado saco un cuchillo ante los asustados ojos de los chicos.
Hubo un silencio.
el hombre los miro un rato uno por uno, manipulando el arma, por la mirada maliciosa parecía saber lo que hicieron los tres chicos hacia un rato.
Miró más insistentemente a Jacques, como embelesado por la edad y presencia del pequeño, entonces le dijo a Jean Claude:
– ¡No diré nada, pero el huérfano se viene conmigo! necesito un sirviente, te daré 5 monedas y no dirás que lo tengo yo.
El pobre Jacques oyó asustado la propuesta, paralizado presintiendo algo malo, comenzó a llorar y se orino de miedo.
Jean Claude y Maurice se miraron y dijeron:
-Aceptamos y nos olvidaremos de él para siempre.
El soldado guardo el cuchillo, les dio las monedas, monto en su caballo se acercó a Jacques que tenía los ojos muy abiertos del miedo, lo tomo por la parte de atrás de la camisa y el tirador y lo levanto por el aire como un muñeco que no pesa nada, Jacques pataleó un poco en el aire y con las piernas desnudas abiertas quedo montado delante del hombre en el caballo.
Se alejaron lentamente por el camino.
-Ja, ese viejo seguro nos ha visto hacerlo y se lleva a Jaques para follarlo-comento Maurice.
-Bueno, bien por él, así tendrá comida casa y solo tendrá que entregar el culito-
-Vamos a seguirlos un rato- propuso Maurice.
Siguieron el rastro una media hora y entonces encontraron el caballo atado a un árbol, siguieron sigilosamente buscándolos hasta que llegaron a un claro del bosque y allí estaban.
Se ocultaron detrás de uno arbusto y vieron al viejo soldado apoyado de espaldas en una gran árbol con los pantalones abajo y Jacques arrodillado delante mamando su enorme pene.
-Te lo dije, lo compró para eso.
Susurro Maurice
– Si, mira como le mama la verga con ganas, creo que ya el huérfano consiguió papá ja ja – dijo Jean Claude
Se quedaron allí mirando como Jackes mamaba cada vez con más ganas, la verga del hombre, ya chorreaba semen por su boca y el niño seguía mamando y tragando semen como becerrito hambriento.
Decidieron alejarse para evitar ser descubiertos y perder la vida o ser violados.
La tarde se iba y debían dormir esa noche donde dejaron los morrales para seguir el viaje al día siguiente
Esa noche los dos chicos fugitivos durmieron tranquilos sin remordimiento de haber vendido al pequeño huérfano, al despertar se fueron a asear al río y luego desayunaron el pan y queso que tenían guardado.
Cargaron sus morrales y siguieron caminando por el sendero unas dos horas.
Se encontraron con un leñador, un buen hombre que les aconsejo regresar a sus casas por los peligros del bosque.
No hicieron caso al consejo, Maurice soberbio le respondió en forma descortés:
-Mira anciano sigue tu camino, yo no le tengo miedo a nada ni a nadie,
Se internaron a lo más profundo del bosque los arboles eran enormes y no se escuchaba ningún ruido solo sus pisadas, de pronto encontraron un ciervo muerto colgado de un árbol, lo observaron con curiosidad, el animal había caído en la trampa de un cazador .
luego más allá otro animal también colgando de una rama.
Eran unas trampas colocadas en el suelo, el animal entraba al lugar y se activaba la trampa, una rama como catapulta jalaban al animal atrapándolo en las cuerdas y así quedaba colgado, a las horas el cazador volvía y le cortaba el cuello al animal para que se desangre.
El lugar era tenebroso y los chicos estaban asustados, pero avanzaron, sabían que saliendo de allí estaba el camino principal que los llevaría a Nantes, avanzaron y encontraron dos presas mas colgados de los árboles, ya desangrada y la otra desollada, sin piel.
Su asombro y miedo aumentó y ya estaban arrepentidos de haberse fugado.
Estando así absortos mirando al animal, escucharon un vozarrón de hombre a sus espaldas.
¿¡Quiénes son ustedes y que hacen acá…!?
Voltearon sus rostros asustados y se encontraron con un hombre enorme fuerte de unos 30 años, vestía ropa de piel y cuero, una barba oscura, grandes cejas, ojos de mirada penetrante.
Llevaba sogas, hacha y un cuchillo, era evidentemente el cazador, dueño de las trampas.
El hombre avanzó observándolos de pies a cabeza.
Sus brazos muy musculosos estaban desnudos.
Los chicos estaban mudos del terror, pero solo Jean Claude aterrorizado suplicó…
-No nos haga daño señor, somos niños rumbo a casa.
Maurice estaba también muy asustado y estaba perdiendo esa jactancia de no tener miedo a nada.
El hombre los rodeo mirándolos por los cuatro costado, entonces se acercó a Mauricio vio su bello rostro de ángel y en sus ojos hubo un brillo perverso .
Le puso el cuchillo al cuello y le dijo:
-Tienes cara de mujer niño, eres muy lindo- y se pasó la lengua por los labios,
Maurice aterrorizado suplico lloroso ¡No me mate señor…por favor!
El hombre guardo el cuchillo le tomo con una mano de la nuca, acerco su carita a la suya y lo beso como si de a una mujer se tratara,
Maurice sintió su boca invadida por la lengua del hombre, la sentía moverse adentro, también sintió la otra mano el hombre agarrando y acariciando sus nalgas, también estrujándolas con fuerza.
Lo levanto en vilo para estar a su altura.
Cuando dejo de besar a Maurice se acercó a Jean Claude y le dijo:
¡Largate de aquí, él se queda conmigo, solo lárgate y regresa por tu amigo mañana!
Jean Claude se quedo inmóvil tres segundos, vio la cara aterrorizada y suplicante del “valiente Maurice”, temblaba, sus ojos muy abiertos y al igual que Jacques se había orinado del miedo.
-¡ LARGATE ¡ – volvió a decir el hombre con un vozarrón, mientras le mostraba el cuchillo a Jean Claude
El chico salió corriendo por su vida, se detuvo a una regular distancia volteo y vio al hombre tomar de la nuca a Mauricio y llevarlo al interior del bosque.
Jean Claude siguió corriendo asustado alejándose hasta que cansado cayó de cara al suelo y se puso a llorar desesperadamente , se les había acabado la suerte.
Poco a poco se fue calmando y se quedó dormido, al despertar se dio cuenta que había dormido unas dos horas, saco un pan de la bolsa y comió.
No quería estar solo en el bosque y a pesar del peligro decidió regresar a buscar a su amigo, no olvidaba el cuchillo amenazante, pero sabía que el cazador no iba a permanecer para siempre en el lugar.
Regreso entonces y comenzó a buscar a su amigo, pero no encontraba a Maurice por ningún lado, se aterrorizo de quedarse solo en el bosque y comenzó a llamar;
-¡Maurice, Maurice ! – y ninguna respuesta, entonces vio rastros de sangre fresca y se estremeció, siguió el rastro de las gotas y más adelante encontró el pantalón de Maurice totalmente desgarrado y húmedo, lo olio y era semen y con algo de sangre, siguió avanzando y de pronto encontró a Maurice.
Era una escena terrible que nunca olvidaría en toda su vida.
El pobre Maurice estaba totalmente desnudo y quieto en una posición humillante, arrodillado el culito apuntando al cielo con un madero introducido en el ano.
Su cabeza apoyada de costado en el suelo de tierra, sus manos atadas a la despalda.
Jean Claude estaba conmocionado, se acercó cautelosamente, se arrodillo y miró muy cerca la cara de Mauricio para ver si respiraba, vio que tenía la mejilla derecha apoyada en la tierra.
No respiraba estaba muerto y tenía sus ojos con la mirada carnero degollado, el bello cabello rubio desordenado y con tierra, el rostro con moretones.
Jean Claude se puso de pie y rodeo el cuerpo, vio que sus manos y brazos estaba atados con una cuerda a su espalda, la cuerda también rodeaba su cuello volvía a los brazos y subía a una rama de un árbol.
Vio la estaca clavada en el recto, las nalgas muy separadas mostraban huellas de mordidas hechas por su violador, la vara en el ano era de una rama de árbol muy gruesa y sobresalía unos 30 centímetros, el resto del madero seguro de igual tamaño o más estaba metido profundamente en el recto del niño.
Bajo la mirada a los pequeños testículos y lampiños muslos por donde aún chorreaban gotas semen y sangre que salían del ano; pero se percató que había mucha sangre en el suelo, ¿de donde?.
Con horror descubrió que el asesino le habían cortado el pene al niño.
Retrocedió horrorizado se sentó en el suelo para calmarse.
Así se quedo largo rato incapaz de reaccionar.
Sintió que el cadáver lo miraba, pues sus ojos estaban entreabiertos, un ojo moreteado y el otro enrojecido- Al ver sus labios hinchados y mordidos se percató que tenía algo en la boca, se acercó caminando de rodillas y puso sus dedos entre los labios hinchados y dientes rotos, le abrió la boca y cayó al suelo algo , se dio cuenta que era el pene cortado del niño.
Decidió marcharse para alejarse del horror y del peligro, pero antes de hacer le llamo la atención las cuerdas que pasaban por el cuello de la víctima.
El cuello y hombros también tenían raspones, chupetones y mordidas, huellas de un acto sexual salvaje desenfrenado.
Parecía que primero el hombre había sodomizado Maurice, para después empalarlo disfrutando sus gritos y finalmente mutilarlo y ahorcarlo con las cuerdas.
La única parte del cuerpo sin huellas de violencia eran sus pies desnudos cuyos dedos apuntaban hacia adentro…
Su mirada volvió a la cuerda que pasaba por el cuello y los brazos atados, luego subía a la rama de un árbol junto otra cuerda que envolvía las rodillas del niño.
Jean Claude por compasión quiso sacarle la estaca que empalaba el recto de su amigo, tomo el madero con una mano, lo movió para sacárselo, pero de pronto algo se soltó, hubo un sonido extraño del ramaje, retrocedió asustado y se dio cuenta que era la trampa para animales que se accionaba en ese momento.
Una rama del gran árbol salto hacia arriba como catapulta jalando las dos cuerdas, todo el cuerpo del niño muerto se levantó por el aire dando un giro violento, quedando luego colgado balanceándose en una posición extraña, tenía ahora los pies y pantorrillas detrás de su cabeza, como un nudo humano, el culito empalado de Maurice quedó hacia abajo frente a la cara de Jean Claude balanceándose despacio, solo se oía el sonido crujiente de las cuerdas frotando las ramas.
Jean Claude agarro la vara para sacarla, pensó que así hacía algo por su amigo, pero lo único que consiguió fue balancear más el cadáver.
Lo tuvo que dejar así, como una presa de cacería, una presa que no era un animal sino un jovencito empalado.
En ese momento, antes de alejarse, recordó las palabras de los niños de la escuela:
“Un día lo pagarás Maurice, un día lo pagarás”
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