Botin de guerra. Novena parte
Sigrid en poder de los rusos, regalada a Connors.
Sigrid permanecía en el cobertizo, ajena al espionaje a que estaba siendo sometida por parte de Greta y su hijo Hans. Estaba limpiándose a fondo, pues se sentía, y lo estaba, totalmente sucia. Olía a rancio del tiempo sin lavarse en el calabozo, a la orina de los SS. Se estaba pasando el estropajo por la entrepierna cuando oyó la voz de la mujerona a sus espaldas.
– Así me gusta cariño, que seas una chica limpia. Así estás mucho más guapa. He lavado algo tu ropa y está mojada, y lo siento, no tengo nada para darte mientras. ¿Estás mejor, mas cómoda? Mira, este es mi hijo Hans, ¿a que es guapo? -dijo señalando a su hijo, que la acompañaba, con los labios babeantes y los ojos desorbitados al disfrutar de la desnudez adolescente de Sigrid.
Esta, al verse sorprendida en toda su desnudez se tapó rápidamente el pubis, intentando hacerlo también con sus incipientes pechos, consiguíéndolo, a muy duras penas. Greta soltó una carcajada ronca:
-Deja tonta, si aquí sólo estamos nosotros, y no estamos acostumbrados a ver cosas tan bonitas. ¿A que tiene unas bonitas tetitas, Hans? ¿y el culito? ¿Te gusta? Que suerte, tan joven y tan bonita, y por lo que me dijiste, tan inexperta. Ven aquì, cariño, que te seque, no vayas a coger frío -dijo cogiendo un trapajo, más bien un harapo y dirigiéndose a Sigrid.
Esta intentó rechazar el ofrecimiento, pero Greta la sujetó fuertemente por el brazo:
– ¿Qué pasa, que la señoritinga nazi del Partido no quiere codearse con los miserables? Pero bien que te has comido mis patatas y mis gachas, eh? ¿y ahora no podemos ni tocarte? Ven, Hans, sujétala y le vamos a enseñar modales para que sea más amable.
Hans se abalanzó sobre ella, golpeándola fuertemente en el estómago, hasta que Sigrid cayó al suelo de espaldas, y el hombre se colocó sobre ella, abriéndole las piernas con un fuerte empellón con las rodillas, mientras se abría los botones de la bragueta. Un hedor agrio, a orina corrompida llegó hasta Sigrid, mientras se oía un rugido por parte de Greta, que cogía a su hijo del cuello.
– ¡Aparta, bestia!, Ya sabes a quien corresponde comenzar. Quiero meterle la mano hasta el codo para que aprenda educación!! -voceaba mientras apartaba a Hans, y colocándose ella entre las piernas abiertas de Sigrid.
Esta, aterrorizada pretendía quitársela de encima inútilmente, hasta que, palpando alrededor de su cuerpo, su mano tocó algo duro. Era una almohaza, un cepillo de fuertes púas, utilizado para cepillar las crines de los caballos. Intentó golpear a Greta con el cepillo, pero está intuyó el movimiento, por lo que se echó hacia atrás y el cepillo le pasó rozando la cara, dejando las púas varios surcos sangrientos en la ya de por sí fea cara de la mujerona, que soltó un alarido de dolor. Uno de los surcos pasaba sobre el ojo izquierdo, que estaba seriamente dañado, soltando un reguero de liquido viscoso, mientras Greta se llevaba las manos a la cara aullando, dejando libre a Sigrid, que se levantó rápidamente, ante la pasividad del tarado Hans, que se quedó totalmente petrificado ante la reacción de Sigrid y de su madre.
Sigrid corrió hacia la puerta del cobertizo, pero en ese momento Hans reaccionó y consiguió coger del pie a Sigrid, en el momento que casi traspasaba la puerta. Perdió el equilibrio y consiguió asirse, mientras caía, a algo que parecía un bastón. Instintivamente lo colocó ante ella. El bastón en cuestión era un bieldo, de cabeza coronada con cuatro afiladísimas pùas, sobre las que Hans, por efecto de la inercia, cayó con todo su peso. El extremo del bieldo se encontraba apoyado en el suelo, por lo que Hans, al caer sobre él, se introdujo las cuatro pùas en el abdomen, dibujándose en su cara abotargada un rictus de sorpresa, seguido de un gruñido de dolor, que se uniò a los gritos e imprecaciones de su madre.
-¡ Zorra maldita, ven aquí! ¡Me has dejado ciega, puta asquerosa! ¡Te voy a desollar como a un cerdo! -increpaba Greta a Sigrid.
Realmente ciega no estaba, aunque un ojo sí lo tenía reventado. El otro estaba cubierto por la sangre que manaba de los surcos de la cara, pero había perdido la orientación y el dolor insoportable la tenia al borde del shock. Habiendo conseguido liberarse momentáneamente de sus captores, Sigrid salió corriendo, desnuda como estaba, hacia la casa, para recuperar su ropa. Entró en la barraca y vió sus ropas, falda y camisa encima de una silla. Ràpidamente se vistió, se calzó unas alpargatas que vió cerca y en un saco metió todo lo que podía servir para comer… patatas, harina, algún trozo de queso…. y salió de nuevo corriendo, para chocar con Greta, que, con la cara ensangrentada y gritando de dolor intentó retenerla. Le dió un fuerte empujón y siguió corriendo, mientras la mujerona se arrastraba por el suelo continuando con sus maldiciones:
– ¡Zorra maldita! ¡Hija del diablo y diez mil putas! ¡No me dejes así, vuelve, asquerosa!!!
Sigrid siguió corriendo hasta llegar a la linde del bosque. Continuó andando, casi corriendo, hasta que se sintió segura y se dejó caer en unas piedras para descansar. Sacó el talego donde había metido algo de comer y mordisqueó unos cuscurros de pan, reservando el poco restante para más adelante. Le era importante encontrar agua, por lo que, recordando los entrenamientos de las BDM, intentó andar ladera abajo, donde probablemente encontraría un riachuelo o arroyo.
Siguió andando durante varios, muchos días, acabando las provisiones del talego, bebiendo en charcos o hilos de agua y comiendo bayas que encontraba. Llegó, al cabo de muchos días a un carretera desierta, con claros agujeros por haber sido bombardeada, y en un cartel oxidado vio que se encontraba a 60 km de Nuremberg. Era una ciudad grande, donde podría esconderse y encontrar comida.
Llegó a la ciudad tras varios días de marcha, escondiéndose cuando veía algún vehículo militar o algún grupo de soldados que se dirigìa al frente. En Nuremberg había muchos soldados, pues los soviéticos se encontraban aproximándose. Pudo encontrar una tienda destruida, donde, por la noche, se pudo deslizar y coger provisiones. No pudo cambiarse el uniforme, así que seguía con su uniforme de la sección femenina de las Hitler Jugend. Por una parte le perjudicaba pero por otra parte le daba un aura de “legalidad”. Al cabo de unos días de marcha penetró en Turingia, sin saber que ello iba a cambiar su vida.
Penetró con cuidado en un pueblo, cuando se oian explosiones en la lejanía. A poco se encontró con un pelotón de soldados de la Volksturm, armados con fusiles mauser, algún Schmeisser, panzerfaust y uniformes de fortuna. El que ostentaba las insignias de teniente le gritó:
-¡Donde vas, chiquilla! ¿No ves que los ruskis se aproximan y están preparándose para bombardear? ¿De donde vienes?
Sigrid improvisó.
– Soy Mirta Schaeffer, de las BDM. Mi grupo se disolvió en Nüremberg, por orden de las HJ, pero creo que me he perdido, pues debìa ir aun destacamento en el río Bamberg.
-Pues sí, si que te has perdido, pero muchos kilómetros. Te sugiero que te unas a un pelotón de HJ que está a la entrada de la ciudad.- Ahi te darán equipo y te encuadrarán. ¡Suerte! – y siguieron con su marcha.
Sigrid siguió sus instrucciones, con la idea de abandonar el pueblo lo antes posible, que se encontraba casi desierto. Entró en un túnel, más bien la desembocadura de unas cloacas y una sombra le salió al paso:
– Hola, muñequita. ¿Se puede saber de donde ha salido esta princesa?. Perdón – y alzó el brazo en el saludo nazi – Heil Hitler!!!
Pero lo dijo con una sonrisa sarcástica en su rostro. Otras sombras se unieron a él y la observaron con curiosidad. Estaban desharrapados, sus uniformes hechos jirones. Alguno tenía arma, pero la mayoría sólo tenia en bandolera talegos y mochilas.
El que le interpeló, y que parecía el jefe de la banda se dirigiò a sus compañeros:
– Mirad què tenemos por aquí. Una chavalita representante de nuestra maravillosa raza superior, un Hitler Jugend femenina… y muy guapa. ¿Anda nena, cuantos años tienes?
– Trece años -contestó Sigrid – y vengo a unirme al destacamento de HJ que está a la entrada, siguiendo órdenes – repuso con la máxima firmeza de la que fue capaz.
– Mira cariño, somos desertores, la guerra está más que perdida, y nuestro objetivo es intentar salvar el pellejo, cosa que te sugerimos. Si vas a ese destacamento, lo peor que te puede pasar es que te enganchen los ruskis, y lo mejor, que te metan una bala en la mollera. Te sugiero que te apuntes a nuestra alegre cofradía, nos dirigiremos al sur y nos entregaremos a los yankis. Y al menos viviremos. ¿Seguro que tienes 13 años? Se te notan unas bonitas tetitas, verdad, chicos? ¿Creeis que tiene 13 años?
El grupo contestó a voces, con gran algarabía:
– ¡Nooo, nooo! Tiene más. – dijo uno de ellos -Y si no, que las enseñe, que las enseñe. Y si las enseña, le regalaré una salchicha. – y ante el jolgorio de sus compañeros, ante el doble sentidos de sus palabras, aclaró: una salchicha genuina del III Reich, no seaís depravados – mientras enarbolaba una verdadera salchicha de Frankfurt y se la ofrecía a Sigrid.
Sigrid llevaba días sin comer. Solo había comido algunas moras en el pinar. La boca se le hizo agua, cosa que notó el jefe del grupo.
– Anda, enséñales las tetitas y te llevarás una salchicha. No son malos chicos, pero están bastante desquiciados y están seguros que les queda poca vida. Enséñales tus tetitas, te llevas una salchicha y te dejan en paz.
Se le notaba hastiado, cansado. Llevaba galones de obergefreiter y una Cruz de Hierro colocada de cualquier manera en su guerrera destrozada. Sigrid se quedó mirándola y el hombre le contestó:
– Sí, es de verdad. Me la concedieron en Kursk. Yo estaba en Panzers, y ahora no tengo Panzer y tengo esta chatarra. Anda, enséñales las tetas y que se relajen. Te aseguro que no te pasará nada. Y que no se enteren que no llevas bragas -sonrió. En efecto, sus bragas habían quedado en el bolsillo de la mujerona de la granja
Sigrid se quedó pensativa, aunque en su interior paladeaba la salchicha y se le hacía la boca agua.
Se desabrochó los botones de la camisa y la separó, enseñando a esos hombres sus pechitos abultados, con los pezones oscuritos y ya desarrollados. El que ofreció la salchicha se la entregó automáticamente, con cara de obnubilado. El que estaba a su lado, acercó las manos para tocarlas, pero la voz del Obergefreiter le detuvo:
– Si alguno la toca, le descerrajo un tiro. Somos desertores y luchamos por nuestras vidas, pero no somos unos hijos de puta.
Sigrid engulló la salchicha con avidez y cuando iba a cerrarse la camisa, otra voz saltó:
– Yo tengo otra salchicha. Pero tiene que venir a por ella a gatas. Es más, le daré dos.
El que había hablado se colocó la salchicha a la altura de la bragueta del pantalón, con una sonrisa lasciva.
– Ven, pequeña, ven y cómete mi salchicha.
El obergefreiter la miró, y se encogió de hombros, mientras deslizaba la mano hacia la funda de su pistola P-38.
Sigrid notó los sonidos de su estómago, se colocó a gatas y se dirigió hacia el desertor. Llegó a la altura de su pantalón. Acartonado , con un intenso olor a suciedad y orina reseca.
– Con la boca, cariño, cómetela con la boca -le dijo con lujuria.
Sigrid aproximó la boca hacia la salchicha y comenzó a comerla con ansia.
– Veis con que ansia la come? Os imagináis vuestras pollas en esa boquita? Yo creo que tendríamos para todos -reía mientras un bulto comenzaba a destacar en el pantalón. En ese momento intentó cogerle la cabeza para aplastarla contra su miembro totalmente erecto mientras con la otra mano la cogía las incipientes tetas. Sonó un disparo y el hombre se desmadejó con un orificio sangrante en la frente. El obergefreiter tenía la Luger humeante en la mano.
– Había dicho claramente que quien la tocara recibirìa un tiro. Y ya me conocéis. Jamás amenazo en vano. Anda, pequeña, no tentemos más a la suerte, cógele la otra salchicha y vete para unirte a tu grupo. Suerte.
Un lágrima recorrió el sucio rostro de la niña. Se acercó al obergefreiter y le hizo agacharse a su altura.
– Gracias -le musitó al oído mientras le estampaba un beso en la rasposa mejilla.
– Tengo una hija como ´tú Y desgraciadamente, habría hecho lo mismo. Todo.
Sigrid se alejó en busca del grupo de HJ que le habían indicado. Por lo menos conseguiría informaciòn de hacia donde dirigirse que estuviera más segura. Los localizó a la entrada del pueblo. Eran un grupo de 12 HJ, al mando de un Gruppenfhurer. Tenían entre 13 y 18 años, aproximadamente. 3 chicas y 9 chicos, y el jefe, de no más de 18 años. Todos vestían el uniformen HJ. Ellos camisa parda y pantalón negro y ellas camisa blanca y falda negra. Lo más apropiado para un frente de combate. Alguno llevaba alguna guerrera SS de camuflaje. Todos portaban granadas de mango, algún panzerfaust y subfusiles Schmeisser, y todos tenían un rictus de terror en sus caras.
Se presentó, manteniendo su falsa identidad al jefe del pelotón. El improvisado jefe de pelotón ladró, con la voz quebrada por el miedo:
– Rápido, dadle equipo a Mirta y vámonos zumbando a la trinchera exterior, que los ruskis están a punto de llegar.
Sacaron de alguna mochila una falda y una camisa, , una cazadora de camuflaje, una metralleta Schmeisser y varios cargadores. Se desnudó, sin que nadie le prestase atención y se equipó para seguir al grupo, justo cuando comenzaba un atroz bombardeo de mortero sobre la trinchera de circunstancias que iban a ocupar.
Una chica y un chico saltaron por los aires, quedando ensangrentados y muertos, mientras el resto se acurrucaba en el fondo de la zanja. Otra granada atinó donde se encontraba el jefe del pelotón, dejándolo fuera de combate, desmadejado en la trinchera. Se acercó a él y cogió unos planos que portaba en la bolsa de costado. Le serían muy útiles para poder situarse…. si salía viva, claro. De paso se apoderó de su pistola Luger P38. Por si acaso…. de algo le serviría
Al fondo se intuian figuras avanzando, figuras vestidas de caqui,. Eran soldados rusos. El bombardeo de morteros se espació y se oyeron los gritos de los asaltantes:
-
Urraaaaaaahhhhh!!!!
Aprovechando que los atacantes aún se encontraban lejos, todos los chicos supervivientes salieron de la trinchera y echaron a correr hasta las últimas casas del pueblo, mientras a su alrededor caían los proyectiles de mortero, ensordecièndoles y llevándoles al borde del pánico. Penetraron en una casa que aún se mantenía en pie, con claras muestras de que había sido abandonada hacía poco, pues quedaban comestibles en las alacenas. Tomaron posiciones en las ventanas mientras masticaban rápidamente unos bocados de la comida que encontraron. Sigrid se percató que debían tener tanta hambre como ella misma.
Una ráfaga de ametralladora barríó las ventanas de la fachada, y se llevó por delante a tres de los muchachos que la defendían, mientras el resto buscaba una puerta trasera por la que escapar. Los disparos aumentaban su intensidad, reduciendo aún más el grupo, Sólo quedaron Sigrid y la pequeña adolescente de 13 años, con un casco que se le colaba hasta las cejas y una cazadora camuflada que abultaba más que ella. Sigrid la cogió de la mano y corrieron hasta el bosque, mientras el resto del grupo caía segado por las ametralladoras rusas.
Corrieron como alma que lleva el diablo, hasta que se percataron que nadie las seguía. Los rusos habían efectuado un golpe de mano, simplemente para tomar el pueblo y por lo visto, con ello se conformaban. Se sentaron para recuperar el resuello y Sigrid desplegó los planos que había conseguido del difunto jefe del pelotón. Planeó una ruta de escape, dentro de sus posibilidades y reanudaron la marcha.
´- Soy Sigrid, ¿cómo te llamas? -se presentó a su compañera.
– Yo Ingrid -y ambas se echaron a reir ante la casi coincidencia de nombres.
Sigrid tomó la voz cantante y se autoerigió en la jefa de la pareja.
– Mejor vayámonos lo más lejos que podamos. Creo que podemos dirigirnos al norte, que hay más poblaciones y conseguiremos ayuda.
Disponian de dos Schmeisser y la Luger de Sigrid. Realmente su espíritu combatiente no existía, pero probablemente les servirían para cazar algún conejo, pues las exiguas provisiones que habían obtenido de la casa donde se habían fortificado no les durarian demasiado.
Anduvieron durante varios dias. Estaban agotadas. Dormìan por turnos y lo hacían en un duermevela inquieto. Ya no se oian ni disparos ni explosiones, y todo parecía apacible. Se dejaron caer derrengadas. Ingrid se dirigio asustada a su compañera.
-¡Estoy sangrando!
– ¿Estás herida? -preguntó Sigrid alarmada
– Nooooo. Estoy sangrando por abajo. Creo que es lo que me dijeron que me pasaría al crecer -contestó tímidamente Ingrid.
Sigrid sonrió mientras rasgaba una manga de su camisa.
-Bueno, entonces debería darte la enhorabuena, Ya eres una mujer, aunque no sea el momento más oportuno – y le tendió los trozos de camisa. – No es lo mas adecuado pero es lo que hay. Yo empecé hace un par de meses y no es para tanto.
-Me da mucha vergüenza. ¿Y dura mucho esto?
-Bah, unos días y luego tan feliz. Descansemos y seguiremos andando.
Siguieron andando varios días hasta llegar a un pueblo grande. Casi una ciudad. Con casas grandes, avenidas y gente. Gente que no paseaba, que más bien buscaba, lo principal en ese momento. Comida. Las dos amigas encontraron un túnel, y ahí se cobijaron, pues comenzaba a llover. Había más gente, gente mayor mujeres y niños. Consiguieron información de que el frente se había roto. Hacia el sur estaban los americanos y hacia el este estaban los rusos. Corrian rumores de que éstos eran muy violentos, por lo que la gente intentaba huir hacia el oeste o al sur.
Se alimentaban de restos de comida, aunque éste era un bien que escaseaba. En alguna casa quedaban restos de comida mohosa que devoraban como manjares, a veces peleando por ella como animales. Ingrid y Sigrid se habian deshecho de sus Schmeisser, conservando Sigrid la Luger.
Así subsistieron un par de meses, hasta que el grupo de mujeres y niños con el que estaban comenzaron una desbandada.
-¡¡¡Los rusos, han llegado los rusos!!!! -gritaba una mujer despavorida.
Y en efecto, una turba de soldados uniformados de caqui penetraron en el túnel. Sonaron algunos disparos. Algunos militares que se encontraban alli refugiados habían optado por la vìa rápida y se habían saltado los sesos, tras hacerlo previamente con sus mujeres o hijos. Las noticias volaban, y sabían que los rusos no tenían demasiada misericordia con los civiles.
Llegaron los primeros soldados sovièticos, soltando ráfagas al techo del túnel y gritando
-Stoi!!! (¡¡Alto!!) Nikto ne dvigayetsya (Nadie se mueva!!)
Comenzaron a separar, a culatazos, a los hombres de las mujeres y niños. Sonaron algunos disparos más y algunas ráfagas. Las mujeres fueron llevadas a empujones y golpes al exterior y subidas en camiones. Un ruso gordo se dirigiò a Ingrid mientras se desabrochaba el pantalón y en su sonrisa enseñaba unos dientes negros y desiguales.
– Davai, davai, razdevat´sya natsistskaya shlyukha (ràpido, desnúdate, puta nazi). -mientras sujetaba a Ingrid, le rasgaba la camisa y dejaba sus pechos al aire.
Ingrid gritó mientras se tapaba con los brazos, lo que originó la ira del soviético, que la propinó dos puñetazos en el vientre y en la cara. La joven cayó al suelo, y el ruso continuó propinándola patadas mientras Ingrid intentaba cubrirse. Sonó un disparo y el ruso cayó llevándose las manos al vientre, mientras Sigrid permanecia paralizada con la pistola en la mano. Llegaron más soldados que se abalanzaron sobre ella y la molieron a golpes y patadas. Uno de ellos le apuntó la cabeza con su metralleta, y en ese momento se oyó un grito:
-¡¡Stoi!! (Alto!!) – era un comandante ruso. -Soy el comandante Piotr Igor Abramovith, ayudante del General Vasily Kropskin, de la Guardia. Estas zorritas nos van a servir de escarmiento para que las mujeres nazis vean lo que les espera. Katiusha se encargará de ellas.
Al oir el nombre de Katiusha, los soldados prorrumpieron en una carcajada, algunos con miradas conmiserativas. El nombre de Katiusha era famoso en el Regimiento de la Guardia. Disfrutaba desvirgando violentamente a mujeres alemanas, y cuanto más jóvenes, más disfrutaba. Iba apuntando el número, ahora andaba por 70 aproximadamente,que apuntaba cuidadosamente en su blindado IS2, y su récord estaba en una niña de 6 años que había muerto tras su tercera embestida.
Las subieron a un semiblindado y las llevaron al campamento soviètico. Y Sigrid no volvió a ver a Ingrid. No sabía si estaba viva o muerta, aunque, en su fuero interno, esperaba que fuera lo último.
Sacudió la cabeza. El comandante soviètico la habia mantenido incomunicada, sin tocarla, durante un par de meses. No la habia tocado. Había oído los alaridos de las chicas violadas sucesivamente. En primer lugar por el que decían Katiusha, y luego por el resto. Vió como destrozaban la boca de una joven con la culata del fusil por negarse a chupársela a un sargento ruso, para luego ser sodomizada por no menos de doce soviéticos. Y no comprendía cómo ella permanecía encerrada. ¿Suerte? ¿Desgracia? Le daban de comer literalmente basura. La comida que sobraba de los comedores, rancia y mohosa, la comía con delectación. Hasta que un día, tras ver llegar un jeep con la estrella del ejército norteamericano, la sacaron a rastras de su calabozo.
Un sargento la llevó hasta el comandante ruso. Con él se encontraba un comandante norteamericano. Altísimo. Con el pelo rapado. Sus facciones parecían talladas en granito. El sargento dio un tirón de las cadenas que la aprisionaban y cayó a los pies del militar americano, que le entregó un cartón de tabaco y unas botellas al ruso y la subió al jeep. Entendió que la habían cambiado por unos cigarrillos y unas botellas de licor. Para el americano eso era lo que valía, unos cigarrillos y unas botellas. Recordaba esos momentos con una pena que le mordía el corazón….. pero ahora estaba ahì, a sus pies.
Había entrado en ella. Ella misma se lo había pedido. Recordaba el dolor que había sentido cuando la habia penetrado y la había convertido en mujer, y el placer que le habia dado. El chorro de semen imponente que la había llenado. Eso era señal de que habìa disfrutado con ella. Ahora estaba con la mejilla apoyada en su muslo mientras él dormía. A pocos centímetros, su polla, ahora en reposo, le atraía, Esa polla que, potente, habìa entrado profundamente, desgarrándola para darle luego un placer que jamás había sentido.
Movió una mano con cuidado, para no despertarle. La polla, ella la veía inmensa, reposaba flácida, gruesa, en reposo. Estiró los dedos para acariciarla. Era suave. La veía recia, aun en reposo. Sus manos la acariciaron cuando la arroparon el primer día, querìa creer que con cariño. Y ahora sentìa algo en su interior, viéndole dormir, relajado, con su polla también relajada y que la excitaba. Se aproximó cuidadosamente y posó levemente los labios sobre la cabeza desnuda de su miembro.
Rememorió los latigazos que le propinó a Miss Alice, y deseó haberlos recibido ella. Quería recibir todo lo que viniera de él. Las acometidas de su miembro o los latigazos que le apeteciera. Sí, quería ser su perra, su pequeña puta, adorarle, amarle y ser de su propiedad, hacer lo que a él le hiciera feliz. Amar a Miss Alice porque era su hija y se amaban.
Movio un poco la lengua, jugando con la abertura de la punta. Con la mano deslizó la piel hasta el final e introdujo todo el miembro en su boca. Lo ensalivó, le gustaba saborearlo, movió la lengua a lo largo del tronco y volvió a meterlo en la boca. Su tamaño le llegaba hasta la garganta, pero, con placer, aguantó la arcada y volvió a sacarlo, empapado con sus babas, más suave si cabe. Notaba como iba endureciéndose y deseaba sentirla de nuevo dentro de su coñito. Intuyó una mirada en ella, y, en efecto, Miss Alice la estaba mirando, con una sonrisita entre cariñosa y lasciva.
-¿Te gusta, pequeña puta? Y no me refiero a su polla, que ya sé que sí, te gusta él? Vas a ser su esclava? Hoy eres toda suya y todo va a ser para tí. Sabes que vas a sufrir, pero también vas a disfrutar como nunca en tu vida. Sigue lamiéndole y si quieres, me das luego un poquito de su leche. Pero sólo si tú quieres.
Sigrid siguió lamiendo el tronco durísimo, bajando la lengua hasta los testículos, lamiéndolos, ensalivándolos golosa, mientras oía los leves gemidos de placer del durmiente Connors. Siguió bajando hasta el perineo, siempre dejando un rastro de saliva, hasta que llegó a su ano. Se tumbó totalmente, con la cabeza entre las piernas de Connors y pasó la punta de la lengua por el cerrado agujero, para volver de nuevo hacia la polla, acompañando los movimientos de su boca con los de su mano, llevando el pene de Connors a su máxima plenitud.
Se levantó y se colocó a horcajadas sobre él, introduciéndose todo el miembro en su interior, ya desflorado. Notó un leve escozor, pero siguió moviéndose arriba y abajo, con la polla entrando y saliendo fácilmente de su interior, y comenzando a notar el brutal cosquilleo que sabía que precedía a lo que ya conocìa como un orgasmo. Alice la animaba, plena de lujuria.
-Así, pequeña puta, métetela toda. Hoy es tu día, hoy vas a disfrutar como la pequeña putita que eres. Intenta abrazarla con tus músculos de dentro del coñito, abrázala como si quisieras tenerla siempre dentro de tí.
Connors comenzaba a despertarse con los movimientos de Sigrid. No del todo despierto, alzó los brazos para coger los redondos pechitos de su esclava, acariciando los pezones, pellizcándolos levemente, gimiendo de placer y haciendo gemir a Sigrid, que murmuraba quedo:
-Sí, así, mi Señor, mi Amo. Disfruta de tu pequeña perra, tu pequeña puta. Quiero sentir a mi Señor dentro de mí, disfrutando de mí, cómo me regalas tus líquidos.
Connors estaba casi dormido, por lo que era Sigrid la que llevaba la voz cantante en sus movimientos penetrándose hasta el fondo. Un agudo pinchazo de placer recorrió su encharcado vientre, proporcionándole un prolongado orgasmo que le hizo gritar de lujuria y despertó totalmente a Connors, que la volteó, la colocó a gatas sobre el sofá y tomó la voz cantante en las penetraciones. Los testículos golpeaban con un fuerte chapoteo en las duras nalgas de la alemana, que se movía hacia detrás y hacia delante incrementando, más si cabe la penetración.
Comenzó a azotarla con las palma de la mano, enrojeciendo los cachetes de su culo al ritmo trepidante de la follada de que hacía objeto a Sigrid. Alice, excitada, observaba todo con una mirada lujuriosa mientras su mano acariciaba frenéticamente su coño, también al borde del paroxismo. Con un gruñido, Connors volvio a colocar a Sigrid boca arriba y dirigiò su miembro imponente hacia la boca de su amante, que la abrió totalmente para recibir los gruesos chorros de semen con que le obsequiaba. Mantuvo toda la lefa en la boca y dirigió su cabeza hacia Alice, para dejar que chorrease todo dentro de su boca, compartiendo el liquido espeso en un profundo y chorreante beso, a la vez que el cuerpo de Alice se arqueaba en medio de un orgasmo brutal.
-Gracias, hermanita. Gracias por compartir la lefa de tu Señor conmigo. Te quiero hermanita.
Sigrid, agotada, se echó a los pies de Connors, al igual que Alice, como dos verdaderas perras cuidando de su Amo. En ambas se dibujaba una sonrisa de felicidad mientras él acariciaba levemente los cabellos de ambas.
-Venga, vamos a descansar, que el día no ha terminado, o la noche, o lo que sea. -les ordenó Connors, arropándose con una manta.
Los leí todos con la avidez que prometí. Muy buenos. No seré yo quien te critique por tus fallos, bien sabemos que en las relecturas, uno siempre encuentra sus errores. No sé si este relato quede ahí o siga, esa será tu decisión. De cualquier manera, acá tienes un lector. Saludos.
Te agradecería indiques los fallos. Me gusta escribir, y no sólo porno. La pega de escribir espaciando los relatos es que a veces pasa eso, que caes en contradicciones, olvidas detalles… Por eso agradecería me los indicases.
Estimado Corsario, no me considero un crítico literario, pero entiendo lo que dices. Yo he publicado tres relatos aquí y la carcterística constante es la no retroalimentación. Ésto se debe, entre otras cosas, a que la mayor parte de los lectores navegando por aquí lo que buscan es masturbarse, que no tiene nada de malo, pero no ayuda para fines narrativos. Pero te propongo algo: volveré a leer tus relatos y te doy una opinión más detallada, esperando por supuesto, que tu hagas lo mismo con los míos.
Esperando tu respuesta, te deseo un buen fin de semana.
Por favor, me podrías indicar el nombre de un relato tuyo? Es que andar buscando pagina a página es matador. Te lo agradezco.
Corsario, perdón por mi respuesta tardía. Acabo de publicar dos relatos (Violeta 1 y Violeta 2). De ahí ya puedes meterte a los demás. Uno es Fetén, que lo publiqué sin revisarlo una sola vez y obviamente, está plagado de fallos. No publiqué las otras partes porque la historia se fue por otros temas alejados del erotismo o el porno. Y los otros dos se llaman Diálogos, que no son otra cosa más que ejercicios para pulir las conversaciones de mis personajes. Prometo empezar a leer los tuyos otra vez y luego chateamos.
Buen relato. Solo que falta un poco más de descripción en el sexo, y me gustaría que hicieras relatos de Katiusha… con el dolor y todo que sienten las hicas, sería fascinante