BOTIN DE GUERRA. Parte 11
Sigrid es castigada por su indisciplina.
BOTIN DE GUERRA . PARTE 11
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Lo siento Doc. Está visto que soy un blando con mis perras, pero ésto se va a terminar. Pero no dejemos que esa puta nazi nos agüe la velada -indicó a Habiba con un gesto que se acercase.
Mientras, Sigrid se había acurrucado en el rellano de la escalera, llorando y viendo como Habiba se acercaba lentamente a Connors, a su señor. Sorprendió una mirada de triunfo en la argelina mientras ésta se arrodillaba ante los dos hombres. Con una mano agarró la polla de Connors mientras con la otra hacía lo mismo con la de Ralston, agachando la cabeza, mirando de reojo a Sigrid y metiéndosela en la boca. Un hilo de saliva caìa de los labios de la argelina mientras subía y bajaba la cabeza, acariciando y babeando sobre la polla de Ralston. Siguió acariciando con la mano y pasó a lamer la de Connors. La introducía totalmente, casi hasta la garganta, para luego retenerla delicadamente con los labios hasta volver a su gruesa cabeza, siempre mirando de reojo, provocadora, a Sigrid.
Volvió a ocuparse de Ralston, sin dejar de mover despacito la de Connors. Su cuerpecito de 10 años se movía sinuoso entre los dos hombres, introduciendo en su boca sus pollas de forma alternativa. Era innegable la experiencia que tenía en hacer felaciones.
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Jean Phillippe, tu doncella es una verdadera bomba -se dirigiò Ralston, con la respiracion entrecortada, al francés.
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Os aseguro que os exprimirá a los dos, y si la dejamos, a los tres. Casi como me está dejando a mi esta perrita -ironizó De la Charriére.
Alice había dejado de mamar su polla y se había sentado sobre él en el sofá, dejándose caer sobre la polla del francés y subía y bajaba sobre ella, con movimientos sinuosos, apoyada en sus hombros mientras él acariciaba su culo y sus pechos.
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Envidio a los pulpos, con 8 brazos, ¡sacré bleu!, Así podría coger a la vez estas excelentes tetas y este culo que parece de pedernal. -bufaba mientras movía él también la cintura para penetrar todavía más a Alice mientras succionaba sus pezones inflamados.
Habiba, por un momento dejó libres las pollas de sus contrincantes para ponerse a gatas en el sofá, enfrentada a Connors y ofreciendo la grupa a Ralston. Este no se hizo rogar y echando un pie al suelo, comenzó a ensartar el coño de la pequeña.
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Mmmm… es un coñito diminuto, pero la coge como un guante. -alabó Ralston mientras lentamente iba enterrando su gruesa polla entre las piernas de la argelina.
Sigrid, acurrucada veía, entre lágrimas, la sonrisa altiva de Habiba mientras recibía la polla de Ralston a la vez que la de Connors llegaba hasta su garganta.
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Está empapada, es como si la metieras en un bote de gelatina, Dios, como babea -alababa Ralston mientras bombeaba el babeante chochito de Habiba.
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Mete polla, sidi, mete toda polla en coño. Habiba da placer, ¿si? Azota si quieres a Habiba -chapurreaba la argelina arqueando las nalgas para ofrecerlas a Ralston, que comenzó a azotar las nalgas esbeltas que se le ofrecìan.
Habiba comenzó a gemir cuando Connors, pasando las manos por debajo, apresó sus pechitos y comenzaba a acariciarlos, apretando los pezones de vez en cuando. Disfrutaba apretándolos entre sus dedos, estirarlos hasta oir el gemido de dolor de su amante. Lo había descubierto con Alice y lo había disfrutado con Sigrid, y los de Habiba, más pequeños, provocaban su deseo de notarlos sensibles bajo sus dedos. Habiba seguia lamiendo con devoción la polla de Connors, pero ya caían lágrimas de dolor de sus ojos oscuros. Pero ello no era óbice para que siguiera empujando con su culo contra la polla de Ralston, que se hundía rítmicamente en ella con un claro sonido de chapoteo.
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Puta Habiba está para gusto de sidi, lo que quiera sidi. Habiba obedece -jadeaba la pequeña ensartada violentamente por los dos hombres. – quiere sidi mi culo? Si quieren los dos a la vez, Habiba está lista
De la Charriére había colocado a Alice sobre el sofá, ofreciéndole la grupa y estaba separando sus nalgas introduciendo ambos pulgares en el ano, dejándolo totalmente expuesto.
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La follaste esta mañana, Connors? Se le nota rojito eh? -rió el francés.
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Sí, pero te aseguro que a ella no le importará. Es capaz de dejarnos secos a los tres si se lo propone -contestaba Connors mientras sentaba frente a él a Habiba, hundiéndola la polla en el coño, mientras ella cogía de nuevo la polla de Ralston y reanudaba una húmeda mamada. La introducía en la boca, casi hasta la arcada, para luego extraerla, viscosa de babas, hasta el final, pasar la lengua alrededor de la cabeza para volver a introducirla de nuevo.
Sigrid, acurrucada en su rincón, veía cómo De la Charriére iba introduciendo lentamente la polla en el ano dilatado de Alice y la cara de excitación que ésta iba poniendo. Así mismo veía los ojos de Habiba clavados en los suyos, de nuevo con esa mirada de prepotencia mientras sus leves caderas se movían en vaivén introduciéndose la polla de Connors. ¡Connors era su señor! Sigrid, en su ingenuidad estaba segura que se pertenecìan una al otro, y otro a una….
Habiba se inclinó un poco hacia delante, girando la cabeza y mirando esta vez a Ralston, mientras con una mano entreabría un poco sus nalgas, dejando al descubierto el orificio de su ano con una mirada viciosa poco acorde con su poca edad. Ralston se arrimó más a ella, ya ensartada en la polla de Connors e introdujo un dedo mojado en saliva en el el pequeño orificio, entrando sin ninguna dificultad, por lo que hizo lo mismo con dos dedos. Notó algo más de resistencia, por lo que escupió directamente en la punta de su polla y esparció la saliva a lo largo de ella.
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Métesela, Ralston. Veréis como disfruta siendo follada por los dos -les animó Jean-Phillippe mientras bombeaba en el culo de Alice, que se mordía los labios, presa de una mezcla de dolor y placer, a punto del orgasmo.
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Por favor, señor, me deja que me acaricie mientras me folla? -suplicaba Alice
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Claro que sí, cariño, métete los dedos, que yo te la seguiré metiendo por el culo hasta que me corra -respondió el francés.
Raslton apoyó la punta en el cerrado ano de la argelina y empujó, un poco, metiendo la cabeza y oyendo un quejido. No sabía si era por él o por Connors, que la tenía totalmente ensartada, chocando sus huevos contra el pubis de Habiba. Continuó apretando hasta que su polla entró en su totalidad en el recto de Habiba. La notaba apretada, y sentìa las embestidas de Connors por su vagina. Como médico sabía que había distancia entre vagina y recto, no sólo una membrana, pero se percataba de las dilataciones que originaba la polla de Connors al entrar y salir y las contracciones de su vagina las notaba él en su polla al bombear el culo de la argelina.
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Estás bien, perrita? -le preguntó al oído – lo aguantas?
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Si, sidi, estoy en el cielo,
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Has oído, Connors? A la perrita le encanta, así que continuemos, a ver si conseguimos llenarla los dos a la vez. -rió Ralston.
Siguieron con la follada doble de forma sincronizada, llenándola y vaciándola a la vez y disfrutando cada uno de uno de los pechitos de la niña. Ralston acariciaba el pezón correspondiente, mientras Connors apretaba y pinzaba, excitándose cada vez que Habiba se mordía los labios de dolor.
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Cómo me gustan tus pezones, putita, te los voy a dejar bien salidos, para que al chupártelos luego estén bien sensibles -rezongaba a su oído.
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Habiba es tu puta, sidi, Habiba sólo para vuestro placer. Habiba sólo tiene a sidi, y sidi me ha entregado a vosotros. Chica blanca no da placer, Habiba sí a los dos. -hablaba jadeando, poseída duramente por los dos hombres.
Alice continuaba siendo enculada violentamente por De la Charriére, sus acometidas sonaban cuando chocaba contra sus nalgas.
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Señor, estoy a punto de correrme, puedo, puedo??? por favor, ¿puedo?
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Sí, puta, córrete que te voy a llenar de lefa tu culo y….. diooooooosssss me corro también…..
Y los chorros de semen que inundaron el culo de Alice coincidieron con los espasmos que sentía la joven que no pudo contener casi un aullido…
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Aaaaaaaahhhh dámelo todoooo, dame tu lecheeeee…. -gritaba Alice en medio de gruñidos y estertores. Por favoooorrrrr,. Cómeme el coño, cómemeloooo.
El francés, derrumbado sobre la espalda de Alice, disfrutó notando como los chorros de esperma iban disminuyendo gradualmente dentro del recto de la joven, mientras recuperaba la respiraciòn. Debía reconocer que el culo y el coño de Alice eran totalmente distintos, aunque comparables, con los de la pequeña Habiba. Volteó a Alice, viendo sus ojos brillantes de deseo. No parecía que hubiera tenido un orgasmo hacía segundos. Quería más. La separó las piernas para descubrir su coño, brillante de jugos y fluídos. Le introdujo de golpe los cuatro dedos mientras con el pulgar apretaba el clítoris, que destacaba enrojecido e hinchado. Alice gritaba:
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Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, siiiiii, destrózame el coño, por favor, pero dame placer, da placer a tu puta, mátame si quieres, pero hazme disfrutar…. diooooos, que mano tienes, húndela si quieres, húndela, pero no pares….. – mientras otro orgasmo volvia a hacerla estremecer.
El francés sacó de golpe la mano e inclinándose, comenzó a lamer el coño de Alice, ya rebosante de líquidos espesos. Pasaba la lengua a todo lo largo de sus labios, los separaba para meterla al máximo, para lamer el clítoris mientras ella seguía contorsionándose, para al final, quedar totalmente desmadejada sobre el sofá intentando controlar su respiración.
Sonrió mirando al francés:
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Señor, me has hecho disfrutar. ¿has disfrutado tu? Me he portado bien?
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Si, perra, me has dejado casi seco. Pero espero que no hayamos acabado aún.
Miraron a un lado, donde Connors y Ralston seguían penetrando a la pequeña Habiba. Había momentos en que el delgado cuerpo de la argelina casi desaparecía bajo los empujones de los hombres, ambos corpulentos. Observaron a la pequeña, cómo se mordía los labios presa de placer. Sus orgasmos eran silenciosos, a lo sumo leves quejidos como de un ratoncito. Sólo de vez en cuando sacaba la punta de la lengua y mojaba los labios. Hasta que al final coincidieron los chorros de lefa de Ralston y de Connors inundándola. Entonces sí. Abrió los ojos, casi desorbitados mientras recibia oleadas de lefa en su intestino y su vagina. Tomó una bocanada de aire y casi se derrumbó sobre el pecho de Connors mientras Ralston le daba una última acometida con los últimos goterones de su semen.
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Diooooss, puta, cómo follas. Tienes un culo y un coño divinos -sonreía Ralston
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Que ahora me van a dar a mí vuestra leche… ¿Puedo señor? -preguntó Alice a Connors.
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Lámela toda, se lo ha merecido. Es una cría, pero también es un hembra con todas las de la ley -se dirigió Connors a De la Charriére.
Alice se arrodilló ante Habiba y comenzó a succionarle el coño y el culo, donde manaban hilos blanquecinos. Apretaba el pubis como si quisiera exprimirlo y rebañar hasta la última gota. Chupaba vulva y ano con fruición, pasando de vez en cuando por el clítoris y entonces sí, los silenciosos orgasmos previos de la niña dieron paso a otro más potente y ruidoso, con un grito casi animal.
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Aaaaaaaaaaaaaaaa, siiiiiii, señoritaaaaa siiiiiiiii me muerooooo.
Y si, casi creyeron que Habiba estaba al borde del colapso. Totalmente desmadejada, sudorosa y con los ojos extraviados y derrumbada sobre el sofá con leves movimientos de la pelvis mientras se iba relajando. Alice, con la cara embadurnada con cuajarones de la leche obtenida, besó a Habiba, que le lamió la cara, limpiándola
Todos sonrieron, también relajados. Alice se acercó a su padre, besándole en los labios.
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Gracias señor, gracias papá. Esta mañana me has dejado feliz, y esta tarde, más todavía. Te amo.
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Eres un excelente anfitrión, Connors -estrechó su mano De la Charriére -Y unas perras bien domadas y calientes.
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Lo de domadas hay que tomar medidas. No voy a consentir que esa putita nazi comience a desobedecer. Alice, súbela a la sala y átala.
Alice se acercó a Sigrid, que permanecìa hecha un ovillo en el suelo.
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Cómo te atreves a desobedecer a tu dueño? -le recriminó al oído.
Sigrid tenia los ojos irritados de llorar y otra vez tenía tiznones en su cara, como los primeros días.
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Lo siento, miss Alice. Sé que soy de Amo Connors. Por eso no querìa que me tocase otro hombre. Yo le pertenezco a él, bueno y a Vd., miss Alice.
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Tú le perteneces, como yo le pertenezco. Y cuando uno tiene una propiedad, la puede usar, la puede prestar y puede abandonarla, no lo entiendes?
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Me va a abandonar, miss Alice? Por favor, dígame que señor Connors no me va a abandonar -lloraba Sigrid.
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Tienes mucho que aprender. Y vas a aprender con castigos. Connors es un amo justo. Te va a castigar. Cuando tú creas que el castigo es suficiente, simplemente dices PARE SEÑOR, y él parará, y juzgará si has aprendido la lección.
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Me va a azotar como le azotó a Vd. miss Alice? -lloraba atemorizada.
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Es lo más probable. Pero mientras recibes los azotes, piensa en que es tu amo, piensa lo mereces y piensa si quieres que sea tu Dueño de verdad. Entonces, lo que decidas no tendrá marcha atrás.
Se incorporaron y subieron al piso superior, donde se encontraba la sala de castigos que ya conocían. Una cadena pendía del techo, y a ella sujetó Alice una barra horizontalmente. Con sendos grilletes sujetó los brazos de Sigrid a la barra y colocó otra barra en en el suelo, sujetando los pies a las anillas que la remataban. Sigrid quedó, por tanto, totalmente abierta y expuesta.
Subieron todos a la planta superior, acomodándose en sendas butacas, Habiba en el suelo, a los pies de Connors, con ojos brillantes y una sonrisa en los labios, frente a Sigrid, que esperaba encadenada al techo de la sala. Brazos y piernas abiertos, esperaba su castigo.
Connors abrió un cajón, donde se guardaban diversos látigos, fustas, floggers, varas, etc, diversos elementos para azotar. Escogió un látigo de cuero, de 1,5 metros. Algo más corto del que usó para castigar en su día a Alice. Se aproximó a Sigrid.
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Bien, Sigrid. Me has insultado, has insultado a mis invitados. Me has desobedecido. Sabes que debes ser castigada. Y ya te habrá informado Alice de que en cualquier momento puedes parar el castigo. Yo sé el número de azotes que voy a darte, tú no, pero en cualquier momento tú puedes pararlo. Si callas, debes ser consciente de que quieres recibirlos por propia voluntad. Porque ves justo que te castigue y asumes que me perteneces y puedo castigarte cuando y como crea oportuno. Cuando yo considere que has recibido el castigo, simplemente con que reconozcas que me perteneces, seguirás conmigo. Si así lo decides, podrás irte, te proveeré y cuidaré para que puedas seguir tu camino y nunca más nos veremos. ¿Has entendido?
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Si, Amo Connors. -asintió Sigrid llorando a lágrima viva.
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Correcto. Entonces, comenzaré el castigo.
Connors chasqueó el látigo y propinó un primer latigazo en la espalda de Sigrid, que dejó escapar un alarido, arqueando el cuerpo. Una línea roja cruzaba desde el omóplato derecho a su cadera izquierda. Varió de posición y un nuevo latigazo marcó un X en la espalda de Sigrid. El siguiente cruzó las nalgas de la joven de una cadera a otra. Otro más marcó su espalda, alcanzando la punta el pecho derecho de Sigrid. De nuevo cambió de posiciòn y procedió esta vez a azotar el pecho, vientre y muslos. Las marcas se iban sucediendo. Sigrid simplemente lloraba y se contorsionaba, imposibilitada de moverse por las cadenas.
Laa espalda estaba totalmente listada de rojo, así como sus nalgas y muslos. Iban ya 35 latigazos cuando Sigrid perdió momentáneamente la consciencia. Respiraba muy agitadamente y mantenía los ojos cerrados. Connors se acercó a ella.
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¿Quieres que pare? ¿Porquè no lo has pedido? Simplemente pídelo.
Sigrid musitó, agotada:
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Siga, señor. No quiero que pare. Castigue más a la pequeña puta.
Connors volvió a colocarse en la posición adecuada para proseguir el castigo, cuando De la Charriére se dirigió a él.
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Connors, Habiba me ha pedido permiso para sustituirte. ¿La autorizas? Piensa que ella ha disfrutado con Ralston y contigo, y debería compensar su desobediencia.
Connors se volvió hacia la pequeña argelina. Un brillo de excitación aparecía en sus ojos y su respiración se notaba agitada.
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De acuerdo, pero usa el flogger (látigo de varias colas), y detente cuando yo lo ordene.
Habiba cogió en sus manos uno de los flogger que habia en el cajón y, tomando impulso, azotó fuertemente el culo de Sigrid, que lanzó un grito de dolor. La argelina, siempre con la misma sonrisa lasciva volvió a tomar impulso y de nuevo golpeó las nalgas de Sigrid, que se agarraba fuertemente a las cadenas para no quedar colgada. Dio la vuelta, enfrentándose a ella y musitando a su oído:
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Yo he disfrutado de sidi Connors y sidi Doctor. Me han dado mucho placer y yo se lo he dado a ellos, puta blanca. Su leche sabe deliciosa. Por insultarlos, te voy a hacer sufrir.
De nuevo volteó el flogger, azotando con violencia los pequeños pechitos de Sigrid, ya marcados previamente con el látigo. Habiba se tomaba su tiempo entre cada golpe, alternando el culo, los pechos y la espalda, donde en algún lugar ya se notaban algunas lineas sanguinolentas. Disfrutaba dejando un espacio de tiempo entre cada azote, lo que originaba una tensión psicológica en Sigrid, que lo soportaba mordiéndose fuertemente los labios. Sudaba a chorreones víctima de la tensión, pero sus ojos ya se mantenìan secos.
Tras diez golpes más, Connors se acercó a ella, alzándole la cabeza:
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Tienes algo que decirme, pequeña puta? -preguntó.
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Que le pertenezco, Amo Connors. Puede hacer conmigo lo que quiera. Soy su pequeña puta, sólo para su placer, y sólo para su servicio y para lo que ordene. Gracias por educar a pequeña puta. Por favor, siga azotando si lo desea.
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Correcto. Entonces demos el castigo por finalizado. Sólo falta un pequeño trámite.
Se dirigió a su escritorio, revolvió un poco en un cajón y sacó un estuche negro. Dentro del estuche, de una bolsa de terciopelo, también negro, extrajo un aro de plata cerrado con un candado. Lo llevó a la vista de Sigrid.
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Lo había encargado hace días. No quise ponértelo porque todavía no estaba seguro que quisieras pertenecerme. Ahora ya me has convencido. Es el símbolo de que eres de mi propiedad. Está cerrado con un candado y tiraré la llave. Lo ves?
Mostró a Sigrid el interior del aro de plata. Tenía una inscripcion SIGRID DE CONNORS.
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Por favor señor, quiero que me lo ponga, quiero ser de su propiedad -musitó Sigrid.
Connors colocó el collar en el cuello de Sigrid, cerrando el candado con llave. Luego, con unas tenazas, la partió, tirándola a la papelera.
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Y ahora, pide excusas al Doc.
Soltó las cadenas que la inmovilizaban manos y pies, y Sigrid cayó al suelo, casi desvanecida. Manteniéndose a gatas, fue donde Ralston fumaba tranquilamente sentado, observando los acontecimientos.
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Le ruego me perdone, señor. La pequeña puta ha sido una perra mala y rebelde. Por favor, la pequeña puta pide perdón, y le pide que me tome. Intentaré ser tan buena como Habiba y darle placer, mucho placer.
A una seña de Connors, Alice sujetó a Sigrid por debajo de los brazos y la llevó sobre una especie de potro acolchado que reguló en altura, de forma que Sigrid quedase con el pecho reclinado sobre ella, sujetándola con unas argollas a las patas. Quedaba inmovilizada, con las piernas separadas y la grupa, listada de rojo, totalmente expuesta. Pasó despacio los dedos por el coño de Sigrid, retirándolos mojados de sus fluidos.
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Está excitada, señor, -informó a Connors- puede disponer de ella.
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Cuando quieras, Doc, ahi la tienes preparada. Toda tuya.
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