Con la madura caliente en la discoteca
Fuimos a bailar en la discoteca y terminé cogiéndome a la madura, mientras, entre gemidos, decía que era mi puta.
Empezaré describiendo un poco cómo es ella. Lo que más recuerdo son sus ojos brillantes y penetrantes; miraba con una picardía inevitablemente atrayente; en su mirada escondía una lujuria y perversión que me invitaron a fijarme más en ella y a querer idearme cómo sería tenerla viéndome mientras se metía todo mi pene en su boca y mientras gemía al penetrarle su mojada vagina. Tenía unos senos de tamaño justo para ponerlos al rededor de mi pene Y para chuparlos y agarrarlos con mis manos mientras me montara. Su cintura era delgada y, aunque no tenía grandes caderas, su gran culo era una tentación. ¡Todo lo que daban ganas de hacerle a ese culote!
Aunque ya la había visto antes, fue en un evento social donde pude acercármele y entablar conversación. La verdad que lo que nos permitió acercarnos fue el baile. Sonó una canción y la invité a bailar, a lo cual —siempre con su mirada traviesa— aceptó. Yo no dudaba cualquier movimiento, vuelta, acercamiento para rozar, en principio, sus manos, sus brazos, su cintura; luego de varias canciones (porque no paramos de bailar por un rato), con más confianza agarraba con fuerza su cintura, rosaba su espalda, la apretaba contra mí en momentos que la canción en turno permitía y rosaba su pelvis contra mis muslos y la mía contra los suyos.
Parecíamos cómplices en un baile erótico, donde nos olvidamos de los que pudieran vernos, y cada vez bailábamos más apretados. Nos imaginábamos desnudos sintiendo el calor que empezaba a hacer por las ganas que ambos teníamos. Mismas ganas que hicieron que mi pene se pusiera rígido en algunos momentos y que hacían que la apretara más fuerte contra mí agarrándola de su espalda baja. Con todas las ganas le hacía sentir lo parado que estaba mi pene cuando se lo restregaba en sus muslos y, a veces, en su propia pelvis, que también se sentía caliente ya.
El trace del momento fue tal que no nos dimos cuenta que ya era hora de irse, pues la reunión había terminado. Pero, también eran tales las ganas que decidí invitarla a tomar algo y a seguir bailando, esta vez en una discoteca; a lo cual aceptó sin mucho miramiento y queriendo saber a dónde podía llegar ese encuentro. Sus ojos decían: “quiero que me lo metas todo”. Tomamos un taxi y en él se hacía evidente la tensión sexual entre ambos, pero no hicimos nada más que esperar hasta llegar a la discoteca. Cuando lo hicimos, no perdimos mucho tiempo y, luego de pedir algo para tomar, continuamos bailando. Esta vez el ambiente oscuro ayudaba a ser más atrevido con ella. Ya no solo bastaba tenerla totalmente apretada a mí con mi pene parado en su pelvis y sus tetas contra mi pecho. Quería más y fue cuando empecé a acariciar lentamente su culo, mientras ella me miraba con ganas de que la cogiera ahí mismo.
Era muy caliente la situación y, sin pensarlo, le agarre ese gran culo con mis dos manos, en el mismo momento en que la besé como poseído. Ella solo suspiró mientras nuestras lenguas jugaban y su pelvis se movía como si ya estuviera cogiéndola. Su calentura también era evidente. La de ambos lo era. Nuestros movimientos de baile se convirtieron en movimientos y agitación y de sexo. Ya quería cogerla y ella también lo pedía.
No duramos mucho en la discoteca después de eso y decidimos ir a donde vivía para poder escuchar sus gemidos mientras la penetraba. Esta vez, en el recorrido del taxi, no nos contuvimos mucho y seguimos jugando: besándonos y tocándonos cuánto podíamos. No sé si el taxista se dio cuenta, pero no nos importaba mucho ya. Al entrar a la casa, ya éramos bestias en celo. No duramos ni un minuto con las ropas puestas y, en cuanto la tuve totalmente desnuda, la tiré a la cama, le abrí las piernas y ella, mientras me miraba, me dijo:
— ¿Quieres coger mí mojada vagina?
Lo cual me puso más caliente y, sin constatarle con palabras, acerqué mi boca a su ya empapada vagina y empecé a comerla y chupar esos ricos jugos que salían de ella. Ella sólo alcanzó a gemir como gata, como perra en celo, y yo sólo pensaba en pasar mi lengua de arriba abajo, por dentro y fuera de su caliente vagina. Se la chupe como si no hubiera mañana y hasta dejarla más mojada con mi saliva. Yo estaba poseído y ella, de un momento a otro, arqueó su espalda y agarró mi cabeza para que no me quitara, cosa que no pensaba hacer, en todo caso. Se vino con mi boca pegada a sí vagina y eso me prendió más.
Ya no aguantaba mucho. Quería penetrarla, cogerla como ella y yo queríamos; pero me contuve solo un momento, pues quería hacer algo antes. La levanté, la puse de rodillas y con su rostro contra la cama. Cuando la tuve así, ahí estaba: ese culote que deseaba desde hace rato, abierto, dispuesto, ofreciéndome tan apetecible ano y rica vagina. Ella ya intuía lo que quería y con sus manos abrió sus nalgas hasta dejarme totalmente abierto su culo. Sin resistirlo más, me abalancé contra ese agujero. Mi lengua se deleitó al saborearlo, lamerlo, acariciarlo. Ella solo gemía de placer, mientras yo ponía mi boca entre sus nalgas y me comía su culo.
No paré hasta que escuché su voz entrecortada, entre gemidos:
— Co-cógeme. ¡Cógeme ya!
Órdenes que no pude desobedecer y me levanté, me acomodé detrás y lentamente empecé a rozar mi pene con su vagina. Ella solo gemía queriéndolo ya adentro. Yo seguía jugando, cuando escuché: “ya, co…”. Y se lo metí de un golpe en su ya muy húmeda vagina. Mi pene se calentó de inmediato con su interior y solo hacía caso de mis movimientos, de atrás hacia adelante cada vez más fuertes.
—¿Te gusta que te coja, perra? —le pregunté, totalmente caliente.
— Sí cógeme, cabrón; coge a esta perra —decía entre gemidos (o ya alaridos).
Tan intenso fue ese breve momento, que solo alcancé a sentir su vagina palpitando, contrayéndose, apretando mi pene, mientras se venía de nuevo. Yo tampoco pude aguantar esa tensión que provocaba si vagina, que tuve que sacar mi pene para no venirme dentro. Solo recordé esos ojos atrevidos y la arrodillé para verlos mientras la hacía chupar mi pene y tragar mi semen. Ella solo lo tomó en su boca mientras me miraba y solté todo en ese momento.
Una noche memorable, que después de años aún hace que me ponga caliente. Espero que a ustedes también.
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