Confesiones del Padre Arturo: "Angeles" parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PadreArturo4.
Había pasado una semana desde el anterior relato.
Era un miércoles como cualquier otro, sin embargo estaba algo cansado y se notaba en mis ojeras.
No había podido dormir bien.
A ello no contribuía la bulla de los salones a mi lado por lo cual varias veces debí pasearme a fin de ayudar con el orden.
El día anterior había recibido una llamada de Oscar casi al mediodía y me disculpe con el papa de Katy por no poder ir a llevarla al coro.
Realmente el molesto era yo ya que deseaba gozar de esa niña, sin embargo para ello voy a ponerlos al tanto de acontecimientos anteriores:
[ -Perfecto, perfecto….
Sabía que aceptarías.
– responde Oscar entusiasmado.
– Prometo que no te arrepentirás de ello.
-Eso espero, bueno entonces…- digo dudando.
– ¿Cuál es el plan?
-No hay plan.
– responde escuetamente.
-¿Eh?-pregunto.
-Déjamelo todo a mí, no te tienes que preocupar por nada.
Yo me encargare de los detalles.
– responde con seguridad.
– Es mejor que no sepas nada por ahora.
Te estaré llamando uno de estos días para explicarte.
Es mejor que estés disponible en cualquier momento.
¿Entendido?
-Espera…-interrumpo.
-Hasta luego.
– me interrumpe y termina colgando.
]
Realmente no sé si había valido la pena, sin embargo dejare eso para contarles después.
Conforme terminaba de revisar las indicaciones de dirección para un próximo evento me dedicaba a volver a repartir nuevamente los comunicados a cada profesora cuando logro observar salir de su salón a la profesora del cuarto grado junto a Matías (no sé si recordaran, el chico del anterior relato).
-¿Qué sucedió ahora?-pregunto dejando mis papeles nuevamente en la mesa ya que me había levantado para repartirlos.
– Parece que no ha dormido bien, se está quedando dormido en mi clase y no me parece un buen lugar para que descanse.
– me dice dejándolo a mi lado.
-Mmmm…- analizo mirándolo detenidamente.
– No hay problema, lo llevare a la biblioteca.
– La maestra asiente y regresa a su salón dejándome con Matías.
Nuestro colegio no tenía específicamente una cama para que pudiera descansar pero en la biblioteca había un sillón muy amoblado que podía usar para dormir.
Ciertamente se le veía muy cansado sin embargo al estar desaliñado por debajo de su camisa pude ver que tenía un corte debajo del cuello.
– ¿Qué te sucedió aquí?- le pregunto señalando la herida.
Sin embargo no obtuve respuesta ya que volteo el rostro, tampoco quise insistir, simplemente debía informar a dirección sobre ello y no entrometerme más.
Lo lleve a la biblioteca y dejando la puerta sin seguro permití que se quedara.
Todo ese asunto tenia mala espina pero no quería entrometerme más ya que con todos los problemas que tenía tampoco deseaba algo más de que preocuparme.
En unos días tendría que empezar con las clases prácticas y de laboratorio.
Este semestre solo llevaba una clase de teoría que opcionalmente podía asistir luego lo demás era obligatoria la asistencia.
Al regresar a mi escritorio encuentro que la profesora de educación física me esperaba.
– Arturo, buenos días.
– me saluda amablemente.
– Se estaba demorando… Necesito los accesorios y colchones.
Ya estoy retrasada.
– me dice con gesto de apresuramiento.
– Buenos días, no se preocupe ya los tengo listos.
– digo levantando y dirigiéndome ahora hacia el armario para traer las cosas.
– Gracias.
– responde tomándolos todos ya que deseaba transportarlos en un solo viaje.
– ¿Puede llamar al tercer grado? Necesito que bajen ya.
– Vale, hare que su profesora los baje.
– termino levantándome y dirigiéndome hacia allá.
Cruzaba el pasillo hasta llegar al salón del tercer grado donde avise a la profesora que debían bajar inmediatamente.
Salieron de inmediato con dirección al patio animados por el aviso.
Luego de terminar un trabajo urgente para la dirección dispuse tomarme un descanso para poder observar a las niñas durante sus ejercicios como siempre lo hacía.
Mientras me deleitaba observándolas saltar y caer sobre los colchones y a cada momento irse agitando, ponía mis ojos sobre Anita quien era mi favorita de todas.
Mientras admiraba a esa preciosa niña empecé a sumergirme en mis pensamientos.
Pronto daría un paso importante en su vida ya que en unas semanas tomaría el sagrado sacramento de la eucaristía.
Si bien Anita era algo menor para integrar el grupo principal de los niños designados para este año como merecedores de este sacramento, su conocimiento y madurez por entre los demás niños le habían permitido integrarse.
En parte también gracias a una promesa hecha por mi hacia Anita ya que veía que las clases de su escuela dominical no eran un reto para ella.
Deseaba que sintiera los privilegios de obedecerme y “agradar” a Dios constantemente.
Hable con sus padres y con el Padre Eugenio para que aceptaran y no me fue difícil demostrar que ella estaba preparada para ello.
[ -…Muy bien.
Se ve que eres una niña muy inteligente.
– respondía el Padre Eugenio.
– Apuesto que si se lo pregunta a los otros niños de su edad no le darían una respuesta tan madura.
– intervengo mientras Anita esperaba frente nuestro luego de haber dado su respuesta a una de las preguntas del Padre Eugenio.
–
– Es cierto Arturo, tenías razón.
– me dice aun pensativo.
– No veo problemas para que pueda integrar al grupo principal.
Además algunos niños y niñas maduran más rápido.
– Así, es, Padre y no hay duda que su decisión ayudara a que ella crezca en su fe.
– digo al mismo tiempo que giro mi vista hacia Anita.
– ¿No estás de acuerdo, Ana?
– Si, Padre.
– responde educadamente Anita.
-No se diga más.
– sentencia el Padre con intención de continuar sus labores.
– Encárgate del resto, Arturo.
Si es posible…- agrega recordando que ya no era un subordinado y debía pedírmelo apropiadamente.
A veces se le escapa esto pero realmente a fin de mantener mis privilegios dentro de la parroquia no me importaba tener que obedecer algunas cosas.
– Pierda cuidado, ya le he dicho que estoy gustoso de ayudar.
– respondo mientras salgo y Anita me sigue.
Mientras salíamos pude girar y observar el rostro de felicidad en Anita.
Había cumplido con mi promesa y ahora ella podría tomar este sacramente a fin de año.
]
Me encontraba aun pensativo sin ya prestar atención a los ejercicios.
Hoy día seria el día en el cual los niños que recibirían la Eucaristía tendrían su paso por el confesionario a fin de que cada uno se “purifique” y de esa forma esté listo para recibir el sacramento.
Deseaba poder ver la confesión de Anita sin embargo aún tenía clases en la noche y.
-Padre…-escucho una voz a mi lado.
Volteo a observar y me encuentro con Anita que estaba a mi costado.
Ahí estaba esa niña de cabello castaño recogido en un moño y aun llevando su ropa de educación física.
– ¿Qué sucede?-pregunto indiferente, como siempre actuaba en el colegio hacia ella.
– La profesora pregunta si puede ayudarle a guardar los instrumentos.
– me dice con voz educada.
– ¿Ya acabaron? Vale, voy a ayudar.
– respondo.
Anita se da la vuelta y regresa con dirección al patio.
Al mismo tiempo que dispongo a seguirla me fijo por un momento en Anita que avanzaba delante de mí.
Se le notaba aun agitada y sudorosa, de seguro por los ejercicios hechos hace un rato.
Lentamente sentía como mi instinto empezaba a predominar sobre la razón mientras no dejaba de observarla con un deseo creciente en mí.
————————-
-AHHHHH!!!! AHHH!!!- gemía Anita mientras se aferraba al colchón que hace un rato había usado para hacer ejercicio.
A cuatro patas esa niña levantaba sus nalguitas bien paraditas.
-UFFF!!!….
UFFF!!!…- bufaba yo poseso de placer, con los pantalones abajo y sobre esa niña que debía soportar mi ímpetu por penetrarla.
Nos encontrábamos en el almacén donde guardan los accesorios e instrumentos que utiliza el colegio.
Había pedido que Anita me ayudara a llevar las cosas para tener una excusa de estar a solas con ella y poder desquitarme sexualmente con esa niña de solo ocho añitos.
Me tenía loco el observarla durante sus ejercicios usando solo pantaloncillos cortos de gimnasia que resaltaban sus caderitas.
Usando mis típicos engaños la había convencido a fin de poder gozar su precioso cuerpito.
-PADRE!!! PADRE!!!- gime Anita cerrando los ojos al sentir como acelero mis embestidas.
Solo le queda soportar la culeada que le daba su sacerdote favorito, todo sea por agradar a Dios.
Pues ella sabía que su voluntad era absoluta y él la podía requerir en cualquier momento o lugar.
-Anita… ohhhhh!! No debes….
hacer ruido….
Ohhh… te podrían escuchar….
OHHH!!!- exhalo fuerte contradiciendo mis palabras.
– OHHH!!! Joder… que culoncita!!!- le digo acercándome y hablándole al oído más excitado que nunca.
Anita a su corta edad gustaba de correr y hacer ejercicio en la clase de educación física, motivo por el cual iba creciendo saludablemente así como también su cuerpito y sus caderitas que pronto le darían una figura de mujercita.
Me excitaba imaginar que cuidaba su cuerpito para “agradar” a Dios sabiendo que me gustaba que tuviera esa cinturita y fuera tan nalgoncita.
Y quizás no estuviera tan lejos de la realidad conociendo lo devota que es.
-AHHHH!!! AHHH!!!! Mmmmm!!.
– gime Anita al último haciendo un esfuerzo por no hacer tanto ruido.
-Toma… toma… por culoncita… toma mi bendición… OHHHHHH!!!-digo al mismo tiempo que termino corriéndome dentro de esa niña abundantemente.
– Joder!!!
Todo lo que ayer me había aguantado de descargar dentro de Katy hoy se lo dejaba a Anita que aceptaba esta noble tarea a fin de servir a nuestro Señor.
————————————
Hoy era domingo, pero no un domingo cualquiera, se trataba del domingo elegido para que los chicos del grupo de Anita en la escuela dominical recibieran la Eucaristía por primera vez.
Es por ello que en la parroquia estuvimos preparando y arreglando el lugar para tal ceremonia.
Primero tendrían un pequeño recibimiento en la parte exterior para finalmente pasar hacia la parroquia donde sería la ceremonia principal.
Estaba todo preparado para que el Padre Eugenio quien iba a darles la Eucaristía pudiera cumplir la ceremonia.
Ya a las 9 a.
m.
estaban casi todos reunidos a las afueras ya que el Padre Eugenio les había pedido ser muy puntuales.
No solo estaban los niños y sus padres sino también padrinos, familiares y demás invitados de la parroquia.
Los jóvenes y adultos encargados del programa de Eucaristía aun coordinaban dentro como seria todo mientras de cuando en cuando me pedían que los ayudara.
Como no deseaba perderme este día tan importante para Anita en su vida espiritual dispuse a acudir y colaborar con todo a pesar de no ser mi obligación.
Los padres de Anita llegaron a la hora exacta y se encontraban conversando con los padres de una de sus compañeras.
Desde mi lado al verlos llegar dispuse pasar a saludar a todos los padres de los niños que por supuesto me reconocían y aceptaron gustosos mis saludos.
Algunos incluso me preguntaron si sería yo quien había la ceremonia a lo cual les respondí que debía ser el Padre Eugenio quien era el párroco.
Como saben siempre intentaba ocultar el hecho de que no fuera verdaderamente un sacerdote contestando con evasivas.
Cuando pregunte donde se encontraba Anita me dijeron que había ido junto a otros dos niños donde su maestra dominical preparándose ya que iba a recitar las peticiones durante la misa.
Con decisión y fijándome que ya casi es la hora me acerco a la mesa principal para tomar el micrófono y dirigirme al público.
– Hermanos, ruego su atención para que podamos empezar la ceremonia…-levanto la voz y todos guardan silencios expectantes.
Momento también donde sale de la parroquia el Padre Eugenio y se coloca al centro del circulo que habían formado los niños y los padres.
Se escuchan los canticos de todos los invitados y el coro que dan inicio a la ceremonia mientras el Padre Eugenio se prepara y agacha la cabeza reflexionando frente a ellos.
Lleno de una felicidad contagiosa que siempre me inspiran estas ceremonias religiosas (debo indicar que, aunque no los parezca por mis actos hacia las niñas, soy muy creyente y realmente me absorbe la religiosidad de las ceremonias) procedo a observar a los nuevos niños que a partir de ahora formarían parte de este sacramento llamado Eucaristía.
Lorenzo, Fernanda, Jorge, Ernesto, Kelly, Matías, Gina, Armando,….
Me quede prendado del bello ángel que me sonreía desde el otro lado del círculo que formaban los niños.
Anita… tan hermosa como pocas veces la había visto con un bello vestidito blanco sin mangas y amarrada en su cintura tenía una cinta con flores en el centro.
Unas medias de encaje en unos preciosos zapatitos nuevos terminaban por completar esa apariencia inocente que me deleitaba la vista.
Por un momento me quede embelesado, aturdido por esa hermosa niña que ahora observaba al Padre Eugenio quien había comenzado la misa.
Durante toda la ceremonia no apartaba mis ojos de Anita que estaba realmente bella.
Pude de esa forma apreciar cada momento de su participación en la misa desde su entrada junto a sus compañeros, las peticiones y verla finalmente recibir la Eucaristía por primera vez.
Es más, pedí a uno de los fotógrafos que sacara algunas fotos extras diciéndole que eran para la parroquia, cuando en realidad planeaba tenerlas como mi recuerdo personal.
Fui yo quien decidí que participara en la misa así como también la ubique primera en el orden de salida de las niñas.
Debo decir que nunca me imaginaba hacer todo ello por una niña, pero está de más decir que esa niña me tenía completamente enamorado y era capaz de cualquier cosa por ella.
Si bien buscaba que se sintiera a gusto “agradando” a Dios, realmente disfrutaba mover cielo y tierra para verla sonreír.
Luego de que acabo la ceremonia un grupo de padres de familia muy amigos entre ellos había acordado ir a la casa de uno de ellos para continuar la celebración de los niños.
La mayoría se fue retirando a sus casas a realizar una fiesta privada para sus hijos y celebrar su primera eucaristía.
Realmente no me interesaba participar de esta celebración o acompañarlos como harían los coordinadores a quienes también habían invitado ya que me imaginaba sería otro lugar donde de seguro se reunirían los padres para tomar y las mujeres para irse con chismes aprovechando la presencia de los coordinadores.
También me había resignado a pasar este domingo sin Anita esperando el martes por Katy a fin de poder disfrutar del cuerpo de una de mis niñas.
Ya estaba por escabullirme por uno de los pasillos de la parroquia mientras pasaba entre niños y padres que salían de la parroquia cuando…
– ¡Padre Arturo!- escucho desde mis espaldas.
Volteo para observar quien me llamaba y veo llegar a Anita junto a su mama quien era la que me había llamado.
– Estimada señora.
– saludo amablemente.
Bajo mi vista hacia Anita.
– Nuevamente, felicitaciones por tu primera Eucaristía, Anita.
– Gracias Padre.
– responde ella con una sonrisa.
– Padre –interrumpe su madre.
– No me diga que no piensa venir a la fiesta de los chicos…
– Pues vera… ahora tengo algunos asuntos que atender…- empiezo excusándome.
– Pero Padre, tiene que venir… a los niños les encantara que venga.
Mi casa no está muy lejos de aquí y lo podemos traer de vuelta cuando acabemos.
– Vera…-empiezo tratando de buscar una excusa creíble cuando de pronto caigo en cuenta de algo que recién me enteraba.
– ¿La fiesta será en su casa, hermana?
-Así es, Padre.
Junto a los otros padres lo hemos arreglado todo y nos encantaría que nos honrara con su presencia.
¿No es así, Ana?- le pregunta a su hija quien observaba toda nuestra conversación.
– Si, a mí y a los demás niños nos gustaría que estuviera con nosotros Padre.
– responde Anita con una sincera sonrisa que la hacía ver más bella junto a su hermoso traje.
-Lo ve.
– expresa su madre.
-Bueno… si es por los niños… creo que puedo darme un rato de mi tiempo.
-digo haciendo lo posible por mostrarme como si no tuviera otra opción, pero dentro de mí había cambiado totalmente de opinión.
– Espéreme un momento que voy a ir por mi abrigo.
Les alcanzare en la puerta.
– les digo mientras me internaba nuevamente en el pasillo con dirección a mi ex cuarto.
Una vez estuve de regreso en la entrada para reunirme con ellas también me encontré con el papa de Anita quien me invito a abordar su auto.
Me sorprendía realmente que tuvieran uno ya que en si no los consideraba una familia de bajos recursos pero tampoco lo suficiente como para tener un auto respetable (a diferencia del mío que era uno de segunda y viejo).
De esta forma aborde junto a Anita el asiento trasero mientras sus padres iban adelante.
En el trayecto me fueron contando que de hace un tiempo habían ascendido al padre de Anita y su situación económica había mejorado bastante a lo cual no tuve sino más que expresar mi enhorabuena por ellos.
Al llegar por fin pude conocer la casa de Anita la cual se notaba que hace poco le habían agregado un piso más.
El jardín era pequeño pero acogedor.
Al entrar me encontré con una sala principal completamente arreglada y decorada para la fiesta.
Se escuchaba en las afueras que empezaban a llegar otras personas, de seguro eran lo demás padres y sus hijos que ya nos daban alcance.
Una vez reunidos todos comenzaron con la fiesta.
Conforme fue pasando el tiempo se fueron confirmando mis sospechas sobre como acabaría esto.
A pesar de que al comienzo partieron una torta y brindaron por los niños entregándoles regalos a cada uno por esta ocasión especial una vez fue pasando el rato dejaron de ser el centro de atención de la fiesta.
Los hombres se reunieron afuera del jardín y tomaban mientras charlaban de deportes, política y otras cosas sin importancia.
Las mujeres se habían colocado a un costado de la sala principal y conversaban junto a la coordinadora de quien sabe que chismes y otras cosas.
Al final fui yo quien me quede observando a los niños que disfrutaban de los regalos que habían recibido.
A pesar de participar de la charla de las mujeres (ya que deseaba poder acercarme a Anita) no intervenía mucho y prácticamente me encontraba de espectador.
Pero finalmente yo también termine por aburrirme de esperar la ocasión y me preguntaba si ya sería momento de irme.
Tal parece que no encontraría la forma de poder estar a solas con Anita, lo que era mi objetivo.
Siempre estaban las madres vigilando a sus hijos y no los dejaban irse más allá.
Sobre todo Anita quien su madre no la dejaba apartarse de ella.
Supuse que así sería siempre en su casa.
Ya derrotado y dispuesto a retirarme fue que me acerco a preguntarle si podía prestarme su baño un momento.
-Si… yo le muestro…- empieza como queriendo levantarse pero tal parece que la conversación con los demás era muy amena como para irse.
– Ana, muéstrale al Padre los servicios.
-Sí, mama.
– responde Anita obediente mientras se levantaba de su regazo.
Finalmente, era la oportunidad que estaba esperando.
Sin saber esa señora me estaba dejando adentrarme en su casa junto a su niña de ocho añitos.
Emocionado sigo a Anita a través de esa puerta que conducía a un pasillo.
Ingreso al baño
-Anita.
– le llamo cuando nos encontrábamos ya a cierta distancia.
Ella voltea mostrándome una sonrisa.
-Acércate.
– le ordeno con una voz grave que suena muy seria en aquel ambiente vacío.
-Sí, Padre.
– responde llegando a mi lado Anita tomándose de las manos en señal de sumisión.
Me coloco frente a ella y acaricio su cabecita.
-Anita, Diosito se encuentra muy feliz.
Muy feliz por esta ocasión tan importante en tu vida.
Y lo que es más impresionante es que lo hayas hecho a tu edad.
– le digo con voz seria.
Anita solo me observa con atención mientras me escucha hablar.
– Es por ello que al ser tan importante ocasión.
-digo acercándome y abrazando a Anita efusivamente.
-Padre…-dice Anita al sentir mi abrazo e inmediatamente corresponde a este gesto.
-…debemos portarnos como él nos exige ya que ambos somos sus siervos.
– continuo mientras acaricio su espaldita desnuda por el diseño de su vestidito y desciendo poco a poco.
– Y eso significa que debemos “agradarle” como sabemos.
– digo al mismo tiempo que finalmente acaricio sus caderitas con evidente deseo.
– ¿Lo entiendes?- le pregunto al oído con voz suave
-Sí.
Padre- responde Anita con una sonrisa en su rostro.
– Yo también quería agradar hoy día a nuestro Señor.
-Lo sé, Anita.
– respondo mientras rápidamente vigilo la puerta atrás nuestra, en alerta de que alguien pudiera entrar.
Me separo de ella para hablarle.
– Anita, para “agradar a Dios” necesitamos un lugar donde nadie pueda venir y molestarnos.
¿En dónde podría ser?- pregunto mirando a todos lados.
-Yo sé, yo sé, yo se Padre…- expresa Anita entusiasmada dando saltitos.
– A ver… ¿Dónde?- pregunto.
– Podemos ir a mi habitación, Padre.
-contesta Anita.
– Esta en el segundo piso y lejos de la sala.
-Mmm….
Muy bien, pero primero quiero que traigas a tu mama.
-le ordeno.
– ¿A mi mami?- pregunta Anita extrañada ya que nadie más debía saber de nuestras "alabanzas".
-Si.
Es muy importante.
Anda.
– le digo animándole a ir a buscarla.
-Está bien, Padre.
– responde la niña regresando a la sala.
No tarda mucho en volver con su madre del brazo.
-Estimada señora, espero disculpe el atrevimiento.
– digo con educación y tratando de valerme de mi expresión de buen samaritano.
– pero quería que estuviera presente para esto.
Llevo mi mano a mi bolsa que llevaba colgada de donde saco un paquete de tamaño rectangular adornado con un lazo.
Me volteo dirigiéndome a Anita.
– Ana, en este día tan especial para ti te voy a entregar este pequeño regalo.
– digo al mismo tiempo que le doy en su mano el obsequio.
-¿Para mí?- pregunta emocionada.
– Gracias, Padre.
-Gracias, Padre.
No tenía por qué molestarse.
-responde complacida su madre.
– Que va, si no es una molestia.
Usted sabe que la conozco desde que entro a la escuela dominical tan pequeñita a los seis añitos y deseaba darle este regalo en su presencia.
– le digo aun con mi voz amable que siempre ponía cuando hablaba con los feligreses.
– Esperaba dárselo sin que los demás padres lo vean para que no se quejen de un trato especial.
Usted me entiende.
-Claro, claro, Padre.
Comprendo.
Usted es un Santo, créame.
Anita está muy contenta también.
– expresa con gratitud y esa complacencia que expresan los fieles más devotos cuando un sacerdote los reconoce.
– ¿Puedo abrirlo?- pregunta Anita de pronto.
– Pues claro.
Hazlo.
– la animo.
La niña quita la tapa y revela el contenido, el cual era un libro pequeño con letras doradas en el centro.
– ¡Qué bonito!- expresa contenta Anita y no puede evitar tomarlo y comenzar a hojear sus páginas.
Como saben Anita es una niña que gusta mucho de leer y sobre todo si se trataba de un libro religioso.
– Es un libro que leen los niños que ya se preparan en el grupo de “perseverancia de la fe” que ha abierto el Padre Eugenio.
– digo explicando a la señora que también los miraba curiosa.
Ya saben ustedes como son los padres cuando juzgan los regalos que les hacen a sus hijos.
– Es un libro original e invaluable ya que solo lo pedimos cada año para el grupo y pienso que le va a gustar a Anita ya que pronto seguirá ese camino.
– Gracias, Padre.
– expresa Anita contenta.
Sabía que era lo máximo que podía hacer ya que en otras ocasionas en las que le regale cosas me agradecía más efusivamente, pero la presencia de su madre frenaba todo esto.
-No hay de que.
– digo acercándome y bajando la vista de tal manera que solo Anita pudiera ver mi rostro.
– Puedes leerlo cuando tengas tiempo o antes de irte a la cama.
– digo al mismo tiempo que le guiño un ojo.
Debo decir que era muy arriesgado lo que estaba intentando y quizás debía haberle explicado a Anita con anterioridad pero decidí tomar ese riesgo confiando en su devoción.
Además no me gustaba decirle que mintiera a sus padres ya que eso podría generar contradicciones en su fe.
– Mami, ¿puedo ir a mi cuarto?- pregunta Anita tomando el vestido de su madre.
-¿Ya quieres leerlo? Mejor déjalo para la noche.
– contesta su mama.
-No.
Quiero leerlo ahora.
– pide Anita.
– ¿Puedo, mami? ¿Puedo?
-Ay… así es Anita.
– me explica su madre.
– Cuando alguien le regala un libro nuevo no puede esperar para leerlo.
– dice aun dirigiéndose a mí.
Voltea hacia su hija.
– Entonces, sube.
Anda.
Anita obedece gustosa y sube las escaleras con dirección hacia su habitación.
Quedamos un instante en silencio.
-Con su permiso.
– digo al mismo tiempo que dispongo por fin ingresar al baño.
-Por supuesto, Padre.
Por supuesto.
– expresa la señora reaccionando y regresando a la sala mientras cerraba la puerta del baño.
Espere unos instantes a que regresara y escuchara la puerta que daba a la sala cerrarse para salir del baño.
Una vez afuera regreso a la sala y observo por el rabillo de la puerta la sala, al parecer la mama de Anita había vuelto a la conversación con las otras madres y no parecía preocuparse
Regreso al baño y coloco el seguro pero no ingreso al baño dejando de esa forma la puerta trabada por si alguien deseaba ir al baño pensara que este estaba ocupado.
Con la adrenalina en mis venas producto de esta situación tan riesgosa subo las escaleras que conducían al segundo piso.
Una vez en el segundo piso voy tanteando entre las pocas habitaciones hasta llegar a la de Anita que se notaba que era de ella por la decoración exterior de un color rosa.
Me acerco y toco la puerta.
– Padre!.
– expresa Anita al abrir la puerta dejándome pasar.
Inmediatamente ingreso y cierro la puerta tras nuestro.
Aun llevaba su vestidito blanco y se veía el libro sobre la cama.
Era una habitación muy femenina como debía ser para una niña de su edad.
Resaltaba también varios libros ordenados en un estante al costado y una imagen de María sobre la pared junto a su cama.
También se veían algunas muñecas y juguetes apilados a un costado, al parecer quizás ya no los usaba mucho a medida que los iba cambiando por los libros.
-Anita…- digo al mismo tiempo que la tomo de la cintura y acercándome a su rostro la beso efusivamente.
– Padre…-responde Anita sonriendo siempre que la besaba de esa forma.
-No debemos perder más tiempo, Anita.
– le digo al mismo tiempo que con mis manos recorro su precioso cuerpo manoseando sus caderitas por encima del vestido y palmeándolas.
– No debemos dejar que se enteren lo que hacemos, acuérdate que es una “cuestión de fe” que Diosito no desea que los demás se enteren.
-Sí, Padre.
Yo también quiero “agradar a Dios”.
– expresa Anita aun abrazada a mí con esa vocecita tan dulce e inocente.
Estas palabras terminaron por dejarme el miembro tan duro que ya me incomodaba por debajo de mis pantalones.
Deseaba por todos los medios enterrarse en esa niña que pedía ser gozada por propia voluntad.
Con todo el frenesí del momento levanto a esa niña y la llevo hasta la ventana que estaba al otro lado.
La coloco de espaldas a mí y ella por instinto se apoya sobre el alfeizar de la ventana.
-Anda mi vida, ya sabes que hacer.
– le digo al mismo tiempo que empiezo a quitarme el cinturón.
– Pero no lo olvides, déjate el vestido.
-Sí.
Padre- responde ella comenzando a bajarse sus braguitas.
No teníamos mucho tiempo y deseaba poder gozarla usando ese vestido blanco que le daba un aspecto angelical.
Lleno dos de mis dedos con saliva y mientras Anita terminaba por quitarse las braguitas intervengo y se las quito de sus manos al mismo tiempo que la empujo suavemente al alfeizar (borde inferior) de la ventana haciendo que se apoye dejándola con sus caderitas levantadas hacia mi lado.
-Mmmm….
!!!-digo llevándome sus braguitas a la nariz para sentir el aroma de niña que me enloquecía y sin el cual no podría vivir desde que lo sentí por primera vez.
Salgo de mi trance y concentro mi atención en Anita.
-Padre…Ahhh!!!- gime Anita al sentir como introducía mis dedos poco a poco en su panochita.
Los retiro un momento para volver a llenarlos de saliva y repetí lo mismo llegando a avanzar en su vaginita poco a poco.
-Anita… Oh Anita… ¿Por qué no observas quienes están abajo?- le digo mientras le hablo al oído.
Anita baja la vista mientras continúo con mis manoseos a su vaginita.
Allí estaban sus padres quienes iban despidiendo a una familia que había venido a la reunión y ya se retiraba.
Me arrodillo y levantando el vestidito comienzo a lamer su panochita por debajo mientras continuaba introduciéndole mis dedos.
-Ahhh… Padre…!- gime Anita al sentir tales tocamientos en su panochita.
No había apartado la vista de sus padres que despedían contentos a sus amigos y no se enteraban que en el segundo piso su hija era utilizada por su “sacerdote” de confianza a fin de satisfacer sus deseos más bajos.
– Miralos, Anita.
– digo mientras continuo masturbándola.
– Se ven tan felices, tan exitosos en tan poco tiempo.
Todo le va muy bien a tu familia.
-Ahhhh!!! Ahhhh!!!- gime Anita al sentir acelerar mis movimiento en su panochita.
-Todo es felicidad gracias a que eres una niña muy buena, ohhh sí.
Muy buena.
– digo al mismo tiempo que continuo manipulando su panochita introduciendo un dedo más.
-AHHH!!!!- gime fuerte Anita ya sin poder aguantarse.
Por suerte no escucharon aquello desde abajo ya que se encendió el motor del auto y oculto cualquier ruido.
La sensación de peligro que experimentábamos era muy excitante.
Anita, al parecer consciente del error, hizo un esfuerzo y contuvo sus gemidos hasta que finalmente termino corriéndose.
– Ahh….
Ah….
!!-expresa Anita apoyada en el alfeizar de la ventana para no caerse.
Respira entrecortadamente recuperándose del orgasmo que acaba de experimentar.
-Muy bien, Anita.
– digo finalmente acercando mi verga totalmente erecta.
Levanto su vestidito nuevamente para observar su culito respingón que se me ofrecía.
– Ya te has divertido, así que es mi turno.
– expreso colocando saliva nuevamente en mis dedos y esparciéndolo en su anito.
-Ahh… ahh…-respiraba entrecortadamente la niña.
– Ah… UHHH!!! AHHH!!!- gime al sentirme avanzar a través de su esfínter.
Por un momento dejo mi verga totalmente dentro de su anito mientras me abrazo a ella para colocar mi rostro junto al de ella.
-Anita….
OHHH!!!.
– respiro a su lado mientras nuestros cuerpos se reconocen mutuamente quedando unidos nuevamente.
– Anita… – ella levanta la vista observándome al mismo tiempo que con mi vista señalo hacia afuera.
Anita voltea y observa aun a sus padres que iban regresando a la casa.
– Sé que te gustaría… decirles que “agradas” a Diosito junto a mi… Anita.
Lo se.
También Diosito sabe que deseas decirles que tan feliz eres "agradándole".
– le hablo al oído.
Anita solo permanece en silencio.
– Pero recuerda… recuerda la lectura sobre Tomas.
-AHHH!!.
– se queja Anita ya que me había movido un poco con toda mi verga clavada en su anito.
– Padre!
-Recuerda la lectura…ohh… “Dichosos los que creen.
sin haber visto”.
Los que creen sin necesidad de saber son.
Ohhh.
los más bendecidos.
– le digo tratando de adquirir nuevamente mi voz ceremoniosa.
– ¿No quieres que tus padres sean dichosos?.
Ohhh.
-AHHH!!!.
SI…AHHH…PADRE… Si quiero… AHH!!!- gime Anita al sentirme moverme.
No pude aguantar más y comencé cada vez más a moverme más rápido en su anito.
-UFFF!!! UFFF!!!- bufo fuera de mi mientras continuo sodomizando a esa niña nalgoncita.
– Que nalguitas tienes… JODER!!! Ohhh!!!
-PADRE!!! AHHH PADRE!!!-repite Anita casi cayéndose del alfeizar.
No pudiendo ocultar más sus gemidos decido entonces levantarla y aún pegados como estábamos la llevo hasta la cama donde la dejo caer.
Anita con la voz entrecortada solo se deja manipular a voluntad.
-Toma! Toma!!! Mi niña….
Mi nalgoncita!!! Joder!!! -exhalo excitado al mismo tiempo que comienzo nuevamente a empujar sus nalguitas con ritmo cada vez más rápido.
-AHHH!!! AHHH!!!- gime Anita arañando sus sabanas para resistir la penetración.
Su sacerdote favorito la hacía gozar en su habitación estando sus padres en el piso de abajo sin enterarse de nada.
Estuve un buen rato gozando sobre su cama a esa niña culoncita que me entregaba su cuerpito para “agradar” a Dios.
Si sus padres subían y nos atrapaban era el fin.
No me había puesto a pensar seriamente en ello debido a la excitación, pero toda esta sensación de peligro lo hacía más excitante.
Sentir que estas tan cerca de que todo se descubra y aun salirte con la tuya me embargaba de una sensación de dominación y placer inimaginable para muchos.
-Alabado sea Dios, Anita!! OHH!!!!- exhalo con lujuria procurando evitar que no me saliera de ella por error.
Me sentía a punto de venirme dentro de ella.
-Alabado sea,… Padre!! AHH!!!!- gime Anita con la voz entrecortada.
– ALABADO SEA DIOS!!
-OHHHH!!! JODER!!!- digo descargándome por fin dentro de esa niña.
-AHHH!!! -gime Anita sintiendo como me corría en su interior.
–RECIBELO…recibe Anita…-eyaculo sacando mi verga de su anito y rociando en sus nalguitas el resto.
-AHHH!!! Ahh…Ah…-exhala Anita calmándose poco a poco de la tremenda cogida que acabo de darle.
Se dejó caer sobre la cama para descansar mientras volteaba y me miraba esbozando una sonrisa tierna.
Habíamos vuelto a “agradar” a Dios y al igual que yo Anita se encontraba satisfecha.
-Muy bien, Anita… muy bien.
-digo aun limpiándome la verga en sus nalguitas evitando que se manche su vestido.
Algo incómodo nos resultó durante el coito pero desde hace mucho quería satisfacer ese fetiche con ella.
Tome sus braguitas y las utilice para limpiarnos así como cualquier fluido que quedara de nuestro encuentro en su habitación.
Me levante los pantalones y el cinturón.
-Anita.
– le digo llamándola.
Ella obedece y se levanta de la cama pesando que le daría sus braguitas.
– Voy a quedarme con estas como recuerdo de tu primera Eucaristía.
– digo guardándolas en mi bolsa.
-Has sido una buena niña.
– digo acariciando su cabecita.
– No podía esperar menos de una niña Santa como tú.
-Gracias.
Padre.
– sonríe Anita al parecer muy contenta por el halago.
– Me gusta servir siempre a nuestro Señor.
– repite con sus manitas entrelazadas con ese gesto inocente que la caracteriza.
-Me alegro de eso Anita.
No te olvides que Diosito puede querer probar tu fe en cualquier momento.
– le digo aun acariciando su cabecita.
– Mientras hagas lo que digo siempre estarás en su Gloria.
Créeme, cree en tu Padre Arturo.
-Sí, Padre.
Yo creo en usted y en nuestro Señor.
– afirma con decisión Anita.
-Muy bien.
Ahora salgamos.
Tus padres ya deben estar sospechando.
– digo al mismo tiempo que me dirijo a la puerta y abro con cuidado.
Observo el pasadizo y al no ver a nadie avanzo junto a Anita.
Llegamos a las escaleras.
– Bien.
Avanza primero tú y procura que nadie esté en el pasillo.
Así poder bajar.
-Padre.
-me llama casi llegando a la escalera.
Estaba medio arrodillado como observando si alguien estaba debajo de estas.
-¿Si, Anita?- digo volteando.
Me encuentro con el rostro de Anita tan cerca quien sin previo aviso me da un beso en la mejilla.
Sorprendido la miro y ella retrocede sonriendo y agarrándose de sus manitas.
– Padre, gracias por preocuparse por mí y dejarme agradar a nuestro Señor.
– expresa con total ternura en su voz que me deja totalmente hipnotizado por un momento olvidando la situación en la que nos encontrábamos.
Anita… no solo era placer carnal lo que buscaba de esa niña, me tenía enamorado su ternura, su inocencia y su gran devoción.
Todas esas sensaciones mezcladas me invadieron dejándome inmóvil, fue unos segundos en el cual me sentí aturdido.
Anita bajo las escaleras sin previo aviso despertándome de mis sueños.
La seguí con la mirada mientras se perdía por el pasillo.
Mi niña favorita.
————————————
Me encontraba de regreso por las calles aledañas a mi departamento.
Luego de despedirme de los padres de Anita que me llevaron muy cerca de mi apartamento muy amablemente me encontraba regresando de una tienda donde compre algunos víveres.
Es en esos momentos que escucho como suena el móvil.
Era un SMS que me había llegado de parte de Oscar:
MAÑANA EN LA TARDE.
MISMA HORA.
Enfadado por ello respondí:
MAÑANA NO PUEDO, ESCOGES LOS PEOES DIAS COMO REUNION.
No paso mucho cuando llegaba a la puerta de mi apartamento que recibí.
MAÑANA EN LA TARDE.
MISMA HORA.
PROMETO QUE NO TE ARREPENTIRAS.
Algo intrigado por esa última parte contesto inmediatamente.
¿QUE TRAMAS?
Recibo como respuesta:
MAÑANA EN LA TARDE.
MISMA HORA.
REPITO, NO TE ARREPENTIRAS.
Ya dentro de mi habitación dejo el celular en la cama y tomo uno de mis libros.
Pensaba amanecerme estudiando nuevamente como siempre hacia cuando se avecinaban los exámenes.
Aun pensaba en lo de Oscar y me preguntaba que sería lo que me preparaba.
Tenía algunas ideas de que podría ser, pero eso… eso será motivo de otro relato.
Hasta entonces.
PD: El siguiente relato será: Confesiones del Padre Arturo: “Ángeles” Parte 3
PD2: Agradeceré valoren este relato.
Siempre estaré atento de responder sus dudas pero a veces puedo tardar en responder por mis labores.
A veces leo y no respondo porque no me alcanza el tiempo más que para dar un vistazo pero en algún momento terminare contestando, siempre.
PD3: Habrá un relato Nayhelli Extra sobre esa quinta noche junto a esa niña pero no será publicado aquí.
Tampoco dejare el link en mis relatos ya que está en contra de las normas de SST.
Descuiden, podrán encontrarlo de otras formas.
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