Confesiones del Padre Arturo: "Ángeles" parte 6
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PadreArturo4.
Antes de empezar el relato os quiero agradecer a todos sus muestras de aprecio por mi historia que tan humildemente me doy el trabajo de separar en relatos.
Nada me haría más gustoso que poder publicar uno cada semana pero como innumerables veces lo he dicho mis propias labores me impiden esto.
Sin más que decir doy pase a la continuación de mi relato anterior sobre Rebeca.
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Había pasado un rato desde el anterior juego y como deseaba dejar a Rebeca aun con las ganas de continuar jugando decidí que nos daríamos un tiempo antes de comenzar el siguiente.
Mientras la instruí para que hiciera su aseo respectivo luego de comer (tales como lavarse los dientes y demás) a fin de ir educándola poco a poco en las normas de esta casa en la cual a partir de ahora tendría que vivir.
Una vez termino el turno de Rebeca entre yo mientras la dejaba en la sala esperando a que yo saliera.
Cuando acabé me asomo por un momento para observar desde el pasillo a Rebeca aun sentada en el sofá mientras observaba el cisne de cristal que le había alcanzado para que se distrajera mientras me ausentaba.
Con la mente en continuar con la siguiente parte de mi plan me dirijo hasta aquel pequeño cuarto donde me cambie para el primer juego, esta vez me coloque una polera blanca de mangas largas y coloque algo debajo de la manga.
Con la emoción del momento procedo a salir de la habitación para dirigirme a la sala donde me espera aquella niña nalgona de ocho añitos.
Una vez me vio dejo el cisne de cristal sobre la mesa y se sentó nuevamente en el sofá.
-Muy bien preciosa, ahora si estoy listo para que continuemos jugando.
– anuncio mientras me acerco a ella.
-¿A qué jugaremos, señor Arturo?- pregunta Rebeca una vez me arrodillo y saco de debajo del sofá una caja más.
– ¿Que hay ahí?- inquiere curiosa y encantada al ver como sacaba de ahí una caja que ella no imaginaba que estuviera ahí.
Era una caja donde la portada indicaba un juego de mesa con el tema de princesas mágicas.
Uno como tantos otros que hay pero que cómo imaginaran tendría algunas modificaciones.
– Es un juego nuevo que recién ha salido y lo compré para ti.
– explico mientras se lo mostraba.
– Yo sé que te gustan mucho las princesas y no quería que te quedes sin él.
– ¡Gracias señor Arturo!- exclama abrazándome repentinamente.
Sentir nuevamente su cuerpito aferrarse al mío volvió a despertar mis bajas pasiones por esa niña.
-De nada preciosa, te lo regalo porque eres la niña más preciosa que he visto.
Además de que siempre eres muy obediente.
– digo abrazándola correspondiendo a su gesto acariciando suavemente su espaldita.
– Recuerda ser siempre obediente conmigo y tu abuelita ¿de acuerdo?
– Si señor Arturo.
Yo siempre seré una buena niña.
– contesta sonriendo Rebeca abrazada de mi cuello.
Realmente con el paso del tiempo se había encariñado conmigo y esperaba estar ocupando el lugar que tenía su padre dentro de su aun infantil mente.
Obviamente todo esto con fines de saciar mis bajos instintos con su cuerpo.
– Muy bien –apruebo dándole unas ultimas palmaditas antes de separarnos.
– Tú no eres como esa niña que regresó al orfanato.
Por supuesto que no lo eres…
– ¿Qué niña?- pregunta Rebeca curiosa.
– De Carolita… ¿te acuerdas de ella?- pregunto mirándola a los ojos.
-Sí, señor Arturo.
Era una niña alta de mi edad.
– contesta recordando repentinamente haciendo el gesto de.
– A veces jugaba conmigo.
– Pobrecita ella.
– finjo lamentarme.
– Horrible.
Horrible lo que le pasó.
– ¿Qué le pasó a ella señor Arturo?- pregunta Rebeca abriendo mucho sus ojos de la sorpresa.
– Pobre niña.
Ella hizo algo muy malo y sus padres adoptivos fueron a la cárcel, por eso la regresaron al orfanato y las monjas se molestaron mucho.
– expreso seriamente.
-¿Ella volvió? Pero nunca volví a verla…- expresa Rebeca incrédula por lo que digo.
-Por supuesto que no la viste, fue directo a la oficina de la hermana Julia.
– expreso muy serio.
– Yo estaba ayudándola por eso la vi.
Las monjas estaban muy molestas porque por su culpa le fue muy mal a sus papis…- continuo intentando sonar lo más lúgubre posible-… por eso la llevaron al "hoyo" para que nunca más vuelva a aparecer.
-¡Que horrible!- exclamó Rebeca asustada abrazándose a mí en gesto infantil.
– ¡Pobre Carolita!
– Así es.
– digo lamentando ese hecho mientras acariciaba nuevamente su cabello en gesto paternal.
Al parecer había logrado mi objetivo, estaba muy asustada por aquella historia que había inventado.
Lo de Carolita era verdad a medias ya que se había ido con una familia que se hizo cargo de ella pero lo de su regreso y posterior internamiento en “el hoyo” lo había inventado para infundir el miedo en Rebeca y de esa forma pudiera aferrarse a mí.
– Pero a ti no te va a pasar eso porque siempre eres muy obediente.
¿No es así?- le digo mientras ella me miraba todavía asustada por mis anteriores palabras.
Rebeca asiente aun aferrada a mi brazo pero algo mas calmada por esas últimas palabras- Dejemos de hablar de eso tan feo y juguemos.
Rebeca asiente mientras se separa de mí y se sienta en el sofá observando como abro la caja revelando ante ella un tablero, una cajita con las fichas del juego, dos grupos de tarjetas amarrados con una liga junto a otras cosas más.
-Voy a explicarte como se juega así que quédate muy atenta, ¿vale?-pregunto.
-Si.
– responde Rebeca al mismo tiempo que extiende el tablero ayudándome a armarlo.
No demoramos mucho armando todo ya que ella me ayudó mientras nos colocábamos en el suelo para mayor comodidad.
– Partiremos de este lugar- digo señalando el inicio del tablero.
– En cada turno lanzaremos los dados y avanzaremos nuestras fichas por este camino.
– señalo un camino en espiral hacia el centro del tablero.
-¿Que son estos símbolos? – pregunta al ver que a lo largo del camino en la mayoría del tablero habían figuras.
– Son los premios, retos y castigos.
– expresó señalando 4 montones de tarjetas que coloqué a un costado del tablero.
– Cuándo tu pieza caiga en una deberás sacar una tarjeta de tu montón y cumplir lo que dice.
Si lo haces puedes continuar, sino pierdes el juego.
– Ah!- expresa Rebeca en signo de entendimiento.
– ¿Y las demás cosas del tablero?- pregunta señalando lo que quedaba en la caja.
Habían temperas, pinceles, una tijera, portaligas, una venda y otros accesorios.
– Son para los premios y castigos.
Nos ayudarán a cumplirlos.
– respondo amablemente.
– Vamos a empezar.
Si tienes más dudas las resolveremos mientras jugamos.
¿Vale?
-Si.
– responde mientras toma una de las piezas y la coloca en el lugar de inicio.
– Yo seré la princesa.
– Bien.
Entonces yo seré el unicornio.
– contesto tomando esta pieza y colocándola l costado suyo.
– Yo empiezo.
– pide Rebeca tomando los dados a lo cual asiento en conformidad.
Los lanza sobre rl tablero.
– Siete! Uno, dos.
siete!- dice mientras desplaza su pieza hasta el casillero indicado con la parte de premio.
– Muy bien! Tuviste mucha suerte.
Te toco un premio.
Saca la primera tarjeta.
– pido innecesariamente ya que ella ya se había adelantado y tomaba esta.
Los niños y niñas entienden muy rápido este tipo de juegos.
– Aquí dice que la princesa recibirá un dulce.
– informa Rebeca alegremente.
– Y aquí.
Lo tienes.
-digo sacando de la caja una paleta, le quito el envoltorio para ofrecerle a ella.
– ¡Gracias, señor Arturo!- responde contenta recibiéndolo y comenzando a darle lamidas mientras me observa tomar los dados.
– Ahora es mi turno.
– lanzo al azar y saco un castigo.
– Parece que tengo mala suerte.
Jeje…Jeje- rio tomando una tarjeta de mi montón de castigo.
– ¿A ver qué dice?- pregunta acercándose para mirar.
– La princesa le pintará un bigote al unicornio.
– riéndose.
A esta altura muchos de ustedes pensaran que era un simple juego infantil para niñas pero lo que no sospechaba esa niña era que había modificado las tarjetas para mis propósitos.
Fuimos avanzando los turnos y cada vez más los premios, retos y castigos fueron aumentando conforme llegábamos al centro del tablero.
-Castigo!- repito cuando Rebeca cae en dicho casillero.
-Veamos.
aquí dice.
Que te bañaras con polvos mágicos.
– digo mientras derramo un sobre de escarcha azul sobre su cabello.
– ¡No! Jijijiji….
– ríe y se intenta apartar para que no la rocíe de más escarcha.
– Ahora yo.
– continúo tomando los dados y lanzándolos.
– ¡Premio!.
El unicornio puede darle un beso a la princesa.
-Jiji.
– ríe Rebeca cuando me acerco a ella y la beso tan cerca a sus labios que casi los roso.
– Señor Arturo.
Jijiji
– Muy bien.
Es tu turno.
– expreso sonriendo regresando a mi lado.
– Castigo.
– repite observando como levanto la tarjeta y se la muestro.
– La princesa debe pintarse unos bigotes de gato en las mejillas.
Volteo a la caja y tomo un pincel con una tempera de color escarchado y le pinto en su mejilla tres líneas plateadas brillantes.
– Jiji.
De verdad parecen los bigotes de un gato.
– se ríe una vez le muestro el espejo y logra apreciar su rostro.
– Me toca.
– expreso mientras lanzo los dados.
– Veamos.
¡Reto! .
Debes darle un masaje a la princesa en todo su cuerpo.
-¿Que es un masaje?- pregunta Rebeca extrañada.
– Es darle caricias a otra persona hasta que le guste.
-respondo acercándome a ella colocándome a espaldas de ella.
Lentamente comienzo a masajear sus hombros.
Subía y bajaba por ellos disfrutando el roce sobre su fina piel cuando por el corte de su vestidito lograba rozarla.
– Relájate y te gustará- explico hablándole al oído- Esto es muy bueno para las niñas.
Continue manoseando a esa niña esta vez bajando mis caricias por sus pequeños pechos sin formar mientras ella observaba riéndose por momentos sin entender del todo mis intenciones.
Luego me puse a su costado, ella me miró mientras me movía y comencé a acariciar su espaldita.
– Eres muy hermosa, Rebeca.
Te quiero mucho.
– repetía en su oído.
– Yo también lo quiero mucho señor Arturo.
– responde sonriente mirándome a los ojos.
Sus delicados ojos marrones se encontraron con los míos en el momento justo que bajo mis caricias por su derriere en el nacimiento de esas nalgas de mujer en el cuerpo de una niña de 8 años.
Comencé a acariciarlas suavemente bajando y subiendo por ellas disfrutando el contacto.
Rebeca se quedó unos instantes mirándome aun sonriente hasta que debió notar por instinto las intenciones de esas caricias y volteó lentamente su cuello para observar como manoseaba su culote.
– Muy bien, ¡Reto cumplido!- expreso levantando mi mano y volviendo a concentrarme en el tablero tomando los dados y alcanzándole.
Rebeca me miró de forma rara unos instantes pero acepto los dados y los lanzó aunque con una sonrisa disminuida (quizás por el manoseo previo).
– ¡Reto para la princesa!-exclamo intentando que regrese su entusiasmo.
– ¿Que dice?
– Dice *la princesa debe adivinar el color usando el sabor"- repite leyendo la tarjeta.
– ¿Qué significa?
– Significa que usaremos.
– digo sacando de la caja uno chupetes (dulces de forma cilíndrica) de colores azul, rojo y amarillo.
-Te voy a vendar los ojos con esta cinta- le muestro la venda.
-Y voy a escoger uno de ellos.
Tu lo probaras un rato y debes adivinar el sabor.
Si te equívocas te daré otra oportunidad hasta que lo adivines.
¿Entendido?
-Si.
– contesta Rebeca expectante mientras comienzo a amarrarle la venda alrededor de sus ojos.
-¡No veo nada! Espero que sea de fresa, me gusta bastante.
– me dice mientras aun sonreía con la venda en sus ojos.
-Veamos… me parece que sí, no hay ningún espacio.
– digo asegurándome que de verdad no se viera desde su lugar.
Para lo que estaba a punto de hacer era muy necesario.
-Ahora voy a alcanzarte el chupete.
Abre la boca y di ¡Ah! para que puedas lamerlo y adivinar qué color es… Solo lamerlo no uses tus dientes, no está permitido.
Si lo haces pierdes el reto ¿De acuerdo?
-Si!- repite Rebeca asintiendo.
Inmediatamente dejo a un costado los chupetes quitando el envoltorio del rojo pero en lugar de llevarlo a su boca coloque el chupete encima del envoltorio, me pare y me baje los bermudas.
Frente a esa niña con la venda en los ojos exhibía mi verga totalmente erecta.
-A ver… di Ah!!!- le digo acercando mi miembro a la boca de aquella niña.
-Ah!.
ahghhs- repite Rebeca abriendo su boquita y dejando entrar aquel invasor.
Por fin tenía mi verga dentro de la tierna boquita de esa niña de ocho añitos quien al comienzo lo recibió sorbiéndolo en su boca pero que al final parecía que no esperaba el sabor que tendría.
-Oh….
…Ufff… muy bien…Te… te lo voy a dejar… un momento para que lo lamas…-repito mientras escucho una arcada.
Se lo retiro un momento.
– ¿Estas bien?
-Es… es amargo…-repite Rebeca escupiendo un poco a lo cual rápidamente tomo una toallita de papel para limpiarla.
– No es fresa…- contesta desilusionada
-Así es… pero debes resistirlo y pensar que sabor puede ser…-repito tranquilizándola.
– Si es mucho para ti pararemos con el juego.
-¡No! señor Arturo yo puedo adivinar cuál es…-repite ella decidida.
– Creo que es el azul.
-¿Estas segura?-pregunto algo aliviado ya que por lo visto aparte del sabor no sospechaba lo que realmente estaba pasando.
– Creo que mejor lo pruebas una vez más y recibiré tu respuesta.
Abre tu boquita.
-Pero…ahghaha- repite Rebeca al mismo tiempo que recibe mi verga en su boquita.
Me encontraba muy extasiado por sentir esos labios y esa lengüita alrededor de mi miembro por lo que había decidido tomar más riesgos.
– Uff… lámelo mi vida… así… ohh!!! … es un chupete… lame tu chupete preciosa….
Ohh….
-Aahhsahgagah… blergh…ya… no!- dice Rebeca al mismo tiempo que por sentido común decido sacarle mi verga de su boquita aunque dentro mío deseara continuar teniendo mi verga dentro de ella.
-¿Puedes decirme ahora que color es?- pregunto mientras volvía a limpiar su boca.
-¡Azul!- repite ella luego de que le saco mi miembro de su boquita.
-¿Es ese?
-Pues.
no!-contesto aun deseando sentir la boquita de esa niña.
-Te daré otra oportunidad.
Pero esta vez no te lo meterás a tu boca.
¡Descuida!- la calmo ya que luego de que dije lo primero empezó a protestar.
– Solo dale unas lamidas esta vez y me dirás que color crees que es.
¿Vale?
-Está bien…- contesta aunque ya no muy convencida.
Acerco nuevamente mi verga a su rostro.
-Muy bien… Lame tu chupete preciosa…Muy bien… oh…Uff…-bufo sintiendo sus lamidas a mi miembro aunque después de unas cuantas se apartó.
– Anda… debes lamerlo otra vez para que este segura.
No quiero que falles esta vez sino perderás el juego.
Uff….
Nuevamente le dio unas cuantas lamidas que me dejaron con la verga tan erecta como si la tuviera hecha de hierro.
-Sabe amargo pero… es muy extraño, señor Arturo.
– contesta Rebeca inquieta.
– ¿Es rojo?
-¡Correcto!- digo al mismo que me guardo mi miembro aun erecto dentro de las bermudas.
-Lo has logrado, puedes quitarte la venda.
Al mismo tiempo que ella se desamarraba la venda yo tome el chupete rojo y se lo mostré cuando ella me miro ya con los ojos descubiertos.
-Lograste pasar el reto y como sacaste dobles (había sacado doble 4) puedes tirar de nuevo.
– repito dándole nuevamente los dados.
Rebeca lanza y sale siete esta vez.
– Premio!!- anuncia entusiasmada.
-Voy a leerlo.
– digo mientras me apresuro a tomar la carta esta vez para leerla.
No siempre lo hacía pero para esta vez había un motivo especial.
– Dice: “Felicidades princesa, podrás montar en el unicornio por 5 minutos”
-¿Montar en el unicornio?- pregunta Rebeca sin entender tomando la tarjeta de mi mano.
-Exacto.
– asiento poniéndome en 4 patas y señalando mi espalda.
– Yo soy el unicornio así que puedes subirte princesa.
-¿Puedo? ¿Puedo?- pregunta Rebeca pero de la emoción casi ni espero mi respuesta y se me subió encima.
El peso de su cuerpo solo era compensado por el placer de sentir el contacto de sus nalgas sobre mi espalda.
-Por supuesto… Ey! Casi me caigo!- digo ya que se subió tan rápido que casi me hace perder el equilibrio.
Ella río mientras le dije esto aparentemente divertida por la situación.
– Ahora, ¿quieres dar un paseo en el unicornio?
-¿Puedo? ¿Puedo?- pregunta emocionada.
-¡Pues claro! Es tu premio así que puedes hacer lo que desees.
– contesto sonriente aunque con esfuerzo por llevar el peso de una nena de ocho años sobre mí y sobre todo a una nena que poseía aquellas nalgas de mujer.
Todo sea por lo que vendría después.
-¡En marcha!- anuncio al mismo tiempo que avanzo con mucha dificultad el transporte de aquella niña por toda la sala-comedor.
Fueron los 5 minutos más agotadores del juego y la verdad más ejercicio del que había hecho en mucho tiempo.
A pesar de que después del trayecto termine con la espalda hecha casi un desastre Rebeca se divirtió bastante ya que durante el trayecto para entretenernos cantamos la canción de apertura de su dibujo favorito.
En su inocencia disfrutaba de la situación quizás un poco más tranquila después del manoseo previo, que era lo que más me preocupaba ya que lo de los chupetes ella nunca pudo ver nada y a pesar de lo incómodo que le pareció debía creer de verdad que lo que había lamido era un chupete muy amargo.
Realmente todo ese montaje que había armado con este juego que había creado para aprovecharme de ella no hubiera funcionado de no ser por su inmadurez a pesar de sus ocho añitos, lo digo porque a su edad algunos niños y niñas son más desconfiados y no habrían caído en esta treta ni quizás se hubieran interesado por este juego infantil.
-Uff… bueno… ahora es mi turno.
– digo ya muy cansado y sudoroso sentándome nuevamente en mi lado del tablero.
En realidad Rebeca también lo estaba ya que antes de empezar el juego había cerrado las pocas ventanas pequeñas que le daban ventilación a la sala-comedor.
Lanzo los dados y mientras Rebeca aún se acomodaba y miraba a otro lado giro uno de los dados del 6 que había salido por un 4- Veamos…7! Entonces llego a… PREMIO!- exclamo contento.
Rebeca observa los dados y parece no haberse dado cuenta de la treta que hice.
Mientras ella los miraba aproveche para acercar mi mano a las tarjetas, tome una y luego se la di.
-Veamos… ¿Puedes leer mi premio en voz alta, preciosa?- pregunto ansioso por escuchar de sus labios lo que había estado esperando.
-“Felicidades unicornio, puedes… ¿montar a la princesa por cinco minutos?”- recita Rebeca al parecer sin entender muy bien la tarjeta.
– ¿Qué significa, señor Arturo?
-Pues lo que has leído, Rebeca.
¿Te acuerdas que montaste al unicornio? Pues ahora le toca al unicornio montarte a ti.
– digo acercándome a su costado sin dejar de sonreír.
-Pero…pero señor Arturo, usted es muy grande y yo soy muy chiquita para que se suba encima.
– me dice con su vocecita inocente queriendo evitar tal situación.
-Lo sé, preciosa.
– digo mientras con una mano acariciaba sus cabellos.
– Pero no te preocupes no me voy a subir encima de ti.
Anda ponte a gatas en el suelo.
Rebeca me mira dudosa mientras yo la tomaba de sus bracitos tratando de que se colocara a gatas sobre el piso.
Sin embargo se opuso y no me permitió moverla.
-¡¡No!!- protesta sonriendo, aparentemente pensaba que no era sincero con mis palabras- Se va a subir encima y usted es muy grande.
Yo soy muy chiquita para aguantar su peso-repite sonriendo.
-No tienes por qué tener miedo.
– contesto sonriendo también- Te prometo que no me voy a subir encima- digo esta vez seriamente- Pero debo recibir mi premio como tú lo hiciste.
Así que vamos a hacer algo parecido sin que tengas que cargarme.
Te lo prometo.
Rebeca aun algo desconfiada decide por fin no oponerse a mis intentos por colocarla en posición de perrito y se somete quedando a gatas sobre el suelo, de esa forma levantaba sus nalgas de mujer hacia mí.
Sin dejar de deleitarme con esa niña nalgona me coloco de rodillas detrás de ella, Rebeca voltea la cabeza para observarme, aun parecía temerosa porque me subiera encima de ella.
Le sonreí para que no se pusiera nerviosa y ella correspondió al gesto.
-Bien, preciosa.
Pues ahí… vamos…-digo mientras me acerco gateando de rodillas mientras ella aún estaba en posición de perrito, tomo su cinturita y empujo mi entrepierna (con mi miembro aun erecto debajo de las bermudas) hasta pegarla a ese culote que poseía a sus ocho añitos.
– Uff!….
Tranquila.
Ves.
uffff… te … te dije que no me subiría encima de ti.
ohhhh…Siii-exhalo de placer al sentirme amortiguado nuevamente en aquel culote de Rebeca que recibía mi verga en la marca de su raja sobre el vestidito amarillo que llevaba.
-Ah…pero… ¿va a montarme así, señor Arturo?-pregunta Rebeca algo incómoda al parecer por el tono de su voz.
-Debo… debo hacerlo…Ufff!!.
preciosa… Es mi… premio…Ohhh….
Tu tuviste el tuyo, sería injusto que no tenga el mío…Ufff!!!.
¿no te parece?- pregunto aun tomándola de la cinturita y acomodando bien mi verga en la raja de su culote que no tenía nada de niña.
-Bueno… creo que sí…señor Arturo.
– responde dudosa Rebeca mirándome a los ojos primero y luego bajando la vista.
Hice un esfuerzo por tratar de disimular la excitación pero al parecer mi bulto destacaba bastante para Rebeca ya que lo siguiente que dijo fue:- Su móvil sigue ahí, señor Arturo.
Me aprieta.
-Ya te lo dije preciosa… debo tenerlo por si me llama tu abuelita… poder contestar al instante.
-respondo impaciente por empezar aun tomándola de su cinturita.
-Ahora… quédate quietecita y déjame….
déjame montarte por cinco minutos.
Jejej….
-rio al mismo tiempo que empiezo a empujar a esa niña punzando mi miembro en su raja.
– Ufff….
Muy bien… Uff… Ohh… muy bien preciosa.
así….
Joder!
Por fin volvía a aprovecharme de aquella niña nalgona de 8 añitos.
La empujaba fuerte punzando descaradamente mi miembro en su culote y volvía a jalar a Rebeca hacia mí haciendo que aquellas nalgas aplastaran mi verga, prácticamente se sentía como si folláramos con ropa ambos sudorosos por el calor y el esfuerzo de nuestros movimientos exagerados.
Fuimos acelerando de tal forma que rápidamente nuestros movimientos copulatorios se hicieran más rápidos.
Atrás había quedado mi cansancio y ahora lo que me dominaba era aquella sensación que sentía cada vez que disfrutaba de una niña pequeña.
Sin embargo junto a Rebeca sentía algo más, un deseo de lograr una dominación total por esa niña nalgona.
-Ufff… uff… muy bien… que… bien.
se siente… montar a la princesa.
– repito mientras aun la tenía tomada de su cinturita.
– ¿Por qué… porque no cantamos…? Ya sabes…ufff… tú canción favorita… “Es la tierra…
-“…de… las princesas…”- canta Rebeca aunque se le notaba algo insegura por toda la situación en la que estábamos.
Estuvimos cantando un rato hasta que el querer disimular la situación dejo de importarme y ya solo Rebeca cantaba.
Podía notarse que ella también sudaba y la pintura de sus mejillas empezaba a correrse por su rostro mientras miraba hacia delante dejándose manipular.
Quizás así también se iría desmoronando su confianza en mí, no solo por lo que le estaba haciendo si no por lo que vendría luego, aunque dentro de mí esperaba que no fuera así.
Pero eso no me importaba, pronto llegaría el momento que no necesitaría de eso para manipularla, pronto sustituiría eso por algo mejor.
Por algo que llevaba planeando después de aquella primera vez que empecé a punzarla con mi miembro en sus turgentes nalgas.
Fueron casi 10 minutos de ensueño durante los cuales me pregunto varias veces cuanto tiempo íbamos pero que yo la despistaba preguntándole otras cosas
-Ya falta poco preciosa…ufff.
Uffff… Ohhh…solo un minuto más.
– digo bajando su espaldita para evitar que se pusiera de rodillas y continuara a 4 patas parando su culote.
-Uff….
Quédate quietecita y déjame… montarte…Muy bien preciosa… UFF!!!….
-¡Ya pasaron cinco minutos!- exclama Rebeca señalando el reloj con su mirada mientras aún seguía a gatas sobre el suelo.
Por la voz de protesta como lo dijo fue que en ese momento la solté para evitar contradecirme y sospechara más de lo que ya lo hacía.
Ella se dejó caer al suelo fatigada.
-Me duelen los brazos…- dice mientras se los tomaba y volvía a sentarse frente al tablero.
-Uff!!… terminamos.
– declaro desprendiéndome con gran esfuerzo de ella ya que aún deseaba seguir empujando aquel culote que poseía.
-Muy bien… es tu turno.
Ahora ya no sonreía, pero se veía que aun deseaba terminar el juego ganando.
Como os dije no le gustaba perder en ningún juego.
-Salió…cinco… GANE!- exclama al mismo tiempo que mueve su ficha hasta el centro del tablero.
-¡Muy bien! ¡Lo lograste! Eres muy buena con los juegos.
– felicito abrazándola y tratando de fingir naturalidad pero por dentro aún me encontraba con ganas de aquella niña culona.
El sudor corría por mi rostro pero como ambos estábamos agitados supongo pude disimular mi nerviosismo.
– Espera aquí voy a traer algunas bebidas para celebrar.
Rápidamente me retiro a la cocina, vigilando que no estuviera siguiéndome procedo a retirarme la polera que tenía.
Había servido para mi plan.
Os explicare, ya que no pensaba dejar al azar aquellas tarjetas tan valiosas para mi plan las tenía escondidas bajo la manga de la polera y aprovechando sus distracciones las coloqué en el montón de tarjetas.
En aquel momento ya no me encontraba pensando racionalmente, no iba a soportar otro juego como ese sin lanzarme sobre Rebeca y comenzar a violarla.
Era ya momento de ir directo a lo principal e intentar conservar la poca cordura para continuar con lo planeado con esa niña.
Tome algunas bebidas del refrigerador y las lleve a la sala donde me esperaba Rebeca aun sentada sobre el suelo recuperándose del anterior juego.
Le entregue una a ella y yo tome otra.
– Este juego ha hecho que sudemos bastante.
– comento sacando un pañuelo de un bolsillo y secándome el sudor.
– Será mejor que tomemos un baño para limpiarnos.
Voy a preparar la tina con burbujas para que puedas bañarte en ella ¿Qué te parece?
– Siii.
Me gustan los baños con burbujas- aplaude Rebeca sonriendo.
– Me alegro.
Vas a quedar muy limpia y hermosa para cuando llegue tu abuelita.
– respondo acariciando su cabello.
– Ayúdame guardando todo dentro de su caja.
¿Vale?- indico señalando el tablero y las piezas que habíamos usado en el anterior juego.
– Si, señor Arturo.
– responde Rebeca tomando la caja y comenzando a guardar todo.
Me retiro hasta el baño para preparar la tina y llenarla de burbujas.
Trate de hacerlo lo más rápido posible ya que aun tenía rezagos de la excitación por esa niña nalgona.
Deseaba dejar a un lado los juegos y comenzar a gozarla pero también debía continuar con el plan hasta el final.
En pocos minutos luego de colocar el jabón y agitar el agua pude tener la tina con burbujas preparada para el baño tan esperado por mí.
Salgo con ansiedad del baño hasta donde se encontraba Rebeca.
La encontré armando la caja.
– ¿Ya está ordenado?-pregunto mientras ella cierra los pliegues finales de la caja y asiente sonriendo.
– ¡Perfecto! Ven que ya está llista la tina.
Rebeca se levanta rápidamente y se dirige al baño pasando por mi lado y adelantándose.
Entró al baño y fue directo a la tina para observarla encantada.
Retrocedió para quitarse su vestido casi al mismo instante que cierro la puerta del baño detrás mío.
– ¿Se ve perfecto, no? Ideal para que podamos asearnos adecuadamente.
– recito mientras me acerco a ella.
– Ahora quítate tu ropita y déjala en esa cesta.
Te daré ropa nueva para ti cuando salgamos de la tina.
-Señor Arturo…-empieza Rebeca deteniendo sus intentos por quitarse su vestidito que en un instante al levantarse me revelo fugazmente sus braguitas.
– ¿Usted se va a bañar conmigo?
-Por supuesto preciosa.
Tu abuelita me encargo que la esperaras bien bañada y cambiada-recito seriamente para hacerla entender mientras me acerco a ella- Además… Quiero que estés bien hermosa y limpia cuando ella llegue, es por ello que voy darte un “baño especial”-añado acariciando su cabello para tranquilizarla.
-¿Baño especial?-pregunta ella inocente mirándome a los ojos.
-Así es- asiento seriamente- Es un baño especial que solo lo dan los doctores.
Es por eso que debo entrar contigo a la tina para poder bañarte –respondo de manera muy seria para convencerla- Además como yo igual sudé bastante voy a bañarme también.
-le explico.
Rebeca aun no parecía muy convencida es por ello que añado: – No tienes que tener pena porque nos bañemos juntos, solamente quiero que quedes aseada y hermosa para recibir a tu abuelita ¿Entendido?- pregunto esbozando una sonrisa.
-Sí, señor Arturo- contesta Rebeca correspondiendo a mi gesto.
Al escuchar su respuesta procedo a quitarme la remera impaciente para después lanzarla a la cesta, al verla desvestirse con dificultad por mi impaciencia procedo a ayudar a que se quitara su vestido corto amarillo dejándola semidesnuda.
Con el frente despejado pude apreciar con deleite sus pequeños pezones sobre su pecho planito, su fina piel blanca, su cinturita de avispa de la cual nacían esas caderas que me enloquecían.
Llevaba solamente unas braguitas blancas de tela que no cubrían casi del todo su tremendo culote el cual como os dije no parecía pertenecer a una niña de 8 añitos.
Me deleitaba la vista con aquella niña de quien no tardaría en aprovecharme para saciar mis bajos instintos.
-Gracias…-responde luego de ayudarle a quitarse vestidito.
Ante su vista apareció aquel bulto en mis bermudas que groseramente destacaba y que no sabía que ella era el motivo de tal erección que poseía.
Debido a nuestra cercanía y ya sin contar con la protección de mi remera ancha era imposible ocultarlo más frente a Rebeca- Señor Arturo…
-¿Si, Rebeca?- pregunto mientras terminaba de lanzar su vestidito viejo al cesto aunque sin dejar de mirarla con una mirada de deseo carnal en mi rostro.
Me seducía a sus tiernos ocho añitos y por fin observar con más detalles su cuerpito me incitaba a cometer una locura.
Trate de calmarme mientras empezaba a caminar alrededor suyo, como un depredador rodea a su presa, con la intención de apreciarla semidesnuda desde todos los ángulos y sobre todo deleitarme con esas nalgas de mujer que poseía.
-¿Puedo preguntarle algo?- inquiere Rebeca al mismo tiempo que la tomo de los hombros para que no volteara y me dejara observarla de espaldas.
De esa forma podía apreciar ese culote que me quitaba el sueño.
Ella miraba todo lo que hacía con extrañeza en su rostro, aunque parecía más curiosa por otra cosa y decidí que sería mejor atender su pregunta.
-Puedes…-respondo impaciente.
Me arrodillo a su lado mientras contestaba ya que buscaba cualquier excusa para acercarme a ella.
Sin embargo también fue en aquel momento que me regreso la cordura y me dije a mi mismo que debía intentar seguir con el libreto hasta el final.
Me levanto y me coloco delante de ella- ¿De qué se trata?
-Ese de ahí… ¿es su móvil?-empieza Rebeca señalando tímidamente mi miembro que destacaba en las bermudas que llevaba.
Pude intuir por la forma en la que lo dijo que a pesar de que lo preguntara sabía muy bien que aquel bulto que destacaba en mis bermudas no era mi móvil.
Eso quería decir que a pesar de que era evidente que para ella que algo no iba bien por respeto no se atrevía a contradecirme.
Sonreí satisfecho por esto, entonces decidí que ya era el momento de ser algo más directo.
-No, Rebeca.
Veras te explicare- respondo mientras me acerco nuevamente para acariciar su cabeza en gesto tranquilizador- Los niños y las niñas tiene algo que los diferencia entre sí.
Son las partes privadas de cada uno ¿Sabes eso, no es así?-pregunto mientras le hablo de una forma didáctica intentando que sintiera que se lo decía de manera educativa.
-Sí, señor Arturo.
En mi anterior escuela me explicaron eso-responde respetuosamente al sentir la seriedad de mis palabras- Nos lo mostro mi maestra con dibujos en clase.
-Me alegro de oírlo.
Pues es así, los niños tenemos algo que las niñas no tienen y las niñas algo que los niños no-continuo explicando procurando fingir paciencia aunque dentro mío deseara dejar todo ese rollo de una vez- De seguro lo viste con dibujos de ambos en clase, pero no es lo mismo que verlos directamente- digo al mismo tiempo que me acerco nuevamente a ella rodeándola y arrodillándome a su costado-En las niñas ese algo se llama vagina.
Veamos… Bájate las braguitas.
-¿Qué… Porque?- pregunta Rebeca recelosa por primera vez.
-Para continuar con la explicación.
Tú me muestras tu vaginita y yo te mostrare el mío.
Es lo justo, así ninguno de los dos sentirá vergüenza- contesto al mismo tiempo que coloco mi mano derecha en su espaldita acariciándola.
El sentir el contacto con su fina piel me ponía cada vez más caliente por aquella niña- Vamos bájate las braguitas.
– hubo silencio de su parte.
Intente racionalizar un poco a pesar del momento en el que me encontraba y decidí que sería mejor que estuviera convencida de desnudarse ella misma- Rebeca no tienes por qué tener miedo.
Yo confío en ti y por eso te lo mostraré.
Yo sé que confías en mí y tu abuelita ¿No es así?- pregunto esbozando una sonrisa para forzar en ella una respuesta positiva.
-Sí, señor Arturo.
– contesta correspondiendo a mi sonrisa.
Justo al momento que ella contestaba deslice mi mano por su espaldita hasta acariciar directamente ese culote que tanto me enloquecía.
-Muy bien… – respondo mientras la manoseaba más descaradamente apretando sus nalgas para sentir su turgencia.
– Me alegro que confíes en mi…- le digo dándole una nalgada que junto al anterior manoseo la sorprende un poco.
– Déjame ayudarte.
– digo mientras empiezo a bajarle sus braguitas.
Sabía que ese último desliz de mi parte, producto de la excitación que me embargaba, la había alertado de que no todo iba bien y quizás no se las quitaría.
En otro momento hubiera esperado que ella se las quitara sola pero me encontraba demasiado impaciente para perder más tiempo y es por eso que sin permitirle ayudarme soy yo quien se las terminé quitando y lanzándolas también al cesto de ropa.
Fue en ese momento que entendí que toda mi compostura se iba desmoronando, muy pronto se caería toda mi careta que había fabricado frente a ella.
Observarla desnuda no me ayudo a disimular esto, sentía que no faltaba mucho para llegar al límite.
-Muy bien… sí… que hermosa niña…-digo arrodillándome al costado de ella ya sin poder contenerme y manoseándola descaradamente.
– Y que hermoso culote tienes….
joder…- repetía para mí mientras la manoseaba subiendo y bajando mi mano por sus nalgas de mujer.
-¿Señor Arturo?- pregunta Rebeca tímida volteando y observando mis manoseos.
-Si….
Si… bueno.
Yo… también te lo mostraré…- le digo recobrando un poco de cordura ya que hace un instante me encontraba a punto de violarla cegado por la lujuria.
Por momentos me regresaba la cordura (aunque no sería por mucho) y ese fue uno de esos momentos.
Intente volver a continuar con mi plan, sin embargo a pesar de lo infantil que siempre era y la actitud inocente que mostraba Rebeca su intuición parecía decirle que mi trato hacia ella había cambiado, que ya no la miraba de la misma forma.
Es más noté que ella observaba con desconfianza aquel bulto que luchaba por salir de mis bermudas y que yo me acariciaba al mismo tiempo que la manoseaba a ella.
A pesar de ello no di marcha atrás, deseoso de continuar con el plan me levante y me coloque frente a ella para quitarme el bermudas que era lo último que impedía que me exhibiera frente a esa niña.
Mi miembro completamente erecto quedo a la vista de aquella niña nalgona de ocho añitos.
Desde que quedé completamente desnudo frente a Rebeca ella no dejaba de mirar con curiosidad y quizás con aprehensión mi verga.
-Permíteme explicarte Rebeca… Esto… se llama pene.
– señalo mi miembro procurando volver a sonar didáctico pese a la ansiedad-Lo tienen… los niños y es lo que nos distingue de las niñas… ¿Qué te parece?
-¿Por qué esta así?- pregunta Rebeca señalando mi miembro aun con timidez.
-¿Así cómo? Ah! ¿Te refieres a lo grande?…-pregunto.
Ella asintió aun mirándolo- Pues el que habrás visto en la imagen de tu clase era de un niño y yo ya soy más grande por eso ya ha crecido.
-¡Ah!- expresa Rebeca.
Parece que todo eso la distrajo de mis anteriores tocamientos.
Sucedió nuevamente, el estar desnudos hizo que dejara de lado lo que tenía planeado y saltarme algunos pasos que tenía previsto.
En mi mente ingresaban pensamientos nada decorosos por aquella niña.
El observarla desnuda hizo que se dibujaran mil y una fantasías en mi mente que esperaba cumplir cuanto antes con Rebeca.
-Muy bien… ahora quiero que entres a la tina… – señalo impaciente tomándola de los hombros y llevándola hasta la tina.
Nuevamente el contacto con ella hizo que casi enloqueciera- Si nos demoramos mucho tu abuelita puede llegar… y no queremos que ella te encuentre sin bañarte.
¡Anda preciosa, entra a la tina! – exclamo poseído por mi libido al mismo tiempo que le daba una nalgada para que reaccionara y por fin entrara.
Rebeca ingresó a la tina y a pesar de la nalgada que le di podría haber hecho que se incomodara se entretuvo con las burbujas y apenas entró se puso a jugar con ellas tomándolas en su mano y soplándolas a todos lados viendo cómo se formaban otras más pequeñas.
Se veía muy entretenida mientras la observaba desde afuera contornearse en la tina buscando cubrirse con la espuma.
-Muy bien Rebeca… necesito… necesito que me hagas un poco de espacio- expreso mientras ella armaba con sus dedos un circulo para soplar la membrana de jabón entre ellos y generar burbujas.
-¿Espacio?- pregunta luego de aplaudir al ver como salió una burbuja muy grande de sus dedos.
-Sí, voy a entrar para ayudar a lavarte ¿recuerdas?- pregunto mientras pongo un pie en la tina.
Rebeca se aparta un poco para dejarme espacio- Sí, ve para allí, muy bien…- digo al mismo tiempo que ella se acomodaba al otro extremo para dejarme entrar a la tina.
Con algo de dificultad logramos caber ambos dentro aunque para ello nuestros cuerpos tuvieran que estar muy pegados uno del otro.
Se me erizo la piel al sentir el contacto ya directo con ella, ambos desnudos y apretados dentro de la tina.
– Ven… ven más aquí voy a comenzar a lavarte primero.
Acercándola hacia mi lado tomé la esponja con la otra mano para comenzar a lavar su cuerpito.
Empecé a lavarla tomando sus brazos y refregando con la esponja suavemente.
Rebeca permaneció jugando con la espuma con su otra mano soplando más burbujas.
Luego de sus brazos procedí a lavar su cuerpito buscando manosearla en cada contacto.
Sin embargo la ansiedad de tocarla directamente hizo que dejara a un costado la esponja y usara mis manos para jabonarla.
-Muy bien…- le digo al oído manoseando descaradamente todo su cuerpo.
-Vamos a empezar con el “baño especial”…- añado ya que ella me miró al notar que dejaba la esponja a un lado.
– ¿Vale?
-Sí, señor Arturo.
Jijiji!!- ríe Rebeca al sentirme hacerle cosquillas mientras la jabonaba con mis dedos.
Ella en respuesta intenta hacer lo mismo pero se queda entretiene llenando de jabón mi pecho que exhibía muchos pelos- Tiene mucho pelo aquí señor Arturo.
-Jejeje, sí.
Así es preciosa.
– respondo acariciando su pechito plano.
Me deleite jugando con sus tiernos pezones mientras ella solo reía y hacia intentos por apartarse.
Era un éxtasis total por fin lograr acariciar cada parte del cuerpo de esa niña nalgona, sobre todo porque me encontraba detrás de ella.
No pudiendo resistir más baje por su abdomen queriendo llegar hasta su panochita pero cuando apenas la toque siento como ella se aparta- ¿Qué sucede?- pregunto.
-Ahí no… señor Arturo.
– dice Rebeca mientras aparta también mi mano que la seguía- Esas son mis partes privadas- responde educadamente intentando excusar su reacción repentina- Nadie debe tocarme en mis partes privadas.
Así nos dijeron en esa clase de mi colegio.
-Muy bien, eso es cierto.
-respondo volviendo a acercarla a mi lado.
– Pero eso es para otros adultos extraños que atacan a las niñas indefensas.
A mí me conoces y sabes que hago esto para darte un “baño especial”- le corrijo tratando de sonar convincente.
– No te voy a hacer nada malo, ¿acaso no acabas de decirme que confiabas en mí? ¿O estabas mintiendo?- pregunto acercando mi rostro al de ella para intentar persuadirla.
Puse mi mano en su abdomen planito esperando su respuesta.
– No, señor Arturo.
No estaba mintiendo.
-contesta Rebeca dudosa pero resignándose a lo que había dicho hace poco.
Al parecer mi acto de persuasión había dado sus frutos.
-Muy bien…-expreso mientras continúo bajando por su abdomen pero esta vez ya hasta llegar a su panochita la cual comienzo a manosear suavemente- Entonces… no te preocupes por eso y… solo déjame asearte.
¿Entendido?
-Sí, señor Arturo.
– responde mientras observa como mi mano manoseaba su rajita.
Abrí los tiernos labios de su vaginita queriendo introducir un dedo en ella.
Escuchar su última afirmación hizo que por fin perdiera el control de mis actos.
El monstruo en mi entrepierna que se apretaba contra su espaldita reclamaba a Rebeca.
-Muy bien… muy bien… eres una buena niña.
Oh… si… muy buena.
Ohh…-jadeo excitado mientras continuaba introduciendo mi dedo y acercaba mi rostro al suyo.
Pude sentir su pequeño himen impedirme el paso.
Retiro mi mano de su vaginita y me coloco a su costado, esta vez mi mano bajo por su espalda hasta manosear aquel culote que poseía a sus 8 añitos- Y tienes un cuerpo muy hermoso.
si muy hermoso.
Ohhh.
y unas caderas….
Joder! –le digo al oído al mismo tiempo que las acaricio y aprieto finalmente para sentir su turgencia.
Ya no pensaba seguir ocultando mi deseo por ella y empecé a decirle cosas más fuertes mientras aun la manoseaba- Eres tan hermosa… Pareces una mini-modelo… Debes sentirte muy orgullosa de tener ese culote… Oh si…-repetía mientras sentía mi verga erecta apretarse más contra su cuerpo– Siempre andabas excitándome llevando esos vestiditos pegados… Joder…No sabes cuando he esperado por tenerte aquí- deliraba mientras ella solo me miraba aparentemente temerosa por las palabras que le decía y el cambio en mi actitud hacia ella- Ven… déjame… acomodarte…Rebeca
Casi a punto de llegar al límite la muevo de la tina levantándola un momento mientras me coloco debajo y acomodo bien mi verga.
La siento con mi miembro incrustado en la raja de su culote para finalmente poder sentir el contacto directo con esas nalgas que me amortiguaban.
Con mi verga incrustada y punzando en la raja que dividía sus nalgas abandono todo pensamiento racional y entregado al placer de sentirlas al fin comienzo a empujarlas levantándola.
Entre jadeos de excitación comencé a levantar y bajar asemejando al movimiento de copula lo cual sumado al hecho de sentir mi verga palpitar en su raja presionando su ano me volvía loco.
-OOOOOHHH…!!! Joder!!! Ohhh.
!! Jo…der…-jadeo extasiado levantando y bajándola.
-Se…Señor Arturo…Auuu!!- empieza Rebeca observando lo que le hacía aunque al último soltó un quejido por la rudeza de algunos empujones que le hacía.
-Ohh….
¿Si…?- pregunto aun empujando sus turgentes nalgas.
– Oh… ¡Joder!…que culote tienes…- expreso mientras el ruido de como salpica el agua debido a mis empujes solo me excitaba más.
-Puedo… puedo preguntarle algo?- inquiere dudosa al verme tan excitado y que no ocultaba el placer que me producía toda la excitación del momento.
-Pues… ahora estamos ocupados…-respondo seriamente.
Estaba tan fuera de mí que no quería que nada interrumpiera este momento y menos el responder a sus dudas.
– Ohh!!….
siii… Me lo preguntaras….
Ohh!!!… cuan…cuando ter…minemos… ¿Esta bien?.
Ohhhh!!
-Sí,…señor Arturo… Auu!!- se queja al sentir que mis empujones eran ya más bruscos que los anteriores.
Completamente extasiado por ello cada vez empujaba más rápido procurando sentir mi verga hundirse en la abertura de sus nalgas.
Sin embargo aquel ejercicio de levantarla y luego bajarla continuamente termino por agotarme rápidamente y aunque me sintiera pronto llegar a correrme probablemente terminaría por dislocarme la cadera antes por lo cual decidí variar la posición y le ordene que se levantara dándole unas nalgadas a su culote y haciéndole un gesto.
-Bien… ahora quiero… que te apoyes aquí.
– le digo levantándome con esfuerzo y haciendo que ella se apoye a uno de los bordes de la tina cerca al grifo mientras se inclinaba levantando sus caderas- Si… muy bien…-digo al mismo tiempo que con un poco de espuma que tomé de la tina procedo a acariciarlas fingiendo volver a lavarla.
– Que preciosa y buena estas… Joder!- le digo aun excitado.
Fue en ese momento que perdí conciencia del plan que había trazado del comienzo y me deje llevar por aquel órgano que tenía entre mis piernas y me reclamaba penetrar a esa niña culona frente mío.
Rebeca solo obedecía y aunque aún me miraba temerosa no parecía dispuesta a contradecir alguna de mis órdenes ni impedir que la moviera o manoseara.
-Abre… tus… muy bien…muy bien- repito mientras la colocaba a gatas sobre el piso de la tina con las manos aun agarradas sobre el borde de la tina.
– Tranquila… tranquila mi amor… solo voy a lavarte bien….
– expreso al mismo tiempo que me acomodaba en la tina tomando mi verga y dispuesto a clavarla en ella.
-Señor… Arturo….
No…- dice Rebeca al mismo tiempo que empezaba a tallar con mi miembro a lo largo de toda la abertura de sus nalgas sintiéndome por fin dueño de ella.
Empecé a restregarlo haciendo círculos en la entrada de su ano- Ahí…ahí no…Ahí es sucio…señor Arturo.
– se queja.
-Es cierto…es cierto preciosa…Ohhh….
por eso….
por eso voy a lavarte… voy a lavarte con esto…Ohhh!!… que culona eres… ¡Joder!- le suelto al oído mientras no dejaba de restregar mi verga en la raja de su culote y jugueteando en su ano, sentía mi miembro palpitar reclamando penetrar a esa niña nalgona- Vamos…vamos a lavarte….
¡Ohh!
Con lo poco de cordura que me quedaba decidí lubricar su ano antes de clavar mi verga dentro de ella.
Y lo hice simplemente porque si la penetración era muy violenta podría resistirse más de lo normal y no deseaba ser interrumpido mientras gozaba a esa niña.
-Señor Arturo…- empieza Rebeca volteando y mirándome dudosa.
-Voy a lavarte bien… Ohhh!! siii… lavarte bien…- repito excitado sin prestarle atención mientras tomo un poco de agua con una mano y la dejo caer sobre la abertura de sus nalgas queriendo usarla de lubricante.
Co mi mano esparzo el jabón en la entrada de su ano- Voy a lavarte bien… así… así que levanta ese hermoso culo que posees…Ohh…muy bien…- repito mientras soy yo quien la acomodo y acerco mi rostro queriendo lamer ese camino entre su ano y su rajita.
-No! Jijiji…-ríe Rebeca pero luego se pone seria.
-Me hace cosquillas…No haga eso señor doctor.
Ese lugar es sucio.
-Debo hacerlo…- repito jadeante.
– debo… debo limpiarte… es mi debes como doctor.
Así que levántalas bien… Rebeca…Joder!
-Jijiji!!- ríe ella y trata de alejarse un poco más seria.
Sin embargo la vuelvo a atraer hacia mi lado con fuerza a lo que ella vuelve a responder alejándose.
– No!- ríe ella dándome la contra.
– No me gusta esto señor Arturo… no me gusta.
– expresa muy incómoda apartándose.
Cegado por la lujuria no respondí a sus quejas y volví a intentar que se colocara en posición nuevamente sin éxito.
Tres veces más lo intenté pero Rebeca seguía negándose, sin embargo no estaba dispuesto a aceptar un no como respuesta y su negación a someterse totalmente a mí solo me hizo enojar.
-Rebeca….
¡REBECA!- levanto la voz para hacerme entender.
Inmediatamente se queda quieta al sentir la molestia de mi voz.
Esta vez acerco mi rostro hacia ella- Escúchame bien.
Puedo ser muy bueno contigo pero si no vas a obedecerme puedo ser muy malo también.
Rápidamente me volteo un momento hacia el otro lado de la tina donde pegado a la pared detrás de algunos envases de champús y jabones líquidos se encontraba el cisne de cristal que había traído de la sala y antes se lo mostré a Rebeca.
Lo agarro y se lo muestro frente a sus ojos.
– ¿Lo recuerdas? Es el adorno favorito de tu abuelita…Jejej… Es un hermoso cisne, ¿no es así?- le digo mostrándoselo a lo que ella asiente.
Sin embargo tampoco dejaba de mirarme seria por haberle levantado la voz- ¿Sabes lo que me gusta de ser doctor, Rebeca? Me gustan las niñas… las niñas lindas, tiernas, obedientes y educadas.
– expreso suavemente al mismo tiempo que acaricio su rostro.
– Como tu Rebeca.
Tu eres una niña muy hermosa y obediente.
-al escuchar eso sonríe tímidamente correspondiendo a la sonrisa que le mostraba.
– Sin embargo como te dije hace un momento.
Si la situación lo amerita.
– digo levantando el adorno.
– Si realmente debo serlo…- es en ese preciso instante que tomo impulso con el brazo y lanzo el cisne contra la pared más alejada produciendo un estruendoso “CRASH!!” al romperse el cristal.
-¡¡¡AHHH!!! Noooo… ¡No! ¡No!….
– chilla Rebeca asustada al ver y escuchar como rompía aquel precioso cisne frente a sus ojos.
Se puso a temblar alejándose de mí con evidente miedo.
En el estado que me encontraba no iba permitir que se apartara así que la tome fuerte del brazo acercándola nuevamente a mí.
– ¡Puedo ser muy malo sino me obedeces!…-le grito con voz dura y sin piedad queriendo asustarla.
-Noo… No…!!- repite Rebeca temblorosa.
Aprovechando esto acerco mi rostro al suyo para hablarle al oído.
-Sin embargo… sin embargo ¿tú eres una niña buena no es así, Rebeca?- pregunto esta vez con voz suave y amistosa mientras acariciaba su rostro- Tu no me vas a dar problemas mientras te baño.
¿No es así?
-NO!! No… Yo…yo soy una buena niña, señor Arturo…-repite asustada y temblando.
– Soy una buena niña, soy una buena niña.
– repite aun asustada y casi a punto de llorar.
-Muy bien… muy bien.
– repito feliz y excitado por tenerla esta vez sometida totalmente a mi.
Ahora estaba seguro que mi camino se iba despejando.
– Porque sabes… Rebeca.
Debo terminar de bañarte y para eso…- digo volteándola sin que ella mostrara oposición y colocándola nuevamente dándome la espalda a gatas sobre el piso de la tina apoyada con las manos agarradas al borde de la tina- Debo limpiarte en un lugar muy importante…- repito acariciando ese par de nalgas que me enloquecían- ¿Sabes en dónde?
-No…-contesta ella temerosa y aun temblando mientras esta vez jugueteo con mi dedo haciendo círculos en la entrada de su ano.
-Pues.
– contesto al mismo tiempo que le introduzco por fin mi dedo en su ano- AQUÍ!.
Aquí mi nalgona…aquí… Ohhh sí, Dios bendito…- jadeo mientras muevo mi dedo en su interior.
-AUUUU!!- exclama Rebeca sorprendida al sentirme hurgando en su ano- ¡No señor Arturo! ¡NO! Auuuu!! Me duele!!!
-¡SI! Sí, mi preciosa nalgona… ¡Joder!- le digo excitado aun con mi rostro pegado al suyo y sonriéndole cínicamente-… Debo limpiarte ahí… es necesario.
Pero no puedo hacerlo con mi dedo…sabes… necesitamos limpiar con algo… algo más grande…- digo al mismo tiempo que me muevo colocándome a su espalda pero aun con mi rostro pegado al suyo y con mi otra mano restriego mi verga tan dura como un metal en una de sus nalgas.
– ¿No imaginas con qué? Jejej…
-¿Con… con… con su… pene?-pregunta Rebeca dudosa con la voz aun plagada de miedo- ¡Auuu!
-Así es… así es mi amor…-repito volviendo a colocarla en posición mientras retiraba mi dedo de su ano motivo por el cual dio el anterior quejido- Esto… puede dolerte un poco, pero debes resistirlo o no podre limpiarte apropiadamente.
-le digo al oído colocándome totalmente detrás de ella.
-¿Do…dolerá?- pregunta con miedo mientras volteaba a mirarme.
-Un poco…Jeje… quizás… como es la primera vez que te hacen un baño especial…- contesto jadeante.
Rebeca aun parecía muy asustada y se quedó en silencio- pero… pero tú eres una niña valiente… y sobretodo muy obediente… ¿O me equivoco?- pregunto sonando amigable y con una sonrisa.
Rebeca se queda callada sintiendo como apoyo mi cuerpo sobre ella y restriego mi verga en la abertura de aquel culo que no parecía pertenecer a una niña de su edad.
– Te he preguntado algo, Rebeca- expreso con un ligero dejo de enojo- Respóndeme cuando te pregunto algo ¿Acaso me equivoco?- pregunto elevando la voz a cada palabra.
-Nonono….
señor Arturo.
-responde asustada porque le levante la voz nuevamente.
-Muy bien…- repito sonriendo.
– muy bien… yo sabía que eras una buena niña.
Y sé que aunque duela un poco vas aguantarte y quedarte quietecita… como buena niña…¿entendido?.
-más silencio de parte de Rebeca.
– ¿¡¡¡ENTENDIDO!!!?- le grito perdiendo la paciencia.
-¡SI! Si… señor Arturo…-repite Rebeca sollozando de miedo.
– Me quedare quietecita.
lo prometo…lo prometo…
-Muy bien…- repito emocionado- Muy bien… sé que lo harás…sé que lo harás mi preciosa niña culona.
– le suelto presionando suavemente mi verga en la entrada de su ano- Ohhh!!.
-Au!.
Auu!- se queja Rebeca al sentir mis intentos por hurgar en su orificio.
-OHHH…se que… no vas a moverte mientras te limpio… sé que no lo harás.
– digo cesando por un momento mis intentos de penetrarla para darle una última advertencia.
Tomo su muñeca con mi mano y aprieto suavemente para tomar su atención- Porque si lo haces… si te opones… puede pasarte algo parecido a lo que le pasó a ese hermoso cisne- le digo al oído al mismo tiempo que aprieto con rudeza su muñeca haciéndole un poco de daño.
-Auuu!!! ¡Me duele!- se queja Rebeca forcejeando por intentar apartar su brazo de mi alcance pero yo era más fuerte y no se lo permití.
– ¿¡ENTENDISTE!?- le grito al mismo tiempo que por fin suelto su muñeca.
-¡SI! Si… señor Arturo.
No me haga daño… por favor…- gimotea Rebeca muy asustada aun tomando su muñeca algo adolorida al parecer con su otra mano.
No le hice mucho daño ya que mi única intención era darle una advertencia para que no se resistiera.
Ya no me preocupaba asustarla o causarle un trauma.
Lo único que había en mi mente en estado animal era el deseo de gozar a esa niña culona sin ser interrumpido.
-Muy bien… muy bien mi nalgona…Ohhh!!!- exhalo al sentirme presionando con un poco más de ímpetu la punta de mi verga en su ano- JODER!!! Que estrecha estas….
OHH!!!!
-AUUU!!! AUUUU….
UHHHH!!!- se quejaba Rebeca al sentirme sodomizándola.
En realidad comparada con otras niñas me costó más trabajo penetrarla y eso que he sodomizado a Anita y Katy cuando tenían 6 añitos y no me costó tanto trabajo.
Quizás fuera que había logrado relajar más a las otras que Rebeca quien instintivamente se movía a los lados intentando apartarse.
-Ohhh….
JODERR!!! JODER!!! OHHH!!! – exhalo extasiado mientras poco a poco lograba abrirme paso en su ano pese a que este me repelía queriendo detener la invasión a su esfínter.
-UHHHHHH!!!!- lloraba Rebeca la invasión que sufría su ano.
En pleno frenesí en el que me encontraba esto no podía importarme menos.
-OHHHH!! Muy bien… muy bien….
Mi amor… ya casi….
Ya vamos la mitad…OHHHH!!!!AHH!!!- exhalo al sentir esa estrechez que me genera una mezcla de placer y dolor en el miembro.
-Muy bien… mi nalgona .
Muy bien… ya casi….
AUUU!!!!.
ya casi te entra todo… JODER!!
-UHHH!!!!!UH!!!!- solloza Rebeca sobre el borde de la tina haciendo lo posible por no resbalarse debido a mi peso.
– YA… YA CASI!… ya casi mi nalgona… ahora… va a entrar….
¡TODO!- exclamo al mismo tiempo que de un tirón por fin logro introducirle el resto de mi miembro dentro de su ano.
Al fin lo había logrado, al fin había conseguido lo que estaba deseando desde que conocí a Rebeca en aquel primer chequeo médico del orfanato.
Por fin había logrado penetrar a esa niña nalgona.
-UUUUUUUUUHHHHHHHH!!!!- llora más fuerte que nunca Rebeca.
Intento moverse para escapar pero fue en ese momento que aferre sus dos manos hacia la tina, me apoye totalmente sobre ella y con un movimiento presione mi verga dentro de ella- UUUUUUUHHHHH!!!!! ME DUELE!! ME DUELE!!
– OHHHHH!!! Joder!!!! Joder!!! QUEDATE QUIETA!!!! OHHH!!! ….
Quédate quieta o va a ser peor… REBECA!!!- grito queriendo someterla- ¡QUEDATE QUIETA O TE CASTIGO!- grito más fuerte logrando por fin cesar sus ímpetus por escapar- Muy bien… OHHH!!! SIII!!! Deja… deja que se acostumbre….
Deja que se acostumbre…Ohhhh!!.
y pronto… no te dolerá… Si te mueves… OHHH!!! Es peor…- repito mientras aun la tenía sometida con toda mi verga dentro de su ano.
Deje mi miembro unos momentos y de cuando en cuando intentaba moverlo un poco en su interior a lo cual Rebeca reaccionaba quejándose de dolor, decidí esperar un poco hasta que se acostumbrara sin embargo mi excitación por comenzar el coito con esa niña fue más y después de un rato terminé decidiendo que quizás ya era suficiente.
-Voy a moverlo…OHHH!!!.
Poco a poco…así que no te asustes ¿Si, Rebeca?- le digo al oído.
-Pero….
*sollozo*.
pero…me duele cuando usted se mueve.
– repite llorosa.
-Voy a moverme… voy a moverme… – repito extasiado sin prestarle la más mínima atención a sus palabras.
-OHHHH!!! SIII!!! OHHHHHHH!!! JODER!!!- repito al sentir mi miembro deslizarse por ese orificio.
-UHHHHHHHHH!!! UUUUUUUUUHHH!!!!!- llora Rebeca al sentirme moverme entrando y saliendo de ella.
-OHHHH!!! JODER!!! DIOS SANTO!!! UFFFF!!!- bufo extasiado mientras siento el impacto con ese par de espectaculares nalgas que poseía a sus ocho añitos.
– REBECA!!! REBECA!!! OHHH!!!
-Uhhhh!!!! uhhh!!! *sollozo* Uhhh!!!- lloraba la pequeña Rebeca sodomizada por un adulto más de 20 años mayor que ella.
Un adulto en quien confiaba totalmente hasta hace poco y que ahora la utilizaba para saciar sus depravados deseos.
Nublado por la excitación y sintiéndome acabar acelero las embestidas sobre ella.
-OHHHHH!!!- exhalo de placer.
Deseaba gozarla más tiempo a esa velocidad a fin de experimentar aquel amortiguamiento de su culote que tanto deseaba pero el placer producido por la estrechez de su esfínter sobre mi miembro no me dejo aguantar mucho tiempo.
Mi mente en estado animal solo deseaba seguir cogiéndome a esa niña como se debía sin darle ninguna tregua.
-Uhhhhhhhhh!!!!! NO!!! NOO!!! UHHH!!!!- lloraba Rebeca al sentir el cambio de ritmo en las embestidas que le daba a sus espectaculares nalgas.
-UFFFFF!!!!!OOOOOOOOHHHHH!!! JODER!!! QUE NALGONA ERES!!!! JODER!!! DIOS BENDITO!!!- exhalaba poseso de placer al sentirme a punto de desfallecer de placer mientras la embestía rápidamente haciendo que se escuche el impacto con sus nalgas de mujer.
Pude sentir mi vista nublarse justo al mismo tiempo que comenzaba a inundar el ano de Rebeca de todo mi caliente esperma.
– OHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!! DIOS BENDITOOOOO!!!- exhalo casi desfalleciendo.
-UHHHH!!!.
Nooooo…- grita Rebeca sintiendo como la inundaba por dentro y luego al sacarle mi verga le echaba otro tanto en su espalda.
-No….
NO!- repite mientras hace esfuerzos por moverse y apartarse de mi lado.
– Ohh… Joder… joder… ha sido… increíble…- repito más para mí que para ella.
Ya más relajado no me opongo a sus intentos y me aparto, acto seguido producto del cansancio me dejo caer apoyando mi espalda a un costado de la tina sintiendo aun con rezagos del orgasmo en mi cuerpo- Rebeca… Joder….
Uff…
Rebeca se a
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