Confesiones del Padre Arturo: El orfanato parte 6
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PadreArturo4.
Hola mis estimados lectores.
Antes de empezar el relato quisiera hacer una salvedad respecto a lo que viene.
Como he dejado varios cabos sueltos en el anterior relato gran parte de este relato será dedicado a resolver esas partes.
Es por ello que si no han leído el relato anterior: “El orfanato 5” os recomiendo que lo hagan para que entiendan todo.
Sin más que decir vamos al relato:
………………………………….
Las tardes se hacían cada vez más calurosas, casi nos encontrábamos en el verano y eso contribuía a que los días se hicieran más largos de lo normal.
Era un viernes por la tarde y en la pequeña localidad de *********** se podía ver a algunos niños aún jugando futbol en un pequeño campo vacío donde colocando dos piedras en cada extremo habían hecho sus arcos.
Doña Mercedes siempre terminaba peleando con ellos cuando escuchaba la pelota golpear el portón de la pequeña capilla que se encontraba algo alejado pero como el campo se encontraba por encima de la altura de la capilla (cuestiones del terreno) en un mal rebote terminaba llegando a chocar con la puerta.
-¡PEQUEÑOS SINVERGUENZAS! ¡RESPETEN LA CASA DE DIOS!- se escuchaba gritar a Doña Mercedes , quien estaba a cargo de vigilar el bienestar de la capilla, al escuchar como la pelota volvía a chocar con la puerta.
Desde la ventana de su casa podía apreciar como aquellos mozalbetes terminaban por huir recogiendo su pelota antes que ella saliera y se las quite.
La razón por la que Doña Mercedes cuidaba de esa capilla era porque se lo habían encargado desde la parroquia y además ella como fiel devota se sentía en la responsabilidad moral de velar por aquella que le permitía tener un lugar de adoración cercano a su casa y así evitar el tener que ir a otros lugares para escuchar las misas dominicales.
Esta capilla tenía cierto tiempo funcionando y aunque desde la ventana de Doña Mercedes no podía verse, al frente de la puerta trasera había un auto estacionado completamente oculto de las miradas vecinas.
Al ser una zona agreste y muy cerca de la capilla nadie se atrevía a llegar tan lejos o transitar hacia ese lado donde acababa la calle.
Dentro de la pequeña capilla había una habitación al costado del púlpito (lugar desde donde se leen los salmos y evangelios), esta habitación pequeña se encontraba sin seguro.
Lo que sucedía dentro de esa habitación contrastaba totalmente con el fin de esa capilla.
Sobre un mueble antiguo se encontraban desnudos un adulto y una niña de 7 añitos.
Él con su cabeza muy cerca de la panochita de la niña mientras ella echada boca arriba sobre el mueble le abría sus piernas mientras respiraba agitadamente.
-Ya estás lista, Katy.
-digo luego de lubricar su rajita.
-Ahora ven mi amor…- digo jalándola hacia mí y colocándola en posición para empezar mientras me subo al mueble y tomo mi miembro apuntando a su entradita.
– que he espe….
digo, Diosito ha esperado mucho por esto…
-Sí, Padre.
Apresúrese.
– dice Katy impaciente mirándome y abriendo las piernas.
-Mmmm… Ohhh!!!- exhalo mientras introduzco todo mi miembro en su rajita.
-Ahhh!!- gime Katy al sentirme avanzando lentamente en su agujerito.
Al sentirme totalmente dentro de Katy no puedo aguantar más para empezar a disfrutar de esa tierna niña.
-Ahhhh… Uhhh…Ahhh- gime Katy al sentir que empiezo a moverme dentro de ella
-UFFF!!!! UFFF!!! JODER!!!- bufaba de placer al embestir más rápido a esa niña.
-AHHH!!! AUUU!!! PADRE!!!!- se quejaba Katy sobre el mueble en posición de misionero.
Sin darle tregua me desquitaba con ella a fin de saciar las ganas que aún tenía sobre Rebeca por lo sucedido en la mañana.
-OHHH!!! Uff….
Katy…-expreso al mismo tiempo que por la velocidad con que cogíamos termino de salirme de su rajita.
Me levanto y la empujo más hacia el mueble lográndome subir a este colocándome de rodillas.
– Date la vuelta…- le ordeno haciendo un gesto.
Katy ya consciente de lo que le pedía obedece, se levanta e inmediatamente se coloca en posición de perrito levantando sus posaderas.
Por la prisa y las ansias que tenía hacia esa niña la ayude a colocarse en posición.
Acerco mi miembro con la intención de penetrarla.
-Ahí….
Si.
Uffff…-bufo al sentirme nuevamente dentro de Katy.
Tomándola de su cinturita comienzo a empujar suavemente en su interior para sentir sus nalguitas amortiguarme.
– Katy….
OHHH!!! Que culoncita eres mi amor!! OHHH!! Joder!!
Extasiado por tenerla sometida en esa posición comencé a incrementar la velocidad de las embestidas a fin de gozarla como se debe.
-OHH!!! Katy….
UFF!!!!- bufo entrando y saliendo de esa niña cada vez más rápido.
– Joder!!
-MMM!!! AHHH!!!! PADRE!!!- gime Katy sobre el mueble levantando sus nalguitas.
-OHHH!!!.
UF!!!- bufaba levantando a Katy un poco más.
Como una muñeca, libre de cualquier voluntad solo se dejaba manipular.
-AHH!!!AUU!!! PADRE!!! AHHH!!!- gime Katy al sentir como empiezo a acelerar mis embestidas sintiéndome acabar.
-UFFF!!! KATY!!! OHH!!!- termino acabando dentro de esa niña.
-Joder… Uff.
-expreso al mismo tiempo la dejo caer sobre el mueble mientras aún continuaba roseando su cuerpito con mi esperma.
Luego de acabar me siento sobre el mueble esperando volver a tener energías para continuar disfrutando de esa niña nalgoncita que debía aguantar aun las ganas que tenía por Rebeca.
-Esto recién comienza, Katy.
-le digo acariciando su cuerpito mientras ella me mira a los ojos.
– Como te dije hoy tengo mucha bendición que darte.
Eso hará que te sucedan cosas muy buenas a ti y a tus padres ¿No te sientes muy afortunada?
-Sí, Padre.
-responde esta.
– Alabado sea Dios por haberme elegido para ayudarlo, Padre.
– recita ella de memoria la respuesta que quiero oír de ella.
A sus siete añitos se había vuelto para ella una niña muy devota, temerosa de Dios y fiel colaboradora de su sacerdote Arturo, sin tener idea que todas aquellas cosas que hacia eran solo para satisfacer mis más depravadas fantasías.
………………………………………….
Recuerdo que ese día salió un sol radiante que daba inicio a una semana calurosa típica de un verano normal.
A pesar de llevar una camisa corta la impaciencia hacia que transpirara a cada paso que daba en el camino a la puerta del orfanato.
Decidí que este lunes luego de hablar con Oscar me dirigiría a la oficina de la Superiora con el objetivo de conversar muy seriamente con ella.
En el trayecto a su oficina iba muy nervioso aun meditando y recitando de memoria como había planeado toda la situación.
Al llegar frente a la puerta toque dos veces sintiendo el corazón en la boca debido a la tensión.
-Pase.
– se escuchó una voz desde el interior del lugar.
-Con su permiso, hermana Julia.
– digo al mismo tiempo que ingreso a la oficina y cierro la puerta tras mío.
Me dirijo hacia al escritorio donde se encontraba revisando alguno documentos.
-Arturo, pase.
Lo estaba esperando.
– me saluda sin levantar la vista de sus papeles hablando con su tono de voz español (posteriormente supe que tenía un tono más de Galicia).
-Siéntese.
– Sí, hermana.
– respondo al mismo tiempo que ya con más aplomo decido sentarme frente a ella.
La hermana por fin levanta la vista.
-Bien.
Como sabe lo llame aquí para que me explicara más claramente los detalles que me dio por teléfono sobre la niña Rebeca.
– Como le dije por teléfono.
También para mi realmente fue una sorpresa cuando recibí esa llamada.
Según me contó la señora averiguó mi numero por Sara quien ahora vive muy cerca de ella.
Se sorprendió mucho al encontrar a su nieta en aquella foto.
Según dice la reconoció al instante ya que se parecía mucho a su hija cuando tenía esa edad.
– explico ya con más naturalidad producto de que una vez empecé a recitar la historia que me había aprendido de memoria me fue más fácil recuperar la seguridad.
– ¿Y nunca se preocupó antes de averiguar que paso con su nieta?- pregunto la hermana.
– Al parecer no estaban en los mejores términos con su hija y perdió contacto con ella luego de que insistiera en irse de allí con el padre de la niña y venir a esta ciudad.
– contesto tranquilamente.
Con el paso de la conversación me pareció más fácil explicarle todo a la hermana ya que los nervios del comienzo habían desaparecido.
– Le dolió mucho el enterarse la suerte de su hija cuando le explique de cómo había llegado Rebeca a nuestro orfanato.
Sin embargo como le dije, lo mejor ahora es quizás intentar encontrar sosiego en aquella criatura que no tiene la culpa de nada y que espera aquí por un familiar que se haga cargo de ella.
– Entiendo, Arturo.
– contesto un momento desviando la mirada tratando de comprender la situación y quizás reflexionando sobre mi testimonio.
La verdad es que no había motivo para que la hermana no me creyera.
Conocía a la hermana Julia desde hace unos años, cuando aún no se hacía cargo del orfanato y yo recién entraba a la parroquia acompañando al Padre Eugenio y nunca desconfió de mí en quien veía un joven con mucho futuro dentro de la parroquia, quizás demasiado activo ya que siempre gustaba de participar en toda actividad de la capilla.
Recuerdo que en ocasiones me decía “Arturo, si hubieran más jóvenes como tú, la sociedad seria otra.
”
Sin embargo pese a todo esto era muy recta e intachable por lo cual no se andaba con rodeos respecto a sus principios y todo debía encajar en la legalidad para poder convencerla.
– Personalmente me preocupe por interceder y apoyar a la señora en esto ya que me gustaría que si hay algún niño o niña que tuviera la posibilidad de pasar esta Navidad que se acerca junto a su verdadera familia no se le negara esto.
-Estoy de acuerdo contigo.
– contesto inmediatamente ahora mirándome directamente.
– Personalmente si algún niño o niña puede encontrar el amor que solo puede darle una verdadera familia no creo que debamos poner trabas a ello.
Pero Arturo, ¿usted le hizo saber que requisitos y trámites se deben cumplir para que podamos otorgarle la custodia de la niña?- me pregunta.
-Así es.
Y debido a que ella no reside en esta ciudad me ofrecí personalmente a ayudarle con los trámites a fin de que pueda llegar aquí en un día y llevarla a donde ella vive.
– asevero.
-Bien… bien me parece que todo está en orden.
Personalmente te pediré te encargues de este asunto.
El Padre Eugenio me ha delegado muchas funciones últimamente por lo cual no dispongo de mucho tiempo, sin embargo confió en ti Arturo para que hagas las verificaciones y los trámites correspondientes.
– me dice llenando el formato de una carta que me autorizaba a firmar en nombre de ella a fin de hacer los trámites que correspondían.
– Usted me avisara el día que ella venga personalmente para la entrevista.
– expresa entregándome la carta.
– Por supuesto, pierda cuidado.
– respondo tomando esta y guardándola en un sobre.
– Ahora con su permiso me retiro.
No deseo quitarle más tiempo.
Salgo victorioso de la oficina y con mucho entusiasmo dentro de mí.
Había logrado completar la primera parte de mi ambicioso plan.
Creo que a esta altura del relato mi estimado lector entenderás maso menos cuáles son mis planes.
Sabía que la agenda recargada de la Hermana Julia le impedirían seguir los trámites (algo que yo había planeado ya que en nuestra última reunión junto al Padre Eugenio nos dispusimos a conversar en extenso sobre las nuevas delegaciones de cada miembro del consejo directivo de la parroquia y le recomendé al Padre que nombrara a la hermana Julia como miembro principal) y viendo su confianza en mí ya que había llegado al orfanato no solo para apoyar en el tópico sino como un asistente de confianza gracias al Padre Eugenio.
Ahora lo que se venía era quizás lo más complicado de todo: la entrevista.
Siendo la madre Julia una persona tan cuidadosa la entrevista debía ser lo más difícil de sortear ya que sabía que ella no dejaría jamás que un niño o niña fuera a un hogar que no quería ir o se sentía incómodo.
Es por ello que debía hacer lo posible para convencer a Rebeca de seguir al pie de la letra mi plan.
………………………………….
-¿Castigado otra vez, Carlos?- pregunto al ingresar al salón.
Este giro la vista hacia donde me encontraba y sonrió en gesto burlón mientras aún seguía golpeando la carpeta delantera.
Luego de haber tenido aquella charla con la hermana Julia ingrese a uno de los salones donde se había quedado castigado Carlos.
Con paso decidido me acerco a la carpeta delantera, retiro la silla y me siento a observarlo.
-¿Qué paso esta vez?- pregunto.
– Eres muy travieso pero romper la imagen del salón principal no es algo que tú harías.
Sabes que es un sacrilegio.
-Yo no la rompí.
La hermana Camila me acusa injustamente.
– responde precipitadamente.
– Ella siempre me culpa de todo.
-Pero confesaste después de que te pregunto varias veces.
– conteste.
-Me acuso varias veces.
– contesto este excusándose.
– Y yo.
Solo lo dije para que me dejara en paz.
-Ya veo…-respondo mirando a un costado.
-¿Puede usted decirle que no fui yo?-pregunta esperanzado.
– Es aburrido estar aquí mientras los otros están jugando afuera.
-No lo sé.
– respondo frotándome la barbilla.
– De todas formas debe haber un culpable a quien castigar, esta ofensa a Dios no puede quedar así.
-Por favor, por favor…-implora.
-Mmmm…Mira.
Vamos a hacer esto.
Voy a ayudarte pero necesito que me hagas un favor.
– le digo bajando la voz y acercando mi rostro.
– Necesito que llames a alguien y la traigas aquí.
Es muy importante.
Luego de eso podrás retirarte.
-Yo le llamo… Dígame ¿A quién? –pregunta Carlos entusiasmado por la idea de librarse del castigo.
………………………………
Luego de que Carlos se retirara a llamar a quien le había pedido me retiro de ese salón y esta vez me dirijo hacia el salón donde sabia se encontraba Sor Camila.
-Buenos días Sor Camila, estaba buscándola.
– digo en tono serio al entrar.
A pesar de que aún era relativamente joven siempre intentaba comportarme muy formal en la parroquia y otros lugares para dar la idea de que era un sacerdote.
-¿Sucede algo?-pregunta ella levantando su vista.
-Si.
Se trata sobre aquella imagen en el salón principal que desafortunadamente alguien hizo añicos.
Me entere que Carlos fue castigado por ello, sin embargo yo fui testigo de quien en verdad lo hizo.
Lo hubiera aclarado todo en ese instante pero en aquel momento me estaba retirando del orfanato y tenía prisa.
– exprese.
– Me parecería injusto dejarlo castigado por algo que no cometió.
-Pero el…
-El confeso frente a todos los demás niños para quedar como el rebelde de la clase.
Trabajo con niños en el colegio parroquial, esto sucede muy seguido.
– respondo dándome importancia.
– Según sé usted lo acuso primero que a los demás.
Aun así…-continuo queriendo terminar el asunto al ver que deseaba replicar.
– Como le digo yo sé quién realmente fue y dicha persona le está esperando en el salón a que usted le aplique el castigo que crea conveniente.
-Gracias, Arturo.
-responde Sor Camila levantándose de su asiento.
-Iré inmediatamente.
-No hay de que, si me disculpa debo dirigirme al tópico.
Tengo mucho trabajo por hacer.
– finalizo abriendo la puerta y retirándome antes que ella saliera.
………………………………….
Era miércoles y este día decidí que si era necesario por fin tener un encuentro con Rebeca.
Es por ello que en la mañana me dirigí hacia el salón donde sabía que se encontraba una de las monjas.
Luego de pedir que Rebeca fuera a mi oficina para hacerle unas preguntas sobre los trámites que le hacía me dirigí hacia mi oficina donde dispuse a esperar su llegada.
Después de leer varios expedientes de los niños del orfanato y gastar mi tiempo logro escuchar como golpean mi puerta nuevamente.
Al abrirla logro recibir a aquella niña que aparentemente tenía en el rostro la expresión de como si estuviera a punto de llorar.
-Rebeca! Que sorpresa…Pasa…- la recibo al mismo tiempo que señalo hacia la silla.
– Es una suerte que hayas podido venir justo estaba pensando en servir unos pasteles pensando que vendrías.
Rebeca avanza hacia la silla y se sienta aparentemente malhumorada.
-Oye… ¿estás bien, Rebeca? ¿Qué sucedió? ¿No pudiste venir a jugar ni ayer ni anteayer?- le pregunto fingiendo incredulidad mientras le alcanzaba las galletas en una bandeja que tenía preparada.
– Las monjas me castigaron señor doctor.
– responde por fin Rebeca luego de esperar a que tomara una de las galletas.
– Yo no hice nada señor doctor… Me castigaron injustamente.
– se queja mirándome molesta con los brazos cruzados.
-¿Te… te castigaron? Pero… ¿Por…Porque?- pregunto fingiendo mucha sorpresa y tomando mi silla la acerco a su lado.
Intentando consolarla y que se abriera a mí la abrazo de los hombros.
– No sé.
– contesta abrazándose a mi.
– Vino la hermana Camila y me dijo que me iba a quedar castigada por que confesé haber roto algo.
No me escucho cuando le dije que no y me castigo cuando yo no hice nada señor doctor.
– termina esta frase llorando un poco.
-Ya… ya… ya… tranquila, Rebeca.
Tranquila…- la consuelo mientras nos abrazamos.
-Usted me cree, ¿no es así?- pregunta Rebeca implorante.
-Por supuesto, Rebeca.
– contesto separándonos y mirándola a los ojos.
– Si tú dices que no fuiste yo te creo.
– le contesto acariciando su cabello en forma cariñosa.
– Gracias, señor doctor.
Usted es el mejor.
– responde abrazándose a mí.
-De nada, preciosa.
– respondo a su abrazo.
– Dime, Rebeca…A pesar que las monjas intentaron que admitieras que fuiste tú ¿No les habrás dicho que fuiste tú, no?
-No, porque eso sería mentir.
Y eso es muy malo.
– me responde infantilmente.
– Ya veo.
Hiciste bien en no mentir, pero si dicen que lo admitiste y luego te retractaste pensaran que estás mintiendo y que no quieres admitir tu culpa.
– razono para ella mientras me observa.
-No quiero asustarte… pero si las monjas creen que no pueden disciplinarte por mas tardes de castigos que te pongan es muy seguro que te espere algo peor.
-respondo.
– ¿Algo peor?- pregunta Rebeca asustada.
-El peor castigo en este orfanato….
– digo bajando la voz hasta llegar a susurrar.
– Cuando las monjas no pueden tratar con un niño o niña te mandan a un lugar horrible.
-hablándole al oído.
A estas alturas sabía que me había ganado su confianza y siendo tan infantil como era creería lo que le dijera.
– Espero equivocarme pero te pueden llegar a castigar mandándote….
al “hoyo”.
– susurro al mismo tiempo que aprieto su brazo de forma que pudiera infundir algo de miedo en ella.
-¿”El hoyo”? ¿Qué es el hoyo?- pregunta Rebeca.
-¿No lo sabes?.
– pregunto.
Ella gira la cabeza negando.
– Bien… es porque eres nueva aquí… te contare… Pero no le digas a nadie… ¿De acuerdo?
Ella asiente aún muy temerosa.
-Las otras monjas no quisieran que te hable de ello.
“El hoyo” es una habitación horrible.
– exagero mis gestos con la intención de infundir el temor en su infantil mente.
– Es una habitación donde las monjas llevan a los niños y niñas que se portan mal.
Un lugar oscuro donde no se sabe que puede haber dentro… Es un lugar horrible de donde ningún niño o niña puede salir.
Se cree que puede haber algo ahí que se coma a los niños…- le digo exagerando para asustarla.
Sentí que era el momento para arriesgarme un poco con la mentira a fin de lograrlo.
– Cuando las monjas ya no quieren a un niño o niña en el orfanato… simplemente los llevan ahí -digo secamente.
Confiaba en su inocencia para lograr engañarla.
-Nooo, yo no quiero ir ahí, señor doctor.
– me responde muy asustada.
Inmediatamente empieza a llorar.
– No quiero….
No deje que me lleven ahí…
A sus ocho años aún era muy inocente y fácilmente manipulable.
Con esa simple historia ya estaba llorando y temblando sobre la silla.
Me acerque a ella abrazándola para confortarla.
-Vamos Rebeca, no tengas miedo, tranquila.
– le digo mientras la consuelo.
– Venga… ven aquí.
– digo dándole palmaditas en la espalda.
– Ya.
ya no tengas miedo… Que no voy a dejar que te hagan daño, voy a ayudarte.
– le digo acercándome a su oído.
-¿Me va ayudar, señor doctor?- pregunta ella entre sollozos.
– Por supuesto, preciosa.
-le digo abrazándola y acariciando su espaldita para calmarla.
Me separo un momento de ella.
– Tengo un plan para ayudarte.
Ten toma esto.
– digo acercándole un pañuelo para que pueda secarse las lágrimas.
Ya cuando estuvo más calmada le dije:- Escúchame bien porque lo que te voy a decir es muy importante.
En ese momento Rebeca me miro muy atenta esperando lo que tuviera que decir.
-Ya no puedes seguir aquí, Rebeca.
Hagamos lo que hagamos las monjas creerán que tienes la culpa.
Ahora… La única solución que tenemos es que salgas del orfanato.
-le digo con voz seria.
A pesar de lo infantil que era sabía que tampoco iba a aceptar lo que estaba por proponerle sin necesidad de una buena explicación.
– ¿Acaso no te disgusta el orfanato?
-Si… Pero…-empieza ella.
-A ver, Rebeca.
– la interrumpo.
– ¿Estas harta de sufrir los castigos de las monjas?
-Siii.
!- responde al instante.
-Y si te dijera que hay una forma en que en vez de quedarte en este orfanato donde las monjas te maltratan.
– expreso con un gesto de fastidio.
– Pudieras ir a otro lugar donde tienes a alguien que te quiera te mime y donde todos los días fueran de juego y merienda como hoy ¿Te gustaría eso?- le pregunto.
-Si! Sí quiero- responde Rebeca ansiosa por saber mi idea.
-Pues ese deseo que tienes puede hacerse realidad.
– le digo tomándola de los hombros y sonriendo.
Rebeca corresponde a mi sonrisa.
– Estaba esperando desde el lunes para contarte que encontré a alguien muy importante que nos ayudara.
Pero para eso necesito que confíes en mí y hagas todo lo que digo.
¿Podrás hacerlo?-pregunto mirándola a los ojos.
-Si! Sí, señor doctor.
– contesta Rebeca con el rostro sonriente y anhelante.
-Pues te diré que haremos…presta mucha atención.
– le digo con impaciencia.
……………………………………………
Aquel mismo miércoles por la tarde me encontraba paseando por los pasillos de la parroquia.
Esperaba que el Padre terminara una reunión que tenía en su oficina para que pudiera firmar unos papeles importantes que le mandaba la hermana Julia.
Usualmente no andaba por ahí durante ese momento pero estos papeles eran prioridad entregar para mañana a primera hora en el orfanato.
Mientras esperaba decidí pasearme un momento por la biblioteca de la parroquia.
El padre había conseguido ampliar unos cuantos estantes a su colección que compartía con cualquier feligrés que deseaba aprender un poco más.
Tomé uno de ellos y me dirigí hacia los asientos cercanos a la oficina del Padre Eugenio dándome un desvío por los salones y de esa forma matar el tiempo y observar los ambientes de la parroquia.
Estaba por terminar de pasar por la entrada a los salones cuando escucho ruidos de aplausos.
Esto despertó mi curiosidad y me hizo acercarme más hacia los salones para ver que sucedía.
Se escuchaba como si hubiera una reunión.
-¿Desea pasar, Padre? – escucho una voz que me pregunta desde atrás.
-Que… Que… bueno, Yo… ¿Cómo esta, hermana?- respondo algo sorprendido al encontrarme con una de las responsables de los grupos de oración.
Recordé inmediatamente que hoy era el compartir de despedida de parte de la escuela dominical que había sido reprogramado para hoy debido a una tragedia acaecida hace poco cuando uno de los hermanos encargados de la escuela dominical falleció el día sábado y es por ello que se suspendieron todas las actividades del domingo para asistir al velorio.
-Puede pasar si lo desea, estamos terminando con la reunión.
– me dice al mismo tiempo que pasa llevando unas bolsas con varios bocaditos.
-Gracias, hermana.
Si… creo que pasare un momento.
– digo siguiéndola y entrando también a la reunión.
Era cierto ya casi estaban a punto de terminar y es por ello que aproveche para entrar y dirigirme rápidamente al fondo de donde estaban todos con la intención de tener una mejor vista de la reunión.
Lo había olvidado completamente ya que no se supone que estuviera ahí por mi labor en el orfanato.
La reunión en la aula que entré era en la que estaban los niños de 6 a 9 años ya que para los de 10 a 13 años era en otro salón.
Con algo de dificultad pase rodeando entre los demás sitios para poder observar a quienes se encontraban ahí pudiendo divisar entre su grupo a Katy junto a sus demás compañeras.
La observé por unos instantes, estaba usando su vestido turquesa con una cinta negra amarrada en la cintura y llevaba el cabello recogido en dos trenzas angelicales que me seducían.
Me encontraba en abstinencia desde el domingo en el cual me encontré con Anita pero pensaba que ya no tendría a Katy para satisfacerme por el cese en los ensayos de coro.
Esto debido a que el viernes se iría de viaje con su familia.
Después de apreciarla unos momentos sigo girando la vista y observo niños conversar mientras se repartían los bocaditos del compartir hasta llegar a los del grupo más avanzado que conversaban entre ellos de forma más moderada, al fijarme en ese grupo no tarde en divisar a Anita a quien no pensaba ver durante algún tiempo ya que su viaje estaba programado para mañana.
Llevaba una blusa blanca y una falda color rosa con su cabello castaño lacio y suelto que le llegaba hasta sus hombros, me quede unos momentos observándola al mismo tiempo que ella detectó mi mirada y esbozó una sonrisa.
Observar a ambas niñas, pensar en que había pasado otra reunión con Rebeca sin haberle hecho nada me hizo recordar que me encontraba en abstinencia desde el domingo y esto ocasionó que empezara a mirarlas con deseo.
Sin embargo estaba esta reunión que me impedía intentar algo con ellas.
Quizás si buscaba alguna excusa válida podría aprovecharme de alguna de ellas mientras estaban en la parroquia.
Lo pensé mejor queriendo buscar las formas para lograr mis propósitos nada decorosos.
Sabía que sería muy difícil tenerlas a ambas y ya me costaba decidir por cuál de las dos decidir, ambas estaban muy hermosas vestidas para tal ocasión importante.
Después de pensarlo bien decidí elegir a Katy para ello.
Esto debido a que se me haría más fácil convencer a su padre para que pasara un rato más en la parroquia con la excusa de poder llevarla a su casa cuando acabáramos.
Con Anita sería un poco más sospechoso ya que nunca había hecho eso con ella y de seguro tendrían planeado algo, ya que mañana saldrían de vacaciones.
Con esto en mente procedí a acercarme a Katy sigilosamente procurando no empujar a nadie ya que estaban todos muy apretujados en aquel salón que reunía a cuatro salones de la escuela dominical en uno solo.
Por el rabillo del ojo pude notar que Anita también me miraba hacia donde estaba moviéndome sin embargo continúe acercándome a Katy y cuando estuve a su costado ella volteó e interrumpió su conversación infantil con sus amiguita a su costado.
-Katy, necesito hablar contigo ahora.
-le susurró al oído para evitar que sus amiguitas escuchen.
– Es muy importante.
Pide permiso a la señora y dile que iras al baño.
Inmediatamente me aparto ya que algunos niños se empezaban a interesar por saber que le decía.
Comienzo a dirigirme hacia otro de los encargados que se encontraban a otro lado del salón cuidando a unos pequeños algo inquietos.
Lo saludé efusivamente y le dije en voz baja que ya me retiraba y que fue un gusto haber estado aunque fuera poco tiempo en aquel compartir.
Salí de los salones esperando afuera por Katy mientras sacaba mi móvil y buscaba el número del papa de Katy.
Luego de explicarle a Katy los motivos por los cuales requería de ella y dejarla que regresara al salón, esperé el término de la reunión mientras aguardo por Katy casi a las afueras del salón con los papeles ya firmados por el Padre Eugenio (mientras esperaba había logrado que éste los firmara).
Una vez todos empezaron a salir de los salones y se dirigían a la salida dejo pasar un poco el tiempo ya que esperaba encontrar a Katy dentro del salón sola como se lo había indicado.
Ingreso al salón procurando ver que no quedara nadie en los otros.
Grande fue mi sorpresa cuando al entrar al salón se me acerca Anita a toda prisa.
-¡Padre! Katy, me ha dicho que usted le ha pedido “agradar” a Dios por el alma del hermano Julián que falleció hace poco.
– me dice rápidamente.
– ¿Por qué yo no puedo ayudarle en su lugar?- pregunta Anita con un dejo de reproche en su voz.
-Anita.
-respondo acariciando su cabello.
– Lo lamento, pero la alabanza debe ser ahora y tus papis deben estar esperando afuera…
-Puedo decirles.
que usted me llevara después.
– contesta Anita buscando una solución al problema.
– Por favor, Padre.
Déjeme hacerlo, estoy segura que no se opondrán.
– pide Anita mirándome a los ojos.
Era una oferta tentadora si lo pensaba bien y empezaba a darme cuenta que la devoción de Anita no me hubiera permitido apartarla aunque quisiera.
-Pues… creo… que podríamos.
¿Por qué, no?- expreso primero dudando, pero luego con voz más firme.
– Muy bien, Anita.
Tendrás el honor de ayudarme con la “alabanza”.
-Pero… Padre.
– dice Katy acercándoseme también.
– Yo ya iba a hacerlo.
-protesta molesta.
Al mismo tiempo que Anita también me mira queriendo hacer valer la decisión que acababa de tomar.
El observarlas a ambas niñas dispuestas a “agradar a Dios” hacia que aumentara mi excitación.
Las tomo a ambas y acaricio sus sedosos cabellos con delicadeza.
-Mientras más seamos para alabar a Dios es mejor.
Diosito se pondrá muy feliz por ambas.
Son niñas muy devotas y me ayudaran en esta ofrenda especial que haremos por el hermano.
– expreso mientras las animo para salir del aula pensando en las cosas que haría con esas niñas nalgoncitas en mi antigua habitación de la parroquia.
………………………………………….
-AHHH!!! AHHH!!!- gemía Anita por momentos mientras se encontraba desnuda a cuatro patas encima de la cama.
Frente a ella Katy abría sus piernas mostrando sus panochita frente a Anita.
-UFFF!!!UFFF!!!- bufaba mientras empujaba con ímpetu hacia las nalguitas de aquella niña de casi nueve añitos que por momentos se ocupaba de darle sexo oral a Katy.
-Muy bien… Anita… hazlo como te indique….
Ufff!!!- le ordeno a que continúe.
Muy cerca nosotros había una cámara que grababa todo lo que hacíamos es por ello que les había pedido que con motivo de nuestra alabanza también tuvieran contacto entre ellas.
Llego un momento en que debido a la velocidad de la cogida que le daba termino saliéndome de Anita y decido cambiar de posición.
-Muy bien… mis preciosas niñas.
Vamos a continuar con otra alabanza… Ven aquí Katy.
– la llamo mientras me echo boca arriba sobre la cama y tomo a Katy haciendo que se siente colocando mi panochita hacia mi rostro.
– Anita….
Tú ya conoces lo que debes hacer.
Anita se coloca encima de mí y ella solita dirige mi miembro hacia su vaginita.
-Así? Padre…- pregunta Anita introduciéndose mi miembro.
–Ahhh….
-Así es preciosa.
Ohhh… muy bien…y tu, Katy…- digo al mismo tiempo que la tomo de sus piernitas y acerco mi lengua a su tierna rajita con intención de darle placer a esa niña de siete añitos.
-Ahhh!!!! ….
Se siente muy bien Padre…- responde a mis manoseos mientras reía por momentos también por las cosquillas.
-Ahhhh!!!- gemía Anita introduciéndose y sacando mi miembro de su panochita a su ritmo.
Me sentía en el paraíso con aquellas dos niñas satisfaciéndome mi libido con sus cuerpitos.
Ambas creían en sus inocentes mentes que me ayudaban a “alabar a Dios” rezando por el alma del hermano Julián cuando ni se imaginaban que lo único que hacían era satisfacer mis bajos instintos.
-Ohhh… Muy bien.
mis niñas… Muy bien… Alaben a Dios!! ALABADO SEA DIOS!!!- exclamo poseso de placer sabiéndome dominador de sus inocentes almas.
-Ahhhh!!! Alabado sea Dios, Padre!!!- gime Anita sin interrumpir la penetración a su vaginita.
-Alabado sea Dios!! Ahhhhh!!!- gime Katy antes la reanudación del tratamiento que le daba a su panochita con mi experimentada lengua.
-Dios tengan en su gracia al hermano Julián! OHHHHH!!! Te rogamos señor!!- exclamo mientras apretaba hacia mi el cuerpo de Katy subiendo y bajando mis manoseos en su cuerpito dándole una palmada en sus nalguitas.
-Te rogamos, escúchanos Señor!- recitan ambas al mismo tiempo como si encontraran en la misa dominical haciendo esta escena aún más morbosa.
Pasado un rato de continuar con todo ello procedo a cambiar de posición esta vez con el fin de gozar de Katy.
Ella entiende el gesto y se coloca en posición de perrito parando bien su culito respingón que tanto placer me ha dado.
– Muy bien…- me acerco a su oído para hablarle en susurro y no escuche Anita.
– Demuéstrale a Anita que tú también puedes ayudarme a “alabar a Dios” y hacerlo tan bien como ella lo hace con el Padre Eugenio.
– Si!, Padre- contesta Katy sonriéndome mientras Anita nos miraba curiosa por lo que le había dicho pero que aparentemente no alcanzó a escuchar.
-Muy bien.
Intenta hacer lo mismo que Anita te hacía.
– le ordeno mientras acerco mi verga a su entradita con intención clara de penetrarla.
– Ufff!!! Ohhh!!!- exhalo al entrar en Katy.
No tardamos en volvernos a envolver a Katy en las delicias de nuestra alabanza.
A su corta edad ya disfrutaba del sexo sin la idea de que fuera algo malo.
Con mucho esfuerzo había logrado quitar la desconfianza que había tenido por mi cuando la sometí por primera vez.
Quizás de no haber sido por la presencia de Anita no lo hubiera logrado.
Al levantar la vista para observarla pude ver como ella aferraba a Katy y le indicaba lo que tenía que hacer y la guiaba a que también la ayudara a autosatisfacerse en su panochita.
Quien hubiera pensando que una niña que ante todos se mostraba tan dulce me ayudaría a abusar de otra e incluso lograr su consentimiento para ello.
Como en otros relatos les he dicho le debo mucho a Anita, aquella niña que a sus seis añitos sin querer me sedujo apartándome de mi celibato auto impuesto (ya que siempre dentro de mi sentía una atracción por la vida religiosa y la dedicación por Dios).
Toda aquella represión que había puesto sobre mí y fue Anita quien como mi salvadora me saco esa idea de la cabeza y me mostro como era en realidad.
Ahora conociéndome como soy sé que nunca habría podido cumplirlo.
Amo a las niñas y sobre todo el sexo con ellas.
Gracias a Anita quién más rápidamente que Katy aceptó lo que hacíamos como algo sagrado quizás porque dentro de ella realmente quería hacerlo y su cuerpito se lo pedía una vez le mostré las delicias del sexo a tan tierna edad.
Al mismo tiempo que la veo acercar a Katy hacia su panochita, mientras esta gemía por la fuertes cogidas que le daba producto del frenesí en el que me encontraba, agradezco haber podido liberar ese lado oculto de ella y disfrute de su sexualidad sin la culpa de estar haciendo algo inapropiado para su edad y su inocencia permanezca intacta.
-Ahhh!!!! Ahhh!!!- gemía Anita mientras hacía que Katy le lamiera su panochita y al mismo tiempo ella se metía dedo como le había enseñado a fin de que todo esto fuera grabado por la cámara.
Los minutos transcurrían mientras los tres disfrutábamos a nuestra manera de la alabanza.
Anita y Katy ambas felices de estar “alabando a Dios” y recibir mi aprobación justificando esto el enorme placer que les daba el sexo.
Por mi parte me sentía dominador de ambas niñas a quienes a pesar del cariño que guardaba las usaba como mis juguetes sexuales con la aprobación de ellas para poder disfrutar de sus tiernos cuerpitos.
-Ohhh!!!Ufff!!- bufo ya sintiéndome venirme.
Observo que también mis niñas se encontraban cerca de llegar a alcanzar el éxtasis máximo.
Embisto más rápidamente a Katy quien ayuda a Anita a manipular su vaginita.
Al sentirme acelerar se concentra más en las sensaciones que experimentaba su pequeño cuerpo.
-Ahhh!!!! Auuuu!!! AHHHHH!!!- gime Katy cerrando los ojos por la velocidad la cogida.
Se escucha de fondo el impacto con sus nalguitas bien paraditas.
Esto solo hacía la situación más morbosa.
-Ahhhh!!! AHHH!!- también gemía Anita mientras el manoseo a su panochita y toda la situación en la que nos encontrábamos la excitaban cada vez más.
-OOOOhhh!!! Uff!!!!-eyaculo sacándolo de Katy y esparciendo el resto de mi esperma en los cuerpitos de ambas niñas- Oh….
Joder! Dios bendito!
-Ah… ah…-gemía Katy mientras se dejaba caer sobre la cama.
-Salió… Ahhhh…salió mucho Padre.
– me dice Anita con su vocecita inocente mientras aun sentía los restos del orgasmo en su cuerpito.
Les había echado todo lo que acumule desde el domingo y no había podido desahogar.
-Si.
sí, mis niñas.
Mis preciosas niñas.
– les digo aun jadeante mientras me acercaba a ellas y las acariciaba.
– Lo hicieron muy bien.
Levántense.
– ordeno y ambas se colocan de rodillas sobre la cama mientras me acerco.
– Siéntanse felices porque nuestra alabanza ha llegado a nuestro Señor.
– expreso con gesto solemne y santiguándome.
Ambas por imitación hacen lo mismo.
– Tengo una gran noticia para ambas.
¿Quieren saber cuál es?
-Si… sí.
Por favor Padre, díganos.
– piden rápidamente ambas.
-Gracias a su buen desempeño hoy.
Luego que regresen de sus vacaciones le pediré al Padre Eugenio que ambas me ayuden con las alabanzas por los difuntos.
Necesitare de ambas para ello.
– les digo con gesto de suma importancia para darles a entender lo sagrado de esto.
-¿En serio?- pregunta Anita emocionada.
-Así es, ambas podrán ayudarme…- les digo al mismo tiempo que me acerco acaricio sus rostros haciendo la señal de la cruz a ambas en sus frentes mientras sonreían felices de alcanzar gracias a mi el favor de Dios.
– .
con esta importante tarea que me ha delegado el Padre Eugenio.
– bajo mis caricias por sus hombros.
– Eso significa que ambas deberán esforzarse mucho.
¿Prometen hacerlo?
-Por supuesto, Padre.
– contesta Anita contenta.
-Gracias, Padre.
– responde Katy también sonriente mientras deslizaba mis manos por sus cuerpitos.
-Gracias le daremos al señor por darles la vida, vida que deben dedicar a alabarlo.
Por ser niñas tan hermosas…-ambas sonríen por el halago.
– obedientes, devotas a Dios y sobre todo…- digo mientras acariciaba sus caderitas de ambas.
-porque ambas tienen unos preciosos cuerpitos y unas nalguitas bien paraditas que les permiten servirle.
– finalizo mientras les doy una nalgada doble a ambas.
Siento que me regresan las ganas y mientras volvemos a colocarnos en posición procedo a zambullirme nuevamente en ese torbellino de sensaciones que solo pueden sentirse al gozar a mis niñas favoritas.
………………………………………….
Por fin había llegado el gran día, era ya lunes de la siguiente semana y si fuera por mí hubiera querido que fuera el sábado todo aquello, pero desgraciadamente por el tiempo que demoraban los procedimientos burocráticos debía ser hoy.
Sin embargo por fin los tenía.
Por fin había conseguido los papeles.
Me encontraba manejando por la avenida principal mientras iba armándome de valor para lo que se venía.
Recorrer las calles en medio de ese calor realmente no contribuía a mejorarme el ánimo.
Una vez observe un anuncio enorme de comida rápida decidí salir de mi camino para entrar hacia una playa de estacionamiento que estaba muy cerca ahí.
Una vez dentro procedí a estacionar mi auto lo más lejos posible de la entrada y la vista del vigilante de la entrada.
Ya había un auto ahí que me esperaba e hizo un juego con las luces cuando me acerqué.
Era un auto muy vistoso que calculaba debía valer cinco veces el mío.
Bajé de mi auto y me dirigí hacia él con cautela.
Por el nerviosismo casi olvido el folder con los papeles que necesitaba.
Me acerco hacia el de manera cautelosa mientras se baja la ventana del conductor.
Era Oscar.
Pero no estaba vestido como siempre lo recordaba, esta vez llevaba un traje negro muy elegante.
-Vaya que te has tardado, estaba a punto de irme.
– me dice Oscar estrechando mi mano por la ventana del auto.
– ¿Trajiste todo, no? Anda sube.
Sin entender mucho procedo a subir al auto con muchas dudas en la mente.
Inmediatamente al entrar a la parte de los asientos traseros puedo ver que no estábamos solos.
Al otro costado de los asientos traseros se encontraba una señora que vestía un abrigo, llevaba un gran sombrero y gafas oscuras.
Debía de andar por los 50 y al verme ingresar no mostro el menor interés.
Al ver que la miraba de reojo Oscar se apresuró con la presentación.
-Esta es la persona que conseguí para el trabajo.
No tiene caso que sepas su verdadero nombre, además su nombre será el que planeamos y está en los papeles.
– Sí.
Por supuesto.
– respondí y procedí a sacarlos aun sin dejar de mirarla mientras Oscar encendía el auto y disponía a que abandonáramos ese garaje.
Nos embarcamos nuevamente por la carreta principal.
Aun con cierto recelo le pase los papeles los cuales ella tomo y sin prestarme ninguna atención comenzó a leerlos.
-No es necesario que este nervioso.
– me dice Oscar aun conduciendo.
– Como te dije es una persona de confianza.
-Lo sé.
– respondo volviendo a mirar hacia el camino mientras la señora no dejaba de hojear los papeles de la documentación.
-Sera mejor que te serenes y te calmes.
Todo debe salir como lo planeamos, si te pones nervioso solo lo harás más difícil.
– me dice Oscar mirándome por el retrovisor.
– Y dime, ¿Tienes alguna duda? Ya leíste todo.
Es tal como te la mostré en las fotos.
– dice esta vez dirigiéndose a la señora a mi costado.
– Ninguna, parece más fácil de lo que comentaste.
Solo date prisa tengo un vuelo que tomar en la noche.
– responde de manera que no admitía alguna replica.
– Sí lo sé.
– responde Oscar doblando en una esquina para tomar el camino principal que nos llevaría hacia el orfanato.
– Te deben estar esperando en casa.
Tienes muchos “hijos” que deben estar esperando por ti….
No pongas esa cara… No hay de que temer.
– le expresa ya que ante esta afirmación ella lo había volteado bruscamente a mirarlo de manera recriminatoria.
– No hay de que temer.
Arturo es de los nuestros.
Ha probado su confianza en varias ocasiones.
Después de esto no hubo más conversación hasta que llegamos al orfanato.
El camino se me hacía largo a cada momento por el nerviosismo mezclado con la emoción de estar muy cerca de mi objetivo.
Sin embargo decidí mentalizarme de forma que pudiera afrontar todo aquello.
“Ya estamos en esto, seguiré hasta el final” pensé para mí en el preciso momento en el cual Oscar estacionó el auto en frente del orfanato.
-De acuerdo, manos a la obra.
– dice Oscar saliendo del auto.
Inmediatamente lo seguí abriendo la puerta de mi lado.
Oscar dio la vuelta entera al auto para poder abrir la puerta de quien a partir de ahora me referiré como la Señora Martina ******* tal como constataban los papeles que poseíamos.
Para propósito de este relato será ese el nombre con el que nos referiremos a ella (nunca logré conocer cuál era su verdadero nombre)
-Pase por aquí señora Martina.
– le señale acercándome a ella y en voz alta ya que muy cerca había una monja que terminaba de barrer la parte delantera del orfanato que nos miraba con curiosidad.
-Gracias, Padre… no imagina lo nerviosa que estoy…- me contesta ella histriónicamente.
Realmente su actitud y formas habían cambiado completamente apenas salimos del auto y se comportaba de acuerdo a su personaje.
Aunque al menos yo creía que por momentos sobreactuaba o quizás sería que yo ya sabía que estaba actuando.
Oscar se quedó en la puerta esperando, creímos que sería lo mejor.
Junto a la señora Martina ingresamos al orfanato y rápidamente nos dirigimos hacia la oficina de la hermana Julia.
Destacábamos bastante entre las monjas que pasábamos y esto me ponía un poco más nervioso.
Una vez llegamos y después de respirar hondo con el corazón en la mano empiezo a golpear la puerta.
– Pase…- se escucha la voz de la hermana Julia desde adentro.
– Oh… es usted Arturo y….
– Buenos días Hermana Julia.
Como prometí la traje muy temprano.
– respondo de manera formal y esbozando una sonrisa.
Me volteo para introducir a quien se encontraba a mi diestra- Ella es la señora Martina *******.
-Mucho gusto… Pase…- saluda la hermana Julia acercándose.
-Un placer.
El gusto es mío… No imagina lo emocionada que estoy… Ha pasado tanto tiempo… ¿Puedo verla ya…?- pregunta Doña Martina volteando a mirarme.
-Podrá verla dentro de poco.
Sé que está emocionada por ver a su nieta por fin después de tanto tiempo, sin embargo la hermana Julia aún debe hacerle algunas preguntas.
– respondo calmado y mirando a la hermana Julia.
– Aquí le dejo los papeles para que los revise si desea.
Ya están listos.
-Así es… Así es… Solo algo de rutina.
-responde calmadamente la hermana Julia.
– Según lo que me ha contado Arturo, su identidad ha sido verificada y gracias a su ayuda posee todos los papeles en regla.
Aun así quisiera hacerle unas preguntas.
-¿Qué le parece si yo voy a buscarla mientras las dejo conversando, hermana Julia?- pregunto mirando a la hermana Julia.
-Te lo agradecería mucho, Arturo.
– responde la hermana abriendo el folder del expediente.
Inmediatamente salgo de la oficina y me dirijo rápidamente hasta las aulas del primer piso.
Como era costumbre aún permanecía Rebeca en su salón castigada aunque cuando llegué se la veía expectante como si esperara a alguien.
Al verme llegar levanta la cabeza sonriendo y esperanzada.
Desde afuera le sonrío e ingreso al salón que era cuidado en ese momento por otra monja.
-Disculpe Sor Camila.
-me dirijo a ella ingresando al aula.
– La niña Rebeca debe ir a la oficina de la hermana Julia, es un asunto muy importante.
Rebexa casi sin esperar la respuesta se levanta inmediatamente y sale conmigo del salón de castigo.
Ya cuando nos encontrábamos lejos de esa aula y casi llegando al corredor de la oficina la llevo a un pasillo un poco apartado procurando no tener alguna monja muy cerca.
Me arrodillo hacia ella para hablarle en voz baja.
-Escúchame Rebeca- me dirijo a ella.
La tomo de los hombros y le hablo con voz seria.
– Ha llegado el momento que dejaras este horrible lugar.
Acuérdate de cómo lo practicamos durante la semana.
-Si!- celebra Rebeca infantilmente.
La calmo para que no haga mucho ruido.
-Si haces lo que te dije todo saldrá bien.
¿Me has entendido?- pregunto
-Sí, señor doctor.
Hare lo que usted me dijo y saldré de este lugar horrible.
– responde Rebeca.
-Muy bien.
Probemos, si la hermana Julia te preguntara que estás de acuerdo en irte con la señora Martina.
¿Qué contestaras?-pregunto.
-Le diré que estoy muy feliz de poder irme con mi abuelita.
Tal como me dijo.
– responde inocentemente.
-Muy bien….
Hazlo y te aseguro que a partir de hoy vendrán días muy divertidos de juego, con el cariño de tu abuelita y sin ninguna de estas monjas muy malas.
– le digo tomándola de sus hombros.
-Siiii… Eso es lo que quiero, señor doctor.
– celebra Rebeca.
-Pues vamos…-le digo mientras la tomo de la mano y la llevo hasta la puerta de la oficina.
Esperamos un tiempo prudencial frente a la puerta y procedí a tocar.
-Pase…- se escucha la voz de la hermana Julia.
Inmediatamente giro el picaporte deseando con todas mis fuerzas que todo haya salido bien en la conversación entre la hermana Julia y la señora Martina.
Aún quedan muchas cosas que contar y estoy seguro que querrán saber el desenlace, pero eso… eso será motivo de otro relato.
Hasta entonces.
……………………………………………………
PD: El siguiente relato será: Confesiones del Padre Arturo: “Ángeles” parte 5
PD2: Cualquier duda que tengan estaré presto a responderlas.
Agradezco sinceramente la paciencia de mis lectores a pesar de los grandes espacios de tiempo que me tomo para publicar los relatos.
Espero que el siguiente salga dentro de muy poco y que esto se vuelva común pero como siempre dependerá de mi tiempo.
Ahora sí, hasta entonces.
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