Confesiones del Padre Arturo: Katy parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Padrearturo3.
*Cualquier nombre que sea expresado como ****** ha sido censurado por motivos de seguridad debido a la posibilidad de rastreo por parte de “terceros”.
Se escuchan las campanas de la Iglesia y los últimos fieles van entrando, específicamente los que llegan un poco tarde. Me encuentro en la puerta junto al hermano Roberto quien a mi lado recibe a los feligreses con amabilidad. Voy vestido como un diácono pero la verdad es que aun así algunos fieles me reconocen como el Padre que suele dar las misas de los miércoles en una de las capillas menos concurridas y suplente en algunas ocasiones del Padre Eugenio.
-Buenos días. Muy buenos días… Pasen a la casa del Señor.- saludo a los feligreses pasar a lo cual contestan con bendiciones. Ordenamos a los feligreses junto al hermano Roberto para que de esa forma no se acumulen en un solo sitio.
Pasa Sara y su hermanita Nayhelli justo en el momento en el cual me retiro un momento para no entrar en contacto con ellas, pasan las monjas que ayudan al coro y a la conformación de la Iglesia.
-Arturo no se olvide que debemos coordinar lo del campamento el martes por la tarde.- me recuerda la superior de las monjas al pasar a mi lado.
-Pierda cuidado Sor ********- respondo calmadamente.
Empiezan a pasar otro grupo de feligreses entre los cuales se encuentra Katy y sus padres, ella es llevada por una de las monjas hacia el coro mientras yo saludo a sus padres y los invito a pasar. De lejos miro a Katy y recuerdo aun nuestro encuentro el día de ayer, hoy día estaba muy preciosa con una blusita y falda blanca al igual que los demás niños que componían el coro. La observo hasta que se ubica con sus compañeritos del coro, dentro de poco comenzaría la misa, ya se veía al Padre Eugenio salir. Cuando estaba dispuesto a prestar atención a la misa veo pasar a otra niña de aproximadamente 8 años por uno de mis costados, tan hermosa con su vestidito color rosa y un listón que adornaba su sedoso cabello castaño que le llegaba a sus hombros,… la criatura de mis tormentos…
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Han pasado ya horas desde que acabo la misa y en la parroquia solo reina un silencio sepulcral a través de los pasillos. Incluso las clases dominicales han acabado y los grupos se han retirado hace un rato.
Casi al final de los pasillos se halla una pequeña habitación de la cual podría decirse sale el único ruido de aquella parroquia aparentemente desierta. Tras esa puerta se oculta un secreto tan grande como la cúpula de la Iglesia. Tras esa puerta entreabierta se encuentran dos seres entregados a un acto tan puro como las más cristalinas aguas.
En el suelo puede apreciarse un vestidito color rosa que contrasta junto a unos pantalones de adulto, avanzando podemos encontrar unas braguitas color blanco y un dibujo de princesas en ellas. Aquellas prendas esparcidas en desorden muestran el desenfreno que se vive en aquella habitación.
Sobre la vieja cama que cruje en sus muelles como si estuviera a punto de derrumbarse se pueden sentir las llamas de la pasión más desenfrenada vista en ese lugar.
-Ahhhh!!!… ahhhh!!! …ahhhhh!!! , Padre!!!.- gemía de dolor pero aún más de placer una niña que se entregaba a ese acto en cuerpo y alma. En su mente vivía una epifanía y se sentía dichosa de poder haber sido elegida para ello. Su rostro expresaba el placer y la alegría de poder ser una servidora predilecta de su Dios y sobre todo de su Padre Arturo.
-Uffff…. Ohhhh….Ohhhh…..Joder!…- bufaba como un toro aquel hombre totalmente extasiado y entregado a sus instintos primitivos. Su mirada hacia esa niña estaba desprovista de toda benevolencia o amabilidad y solo la deseaba con el único fin animal de aparearse.
-Padre!!!…. Padre!!!!- repetía la niña al sentir acelerar las embestidas que le daban mientras intenta voltear para observar como su Padre Arturo la somete a fin de “agradar a Dios”.
– Ahhhh… Anita… te voy a bendecir…!!!- exhalo mientras siento como llego al clímax y estoy por correrme dentro de esa niña. No hay duda que culear a esa niña es la sensación más extrema que he experimentado y me lleva al éxtasis rápidamente.
Sin poder contenerme más termino por eyacular adentro de ella abundantemente. Empujo con fuerza sus nalguitas a cada chorro que lanzo como un macho que desea preñar bien a su hembra. Y es que con Anita me transformo del educado y buen samaritano que soy a todo un animal.
-Ohh…!! Lo… has hecho muy bien…Anita.- le digo mientras me acerco su rostro con el fin de besarla a lo cual la niña responde mientras aún pegados le doy un empujón más a las nalguitas de esa niña expresando mi dominación sobre ella.
-Padre, no quiero dejar de agradar a Dios.- dice Anita luego de separar nuestros labios.- Quiero servir siempre a nuestro Señor.
-Lo harás, Anita.- respondía aun con la excitación del orgasmo encima.- Te lo prometo.
Así transcurría otro domingo más en mis encuentros con esa niña culoncita de ocho añitos.
Realmente con lo ocurrido ayer me encontraba con más ganas aun de poder follar a una niña, ya que aún no llegaba a ese nivel con Katy era Anita la que debía pagar por mi calentura.
A pesar de haberme mudado no logre retirar todas mis cosas de la parroquia ya que compre algunas nuevas para mi departamento y por lo tanto objetos como la cama o el escritorio aún permanecían en aquel cuarto de la parroquia que debido a problemas con la diócesis aún no se podía remodelar y ambientarlo como estaba planeado, simplemente había quedado como un cuarto más y ni tonto ni perezoso aprovechaba para usarlo en mis encuentros con Anita.
Aun mientras descansábamos en la cama preparándome para la siguiente tanda pensaba que a pesar que estos grandes espacios entre nuestros encuentros se hacían increíbles no podía seguir esperando por Anita cada semana como único desahogo, era imperante que lograra avanzar de una vez con Katy para así poder tener otra niña para satisfacerme.
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Ya en los ensayos del coro no miraba a Katy de la misma forma, desde aquella vez en la que por fin pude acariciar como debía su pequeño cuerpo me sentía aún más atraído por esa niña. Luego de un ensayo en el cual Katy se lo había pasado bien nos dirigíamos con destino a su casa. En el trayecto estuve pensando muchas cosas y mientras tuve tiempo de ofrecerle un folleto que estaba guardando.
-Ese es el monte **********, iremos ahí durante el campamento. ¿Qué te parece, Katy? ¿Te gusta?- pregunte mientras manejaba.
-Sí, Padre. Se ve grande.- contesta ella al mirarlo. En realidad no era tan grande, pero ustedes saben cómo son los niños a esa edad siempre exagerando algunas cosas.
-Así es, en la cima de ese monte hemos puesto una cruz grande que podremos visitar.-le digo mientras señalaba la imagen.- Es un lugar sagrado donde la gente suele ir a rezarle a Diosito.- Esto último exagerado pero mi idea era causarle una gran impresión.
– Podremos ir hasta ahí, Padre?-pregunta ella.
– Mmmm… quisiera llevarte Katy… pero no todos los niños pueden ir ahí.- le respondo.
– ¿Porque?- pregunta ella.
– Porque ya te dije es un lugar sagrado y las monjas no querrán que vayan.- respondo.- Naturalmente yo puedo ir, pero no puedo llevarte…- respondo apenado.
Katy se queda callada un momento como asumiendo que no podrá ir momento en el cual decido hacer mi movimiento.
– Aunque…, si me ayudaras… quizás podrías…-insinuó por un instante.
-¿Con que, Padre?- pregunta Katy inocente. Realmente en esos momentos al experimentar tal inocencia de niña uno puede llegar a cegarse por momentos y cometer una locura pero hice el esfuerzo por seguir con el plan.
Fue justo en ese momento que terminamos por llegar a su casa. Sin darme cuenta mientras hablábamos habíamos llegado a nuestro destino. Aun con el sinsabor de la situación frustrada decidí despedirme de esa niña mientras nos observaba su mami quien la recibía en la entrada.
Con las ganas de saciar un poco la sed que me acometía antes de retirarme totalmente del lugar decidí estacionarme en una de las pequeñas tiendas para beber algo.
-¿Padre que milagro lo trae por aquí?- me recibe la encargada afablemente, al parecer me ha reconocido al verme entrar a su tienda.
-Buenas tardes, estimada señora. Pues son asuntos de la Iglesia. Me preguntaba si disponía de una…- conteste.
Ya con mi bebida me dispongo a sentarme unos momentos en una de las sillas de la tienda que normalmente lo usan los bebedores. En los precisos momentos que entra un señor a quien no reconozco ingresa al lugar y se dirige a la señora, al parecer le comunicaba que habría una reunión vecinal el viernes.
-No olvide no faltar, vecina.-le dice mientras se retira saludando de forma cordial el señor al verme.
-Reunión vecinal, eh? – le comento a la señora mientras le devuelvo el envase y me dispongo a salir.
-Oh sí, la última vez demoramos mucho. El presidente deseaba que habláramos con el ingeniero. Al parecer van a…-comienza una explicación de la cual ahora me acuerdo muy poco ya que no era eso lo que me interesaba. Mientras salía de la tienda y emprendía mi camino hacia mi departamento en mi mente iba preparándolo todo, encajando piezas de una posible oportunidad…
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Mientras me dirigía de regreso junto a Katy aun no sabía si lo que pensaba podría darse. Había pedido cambiar la fecha del ensayo del coro del jueves para el viernes alegando la utilización del lugar para las actividades del Padre Eugenio, cosa que no era cierto pero lo requería para poder tener una excusa de contactar a Katy el viernes. Ahora lo que requería era de un poco de persuasión y suerte para lograrlo, sin embargo la emoción y vértigo generados por lo que pudiera suceder me impulsaban a continuar.
Hoy día Katy se lo había pasado muy bien con sus amiguitas del coro y después de comprarle un helado me puse a escucharla contar los detalles del día, ya sabéis como a veces a los niños les gusta hablar y que los escuchemos y yo era muy bueno para ello.
-Padre, ¿qué era lo que tenía que hacer para ayudar?- pregunta inocentemente. Al parecer no ha olvidado nuestra anterior conversación.
-Oh… Eso.- respondo. En ese momento la emoción me embargaba pero decidí que aún no sería un buen momento.- Ya te lo contare pronto, Katy. Tiene que ver con Diosito. No te lo puedo contar en cualquier momento.
Y de esa forma logramos llegar a su casa sin mucho contratiempo. Me entretuve un momento para degustar de un postre que siempre me invitaba su mama como agradecimiento. Miraba de reojo mi móvil ya que había programado una alarma para dentro de unos minutos. Pronto sabrán porque. Ya habiendo acabado de comer el postre me preparaba para retirarme.
-Gracias por todo, hermana. Hasta mañana.- le decía en el puerta ya listo para irme cuando de repente suena mi móvil. Era la alarma que había programado exactamente para esa hora.
-Alo.- finjo contestar a una llamada inexistente mientras aún me encontraba en el umbral de la puerta de la casa de Katy.- Si, habla Arturo. Lo escucho señor ********.- respondo mientras en voz baja le comento a la mama de Katy.- Es mi casero.- me retire un poco más adentro de la casa como fingiendo escuchar sin la bulla de los vecinos que pasaban en frente.-Ya veo… Pero eso me deja muy mal parado… Lo sé, pero debió avisarme con anticipación.-fingiendo molestia. – Entiendo.- digo con resignación.- Encontrare alguna forma… Muy bien. Hasta luego- cuelgo.
-Todo bien, Padre?- pregunta la señora.
– No, hermana.- me dejo caer un momento en un sofá resignado.- Resulta que mi casero debe hacer una fumigación urgente y no se le ocurrió avisarme más que a última hora. Me ha dejado sin alojamiento por todo un día.- fingiendo molestia.
– Oh, Padre. Válgame error. Pero no tiene que preocuparse por eso.- me responde acogedoramente. – Usted puede quedarse aquí todo lo que guste.
-No, mi señora. No podría pedirle ello.- le respondo amablemente.
-Padre, me ofenderé mucho si usted no lo acepta. Con el favor que nos hace de llevar a la niña a sus ensayos, se queda aquí y no se diga más.
Decidí que no era más oportuno insistir más y acepté su hospitalidad. Ya había logrado lo que sería la primera parte de mi plan.
Después de negarme a aceptar que me cediera la habitación que comparte con su esposo, alegaba que ellos dormirían en los sofás, me logro mostrar una habitación pequeña que se encontraba cruzando el patio de la casa para lo cual me ofreció y yo trasladé un colchón del desván hacia ese lugar.
– Señora, este lugar es perfecto. Necesito un espacio así de intimo para lograr meditar y realizar mis actividades.- le decía luego de instalarlo en el suelo. Logré ingresar mi auto y colocar muy cerca de esa habitación. Disponía ahí de muchas cosas que había traído para mis propósitos pero por el momento no deseaba tomarlas.
Conforme se acercaba el atardecer decidí acercarme a la cocina con la excusa de tomar algo de agua. Katy se encontraba ayudando a su mama con las pequeñas cosas que le pedía ya que era una niña muy obediente y servicial. La señora me invito a cenar a lo cual accedí por amabilidad.
Mientras comíamos los tres le pregunte acerca de la reunión que había escuchado de parte de la señora de la tienda.
– Oh sí, es muy importante. Mi esposo ira del trabajo hacia allí.- me responde.
-Usted no ira, hermana?- pregunto algo alarmado. Esto trastocaba todos mis planes de quedarme a solas junto a Katy.
– No, yo tengo que quedarme junto a la niña.- me responde. La sentía la típica madre de familia quien deja estas cosas a sus maridos y se ocupa solo de labores de hogar.
-En una reunión así no es cuestión de que solo vaya el padre de familia, todos los vecinos deben enterarse de ello hermana, recuerde que luego de ser madre es usted una ciudadana.- comienzo a tratar de convencerla por aquel lado. Una ventaja que tienen los sacerdotes es el de poder dar este tipo de sermones y que los feligreses se atienen a escucharlos sin chistar, a pesar de no serlo formalmente decidí hacer uso de esta forma de persuasión.- Conocer y dialogar con nuestros vecinos y vecinas es fundamental para que todos podamos convivir en comunidad y armonía.- sentencio con firmeza.
– Si, supongo.- asevera dudando la señora ante mi afirmación.- Pero…- mira nuevamente a Katy.
– Pierda cuidado hermana, yo cuidare de la niña por hoy. Aproveche de mi presencia, que si de alguna forma deba pagar por su hospitalidad sea esta.
– ¿De verdad? Gracias, Padre.- responde aliviada.-Es usted un Santo. De paso aprovecharé para saludar a mi comadre Esther.
Al menos de aquella forma había logrado quitarme un problema de encima. Mientras la señora terminaba de lavar y apartar la cena de su esposo yo fui directo a mi auto, abrí el portaequipaje y saque una maleta con ruedas que me dispuse a llevar hacia la pequeña habitación. Era una ventaja que ese cuarto se encontrara apartado de los demás y cruzando el patio ya que permitía que nadie enterara que había salido hacia mi auto.
Una vez adentro de mi cuarto abrir dicha maleta y me dispuse a prepararlo todo lo más rápido que pude. Ya llegada la hora me dirijo hacia la puerta donde la señora al verme llegar se despide dirigiéndose a Katy.
-No le des problemas al Padre y obedécele que regresaremos con tu papa de la reunión más tarde. ¿Entendiste?- instruye a Katy en mi presencia.
-Pierda cuidado hermana.- la despido mientras se cierra la puerta.
Mientras observo desde las ventanas como se aleja hacia la calle la emoción empieza a recorrer más aun mi cuerpo y me invade un sentimiento de dominación al observar a Katy que me mira sonriente. Por fin estaba a solas y en un lugar muy seguro junto a esa niña que llevaba un vestidito rosa de una pieza que cubría todo su pequeño cuerpo y por momentos, al ser de seguro uno antiguo, le quedaba apretado y dejaba observar su culito respingón que tanto me enloquecía.
-Muy bien, Katy. Ahora que tu mami se ha ido. Porque no nos divertimos un poco antes de que te vayas a dormir. ¿Qué te gustaría jugar?-pregunto a Katy.
Katy sale un momento y trae sus muñecas para comenzar a jugar, con paciencia un momento me siento mientras la observo jugar mientras ella me cuenta como jugaba a la casita, ya sabéis los típicos juegos de niñas inocentes de su edad.
-Muy bien…Ahhh, ya veo.- respondo a lo que acaba de contarme sin mucha importancia.- Y dime Katy ¿quieres jugar algo aún más divertido?
-Siii. ¿Qué es? Padre.- pregunta Katy curiosa.
-Oh, se trata de un juego muy bonito y divertido. Pero se trata de un juego secreto. ¿Sabes lo que es un secreto, Katy?-pregunto bajando la voz.
La niña se queda callada un momento sin saber que contestar.
-Es algo que no se puede decir.-me respondo mientras hago la señal de silencio.
-¿Porque?- pregunta ella.
-Porque tiene que ver con Diosito. Es un juego que los sacerdotes no podemos jugar con cualquier persona.-señalo con gesto serio.- Pero como tú eres una niña tan linda y buena lo voy a jugar contigo.- le digo mientras acaricio su cabecita sonriendo.
-¿Si? Yupii.- festeja Katy con inocencia.- ¿De qué trata, Padre?
-Oh, se llama: “La Bendición”.-respondo con gesto alegre.- Tú conoces a las monjas, ¿no?
-Si. Padre.- responde Katy.
-Las monjas ayudan al Padre Eugenio a rezar y con las tareas divinas. Ambos alaban a Dios en una bendición especial que el Padre hace.- le indico mediante gestos.- Por eso hoy vamos a jugar a la Bendición. Yo voy a ser el Padre Eugenio y tú serás una monja. ¿Me has entendido?
-Sí, Padre.- contesta.- ¿Y cómo alaban a Dios?
– Oh, no te preocupes. Yo te voy a enseñar a jugarlo, es fácil y muy divertido. Solo debes seguir mis instrucciones. Ahora nos vamos a mi habitación.- señalo.
– ¿La habitación pequeña, Padre? – pregunta ella.
-Correcto, mi vida. Ahí vamos a jugar. Ya verás que nos vamos a divertir. Y de paso bendeciremos tu casa, así de ahora en adelante tus papis estarán muy contentos y felices.- le digo.- Sígueme, Katy.- le ordeno mientras la llevo del brazo hacia el patio.
Cruzamos el patio y nos dirigimos hacia mi habitación mientras aguardo con gran expectativa lo que está por venir. Abro la puerta y prendo la luz mientras ingresamos con Katy.
-Échate junto a mí, vamos a jugar.- le indico mientras me siento en el colchón y contemplo como Katy más cómoda reposa a mi lado. Me despojo de mis zapatos mientras Katy hace lo mismo de sus sandalias quedando descalza. Tomo un frasco de lubricante que Katy observa con curiosidad y lo coloco muy cerca de nosotros.
-Ahora, necesito que te eches y levantes tus pies.- ordeno mientras la niña se estira en el colchón levantando sus pies y por momentos dejándome ver, por debajo de su vestido, sus braguitas.- Muy bien. Déjame hacer el resto a mí. – digo en el preciso momento que comienzo a lamer la planta de sus pies.
-Jijiji.- ríe Katy.- me hace cosquillas. Padre.
-Te dije que nos íbamos a divertir. – digo mientras continuo y ella por momentos retira su piecito.-Venga no tienes que retirarlo.- mientras besaba sus piecitos.
-Jijiji.- continúa riendo Katy. Poco a poco mientras lamia la planta de sus pies comienzo a bajar mis lamidas y besos por sus pies hasta llegar a sus piernitas.
-Jijiji.- ríe Katy inocentemente sin imaginar lo que puede estar por venir. Sin imaginar que estaba siendo utilizada y poco a poco empezaba a incitar más a la bestia dentro de mí – Padre, me hace cosquillas.
-Lo sé, mi vida. Ya falta poco para que estés lista.- digo mientras lamia entre sus caderitas casi levantando su vestidito provocándole más cosquillas a Katy que solo reía inocentemente.
A estas alturas ya podía ver con claridad sus braguitas color blanco con corazones rosas que me ponían la verga tan dura como una barra de hierro. Ansiaba quitárselas cuanto antes pero debía continuar paso a paso.
-Muy bien, Katy. Ahora…- digo bajándola un momento. Katy se sienta con normalidad mientras espera mi siguiente instrucción.- Nos toca el siguiente paso.
– ¿Esto hacen las monjas y los sacerdotes?- pregunta Katy inocentemente.
-Así es. No todo es rezo, hay que alabar a Dios y como ves es muy divertido.- le digo con una sonrisa. – Ahora, necesito que te quites esto para continuar.- le digo mientras tomo la punta de su vestidito.
Katy me mira un momento – Porque, Padre?- pregunta la niña.
-Porque también lo hacen las monjas, solo que como es un juego secreto no lo sabias, hasta ahora. Acuérdate que tuviste que hacer algo parecido durante el bautizo especial que te di.- respondo tratando de sonar lo más convincente posible.- Anda vamos, te prometo que nos vamos a divertir mucho más. Recuerda que tu mami te ordeno que me obedecieras.
Con algo de duda Katy procede a desvestirse ante mi embelesada mirada sobre esa niña.
-Muy bien.- digo tomando su vestidito y colocándolo a un costado. Me enloquecía el poder verla ahí tan tierna con su mirada inocente y solo con sus braguitas infantiles.- Excelente, ahora podemos continuar con nuestro jueguito.
Me acerco a ella y la echo sobre el colchón de nuevo, inmediatamente comienzo a lamer sus pequeños pezones y acariciar sus pechitos sin ninguna formación. Katy solo reía por momentos.
-Eso es…- repetía excitado.- Muy bien Katy… ya ves cómo nos estamos divirtiendo…
-Jijiji… si, Padre.- contesta ella sin comprender la intención de mis caricias y besos.
Poco a poco Katy comenzaba a perder la timidez y era absorbida por la destreza de mis tocamientos que hacían efecto en ella, sin asustarla ni presentar signos de querer obligarla trataba de inducirla a que ella misma deseara que continuara y al parecer estaba rindiendo frutos.
– Muy bien, Katy.- dije después de un rato de haber seguido con las caricias.- ¿Te gusta este jueguito?-pregunto.
-Sí, Padre. Se siente muy bien.- contesta Katy sonriendo.- Al principio me asuste, pero se siente muy bien.
-Así es mi amor. Por eso debes confiar en mí, yo te mostrare como podemos divertimos más aún. ¿Qué te parece?- pregunto.
-Sí, Padre.- contesta Katy entusiasta.
-Muy bien, Katy, ahora necesito que te quites esto.- digo señalando sus braguitas.- No podemos continuar si no te las quitas.
Katy mira aun dudando.
-No tengas vergüenza, recuerda que todo esto es sagrado, recuerda tu bautizo. No se le debe ocultar nada a Dios.- sentencio firmemente para de esa forma lograr que ella obedezca.
Katy asiente y lentamente y ante mí comienza a por fin retirarse sus braguitas. El observar como esa niña por fin se mostraba tal como Dios la trajo al mundo me dejo completamente en schock por un instante.
– Muy bien, ahora quédate, así paradita.- digo mientras me acerco de rodillas para poder llegar justo en frente de su tierna panochita.- ¿Sabes cómo se llama a esto?- digo señalando su panochita.
– Son mis partecitas privadas.- responde con inocencia Katy.
-Así es. Y no se las debes mostrar a nadie que no sea un sacerdote. Sería un pecado.-le digo mientras se me hace agua la boca en mi interior por las ganas que le tenía a esa niña. – Esas partecitas las utilizan las niñas como tú para alabar a Dios.
– Ahora voy a preparar a tu panochita, para lo que viene. No te asustes, pronto nos vamos a divertir y mucho.- termino por decir. Acto seguido tomo sus nalguitas con mis manos y acerco su panochita a mi rostro.
Me sentía en la gloria al poder saborear la tierna vaginita de una niña de apenas 6 añitos mientras apretaba con mis manos sus nalguitas bien paraditas para su edad. En mi mente solo estaba el deseo de poder ser el primero en gozarlas.
– Padre…- gemía Katy. A diferencia de las otras veces ahora ya experimentaba sensaciones en sus partecitas privadas y era obvio que no lo consideraba una caricia cualquiera.
-Ahhhh… mi preciosa Katy… no tengas miedo… solo… estamos jugando.- repetía mientras exploraba con mi lengua su panochita. Al mismo tiempo no paraba de acariciar sus tiernas nalguitas.
Poco a poco comenzó a entender mis caricias o mejor dicho la situación la obligaba a entenderlas, no quería desobedecerme ni a Dios y eso seguramente la obligaba a aceptar todo más rápido y yo estaba dispuesto a aprovecharme de ello.
– Muy bien, Katy. Hasta ahora solo tú has participado.- le digo.- Pero ahora voy a mostrarte algo especial. Cierra los ojos un momento.
Katy se lleva la mano a los ojos mientras aguarda lo que está por venir. Comienzo a bajarme el cierre y por fin liberar a la bestia hambriento de niña que albergaban mis pantalones.
-Bien, Katy. Puedes abrirlos.- le digo mientras exhibo mi verga totalmente erecta frente a esa niña.
Katy por un momento se queda impresionada al observarla.
-¿Qué es eso, Padre?- pregunta curiosa.
-A esto se llama pene y todos los varones los tenemos. Pero solo los que somos sacerdotes podemos hacer que crezca así, nos sirve para alabar a Dios. No es algo sucio como los demás, es algo sagrado.
Katy lo sigue observando algo impresionada pero también curiosa.
-Puedes tocarlo Katy, te doy permiso para ello.- le digo con el corazón en la garganta.
Katy acerca una de sus manos y comienza manipular mi verga ante mi atenta mirada. Con torpeza intentar apretarlo y conocer la forma de mi miembro sin saber que su contacto desencadenaba enormes sensaciones en mí.
– Grande.- señala Katy al manipularlo en todo su tamaño como toda niña curiosa.
-Así es, Katy. Es grande porque está contento y listo para alabar a Dios.- le digo.- ¿porque no lo mueves un poco? Venga te voy a enseñar.
Tomo su manita y hago que tome correctamente mi verga mientras le enseño a mover mi miembro con el fin de hacerme una paja.
-Eso es.- la felicito con voz alegre.- Aprendes muy rápido, Katy. Eso es… así…ohh!!
Katy sonreía al ser felicitada por el acto que acababa de aprender. No había duda que era una niña muy diligente y amable.
-¿Así, Padre?- pregunta Katy esta vez tomando mi miembro con sus dos manos.
-Muy bien, Katy. Vaya, aprendes muy rápido. Jeje- rio de nerviosismo al experimentar tremenda paja que me hacia esa niña.
-Muy bien, Katy. Lo has aprendido sin que yo te enseñe, ohhhh…Muy bien… Eso… Ahora…-interrumpo deteniéndola ya que sino pronto terminaría por venirme y yo deseaba experimentar mucho más junto a esa niña.
-Ya has visto que es muy divertido jalarlo, pero ahora vamos a intentar otra cosa… Algo en lo que los dos nos vamos a divertir.-digo mientras tomo el lubricante que se encontraba a un costado mío.- Necesito que te eches en el colchón. Anda.
– ¿Qué vamos hacer, Padre? – pregunta Katy mientras obedece y se echa boca arriba encima del colchón.
-Oh, ya verás cómo nos vamos a divertir.- le digo mientras abro la tapa del lubricante. – Voy rosearte este líquido Katy. Es un jabón especial que nos ayudara con la alabanza.
Con el frasco logro esparcir el lubricante en su panochita a lo cual Katy ríe con el contacto.
-Hace cosquillas.- ríe la niña.
-Si. Pero pronto nos vamos a divertir. Ohhh si…- digo mientras tomo mi verga y roseándola con un poco del lubricante la acerco a su panochita.
Comienzo a colocar mi verga en su panochita entre su aberturita rozándola con total descaro.
-Jijiji….-ríe Katy al contacto y solo observa como mi verga roza su panochita.
-Muy bien. Katy… Ohhh..!! te dije que nos íbamos a divertir.- Comienzo a subir y bajar mi verga entre su panochita con el fin de sentir el contacto de su vaginita con mi miembro.- ¿Qué me dices? ¿Te gusta lo que hacemos?- luego de un rato en el que ya Katy no reía sino me observaba como tallaba su panochita con mi verga.
-No lo sé.- responde Katy observando nuestro roce.- Se siente raro.
– ¿Pero no sientes un cosquilleo especial? Las niñas buenas sienten un cosquilleo especial…- dije queriendo apelar a sus ganas de agradar a los demás.
– Creo que sí, Padre… Creo que comienzo a sentirlo.- responde Katy, de repente. No sabía si era cierto o no pero en ese momento lo único que deseaba era seguir tallando su panochita que esperaba pronto poder abrir.
– Así es, mi amor…Ohhh…Ohhh!!- digo acelerando mis movimientos mientras tallaba su panochita. Pronto llegaría al clímax gracias al roce sin fricción entre nuestros sexos.
-Jiji…-comienza a reír Katy al aumentar la velocidad del roce. Totalmente excitado me levanto un momento y manipulo a Katy para que se eche encima de mí.
-Vamos a intentar algo… Katy. Solo porque eres una niña especial. No tengas miedo.- le digo mientras la obligo a colocarse encima mío con mi verga en su panochita.
-¿Que hace, Padre?- pregunta Katy algo dudosa.
-No tengas miedo. Es solo una parte del juego…-le digo al oído mientras encajo mi verga en su panochita y entre sus piernitas.
Comienzo a moverme y a mover sus piernitas para de esa forma que el roce de nuestros sexos sea total.
-Anda, Katy. Apriétalo bien con tus piernitas.-le digo al oído a lo cual la niña obedece.
– Se siente raro.- ríe Katy sin ninguna malicia totalmente al contrario de mí que me sentía extasiado de sentir como su panochita y piernitas apretaban mi verga. Aun mas, podía en esa forma sentir la turgencia de sus nalguitas aunque aún no sentirlas directamente. Pronto lograría hacerlo.
-Ohhh sí… Katy. Tranquila…Ohhh…-digo entrecortadamente al sentir a esa niña apretarme.
Poco a poco siento que no puedo más, termino por correrme mientras Katy observa curiosa aquello con total sorpresa.
-Ohh… Katy. Lo has hecho bien. Gracias a eso, has logrado que podamos bendecir esta casa.- le digo mientras me limpio lo que quedaba de mi corrida. Deseaba hacérselo probar a Katy pero no estaba en los planes por el momento. Debía continuar con el engaño.
-Ahhh. Por eso se le llama, bendición. ¿No, Padre?- pregunta Katy sonriendo.
-Muy bien, mi vida. Ya te diste cuenta. Hemos logrado bendecir tu casa porque has sido una niña buena.- la felicito a lo cual ella sonríe orgullosa. Acaricio su cabecita y comienzo a bajar por su espaldita manoseándola con descaro.- Sí. Lo has hecho bien.
-Se lo diré a mi papa y mama, se pondrán muy contentos.- sonríe Katy emocionada.
-Ohh… ya olvidaste lo que dije?- reacciono alarmándola.- Si tus papis se enteran no servirá la bendición. Al contrario, ellos se pondrán muy tristes. Por eso no debes decirles.
-¿Tristes? – pregunta Katy alarmada.
-Si. Es por eso que no debes decirles. ¿Lo has entendido?-pregunto.
-Sí, Padre. No lo diré. – contesta inocentemente.
-Muy bien.- acaricio su espaldita.-Eres una buena niña y muy obediente. Te voy a decir un secreto solo porque eres una niña buena. ¿Quieres oírlo?-hago el gesto de que se acerque a mi rostro.
-Sí, Padre.- Katy se acerca curiosa.
-La bendición no solo sirve para los lugares o casas. También se puede bendecir niñas.- le digo.
-¿En serio?- pregunta Katy.
-En serio. Es una bendición mucho más especial y solo las niñas buenas y obedientes pueden recibirlo, por ello es un secreto.-le digo con voz convincente.- Y sabes, he pensado que tú eres una de ellas, ¿Qué te parece?
-Siiii, Padre. ¿Puedo?- pregunta con deseo en sus ojos Katy. En ese momento casi sentía volver a tener fuerzas para continuar.
-Claro, pero voy a necesitar que me obedezcas en todo lo que te pida.- le advierto. Comienzo a bajar mis caricias de su espaldita hasta sus nalguitas las cuales acaricio con ganas de por fin disfrutarlas, pero aun debía esperar un poco más.- Mira la hora que es.- digo mirando el reloj de mano.- Ya deben estar por llegar tus papis. Continuaremos en otra ocasión.
-Nooo. Padre.- protesta Katy. Al parecer la idea de la bendición ha hecho efecto en ella.
-No te preocupes. Mañana aún me quedaré. Te prometo que mañana seguiremos jugando. ¿Está bien?- pregunto.
Katy asiente obediente esta vez. Juntos salimos del pequeño cuarto luego de que Katy se vistiera y yo ordenara un poco el desorden que habíamos generado.
Sus padres llegaron dentro de unos minutos más y me encontraron leyéndole una parte de un libro religioso para niños mientras Katy escuchaba atentamente y observaba mis mímicas y representaciones de las imágenes. Me agradecieron haberla entretenido a lo cual yo respondí que era lo mínimo que podía hacer al aceptar su hospitalidad.
En la pequeña habitación improvisada y sobre el colchón, esperando que me llegara el sueño, observaba por entre las aberturas del techo un cielo estrellado y contaba algunas estrellas que se veían. Aguardaba que llegara el día siguiente. Había grandes planes para mañana… sobre todo con Katy, pero eso… eso será motivo de otro relato. Hasta entonces.
PD: El siguiente relato será: Confesiones del Padre Arturo: Katy parte 3, el último capítulo previo a: Confesiones del Padre Arturo: El campamento. Espérenlo. Ahora sí, hasta entonces.
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