Doña Rosa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo que ocurre es que aquellas viviendas eran pobres, muy sencillas, pero limpias y las alquilaban a matrimonios o mujeres solas. Ella vivía allí con Nino, su marido, que era una bebedor y abusador, que la maltrataba. Doña Rosa en ese tiempo le quedaba millaje por quemar, era delgada, menudita, pero de caderas anchas, cabellera muy larga lacia y de una piel de nácar, bien blanca…una señora como de 34 años pero bastante atractiva.
Cuando a mi me hicieron ese cuento, como decimos en mi país, yo me puse a mil, por que quien lo contaba, decía que ella no quería que su marido, la penetrara y él a la fuerza la desnudaba, y le quitaba las panties, con violencia. Como él, Nino era un tipo corpulento, ella lloraba y se quejaba de su peso. Nunca he entendido por que, pero desde que me hcieron el cuento, yo me excité brutalmente, y en mis plenos 14 años, me hice como tres pajas, ese día pensando en eso, imaginándomelo. En mi mente, era yo él que la cogía y la gozaba. Y en esos días subsiguientes, me masturbaba, pensando en ella, que le arrancaba las panties, se las bajaba, y la penetraba, haciéndola gemir y gozar, pues en mi fantasía… ella no me rechazaba.
Resulta que un día yo fui a visitar a una tía mía que vivía por otro sector, y para mi sorpresa, Doña Rosa estaba en casa de mi tía. Según supe, ella abandonó a su marido y en lo que el divorcio salía, mi tía le brindó, techo, pues eran compañeras de trabajo, y mi tía Carmen sabía de sus problemas. Más de que ella, le tenía mucho miedo al tal Nino. Ese día la conocí más, hablé con ella y aunque yo solo tenía entonces como 15 años, ya estaba bien alto y fornido, siempre fui así, por mi aficción a todos los deportes y al buen comer. Me fijé que tenía unas piernotas tremendas y unas nalgotas de infarto. Conversamos amenamente, ella, mi tía, mis primas y yo. Noté que le fui simpático y estaba yo como un perro con dos rabos.
Entonces a cada rato visitaba a mi tía para verla, pero de ahí no pasaba…charlar, reirnos, y recalcarme ella, que aunque muy desarrollado, yo era aún un niño. No señora, le contestaba yo seriamente… yo soy todo un hombre ya!
Pues cuando yo tenía unos 16 años, Doña Rosa se mudó cerca de mi casa, y su casita alquilada tenía una escalera, que daba a la calle. Allí yo iba me sentaba, aparte con otras amigas y amigos del barrio y Doña Rosa se sentaba con nosotros y teníamos tremendas tertulias, sanamente. Una noche para mi suerte, solo estaba ella y yo charlando y comenzó a llover bien fuerte y ella, me invitó a entrar a su casita, cerró la puerta pues llovía a cántaros. Aquella mujer estaba recién bañada y olía exquisito, ni nenas de quince, que yo me había tirado ya, olían así de rico. No se que pasó, pero tan pronto me sentí encerrado con ella solitos en su casita, la verga se me paró, se me puso de piedra…si se me hubiera caído, se hacía pedacitos en el suelo, de lo dura que se me puso! No lo oculté, por que no me senté en sus muebles y ella me lo miraba y me lo volvía a mirar, mi pene, se quería salir de mis jeans. Se puso muy nerviosa y su voz la traicionaba, se ahogaba, tartamudeaba al hablar, al ver mi super-bulto y mi excitación.
Era mi oportunidad de demostrarle a Doña Rosa, que ya…yo no era ningún niño. Me acerqué a ella, quien estaba como hipnótizada, la cogí por la cintura y la pegue a mi cuerpo, pegándole mi hombría, pero como bajando mi cuerpo, por ser yo más alto que ella. Doña Rosa debílmente me decía, – Deja, por Dios Javier, deja – …pero ya el fogón, la leñera estaba encendida, y se entregó a mis besos. Le besaba el cuello, los labios y ella respondía con ansias. Le agarraba las nalgas y se las apretaba, y mi verga se hundía en su bajo vientre, en su montes de venus, aún vestido…las telas de nuestras ropas separaban nuestros sexos.
Ella se frotaba contra mi sexo erguído, gimiendo. Comenzó a gemir y así sin despegarmos, entramos a su habitación y nos desvestimos en un segundo, más yo le dije que esas panties, las quitaba yo. Al fin cumplí mi sueño, le quité las panties, que se hicieron un rollito, eran color rosas. Me las pase por la nariz, oliendo su olor a mujer, su esencia femenina. A la vez que ella me agarraba mi verga y la apretaba, maravillándose del tamaño y grosor. – Que va a ser le dije yo, las hay más grandes y gordas – – No, no me dijo Rosa (ya entonces no era Doña para mi, en esos intimos momentos) es muy grande, ni Nino tenía un aparato así y tu eres casi un nene. – No Rosa, no, ya no soy ningún nene y ahora lo vas a saber.
Desnuda en la cama la puse atravesada, y comenzé de nuevo a comerle la boca, mientras masajeaba sus senos, baje los chupé uno a uno, me deleité en sus pezones, mordiéndolos, succionándolos con pasión. Ella solo gemía, suspiraba y cuando baje a su entrepierna y le abrí los muslos dejando ver toda aquella deliciosa fruta, roja como un tómate, y ya toda húmeda, mi lengua la atacó salvajamente, provocándole un orgasmo tan intenso, que Rosa por poco me estrangula la cabeza con sus muslos, apretándolos fuertemente… – Ayyy nene, ayyy nene que rico, nene, que es esto Dios, que rico… – Y yo segí mamándole su su vúlva (crica, chocha, chicha, pucha), ni su culito cerradito, se salvó de mis lenguetazos y ella se venía en orgasmos repetidamente.
Cuando la penetré, lo hize con delicadeza pero firme, ella lloraba, le pregunté, que si no quería seguir, que si yo le estaba haciendo algún daño. – No nene no, es que me siento tan feliz, yo no sabía lo que era hacer el sexo, así, nunca me sentí así, soy feliz, sigue, sigue, dándome gusto…- Comenzé mi mete y saca, primero suavecito y luego a velocidad, la taladraba, la clavaba y creo que el chocar de nuestras pieles y el "chas, chas, chas, chas", del roce de mi verga con su chocha enchumbada de líquidos y lubricante de nuestros sexos, lo podía escuchar cualquiera afuera, si no hubiera sido por que la lluvia con su ruido, fue cómplice de aquella divina aventura. Le di con ganas, y la besaba una y otra vez, estuve asi como veinte minutos, hasta que exploté como un volcán, dejándole toda mi leche adentro, me tiré encima todo de ella, mordiéndole el cuello, los labios, en lo que mi verga escurría todo su néctar, en aquella cueva tan calientica y sabrosa. – Javier, tu si eres un macho, tu si sabes tratar y coger a una mujer, que bueno que esto está pasando, pero tengo miedo, si se enteran en tu casa…Carmen tu tía es mi amiga, como mi hermana, que va a decir, ay Dios – …Tránquila le dije yo! Yo soy un hombre y esta es nuestra vida privada, nadie tiene por que saberlo y yo soy muy discreto, mi vida. Es imposible que una dama como tú, no haya sido tratada como lo que es, una mujer maravillosa y ardiente, y desde hoy yo quiero ser tu hombre, quien te haga gozar como te mereces. – Que lindo nene, todo eso que me dices, soy tuya cuando quieras –
Sin sacarselo se me paró de nuevo adentro de ella y la comenzé a azotar de nuevo, ella tenía orgasmos como nunca creo que había tenido. Nos amanecimos ensartados. Jurándonos promesas y amores. Con Rosa viví los momentos más felices de mi juventud y tuve sexo a raudales. Su ano estrechito y rico, ocultado por aquellas grandes nalgas, anchas y paradas, fui yo que lo desvirgué. Nuestra relación a escondidas duró bastante, aunque muchos lo sabían y se hacían de la vista larga. No faltaron los entrometidos, que me decían que ella era mayor que yo, etc. Ustedes saben como son los amigos envidiosos. Pero como todo en esta vida… un día por celos de una chica que me fue a buscar al barrio, nos dejamos. Ella en coraje se fue New York. Sufrí mucho, luego me escribió que eso lo hizo como una excusa, para huir de mi, que me amaba con locura, pero sabía que eso no podía continuar por la diferencia de edades.
Han pasado varios años, cada cual ha seguido su vida. Pero cuando viene a Puerto Rico…se queda en casa de mi tía. Voy…la busco y la llevo a un motel y le estoy dando verga toda una noche…y como gozamos! Por que la edad, no tiene que ver con la gozadera y el placer que da el amor!
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