El esposo adolescente de Doña Susana
En un futuro distópico en el que no hay hombres, un muchacho conquista a una mujer mucho mayor.
Vicente no podía apartar sus ojos de Doña Susana. A sus 52 años la mujer lucía unas piernas firmes y un cuerpo voluptuoso que, si todos los hombres adultos no hubiesen perecido a manos de los soldados invasores, tendría todas las miradas en este. Caminaba de forma sinuosa, consciente de que todos los adolescentes la deseaban. Su piel era blanca y su rostro tenía facciones finas, con unos hermosos ojos verdes y un cabello ondulado y negro que le caía un poco más debajo de los hombros, con algunas canas asomando de tanto en tanto.
Con solo 14 años, Vicente estaba enamorado de ella desde hacía mucho tiempo. Todos los días se masturbaba dos o tres veces pensando en aquella fémina mayor que su madre. Soñaba con acariciar esas tetas y montarse en esas nalgas. Rogaba porque lo escogiera a él. Luego de que la civilización se desmoronara por la guerra, los sobrevivientes a la catástrofe se organizaron en pequeñas comunidades antes de que los antiguos gobernantes reclamaran a los hombres adultos para obligarlos a trabajar.
Como estos se opusieron, el ejército los exterminó a todos, dejando a su suerte a las mujeres y sus hijos. Habían pasado tres años desde aquella calamidad, y era costumbre que las mujeres adultas fijaran sus ojos en los pubertos más crecidos para calmar sus apetitos y perpetuar la civilización que insistían en reconstruir.
Vicente conocía muchos casos. Su mejor amigo, Alberto, con tan solo 16 años, vivía con Aurora, de 48, y siempre le presumía sus hazañas sexuales. La madre de Alberto no pudo oponerse a que su hijo dejara el hogar, después de todo, ella también tenía una relación con un niño de 12 que la satisfacía cada noche. La mayoría de las mujeres del pueblo escogían a sus nuevos esposos, a quienes doblaban o triplicaban la edad, y se los llevaban a vivir con ellas.
Nadie veía nada de malo en ello, pues estaban conscientes de que la adolescencia como tal no existía. Era solo una invención de la modernidad, en la que la madurez psicológica tendía a aparecer después de la biológica. Pero los tiempos no estaban para eso. En el pasado los seres humanos eran adultos a los trece y asumían las responsabilidades correspondientes a ese rango. El único modo de que la familia regresara como la base de la nueva sociedad, era con los únicos hombres que quedaban en aquel pueblo desolado por la guerra que acabó con los gobiernos y países.
El joven estaba decidido a convertirse en el esposo de Doña Susana y tenía qua actuar rápido. La abordó, esforzándose para apartar su mirada de esas hermosas y grandes tetas sobre las que soñaba acomodar su cara, y le habló, armándose de valor:
- Buenos días Doña Susana.
- Buen día, encanto – respondió ella -. ¿cómo has estado? ¡Qué sorpresa verte tan temprano!
- Es que he estado buscando algún trabajo, pero no me ha ido muy bien, así que me he dedicado a pasear por la ciudad, buscando algo que pueda servirnos a mi familia.
El pueblo continuaba lleno de escombros y no había hombres fuertes capaces de despejarlos todos. La tarea de limpieza estaba tomando meses.
- Pues qué lástima, Vicente. ¿Y la escuela aún no abre?
- Sigue cerrada, y no hay personas para hacer clases. La mayoría está ocupada reuniendo víveres y cosas así. ¿A usted como le ha ido con eso?
Doña Susana le mostró una bolsa con las cosas que había podido conseguir. Hacía calor y llevaba un vestido corto y blanco que le sentaba muy bien, y ella lo sabía. Notó que, pese a la corta edad del joven, ya tenía un cuerpo fibroso aunque en vías de desarrollo. Fue capaz de reconocer un paquete en los shorts que usaba. El deseo comenzó a crecer en su cuerpo. Un cosquilleo recorrió toda su piel.
- Si quiere le puedo ayudar a llevarla hasta su casa, ya creo que por hoy no encontré nada- ofreció el astuto Vicente
La mujer adivinó las intenciones del muchacho y decidió que no tenía motivos para negarse. Ella también llevaba mucho tiempo sin intimar con nadie y se le presentaba la oportunidad de disfrutar un cuerpo joven. Le coqueteó pasando sus dedos por su pelo.
- Muchas gracias, muy amable – respondió mientras le entregaba la bolsa y empezaba a caminar, seguida de su imberbe pretendiente que permanecía un paso detrás suyo, admirando como se movían esos glúteos mientras su musa se dirigía a su casa. Sus hormonas estaban descontroladas a esas alturas y debía reprimir el deseo de lanzársele encima en plena calle.
Una firme erección surgió mientras la seguía. No bien llegaron a la casa de la señora, Vicente entró y colocó la bolsa donde ella le indicó amablemente. En agradecimiento, le ofreció un vaso de agua que el recibió con agrado, pues hacía mucho calor. No podía dejar de mirar sus piernas y sus tetas y ella lo notaba.
- Te agradezco mucho tu ayuda, Vicente. No es fácil todo esto cuando una está tan sola.
El joven pensó que era su oportunidad y que si no tomaba la iniciativa se arrepentiría.
- Pero no tiene por qué estar sola, Doña Susana. Aquí me tiene para ayudarla en todo lo que necesite.
La doble intención de su respuesta no pasó desapercibida para la mujer, quien optó por dar el siguiente paso. Se sentía cada vez más caliente en presencia de tan bello ejemplar masculino.
- Ay, eres un encanto. Qué suerte tener a jóvenes amables como tú, además de educados y serviciales. Me siento muy afortunada.
Acto seguido se acercó a Vicente y le dio un fuerte abrazo. El pobre adolescente sintió todo el cuerpo de la ardiente dama y no pudo contener más su erección. Percibió los muslos de Susana apretarse contra los suyos, y los pechos hacer presión contra él. En un acto instintivo, tomó su rostro y la besó en los labios.
Doña Susana correspondió el beso y lo abrazó con más fuerza. Los brazos de su admirador recorrieron la silueta de la mujer, pasando sus manos bajo su vestido hasta alcanzar sus glúteos. Continuó besándola hasta llegar a su cuello. Su lengua sintió el sabor salado en la piel transpirada de la señora.
- ¡Qué rico! – gemía ella – ¡Sigue, sigue!
Continuaron besándose y acariciándose durante varios minutos. Sus lenguas se enroscaban mientras el deseo crecía. De pronto, la hasta entonces desatendida ama de casa decidió terminar con los preámbulos. Cogió de la mano a su amante y se dirigieron con premura hacia su dormitorio. Vicente temblaba de la emoción, pensando en lo que estaba por venir, pero también estaba nervioso pues era virgen.
Ambos cayeron a la cama, ella encima de él. Desabrochó su pantalón mientras lo besaba y comenzaron a restregarse uno contra el otro, aún vestidos. De pronto, Susana liberó sus dos pechos y se los ofreció a su enamorado, quien los sujetó con firmeza, acercando sus labios a esos pezones que chupó con gula. Había soñado con probar esas deliciosas tetas durante meses. Mientras probaba aquellos manjares, su erección se asomaba cada vez más firme. La mujer se terminó de quitar el vestido y luego desvistió al adolescente, quien estaba ocupado mamando como si su vida dependiera de ello.
- ¡Sigue chupando mi niño! ¡Qué rico me los chupas!- imploraba la madura mientras se mojaba cada vez más por la calentura.
Tenía la vagina tan mojada que no le costó ningún esfuerzo clavarse en el venoso mástil del virgen Vicente. Entró como mantequilla y la mujer comenzó a cabalgarlo con energía. Vicente se dejó consentir mientras chupaba ambas tetas, incapaz de creer que sus sueños de todas las mañanas y noches se estaban haciendo realidad.
- ¡Culéame mi amor! ¡Culéame!- jadeaba ella.
- ¡Qué rica, doña Susana! – exclamó él.
- ¿Tenías ganas de culearme mi amor? – preguntó ella mientras continuaba rebotando.
- ¡Síiiii, desde que la vi que quería culear con usted! ¡Estoy muy enamorado de usted!
- ¡Ay que rico mi amor! ¡Trátame de tú, y sigue chupándome las tetas!
- ¡Cómo tú digas, Susana, mi amor!
Continuaron moviéndose mientras la cama rechinaba. Mientras lo cabalgaba, Susana tomó del rostro al joven y lo besó con fuerza. Giraron sus cuerpos y Vicente quedó encima de su compañera de sexo, penetrándola con ímpetu. Actuaba por instinto, pues era su primera vez.
- ¡Sigue! ¡Sigue! – exclamaba ella – ¡A partir de ahora podrás culearme todos los días las veces que quieras!
- ¡¡Síii, te voy a culear siempre, Susana, mi amor!
La experta madura abrazó a su amante aprisionándolo con fuerza con sus dos piernas, como si temiera que este escapase. Nada más lejos de la realidad, pues él la embestía con tanta furia que parecía querer meterse por completo dentro de ella.
Se acercaba el final y de pronto Susana dejó escapar un alarido de placer que debió escucharse por todo el barrio. Estaba acabando en una intensa sacudida. Aquello bastó para que el inexperto joven también eyaculara dentro de la mujer de sus sueños.
- ¡Aaaaaaahhhrrrggg!- Gritó ella incapaz de soportar tanto placer.
- ¡Aaaaaah! ¡Me vengo mi amoooooor!- gritó él.
- ¡Vente mi niño hermoso! ¡Qué rico siento!
Varios chorros de caliente semen inundaron las paredes vaginales de Susana. Continuaron moviéndose rítmicamente durante algunos minutos hasta que se detuvieron, jadeantes. Cuando estuvieron más calmados, se besaron durante un rato hasta que finalmente se quedaron dormidos uno junto al otro, abrazados. Él apoyó su cabeza en las tetas de su amada toda la noche, como si de dos almohadones de cálida carne se tratasen.
Pasaron la noche juntos y, al despertar, ella acarició con ternura la cabeza del muchacho, se besaron como novios largo rato, y volvieron a tener sexo. Doña Susana estaba encantada, pues Vicente era fogoso y necesitaba dos polvos mínimos para estar satisfecho.
Estuvieron en la casa por toda una semana, haciendo el amor varias veces al día, totalmente enamorados el uno del otro. Hasta que Vicente decidió pedirle si le gustaría ser su esposa.
- Por supuesto que sí, mi amor, quiero que vivamos juntos como marido y mujer. Me haces muy feliz.
Acercó sus pechos a la cara de su enamorado para que los besase con libertad. A los pocos minutos hicieron una vez más el amor.
Como en esa época las instituciones religiosas y judiciales no existían hacía décadas, no hubo necesidad de formalidades. Vicente dio aviso a su madre y hermanas y se fue a vivir con su mujer, con quien tuvo la más calientes de las relaciones maritales. Susana estaba sorprendida. Ella en un principio solo estaba caliente por aquel muchacho, pero acabó enamorándose perdidamente de él. Eran la pareja más feliz de la región.
Vicente también la amaba. Cuando la escuela logró abrir él se inscribió, pues deseaba estudiar para conseguir un trabajo que le permitiera mantener a su mujer. Ambos eran inmensamente felices y tenían sexo todos los días. El resto del pueblo los miraba con envidia, las señoras por el atractivo joven que logró pescar Susana, y los adolescentes calenturientos por la despampanante mujer por la que todos se habían pajeado y que ahora era la esposa de su amigo Vicente.
La civilización poco a poco iba volviendo. La mayoría de las mujeres maduras del pueblo se habían conseguido un jovencito para emparejarse, lo que dejaba sin pretendientes a las jovencitas, a quienes no les quedó más remedio que recurrir a la masturbación o el lesbianismo para calmar sus ansias de sexo. Algunas se dejaban secuestrar por los soldados mercenarios de la región con la intención de ser penetradas. Mientras, los fogosos adolescentes yacían en los brazos de sus experimentadas mujeres.
Riquísimo, el morbo que me moja! La temática pedófila es un manjar, mujeres liberales bufando de coger niños y yo añado estar ambos chorreando sudor mientras montan eso pubis, un manjar 👦🏻❤
Ahelo una saga con la delicia que iniciaste acá. ¿Será una historia por chico? No sé, pero ya tengo babero imaginando esas bolitas sin pelito llenas de flujo y de las ganas de leer más, esas señoras cabalgando las pingas de los mocitos.
hola norma te recomiendo leas un relato que escribi hace tiempo va sobre la misma tematica igual me gustaria tu opinion el relato lo encuentras en esta pagina como MI PRIMERA VEZ GRACIAS A UNA PAGINA PORNO
Gracias por tus comentarios, sí, será una saga con varias relaciones entre chicos y señoras, además de ser una historia con continuidad. Pronto estará la segunda parte