El nuevo pijama de Mayra
Una forma de estar en contacto, cada noche, con la vulva adolescente y siempre tibia de Mayrita … .
Ayer en la mañana, me crucé en la calle con la mamá de Mayra. Me comentó que regresaba de comprar un pijama con pantalón largo para la nena porque se estaba sintiendo frio por la noche. De inmediato, mi vieja y morbosa mente comenzó a imaginar a la niña, a quien no veía desde hacía como cinco días, desnudándose, rozando sus pezones al ponerse la parte superior del pijama y sus largas piernas, glúteos y su gordita vulva, al colocarse el pantalón…tenía que conocer la nueva prenda…
Todo el resto de la mañana estuve pensando qué hacer con el pijama. Es complicado hacer subir a Mayra a mi departamento, de lunes a viernes, porque su casa queda frente a la mía y, a pesar de la confianza que me tienen su mami y hermanos, prefiero mantener la apariencia de viejito sano y bueno; los fines de semana se van a la casa de campo y ella se queda los sábados para entrenar fútbol, cosa que hace dos horas y, el resto del día lo dedicamos al entrenamiento físico de meter, no exactamente, goles. La mamá sabe que yo me encargo de cuidarla y protegerla (cree eso, nomás gordita); la noche del sábado duerme sola en su casa, varias veces hemos hablado de la posibilidad de que lo haga en mi cama, pero, pensamos que puede ocurrir algo que haga regresar a algún familiar, así que mejor nos olvidamos de eso. Los domingos, temprano, se va a reunir con su familia, luego de un alimenticio desayuno, con mi rica leche, servida directamente del envase a la boca…Los días de semana, normalmente, nos sentamos en las escaleras del edificio, cerca de la puerta de calle y hacemos lo que podemos, pues varias veces hemos tenido que detener nuestra acción para que vecinos suban o bajen…felizmente, el edificio tiene pocos departamentos y acostumbramos tener apagadas las luces de pasillos y escaleras que se prenden, automáticamente, cuando alguien los transita y, a esa hora, muy pocas veces hay actividad, por eso la escogemos…
A la hora del regreso de Mayra del colegio, me paré en la esquina. Al poco rato, ella llegó con dos compañeras…muy formal, me saludó:
- Buenas tardes, don Ricky, ¿Cómo está?
- Aquí, hija, muy cargado (de semen)…de trabajo… ¿Y tú?
- (Siguió caminando, lentamente) Igual que usted…creo que necesito un relajo (me miró, sonrió y me guiñó un ojo)
Cuando estaban a una distancia prudente, la llamé:
- ¡Mayrita!
Volteó y vino corriendo, sus amigas se detuvieron a esperarla…
- Tu mami te ha comprado un pijama, quiero conocerlo, lávalo inmediatamente y lo secas para que lo uses esta noche…
- ¿Si? A la tarde te lo llevo; a las 7:00; me esperas en la puerta del edificio…
A las 7:00 en punto, mi pinga y yo, bien parados en la puerta del edificio, vimos salir a Mayra de su casa, vestida con el “uniforme de sexo”, es decir, un top apretadito, una falda larga, esas que llegan casi al suelo y sin calzón, con una bolsita en la mano; cruzó corriendo y entró; la puerta se cerró automáticamente porque tiene un sistema que estuvo malogrado bastante tiempo, pero hace poco, felizmente, lo han reparado, lo que nos permite sentir la llave cuando alguien va a entrar; se colgó de mi cuello, como siempre, nos besamos y manoseamos. Nos sentamos en la escalera. Sacó el pijama, rosado, con dibujitos de mariposas y flores y me lo dio. Lo comencé a estirar, tocar, percibir su textura, mientras ella me agarraba la pinga, metiendo la mano por la cintura del short que uso en casa, cuando debo recibir a alguien porque lo usual es que sólo esté con una camiseta larga de algodón, con la que, como he comentado en varios relatos, me muestro a la “clientela”, las vecinitas. Al sentir el contacto, se iluminó mi mente, me bajé el short para dejar la pinga al aire y le dije:
- Vamos a hacer algo para que todas las noches me sientas rico
- ¡Ya! Dime qué…
- Chúpame, pero, cuando tengas la leche en la boca, no te la tragues toda, la vamos a untar en el pantalón, para que te toque la conchita siempre…cada dos o tres días, lavas la zona, la secas y lo volvemos a hacer…
- ¡Siiii! Y también lo hacemos en el pecho para que mis tetas también la sientan…
Se arrodilló en el escalón inferior y comenzó la mamada, con el uso de la lengua como sabe que me desespera, los labios que me aprietan y recorren el largo hasta tener toda la pinga en la boca, tocando su garganta…mis manos acariciando y pellizcando sus tetas, cada día más redondas y duritas y esos pezones que me encanta morder. La acción debe ser rápida por el sitio en el que la hacemos…chupó a gran velocidad, una de sus manitos sobaba mis huevos y me vacié en su boquita en pocos instantes…ella chupó y lamió hasta la última gota, agarró el pantalón, lo puso al revés y, distribuyó mi semen en la zona correcta; luego, hizo lo mismo con la parte superior del pijama…
Se paró, levantó la parte delantera de su falda, yo metí mi cabeza y comencé a lamer su vulva, meter mis dedos en su conchita, ya muy mojada, apretar el clítoris con dos dedos, abrir sus labios e introducir mi lengua en su preciosa vagina, tragando el líquido producto del placer y el amor… dedos míos recorrieron sus nalgas y se metieron en el camino al ano que mi pinga conoce perfectamente…ella gemía, me apretaba la cabeza sobre su falda, el fluido seguía saliendo, tibio, cremoso, con ese sabor tan de ella que me excita tremendamente…es miércoles, tenemos que aguantar casi tres días para integrarnos en un solo cuerpo, una sola mezcla de todo lo que nuestros organismos generan durante el encuentro de sexo, placer, hambre de carne, de pecado… mi mano derecha cogió mi pinga y le dio fuertes jaladas…cuando ya no pude más, me paré, jalé su carita, abrió la boca y se alimentó con la poca leche que, por la edad y mi condición de pajero permanente, hacedor a diario de tributos que me piden desde todo el mundo chicas o maridos para sus esposas, padres para sus hijas y hasta abuelos para sus nietas, emitió mi trabajadora pinga…
Luego de doblar cuidadosamente el pijama, limpiar su carita con mi pañuelo y besarnos tiernamente, como un dulce abuelito con su inocente y amorosa nietita (como sabes, ella tiene 11 años cumplidos hace mes y medio), salimos y la miré mientras cruzaba, llegaba a la puerta de su casa, volteaba y levantando su manito, se despedía y entraba… Mientras subía las escaleras, pensaba en cómo se iba a frotar la concha con su pijama, mientras yo, que debería descansar para cumplir con los tributos del día siguiente, seguramente me iba a parar en la ventana y mirando su casa, me correría un pajazo no programado, pero, igualmente, muy placentero… cosa que hice…
Ricky
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