El papá de mi amiga y yo
Por un momento él ya no era el papá de mi amiga, era mi amante.
Buenas buenas, hola me da mucho gusto escribir estas palabras y más que tú, desconocido, las leas. Me llamo Laura, aunque todo mundo me llama Lau, soy mexicana-española, mido 173, de cuerpo soy alguien bastante normal, nada de medidas exorbitantes, un trasero de buen tamaño, pero sin ser obsceno, mis pechos no destacan, pero alcanza para un buen escote, a veces uso el cabello negro y otras lo uso castaño, no tengo tatuajes, pero si tengo piercings, en el ombligo y en los pezones, en cuanto a mi estilo, varia entre lo elegante, lo urbano, lo gótico.
Al final me anime a escribir sobre experiencias eróticas, inspirada por muchos autores de esta página. No tengo ninguna pretensión al escribir estas palabras, salvo que tú al igual que yo pasemos una noche agradable.
Si te gustaría una forma de contacto más directa, mi Telegram es LCoellar, eso sí, no vengas buscando sexting, videollamadas, llamadas, o para pedir nudes.
Y después de esta larga presentación, comencemos, este relato es la vez que el papá de mi amiga me cogió:
Yo ya había notado algunas señales, tan poco es que no me haya dado cuenta, la típica mirada cuando creen que no los estás viendo, un abrazo un poco más largo, un beso en la mejilla un poco más cerca de los labios, pero siempre hasta ahí. Yo siempre quise creer que no era nada raro, solo mis hormonas alborotadas buscando sentirme deseada.
Ya casi llegaba el cumpleaños de mi amiga, sus papás siempre fueron de esos nuevos padres liberales que dejan experimentar a sus hijos, claro hasta cierto límite. Y esta vez, para su fiesta de cumpleaños, nosotros íbamos a poder hacer una fiesta con alcohol ya sin tener que escondernos.
Por supuesto que ya tomábamos, pero esta vez podríamos hacerlo en público. Aún así, esta fiesta fue más familiar que con amigos. Yo había pedido permiso a mis papás de quedarme a dormir y como mis papás conocen a los de mi amiga y en otras ocasiones ya me he quedado dijeron que no habría problema. Además mi novio iba a viajar a su pueblo.
La fiesta estuvo muy buena, bailamos, platicamos, anduvimos jugando juegos, mucho blackJack, algunos de sus primos nos estuvieron preparando cócteles, había algunos que estaban buenos y otros no tanto, los que no me gustaron para nada fueron los que llevaban tequila no se si fue la preparación o qué, pero se me hicieron muy fuertes.
Y así entre más profunda se hacía la noche los invitados se iban haciendo menos, varios de nuestro grupo de amigos ya estábamos en un estado de ebriedad entre quedar inconscientes y seguir bebiendo, pero los pocos adultos responsables que quedaban se encargaron de ir repartiendo a los más borrachos en sus respectivas habitaciones.
En mi caso fue el señor Abel, el papá de mi amiga, un hombre que medirá tal vez 1.60. un poco gordito, con lo que llamamos la clásica panza de borracho. No era feo, pero se nota que sus buenos años pasaron hace mucho.
Recuerdo que me llevó a una de las habitaciones, mientras, me iba hablando al oído:
- – Ay Laurita, ahora si te pusiste una buena peda… Pero tu tranquila hija, estas en confianza con nosotros, ya verás mañana la resaca – Sus gruesas manos me sostenían firmemente de la espalda y mis piernas.
- – Perdón señor, le juro que no se que paso, si yo sí aguanto – Intentaba hablar muy lento para que mis palabras se entendieran.
- – ¿Cómo que qué pasó hija? Se te cruzaron las copas, pero no te preocupes Laurita, ahorita te llevo a la cama – La mano que tenia en mi espalda me masajeaba suavemente como para mostrar consuelo.
Me llevó hasta una de las habitaciones que tenían destinadas para los huéspedes, su casa tiene varías habitaciones de esas. La cama de la habitación es matrimonial, me recostó ahí sobre el edredón y procedió a ponerme cómoda, me quito mis tenis, mis tines, me quito la chamarra, y desabrocho mi pantalón, ahí sí que reaccioné, recuerdo haber detenido su mano cuando la puso en el botón del pantalón, pero me dijo que solo lo iba a desabrochar para que no me lastimara, así que lo dejé. El señor Abel, me terminó de acomodar, trajo una cubeta y me puso de lado, y me dijo: «si quieres vomitar aquí hay una cubeta, solo vomita, yo vendré a verte más tarde».
Y así yo me quede dormida, con toda la cabeza dándome vueltas, el techo giraba y giraba, estaba muy relajada, la temperatura era la ideal, ni muy fría ni muy caliente, el colchón era bastante suave y cómodo, la habitación tenía un aroma floral que era muy sutil.
Y me quede dormida, no se cuanto tiempo sería, al cabo de un rato, todavía estaba mareada pero un poco más consciente, ahí, escuche que la puerta se abría, yo pensé que era mi amiga que ya venía a dormirse (aunque claro, es su casa, ella debería tener su propia habitación) así que me hice la dormida.
Sentí unos dedos tocando tímidamente mi abdomen, acariciando mis piernas, rozando mis muslos casi como si fuera el viento. Yo abrí un poquito los ojos, solo para ver quien era el degenerado que había entrado, y para mi sorpresa, era el señor Abel, pude verle la calva que se le comienza a hacer en la coronilla de la cabeza.
No sabía muy bien qué hacer, podría haber gritado, haber hecho que me despertaba para que se fuera, en cambio, deje que continuará un poco más, solo quería saber hasta donde estaba dispuesto a llegar.
Después sentí su respiración muy cerca de mi cara, un beso en la frente, en la nariz, en los labios. Sus manos que ya no eran tan tímidas pero aun sutiles se encontraron con mis pezones, ahí, se detuvo en seco de toda vejación que me estuviera haciendo, yo creo por la sorpresa de que tengo perforaciones en los pezones.
Luego de la sorpresa, reanudó sus acciones, siguió masajeando mis pezones, su otra mano ya acariciaba mi entrepierna. Y yo dentro de mi mente, estaba tan excitada por la situación, la diferencia de edad entre él y yo, el ser papá de mi amiga, el que él estuviera abusando de mi, que al final de cuentas era lo que estaba haciendo, todo eso me llevaba cerca de un orgasmo.
Y volvió a parar, de pronto ya no sentí su pesado cuerpo encima de mí, ¿se había ido? Abrí un poco los ojos, estaba quitándose la ropa interior. No podía creer que estuviera dispuesto a hacerle algo así a la amiga de su hija. Y bueno, yo tampoco podía creer que aún no hubiera hecho algo por impedirlo.
Escuche un susurro en mi oído:
- – Laurita, acomodate hija, no te vayas a ahogar – Su aliento apestaba a alcohol
No sabía si hacer caso o no, como debía moverme para aparentar seguir dormida, pero no fue necesario, él mismo me levanto y acomodo, pero, también aprovechó ese movimiento para bajar mis pantalones.
Y así estaba, acostada de lado mirando hacia la puerta y con el culo apuntando hacia la cama.
El señor Abel, se acostó a mi lado, y rozó mis nalgas con su verga, no la ví, pero tampoco creo que haya sido una cosa descomunal. Movio a un lado mi panti y empezó a masturbarme con sus dedos, que esos si que eran gordos.
Ahí si ya no podía más, yo misma comencé a hacer movimientos pélvicos para ayudar a la masturbación, emitiendo pequeños gemidos. Pero no quería que el señor Abel supiera que yo estaba despierta, quería continuar con esa idea de que él estuviera abusando de mí. Así que no se me ocurrió otra cosa que gemir el nombre de mi novio: “Carlos”.
Y el señor no se si no lo escucho o no le importo pero seguía en lo suyo, hasta que sin avisar, tampoco es que pudiera, me metió su verga. De verdad, nada más entrar yo sentí tanto placer que hasta los deditos del pie se me estiraron. Ahí aprendí que a veces lo importante no es el tamaño del miembro, su grosor, que tan guapo es una persona, sino la química sexual, el juego previo.
Me deje ir, por un momento él ya no era el papá de mi amiga, era mi amante. Sentía como su miembro entraba y salía de mi vagina, no era la mejor posición pero me tenía a su merced, mis nalguitas chocaban contra su panza con cada embestida, besaba mi cuello, apretaba una de mi tetas. Era difícil hacerme la dormida, sobre todo cuando quería levantarme, ponerme encima de él y cabalgar como una putita.
Me cogió muy rico, solo esa posición fue suficiente junto con el manoseo para que tuviera un orgasmo.
Él hasta eso sí, prudente, terminó eyaculando en mi espalda. Después de eso, me intentó acomodar mi ropa como la tenía antes, los pantalones y la panti la subió lo más que pudo y se fue.
Y ahí me quede esa noche, con los ojos mirando al techo, pensando, una parte de mí preguntaba que acababa de hacer. Me remordía la conciencia, como si yo hubiera sido la culpable, como si yo le hubiera dicho al señor Abel, “esta noche regrese a mi habitación y abuse de mí”.
Y otra parte de mí me decía que bien nos lo pasamos, pensar en la situación volvía a ponerme caliente.
Al día siguiente todos (el señor Abel y yo) actuamos como si no hubiera pasado nada, o eso intentaba yo, recordamos los hechos del día anterior, bueno, casi todos los hechos. Nos dieron sus remedios caseros para la resaca, que no se porque, la mía no era tanta como la de mis amigos.
Y así, de apoco los que nos quedamos nos fuimos yendo a nuestras casas, o nos pasarón a recoger, o nos llevaron a dejar, que este fue mi caso, el señor Abel me llevó junto con mi amiga, a mi casa, llegamos, y nos abre la puerta mi papá, yo traía eso sí una cara de desvelada, pero el señor Abel intervino por mí:
- – Buenas tardes, Señor Armando, disculpe la hora, pero la fiesta se nos alargo – El señor Abel le sonreía a mi padre, y casí parecía tan inocente.
- – No se preocupe Don Abel, ¿Cómo estuvo la fiesta? – Yo miraba al señor Abel a ver que tenía que decir.
- – Pues ya ve cómo son los muchachos de desgorrosos, pero todo bien, ya sabe que su hija está bien cuidada con nosotros – Al decir eso último me miraba directamente a los ojos, como sí en mi rostro estuviera marcado lo que me había hecho.
- – Pues muchas gracias Don Abel, lo bueno que hay confianza ya ve cada cosa que escucha uno en las noticias – Posó una mano en mi hombro para quitarme la maleta.
- – Pues sí, pero que se le va a hacer más que cuidar a nuestras hijas verdad, bueno. no lo molesto más, que todavía tenemos que llegar a limpiar – Yo mientras me estaba despidiendo de mi amiga.
Por mandato de mi papá le di las gracias al señor Abel de haberme recibido en su casa, si tan solo supiera lo que en verdad pasó.
Después de eso, ya no se ha dado la ocasión, en qué el señor Abel y yo nos quedemos a solas, y no pasa de un saludo desde lejos, pero no les miento, a veces, cuando me masturbo y el relato que estoy leyendo es sobre maduros, recuerdo esa ocasión con el señor Abel.
Hasta aquí mi primer relato, espero que les guste, ya saben mi telegram por si quieren dar alguna retroalimentación. Muchas gracias por leerme, hasta la próxima.
Que rico y hablaste con el el alguna vez de lo sucedido?
Muy buen relato, excelente, excitante y muy morboso.
Esperando la posible continuación del mismo
Estaría bien que contarás si hubo otras ocasiones en la que no estuvieras borracha y el Sr Abel se volviera a aprovechar de una dulce jovencita.
Saludos