El renacer de un viejo 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Jorge.
Toda mi familia vive en una ciudad del sur de España de unos 300000 habitantes.
Mi padre, Juan, murió hace unos quince días a los noventa años de edad.
Vivía solo en su casa desde que hace diez años había muerto mi madre.
Desde ese momento los tres hermanos decidimos contratar a una mujer que se encargara del cuidado diario de mi padre al menos entre semana.
Tras preguntar a varios amigos y conocidos dimos con una señora marroquí llamada Laila de 58 años edad.
Laila estaba casada con un español algo mayor que ella, prejubilado de una fábrica de la ciudad, borracho y haragán que se bebía la mitad de la escuálida pensión de jubilación que le había quedado
Sus dos hijos estaban cursando carreras universitarias, así que estaba necesitada de cualquier aporte económico que pudiera encontrar, y así comenzó a trabajar con mi padre, empleo que conservó hasta el día que murió.
Una vez pasado el entierro, mis hermanos, al ser el único soltero y con más tiempo libre, me encargaron que arreglara los papeles del testamento y que viera la situación económica en la que se encontraba mi padre al morir.
Así, al revisar los extractos bancarios vimos que todos los finales de mes mi padre sacaba de un cajero 400 euros, no pudiendo ninguno de nosotros dar una explicación a tal comportamiento, ya que la mayoría de las compras que hacía las pagaba mediante tarjeta de crédito.
En vista de esto me dispuse a revisar los papeles de mi padre para ver a que dedicaba 400 euros al mes durante los diez últimos años, coincidiendo curiosamente con el tiempo que Laila llevaba trabajando con él, a pesar de que a ella le pagábamos mediante transferencia bancaria.
Así fue como encontré una serie de diarios y de grabaciones de video que me mostraron una faceta de mi padre que nunca me habría imaginado.
Extracto del diario de mi padre.
Lunes 03 de marzo de 2006
Mis hijos al fin se han salido con la suya.
Solo tengo 80 años y ya han contratado a una mujer para que me cuide.
Voy a ser la comidilla del barrio.
Apenas hace dos meses que mi mujer ha muerto y ya me han metido a otra mujer en mi casa.
Se llama Laila, es marroquí y roza los sesenta años de edad.
En su tiempo tuvo que ser muy guapa.
Está gorda, no obesa pero si gorda, mide 1,70 y tiene dos tetas enormes.
La verdad es que es muy amable….
Jueves 06 de marzo de 2006
Hoy ha habido una situación extraña.
Al salir de mi dormitorio y pasar por el cuarto de la plancha he visto a Laila mientras se cambiaba a través de la puerta entre abierta.
Se acababa de quitar el vestido.
Estaba en bragas.
Creo que mientras trabaja no usa sujetador.
Las tetas , morenas y con unos pezones enormes le llegan al ombligo.
Las bragas, grandes pero con encaje se le habían clavado en el culo y dejaban ver una de las nalgas.
Lo más curiosos es que al ponérselas bien y colocárselas se ha metido la mano en la entrepierna.
Por un momento pensaba que se iba a hacer una paja, ahí, con la mano metida en el coño.
Al final la ha sacado y la ha olido, con tranquilidad, profundamente.
Vaya situación.
La polla se me ha puesto como hacía mucho que no se me ponía.
Me he vuelto a mi cuarto y tras encerrarme me he desnudado por completo y tras escupirme un par de escupitajos en la polla me la he meneado.
Las tetas bamboleantes de Laila y esa imagen de ella oliendo sus manos húmedas del sudor y los fluidos de su coño han sido suficientes para que me corriese enseguida.
Me he mirado la mano llena de leche y me la he llevado a la boca.
Hummmm
Hacía tiempo que no saboreaba la leche de un macho, aunque fuera la mia.
Lunes 10 de marzo de 2006
Hoy me he levantado algo indispuesto, un poco mareado nada más, pero lo suficiente para que Laila se haya empeñado en bañarme.
Al principio me he negado, en parte por vergüenza, pero sobre todo porque sabía lo que iba a pasar.
Al final se ha empecinado de tal modo que no he podido negarme.
Una vez en el baño, me ha ayudado a desnudarme y me ha sentado en un taburete dentro de la bañera para que fuera más cómodo para ella el lavarme.
Como imaginaba, debajo de la bata no llevaba sujetador.
Al inclinarse para enjabonarme podía ver sus enormes tetas, húmedas por el sudor moverse libremente.
Está gorda, no es atractiva y huele a sudor, pero me excita tener tan cerca a una mujer después de tanto tiempo sin follar.
Tras enjabonarme el pecho y la espalda ha pasado a los pies.
Poco a poco ha ido subiendo hasta dejar para el final mi culo y mi rabo.
-Levántese Juan, tengo que limpiarle bien por detrás.
Obediente me he levantado.
A esas alturas mi polla había pasado del estado de flácida a morcillona.
Laila me masajeaba suavemente, sin guantes, lo cual era más excitante.
Al empezar a lavarme el culo me ha hecho que me incline un poco y me ha introducido las manos entre las nalgas.
-está un poco sucio.
¿No se lava después de ir al baño? Tiene los pelos llenos de caca
El comentario hizo que me sobresaltara.
Me gire repentinamente y casi le doy con la polla en la cara.
Ella me sujetó con una mano, mientras que con la otra me agarraba el miembro.
Una erección incipiente comenzó ante la mirada de Laila
-Parece que esta quiere guerra.
Empecé a balbucar escusas, pero el rabo ya estaba totalmente tieso.
-No se preocupe .
No es el primer viejo que lavo.
No es la primera polla que limpio, y no sería el primer abuelo que se corre en mi cara.
Aquello me dejó perplejo.
Ella me dio un par de meneos, me sacó el capullo y por fin comenzó a enjuagarme.
No pude evitar decirle:
-Si tardas un poco más igual yo hubiera sido uno de esos viejos que comentabas antes.
La muy cerda me miró a la cara, se escupió un gargajo en la mano y comenzó a meneármela otra vez.
Me senté en el taburete, en parte para poder tocarle las tetas.
Le pegué un tirón de la bata y le dejé una teta fuera.
Ella seguí masajeándome el miembro.
Yo solo podía gemir ¡puta!¡cerda!
Con la mano izquierda empezó a sobarme los huevos, despacio, sin prisa.
Yo estaba a cien.
Apoyé la espalda sobre la pared y me encorvé para que pudiera tocarme bien los huevos.
Ella aprovechó para pasar la mano por debajo y empezó a tocarme el culo, primero masajeandolo, y al final introduciendo la yema del dedo corazón.
Como tenía la mano sobre el taburete hice un poco de fuerza hacia abajo, ayudando a que me penetrara.
Estuve follandome con su dedo un par de minutos.
Cuando fui a correrme le agarré la mano y dirigí mi polla hacia su cara.
El primer chorro de leche se derramó sobre sus gafas.
Fue una corrida espesa, que se escurrió despacio hacia abajo, cayendo en sus labios.
Pasó la lengua y se limpió el labio.
Los últimos chorreones cayeron sobre su canalillo y sobre el enorme pezón de su pecho derecho.
Despacio, para no hacerme daño sacó el dedo de mi culo, y con el mismo se limpió la leche de sus gafas.
Me lo enseñó.
Tenía la uña llena de mierda y el dedo empapado en lefa.
-¿Vé cómo se tiene que limpiar mejor? , dijo
Y sin pensárselo me metió el dedo en la boca.
Yo lo chupé con ansia.
No era la primera vez que jugaba con mi mierda y no me daba asco alguno.
Metía y sacaba el dedo como si me estuviera follando la boca hasta que comprobó que estaba bien limpio.
Sin más se levantó, se colocó bien la bata y me ayudó a incorporarme, al tiempo que decía
-Siempre que empiezo a lavar viejos acabo meneándosela.
Creo que esto podría repetirse.
Salió por la puerta, dejándome a medio enjabonar y con el rabo goteando leche.
En cuarenta años de casado mi mujer no me la había meneado de ese modo ni una sola vez.
Así fue como descubrimos una faceta rara de la vida de un viejo de ochenta años.
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