EL VIEJO DE LAS MAQUINITAS
El dueño de las maquinitas, don José, era un viejo viudo, grande como de 60 años, de piel clara, canoso y malhumorado, siempre andaba desalineado, con la barba crecida. Vivía únicamente de lo que le dejaba ese pequeño negocio, estaba solo, los vecinos le decían el viejo de las maquinitas..
Cuando tenía apenas 8 años, allá por los años 90s, no había tanta inseguridad como ahora, los niños jugábamos en las calles, libres de peligros, era una vida muy feliz, eran raras las personas que tenían acceso a internet y los videojuegos eran muy populares. Los niños que teníamos menos dinero no podíamos tener una consola de videojuegos, para nosotros existían las maquinitas, que actualmente siguen existiendo en los centros comerciales.
Cerca de dónde yo vivía había un local pequeño en donde había maquinitas, era muy barato, por un peso podías pasar horas jugando, yo me la pasaba metido en ese lugar, lleno de niños que iban a divertirse, el gusto por las maquinitas se convirtió en una adicción, y no había un solo día en que no fuera y me obsesionara con terminar un juego. Mi mamá despreocupada de que algo me pudiera ocurrir, cuidaba a mis demás hermanos, yo siempre estaba en la calle.
Era un niño bonito, chaparrito, de melena castaña y piel clara, me encantaba andar en shorts, que muchas de la veces me quedaban muy cortos ya que mis padres no tenían dinero para irnos comprando ropa conforme crecíamos.
El dueño de las maquinitas, Don José, era un viejo viudo, grande como de 60 años, de piel clara, canoso y malhumorado, siempre andaba desalineado, con la barba crecida. Vivía únicamente de lo que le dejaba ese pequeño negocio, estaba solo, los vecinos le decían el viejo de las maquinitas.
En una ocasión llegué a jugar desde la tarde, le había hecho un mandado a una vecina y me había dado una buena propina que decidí gastarme en las maquinas. Pasé un par de horas ahí jugando y avanzando en el juego, se comenzó a hacer de noche, los niños que estaban comenzaron a irse, yo no quería irme, estaba apunto de terminar el juego, cuando el viejo me dijo:
D.J: Chamaco, ya es hora de cerrar, ya apaga tu maquina, ya mañana sigues
Yo: Espérese Don, ya casi acabo, ya voy a llegar al rescate
D.J: No que espérese, ya voy a cerrar
Yo: Ya voy no sea malo, ya casi acabo
D.J: Está bien, pero le voy a ir cerrando a la puerta en lo que terminas
Yo: Sí Don José, gracias
Don José me dejó terminar el juego y cuando por fin acabé y ya me iba a ir me detuvo diciéndome:
D.J: Oye Daniel, ¿te gusta mucho jugar maquinitas verdad?
Yo: Si me encanta, quisiera tener un videojuego en mi casa pero mis papás no tienen dinero
D.J: Si son muy caros, pero en las maquinitas te puedes divertir igual
Yo: Sí, pero a veces no tengo dinero y me quedo a la mitad de los juegos cuando se me termina
D.J: Si quieres yo te puedo dejar jugar gratis todos los días que vengas, nomas te tienes que portar bien conmigo y hacer lo que yo te pida
Yo: ¿Y me va a dejar jugar gratis todo lo que yo quiera?
D.J: Si claro, si tú haces lo que yo te diga yo ya no te cobro las maquinitas
Yo: ¿Y qué tengo que hacer?
Yo estaba emocionado, el pensar que podría jugar maquinitas gratis todos los días era un sueño hecho realidad que cualquier niño hubiera querido. Era tanta mi emoción que no dude en decirle que sí, aun sin saber que era lo que el viejo quería.
D.J: Bueno Daniel, si quieres que yo cumpla con lo que te prometí, tú tienes que ayudarme en algo, pero esto tiene que ser un secreto entre los dos, nadie puede saber esto, ni tus papas ni tus amigos, nadie
Yo: Si no se preocupe Don José, yo no le diré a nadie, ¿qué tengo que hacer?
D.J: Mira ven, acércate a mí
Me acerqué a él, que estaba sentado en una silla, de pronto, puso sus manos en mis piernas y las comenzó a subir casi hasta mis nalguitas, yo me quedé en silencio, no entendía por que estaba tan cariñoso, pero me dijo
D.J: Sabes Daniel, a mi me gusta mucho hacerle caricias a los niños bonitos como tú, me gusta acariciar sus piernas suavecitas y sus nalguitas, me gusta acariciar sus pancitas y sus pechos
Yo: ¿Por qué le gusta eso?
D.J: Por que se siente rico, ¿no sientes rico que te haga estas caricias?
Yo: Mmmmm, si, creo que sí, se siente bien
D.J: Bueno pues si tú me dejas acariciarte y no le dices a nadie, yo te dejo jugar siempre
Yo: Nada más eso
D.J: Sí nada más eso por ahora, después vamos a jugar a otra cosa
Al día siguiente llegue al local, no sabía si la propuesta seguía en pie, yo quería jugar y no traía mucho dinero, y estaba dispuesto a que el viejo me acariciara a cambio de juegos gratis, para mí no tenía nada de malo. Llegué y había un par de niños, el viejo me hizo la seña para que me acercara a él y me dijo en voz bajita:
D.J: Entonces que Daniel, ¿vas querer jugar gratis?
Yo: Sin Don José, si me deja sí
D.J: Claro que te dejo, nomás ya sabes lo que tienes que hacer
Yo: Sí, está bien
D.J: Ven conmigo, pásate acá
Abrió una cortina que separaba el local de su casa y me pidió que me pasara, la casa estaba oscura y olía raro, era una casa pequeña, no tenía sala, ya que la sala la había acondicionado para el local, siempre me había preguntado que había detrás de esa cortina y ahora lo estaba descubriendo, una pequeña cocina con trastes sucios y una cama destendida, al fondo un pequeño patio por donde no entraba casi nada de luz ya que estaba tapado con unas láminas.
Estando adentro comenzó a acariciarme, pasaba sus manos por mis piernas y luego suavemente las metía por debajo de mi short para acariciar mis nalgas, las subía y las metía entre mi playera tocando mi abdomen y mis pechos, los acariciaba suavemente. Me pidió que me pusiera de espaldas y me bajo el short y el calzón, dejando mis nalguitas pequeñas al descubierto, las acariciaba suavemente y pude sentir como acercó su cara para comenzarlas a chupar y a lamer, mientras con sus manos tocaba nuevamente mi abdomen y mis pechos. Sentí cómo su barba raspaba mis nalgas y su lengua caliente y húmeda se deslizaba entre ellas tocando mi hoyito, era una sensación extraña, pero me gustaba, la verdad se sentía rico, aunque no entendía por qué a él le gustaba hacer eso.
Después de eso me subió el calzón y me dio un puño de monedas, y me dijo que si quería más le pidiera. Qué fácil había sido, y ahora podía jugar hasta que me cansara, pasé horas hasta que me enfadé prometiendole ir al día siguiente.
Durante los días que siguieron, él continúo haciendo lo mismo, con algunas cosas nuevas, por ejemplo; me bajaba el short y después de acariciar y besar mis nalgas, me sentaba sobre él, sin quitarse la ropa y se movía, yo podía sentir como su verga se ponía dura, pero no entendía por qué, ni por qué le gustaba tanto hacer eso, realmente era muy ingenuo e inocente. Si alguien llegaba mientras hacíamos eso, él se paraba rápidamente y me pedía que me quedara ahí para salir a atender, y después yo salia disimuladamente, eran casi puros niños y adolescentes los que jugaban ahí, así que nadie se cuestionaba cuando me llegaban a ver salir de ahí.
En una ocasión, aun sin ser muy tarde, comenzó a correr a todos los niños diciéndoles que ya iba a cerrar, menos a mí, cerró las puertas y me pidió que pasáramos a su cuarto.
D.J: Mira Daniel, te has portado muy bien, pero sabes, ya me enfadé de lo mismo, ahora quiero que hagamos otras cosas, si quieres que te siga dejando jugar gratis vas a tener que hacer lo que te pida ahora
Yo: ¿Qué cosas don José?
Se comenzó a quitar el cinturón y a bajarse el cierre, después, se sacó la verga, ya la traía parada, no era muy grande ni gruesa, no tenia circuncisión, pero al estar parada su cabeza rosa se asomaba. Me sorprendió verle la gran cantidad de pelos canosos que tenía, yo abrí los ojos en sorpresa al verle la verga, aun sin entender por qué se la había sacado.
D.J: Si quieres que te siga dejando jugar gratis, vas a tener que darle unas chupaditas, así como si fuera una paleta
Yo: ¿Por qué quiere que haga eso Don José?
D.J: Porque se siente bien rico, ya cuando crezcas lo entenderás. ¿Entonces qué? ¿Quieres seguir jugando gratis? Ya sabes que hacer
Me puse de rodillas y tomé su verga caliente entre mis manos, abrí mi boca y lentamente fui acercándome, hasta que me la metí, y suavemente comencé a chupar, se sentía caliente y húmeda, a pesar de estar dura se sentía suave en la parte de la cabeza, sabía muy extraño, no me gustaba, pero lo tenía que hacer si quería seguir jugando, metía solo su cabeza en mi pequeña boca pero él insistía en que me la metiera más adentro, lo obedecía y trataba de tragarme su verga lo más que podía, me la sacó y me pidió que así me quedara, comenzó a jalársela y de pronto su leche espesa comenzó a caerme en la cara, solo cerré mis ojos, no sabia qué era.
Cuando terminó, un poco asustado le pregunté qué me había echado, y me dijo que era leche, que no pasaba nada, me dio una toalla para limpiarme y después me dijo que me fuera a mi casa, que regresara al día siguiente y me dejaría jugar todo lo que quisiera. Pero que recordara que a nadie le podía decir nada de eso.
Siguieron pasando los días y Don José seguía jugando conmigo, a veces se la chupaba y a veces solo me tocaba, una vez se vino en mi boca y me pidió que me tragara su leche, yo con asco obedecí, me pasé sus mecos espesos que al pasar por mi garganta sentí que vomitaba, pero obedecí. Todo seguía igual, hasta que un día, después de chupársela me pidió que me volteara y que le mostrara las nalgas, lo hice pensando que sería como siempre, que las tocaría y las chuparía, y así lo hizo pero después de que lamió mi culo un buen rato comenzó a pasar su dedo y de pronto lo detuvo en la entrada.
Sus dedos eran gruesos, comenzó a presionar, yo le pregunté qué hacia, él me dijo que me iba a meter poquito el dedo, que no apretara, y así fue como sentí que su dedo se iba deslizando hacia mi interior, no lo metió todo, sólo metió un poco, yo sentía su dedo en mi culito, estaba asustado, puso más saliva y su dedo resbaló mas fácil dentro de mi culo, lo hacia suave, sin lastimarme, su dedo entraba y salia de mi interior.
Ese fue nuestro siguiente juego, todos los días después de lamerme el culo y de yo chupársela, me metía su dedo, cada vez era más fácil para mí, cada vez mi culito se acostumbraba más a ser violado, me metía el dedo cada vez más profundo hasta que mi culo ya no puso resistencia, y su dedo entraba y salia con facilidad, no se que provocaba en mí que comencé a tener erecciones, siempre que hacia eso mi pene pequeño se ponía duro y la verdad es que sentía placer.
Un día, después de dejar mi culito dilatado con su dedo, se puso detrás de mí, comenzó a pasar su verga entre mis nalgas.
Yo: ¿Qué hace Don José?
D.J: Te voy a meter la verga Daniel, te va a gustar, vas a ver, es como si te metiera el dedo pero más rico, tú relájate
Confié en él, lo dejé, se puso detrás de mi con los pantalones hasta los tobillos y los calzones abajo, y yo con mi short y mis calzoncitos igual, me tomó de la cintura y se agachó un poco, para que su verga quedara a la altura de mi culito, y apuntó, presionó suavemente, lento. La humedad de mi culito y lo dilatado permitió que su verga se abriera paso, sentí como suavemente su verga se comenzó a resbalar hacia mi interior, a pesar de ser una sensación similar a cuando me metía el dedo, su verga era más gruesa y mi culito lo sintió, pero estaba dilatado así que su verga que no era muy larga se fue metiendo, resbalándose lentamente hasta el fondo, aun así sentí un ligero dolor que me hizo pujar, eso lo prendió y empujó lo que faltaba, dejándome su verga hasta adentro, dejando mi culito lleno. Podía sentir el calor de su carne en mi interior, llenándome cada rincón y los pelos de verga pegando en mis nalguitas
D.J: Ya te entró Daniel, ves, no pasa nada, la sientes, sientes mi verga en tu culito
Yo: Ahhhhhh, si Don José, si la siento
D.J: Te la voy a meter y a sacar, tú relájate, lo voy a hacer despacito
Y comenzó a meter y a sacar su verga caliente en mi interior, me estaba cogiendo, me estaba cogiendo un viejo que podía ser mi abuelo, yo le estaba entregando mi colita virgen, pero sentía placer, el viejo supo irme llevando poco a poco por los placeres del sexo, hasta que lo consiguió, ya me tenia como quería, ensartado, metiéndome su verga.
Yo podía sentir como su palo estimulaba las paredes de mi ano y mi verga se puso dura, me gustaba lo que hacía, lo hacía suave, lento, pero firme, hasta el fondo, me metía toda su verga de viejo en mi culito. Me la sacó y me pidió que me desnudara por completo, y yo lo hice, sin preguntarle nada, se desnudó él también, y pude ver su cuerpo, con arrugas y canas en su pecho, una panza grande y su verga mojada completamente erecta.
Me llevó a su cama y se subió sobre mi cuerpo, comenzó a chuparme los pezones, la verdad era delicioso todo eso, besó mi cuello y luego me besó en la boca, metía su lengua en mi interior, después levantó mis piernas y acomodando su verga en la entrada de mi culo, me la volvió a ensartar, sin ningún obstáculo se fue hasta el fondo, cada vez lo hacia más rápido, yo lo abrazaba y lo seguía besando, así estuvo un rato metiendo y sacando su verga, sus huevos llenos de leche rebotaban en mis nalgas, estaba completamente entregado al placer de sentir su piel, sus caricias, su lengua en mis pezones y sobre todo su trozo de carne taladrando mi interior, su verga se deslizaba suave entre mis nalgas, mi verguita pequeña estaba a punto de estallar, el metía y sacaba cada vez más profundo y rápido, hasta que de pronto sentí como su verga comenzó a palpitar, se detuvo dando una embestida fuerte y algo caliente salió de ella, supuse que eran sus mecos, pero esta vez los estaba echando dentro de mi culito, me estaba preñando. Soltó unos gemidos fuertes, mientras terminaba de vaciarse en mi interior.
D.J: Ahhhhhhh bebé que ricoooooooo ahhhhhhhhhh
Cuando terminó, me volvió a besar, los dos estábamos sudando, sus mecos espesos comenzaron a salirse de mi interior, escurriéndome entre las piernas, parecían litros, él los tomó con sus manos los llevo mi boca y después me besó. Se acostó y me acostó sobre su pecho. Después nos vestimos y él abrió el local nuevamente, jugué maquinitas un buen rato, durante muchos días.
Aproximadamente un año tuvimos relaciones, me ponía en diferentes posiciones y a veces lo hacía más fuerte, a veces por las prisas me ponía detrás de la cortina, me bajaba el short y me la metía de golpe, me daba dos o tres embestidas fuertes y profundas y luego se venía.
Un día cuando llegué el local, estaba cerrado, y a los días siguientes también, después me enteré que Don José había fallecido, le dio un infarto. Con el tiempo entendí todo lo que había pasado, Don José había abusado de mí, aunque yo nunca lo sentí así, él me llevó por los placeres de mi cuerpo, y yo lo extrañaba. Busqué a Don José en otros hombres, con amigos, y con otros señores, pero siempre lo recordé, no con rencor ni odio, al contrario, lo recordé con mucho cariño.
Excelente, relata con más viejos