En el desfile
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por mariacristina.
“Sólo quienes se atrevan a ir más lejos, sabrán hasta dónde pueden llegar.
”
(Con cariño, para Ailin)
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Ese año, por primera vez se realizó el desfile a temprana hora de la noche, porque creo que se inauguraba una nueva lumínica en la avenida principal por donde se realizaría la marcha.
Eran los años en que yo comenzaba a ir saliendo “del cascarón”, porque a esa edad eran contadas las oportunidades para que nos dejaran concurrir a algún evento.
Habrá sido como medio año antes, que me habían “conectado” con el mundo real… como se puede constatar en mi relato de El Circo.
Bueno, nos preparamos con todo y con la mayor de mis primas (Diana, entonces de 19 años) comenzamos a ponernos a tono del esperado acontecimiento preparándonos para ir juntas.
Ella me comentó que quería ponerse super bien porque en el desfile se encontraría con su pareja del momento, bastante mayor que ella, que no era muy bien visto en su familia, creo que por la diferencia de edad, pues él habrá tenido como treinta.
Ella trajo a nuestra casa su equipaje –vivía en otro barrio- y comenzamos a discutir opciones para lucir bien atractivas.
Finalmente, ella se puso una calza bien ajustada tipo ciclista, de bambula, algo de algodón o comenzaban los de licra, no me acuerdo bien.
pero recuerdo que era súper ceñida y de color blanco que le marcaba todo, como un guante.
Yo preferí una falda holgada de algodón con estampados de tonos grises (para elegir esa ropa recordaba a cada momento lo que me había sucedido en el circo… seguramente pensando en la multitud de gente, que ya presumía por haber ido a desfiles de años anteriores) y recuerdo que opté por una micro-bikini blanca, una minúscula tanguita que hacía poco había comprado con mis ahorros y que a nadie aún me atreví a mostrar.
Después del baño y mientras se maquillaba, Diana se me mostró bien de espaldas preguntándome -que tal? y cuando le miré le contesté con picardía: ¡Especta-cular.
! Mientras me ponía la falda ella me miraba de pies a cabeza y soltó un ¡guauuuu! que me erizó los pelitos (en ese tiempo, me moría al recibir cualquier cumplido y las miradas me ponían muy contenta, como que me ayudaban a sentirme diplomada “entre las grandes…”)
Los mayores nos acompañarían, quedamos así; pero como iban a llegar algo tarde por el horario de trabajo, finalmente nos avisaron que fuéramos nosotras solas, bien temprano para ubicarnos mejor y con Diana fuimos y volvimos solas.
Tampoco apareció mi hermano mayor -que al principio se anotó como cuidador de las nenas…- porque en ese tiempo andaba medio loco con una nueva amigovia y sin haberlo planificado así, fuimos solas y de a poco íbamos entrando en la marejada de gente que se agolpaba hacia las veredas.
A poco y como si estuviesen sincronizados, Diana se encontró con su novio y apenas éste llegó, le saltó al cuello y al rato ya lo tenía al hombre prendido detrás suyo, mientras íbamos avanzando entre el gentío.
Su saludo me impresionó y hasta hoy no lo olvido, pues aunque nos vimos un par de veces antes (dos veces en un cine y otra más en un pab) me dijo muy expresivamente: – buenas noches, señorita.
la más bonita entre las primas… y nos obsequió un par que tabletas de chocolate a cada una.
El desfile aún no comenzaba.
Por insistencia del primo ocasional, fuimos entrando hacia adelante y en algún momento mi prima –que iba delante de él- llegó hasta el frente, al costado de varios palcos oficiales que fueron montados para el desfile.
Tenía delante suyo como dos graderías de madera o tablones y podía ver cómodamente hacia la calle, por encima de las cabezas de los que estaban sentados en el tablón superior.
Como todos miraban ansiosos hacia el lugar de donde vendría la marcha, nadie se ocupaba de lo que pasaba atrás… y en ese momento fue cuando sentí un primer empujón de alguien que se vino a colocar detrás de mí, mientras la gente se seguía apiñando.
Pocos minutos antes me había parecido sentir algún leve roce en las nalgas pero no le di importancia porque pensaba que era por la aglomeración de la gente.
Pero este empujón suave al comienzo comenzó a ser más sostenido y luego ya con más fuerza.
volví levemente la cabeza hacia la derecha y.
¡sorpresa! Era el novio de mi prima que de a poco fue quedando detrás de mí.
y que ya estaba “súper armado”, según yo lo estaba sintiendo, bien apoyado en mis nalgas
–Perdona, prima.
es que la gente.
me dijo –Sí.
le contesté yo.
–No hay cuidado, no te preocupes.
y se lo dije con una suave sonrisa cómplice.
Entonces me tomó de la cintura con sus dos manos, se acercó aún más preguntándome por mi prima, aunque también él veía que ella estaba más adelante.
–Sí, allí está, todo bien.
le dije y él, que se iba agachando por encima de mi hombro como para mirarle mejor a ella, acomodó mejor entre mis nalgas el bulto que sentía oprimiéndome desde atrás, sin que me soltara de la cintura y de vez en vez, suave pero constante, me atraía hacia atrás al empujarme y una o dos veces, recuerdo que lo hizo con más violencia repitiéndome cada vez -Perdón, prima.
la gente.
Comencé a sentirme excitada.
sentía el pecho de él rozando mi espalda y sus manos sosteniéndome bien desde ambos costados y.
empecé a imaginar cosas.
Mi prima se volteó luego de un rato y le hizo una seña con la mano, llamándolo.
Él le preguntó si había lugar detrás de ella y le dijo que sí; entonces me apretó hacia él aún con más fuerza y me dijo: – Perdona, prima, tendré que pasar…” (pero el tono era como diciendo -Que pena.
otra vez será) y se movió hasta ubicarse detrás de ella y apenas llegó, me di cuenta que se colocó en la misma posición que estaba conmigo, apretándole bien desde atrás.
Me sentí como desilusionada, abandonada justo cuando comenzaba a humedecerme.
entonces un señor algo mayor (cuarenta y tantos) que estaba a mi derecha retrocedió un poco y con la mirada me indicó que podía yo pasar delante de él (luego más a la derecha estaban ya los palcos y pensé que era la oportunidad para mí.
) y me decidí enseguida, colocándome delante de él; me había percatado que finalizando los tablones allí, no tendría nadie adelante y a un costado ya estaban los palcos, casi igual de cómo fue en el Circo o aún mejor.
apenas me ubiqué, sentí que el dorso de una mano comenzó a restregarse contra mis nalgas, suavemente al principio.
Enseguida ayudé sacando un poquito las nalgas hacia atrás y para entonces, ya estaba decidida, esperando que se atreviera a algo más.
era algo corpulento y bastante más alto que yo; no volteé la cabeza pero recuerdo que comencé a abrir las piernas y coloqué mi mano derecha hacia delante mío, oculta por el bolso de tela que tenía colgado frente al vientre, haciéndome yo misma una suave caricia sobre mi falda sin que se pudiera ver.
sí, estaba ya excitada y lo único que quería era que no se suspendieran esas sensaciones que comenzaban a arder en mi cuerpo.
Esas sensaciones juveniles.
urgentes y osadas.
son tan ricas de recordar!
Al rato, sentí que el dorso de la mano fregaba más insistentemente y de cuando en cuando se ubicada en el centro mismo de mis nalgas.
Como yo ni me movía, ni me alejaba ni le miraba, creo que habrá pensado que ya tenía asegurada a su “presa” porque colocó la palma en una de las nalgas, suavemente al comienzo, pero comenzó a agarrarla después con más decisión.
era como que estaba calibrando mis glúteos, levantándolos desde abajo y dándome unos apretones no tan fuertes, como con temor de que me pudiera asustar de su agresividad.
Para entonces estaba ya más obscuro, la noche se iba cerrando y comenzaron a encenderse las luces.
donde estábamos seguía en mucha penumbra porque un farol de la calle a mi izquierda era tapado por un cartel o pasacalle de propaganda de algo.
Se acercaba una de las bandas del desfile militar y haciendo un movimiento circular, se ubicaron en línea a lo largo de la otra vereda, la que quedaba frente nuestro.
El estruendo de la banda y el ritmo de la marcha que estaban tocando me hizo mover un poco las nalgas al compás de la música.
y eso le animó a mi “guardaespaldas” (jaja.
nunca supe su nombre ¿que tal si le llamamos así?) quien se atrevió a agarrarme mejor tomándome bien de las nalgas, incluso parecía que metiendo algún dedo en el medio porque así lo sentía yo.
Me agaché un poquito más, disimulando como que buscaba con la mirada hacia a un extremo de la calle, como queriendo ver la primera formación del desfile que se iba acercando y allí sentí con mucha nitidez que ante esa inclinación mía hacia adelante, la mano oprimió con más fuerza, casi empujando entre mis nalgas, como queriendo meterse entre mis piernas, aún sobre la delgada tela de la falda.
Muy excitada ya en ese momento, recuerdo que abrí mejor las piernas y el hombre se habrá percatado porque se animó más y comencé a sentir que me levantaba suavemente la falda por detrás, iba rozando mis muslos hacia arriba y confirmé al sentir los dedos –me parecieron gordos y cálidos.
– que con la palma hacia arriba me estaba comenzando a masajear entre las nalgas, rozándome suavemente los dedos en la zona de atrás donde se unen con los muslos, como si estuviera rasgueando las cuerdas de una guitarra pero con la mano bien apoyada en mi carne.
“ufff… dije… si esto sigue así.
qué pasará?
Estaba calentándome pero también algo asustada, por si alguien pudiera percatarse o por si el hombre se propasara aún más de lo que ya se estaba atreviendo y… me sentía como expectante y comencé a ponerme indecisa.
Tal vez percatándose, comenzó a tener más suavidad, rozando apenas mi piel pero haciendo unos “circulitos” con los dedos y a pesar de mi confusión, esa forma de suave caricia logró ponerme más caliente aún de lo que ya estaba.
Acerqué más todavía mis deditos bajo el bolso, por delante, dándome cuenta que si esa excitación continuaba me sería fácil llegar a gozar.
a pesar de estar entre tanta gente, pero sin poder lograrlo, me sentía algo “cortada”, no tan osada como cuando estaba a solas.
Me alegré que el color de mi falda fuera medio beige, porque si hubiera sido más clara capaz que se pudiera notar mi creciente humedad.
Entonces me pasó algo increíble.
sentí que me apoyaban hacia un hombro como haciéndome inclinar más hacia adelante y entre el barullo que hacía la banda de música, me pareció escuchar hacia mi nuca como un susurro pero que no comprendía bien y llevé un poquito la cabeza hacia atrás y entonces escuché el susurro: “Abríte mejor… princesita.
abríte más.
estás divina.
” A pesar de que apenas escuchaba, pero me percaté de la entonación lasciva (como un excitado temblor en el tono de la voz) y me sobresalté pensando: “Qué atrevido.
no sólo me está amasijando en mi parte más íntima.
sino que también se atreve a decirme que me abra más.
”
Pero.
mujer al fin, al mismo tiempo sentí el poder de estar dominando al varón, en este caso que por su edad podría ser mi padre o alguno de mis tíos.
bueno, pensé, ese temblor excitado en la voz al susurrarme me hacía sentir poderosa.
una chiquilina como yo calentando morbosamente a un hombre ya maduro, mucho mayor que yo.
Ni recuerdo cómo fue el desfile.
apenas se me representan figuras borrosas que iban marcialmente pasando, con uniformes que iban variando y nada más, de tan concentrada que estaba en lo que estaba pasando entre el macho de atrás y la jovencita que se “acomodaba” delante de él, sacando cada vez más las nalguitas y moviéndose rítmicamente con la música de la banda militar.
Si alguna duda todavía tenía, toda la inseguridad se fue diluyendo.
Hice lo que me había ordenado y comencé a abrir más los pies para que mis muslos quedaran bien abiertos y levanté las nalgas como invitándole a continuar hasta donde quisiera.
El macho pareció olfatear a esa víctima que en ese momento ya no se defendía ni se esquivaba, como una silenciosa aceptación.
hacia lo que él podía hacer sentir a esa tierna adolescente que comenzaba recién a salir del cascarón.
(Continuará
Cada vez había más gente alrededor, comprimiéndose en torno nuestro como si todos quisieran llegar adelante a ver mejor el desfile.
Al comprobar mi actitud y que yo estaba como resignada.
o que ya estaba aceptando silenciosa y pasivamente su incansable manoseo, el señor se puso como más agresivo; me oprimía la espalda con el pecho como obligándome a inclinar el torso bien hacia adelante y la otra mano me la colocó en la cintura, estirándome y haciéndome bambolear un poco hacia atrás, hacia esa mano firme y ancha de él que ya estaba bajo mi ropa sobando descaradamente mi cuerpito indefenso.
Cuando me susurró “Abríte más.
” casi me sentí indignada y como toda jovencita.
“rebelde” al fin, (acostumbrada ya entonces a hacer “lo contrario” de lo que querían ordenarme.
jaja) apreté instintivamente las nalgas, como cerrándome.
recuerdo que la mano de él –que estaba algo abierta entre mis piernas- la colocó medio de costado, bien apretada entre mis glúteos, pero siempre apoyada con firmeza hacia arriba, en la rayita del bikini, donde iba y venía sin pausas, excitándome cada vez más.
Sorpresivamente, sacó la mano de entre mis nalgas y me percaté que hacía algún movimiento detrás mío y al instante, otra vez sentí que se me iba subiendo la falda por atrás, como si se deslizara suavemente rozando mis cuartos hacia arriba.
y algo duro y de bastante grosor comenzaba a querer entrar entre mis glúteos.
no sabía cómo, parecía que iba llegándome hacia adelante, casi hasta el clítoris.
me asusté de nuevo, creo que empecé a jadear por la excitación y me imagino que ruborizándome a cada momento por la emoción y las sensaciones que sin descanso estaba sintiendo desde que me ubiqué en ese lugar.
Sí, parecía que la tenía bien grande y se iba deslizando como bien lubricado, entrando y saliendo como seis o siete veces… luego la dejó quieta, como para que yo pudiera sentir el grosor y las palpitaciones; entonces junté mis pies y apreté los muslos para sentir mejor “eso” que hasta entonces apenas lo veía en fotos y algunos fragmentos de videos que mis “compas” del cole, atrevidamente, nos mostraban “de paso” en algún recreo provocando los grititos y las presurosas huídas con mis pudorosas e ingenuas compañeritas.
“eso” que ya había sentido y tocado aquella vez de mi experiencia inicial en el Circo.
ahora lo tenía entre mis muslos adolescentes, bien encajado desde atrás hasta adelante.
pero éste parecía más grande, porque lo sentía a todo lo largo de mi rajita, desde las nalgas hasta casi el pubis.
En cada empujón, tenía que sostenerme porque un par de veces, como soy livianita, trastrabillé hacia adelante casi cayéndome y creo se dio cuenta, porque con más gentileza me tomó de la cintura (primero una mano, probando… después también con la otra) y me sostenía a la fuerza cuando iba a empujar.
(No les conté que soy bastante menuda –apenas un metro con sesenta y algo, ni eso- y que los varones siempre me miran y me dicen cosas por mis nalgas, que aunque algo delgada, las tengo bastante salientes o “con forma de pera” como me suelen decir.
más, cuando uso calzas ajustadas o polleras algo sueltas, que al caminar como que dibujan o resaltan aún más los glúteos y por eso me dicen.
cada guasada, o me miran con mucha lascivia, siempre fue así, desde muy jovencita.
)
Y no esperaba lo que ahora me iba a suceder: el señor empujó unas cuantas veces, con la pija bien metida entre mis muslos (cuando los apreté ya no los abrí tanto, los dejé ahí, medio juntos, como para “acolchar” “eso” que él estaba haciendo entrar y salir) y al momento sentí que algo me escurría por los muslos.
ahora se que se llama “precum”, ahí se tensó y me oprimió con más fuerza aún, como levantándome; cuando lo recuerdo, pienso que habrá entrado como la mitad o más.
me sentí como una muñequita a la que le estaban oscilando hacia atrás y a los costados.
me zarandeó tembloroso, como si fuera algo de su propiedad y sentí nuevamente que me seguía escurriendo algo por los muslos.
entonces instintivamente intenté bajar la pollera hacia atrás, llevé la mano como ya sabía (porque lo hice antes en el Circo), con la palma hacia afuera y al instante él sacó rápido lo que estaba entre mis piernas, y me lo puso completa en la manito.
y volvió a susurrar, exitado, como si estuviera sofocado, algo como “agarrála bien, preciosa.
agarrá” y yo la tenía a lo largo de la palma de mi mano derecha.
mm… (sí, necesitaría las dos manos para poder agarrarla como me decía.
) pero cerré un poco los dedos en torno a ese pene rígido, grueso.
y me percaté que no alcanzaba a cerrar los dedos.
me causó algo de temor, por el tamaño; era más de lo que yo había visto o tocado antes.
me la deslizó dos o tres veces por la palma, en la parte del cabezón noté que estaba más lubricado, y me pareció escuchar algún otro susurro entre las marchas militares que seguían sonando, algo así como “Te gustaría tenerlo completo, preciosa, sí? Te gustaría toda adentro en ese divino culito…”
Bueno, eso como me sobresaltó nuevamente, o creo que pasó un poco la raya para mí, aún inexperta y “modosita” en ese tiempo.
Me ponía tímida que se hubiera percatado de mi excitación, que me dijera cosas groseras al oído, pero que también me eran excitantes.
una mezcla de sensaciones y algo confundida aún, llevé la mano de nuevo hacia adelante, limpiándola disimuladamente por la falda (pero la ubiqué como anteriormente entre el bolso y mi pubis, porque todo ese tiempo había estado jugando con mis deditos al compás de la marcha militar) y también al ritmo de los empujones que durante unos 25 minutos me estaba sacudiendo ese hombre desconocido cuyo tamaño al sentirlo, en vez de excitarme más, a esa edad me asustó un poco.
Tantas emociones juntas no sólo me calentaban, también me dejaban algo confusa o temerosa, por eso no llegaba a gozar, aunque seguía rozándome con mis propios deditos ocultos por el bolso.
Me di cuenta que el hombre detrás de mí sacaba un pañuelo y se lo colocaba en torno a la enorme pija que un rato antes yo la tenía entre mis muslos; y respiraba jadeando, como exhausto y lo confirmé mirando de reojo hacia atrás.
Los chorritos que me habían escurrido por el muslo comenzaban a secarse, dándome una sensación como que me estiraban la piel al endurecerse.
Me sentí algo enojada conmigo misma, por mi juvenil “debilidad” en haber permitido todo eso.
Comencé a mirar alrededor, por si alguien se hubiera percatado de algo pero nada, todo normal, la gente seguía mirando el desfile, que iba seguramente recién por la mitad.
Mientras, el novio treintón de mi prima hacía lo mismo detrás de ella, pegado a sus glúteos como una estampilla delante de mí y yo les estuve mirando todo ese tiempo, observando los movimientos de él e imaginando lo que estaría sintiendo ella; y pensando con picardía: “Diana estará arrepentida de haber venido en pantalón.
jaja.
” Aunque la calza blanca que ella vestía le calzaba como un guante.
tiene las nalgas carnosas, bien salientes y se le mueven como gelatina hacia arriba y abajo cuando camina, como pasa también con las mías.
Y en otro relato les contaré lo que pasó luego.
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