En el desfile (cont.)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por mariacristina.
En el desfile (Cont.
)
(Para sexigaleno, quien me anima a continuar con mis relatos.
)
Aún algo agitada, yo seguía caliente.
le contesté que no, puse como pretexto que no quería estar moviéndome entre tanta gente y entonces su novio le dijo que mejor fuera ella sola nomás –Así me quedo a cuidar de tu prima hasta que regreses.
Pero mi prima Diana nos explicó que luego, debía acompañar a ese tío hasta su casa, donde su familia lo estaba esperando y que entonces mejor que ella ya no regresara al desfile.
Se apartaron un poco de mí y siguieron hablando entre ellos –creo que coordinaron para encontrarse más tarde en otro lugar- y la prima se despidió de mí, preguntándome si no tenía inconveniente en regresar yo sola a la casa, le contesté que no.
sintiendo una cálida oleada de anticipadas sensaciones, ante la oportunidad que se presentaba de quedar solita en medio de todo ese inmenso gentío.
Se despidieron, pude ver que el novio le dio un último apretón de nalgas y se volvió luego hacia donde yo estaba.
De reojo –como miramos las mujeres, con todo disimulo- me percaté que traía el bulto bien saliente hacia adelante, sin dudas con una firme erección luego de media hora o más de haberle “trabajado” bien sus ricas nalgas a Diana.
Me dijo si podíamos pasar más para delante, hacia donde estuvieron ellos y yo le dije que prefería quedarme allí nomás, porque me sofocaba cuando me apretaba la gente.
El señor que estaba detrás de mí ahora estaba a mi costado derecho y gentilmente se corrió un poco dándome un espacio a su lado y el novio de Diana, Juan Darío (no quería decir su nombre, pero a Uds.
ya les estoy contando todos mis secretos.
jaja!) se colocó bien detrás de mí, como antes de comenzar el desfile, tomándome de la cintura con ambas manos como entonces y haciéndome nuevamente, ya con más confianza y familiaridad, una rápida presentación con su “duro” paquete entre mis nalgas.
Hablándome al oído entre la marcha marcial que se seguía escuchando me dijo claramente y con firmeza: “-Atajáte bien del tablón de adelante, prima.
porque también me empujan de hacia atrás y yo te sostendré bien aquí.
así! ” y al decirme eso, me oprimió la cintura empujándome hacia él como hacía pocos minutos lo había hecho el otro hombre.
El nuevo apretón de ese paquete del “primo” empujándome nuevamente desde atrás hizo que me sintiera como nunca.
coqueta, vanidosa, orgullosa de despertar a mi corta edad taaanta atracción física en ambos varones.
Estaba como embriagada, aún excitada, me rodeó toda esa voluptuosidad y sensualidad que puede saborear una incipiente y casi inocente chica para quien, hasta ese momento, el instinto sexual era algo aún indefinido (con sensaciones de gozo y de temor al mismo tiempo) que las iba explorando confusamente, una detrás de otra como en ese momento.
El señor maduro a mi derecha, lentamente se adelantó un poquito, yo estaba pegadita a él y al momento… ¡otra sorpresa!: tenía el brazo izquierdo colgado a mi lado y había avanzado un poco hacia adelante, para ubicar mejor hacia mi parte delantera y sobre mis muslos, esa mano que me había parecido enorme, con los grandes dedos agarrotados hacia arriba y colocándola justo, justo bajo mi pelvis.
“Ohh… que cosa.
–pensé- esto aún no termina.
” y como ya estaba bien húmeda y súper caliente (por culpa de todo lo que me estuvieron haciendo desde que empezó el desfile) simplemente adelanté la pelvis un poco hacia adelante, como haciéndole notar al señor que no me incomodaba el contacto, al contrario.
mmm.
Y que locura, yo animándome a contar todo esto y a compartir con Uds.
esas primeras experiencias inocentes.
(pero todo queda como un secreto entre ustedes y yo, sí?).
Al sentir que la chiquilina se oprimía contra esa mano , casi refregándose, él se percató que no había rechazo porque al momento abrió un poco los dedos, comenzando a rasguearme y a rascarme suavemente con los dedos, incluso con la uña me parecía también, “justo ahí” donde nos gusta a las chicas malas.
mmm (“las chicas buenas van al cielo.
las demás vamos a todas partes.
jaja.
”) Mientras, el “primo” no desaprovechaba un minuto y como si fuera costumbre entre nosotros, atrevidamente comenzó a sobarme enterita, completa, de hacia atrás ¡pero ya bajo la falda! Por si me faltaba algo, se acercó a mi oído diciéndome cosas obscenas como “-Primita.
disculpá, porfa.
es que tenés un culito precioso, con estas nalgas duritas y sabrosísimas.
” mientras me apretaba las nalgas, Juan Darío comenzó a querer meter un dedo hacia arriba, ladeando la finísima tanguita y me dí cuenta que sus dedos y manos estaban deslizándose como lubricadas, creo que por los chorritos que me dejó el anterior.
El señor a mi lado seguía bien apoyado hacia mí, como para tapar cualquier mirada y sin dudar, como diciendo “-Estos pelitos inicipientes también son míos.
” comenzó a hurgar bajo la falda hasta agarrarme la pelvis apretando mis vellitos (que recién comenzaban a desarrollarse) entre sus manos y alargando dos dedos en curva, empezó a masajearme directamente mis labios y el clítoris que para ese momento ya los tenía ultra-súper-hiper sensibles.
“-Me está devolviendo la gentileza –pensé- y como le hice gozar bien bien, ahora quiere que yo pueda sentir también algo más.
”
Para ese momento mi cabeza era un torbellino confuso.
mi cuerpo también.
Comencé a moverme con la cadencia de las últimas marchas del desfile, hacia atrás y hacia adelante.
me oprimía la mano del señor, no me dejaba avanzar hacia adelante, me iba empujando cada tanto hacia atrás… y entonces mi primo no me permitía tampoco retroceder mucho, me seguía presionando desde atrás.
pero ya no era la mano bajo la falda, me estaba introduciendo otra cosa y otra vez tenía yo “eso” bien metido entre mis inexpertos muslos; comenzó a taladrarme constante y rítmicamente, entrando y saliendo y más con cada movimiento mío en un vaivén más descarado.
A veces parecía que empujaba “eso” que ya estaba bajo la falda, con su mano y “hacia arriba”, porque yo sentía que el roce era más directo y entonces me paraba en puntas de pié, subiendo y bajando a su mismo ritmo, incluso sacando la colita hacia atrás como sentada en una “sillita”
y con el temor de que “eso” pudiera alcanzar y deslizarse más hacia adelante, hasta encontrarse con la mano del señor que seguía agarrándome bien bajo la pelvis, incluso amagando introducir algunos dedos en el húmedo huequito virgen.
Es que sin dudas se daba cuenta que yo estaba para entonces bien mojadita y ya totalmente entregada a esos juguetones y gruesos dedos.
Mi primo dándose cuenta de todo esto se agachó un poco sobre mi espalda diciéndome con osadía y voz entrecortada: “primita.
aprovechá, aprovechá que ahora te quedaste solita y nadie te está viendo.
acercáte bien, colocáte bien con este divino culito” (de nuevo me decían al oído esas palabras groseras que me incomodaban pero a la vez me gustaba escucharlas); mientras, seguía introduciendo vigorosamente, todo lo que podía, “eso” que me empujaba en la misma rayita.
Aguanté apenas unos pocos minutos, lo confieso: me puse otra vez de puntitas de pié.
subía y bajaba, como una poseída; me hamacaba a los costados de la cintura para abajo.
me oprimía hacia adelante contra esa gentil mano ya toda mojada que, sin lastimarme, me oprimía vigorosamente y seguía jugando conmigo sin parar, como deleitándose con mi tremenda excitación y como si le sintiera a mi cuerpo vibrar cada vez más caliente.
Los dedos gruesos seguían entrando bien cada tanto, creo que se encontraban con “eso” que iba entrando desde atrás.
Comenzó a temblarme las rodillas.
mi cuerpo ingenuo comenzó a sentir como escalofríos que iban y venían, no sabía en ese momento qué elegir: apoyarme más hacia atrás, donde el novio de mi prima me oprimía agarrándome ya con violencia de la cintura y moviéndome a su ritmo o bien hacia adelante, donde los dedos juguetones seguían.
así estuve varios minutos, indefensa entre dos fuegos que sentía como que me quemaban uno más que otro.
sofocada y procurando que no se perciba mucho mis jadeos.
Para ese momento, ya ni miraba alrededor por si alguien “me estuviera viendo”.
Sólo apretaba y abría los muslos y el señor se dió cuenta, cuando los abría metía hacia arriba buscando el huequito con dos o tres dedos, pero sin introducirlos de golpe o muy profundamente, los agitaba arriba y abajo como si su mano tuviera algún resorte y ahí ya no pude aguantar.
tuve que susurrarle al señor (ahora, yo) suavemente: “Porfa.
ya no puedo más.
¡no aguanto más!” pero él seguía, seguía.
como diciéndome “Aún falta más.
aprenderás a gozar bien bien, y cuando crezcas serás una verdadera hembra en celo.
”
Mis muslos recibieron los chorros de mi primo –algo que ya estaba esperando- por segunda vez en ese inolvidable desfile.
Delicadamente, el señor desconocido me oprimió adelante -con toda la mano y todos sus dedos bien abiertos- por última vez y luego estiro un poquito mi ajetreada tanguita, como acomodándola como estaba antes, para luego sacar la mano (y el brazo, creo) de bajo mi falda.
Y como todo un caballero, siguió mirando distraídamente el desfile, sin mirarme ni de reojo, cosa que agradecí porque me imaginaba estar toda sonrojada, sintiéndome totalmente húmeda entre mis piernas y pensando que ya no podría aguantar ninguna caricia más.
Mucho después, cuando ya no era novio de mi prima Diana, Juan Darío me conto que en ese desfile, desde el primer momento, se percató con claridad todo lo que me estaba haciendo ese señor grandote con sus dedos, por delante, mientras él me “hacía el amor” con ropa y todo desde atrás.
y que más de una vez encontró la mano y los dedos del señor hurgándome mientras él empujaba lo suyo entre mis piernas.
Yo lo negaba todo, diciéndole “que no me di cuenta de nada”
Y riéndose me respondía: “Si me seguís mintiendo, no te llevaré conmigo al próximo desfile militar”…
Y no lo hizo.
Esa vez me animé a irme “yo solita”.
Pero esa es otra historia.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!