ESPECIAL NAVIDEÑO 2017: CAPITULO I El deseo de Marijo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rxxa4.
Era un 24 de diciembre, la fiesta de navidad estaba divertidísima con música en vivo muy candente, bebidas alcohólicas al por mayor, platillos de sobra y muy deliciosos, cocinados por el mejor chef de la región.
Todos se encontraban muy felices, bailando, riendo y platicando, todos excepto la pequeña Marijo.
Hacía pocas horas, María José, una niña de once años de edad, se había enterado de una verdad terrible, algo que hacía que su mundo estuviera al borde del colapso: sus papás querían divorciarse.
Ella los había escuchado discutir muy fuerte la mañana de ese día, cuando se dirigía hacia la recamara de ellos, y cuando estuvo en la puerta de esta, fue cuando se enteró de todo.
Al parecer su papá tenía una amante, y su mamá había descubierto semejante traición.
La niña había estado en la fiesta un rato, escuchando la plática de todos los que se encontraban en el lounge de la lujosa residencia de sus padres, y también había convivido un rato con los niños que habían asistido a la fiesta, pero se encontraba muy aturdida por lo de la mañana, retirándose así hacia su habitación.
Se encontraba llorando acurrucada en una esquina de su habitación con la luz apagada, queriendo estar sola debido al dolor que le causaba saber que su familia estaba destruida, a la vez que lloraba de rabia porque sus tres hermanitas pequeñas jugaban y gritaban con los demás niños en la parte de abajo, pues no estaban enteradas de la situación, además de que no comprenderían muy bien lo grave que esta pudiera ser.
– Mi vida esta arruinada.
– decía sollozando.
En esa misma posición lloró hasta que se quedó profundamente dormida, mientras la fiesta continuaba.
Más tarde, despertó debido a la incomodidad que sentía, por lo que decidió levantarse y cambiarse para continuar durmiendo.
Viendo que el reloj marcaba las 2 am, se quitó su bonito vestido y así como se encontraba, semidesnuda usando solo unas braguitas blancas, buscó su pijama favorito, un conjunto rosa con corazoncitos.
Cuando ya se lo había colocado y a punto de acostarse en su cama, decidió ir a la cocina a beber un poco de agua, pues sentía su boquita muy seca.
Al salir de su recamara pasó por la habitación de sus hermanitas las trillizas y se cercioró que estuvieran allí, abriendo la puerta y entrando un poco en la recamara.
Las miró unos segundos y derramó lagrimas al pensar que lo más probable es que serían separadas, y nada volvería a ser como siempre lo había sido hasta el momento.
Salió de la recamara y continuó su camino, bajó las escaleras y al estar frente al lounge se percató que las luces de fiesta seguían encendidas, pero en una misma tonalidad y además no se escuchaba pieza musical alguna.
Con gran curiosidad, abrió la puerta y echó un vistazo, quedando confundida por lo que veía: todos encontraban paralizados.
¿Qué significaba eso? ¿Por qué nadie se movía? Se encontraban en distintas posiciones, unos bailando, otros platicando y otros comiendo, pero sin hacer un solo movimiento; pero lo que más la confundió es el ver que un señor estaba sirviéndose un poco de ponche y el líquido estaba paralizado en el aire cayendo hacia el vaso de cristal que el sujeto sostenía.
No podía creer lo que sus ojitos veían, quizá se tratase de un sueño y nada más.
Cerró la puerta y recorrió el mismo camino, pero se detuvo al escuchar un ruido proveniente de la sala, donde se encontraba el gran árbol de navidad.
Cuando se aproximó al lugar pudo divisar algo sumamente extraordinario, no podía creer lo que veía: un hombre alto, gordito, de piel blanca, con barba larga y blanca, traje rojo con blanco, botas negras y gorro rojo con blanco.
– ¿Santa Claus? – dijo entrando en la sala.
El viejo volteó a ver quien al individuo que pronunció su nombre, y al ver que se trataba de una niña le sonrió.
– ¿Qué haces levantada a esta hora Marijo? – Preguntó el viejo.
– ¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó extrañada la pequeña.
– Yo observo a todos los niños y niñas como tú durante todo el año, para ver si se portaron bien o mal y así dejarles o no regalo alguno.
– le respondió.
– Aaaa… ¿Y cómo me he portado este año? – siguió interrogando al gordo.
– Pues en general te has portado muy bien pequeña, pero a veces has sido grosera con tu mami, lo que te restó uno que otro punto, aunque no afectó mucho que digamos.
– contestó entrando un poco en detalles.
– Si, lo sé.
– dijo la niña con la mirada triste y mirando hacia el suelo.
Papa Noel se percató del gesto de la pequeña, así que quiso indagar un poco en la vida de ella y se atrevió a preguntar.
– ¿Qué pasa Marijo? ¿Por qué tienes esa cara?
La niña entonces dejo caer una lágrima y se soltó a llorar muy fuerte.
Santa Claus se arrodillo y extendió sus brazos, a lo que la niña correspondió lanzándose hacia él.
Santa abrazó tiernamente a la pequeña, tratando de transmitirle cariño y mucho amor.
Marijo lloraba y lloraba, mientras el viejo la abrazaba mientras acariciaba su espalda.
Después de un rato dejó de llorar y ambos se sentaron en uno de los sofás para platicar un poco.
– Marijo cuéntame lo que te pasa, veré si puedo ayudarte.
– dijo Santa.
– Mis papás se van a divorciar Santa.
Y quisiera poder evitarlo.
– decía sollozando.
Santa se quedó en silencio por unos segundos, para después darle noticias muy buenas y así hacerla sentir mejor.
– Te tengo excelentes noticias pequeña.
– dijo el viejo.
– ¿De verdad Santa? ¿Cuáles? – dijo la niña sollozando
– Hay una forma de hacer que tus papis no se separen.
– dijo el viejo dándole animo a la chica.
– ¿En serio? ¿No me mientes? – cuestionó la niña.
– No mi niña, no miento.
– le aseguró el viejo.
– ¿Y qué tengo que hacer? – impaciente la niña quería saber qué hacer para evitar la separación de sus padres.
– Mira debemos llevar a cabo un ritual navideño muy antiguo y sagrado que consta de tres partes.
– decía el viejo.
La niña tenía centrada toda su atención en el viejo, mientras este continuaba con su explicación.
– La primera parte es beber mi néctar mágico.
– dijo el viejo al mismo tiempo que le mostró su gran y venosa verga a la niña.
Marijo se sorprendió del tamaño de semejante animal, porque aunque ya había visto el de uno de sus tío mientras orinaba, y el de su chofer mientras se masturbaba en su rato libre, ninguno de los dos lo tenía tan grande como Santa, a quien le medía 20 centímetros, mientras que a los otros dos 15 y 14 centímetros.
– Tienes tu cosa bien grande Santa al igual que tus bolas.
– dijo la niña con sorpresa.
– Es porque tengo mucho néctar para darle a los niños y niñas que lo necesiten, como tú en este momento.
– dijo el viejo con una sonrisa perversa.
– Pero deberás hacer que mi miembro lo rocíe.
– ¿Y qué tengo que hacer para que salga tu néctar mágico Santa? – pregunto curiosa Marijo.
-Debes meterlo en tu boquita y chuparlo como si fuera un dulce.
– comentó el señor Claus.
Santa Claus tomó la manita de la niña y la dirigió hacia su daga, la cual esperaba impaciente sentir la hermosa y suave piel morena clara de la niña.
Al hacer contacto con el animal del viejo, Marijo pudo sentir lo duro y caliente que estaba, mientras que Santa disfrutaba el sentir la manita de la infante.
– Bien mi niña, ahora quiero que subas y bajes la piel de mi duro amiguito.
– el viejo le daba instrucciones.
– ¿Así Santa? – preguntó Marijo.
– Ooooh, sí mi niña, así.
– gemía quedamente el viejo barrigón.
La pequeña nunca había tenido un experiencia así, aunque si sabía que hombres y mujeres adultos tienen relaciones sexuales y así tener hijos.
La masturbación que le daba la niña era totalmente placentera, haciendo que el viejo se sintiera en las nubes
– Oooh… Ahora mi niña, quiero que la metas a tu boquita y lo empieces a chupar.
– dijo el viejo saliendo un momento de su trance.
Marijo obedeció la orden de Papá Noel, metiendo la gran verga del anciano en su boquita.
Una vez que la tenía en su boca, la nena comenzó a lamerla, sintiendo su sabor salado pero no malo.
– ¡Uuffff, así Marijo! – bufaba el hombre.
De pronto el hombre tomó a la niña por la cabeza e hizo que esta se metiera una buena parte de la erecta daga, y la instruyó para que la mamada fuera buena, marcando un ritmo suave al principio, para después ir aumentándolo gradualmente.
– ¡Aaaah! ¡Si, si, si! – gemía con intensidad el hombre.
La niña estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que sus padres no se separaran, y había creído ciegamente en las palabras del anciano Claus, quien saciaba sus deseos carnales con la niña.
– ¡Maaaariiijooo! ¡Ya viene! ¡Bebe toda esta ración de mi nectaaaar! ¡Gaaaah! – Gritó el viejo mientras tenía un gran orgasmo, disparando grandes chorros dentro de la garganta de la infante.
La niña hizo un gran esfuerzo para beber toda la leche del gordito de rojo, consiguiendo tragarse toda.
– Uuffff… Eres una niña buena Marijo, has logrado concluir la primera parte del ritual.
– el viejo Claus decía mientras tomaba un respiro.
La niña se limpio la boca y le dijo.
– Sabe algo salado tu néctar, pero no sabe mal.
¿Ahora que tengo que hacer?
– La segunda parte es que te introduzca mi daga en tu colita y recibas mi néctar en lo profundo de ella.
– Papa Noel seguía explicando el ritual.
– ¿En mi cola dices? – preguntó la niña sorprendida.
– Así es mi niña, en tu colita.
– reafirmo el hombre.
– ¿Pero no crees que es muy grande? No creo que quepa en mi colita.
– argumentó la niña, denotando un poco de temor en sus palabras.
– No te preocupes preciosa, prepararé a tu colita para que pueda recibir sin problemas a mi amiguito y así llenarla de sagrado néctar.
– dijo el viejo tratando de darle animo y que confiara en él.
– Bueno Santa, confío mucho en ti.
– dijo la niña.
– Agradezco que deposites tu confianza en mi pequeña.
– dijo el hombre.
– Ahora, para que mis huevos se llenen de néctar mágico, debe ser motivado.
– ¿Motivado? – preguntó la niña.
– Sí, mira mejor te lo explico con acciones.
Rápidamente, Santa Claus tomó a la niña y comenzó a desvestirla, encontrando nula resistencia por parte de la pequeña.
Primero quitó la parte superior del pijama de Marijo, dejando al descubierto unas pequeñas protuberancias, que semejaban a pequeñas nueces.
– Que hermoso cuerpo tienes Marijo.
– dijo Santa Claus alagando a la chica.
– Gracias Santa.
– contestó la niña sonrojándose.
Ni tardo ni perezoso, Santa Claus tomó a la niña y la beso tiernamente, haciendo que ella experimentara una nueva sensación de confianza por aquel viejo.
El anciano continuó besando a la nena, siendo correspondido por ella.
De pronto, Papá Noel comenzó a besar el cuello de la pequeña, quien lo abrazaba con fervor, queriendo sentir más.
Pronto descubrió que el viejo le haría sentir sensaciones nuevas, dejándose hacer lo que Claus quisiera.
El viejo se encontraba ahora, mordiendo, chupando y succionando las tiernas tetitas de la pequeña.
– ¡Oooh! ¡Sí! ¡Saaaantaaaa! – gemía fuertemente la pequeña al sentir la boca del viejo mordiendo sus tiernos pezones.
– Mmm… tus tetitas son deliciosas mi niña.
– decía el viejo barrigón.
El barbón continuó con su labor en los pezones de la niña, y entonces sus caricias comenzaron a recorrer el estomago de la pequeña, hasta llegar a la parte baja del pijama, el cual quitó lentamente, jalándola hacia abajo con los dientes, dejando a la niña solo con sus braguitas blancas la cual solo tardó un par de minutos más antes de ser retirada del cuerpo de la pequeña.
Santa Claus hizo que Marijo se volteara y comenzó a besar la colita redondita y firme de la nena, con mucho cariño, mientras se aproximaba a su objetivo: el anito de la niña.
– Que culo tan precioso y bien formado Marijo, tan suave pero firme, y uuuyyy, que anito tan bonito.
– dijo para después besarlo.
– ¡Oooh! ¡Santaaa! – gritaba la niña mientras su anito era mamado por el señor Claus.
Santa Claus mamaba con maestría el ano de la pequeña, dejando gran cantidad de saliva para así comenzar a introducir uno de sus dedos.
– Ay, ay, ay! Duele un poco.
– dijo Marijo al sentir que un dedo comenzaba a entrar en su colita.
– Relájate mi vida, estoy preparando tu culito para que mi verga pueda entrar.
– dijo Santa lleno de lujuria.
– Ve… ¿Verga? – preguntó la niña.
– Así se le llama mi cosa mi niña.
– Explicó el hombre.
El viejo Claus procedió a bombear su dedo medio en la colita de la niña.
El dedo entraba y salía de la niña, dificultándosele cada vez menos esta tarea.
Cuando Noel sintió que la niña ya podía recibir un dedo más, retiro el que ya estaba dentro y lo lleno de saliva junto con otro más.
Ahora Marijo ya recibía dos dedos del viejo, quien aceleró el ritmo dilatando cada vez más el hoyito de la pequeña.
De pronto, el viejo sintió que la niña ya podía recibir su gran daga, así que puso en cuatro a la niña mientras se colocaba detrás de ella.
– Ahora si mi niña, vamos a llenar tu colita de néctar.
Dijo sonriendo aquel viejo de barba blanca.
El hombre comenzó a mover su cadera hacia adelante, haciendo presión en el culito de la pequeña, quien se quejaba un poco, pero resistía sabiendo que el matrimonio de sus padres estaba en juego.
La cabeza de la verga de Santa Claus se abría paso dentro del intestino de Marijo, y cuando sintió que ya poco más de la mitad de su verga estaba dentro de la pequeña, comenzó amoverse rítmicamente, haciendo de la cogida algo deliciosa.
– ¡Uufff! ¡Qué culito tan increíble tienes Marijo! – bufaba el hombre.
– ¡Aaaah, aaaah, aaaay! ¡Santa, santa, saaaantaaaa! – gemía la niña con fuerza.
– ¡Ooooh mi reina! ¡Aaaah! ¡Oooh! – Santa Claus no podía contenerse.
La verga entraba y salía de la niña a gran velocidad, haciendo la penetración más y más profunda; podía oírse el golpeteo de las caderas contra el culito de la niña; el olor a sexo se sentía en el ambiente, lo que excitaba sobremanera a Santa Claus, quien volvió a acelerar sus estocadas, mientras masajeaba la vaginita de la chiquilla.
– ¡Buuuffff! ¡Gaaaah! – Noel bufaba.
– ¡Aaaaaaaah! ¡Saaaaaantaaaaa! ¡Me orino! Me orinoooooo! – gritó la niña mientras, salpicaba un chorrito de sus jugos, a la vez que se orinaba.
– ¡Sííí mi niña! ¡Orinate maaaaas! – decía mientras aumentaba la velocidad de sus movimientos.
– ¡Aaaah! ¡Aaay! ¡Saaantaaaa! ¡Aaaaah! – la niña estaba totalmente perdida en el placer, un placer que solo la magia de Santa puede dar, evitando que los niños y niñas sean lastimados por su gran verga.
La verga del viejo entraba y salía, amoldándose bien en las entrañas de la niña, quien se encontraba embelesada por lo que sentía, mientras que el viejo cada vez que empujaba su verga sentía que se encontraba en el cielo.
Después de un rato, por fin las bolas del viejo chocaban con la vagina de la niña, señal de que ya toda la verga se encontraba dentro de ella.
<Plaf, plaf, plaf> Se escuchaba con cada embestida que el padre de la navidad daba a Marijo.
– ¡Uufff! ¡Qué culo! – gritaba Santa.
– ¡Y qué nalgas! – decía mientras la nalgueaba.
– ¡Ay Santa! ¡Ay, ay, ay, aaaaaaah! – chillaba la pequeña.
En un momento, Santa Claus dejó de embestir a la niña, empinándose sobre ella para susurrarle algo mientras dejaba descansar un poco a la pequeña.
– ¿Qué tal estas sintiendo Marijo? – le pregunto el viejo, mientras le daba unos tiernos besos en la mejilla derecha.
– ¡Rico Santa! ¡Se siente rico! – contestó la niña efusivamente.
– Eso quiere decir que este ritual te está gustando.
– dijo Claus con una sonrisa en su rostro.
– Si Santa y mucho.
– dijo volteando a ver a aquella figura navideña.
Entonces Santa sacó su verga del anito y lo comenzó a frotarlo a lo largo sobre este para que la niña notara su tamaño.
– Todo esto tu culito se esta comiendo.
– dijo pervertidamente Santa Claus.
– Esta grande Santa.
– dijo la niña.
– Así es.
– agregó Papá Noel.
– Pero ya riega tu néctar adentro.
-sentenció Marijo.
– Tranquila mi niña, todo con calma.
– dijo mientras volvía a meter sus veinte centímetros de verga.
-¡Ooh! – exclamó la niña al sentirse invadida nuevamente.
Cuando la verga estuvo nuevamente hasta el fondo de la pequeña, las embestidas comenzaron otra vez.
<Pla, plaf, plaf> Volvía a escucharse, mientras ambos gemían intensamente
– ¡Ooooh, ooooh, aaaaah! – gemía gritando el viejo.
– ¡Aaaay, ay, aaaaay! ¡Aaaaaah! – Marijo disfrutaba.
– ¡Uuuufff! ¡Eres una de… aaaah… las mejores… oooh… niñas… aaaaah… con las cuales he llevaaaaaadoooo… aaaacaaabooo… eeeel ritual… Aaaah! – pudo apenas decir debido a la excitación que sentía.
– ¡Aaaah, aaah, aaaah! Gra… ciiiiaaas… Saaaaantaaaaa… – gimió la niña en agradecimiento.
– ¡Ya! ¡Me viene! ¡Me viene el néeec… taaaaar! ¡Gaaaaaaah! – dijo llegando en ese momento a su orgasmo.
Santa Claus colocó su verga en lo más profundo de la niña y disparó múltiples chorros de su leche.
Veinte centímetros se encontraban dentro de Marijo, algo que parecía imposible, pero no lo era, no para aquel viejo barrigón.
Embistió unos segundos más y sacó la verga de aquel tierno culito, que escurría chorros de semen.
Parecía que Santa había dejado una gran cantidad de leche en el culito de la niña, quien se sentía feliz, pues solo faltaba un paso para salvar el matrimonio de sus papás.
Entonces, el hombre volteó a la niña y abrió sus piernas acomodándose para terminar su trabajo.
– Marijo, estas a un paso de salvar a tu familia del desastre.
– decía Santa Claus, algo agitado por la cogida.
– Ahora solo falta que mi néctar sea regado dentro de tu vaginita.
– Sí Santa, lo que tu digas, quiero salvar a mi familia.
Además, se siente muy rico este ritual.
– dijo Marijo mientras se mordía la parte inferior de sus labios.
Santa Claus escupió en su mano y llenó su todavía erecta verga de saliva, la colocó sobre la rayita de la niña y comenzó a frotarla.
– Mmm… Que rico se siente Santa.
– dijo la niña mientras disfrutaba del frotamiento de su sexo con el de Claus.
– Que bueno que te guste este ritual mi niña.
– dijo Santa mostrando una mirada perversa.
– Vamos Santa, ya llena mi puchita con tu néctar, por favor.
– dijo la niña con picardía mientras sonreía al viejo.
Santa Claus, después de escuchar esto de parte de la niña, colocó la punta de su miembro en la entrada de la vaginita y comenzó a hacer presión.
La cabeza se albergó en aquella infantil pero ardiente vagina, haciendo que el viejo se excitara en demasía.
– Oooh mi niña.
Qué rica puchita tienes.
– dijo Santa.
– Aay Santa, duele mucho.
– se quejó Marijo.
– No te preocupes mi niña, al principio te dolerá, lo mismo pasó con tu culito.
¿Recuerdas? – decía el viejo para calmar a la niña.
De un momento a otro, Papá Noel comenzó a hacer más presión, haciendo que la gran verga se deslizara poco a poco dentro de la vagina de la niña, quien cerraba sus ojos y mordía sus labios aguantando el dolor.
Pronto, Santa Claus sintió como su verga ya tocaba el himen de la niña, y aunque lo puso más caliente, sabía que debía preparar mentalmente a la niña, pues podría asustarse debido al dolor.
– Marijo, hermosa Marijo, ya estamos a nada de cumplir tu deseo.
Sin embargo debo recordarte que al principio será algo doloroso, pues dentro de tu vaginita se encuentra una telita que debe romperse para que mi verga entre y te llene de néctar.
Así que aguanta un poco.
La niña se quedó mirando un poco preocupada y nerviosa al viejo y después asintió con su cabeza y dijo.
– Si Santa, confío en ti.
No importa si me duele.
En ese instante, Santa Claus dio el empujón que terminaría con la virginidad de la pequeña, volviéndola toda una mujercita.
– ¡Aaaay! – gritó la niña muy fuerte, tanto que se escuchó por toda la casa.
– ¡Ya esta pequeña! ¡Aaaaghh! – dijo el hombre no conteniendo un gemido.
– ¡Aaay! Santa me arde… – expreso su dolor apretando los brazos del viejo con sus manitas.
– Tranquila mi niña, voy a quedarme quieto un rato para que te acostumbres.
– dijo Santa tratando de calmarla.
El padre de la navidad, aguardó unos minutos, teniendo su pene dentro de la vulva de la niña, mientras un hilillo de sangre que salía de la vagina, escurría hacia entre las nalguitas de la niña, disfrutando de ese preciado calorcito que esa cuevita le regalaba.
El viejo estaba familiarizado con ese calorcito, pues no era la primera niña con la cual cogía, ni la primera que había desvirgado, y no sería la última de la noche ni de su vida.
– Bueno Marijo, aquí vamos.
– dijo Santa comenzando a menear sus caderas de atrás para adelante.
– ¡Aaah! ¡Ay, ay, aaah! – la niña gemía quejándose un poco.
– ¡Oooohh Marijo! ¡Tu coñito es riquísimo! ¡Aaaah! – Santa gemía mientras cogía a la niña con mucha intensidad.
Poco a poco, la verga de Santa fue ganando terreno dentro de aquella vagina infantil, logrando tener quince centímetros dentro de esa cuevita.
La verga entraba y salía, mientras los chasquidos provocados por el roce de sus sexos se escuchaban por la habitación, haciendo una lujuriosa canción junto con los gemidos del viejo y la niña.
– ¡Aaaah, aaaah, aaaah! ¡Saaaantaaaa! ¡Aaaaaaaaaaaah! – gimió la niña arquendo su espalda y echando su cabeza hacia atrás mientras tenía su segundo orgasmo de la noche.
Santa Claus continuó metiendo y sacando la verga con el mismo ritmo, queriendo gozar lo más que pudiera de la niña.
El hombre, a diferencia de otros, podía aguantar mucho tiempo cogiendo antes de que su orgasmo llegara, al igual que podía mantener su verga erecta mucho más, todo gracias a la magia que tenía.
– ¡Aaaaaah! ¡Marijo! ¡Qué apretadita estas! – gemía el viejo.
– ¡Aaah, aaah, aaaaaaaah! – la niña gritaba sin detenerse, pues su excitación era enorme.
– ¡Toma puutita! ¡Toma esto! – gritaba el hombre.
– ¡Santaaaaa! – gozaba Marijo.
La verga entraba y salía cada vez más fácil, pues la humedad de la pequeña lubricaba bien ambos sexos, haciendo que el miembro del hombre entrara por completo.
– ¡Ya entró tooodaaa Marijo! – gritó con alegría Noel.
– ¡Aaaah! ¡Siii! ¡Ya la siento bien adentro! – gritó también la niña.
Los chasquidos cada vez se escuchaban más, pues la niña seguía segregando bastantes fluidos, todo debido a las nuevas sensaciones que tenía.
– ¡Ah, ah, ah! Santa….
jadeaba la pequeña.
– ¡Aaaaah! ¡Marijoooo! ¡Tu coñito es delicioso! – gritó el viejo mientras gozaba de aquella tierna vaginita.
En un momento, Santa Claus tomó con sus dedos los pezones de la niña, pronunciando unas palabras y haciéndolos brillar con luz blanca como lamparitas.
– ¡Aaaaaaaaah! ¡Saaaaantaaaaa! ¡¿Qué me haces?! – gritó la niña incrédula ante la nueva situación.
– ¡Gaaah! ¡Tú goza mi niña! – dijo Santa.
– ¡Aaaaah, aaaaah, aaaaah! ¡Peeeroo, peeerooo! ¡Aaaaaah! – la niña no podía decir palabra alguna debido a lo excitada que se sentía.
– ¡Aaaaah Marijo! – Santa gritaba.
El viejo Noel se sentía afortunado de haber conocido a la pequeñita, pues tenía una vaginita bien apretadita, que hacía que su verga se pusiera cada vez más dura.
Marijo por su parte, estaba tomando gusto por lo que hacía con el viejo, pues nunca se imagino que ella pudiera sentir tanto placer como en ese momento.
– ¡Aaaaah! ¡Santaaa! ¡Buuuu! – la niña comenzó a llorar.
Inmediatamente Santa Claus detuvo sus embestidas, pues no se esperaba tal situación.
– ¿Qué pasa Marijo? ¿Te lastimé? – preguntó preocupado.
– No.
– contestó la niña.
– ¿Què sucede mi niña? – volvió a preguntar consternado el viejo.
– Es que soy muy feliz Santa.
¡Buuuu! Y me siento mal por sentir felicidad mientras mis papis se quieren separar.
– expresó sus sentimientos.
– No te preocupes mi amor, – dijo el viejo – recuerda que estamos haciendo este ritual para que ellos se reconcilien, y está bien quelo disfrutes y te pongas feliz, pues esa es su finalidad.
– argumentó el viejo.
– ¿De verdad? – dijo la niña con lágrimas en los ojos.
– En verdad Marijo.
No te preocupes.
– dijo Santa dándole un beso en la frente.
– Esta bien Santa, continuemos.
– dijo la niña.
Santa volvió a mover sus caderas rítmicamente, volviendo a sentir placer.
– ¡Aaaah! ¡Saaaantaaaa! ¡Sooooy muuuuyyyy feliiiiiz! – gritó la niña disfrutando una vez más mientras cogía.
– ¡Oooh! – gemía el viejo.
Después de unos minutos más, Noel comenzó a sentir como sus bolas se inflamaban y la punta de su verga cosquilleaba con intensidad, señal de que su orgasmo estaba en punta.
– ¡Buffff! ¡Marijo! ¡Aaaaaah, aaaaah, gaaaaah! – gimió el viejo mientras se vaciaba dentro de la niña.
– ¡Saaantaaaa! ¡Siento tu néctar dentro de mí! ¡Aaaaaaaaaaaah! – la niña contenta gimió, pues sabía que todo estaba listo.
Santa continuó metiendo y sacando su verga, como queriendo durar así para siempre.
– ¡Aaaaah! ¡Noooo! ¡Todavía nooo! ¡Seguimos con una nueva ronda! ¡Gaaaaah! – dijo Santa continuando con la cogida.
– ¡Aaaah! Santa… ufff… – dijo Marijo desmayándose del cansancio.
– ¡Ooooh, aaaaah, aaaaah! – gemía el viejo.
Así estuvo Santa Claus, metiendo y sacando su verga durante diez minutos más para después llegar a su cuarto orgasmo.
– ¡Gooaaaaaah! – gimió llenando de leche una vez más el coñito de Marijo, quien despertó en ese momento gracias a la energía que Santa le transmitió en esa última cogida.
– Ah, ah, ah… – ambos jadeaban después de tan tremenda cogida.
– Muy bien mi niña, ahora cierra los ojos y terminaré el ritual.
– ordenó Santa.
La niña obedeció al viejo escuchando como pronunciaba algunas palabras para después sentir una sensación muy cálida alrededor de ella.
– Listo mi niña, tu deseo ha sido cumplido.
Tus papás se reconciliarán durante este día.
– le dio las buenas noticias.
– Gracias Santa.
– Marijo se levantó y abrazó al viejo.
– Ahora ve y dúchate para que continúes durmiendo.
Y por cierto este año no dejaré regalo para ti, pues cumpliste tu deseo.
– No importa Santa, este año el haber hecho el ritual para salvar a mi familia es el mejor regalo para mí.
– expreso la niña con felicidad.
– Bueno Marijo, es hora de irme.
Tengo muchos regalos por entregar.
– dijo Santa Claus.
– Sí Santa.
Gracias y espero poder repetir el ritual el próximo año.
– dijo Marijo mostrándole una sonrisa picara mientras frotaba su vagina.
– Así será pequeña, así será.
La niña subió las escaleras con dirección a su recamara, para así ducharse en su baño, como le había ordenado Santa Claus, quien también dejó el lugar donde se encontraban.
Ya en el techo de la casa subió a su trineo y miró a un pequeño duende que le esperaba.
– Al fin Santa.
Demoraste algo allí dentro.
– dijo el elfo.
– Jo, jo, jo.
Disculpame Aaron, es que tuve que cumplirle un deseo a una de las niñas que viven aquí.
– dijo el viejo barrigón.
– Aaaaaa, ya entiendo.
– captó el pequeño Aaron.
– Ya van dos niñas que desvirgo esta noche Aaron.
– dijo sonriente.
– Y ya van seis cogidas también Santa.
Cuatro niñas y dos niños.
– dijo el pequeño ayudante.
– Uf sí.
A ver si rompo mi record de trece cogidas con niñas o niños nuevos en una noche.
Joooo, joooo, joooo.
– rió mientras se retiraba manejando su trineo.
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