Guadalupe, la asistenta
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por calisto03.
Guadalupe era nuestra asistenta toda la vida, o eso me parecía a mí, desde que era pequeño recuerdo haberla visto allí. Era una mujer atenta, servicial y cariñosa sobre todo conmigo, todo se la hacía poco para nosotros En aquella época tendría unos 55 años, y yo recién cumplidos los 15. Mis padres salían por la mañana hacia su trabajo y no regresaban hasta ya bien entrada la tarde o incluso la noche. Había días que estaba más tiempo con ella que con mis padres. En las fotos que ella me enseñaba de joven, era una mujer impresionante, pero ahora debido a los disgustos que le daba su marido y la vida en general se había ido marchitando lentamente. Su marido era un borracho pendenciero, mas de una vez había dormido en comisaria debido a altercados en bares y garitos de mala muerte.
Aquel dia por la mañana cuando baje a desayunar, vi a Guadalupe llorando en la cocina, tenía la cabeza apoyada en el hombro de mi madre, que estaba intentando consolarla. Yo me quede tras la puerta sin atreverme a entrar.
– Lupe, siéntate, y cálmate, decía mi madre, ya verás como solucionamos esto.
– Esta vez no, ha sido demasiado, traerme a esa fulana a casa….
– Tenias que haberle dejado hace muchos años,
– Ni casa propia tenemos, vivimos siempre en pisos de mala muerte, cada vez peores… Doy gracias por no haber tenido hijos, sino, que vida les hubiera esperado. Y rompió a llorar más fuerte todavía.
– Bueno, pues ahora lo que vas hacer, es ir a tu casa, haces las maletas y te vienes a vivir aquí, la habitación pequeña siempre esta vacía.
– Abandonarle y venirme aquí… No sé cómo se lo tomará…
– Que se quede con su fulana, tú te vienes aquí, siempre te ofrecido trabajar de interna y no por horas.
– Lo sé, bien, lo hare hoy mismo.
– Perfecto
Y así lo hizo, llevaba ya unos días viviendo en casa, cuando mis padres tuvieron que salir urgentemente hacia Mallorca, un tío mío estaba muy grave en el hospital. Yo me quede en casa, atendido por Guadalupe. Esa madrugada, salí de mi cuarto y al pasar por delante de su puerta, escuche a Guadalupe llorar. Llame suavemente a su puerta y ella me abrió en camisón, me fije que no llevaba nada debajo, sus pechos se movían libremente.
– ¿Qué sucede? ¿Te ha pasado algo? Dijo enjugándose las lagrimas
– No, no, es que te he oído llorar y me he preocupado.
– No me pasa nada, cariño. Gracias por preocuparte, Y en ese momento, rompió a llorar.
Se fue a su cama, y se sentó, yo me quede de pie en la puerta. Ella me miro, me tendió la mano y yo fui a su vera. Me hizo sentar en la cama, y se abrazo a mí y apoyando su cara en mí hombro lloraba a lágrima viva. La abrace muy suavemente, ella pareció calmarse. Yo me estaba empalmando por la situación, no me atrevía a moverme.
– Gracias mi niño, ya estoy mejor, anda vete a tu habitación.
Me levante, pero al hacerlo ella se fijo en my bulto. Mi polla estaba a punto de salirse por encima del pijama. Ella se fijo, y se le escapo un “Dios mío”, yo me tape y salí corriendo. Todo avergonzado me acosté, a los pocos minutos oí unos golpecitos en mi puerta.
– ¿Puedo entrar?
– Si, pasa. Se sentó a mi lado, y me sonrió.
– No debes avergonzarte, es normal que a tu edad pasen esas cosas. Y las mujeres nos sentimos halagadas cuando es por nosotras.
– Lo siento, no se lo digas a mis padres.
– ¡Por Dios!, eso nunca, y me acaricio la mejilla.
En ese momento me estremecí, y mi pene volvió a ponerse tieso. Ella se dio cuenta, y bajando lentamente la mano por mi pecho, llego hasta el. Lo agarro con suavidad, empezó a subir y bajar, yo cerré los ojos y me deje llevar. Guadalupe se inclino sobre mí y se lo introdujo en la boca, empezó a chupar, a los pocos instantes me corrí en su boca. Tosió un poco pero se lo trago todo, se limpio la cara y me miro con cariño. Apoyo la cabeza contra mi pecho, yo la mesaba sus cabellos, los dos en silencio. Entonces ella se incorporo y se quito el camisón, quedando desnuda ante mí, era la primera mujer desnuda que veía al natural. Sus pechos caídos y sus carnes flácidas no me importaban una pequeña mata de pelo cubría sus ingles. En ese momento, para mí era la mujer más bella que había.
Se tumbo en la cama, e hizo que me tumbara sobre ella. Cogió mi pene con suavidad y se lo introduzco en la vagina, ella empezó a gemir. Sus pechos bailaban con cada embestida que la daba, “sigue así, cariño,” “no te pares” “lo haces muy bien” decía entre gemidos. Al rato, ella apretó los dientes, arqueo su espalda y dio un gemido que se oyó en toda la casa al mismo instante me corrí y me quede exhausto encima de ella.
Nos quedamos abrazados hasta primera hora de la mañana, ese dia era fiesta y por suerte no tenía que ir al colegio. Cuando nos levantamos, a mí se me ocurrió una idea. La cogí de la mano, y desnudos la lleve a la habitación de mis padres
– Aquí, la dije
– No, estás loco, aquí no.
– ¿Tú sabes la cantidad de veces que he oído crujir esta cama?, ahora nos toca a nosotros hacerla sonar.
Que morbo hacerlo en la cama de mis padres, si se enterasen que habíamos mancillado su lecho conyugal. Pero esos pensamientos no fueron impedimento para hacerlo. Ese dia y el siguiente mancillamos todas las camas de la casa. Cuando llegaron mis padres, yo estaba seco y Guadalupe feliz como una jovencita.
Ni que decir tiene, que no fue la única sesión de sexo desenfrenado que tuvimos. Cuando las circunstancias nos lo permitían, que por suerte fueron muchas, aprovechamos para desfogarnos. Por supuesto que Guadalupe no volvió con su marido, ahora era más feliz que nunca.
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