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Sexo con Madur@s, Voyeur / Exhibicionismo

Inspirada, entrenando penes

A partir de una anécdota, la niña puede aprender… .
(En mi perfil están todas las historias que nacen del blog de Elena Flores)

El sol de la mañana se colaba entre las persianas del Edén, iluminando los cuerpos desnudos de la familia Flores desayunando en el jardín. Lara jugueteaba con su fruta, mirando alternativamente a su padre y a su hermano con esa curiosidad que Elena reconocía como el preludio de preguntas incómodas.

—Lara, cariño —comenzó Elena, sirviendo más jugo—. Hoy quiero hablarte sobre algo importante. Sobre cómo los jardines necesitan muchas manos para florecer.

Miguel y Leo levantaron la vista, reconociendo el tono que Elena usaba para sus lecciones más delicadas.

—Mi amiga Camila —dijo Elena, mirando directamente a Lara— cree que el éxito sexual de su hijo es su medalla de oro. Lo entrena como a un atleta, cronometra sus erecciones, lleva estadísticas y cree firmemente que el tamaño de la verga de Fernando, crece gracias a sus métodos.

Lara arrugó la nariz y le encanta cuando le hablan sobre sexo o vergas. —Cuándo mido cuánto tarda en crecer la planta que hice con la germinación, también aplico un método, me dijo la seño en la escuela.

—Exacto —sonrió Elena—. Pero con una diferencia importante: Camila trabaja sola. Ella es la única jardinera de ese cuerpo.

Elena se acercó a Lara y tomó su mano, guiándola hacia donde Miguel y Leo seguían la conversación.

—En nuestro Edén —continuó—, entendemos que un cuerpo masculino es como un jardín que muchas manos pueden cuidar. Tu hermano Leo tiene un mástil magnífico, ¿verdad?

Lara asintió, tocando naturalmente la pija de su hermano.

—Pues ese mástil no es solo mío para disfrutar —dijo Elena—. Ni solo tuyo para jugar. Es de todos nosotros. Y tú, aunque pequeña, ya puedes aprender a ser jardinera.

—Mira —Elena guió la mano de Lara —. Tu hermano ya te conoce, ya confía en ti. Nota cómo responde a tu tacto diferente al mío.

Leo contuvo el aire cuando los dedos de Lara encontraron su erecta sensibilidad. Miguel observaba, fascinado y algo tenso.

—Tu mano es más pequeña, tus uñas más cortas —explicó Elena—. Tú puedes enseñarle sensaciones que yo, con mis manos de adulta, ya no puedo darle.

—Camila entrena a Fernando para impresionar a otras mujeres —dijo Elena, ahora guiando a Lara hacia Miguel—. Nosotras educamos a nuestros hombres para el placer compartido. No es competencia, es colaboración.

La mano de Lara ahora exploraba a su padre, quien cerró los ojos con una mezcla de placer y resignación.

—Tu padre —susurró Elena— necesita diferentes tipos de caricias que tu hermano. Más lentos, más profundos. Tú puedes aprender a reconocer estas diferencias.

Elena se arrodilló frente a Lara, con una sonrisa maternal.

—Una madre que cree ser la única entrenadora —dijo— es como una jardinera que siembra solo un tipo de flor. El jardín se vuelve monótono, predecible.

—¿Y si otras mujeres entrenan a Leo? —preguntó Lara con genuina curiosidad.

—Sería maravilloso —respondió Elena—. Cada una aportaría técnicas diferentes. Tu hermano sería un jardín más rico, más diverso.

Elena dirigió entonces una sesión donde Lara «practicó» con ambos hombres:

—Con tu hermano: toques rápidos, juguetones. Como mariposas.
—Con tu padre: movimientos lentos, firmes. Como raíces que crecen.

Leo y Miguel se entregaron al experimento, sus cuerpos respondiendo a la pedagogía compartida. Los movimientos sobre los penes eran diferentes…

Al final de la lección, Lara miraba a su padre y hermano con nuevos ojos.

—Entonces —dijo, procesando—. Yo también puedo entrenarlos. No solo tú, mamá.

—Exactamente —asintió Elena—. Y cuando crezcas, otras mujeres continuarán tu trabajo. Un buen jardín nunca tiene un solo jardinero.

Esa noche, mientras escribía en su blog sobre «La polinización cruzada en la educación sexual», Elena sonreía al escuchar a Lara en la habitación contigua, practicando sus nuevas habilidades con Leo. No con celos, sino con orgullo de jardinera mayor viendo crecer a su aprendiz.

_______________________

Crónicas del Edén
Un blog sobre la belleza cruda, la piel y los pequeños terremotos domésticos.

Entrada: «La polinización cruzada en la educación sexual»
Publicado el 12 de agosto, 23:41

Queridas lectoras, queridos lectores,

Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión sobre la educación sexual como acto colectivo, no individual. Una lección que surgió de la historia de mi amiga Camila y que terminó transformando la manera en que mi hija Lara entiende su rol en nuestro Edén.

La Medalla de Oro de Camila

Camila es una de esas mujeres que convierte la maternidad en una competencia. Su lema: «El éxito sexual de mi hijo es mi medalla de oro». Entrena a su hijo Fernando como un atleta de alto rendimiento: cronometra sus erecciones, lleva estadísticas detalladas de su «rendimiento» e incluso organiza encuentros con otras madres e hijos para comparar resultados. Cuando su hijo no «rinde» según sus expectativas, se enfurece, convencida de que «lo estoy preparando para ser el mejor amante del mundo».

Cuando me contó sobre sus métodos, sentí una mezcla de fascinación y tristeza. Fascinación por la meticulosidad, tristeza por la soledad de su enfoque. Camila cree que está construyendo un campeón, pero en realidad está creando un instrumento para su propia validación. Su método, aunque eficaz en términos técnicos, ignora la esencia del placer: la conexión humana.

La Jardinería Compartida: Nuestra Respuesta

Esta mañana, mientras desayunábamos desnudos en el jardín, usé la historia de Camila para enseñar a Lara una lección fundamental. Le expliqué que en nuestro Edén, los cuerpos masculinos no son territorios para ser conquistados, sino jardines que muchas manos pueden cuidar.

—Tu hermano Leo tiene un mástil magnífico —le dije—, pero no es solo mío para disfrutar. Ni solo tuyo para jugar. Es de todos nosotros. Y tú, aunque pequeña, ya puedes aprender a ser jardinera.

Guíe su mano hacia Leo, luego hacia Miguel. Le mostré cómo sus toques pequeños y curiosos podían enseñarles sensaciones que mis manos adultas ya no pueden ofrecer. Le hablé de la diferencia entre el entrenamiento solitario de Camila y la polinización cruzada de nuestro método: donde cada persona aporta una perspectiva única al crecimiento sexual.

El Despertar de la Pequeña Entrenadora

Lo que sucedió después fue pura poesía doméstica. Lara, con esa seriedad que pone en todos sus juegos, decidió poner en práctica la lección. Se acercó primero a Leo, tocándolo con una delicadeza que me sorprendió. Sus dedos exploraron su erecta sensibilidad con una curiosidad que era a la vez infantil y profundamente respetuosa. Luego se dirigió a su padre, imitando los movimientos que le había mostrado pero añadiendo su propio estilo—más lento, más inquisitivo.

Los vi a los tres desde la distancia: mi hija de diez años, manos pequeñas explorando los cuerpos de los hombres de la casa, y ellos entregándose a su cuidado con una confianza que me llenó de orgullo. Lara no solo los estaba masturbando—estaba comunicándose con ellos en un lenguaje que trasciende las palabras. Después, con los ojos brillantes, me compartió sus observaciones:

—Mamá, Leo dijo que mis manos son como mariposas. Y papá gimió diferente cuando lo toqué. ¡Creo que he descubierto un nuevo ritmo!

La Filosofía de las Múltiples Jardinistas

Esta experiencia me confirmó lo que siempre he sospechado: la educación sexual no debe ser un monólogo materno, sino un diálogo familiar. Al permitir que Lara participara activamente en el «entrenamiento» de su padre y hermano, no solo le estoy enseñando sobre placer—le estoy enseñando sobre responsabilidad, consentimiento y la belleza de los cuidados compartidos.

Camila entrena a Fernando para impresionar a extraños. Nosotras educamos a nuestros hombres para el placer mutuo. Y cuando Lara crezca, otras mujeres continuarán este trabajo, porque un jardín bien cuidado nunca depende de un solo jardinero. La verdadera maestría sexual no se mide en segundos o centímetros, sino en la capacidad de adaptarse a las manos que lo cultivan.

Epílogo: Las Semillas del Futuro

Al escribir estas líneas, escucho a Lara en la habitación contigua, riendo con Leo mientras practica sus nuevas habilidades. No siento celos, sino una profunda satisfacción. Mi hija ha comprendido que su cuerpo y el de los demás son instrumentos que pueden tocar juntos, creando música en lugar de competencia.

La verdadera medalla de oro no es el éxito sexual de un hijo, sino la creación de un ecosistema donde el placer fluye libre y responsablemente entre todos sus miembros. Camila puede tener sus estadísticas, pero nosotras tenemos algo más valioso: un Edén donde cada día crecemos juntos.

Etiquetas:
#PolinizaciónCruzada #EducaciónSexualCompartida #ElEdén #JardineríaCorporal #EntrenamientoMutuo #CrianzaSexualConsciente

1147 Lecturas/3 diciembre, 2025/0 Comentarios/por Mercedes100
Etiquetas: amiga, hermano, hija, hijo, madre, mayor, padre, sexo
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