Karen. Una puta madura (II)
Segunda entrega del primer relato..
Como dije en la primera parte de este nuestro relato Enrique me trataba como yo siempre quise de un hombre. Me colmaba de cariño y atenciones pero como una puta en la cama.
Aquel día del cual no me acuerdo lejos de vestirme al uso le mandé una foto vestida de zorra.
Me vestí igual de puta que en la primera parte de este relato en la que me masturbé en mi coche yendo a visitar a mi ex, para que acabaran abordándome esos 5 cazadores en los que se encontraba Enrique.
Mientras me vestía con mi top ajustado, mis medias negras de rejilla con ligueros blancos, sin bragas y la falda de leopardo el solo roce de esa ropa sobre mi piel me estremecía sin cuento. El disfrazarme de ramera para él me excitaba sobremanera.
En el pie de foto de ese mensaje le puse…
-«Vas a venir hoy?. Hace una semana no te veo…Tu puta favorita…».
A lo que él me respondió…
-«Voy esta tarde a verte, amor…».
En su respuesta agregó una foto suya con su miembro totalmente erecto mirándome con deseo.
Eso me volvió loca. Su verga estaba iluminada con un flexo de tal forma que la luz proyectaba las largas sombras de los ríos de sangre que recorrían de arriba a abajo las hinchadas venas de su gran verga de 19 centímetros.
A estas alturas, esas fotos las guardaba en un pen. Estaba tan acostumbrada a recibir cientos de ellas que las guardaba para masturbarme llegado el caso. Agregué esa foto y desplegué los pics de las anteriores. Eran cientos.
Cogí mi dildo, inicié mi portátil y sencillamente me senté en el delante de esas fotos pasándolas hacia adelante y detrás. Ese dildo estimulaba mi coño y ano vibrando como un loco sentada encima entre mis piernas. Cuando decaía mi excitación me tocaba el clítoris y mis tetas de mujer madura mirando. El orgasmo tardaba en llegar sin el vibrador dentro de mi coño pero al final, llegaba… vaya si llegaba…
El día en que compré ese dildo salí de la tienda llena de explicaciones por parte del vendedor quien me describió sus cualidades. Me sentí realmente cachonda conforme ese hombre me hablaba. Tenía razón porque fue una buena compra. Nada más llegar a casa me penetré con el pensando había comprado algo tabú y que era una salida a mis 46 años. Estaba más salida que en ninguna etapa de mi vida.
Era un dildo negro.
Una de las cualidades sexuales de mi edad es que mentalmente estoy preparada siempre para tener mis orgasmos diarios. Me puedo masturbar primero y luego que mi maromo, en este caso Enrique me pueda follar con el mismo resultado si no lo hubiese hecho en un mes. Si no es él me apago a mi misma.
Cuando llegó estaba realmente cachonda tanto como si ese dedo me acababa de hacer fuese cosa del pasado. Lo esperé en la ventana y cuando lo vi aparecer me dije a mí misma…
-Ya está aquí mi cliente.
Bajó del coche de forma decidida y rápida. Se le veía inquieto a lo cual interpreté tenía ganas de follar.
No había tocado el timbre cuando justo le abrí de forma cuidadosa porque no quería el vecindario me viese vestida como una ramera. Aquel día no trajo ni ramo de flores ni falta le hacía.
-Qué tal, amor?.
-Muy bien… veo que te has vestido como a ti te gusta a veces.
-Ven…
Lo llevé a mi habitación. Enrique siempre que entraba le chocaban mis excentricidades. En realidad, más que la habitación de una mujer de mi edad era la de una chica más joven. Repleta de peluches, posters junto con una colcha con un enorme sol rodeado de estrellas.
Me senté en la cama y le bajé los bóxer.
De ellos brotó una verga a medio ereccionar que enseguida creció entera en mi boca. Le lamí los huevos y Enrique comenzó a jadear como un perro.
-Que bien chupas las pollas, Karen…
Que me lo dijera en plural me puso a 100. Me sentía más guarra de esa forma porque deducía era de más hombres y no de uno solo a quien amaba con locura.
Me subió esa horrible falda me sacó las tetas de una vez poniéndome de pie apoyada en mi escritorio y comenzó a follarme como si fuese una cualquiera. Ni siquiera se había quitado los pantalones. En mi espejo pude observar como mis tetas iban de lado a lado rozando los pezones con la madera de esa mesa con lo cual bajé mi cuerpo para que reposasasen allí y él metiera su polla hasta mi útero cogiéndome fuerte del culo a lo cual me corrí inmediatamente con la fuerte presión de su polla.
-Sigue, cariño. Querrás algo más?. Hazme lo que te plazca. Soy tuya. Tu puta favorita. La que no te cobra por serlo. Hazme cosas… muchas.
-Joder, Karen. Cómo me pones. Voy a correrme.
-Te quieres correr en mi cara?. Solo un poquito.
-Siiii….
Me puse de rodillas y se la comencé a mamar. Se la sacó en el último momento y me regó las mejillas, el pelo y la boca con su lechada. Ni una sola gota cayó fuera de mi rostro.
-Qué rica amor. Qué caliente. Me has dejado bañada en leche de burro como Cleopatra. Quieres hacerme unas fotos así, burrito?.
-Buuufff… déjalo. No estoy para fotos.
-Bueno, pues otro día… lo que quiera mi chico.
Me limpié la cara de su semen y le besé todo el cuerpo.
Enrique jadeaba de placer.
-Quédate dormidito, mi rey. Me voy a cambiar y hacer la comida. Cuando estés despierto vienes a besarme. Vale?.
-Vale.
Mientras hacía la comida dormía como un tronco. Me habría pasado aquel día???. No sé. Pero me sentía una mujer útil y joven.
Se levantó al cabo de una hora y lo vi rascarse los huevos a través de sus calzoncillos. Entró en la cocina y me besó en el cuello. De reojo miré su entrepierna que a pesar de estar con la guardia baja su bulto aún así era realmente imponente y seductor para una mujer con las cosas tan claras como yo al lado de ese tío. Diré que ese tamaño fláccido en erección sería el ordinario de cualquier hombre.
Por la tarde, Enrique estuvo husmeando en mis películas de DVD y encontró dos. Una se llamaba «Titánic» y otra «Tetónic». Me gustaba el porno de vez en cuando.
Evidentemente vimos la de James Cameron.
Pasaron los días y mi idilio con Enrique iba cada día a más pero recibí un mensaje de mi ex. Aquel había mencionado en nuestro primer capítulo y que tanto me había querido.
-Hola!!!, Karen… iré a tu pueblo dentro de un mes por cuestiones de trabajo. Te gustaría verme??.
Tarde unos minutos en responderle. No lo tenía nada claro. Pero accedí a ello. Tampoco tenía nada que perder y ese hombre siempre me gustó. Bueno… seguía enamorada de él en el fondo.
-Si. Dímelo con una semana de antelación. Vale??.
-Vale. Un beso.
Ahora si que no sabía que hacer. Enrique por un lado. Ramón por otro. Lo que no imaginaba iba a acabar de esa forma en la cama…
A veces, me masturbaba pensando en Ramón con mi vibrador negro. Enrique nunca supo eso. Tampoco le interesaba, desde luego. Pero en lo más hondo de mi ser Ramón fue una asignatura no aprobada. Bueno… en realidad, un suspenso. Un cero pelotero por mi parte fruto de esa incapacidad hacia el compromiso Enrique había adivinado en el primer capitulo.
Ramón, trabajaba en una naviera que exportaba productos a toda África y se acercaba el día de la cita. No estaba muy decidida en decírselo a Enrique. Vuelvo a insistir que no le importaba mi relación epistolar con Ramón, ni que me masturbara pensando en él y ni mucho menos tomarme un simple café. Pero he de decir que me sentía contrariada en el sentido de que me gustaban dos hombres y conforme se acercaba la fecha iba más alterada y porque no decirlo… cachonda.
Se lo conté a Enrique.
-Mañana, he quedado con Ramón…
-Pero ese chico no vivía en Galicia?.
-Si, pero viene aquí por trabajo. De hecho le han asignado esta zona del sur.
-Ahhh…
-Te lo voy a decir muy claro, Enrique. Te quiero con locura pero no me he olvidado de Ramón.
-Joder, Karen. Ya lo sé. Eso no es nuevo. Me lo imaginaba. Pero… lo deseas todavía?. Dime si o no…
-Si.
-No te preocupes. Me echo a un lado y ya está.
Me dijo con un cierto tono airado.
-No, no… no quiero eso.
-Entonces… qué quieres?.
-Nada. Que lo entiendas y que sepas primero estás tu.
Enrique hizo una pausa. Me dejó sola y se dirigió a la cocina por una cerveza y encendió un cigarrillo. Aspiró la primera calada a lo que espetó…
-Karen… has pensado en compartirnos?.
-Ehhhh???. Estás insinuando un trío?.
-Bueno… llámalo como quieras. Hasta donde quieras llegar. No sé…
-Él está casado y con dos niños. También tendrá que opinar, digo yo… además no vive aquí. Por lo visto irá y vendrá durante un tiempo.
-No sé, piénsalo.
Lo pensé ese día. La verdad es que me masturbaba muchas veces pensando me tomaban Ramón y Enrique a la vez pero siempre fue una de mis fantasías más fantásticas e inalcanzables. Verme jodida por esos dos hombres me ponía muy cachonda porque me hacía sentirme utilizada hasta el paroxismo. Como una puta.
Una de mis fantasías era sentirme puta pero con confianza.
Llegó el día de la cita. Hacía no lo veía como 20 años. No obstante, me había mandado tantas y tantas fotos que cuando nos encontramos me pareció haberlo visto ayer. Un armario de 1,90 bajó de un coche. Me acerqué a él y me abrazó. Me había puesto guapa para la ocasión. Aquel día mientras me vestía me puse cachonda perdida. Si, mi instinto de mujer me dijo que irremediablemente sentía algo por Ramón.
Cuando Ramón me abrazó noté la fuerza de sus negros brazos y negro pecho.
Ahhh… se me había olvidado decirlo… Ramón es español de orígen senegalés a la vez que impenitentemente negro. Negro, negro…
-Qué tal Karen???.
-Muy bien, Ramón. Vamos a esa terraza… te tengo que presentar a alguien.
Allí estaba sentado Enrique.
Los presenté y se dieron la mano. Estuvimos departiendo y se cayeron muy bien. Yo los miraba de hito en hito admirando a aquellos hombres de distinta raza a cual más viril. Me estaba poniendo terriblemente cachonda el imaginar sus dos pollas en mi boca. De vez en cuando la conciencia me aconsejaba seguir la conversación con un par de hombres que hablaban de sus cosas casi ya borrachos después de tantas cervezas. Me gustan los hombres que saben beber. Eso les otorga un plus de control sobre si mismos y por tanto una seguridad aplastante. Además de volverse divertidos y deshinhibidos. Yo también me tomé unas cervezas. Eso me hizo ponerme aún más cachonda viéndolos. Además fumaban más que bocanegra. Dos tipos que si los dejabas sueltos eran un par de calaveras… dos piratas. Dos piratas que jamás acabarían yéndose de putas porque siempre les sobrarían las mujeres. Además ya tenían a su puta particular que era yo…
Fuimos a cenar a un restaurante y en los cafés Enrique le propuso a Ramón ese asunto.
Ramón se quedó un poco contrariado. En realidad él había venido sin ánimo de nada. Solo a visitarme.
Se retrepó en el asiento estirando su fuerte torso y puso las manos sobre la mesa mirándonos a los ojos. En especial a Enrique.
-Trato hecho. Pero con la condición de estar unas horas antes solo en la habitación con Karen. Hace que no me acuesto con ella 20 años. La quiero y la deseo pero me temo no estoy preparado psicológicamente para entrar y hacerlo porque me siento un intruso. Necesito antes conocer nuestro auténtico deseo si es que todavía lo sentimos.
No fuimos a mi casa sino que alquilamos la habitación de un hotel. Quedamos los tres un sábado a las 5 de la tarde. Se hizo como Ramón dijo. Me metí con él en la habitación y sin más preámbulos en la cama. A ninguno de los dos se nos veía nada seguros. Mientras, Enrique esperaba en el hall tomando algo.
Ramón comenzó a tocar mis tetas diciéndome…
-Cómo echaba de menos esto, amor… bésame.
Le besé en la boca degustando esos amplios labios negroides tan distintos a los de Enrique. Y me abrazó fuerte con sus enormes brazos y amplias manos.
Enseguida noté en mi estómago como su verga se ponía grande y dura. Ramón tenía una polla tan grande como la de Enrique pero negra. Jugueteé con ella en mis manos y Ramón comenzó a jadear.
-Joder, Karen… con lo contento estaría solo contigo y ahora te tengo que compartir con otro tío. Fíjate si me tienes pillado…
Lo besé con fuerza y pasión la suficiente porque no sabía que decirle y estaba loca por ese hombre de color.
-Me pasa lo mismo, Ramón. Pero aprovechémoslo que son muchos años juntos aunque separados.
-No se que decirte… tuve todo y ahora no tengo nada.
-Al caso no te sirve tu familia?.
-Si, y amo a mi mujer pero a ti también te quiero.
-Yo también quiero a Enrique y estoy comprometida con él.
-Tu???. Pero si le tienes pavor al compromiso… Date cuenta… lo quieres pero también te quieres acostar conmigo. No lo entiendo.
-Ya no. Pero me siento muy puta. Solo para los dos.
-Tu lo que quieres es satisfacer una fantasía y me has cogido porque sabes que me quieres, soy tu marioneta y que no me puedo negar. Bueno… llama a Enrique…
Llamé a Enrique y le abrí la puerta. Ramón estaba sentado en una butaca esperando con las piernas cruzadas. Ya no estaba erecto.
-Hola!!!. Ya habéis arreglado vuestras cuitas?.
-Más o menos… Dijo Ramón.
-Lo de siempre…
-Y qué hacemos?. Que esto parece el camarote de los Hermanos Marx…
-Yo me visto y me voy. Que no estoy aquí para satisfacer fantasías sexuales. Dijo Ramón.
Nos vestimos y pagamos una habitación en balde.
-Oye… queréis venir a casa a cenar?. Al menos…
-Yo si.
-Y yo también.
No sabía antes de venir a mi casa Enrique había quedado con Ramón para tomar unas cervezas.
-Enrique, no se que le pasa a Karen. Qué cojones es esto de acostarnos los dos con ella???.
-Ramón… la cosa es muy complicada y simple a la vez. Te digo nos quiere con locura. Y su única salida soy yo en primera instancia y tu en segunda ahora que has aparecido.
-Pero qué le pasa??. Tenemos monos en la cara?
-No… es que… le gusta asumir su papel de ser una puta.
-Ehhhh????. Esta chica está enferma!!!.
-Tampoco es eso. No pasa nada. En realidad, es un juego de autoestima. Mira, Ramón… todos tenemos una parte del cerebro primitiva que choca ciertamente con la moral. Para que lo entiendas ella se siente bien eliminando esa moral y dando rienda suelta a ese cerebro primitivo. Y nosotros somos esa llave.
-Pues más os valdría casaros y tener hijos que a mi me ha ido muy bien.
-A estas alturas?. Rondando la cincuentena???. Además yo ya tengo una hija de mi anterior matrimonio.
Llegaron los dos sobre las 9 de la noche.
Enrique iba vestido con unos vaqueros y una camiseta de los Guns N’Roses muy a su estilo. Y Ramón con unos chinos y una camisa blanca remangada que contrastaba con el negro de su piel. Esa mezcla del olor de ambos me volvió loca.
Yo me había puesto un vestido que resaltaba mi figura en forma de reloj de arena. Si, como podrá imaginar el lector sin sujetador y marcando bien mis tetas.
Estuvimos hablando y pasamos a las copas después del Rioja de la cena. En mi equipo de sonido sonaban U2.
No se con que excusa me levanté hacia la cocina siguiéndome Ramón pero pude advertir un signo de complicidad entrambos. Noté su aliento en mi nuca y comenzó a sobar mis tetas de forma fuerte y compulsiva.
-Joder, Ramón… necesitaba este empuje al menos… solo un poco…
-Un poco y más, Karen.
Comenzó a refrotar su polla contra mi culo y noté como se le estaba poniendo tiesa mientras mis tetas asomaban sueltas por encima de mi escote colgando como dos melones. Me atreví a meter mi mano por sus pantalones para tocar su verga ya dura como una piedra.
-Qué zorra eres, Karen… No le vas a decir a Enrique que se una a la fiesta?.
-No se, no se… a lo mejor quiero solo contigo. Le dije bajándole los pantalones y tragándome su enorme polla negra sopesando su erección.
Era una polla preciosa. Muy distinta a la de Enrique, una gran vena arrancaba de su pubis y acababa en su glande recorriendo su tronco a punto de explotar. Enrique entró en la cocina con su pollla en la mano.
-Chupa también está, putón…!!. Como mama tu ex… si pone hasta los ojos en blanco… Dijo Enrique.
Me sentía abrumada con esas dos vergas en mi boca. Ni que decir tiene estaba ya terriblemente húmeda por culpa de esos dos mis hombres. Mis dos clientes, quienes sopesaban el tamaño de sus miembros para no hacerme daño.
Entre los dos me cogieron en brazos cada uno de una pierna y me llevaron a mi habitación. Por el camino sus pollas iban de lado a lado entre sus muslos mientras mi coño iba abierto.
Me dejaron en la cama y me comenzaron a besar como dos energúmenos mientras sus grandes manos y brazos tocaban y acariciaban todo mi cuerpo. Me sentía una reina con esos dos machos uno negro y otro blanco. Tremendamente segura de ellos y orgullosa de mi y de mi cuerpo.
-Te amamos, Karen… dijo Enrique. Estamos aquí por ti…
Enrique se puso encima de mi y me penetró como siempre hacía mientras yo mamaba la negra polla de Ramón haciendo lo que podía.
-Ahora te toca a ti, Ramón. Dijo Enrique.
A lo cual Ramón sacó su polla de mi boca y se dispuso a llenarme el coño con ella.
Bufff…!. Eso me puso a 100 por hora. El pensar después de 20 años ese trozo de ébano me iba a ensartar otra vez me puso muy cachonda.
-Jódeme fuerte Ramón. La polla de Enrique la tengo ya muy vista. A ver que tal te portas en mi coño…!!!.
No hube pronunciado esta frase cuando Enrique estaba ya en mi boca moviendo su verga.
Ramón se movía sin siquiera sentir el peso de su cuerpo de gorila encima de mi. Apollaba sus manos en el colchón y tanto a izquierda como a derecha pude observar las dos negras columnas de sus brazos tensas y fuertes que soportaban su peso.
-Voy a correrme… chicos… Dame más, Ramón. Más fuerte!!!.
Enrique sacó su polla de mi boca y pudo contemplar como me iba sin remedio debajo del negro cuerpo zumbón de Ramón.
Se quedó obnubilado viendo como su novia se corría jadeando como una loca.
Ramón sacó su polla chorreando flujo. Estaba completamente empapada y brillante. Me temblaban las piernas y ambos comenzaron a acariciarme con sus vergas a tope de erección.
-Joder como me he corrido…
Miré mis pechos y tanto sus pezones como grandes aureolas estaban erectos de excitación. Me los toqué mirando a esos dos hombres me contemplaban como a una reina y me besaban todo el cuerpo de los pies a la cabeza. Uno arriba otro abajo.
Lejos de contemplarme cuando estuve ya repuesta volví a mamar sus pollas para volverlas a poner tiesas para mi. Reaccionaron enseguida en mi boca y pronto las tuve dispuestas.
Decir, que lo hice de forma mohína y vaga porque después de esa corrida me había metido los hubiese despedido a tomar por el culo. Pero me apiadé de ellos porque estaban muy salidos conmigo.
Después de ese orgasmo estaba hasta mareada y les dije…
-Venga chicos… a ver quien es el primero…
Los puse ansiosos a los dos tocando sus pijas y empezaron a meterlas en mi boca para que se corrieran cuanto antes y me dejaran en paz. Cuando chupaba una el siguiente se empezaba a masturbar en mi cara viendo como mamaba al otro. Había veces intentaban meter sus dos pijas a la vez gruñendo y compitiendo los dos pero mi boca no daba abasto con esas XXL de dos colores.
-Qué puta se ha vuelto mi ex… decía Ramón…
-Lo que tu me dejaste, cerdo… dijo Enrique.
Los apuré hasta que no pudieron más porque poco a poco observaba que esas dos pollas se estaban preparando para disparar en mi cara enseguida. Se notaba en sus rostros, jadeos y cuerpos. Estaban cada vez más duros e inmóviles y esas pollas se movían como locas en mi boca sin control alguno. Iba chupando como podía. Primero una negra, luego la blanca y de lado a lado como una ramera profesional.
-Vaya dos amantes tengo… lo que más quiero en mi vida!!!. Exclamé.
-Vamos chicos… leche de negro y blanco… colacao en mi cara!!!.
La última polla chupé fue la de Ramón o la de Enrique, ya no me acuerdo. Los dos se corrieron en mi cara bajo tres buenas descargas cada uno llenándome de sus semillas. Gemían como animales.
Se retiró primero Ramón y luego Enrique con sus miembros temblando a la vez. Los había dejado bien exprimidos y aliviados.
-Muy bien por mis chicos!!. Unos campeones. Venid aquí que os vais a quedar dormidos con vuestra mujercita…
Los abracé. Me quedé en medio y nos dormimos los tres después de haberme limpiado de sus corridas abrazados.
Eran las 12 del domingo y estos tíos seguían durmiendo. Me levanté a las 10 en ese séptimo sello de responsabilidad tenemos solo las mujeres y saltando por encima de Ramón porque estaba en el centro. Desayuné algo frugal e hice unas buenas tostadas con jamón y aceite para mis chicos.
Llegué a la habitación y me tiré encima de ellos. Se mostraron molestos pero dieron cuenta de que el sol ya les tocaba los cojones. Eso si… unos cojones bien aliviados gracias a mi..
-Hala… chicos… que os he preparado el desayuno…!
Seguro que hubiese sido más efectivo chupar sus pollas para que se despertaran antes pero… no caí en eso.
Bahhh…!. Para otro día…
Levantaron renegando y mearon. Se sentaron a la mesa para comer y les saqué las tetas diciendo…
-Ahora no queréis chupar esto ehhh…!.
Se rieron. Ramón me pidió un ibuprofeno y Enrique dijo…
-No estoy por la labor de hacer la comida del domingo, cielo…
-Ya la hago yo… No veis como los hombres sin sus mujeres no valdríais para nada????.
Efectivamente hice una paella. El cerdo de Ramón mientras la hacía se tomó 6 cervezas y Enrique 4. No había momento me lo tuviese que quitar de encima para que dejase de tocar mis tetas y yo soportando su aliento a alcohol. Eso me gustaba. Me hacía pensar era más puta todavía después del día anterior. Esa era una reacción normal en un hombre también me deseaba como el otro y vivía muy lejos de mi. Estaba ansioso y se notaba.
En cambio, Enrique estaba más calmado.
-Cómo te gustan esas tetas, ehhh Ramón?. Dijo.
Esa frase me hizo sentir una mujer compartida. Lo que no sabía era que a los hombres la resaca los ponía más cachondos todavía. Más burros y animales. Y yo ahí a merced de esos hombres y… lo que me gustaba…
Nos sentamos los tres a comer.
-Cuándo te vas, Ramón?. Le dijo Enrique.
-Mañana. Dijo conformándose.
-Lo has pasado bien?.
-Si. Gracias por todo.
Podemos montar un grupo de WhatsApp les dije.
-Por mi bien. Dijo Ramón.
-Por mi también. Dijo Enrique.
-Ya lo tengo. Lo voy a llamar los tres mosqueteros aunque en realidad eran cuatro…
-Ok. D’Artagnana…
Me eché a reír.
-Pero solo tres, ehh?. Chicos…?. Ni uno más. Que esto es solo vuestro…
-Si. De nadie más. Dijo Ramón.
Ramón se fue un poco triste. Lo besé en la cara y le dije…
-Vamos, campeón. Que te está esperando tu familia…!!!!. Cuando llegues mandas un mensaje. Ok?.
-Ok.
Allí nos quedamos ese domingo Enrique y yo pasando la tarde.
-Oye, Karen… vaya polla tiene tu amigo…
-No lo envidies que tu también calzas bien…
-Ahhh… no se. Eso tu lo tienes que decir.
-Vamos a ver que tienes ahí…
Se la chupé con fuerza y se corrió enseguida en mi boca gimiendo como un cerdo.
-Eres increíble, Karen.
-Así bien contentito mi chico. Para que nunca me deje y me quiera mucho… Vale?.
-Vale. Te quiero mucho, Karen.
-Y yo a ti, tontito. Hala… a casa a dormir que mañana hay que trabajar.
Se fue dándome un beso en la boca muy contento. Era un gran hombre. Sin duda alguna. Y… Ramón igual.
FIN SEGUNDA PARTE.
Espero os haya gustado.
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