La Consulta (capitulo 3)
Continuan las aventuras de este medico… .
– Le dejo mensaje que vendría a las 2 de la tarde – finalizo su indicación Esmeralda.
Mireya… … … me quede como estatua al oír su nombre, mi cerebro se congelo y mis piernas no se pudieron mover en lo que yo sentí que fueron horas y mis manos sostenían los sobres sin moverlos. Mi cerebro intentaba reaccionar…
– Señor ¿se encuentra bien? ¿alguna mala noticia en el correo? – pregunto Esmeralda al ver mi estado catatónico…
Como si de repente despertara parpadee rápidamente saliendo de mi estado…
– No… nada Esme, solo que recordé que dejé algo en el hospital y estaba pensando en si regresaba o no a traerlo.
– Ah Ok, la señora esta en la consulta, pero me dijo que le preparara su bolso porque parece que tiene que salir por la tarde, no se a que reunión con una amiga – termino de decirme Esmeralda y dando por zanjado el asunto se alejó por el corredor.
Yo me encontraba de pie, aun pensando, cuando sentí que mi nena Selene llego a abrazarse a mi pierna.
– Papi, ¿podemos jugar en la clínica con los rompecabezas? – yo mantenía varios juegos de mesa para entretener a los niños que venían a consulta y a veces me retrasaba en la agenda.
Como autómata solo atine a contestarle – claro mija, vayan.
Me dirigí a mi sillón favorito de mi sala, aun con las imágenes de Mireya en mi cabeza y junto a esos pensamientos mi cabeza trabajaba a mil por hora, pero a diferencia de otras ocasiones donde mis pensamientos van en un tren ordenado y con objetivos específicos, ahora se encontraban en una lucha sin tregua…
“Debo salir de la casa, e irme al hospital, no debo encontrarme con Mireya” me decía, por un lado, mientras por el otro “Por que sos tan paranoico, talvez la señora solo viene a preguntarte sobre algún medicamento que darle a la niña, ni siquiera la va a traer, ¡seguro!”
Sin darme cuenta cuanto tiempo que pase en ese debate metal, me saco de mis pensamientos un beso en la mejilla, como reaccionando de un profundo sueño, levante la vista y vi a mi preciosa esposa, menudita ella, pero con la energía que siempre la caracteriza.
– Amor, que te pasa, estabas como ido, me dijo Esmeralda que vas a regresar al hospital por algo que se te olvido.
– No, no es necesario, lo puedo ver mañana, además tengo una paciente para hoy por la tarde – las palabras salieron de mi boca sin pensar, o mejor dicho como si no hubiera sido yo el que las hubiera dicho, fue automático, y entonces comprendí que vería a la mama de Mireya hoy por la tarde… por cierto ni siquiera su nombre se.
– Ok, mi amor, yo voy con Alejandra, debemos ponernos de acuerdo con el BabyShower de Virginia, ya ves que esta a menos de 2 meses de dar a luz a su bebe. Creo que estaré de regreso alrededor de las 5 de la tarde, ¿ok?
– Ok, mi amor, diviértete – le dije plantándole un beso en su boquita.
– Ya esta listo el almuerzo señor – me dijo Esmeralda desde la puerta de la sala.
– Gracias, ¿las nenas ya comieron? – le dije.
– Si señor, ellas almuerzan temprano – me respondió Esmeralda alejándose al comedor, asumiendo que seguiría tras ella, lo cual hice levantándome del sillón.
Almorcé frugalmente, mi mente seguía en automático y muy en el fondo tenia la esperanza de que la señora Perez viniera sola o mejor aún… que no viniera del todo y me llamara por teléfono.
Dieron las 2 de la tarde, me dirigí a mi oficina/clínica, estaban las luces encendidas, mi oficina/clínica esta divida en 3 ambientes, 1 pequeño recibidor con sillas y un pequeño sillón de dos plazas, con puerta a la calle, así podía recibir a mis pacientes sin que tuvieran que entrar a la casa.
Luego 1 área de juegos donde tenía varios y resbaladeros de plástico pequeños, juguetes varios y juegos de mesa, que servía de estación de entretenimiento de los peques cuando esperaban consulta.
Al fondo estaba mi consulta, separada de los otros dos ambientes por una puerta corrediza de vidrio opaco.
En ella se encontraba mi escritorio y separada por una cortina una camilla y mi instrumental médico, un esfingomanómetro digital pediátrico, un otoscopio, y diferentes materiales médicos que utilizaba en mis consultas, una alacena con llave donde guardaba medicamentos y muestras médicas. En la esquina contraria a mi escritorio se encontraba un biombo con batas de distintos tamaños que utilizaban los pacientes antes de los exámenes físicos.
Me senté en mi escritorio y encendí mi computadora, pude ver que tenia solo 2 consultas agendadas, una a las 4 de la tarde y otra a las 5 de la tarde, la primera era la Señora Navas, que traía a control a su hijo de 3 años, había estado presentando cuadro de alergias que se habían estado controlando bien con antihistamínicos, la segunda era la Señora Gutierrez, traía a su hijo de 10 años, que había sufrido un desguince en el pie jugando con patineta, nada complicado, solo monitorear como avanza su recuperación.
Mire el reloj que tengo colgado en la parte de mi consulta, marcaba las 2 con 10 minutos, según entendí, ya debería a haber llegado la señora, pero ni sus luces, respire hondo, como cuando uno se detiene a tiempo en la acera y pasa de repente un vehículo y uno se da cuenta de que pudo haber sido arrollado por él.
Pero mi suerte no fue tan benévola, en mi caso no era un vehículo… era un cabezal de tráiler y se había montado sobre la acera y venia directamente hacia mí… y estaba tocando a la puerta en este momento…
Me levante de mi silla como impulsado por un resorte, mi corazón latía apresuradamente como un adolescente próximo a una cita.
Llegué a la puerta de la clínica y abriendo la puerta, pude ver a la Señora Perez de pie delante de ella…
– Buenas tardes doctor – me saludo con una sonrisa mas de pena que de alegría, venia con la misma ropa que llevaba en el hospital, una falda color marrón a la altura de la rodilla, zapatillas, sin medias, una blusa color beige y un suéter café, ningún cambio en su indumentaria, sin embargo si vi un cambio en su cabello y su cara, el cabello ahora lo traía arreglado, con una coleta y su cara ya no estaba tan pálida, creo que se notaba algo de rubor y los labios con un poco de carmín, en general ya no aparentaba los 30 y pico que le había calculado, talvez hasta podría jurar que tenía unos 27 años.
– Buenas tardes, Señora Perez, pase adelante – la invite a pasar, ya que parecía que venia sola y eso me calmo un poco.
Sin embargo, casi de inmediato vi aparecer a una pequeña mujercita detrás de ella, mas alta que Mireya, llenita sin ser gorda, cabello castaño igual que la señora Perez, de ojos cafés muy brillantes y enormes y una sonrisa de oreja a oreja.
– Esta es mi otra hija doctor, Josefina, saluda al doctor niña – le dijo la madre y la niña de inmediato se plantó delante de mí y me extendió la manita, la cual tome muy caballerosamente, pero en lugar del esperado saludo normal, la niña tiro de mí, y de forma automática me incline y me planto un beso en la mejilla.
Eso pues… me desubico un poco y en contra de mi voluntad creo que me sonrojé, no pude mas que devolver el beso en su tersa y pequeña mejilla.
– Hola doctor – me dijo con una vocecita preciosa y en un tono muy juguetón.
– Hola nena – le respondí, retomando mi compostura les dije – pasen adelante.
Ambas pasaron a mi de mi sala de recepción directamente a mi consulta, pude notar que Josefina se quedaba viendo al salón de juegos y luego seguía dócilmente a su madre delante de mí.
No había notado, pero la Señora Perez debía tener una bonita figura debajo de esa ropa sencilla, ya que pude notar sus glúteos al caminar, y casi de inmediato pase mi vista a Josefina que venia con un vestidito de color azul que le llegaba arriba de las rodillas y suéter celeste, su cabello era mas corto que el de su hermana, pude entonces notar sus piernitas, mas llenitas y siempre blanquitas igual que su madre, de repente note que ella volteo a penas a verme y pudo notar que la estaba observando, y podría jurar que se sonrió.
– Siéntese señora Perez, y cuénteme en que le puedo ayudar – le dije ofreciéndoles las sillas frente a mi escritorio de la consulta.
– Por favor llámeme, Luisa – me dijo – vengo con una pena doctor, se recordará que Mireya nos comento como fue que se enfermó.
– Claro – le dije, recordando claramente que la cómplice de juegos de Mireya con la escoba era una tal Josefina que ahora estaba conociendo.
– Pues Josefina dice que tiene molestias también y no quisiera que pasara por lo mismo que Mireya – me dijo Luisa bajando la mirada en un ademan de vergüenza.
A todo esto, Josefina no dejaba de mover sus piernitas que le quedaban en el aire en la silla que se encontraba y sus ojos estaban fijos en mí.
– Entiendo – le dije, – dime Josefina ¿Qué molestias tienes? – le pregunté.
– Pues me duele mi estomago – me dijo simplemente la nena, que no podía ocultar una sonrisa que me pareció muy adorable y que no parecía que realmente estuviera sufriendo de algún dolor.
– Entiendo – le dije – bueno, si usted gusta Luisa, podemos examinar a la nena.
– Eso quisiera doctor, pero antes le quisiera comentar que no sé cuánto cobra usted aquí por consulta – me indico Luisa bastante apenada, ya que no creo que haya imaginado mi consulta de este tipo y creo que rápidamente se hizo a la idea que no era un consultorio barato.
– Bueno, mi consulta tiene un costo de xxxx.xx – le dije de forma natural.
– Oh, Doctor, lamento haberlo molestado, pero no creo que tenga esa cantidad, mejor se la llevo mañana al hospital… – dijo la madre haciendo el ademan de levantarse.
Josefina entendida al respecto cambio su rostro alegre por uno de tristeza por lo que de inmediato levante mi mano y le dije.
– Bueno no se preocupe, ya veremos como solucionamos el pago mas adelante, lo importante aquí es ver que le pasa a la nena. – le dije tranquilamente, y aunque ustedes no lo crean, no había un doble interés en este ofrecimiento, no era la primera vez que trabajaba ad honorem en casos como el de Luisa Perez.
– ¿En serio doctor?, muchas gracias, veré realmente como puedo pagarle – me dijo soltando un suspiro y tomando nuevamente asiento.
– De acuerdo, por favor lleve a la nena detrás de ese bimbo y le quita su ropita, ahí encontrara unas batitas y luego la trae a la camilla para hacerle una revisión.
Luisa tomo de la mano a Josefina y la llevo detrás del biombo, mientras yo preparaba mi instrumental médico.
En un minuto salió con la nena de la mano, se miraba preciosa con su pelito suelto y su carita alegre.
Tomándola de los sobacos, Luisa subió a la nena en la camilla y la sentó.
– Ok, veamos, que tenemos por aquí – dije cordialmente y le abrí la batita, dejando ver su cuerpito desnudo…
En todos mis años de pediatra, nunca había tenido mas pensamientos que los profesionales en este tipo de exámenes, pero ahora no se porque me encontraba nervioso, y estaba viendo con otros ojos ese cuerpito hermoso, su pechito plano, su barriguita, sus piernitas y principalmente su lampiño monte de venus.
Le realice una oscultacion para oír su corazón, le tome la presión y la temperatura, todo normal, le revise el interior de su boquita y sus oídos, todo normal.
– Ok, Josefina recuéstate en la camilla – le indique, la madre se coloco al otro lado de la camilla ayudando a la nena a recostarse.
En esa posición pude tener una visión completa de ese hermoso cuerpito, me di cuenta de que algo había cambiado en mí, ya no podía ver a la nena como una paciente, podía ahora notar sus formas, sus piernitas torneadas, y principalmente su lampiña vaginita.
Con mucha calma, realice las palpaciones del estomago y de sus intestinos, y verdaderamente no note absolutamente nada malo, lo cual me intrigaba, ya que si presentaba los síntomas de Mireya debería tener su intestino duro o su estómago distendido.
– Ok, nena, dime donde te duele – le pregunte para que me señala el lugar específico y así concentrar mis esfuerzos para diagnosticar su problema.
– La verdad me duele allá abajo – me dijo.
– ¿abajo por dónde? – le volví a preguntar.
La nena llevando su manita hacia abajo y abriendo sus piernitas me señalo su vagina.
– ¿te duele tu momita? – le pregunto la madre.
– ¡No!, mas abajo en mi anito – repitió la nena.
– ¿No será que tiene algo también ahí igual que Mireya doctor? – me indico la mama.
– Es posible, tendré que revisar – le dije a la mama, a lo cual ella asintió.
Busque unos guantes de látex y me los coloque, así también busque el gel.
De repente sonó un teléfono móvil, sabía que no era el mío por el tono, Luisa brinco asustada y corrió a su bolsa que se encontraba en la silla, saco el teléfono y contesto.
– Hola… aja … no… no estoy ahorita en casa … estoy en la consulta del doctor… pero no puedo ir por ella ahorita… ¿no puede dejarlo para mañana?… ok, esta bien… esta bien… deme unos 30 minutos y estoy por ahí… gracias…
– Doctor, que pena, tengo una emergencia, una cliente llegara por unos vestidos que le repare, pero sale de viaje y no puede llegar mañana y tengo que regresar a mi casa para entregarle el trabajo.
– Pues de acuerdo no se preocupe, pueden venir mañana o llevar a la nena al hospital mañana – le dije tranquilamente.
– Pues la verdad doctor se me complica mañana, vera perdí casi todo el día, en la mañana con Mireya y ahorita con Josefina… yo calculo que no demorare mas de unas 2 horas, ¿podría regresar más tarde?
– Oh, lo lamento, pero ya tengo citas para las 4 y para las 5 de hoy – le indique señalando mi reloj.
– Y bueno… doctor, ya la nena esta lista para su revisión, se que seria mucha molestia, pero y ¿si termina con la revisión y yo regreso por ella en un par de horas?
– ¿Te quedas con el doctor mija? – le pregunto a la nena sin esperar mi respuesta.
– Si, no hay problema – dijo Josefina cruzando sus bracitos detrás de su cabecita a modo de almohada.
– Bueno, si usted así lo desea – le dije tragando saliva.
– Muchas gracias doctor, es usted un santo, yo regreso lo más pronto posible – dijo Luisa tomando su bolsa y saliendo como una exhalación de la consulta y pude oír cuando cerraba la puerta de la calle, de todas maneras, salí a revisar que la hubiera cerrado bien.
Luego, por instinto, sin pensarlo, pase a la puerta que comunicaba con mi casa, y verifique que la puerta estuviera cerrada de este lado, las llaves solo mi esposa y yo las teníamos.
Con el corazón en palpitando a mil por hora retorne a mi consulta, y Josefina aun se encontraba recostada en la camilla, al verme entrar me sonrió.
– ¿Ya se fue mi mama? – me pregunto.
– Si nena ya se fue, ¿continuamos? – le dije.
– Si claro – me dijo, y sin yo pedirlo ella levanto sus piernitas y las abrió en compas, dejándome ver claramente su vaginita lampiña, rosadita y parte de su anito.
De inmediato un choque eléctrico sacudió mi espina dorsal, reaccionando mi pene al inicio de una erección.
Me senté en un banquito teniendo a Josefina abierta de piernas de frente a mí.
– Ok, nena voy a palpar tu culito para evaluar si tienes algún problema por ahí, ¿ok?
– Ok – me respondió de los más natural.
– De acuerdo, para poder realizar la revisión necesito que alces tus piernitas hacia tu estómago, puedes apoyarte jalándolas con tus bracitos, ¿ok?
– Ok – respondió y realizando el movimiento solicitado, jalo con sus bracitos las rodillas y con ese movimiento su anito quedo totalmente expuesto a mí.
Tenia a unos centímetros de mi cara su culito, pude notar su anito rosadito, y por los pliegues pude notar con obviedad que el anito ya no era “virgen”, de plano por los juegos con las escobas.
Inicié acariciando el anito con mis dedos, e hice presión un poco para ver si estaba tan dilatado como lo tenía Mireya.
– Mireya me dijo que le tuvo que meter un aparato para revisarla, si quiere me lo mete a mí también – me dijo la nena, sacándome de mi embelesamiento.
Entonces… comprendí todo… la nena era la hermana mayor, ergo, era la que llevaba la voz cantante con el juego de las escobas, pero Mireya le debió contar su experiencia en el hospital y creo que la nena quería también sentir el mismo proceso… eso implica que Mireya le dijo que le… gusto.
– De acuerdo – le respondí, en automático otra vez, ¿Por qué no salí de ahí corriendo? ¿Por qué no la evidencie con su plan? ¿Por qué no tome control de mis acciones? Y principalmente, ¿Por qué mientras me preguntaba todo eso, ya tenia mi dedo medio introducido en el ano de Josefina?
Yo mismo me asombre, tenia mi dedo medio introducido hasta la raíz, y estaba sacándolo hasta la mitad y volviendo a introducir.
– ¿Te duele? – le pregunte.
– No, se siente bien, pero ese es su dedo, Mireya me dijo que le metió un aparato más grande.
– Ok, pero debo primero ver que tanto puedes soportar sin que te duela – le respondí.
– Ah, bueno… pues yo ya pude meterme 3 dedos míos – me dijo en forma jactanciosa.
– Ok, veamos entonces – le dije y procedí a introducir mi dedo índice junto con el medio, los cuales resbalaron sin problemas, y continúe realizando el pistoneo en el culito de Josefina.
Mantuve ese movimiento de entrada y salida por al menos unos 2 a 3 minutos.
– Ufff, se siente rico… pero aun he visto el aparato que dijo Mireya. – dijo Josefina, su cara acusaba un placer que por lo visto no era primera ves que sentía, esta nena ya se había masturbado analmente, pude ver que entornaba sus ojitos y tenia medio abierta su boquita.
Seguí pistoneando, mi verga ya se encontraba a tope y me molestaba el bóxer. Seguí pistoneando mis dedos en el culito de Josefina mientras que con mi otra mano sostenía una de las piernitas de Josefina.
– Y entonces ¿no me va a meter el aparato? – me dijo Josefina abriendo sus ojos hermosos y su carita toda colorada.
– Veras nena – le dije tranquilamente – el aparato que le metí a Mireya solo lo tengo en el hospital, y es de plástico, creo que te podría hacer daño, pero tengo otro aparato mas adecuado y que no es de plástico, ¿quisieras que te lo metiera?
– Oh, ¿pero ese no se lo metiste a Mireya? ¿Yo sería la primera en probarlo? Siiii por favor…. – me dijo la nena casi brincando de alegría.
Ya no había vuelta atrás… me levante del banquillo y saque mis dedos del culito de Josefina, me quite los guantes de látex y me desabroche el cinturón de inmediato mis pantalones cayeron al suelo, luego les siguieron mis boxers, dejando mi erección libre y palpitante, coloque una pequeña grada que utilizó para alcanzar lugares altos o cambiar una bombilla, con la cual mi cintura y entrepierna quedaron justo a la altura de la camilla y por consiguiente del culito de Josefina.
Volví a introducir mis dedos ahora desnudos en el culito lubricado de Josefina, ella acuso el ingreso con un pequeño pugidito y que continúo acompasado con el entra y sale de mis dedos.
– De acuerdo, voy a meterte mi aparato, ¿lista? – le dije a la nena que tenia cerrados sus ojitos disfrutando de mis dedos en su ano.
– Siii dele doctor por favor – me dijo casi en un suspiro.
Tomé mi verga, la cual palpitaba de lo dura que estaba, y sacando mis dedos del anito, procedí a apuntar con mi glande el ano dilatado de Josefina.
Empuje…
Y empuje…
Y poco a poco mi glande fue desapareciendo en ese pequeño anito, las sensaciones que experimentaba eran únicas, el sexo anal con mi esposa siempre me había parecido lo mejor que me había pasado sexualmente, pero este momento lo superaba por creces, levanté la vista y pude ver que Josefina tenia sus ojitos bien abiertos, creo que se sorprendió un poco el verme de pie y creo que de inmediato se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
– Doctor su aparato ¿es… su … pene? – pregunto con su vocecita apenas perceptible.
– Si nena, es el mejor aparato para estas revisiones – le decía mientras le hundía centímetro a centímetro mi verga en su culito.
Pude ver en su expresión que estaba acusando el ingreso del intruso de carne, pero lejos de asustarse o llorar, solo pude ver en su expresión un arrobo de placer, y por lo estrecho de su recto también podría apostar que solo objetos estuvieron antes que yo en este pequeño receptáculo.
Cuando tuve casi toda mi verga dentro, inicie la retirada y luego el reingreso, iniciando un pistoneo suave, tranquilo.
– ¿Te gusta mi aparato nena? – le pregunte.
– Siiii. Esta ricoooo, – atino a decir la depravada ninfa,
– Bueno, pues no debes llamarlo mas como aparato, su nombre cuando esta haciendo esto es “verga”, de acuerdo.
– Si doctor, su apara… perdón su verga está haciéndome muy rico en mi culitooooo – atino a decir.
Mientras seguía yo con mis pistoneos, sujetando con mis manos sus estrechas caderitas, cuando de repente sentí contracciones en su cuerpito. ¿estaba teniendo un orgasmo? ¿tan pequeña?
– Ahh, aaaahhha, doctor, siento que algo me esta sacudiendo por dentro… hagg, hagggg. – atino a decir.
Pues es seguro que sí, ya que se puso toda aguadita, y soltó sus bracitos, cayendo sus piernitas a los lados y yo entre ellas.
Yo aun no me había venido, mire el reloj de mi consulta y vi que rea las 3:15, wow, todo lo que había pasado en menos de 2 horas, entre a esta consulta como un pediatra renombrado e integro y ahora soy un pedófilo que tiene ensartada a una niña de… ¿Cuántos años tiene tiene esta niña?…
– Josefina… ¿Qué edad tienes nena? – me limite a preguntarle.
Ella medio abriendo los ojitos, como adormilada, me dijo casi susurrando… – tengo 9.
Ok, recapitulando, un pedófilo que tiene ensartada a una niña de 9 años por el culo.
Bueno, en fin, ya esta la daga en el cuerpo, enterrémosla hasta la empuñadura entonces…
– Te sientes bien Josefina – le pregunte, sin sacar mi verga de su anito, el cual podía fácilmente sentir pulsando alrededor de mi tronco.
– Siii, que rico se sintió, ¿aun siento su apa… perdón su verga en mi doctor, ¿Por qué?
– Bueno mi niña, resulta que eso que sentiste rico se llama ORGASMO, y lo sientes tanto tu como yo, pero el mío aun no ha llegado – le respondí como un profesor dando una clase de primaria.
– Oh y ¿le puedo ayudar a que lo sienta doctor? – me pregunto inocentemente.
– Claro mi niña, voy a sacar en este momento mi verga y te vas a parar en la camilla, ok, luego me subiré yo a la camilla y tu te sentaras en mi verga nuevamente y vas a meter y sacarla de tu culito hasta que yo te diga, ¿de acuerdo?
– ¡Si! – me respondió la nena alegremente como si de un juego se tratara.
Despacio saque mi verga de su culito, estaba aun bastante lubricada por todo el gel que le había puesto, extrañamente no vi que estuviera manchada de heces algún rastro de materia del intestino.
Ayude a la nena a ponerse de pie en la camilla, sus piernitas temblaban un poco, lo cual no me extrañaba ya que acaba de experimentar un potente orgasmo.
Me recosté en la camilla y mi mástil quedo apuntando hacia arriba, la nena puso sus piernas una a cada lado de mi cuerpo, luego se fue agachando poco a poco, era lo más excitante que había sentido, cuando llego su culito a la altura de mi verga, esta resbalo por sus nalguitas, y antes de que yo pudiera agarrar mi verga, lo hizo Josefina con sus manitas… era la primera ves que una niña de 9 años tocaba mi miembro.
Luego apoyo su cabecita en mi pecho y con sus manitas guio mi tolete hasta su anito, y procedo a sentarse solita, lo hizo en un movimiento preciso, sin contemplaciones, se ensarto en mi verga y luego apoyando sus manitas en mi pecho empezó a realizar las sentadillas solicitadas.
Podía sentir como penetraba ese culito, y podía ver las expresiones de Josefina, tenia sus ojitos cerrados y su boquita medio abierta, pujaba quedito y entre cada pugidito decía por lo bajito – sí, sí, uf, si, uf, uf.
Perdí la noción del tiempo y en un momento dado, la nena abrió sus ojitos de par en par y se topo con los míos, y me dijo – doctor… siento otra ves que algo se sacudeeee por dentro…
En ese momento sentí como su anito comenzó a pulsar y eso fue el detonante para mí, ya que sentí las pulsaciones del anito de Josefina como una chispa que provocó la explosión de mi interior que se proyecto en 7 chorros de semen que salieron disparados hacia el intestino de la nena.
Josefina acuso mi venida, y me dijo – doctor… siento que su verga pulsa y siento algo caliente dentro de mi culito…- decía eso mientras se recostaba su cabecita apenas me llegaba a mi pecho.
– Si mi nena, no te preocupes, ese es mi Orgasmo y lo que sientes adentro es mi semen, que es como una lechita que te mostrare otro día, ¿sí? – le respondí acariciando su cabecita con una de mis manos, mientras que con la otra acariciaba su cuerpito, su espaldita y sus nalguitas, podía sentir como mi verga poco a poco perdía fuerza.
Cuando ambos sentimos que mi verga desalojaba su culito, nos movimos despacio, la nena se puso de pie y yo me deslice de la camilla.
– uyyy, creo que me estoy haciendo del dos… – exclamo la nena, pero la verdad era que de su anito estaban brotando los lechazos que le acababa de echar dentro.
– No nena, no es del dos, es mi lechita que te había dicho, vez, es blanquita – le dije tomando un poco de lo que escurría de su culito por sus piernas y le mostré.
– A ver déjame limpiarte bien, solo me vestiré – le dije tomando mi pantalón y boxers y vistiéndome prontamente, la nena se mantenía de pie en la camilla y con su manita recogía mi semen para evitar que siguiera derramándose.
Tome un mayordomo de papel que mantengo en la clínica para limpiar los desaguisados de algunos pacientes y procedí a limpiar completamente las piernitas y culito de Josefina, que contestaba con risitas cuando le manipulaba su culito, utilice también unas toallitas húmedas que también mantengo en la clínica y la nena quedo completamente limpiecita.
– Bueno, ahora vete a vestir que tu madre no tardara en venir – le ordene bajándola de la camilla y dirigiéndola al biombo, mire el reloj y eran las 3:55.
La nena fue brincando hasta el biombo, y mientras se vestía, le pregunte.
– Entonces Josefina, ¿no te dolía nada verdad? – le dispare a quemarropa.
Del biombo vi asomar una cabecita y detrás unos ojitos grandes y vivarachos seguidos de una sonrisa pícara…
– No, la verdad no me dolía nada, pero Mireya me dijo que le había gustado mucho lo que le hizo en el hospital y que había sido mejor que los juegos con escobas y zanahorias que hacíamos nosotras, entonces yo quería saber que era eso y por eso le dije a mi mami que también me dolía.
– Bueno, y ahora que piensas – le dije mientras la veía venir hacia mi con su vestidito azul y sus calcetitas blancas y zapatitos negros y sentándose en la silla delante de mí.
– Pues que fue muy rico, y no aguanto las ganas de contarle a Mireya. – me dijo como si de un juego se tratara.
– Bueno ya veremos eso – le dije mas relajado, la verdad esa venida en su culito me había dejado tremendamente relajado.
– Ahora tendrás que irte a jugar a la sala de juegos mientras viene tu mami, ¿ok?
– ¡Si claro! – me respondió poniéndose de pie.
– Si quieres puedes venir a jugar con nosotras – dijo una vocecita conocida en la puerta de mi consulta, la cual no había cerrado ya que me asegure que la puerta de la casa y de la calle estuvieran cerradas…
Continuara…
Buen relato porqui ,ojalá sigas escribiendo seguido y también nos deleites con la continuación de la dulce viky ,un beso.
Imagina cómo caminará esa reinita con el ojete bien lecheado. Me gusta rodo el morbo en la consulta de ese doctor pdófilo, buenísimo.