La mamá de mi amigo en un burdel.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por blackbird.
Como habrán leído en el título, les contaré cómo encontré a la mamá de un amigo en un burdel.
Pero antes de empezar con la historia, me es importante darles algunos detalles para que entren en contexto.
Como sabrán yo soy de Lima y, aparte de trabajar, me encuentro estudiando en una universidad conocida en mi cuidad.
En un salón de clases conocí a Angelo, un chico un par de años mayor que yo.
Mientras el ciclo avanzaba fui conociéndolo mejor, él es una persona bastante tranquila, no es de salir a muchas fiestas, trabaja y estudia como yo y se esfuerza mucho para sacar buenas calificaciones.
En ese curso formamos grupo con dos personas más para la entrega de ciertas tareas y trabajos en equipo, cosa que ayudó a llevarnos bien los cuatro.
Por los trabajos en grupo que teníamos que enviar al profesor, había ocasiones en que los cuatro nos juntábamos para hacer los trabajos mejor en la universidad o en alguna casa de alguno de nosotros.
Por este motivo, fui a la casa de Angelo en unas cuantas ocasiones.
Me percaté que viene de una familia humilde, tiene un hermano menor que aún no termina el colegio, sus padres trabajan duro para mantener los gastos de la casa y la educación de sus hijos.
Supuse que Angelo trabajaba para ayudarlos, ya que sus padres no tienen ningún estudio superior, dato que fue comprobado al preguntarle a qué se dedicaban sus padres.
Su papá trabaja en una fábrica de productos lácteos, conocida en Perú, y una de sus principales funciones es de llevar, en un camión, bastantes productos de la marca a distintos puntos.
En cambio, su madre trabaja en una lavandería.
En las veces que estuve en la casa de Angelo conocí a su mamá, Olga, una mujer de unos cuarenta y tantos años.
Era algo robusta, no muy alta y no tan agraciada.
Siempre andaba con ropa suelta en su casa, pero eso no fue impedimento para notar que la señora Olga tiene atributos grandes.
Sus pechos y trasero son grandes y redondos, pero no tan decaídos, tal vez debido a su ligero sobrepeso y a su edad.
Una noche de sábado me encontraba muy aburrido y sin planes.
Hablando por celular con Gerardo, un compañero del trabajo, quedamos en ir a un burdel, prostíbulo, puticlub o como se llame en tu país, a divertirnos con unas chicas de allí y de paso a beber unas cervezas.
Unas horas más tarde me encontré con Gerardo a fuera del lugar.
Entramos en el local y el lugar estaba lleno de hombres y de mujerzuelas.
Había muchas chicas hermosas, de distintas edades, tamaños y nacionalidades.
Nos percatamos que había un gran número de mujeres venezolanas y eso era obvio, actualmente mi país está recibiendo muchos venezolanos que huyen de su país para tener un mejor futuro.
Al igual que las colombianas, las venezolanas son muy hermosas, dueñas de un increíble cuerpo y de un acento que derriten a muchos de nosotros.
Gerardo y yo fuimos a tomar un par de cervezas, como para calentar motores y para conversar un poco.
Mientras estábamos sentados, bebiendo, estuvimos viendo a las chicas del local, Gerardo se interesó en una de ellas, una joven blanca y alta de cabello negro con un cuerpo impresionante y de cara era hermosa.
Él se acercó a la chica y ella se lo llevó al segundo piso del local.
Al terminar mi cerveza caminé un poco en el lugar, algunas de las chicas me llamaban deseosas de tener clientes para ganar dinero.
Durante mi paseo por el lugar, vi a un hombre alto y robusto que bajaba del segundo piso con una mujer.
Me acerqué un poco para ver mejor a la mujer y al verla me quedé congelado, esa mujer, algo mayor, era idéntica a la mamá de Angelo.
Por unos segundos quedé como bobo viéndola, cada vez más seguro que esa mujer era Olga.
Ella vestía unos tacones sexys, ropa muy ajustada y diminuta, típico de una puta, y tenía mucho maquillaje lo que le favorecía bastante.
De pronto sentí vergüenza porque no quería que me viera, ya que no quería que pensara mal de mí.
Sin embargo, ella sintió mi mirada y mientras caminaba por el lugar me miró.
Por suerte su mirada fue como cualquier otra, sin estímulo.
Su cara no mostró sorpresa ni nada parecido a lo que me llevó a creer que ella no me había reconocido y, pensándolo mejor, era fácil creer eso ya que solo la había visto un par de veces en la casa de Angelo.
Más confiado, por tener la certeza de que no me había reconocido, pensé en que era mi oportunidad de cogerme a la mamá de mi amigo.
No consideraba a Angelo como amigo, solo como compañero de clases, lo que me llevó a no sentir culpa por lo que estaba por hacer.
La oportunidad de cumplir una fantasía me cayó del cielo y estaba dispuesto a convertirlo en realidad.
Me acerqué a Olga y ella se presentó coquetamente como Camila.
Pagué por adelantado y me llevó a una habitación.
Me senté en la cama mientras Olga cerraba la puerta con seguro, para luego desnudarse para mí.
Sus enormes pechos fue lo primero que estuvo al descubierto y se los tocaba de manera morbosa para excitarme.
Cuando terminó de desnudarse, sin quitarse los tacones, me bajé los pantalones para mostrarle mi tremenda erección.
Sin dudarlo, la mamá de mi amigo se puso de rodillas para chuparme la pieza y vaya que lo hacía bien.
Subía y bajaba y estuvo con una cara de puta ninfómana todo el tiempo.
Chupaba haciendo ruidos cosa que aumentó mi placer.
Me pregunté si su marido sabe lo que hace su esposa en las noches.
El hecho de pensar que la mamá de Angelo me lo estaba chupando me excitaba mucho a tal punto de decirle que se detenga porque no quería terminar antes.
Obediente, Olga, se detuvo pero dio un besito en mi glande.
-¿Ahora qué quieres hacer, cariño?- Me preguntó con una sonrisa pícara.
Le dije que se acueste en la cama boca arriba, mi intención era verla mientras la penetraba, oh si, quería ver.
Sin perder tiempo Olga se acostó en la cama con las piernas abiertas, con sus dedos se tocó su vagina como si fuese una invitación para entrar en su cueva del placer.
Me puse el condón y rápidamente me coloqué entre sus piernas.
Estaba excitado, a punto de vivir una fantasía que muchos tienen y pocos lo realizan.
Puse mi pene en la entrada de su vagina y se la metí de golpe, lo que hiso que soltara un fuerte gemido.
Por un momento pensé que iba a quejarse, pero no sucedió.
Nos acomodamos para comenzar la faena con el misionero ya que quería verle la cara mientras me la follaba.
Me estaba cogiendo a la madre de mi amigo y no quería perderme ningún detalle.
Me la cogí con muchas ganas.
Me encantaba ver las expresiones de placer de Olga mientras me la cachaba.
Sus enormes tetas rebotaban debido a mis rápidas y fuertes embestidas.
Ella gemía mucho, como si le estuviera dando la cogida de su vida, pero sabía que eran gemidos falsos, típico de prostitutas, ya que solo está cumpliendo con su trabajo.
Ese detalle no me importó en lo más mínimo, solo buscaba mi placer, el placer de estar penetrando a madre de Angelo.
Mientras me la cogía, ella, decía cosas como: “Que rico, papi”, “Cáchame más, amor”, “Ay, que rico”, todo con la misión de calentarme aún más.
Mis movimientos eran fuertes y rápidos, estaba como un loco y en mi cabeza solo la tenía a ella.
Sentí que iba a eyacular, así que me detuve, y puse presión en mi pene para no dejar salir mi leche.
Me costó contenerlo.
Me mantuve quieto unos momentos, ya que sentía que si me movía, se me iba a escapar la leche.
Luego de calmarme un poco, le dije a Olga que se ponga de perrito y así lo hiso.
Se puso en pose ante mí, arqueó bastante la espalda y levanto mucho su culo.
La vista era espectacular.
Lentamente fui entrando en su interior, coloqué mis manos en ambos lados de su culo para dar inicio al mete-y-saca.
Poco a poco fui subiendo la velocidad de mis embestidas, ella me decía cosas morbosas y yo me animé a decirle cosas como: “Que rica estas, puta”, “Eres una zorra” y toda clase de cosas sucias que se me ocurrió en ese momento.
Sus gemidos y el sonido de nuestros cuerpos chocándose fueron lo único que se oyó en la habitación.
Estaba en la gloria, me estaba cachando a la mamá de un amigo y eso me encantaba.
Llegó el momento del climax y solté toda mi leche.
Eyaculé bastante, por lo que puse sentir.
Me quedé quieto en mi lugar mientras controlaba mi respiración agitada.
Con mis manos le abrí las nalgas para quedar expuesta la entrada de su ano.
Me morí de ganas de romperle el culo pero, mi pene ya no daba más, necesitaba un descanso.
Olga salió de pose y se bajó de la cama.
-Eso tiene otro precio, corazón.
–dijo ella.
Al bajar del segundo piso, encontré a Gerardo que me estaba esperando.
Salimos del local y dimos una larga caminata por las calles.
Él me contaba con lujo y detalles sobre su cogida con la flaca que escogió.
Mientras me hablaba, dejé de escucharlo y pensé que ése culo, el de Olga, tenía que ser mío.
Me propuse como meta volver al lugar para volver a cacharme a la mamá de Angelo y me dio la curiosidad de saber qué cara pondría y cuál sería su reacción al decirle que yo conozco a su hijo.
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