La mamá de mi amigo es prostituta (2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por blackbird.
Pasaron muchos días luego de mi encuentro con Olga, la madre de Angelo, mi compañero de la universidad.
No podía quitarme a Olga de la cabeza, aún no creía que me había cogido a la madre de un amigo.
Recordar sus tremendas tetas y su culo de infarto me causaba erecciones.
Le dediqué muchas pajas a esa mujer, sin embargo, me pregunté por el motivo por el cual ella trabaja de prostituta, ya que es casada, tiene 2 hijos y tiene un trabajo seguro en una lavandería.
¿Deudas o porque simplemente quiere más dinero para mayores comodidades?
Se acercaba el final del ciclo en la universidad, eso quiere decir que se venían los exámenes y presentaciones de trabajos finales.
Como Angelo era parte de mi grupo nos dijo, a mí y al resto del grupo, que vayamos a su casa para terminar nuestro trabajo final, ya que andábamos algo atrasados.
Todos aceptaron así que no tuve más remedio que aceptar.
Sentí un poco de nervios, no lo voy a negar, ya que al estar en la casa de Angelo existía la posibilidad de encontrarme con su madre.
Encontrarme con ella me haría no saber qué cara poner o cómo comportarme si ella estuviera presente, pero recordar que Olga no me reconoció en el burdel me ayudó a calmarme.
Llegó el día de nuestra reunión en la casa de Angelo, eran más de las 8pm y aprovechamos en comer algo mientras avanzábamos el trabajo en nuestras laptops.
Al poco rato llegó Olga a la casa, estaba con ropa simple y sin maquillaje.
Vaya que se venía distinta, pero sus atributos eran notorios.
Caminó por la sala, que es el lugar dónde estábamos, saludó a los presentes y al pasar por mi lado me miró por unos segundos.
Mi corazón dio un salto.
¿Acaso me reconoció? Siguió caminando hasta llegar a las escaleras que llevan al siguiente piso.
Pasaron las horas y por fin terminamos el trabajo.
Luego de una corta conversación nos alistamos para irnos de la casa.
Angelo nos acompañó hasta la puerta de su casa y al despedirme de él, vi a su madre en la sala recogiendo los vasos sucios y como respuesta a mi mirada, ella me miró fijamente.
Pasaron las últimas semanas y el ciclo llegó a su fin.
Aprobamos el curso con alta nota y nos tocó disfrutar las pequeñas vacaciones de fin de ciclo.
Un día en Facebook vi publicaciones de Angelo, él había aprovechado los días libres para irse de viaje con su enamorada.
Él no se encontraba en su casa y eso me dio la loca idea que era ir a visitar a su madre, ya que tenía una fuerte curiosidad por saber qué es lo que ella haría al verme a solas.
Sin embargo, no pude pasar por alto que mi idea era arriesgada, ya que por el trabajo de Olga en la lavandería, ella estaría en su casa a partir de la noche y eso me obliga a solo ir a esas horas.
Seguramente estaría su menor hijo, un escolar, y tal vez su marido porque él es camionero y lleva productos a provincia, eso hace que no regrese a casa en 1 o 2 días.
¿Pero qué tal si él estaba en su casa?
Al día siguiente junté valor y decidí en ir a su casa, pedí que la suerte me acompañe.
En el camino me puse a pensar sobre todas las posibles reacciones de Olga y también sobre excusas de mi visita, quería estar preparado ante cualquier situación.
Llegué a su casa y llamé a su puerta, luego de unos segundos abrió ella.
Al verme, Olga se sobre-saltó un poco, no tenía dudas de que me había reconocido.
Le pregunté si se encontraba Angelo y ella respondió un tanto fría que no.
Pensé en que no me quedaba de otra que arriesgarme, así que le dije todo lo que se me ocurrió en ese momento.
-¿Nos conocemos, verdad? – pregunté.
-No lo creo.
– respondió con seriedad.
-Pues sí lo creo, te conocí en ese burdel.
– le dije con seguridad.
Olga abrió los ojos y se puso pálida, titubeó y continuó.
-No sé de qué me hablas – habló con nervios e intentó cerrar la puerta, sin embargo, puse el pie para que no logre cerrarla.
-Sé que eres esa mujer, no juegues conmigo, Camila (su nombre de puta).
Olga se quedó muda unos segundos, miró hacia atrás como verificando que no hubiera nadie más con nosotros.
-¿Qué es lo que quieres? – preguntó
-Conversar contigo, ¿puedo pasar?
-Está bien, pero en silencio.
– respondió ella luego de una pausa.
Nos sentamos en el sofá de su sala y noté que no había ruido, así que quise aumentar mi apuesta.
-Ya, ahora dime lo que quieres.
-Ya te dije que quiero conversar contigo.
– dije con tranquilidad.
-No juegues conmigo, muchacho, que no estoy para juegos.
-Te gusta ir sin rodeos, que bueno, porque eso facilita las cosas.
¿Qué es lo que crees que busco de ti?
-¿Te has vuelto loco? – alzó la voz luego de unos segundos de silencio.
-No, para nada.
Quiero volver a tenerte, sabes.
Esa noche la pasé muy bien contigo.
-Bueno, solo estoy disponible los fines de semana, así que te puedes ir.
-No me estas entendiendo, mujer.
Quiero que seas mía si quieres mi silencio.
Estoy seguro que tu familia no sabe lo que haces a escondidas y menos tus vecinos.
-No, por favor, no digas nada, te lo pido.
– me rogó.
Me sorprendió el cambio de actitud de Olga, ya no estaba a la defensiva y la tenía donde la quería.
-Tranquila, solo pido tenerte cuando quiera y podrás seguir trabajando en ese burdel sin problemas.
Míralo de esta forma; que yo sepa las mujeres como tu pagan un porcentaje de su ganancia en ese cuarto que les dan para que puedan trabajar, esto viene a ser lo mismo.
-¿Sabes que te voy a odiar por esto, verdad?
-No exageres, Olga.
Engañas a tu marido con muchos hombres desconocidos.
¿Qué puede significar un tipo más como yo?
Olga se sirvió un vaso de agua y se quedó pensativa unos minutos.
Me sentía victorioso, había dicho lo que quería y ella dudaba, dudaba mucho.
Los minutos se hicieron eternos, pude sentir la tensión en el aire hasta que por fin habló.
Ella repasó los puntos de mi oferta como si los estuviera analizando sin perder ningún detalle a lo que le dije.
-Te prometo total discreción y no te molestaré mucho por semana ya que yo también ando ocupado.
– le dije para convencerla.
Olga estuvo pensativa un rato más, tal vez quería encontrar una manera para voltear la situación, sin embargo, no la halló.
Aceptó mi oferta y me hiso prometer que cumpliría con mi palabra.
Estaba alegre, lo había conseguido, así que le dije muchas cosas más para que no cambiara de opinión.
Luego, noté a Olga un poco más tranquila y me hizo volver a prometer que no diría ninguna palabra.
-Bueno, ¿Empezamos? – le pregunté.
-¿Qué dices, ahora? – se sorprendió.
–Mi hijo está en el segundo piso.
-No haremos ruido y te prometo que será rápido, amor.
Olga subió al segundo piso para ver a su menor hijo y en poco tiempo regresó.
Me dijo que su hijo estaba viendo TV y, Olga, me llevó a una habitación del primer piso.
La habitación era pequeña, pero tenía lo que más necesitaba; una cama.
Ella cerró la puerta con seguro y caminó hasta el centro del cuarto.
La abracé por atrás y le repartí besitos en su cuello.
Subí ambas manos hasta sus deliciosos senos y acerqué mi cuerpo contra el suyo, ya que quería que Olga sintiera mi erección.
Seguí masajeando esas enormes bolsas de carne y le dije que se desnudara.
Ella obedeció.
En pocos segundos estaba desnuda para mí, su cuerpo se veía tan rico como esa noche.
Mi erección era tremenda, tanto que me incomodaba tenerla dentro del pantalón, así que también me desvestí.
Olga se puso boca arriba en la cama con las piernas abiertas, lista para entregarse.
Me subí en la cama con ella y me coloqué entre sus piernas, vaya que tenía una buena vista desde allí, podía apreciar sus tetas y su vagina.
Escupí un par de veces en su cueva del placer, me puse el condón y coloqué mi pene en la entrada.
Noté que ella estaba mirando hacia un lado y le dije que voltee su cabeza porque quería que ella viera cómo me la iba a cachar.
Obedeció sin preámbulos e ingresé en ella.
Estar dentro de esa mujer me da un placer diferente, sin duda.
Me la tiraba en la pose del misionero, se lo hacía con muchas ganas.
Le di muchos besos en su cuello y unos pocos en su cara, sin embargo, ella seguía seria sin poner resistencia.
No me importaba, solo quería mi placer y menos me importaba el suyo.
Sentí que estaba por terminar, así que me detuve y ajusté para no botar la leche.
Logré contenerlo y dispuse a calmar mi respiración, quería gozar de ella todo lo que podía.
Ya relajado y listo para continuar, llevé sus piernas hasta mis hombros, ¡vaya qué vista! Seguí cachándomela con esa pose, sus tetas rebotaban a causa de mis embestidas.
Lo estaba pasando genial y por un extraño motivo esta mujer me causa mucho placer.
-Vaya que rica que estas, amor.
Tu marido debe de divertirse mucho contigo.
– le dije mientras llevaba mis manos a sus senos.
-Apúrate que mi hijo puede bajar.
Cogí con un poco más de fuerza los senos de Olga y subí la intensidad de mis movimientos.
El placer se me subió a la cabeza, le daba como si fuera la última vez que tendría sexo.
Llegué a mi límite y solté toda mi leche, fue delicioso.
Sin salir de la posición, tomé sus piernas y las besé una y otra vez hasta llegar a sus pies.
-Eres estupenda.
– le dije.
-Tienes que irte, mi hijo está arriba.
Nos limpiamos para luego vestirnos, le pedí su número de celular para escribirle para cuando quiera verla de nuevo, ya que no le gustaría que tenga visitas sorpresa.
Olga entendió lo importante de mantenerse comunicada conmigo, así que me dio su número y me dijo que no me llamara, que solo le escriba por What’s app.
Acepté porque era lo más seguro porque llamarla es más riesgoso.
Me acompañó hasta la puerta de su casa y seguimos con nuestras vidas sin despedirnos.
De camino a casa, me sentía como un total desconocido, había conseguido mi propia puta personal y eso me alegró.
He seguido teniendo encuentros con Olga y algunos de estos encuentros son dignos para contar.
Poco a poco les estaré compartiendo las experiencias, atentos.
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