La trastienda de la pasión
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Super_Mario.
Todo empezó un día que fui con mis niñas al médico, la mayor estaba acatarrada y no podía dejar a la pequeña sola mientras mi mujer trabajaba. Estábamos en la sala de espera cuando la vi, vi a esa mujer de pelo blanco y chaqueta negra, al principio no le puse mucha atención pero tenía una buena figura para su edad, grandes pechos, una mirada penetrante e inquieta, como si buscara algo que no podía conseguir, una mirada que veía más allá, como si mirase tu alma, tanto que me incomodé y me obligó a romper el silencio.
– ¿Es usted la siguiente? – le pregunté pero no obtuve respuesta.
Su mirada seguía clavada en mí, no movía ni los parpados y angustiado me acerqué a ella y le dije:
– ¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo? ¿Quiere que avise al médico?
De repente la mujer se puso a llorar, su mirada seguía clavada en mi y no paraba de llorar como si necesitase ayuda, sus ojos me pedían amor, comprensión, un abrazo, se me partió el alma y la abracé.
– Gracias, gracias. – Me decía la mujer entre lágrimas.
– Estoy tan sola, no sé por qué he tenido que molestarle.
– No importa mujer no pasa nada.
– Tan solo necesito hablar con alguien, desahogarme.
Las siguiente hora la pasamos hablando, ella me conto muchas cosas sobre su vida, cosas que voy a respetarle en este relato, pero lo demás, lo demás lo tengo que contar de esta diosa que se cruzó en mi vida. Su historia fue conmovedora, abandonada por su marido, un terrible accidente con una máquina de cortar jamón, son cosas en las que no voy a profundizar por respeto, pero lo otro, lo otro lo tengo que contar.
Ella tenía cita con el médico antes que nosotros, pero antes de irse se acercó, puso una tímida sonrisa y me pasó su tarjeta.
– Soy decoradora de interiores, pásate por mi tienda si quieres hacer feliz a esta humilde señora que agradece tu amabilidad.
Quedé perplejo y al entrar en la consulta mis hijas me dijeron que les recordaba a su abuelita, la madre de mi mujer, una señora con la que por alguna extraña razón me gustaba tener fantasías sexuales.
A la semana siguiente pasé por casualidad (o no, aun no lo sé) enfrente de la tienda y quise saludarla.
– Hola!! – me saludó ella alegremente.
– Hola – le dije – me extrañó que me diera su tarjeta sin conocerme de nada.
– Si hijo, entra y charlemos un rato – señaló la puerta de la trastienda, se sentó dentro en una butaca y siguió hablando – verás, es que últimamente ando bastante sola y nadie me había tratado con cariño desde lo de mi marido, me siento muy sola y triste, siempre he sido una mujer muy activa y ahora me encuentro aquí sin hacer nada.
– ¿Y no tiene hijos?
– Ja ja ja que va hijo, mi marido no se dignó nunca a querer tener esa clase de relaciones conmigo, prefería irse con las putitas esas de la calle.
Ante esta clase de confidencias quedé totalmente ruborizado, no me lo esperaba.
– Ah no hagas caso a esta vieja chocha que ha pasado tanto tiempo sin hablar con nadie y no conoce modales.
– A mi no me parece usted ninguna vieja y menos chocha, está usted muy bien.
– Ah si claro, quién iba a querer estar con una vieja como yo ¿eh? Me moriré sin saber lo que es un hombre.
Esto me indignó, como ese desgraciado de su marido había dejado así a una mujer tan sensual como aquella, me daba igual todo, sabía que había ido a ese lugar porque sabía que algo así podía ocurrir, llevaba días fantaseando con ello, y ella me lo estaba poniendo en bandeja. Y con un arrebato de valentía y sabiendo que nadie estaba allí para juzgarme le solté:
– A mí no me importaría demostrártelo.
La mujer se ruborizó, mi pecho latía fuertemente y vi el brillo en su mirada, ese brillo que me llamaba a la acción, oía los cuernos y los tambores, ella me estaba pidiendo guerra.
– ¿Y cómo me lo demostrarías?
– Fácilmente, mis niñas me esperan fuera pero por ayudar lo que sea , ¿por qué no empezamos por echar un vistacito a lo que hay debajo de esa falda?
Ahora algo se había apoderado de mí, era el yo de mis fantasías, el que soñaba con tirarse a mi suegra, el que soñaba con aquella mujer del puesto que regalaba golosinas a mis hijas, el que quería romper coñitos maduros.
La mujer levantó su falda despacio, con vergüenza, se veía que era la primera vez que mostraba sus genitales a un extraño como yo. No llevaba ropa interior, tan solo unas medias, lo que me sorprendió y enloqueció al mismo tiempo. Vi su rajita seca, depilada y el clítoris sensible y delicado.
– ¿Puedo tocarlo? – pregunté sabiendo que obviamente me dejaría.
– Por favor – rogó la señora. No pude evitar mojar mis calzoncillos mientras acariciaba su chochito seco, pero que yo iba a mojar en seguida.
La señora cerró sus ojos sintiendo mi mano tocando algo que ningún hombre había tocado antes, apenas se mojaba al principio pero poco a poco y con mi ayuda empezó a ponerse húmedo y pringosito, me estaba volviendo loco, que olores! Ni el mejor marisco de Huelva tenía aquel aroma de mujer, quería partir ese coño en dos brutalmente, pero con delicadeza, algo que me iba a costar mucho trabajo.
– Oh dios mío, solo había sentido algo así cuando me masturbaba de joven, hace muchos años, oh me vas a matar hijo – gritaba la señora entre jadeos.
Me agaché para sentirlo de cerca con la boca, le pasé la lengua por toda la raja ya húmeda y me comí toda su mermelada, ella gritó, bajé sus medias sensuales y en ese momento descubrí algo que no me había imaginado, tenía una pierna ortopédica.
– Oh, perdóname, lo siento mucho, yo no sabia… – dije avergonzado.
– Jajaja, ¿por qué me pides perdón, si estás dando vida a esta pobre vieja?
– Eres la vieja más sexy de todas mis fantasías, quiero penetrarte ahora, quiero clavarte mi polla y desvirgarte, quiero que te corras ya.
La mujer se mojó muchísimo de repente y puso una expresión provocadora y de placer.
– Taládrame – me ordenó.
– Tus deseos son órdenes.
Abrí sus piernas y despacio fui metiendo la cabeza de mi polla en su chochito pequeño sin holgura, ella me pidió que lo hiciera a lo bestia, aunque le doliera, pero yo lo hice despacio para no herirla. Entró poco a poco y una vez dentro me la follé duramente viendo como ella estaba extasiada de gusto.
– Oh Dios, qué hombre, rómpeme el coño sin piedad cabrón!!
Mi polla no resbalaba como hacía con las chicas jóvenes, entraba y salía más difícil lo que me ponía burrísimo, y se ve que a ella también.
En mitad del impresionante polvo la vi incómoda con su pierna ortopédica porque no podía moverla bien.
– Quítamela – me pidió – quiero moverme libremente.
Se la quité y empezó a moverse como una zorrita de 15 años. Me corrí como un perro dentro de ella cuando ya no aguantaba más, era mi leche o la vida, mientras ella gritaba sin parar.
– ¿Has notado mi leche? – le pregunté mientras aun seguía penetrándola sin preocuparme de embarazos debido a su edad- yo he notado tu orgasmo, ahora ya sabes lo que es.
– He notado toda tu leche caliente en mi cuerpo, creo que voy a correrme otra vez, me tienes en el cielo hijo.
– ¿Quieres que haga algo especial para ti?
– Si pero me da mucha vergüenza pedírtelo, a lo mejor te parece muy bizarro.
Me sorprendí al preguntarme qué podía ser aquello que quería.
– Sea lo que sea lo haré, quiero ser tu objeto de sexual y que mueras de placer, haré lo que me pidas.
Dudosa me dijo:
– Alguna vez he querido que alguien use mi pierna ortopédica para darme placer, ¿te parece muy obsceno? – se avergonzaba de pedírmelo.
La bese como un perro caliente y cogí su pierna y se la froté contra su clítoris mientras le metía los dedos en la rugosa vagina, lo froté y lo froté hasta que estalló en gemidos orgásmicos, luego le fui introduciendo despacio el pie de pvc (o lo que fuera aquello) y se excito muchísimo, el principio del pie entraba y salía con total facilidad, como si aquella zorrita hubiese estado metiéndoselo toda la vida, acabo poniendo sus ojos en blanco y soltando un grito de placer que sentí que temblaba todo el edificio, nunca había visto a nadie correrse así.
Qué locura, acabamos exhaustos en aquel rincón de aquella tienda en la que parecía que estábamos solos en el mundo, que podíamos hacer cualquier cosa, que todo daba igual, solo sexo y mas sexo dando rienda suelta a nuestras pasiones.
Acabe dándole mi tarjeta para una próxima vez, ella encantada me la aceptó, y durante unos meses seguimos teniendo contacto, pero pasaron las semanas y dejó de llamarme, la llamaba y no contestaba al teléfono, preocupado porque mi mujer sospechara lo hacía cuando podía y eso era muy de cuando en cuando, un día que me pude escapar fui a su tienda y cuando llegué vi un cartel que me desgarró el corazón, “Cerrado por defunción”. No podía ser, acaso aquella mujer, ¿aquella diosa había dejado este mundo? Una mezcla agridulce de pena y satisfacción recorrió mi ser durante mucho tiempo. Ya no podría más jugar con mi amante, mi compañera de fantasías, pero había hecho feliz a alguien cuando más lo necesitaba y había hecho que partiera feliz, pero como lo sabría ¿como estar seguro de que ella ya no estaba?
Un día vino el correo a casa, y mi mujer me entregó un paquete, "Mira, esto es para ti, viene de una tienda de decoración".
– Bah! Otra vez se han equivocado, mañana mismo lo llevo a correos – Le dije nervioso a mi mujer mientras cogía el paquete y lo llevaba a la habitación.
Cuando lo abrí y vi aquello mi corazón se lleno de felicidad, mis sospechas eran ciertas, ella ya no estaba entre nosotros, pero era feliz, feliz porque siempre seguiría a mi lado, feliz porque en su última voluntad había elegido quedarse conmigo.
Me había mandado una nota que decía…
“Siempre contigo…..úsala como tú sabes hacerlo”
Me había mandado su pierna ortopédica…..
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