Las Espinas I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PoetaPerverso.
Las Espinas: Primera Parte.
Respiraba calladamente intentando disimular su preocupación y miedo a cualquier posibilidad de que alguien entrase en la habitación y quedase boquiabierto por lo que estaba sucediendo. La joven, sentada en su regazo con la cara hundida por completo en su cuello, rodeaba con sus blancos brazos el cuello ya enrojecido por los besos y las caricias. Era difícil hacerla entrar en razón, tenía que parar, pero el más perjudicado si alguien entrase en el aula sería él. Antes que hacer cualquier gesto brusco para deshacerse de ella, solo se atrevía a susurrar pequeñas palabras suplicando por el principal problema que rondaba por su cabeza.
-Por favor, dime dónde están.
-No. -Respondía acompañando con una sonrisa burlona- Si lo hago ya no querrás seguir y te irás corriendo.
-¿Pero y tu crees que me puedo quedar mas tiempo? Esto no me lo puedes hacer más veces; Clara, por favor…
-No. Un poco más…
-Ni siquiera sé si es cierto lo que me has dicho… Puedes estar burlándote de mí como de un diota, y solo por buscarme problemas. En serio, No me hagas esto.
Cogió las manos del docente y las condujo con las suyas bruscamente hacia sus nalgas, y cuando las dejó quietas sobre la tela de su falda, la subió dejando al descubierto que no tenía ropa interior.
-¿Lo ves? Déjame solo cinco minutos más y te diré donde las tienes que buscar.
-¿No entiendes que esto no nos va a hacer ningún bien a ninguno de los dos? Por favor, -Decía ya desesperado- dime dónde me las has escondido, no quiero tener problemas, y lo único que haces es hacerme la vida imposible… ¿Es que me odias tanto para esto?
Su boca se detuvo en su cuello y lentamente llevó sus ojos grises a su rostro mientras le miraba enfadada.
-La culpa de esto es tuya, tú eres idiota, tú eres un idiota que no tiene ni idea de nada, y te quieres ir sabiendo que eso no es lo que quieres hacer en realidad. Lo dices para no sentirte mal contigo mismo, pero no te preocupes, porque yo no voy a dejar que te equivoques…
-No tengo nada en mi cabeza que me preocupe más que tú. Tú eres mi problema en estos momentos, podría estar tranquilo de no ser porque me estás destrozando la vida. ¿Lo entiendes?
Notó que los labios de la joven dejaban de moverse y la respiración de la joven se tornó entrecortada mientras sus manos apretaban la tela de la camisa con fuerza, como si tomase fuerzas de ahí para empezar a hablar. Notó un pequeño golpe en el cuello, que después empezó a enfriarle la piel. Supuso que había sido una pequeña caricia de la lengua húmeda, pero después elevó el rostro blanco como la nieve mientras unos ojos grises penetrantes que asomaban por unos mechones de pelo negro despeinado brillaban como perlas por las lágrimas que reposaban a punto de caer del párpado.
-¿Yo soy el problema? ¡Eres un imbécil! ¡Y un insensible! -Decía levantando la voz, lo cual ponía cada vez más nervioso al asustado docente- ¡Tú eres el problema, porque no puedes entender lo que de verdad está ocurriendo!
-Por favor, dime dónde están… quiero irme a mi casa y olvidarme de esto.
-Solo si me dejas hacerlo esta vez…
-¿Pero no te das cuenta de lo que me estás pidiendo? Por eso me pueden echar y no sé si a ti te podrán expulsar.
-Si no me dejas probarlo no pienso decirte dónde las tienes…
Él cerró los ojos pensativo… Mientras los cerraba a la joven le dio tiempo de secarse las lágrimas con la manga del jersey, que le quedaban muy largas y a penas dejaba ver las puntas de los dedos anular, corazón e índice.
-De acuerdo, pero hazlo rápido, y déjame mover la silla hacia la puerta, si te digo que pares paras corriendo, o si no, no te dirigiré la palabra nunca. ¿De acuerdo?
-¡Sí! Aceptó con una cara iluminada por la ilusión de haber conseguido su objetivo.
Se apoyó en los hombros del profesor con las manos, y liberó su torso de la tenaza que ejercían sus piernas que se unían en unas ingles desnudas. Una vez de pié, se inclinó e intentó desabrochar el cinturón del docente, pero su impaciencia le dejaba los dedos torpes y no conseguía sacar del pequeño agujero en el cuero la pequeña pieza de metal. Le miró a los ojos y le preguntó con una voz angelical:
-¿Puedes quitártelo tú?
Con cada vez más melancolía y resignación en su rostro accedió y empezó a desabrocharse el pantalón, y cuando dejó al descubierto sus calzoncillos blancos, ella lanzó sus manos apartando las suyas y sujetando el elástico aproximó su boca en posición de “O” y bajó la cabeza hasta el nivel de donde se supone que saldría el miembro. Al quitar la goma hacia abajo con tanta brusquedad su pene golpeó la nariz de la joven, ésta se limitó a reírse y a mirar la cara del profesor de forma pícara. Comenzó a lamer el glande de forma torpe e inexperta consiguiendo solo babearlo por completo. Sujetaba el mango con una mano mientras con la otra lo masajeaba de arriba abajo. Aún no se encontraba erecto, pero la muchacha no se preocupaba, nunca en su vida había sujetado un pene con sus manos, y este para ser el primero no le disgustaba en absoluto, lo acariciaba con la nariz mientras jugaba con su lengua, lo acercaba tímidamente hasta su paladar sin cubrirlo del todo… Simplemente jugaba, no tenía en cuenta si su compañero experimentaba placer, acariciaba la suave piel con los dientes y a veces lo dejaba debajo de la lengua unos segundos. El docente, para su desgracia, era un hombre al cual un minuto de baboseo, aunque fuera por una alumna de su clase, no podía ser soportado sin una gruesa erección. La joven no perdió un segundo en sus lamentazos y pequeñas curiosidades y pudo presenciar bajo la supervisión de sus labios el crecimiento en instantes de su miembro que antes, flácido, podía aplastarlo levemente con la pequeña fuerza que ejercía con sus rosados labios, que se habían enrojecido aún más por la fricción.
-¡Ahora está mas grande! ¿Lo ves? Yo tenía razón y tú estabas equivocado… ¿Crees que te lo decía sin saber nada? Lo he visto muchas veces, ¡Y después de esto siempre se dan un beso y se enamoran! Y eso será lo que nos pase ahora. -Decía acompañando cada espacio entre palabra con un nuevo lametazo-
Se humedeció los labios y le dijo:
-¡Vamos! Ya puedes orinarte encima… -Ordenó con una sonrisa tímida- Lo he visto muchas veces, ahora te tienes que orinar y yo, si quieres me lo trago o tú lo dejas en mi cara y luego… No se, quizás… -Se paró y empezó a pensar mientras sus ojos, quietos, miraban el glande con perplejidad- ¡Bueno!, ¡Eso lo tienes que decidir tú! Dime como quieres que lo hagamos y yo ya abro la boca o la cierro. -Dijo con una gran ilusión en sus palabras- Pero para orinarte ahora tienes que sujetarla tú y hacer así con la mano. Mira, es así.
La sujetó solo con una mano y empezó a mover su prepucio de arriba a abajo mientras miraba con inocencia su movimiento. Cogió la mano derecha del profesor y la llevó hasta su miembro.
-Vamos, ahora, hazlo tú… -Cerró los ojos, abrió la boca echando la nuca hacia atrás y apoyó las manos en las piernas del profesor, que miraba perplejo su disposición a tal acto tan indecente para una joven como ella-
Con la mano en su pene, y sin saber que hacer, ya que ya había dejado de haber movimiento en su miembro, la joven llena de curiosidad y a causa de la impaciencia del momento, abrió un poco el ojo izquierdo dejando ver el iris grisáceo de su brillante ojo, y al ver que su compañero estaba inmóvil, le ordenó.
-No puedes orinarte si no te la mueves un poco. -Se estaba enfadando- Mira, -La volvió a sujetar con fuerza y a moverla bruscamente- así seguro que podemos hacerlo más rápido…
Echó aún más la nuca hacia atrás y sacó la lengua todo lo que pudo mientras sacudía de arriba abajo una y otra vez. Tras unos veinte segundos, su miembro, enrojecido se resistía a tan indecente acto con aquella joven, pero ella al no darse por vencida, ya que creía que estaba haciendo algo mal, le preguntó:
-¿Porqué no sale nada? ¡No lo estás haciendo bien! Y quieres que perdamos más tiempo para que te largues corriendo y me dejes como tú querías. ¡Eres un tonto!
-Pero… -Dijo pensando rápido viendo en su ignorancia una posibilidad de escape- Es que si no sale nada puede ser porque me está gustando mucho. ¿No has visto que cuando sale siempre acaban? Esto quiere decir que mi cuerpo disfruta mucho y no quiere que acabe nunca, pero es que no tengo tiempo ahora, no quiere decir que lo estés haciendo mal, es simplemente que me gusta mucho y no quiero terminarlo de esa manera.
-¡Pero no puede no terminarse! -Se le enrojeció la cara- ¡Intentas engañarme porque no te ha gustado nada! ¡Eres un cerdo!
-¿Cómo dices eso?
-¡Si! No has dicho ninguna vez “¡Ah!”, ni “¡Sigue!”, ni nada de eso. Tú quieres que no lo hagamos bien para irte -Afirmó con los ojos llorosos de nuevo-
-¿Pero como puedes decir eso? ¿Cuál es el final de todo esto?
-Pues… me das un beso, y… y, y nos enamoramos… Sí, eso es, me das un beso y nos enamoramos. -Dijo mientras bajaba su cara roja como una manzana-
-Eso es mucho más sencillo que todo eso… -Era mejor darle un beso que ensuciarle la cara con semen-
Cogió delicadamente la nuca de la muchacha y la acercó suavemente hacia él preguntándole:
-¿Quieres darme un beso?
Ella notó como una corriente eléctrica en su estómago y se apresuró a responder con una voz llena de esperanza.
-¡Si!
Rodeó con sus blancos brazos la nuca del profesor y lanzó sus labios al encuentro con los suyos. Él dispuesto a darle simplemente un pequeño y tímido beso de colegiala, rozó sus labios levemente y temía que se abalanzase como una fiera e introdujese su lengua lo más profundo que pudiera; pero se equivocó, aquel tímido beso, la dejó con los ojos cerrados, las mejillas sonrojadas y los labios quietos como si estuviera pronunciando durante diez segundos la letra “U”. Al abrir los ojos, se levantó y mirando la cara a su profesor rompió a llorar mientras se abalanzaba para cubrirlo con sus brazos. Ella sollozaba mientras él, intentado controlar su erección, manchaba con pequeñas gotas que salían de su miembro su falda de color negro.
-Ahora nos querremos para siempre… -Dijo con una voz aliviada, pensando que había cerrado un compromiso amoroso para la eternidad- ¡Ahora yo soy tuya, y tú eres mío! ¡Nada puede separarnos!
-Bien, pero ahora, dime dónde las has escondido…
Sonrió y mientras se mordía un labio dijo:
-Te vas a enfadar…
-¡Me enfadaré de verdad si ahora no me lo dices!
Abrió ligeramente la boca en señal de incredulidad y triste -No esperaba que tras cerrar tan romántico pacto su amado le hablase de esa forma-, con los ojos llorosos le dijo mirando al suelo:
-Están en esa taza que tienes en el despacho de profesores.
Tras arreglarse la ropa y asegurarse de que ella también se vestía, le ordenó salir del aula primero a ella. Mientras se vestía lo miraba como si fuese ya de su pertenencia, lo miraba con la ilusión que mira un niño cuando ve llegar a su padre con un nuevo juguete, sus ojos irradiaban una luz y una esperanza nunca antes experimentada por su ser y antes de irse le dijo:
-Ahora puedes llamarme cosas como “Amor”, “Cariño”… O “¡Mi vida!” me encanta “Mi vida”…
-No, eso no podemos hacerlo, esto tiene que quedar en secreto… Seremos enamorados, pero en secreto ¿Vale?
-Mmm…… ¡Pero yo quiero que mis amigas lo sepan y ya no te miren como si estuvieras a su alcance!
-¡Pero si tus amigas son de esta misma clase y tienen tu misma edad! ¿Cómo van a hacer algo como eso?
-¡Tú no las conoces! Ellas me quitan todo lo que más me gusta…
-Entonce no son tus amigas… -Respondió con seriedad-
-Ellas me quieren, lo que pasa es que nos gusta jugar a esas cosas a veces, pero siempre nos reímos, aunque a veces nos hagamos daño. ¡Pero son mis amigas!
-Mantengamos nuestro amor en secreto, ¿Quieres? Así seguramente dure mucho más tiempo.
-¿Dure? -Soltó una pequeña risa pícara- Nunca se va a acabar…
Le dijo con una sonrisa muy amplia mientras se dirigía a besarlo de nuevo. Lo besó, lo abrazó durante veinte segundos y se fue.
Minutos después según vio la clase ordenada por las mesas corrió hacia el despacho disimuladamente para que las empleadas de la limpieza no dijesen nada con respecto a su prisa en llegar al aula de profesores. Una vez en la sala de profesores corrió hacia el asiento que cogía habitualmente y en su taza encontró unas pequeñas pantys blancas con dibujos de osos marrones. Las cogió y las introdujo en su bolsillo con mucha prisa mirando a su alrededor asegurándose de que nadie lo miraba. Se empezó a preocupar por si a alguien le había dado por husmear en sus cosas y las hubiese visto. Pero al parecer nadie se había percatado de la entrada de la joven ni del pequeño obsequio que había dejado a su profesor preferido. Minutos antes había sido chantajeado por la muchacha con el motivo de haber escondido su ropa interior en un lugar que inmediatamente la relacionaría con él, e inmediatamente se había visto obligado a complacer sus depravados e ingenuos caprichos.
Se acercó una mujer de 26 años con algo más de experiencia en la enseñanza y con unas medidas envidiables que se veían aún más estilizadas por su pelo del color del café y sus ojos marrón oscuro.
-Jorge. ¿Te encuentras bien? Te veo como alterado… Sabes que si necesitas algo puedes pedírmelo.
Miriam era una profesora de arte que desde que Jorge llegó al centro como traslado de uno anterior siempre había mostrado interés en el muchacho de 24 años, y que aprovechaba cualquier momento para entablar una conversación sobre lo más trivial, ya que desde que empezó el nuevo año se había dispuesto hablar con Jorge al menos una vez cada día sin importar el pretexto para despertar en él el interés de un hombre, pero él era impasible en su trabajo y su profesionalidad reventaba a Miriam.
-No te preocupes Mili, sabes que soy un poco blando pero siempre aguanto lo que me echen. ¿No?
-Si, esas cosas me gustan mucho de ti Jorge… Me gusta que seas… -Balbuceaba buscando palabras precisas y conmovedoras pero no ridículas y que la dejasen en mal lugar- Pfff…… ¿Qué frío hace últimamente no?
-Cierto, hace mucho frío. Nos vemos mañana. ¿OK?
-Eh… Sí… Mañana. -Respondió algo más desanimada, ya que creía que había perdido otra oportunidad para invitarlo a encontrarse fuera de los muros del centro-
Fin.
Ahora, escucharé vuestros insultos con paciencia… =)
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