Le pedí ayuda y me dio más que eso
Relato corto de algo que me pasó cuando joven. No es el final, quizá luego siga la historia ya que luego las relaciones continuaron..
En ese entonces yo estaba muy joven y aún virgen, había empezado el segundo curso de secundaria hace unos meses. En esos tiempos tenía las hormonas alborotadas, me masturbaba muchísimo y casi todos los días. Un día mi abuelo vino a recogerme pues me llevaría a comprar ropa y luego lo tendría que esperar pues él tenía que recoger unos papeles y hablar con sus socios del trabajo.
Cuando llegó yo subí a su auto y noté que también nos acompañaba su esposa, la señora Clara. Ella era morena y no muy alta, con una cabellera larga, unas tetas bastante grandes y un culo redondo. La saludé y luego emprendimos nuestro camino.
El día se pasó muy rápido, y más pronto de lo que creí estaba con la ropa en el asiento trasero del auto. Cuando llegamos al lugar donde tendríamos que esperar que mi abuelo resuelva los asuntos de su trabajo él bajó del auto y nos dijo que esperemos. Me quedé solo con la señora Clara. Después de unos minutos de mirar su cuerpo en silencio tenía una gran erección, no me había masturbado en todo el día y mi pene ya tenía muchas ganas de salir.
No podía seguir esperando hasta llegar a casa y buscar porno e intentar encontrar a una mujer con unas características parecidas a las de ella. Así que decidí arriesgarme a hablar y hacer una petición.
– Disculpe… hmm señora.
– ¿Sí? Dime. – Me respondió ella.
– Ehh, pues quería pedirle algo.
– Claro.
– Usted tiene unos senos muy grandes… y me preguntaba si me dejaría tocarlos.
– ¿Disculpa?
– Yo… nunca he tocado unos y pues… los suyos son muy grandes, me dan muchas ganas de tocarlos.
– No creo que esté bien que me pidas eso.
– Lo sé, disculpe.
– No, está bien. Te dejaré tocarlos. – Dijo mientras se acercaba a mí, ella estaba en el asiento del copiloto y fue dándose la vuelta para que sus tetas estén más cerca de mí.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de mí ella me dijo que podía empezar, sin dudarlo levanté mis manos y las posé sobre sus senos, mi pene se levantó y se puso más duro que antes en ese momento. Las apretaba y las movía, eran mías en ese momento, se sentía tan bien tocar unas tetas por primera vez.
– Espera. – Me dijo, se hizo un poco para atrás y se levantó el polo. Era tan satisfactorio ver por primera vez a una mujer quitándose la ropa, frente a mí y para mí.
Cuando se lo terminó de quitar se acercó a mí nuevamente y me dejó volver a tocar sus senos sobre su sostén.
– Si quieres puedes sacarlo. Dijo cuándo miró hacia mi pantalón, mi pene estaba durísimo y ella lo notó.
No dudé ni un segundo y me bajé el pantalón, mi pene salió muy parado.
– Tranquilo, puedes masturbarte. – Cuando escuché esas palabras saliendo de su boca me excité demasiado.
Me empecé a masturbar mientras otra de mis manos tocaba sus senos.
Era lo mejor, estar en el auto con ella, tocando sus senos, masturbándome. Pensé que no podría mejorar, es más, estaba decidido a venirme pronto. Hasta que ella hizo algo que jamás olvidaré.
– Déjame quitarme esto. – Dijo mientras se quitaba el sostén apretado que cubría sus preciadas tetas.
Cuando terminó de quitárselo me lo tiró. Tenía unos grandes pezones de color oscuro, me quedé hipnotizado viéndolos.
– Bueno ¿Qué esperas? Tócalos.
No dudé ni por un segundo y los empecé a acariciar con ambas manos, luego empecé a chupar sus pezones y a masturbarme.
– Ven aquí. – Me dijo, yo aún era pequeño, aún con todo el porno que ya había visto ella sabía muchísimo más de sexo que yo.
Me acomodó en el asiento y ella se arrodilló en el piso, me bajó el pantalón y empezó a lamerme el pene, no podía resistir más, me iba a venir, pero ella se detuvo y colocó mi pene entre sus tetas, sabía lo que iba a hacer y lo iba a disfrutar demasiado. Empezó a moverse de arriba hacia abajo, me estaba masturbando con sus tetas. No pude resistir ni dos minutos.
– Me… Me voy a… Me voy a venir. – Dije.
Ella se rio y abrió la boca para recibir mi venida . No pude más y solté una gran cantidad de semen sobre su cara y su pecho.
– Mmm… Olvidé lo bien que sabe el semen. – Dijo mientras se llevaba nuevamente mi pene a la boca.
Luego de eso se levantó y me dio un beso en los labios.
– Gracias. – Dije tímidamente.
– No te preocupes. Espero que nos volvamos a encontrar en la misma situación.
Al parecer ambos necesitábamos un poco de calor.
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