Los maduros y sus placeres – II
La experiencia es la madre de la ciencia.
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Relatos cortos nº 2: REBECA – II
– Hijo de puta… cabrón… maricón de mierda… mal nacido…violador !!!
Todos estos epítetos malsonantes, que Rebeca me decía a través de la verja de mi pequeño jardín cada vez que pasaba con paso cansino, desde o hacia su vecina casa, cuando me veía tomando la fresquita de las tardes ya casi veraniegas tumbado a la sombra en mi hamaca, me sonaban tan a música celestial que me la ponían durísima. Tan durísima, que tuve que cambiar mis pantalones cortos de algodón ligero, por otros pantalones cortos vaqueros más largos y fuertes, para evitar que mi polla se saliese por los huecos de abajo.
Pero lo peor de todo, es que esa polla mía echaba de menos a Rebeca y a su estrechísimo coño, que sin yo saberlo ni proponerme a ello, desvirgué dos tardes antes. De ahí su paso cansino. Su coño de 12 escasos años, era demasiado estrecho para mi pollón de camionero. Y sus presunciones de putita infantil, me excitaron de tal manera que la traté con dureza. Con demasiada dureza de la que ella, posteriormente incluso presumió de que le gustó ser follada así (1).
Y qué deciros de mí. Muchas putas me he follado en casi 40 años de viajes internacionales con el camión. Muchos de sus coños eran adolescentes, ¡pero el coño de Rebeca…! El coño de Rebeca era lo más maravilloso del mundo. Una pequeña colina púbica coronada por una pequeña y estrecha grieta que se abre al mundo. Grieta que penetré con toda mi rabia y deseos masculinos agitados por las amenazas y gritos de mi Rebeca. Sí ¡MI Rebeca! Porque esa niña ya era mía y estaba seguro de que lo sería para siempre.
Naciéndole un césped que prometía ser un maravilloso prado rodeando la entrada de su preciosa cueva. Mi lengua penetraba muy justa por esa grieta, pero el grosor de la misma y su rugosidad, excitaban a su propietaria, la hacían moverse constantemente… ¡y se corría una y otra vez!
Y mi polla, con un coño así engrasado por sus propias corridas, no tuvo problema inicial en poder entrar en esa cueva sin estrenar. Sus paredes vaginales se pegaban a la misma. Era difícil muchas veces despegar mi polla de sus paredes, para poder meterla y sacarla a gusto de los dos (sobre todo del mío) y eso a ella la volvía loca. Pero poco a poco, a pesar de sus gritos que yo tapaba con mi mano en su boca, mi polla cumplió sus funciones: La desvirgó completamente – Llenó su coño de leche por primera vez – Y le dió placeres que ella misma buscaba y deseaba ¡hasta me obligó a follarla bajo amenazas!
Y ahora, tumbado y relajado en mi pequeño jardincito, con mis ojos cerrados soñando, más que pensando, en esa follada gloriosa, con una sonrisa beatífica de santo varón en mis labios, yo pensaba en ella, en esa niña algo delgada para mi gusto, pero tal y como son ahora las niñas, quizá de 160-162 cm de altura, con una boca grandecita y labios muy adecuados para ser una gran mamona, con dos preciosas mandarinas casi naranjas como tetas, y unas areolas y pezones dignos de más grandes pechos, dos largas piernas y un culo respingón más a mi gusto, más digno de llamarse culo, y que en sus ajustados pantalones, le marcaban unas preciosas curvas.
Pero como el gran Calderón de la Barca decía: «Los sueños, sueños son». Y mientras pensaba-soñaba en mi deseada niña, estaba fumándome un estupendo cigarro. Intenté además saborear un buen vaso de coñac que había llenado poco antes, cuando de repente, cuando a tientas lo cogía de la mesa para beber, oigo abrir la verja de la entrada de la calle, y una voz casi susurrante pero mandona, que me dice:
– ¡Quieto ahí Fernando!
¡Era la voz de la maldita Rebeca! ¡La maldita dictadora, siempre dando órdenes y con deseos de ser la mandona del barrio a pesar de su edad!
– ¿Qué cojones vas a hacer con ese vaso? -me preguntó-
Y solo tuvo que alargar su mano y ser ella quien cogiese mi vaso de coñac. Y como si fuese agua del grifo, se fue bebiendo el contenido del mismo ¡Joder con la puta! ¿Cómo era posible que esa maldita cría se bebiese como si nada, alrededor de las 3/4 partes del contenido de un vaso normal de cocina? Se limpió su boca con el dorso de su mano y mirándome a los ojos me dijo:
– Jamás pensé Fernando que fueses el mayor cabrón del mundo. No te imaginas el dolor de mi coño, sobre todo cuando me masturbo y cómo me escuece por dentro cada vez que me corro… ¡y eso es algo que hago muchas veces! El polvo de anteayer me destrozó el coño. Nunca me imaginé que tu polla fuese tan gruesa y que mis músculos vaginales fuesen tan inflexibles y no se dilatasen más… pero jamás he disfrutado tanto y tal y como te prometí ¡tú serás a partir de ahora, mi semental!
– ¿Cómo que tu semental?
Y antes de que me diese cuenta y pudiese evitarlo, su mano se posó encima del bulto de mi pantalón y lo empezó a acariciar, mientras una demoníaca sonrisa se dibujaba en su preadolescente y mamona boca. Nunca tenía en cuenta el supermercado que tenía frente a mi casa con tanta gente entrando y saliendo, o los que nos viesen desde la calle, o desde las ventanas y balcones. Y encima, me coge también el puro y empieza a fumarlo ¡tragándose el humo!
– Si Fernando, mi semental. Ya te lo dije anteayer cuando me destrozaste el coño. Y ahora he venido para que me hagas madre por el culo. Y me vas a follar cada día. Y me vas a enseñar a ser la mejor puta de la ciudad. Y como estás jubilado del camión por tus problemas en tus rodillas, te dedicarás a buscarme clientes para follar como puta. Y no te preocupes, ya verás cómo te traigo alguna amiga más para que puedas ganar un buen dinero con nuestros coños, bocas y culos. Y ahora vamos para dentro ¡quiero salir dentro de una hora con el culo bien dilatado para siempre!
Y la muy puta casi consigue que me corra allí fuera ¡es buena la putita, muy buena… y sin prejuicios! Y al igual que dos días antes, no me pude contener. La miré a los ojos y vi que no iba de broma. Se ladeó su camiseta de tirantes para enseñarme una teta y demostrarme que no llevaba sostén. Y se levantó la pequeña falda y tampoco llevaba bragas. Y agachándose un poco sobre mí, me dijo suavemente al oído:
– ¿Estás seguro, pederasta de mierda, que no deseas abrirme el culo y disfrutar de ese estrecho agujero? Vamos pedazo de cabrón, demuéstrame lo camionero que eres…
Y poniéndose el puro en la boca, lo siguió fumando como si el camionero fuese ella. Me levanté un poco acojonado por su forma de comportarse y pensando que si ella quería que le abriese el culo ¿quién coño era yo para negarme a ello? Pero joder ¡era una cría de 12 años! Al dirigirme a la entrada de mi casa, vi como ella cogía la botella de coñac sin abandonar el puro, y pensé en el lio que me estaba metiendo con esa niña con unos vicios tan perversos. Pero ¿acaso no se vive solo una vez? Pues yo iba a disfrutar de ese cuerpecito y de todos sus agujeros llenándolos de leche de estupenda calidad.
Esta vez no me detuve en el salón y el sofá. Sinceramente deseaba follarla duro. Me la llevé a una habitación interior, aparté las sábanas y colcha y al girarme mientras me desnudaba, vi que la niña se estaba llevando la botella de coñac a la boca y bebía un largo trago directamente ¿acaso se estaba emborrachando para aguantar el dolor de la enculada? Dejó la botella en una mesita y el puro en un cenicero y sin más preámbulos, se quitó la camiseta y la faldita quedándose totalmente desnuda. Y al ver ese cuerpecito, tan maravilloso y angelical al mismo tiempo, le pregunté:
– ¿Estás segura Rebeca que quieres que te abra el culo? Mira mi polla, te va a doler.
– Soy muy joven Fernando, pero si algo he aprendido en mi corta vida es que si quieres algo en serio, te la tienes que jugar ¿acaso no te la estás jugando tú follándote a una niña de 12 años y pudiendo ir a la cárcel? Quiero ser puta y quiero que tú seas mi maestro y mi semental. Así que adelante ¡Hazme un buen agujero!
Y se lo hice.
Abrí el cajoncito de la mesita de noche y saqué una botellita de lubrificante y tal y como estábamos de pié, la abracé y mis dedos empezaron a jugar con su culo y a ponerle una generosa ración de aceite mientras intentaban dilatarla un poco. Pero ese abrazo no fue pensado y trajo consecuencias. La niña se abrazó estrechamente a mí, empezó a mover sus caderas, y ese movimiento me venía muy bien para engrasarle el culo… pero me venía fatal para mi polla, porque la estaba rozando de forma consciente y como una profesional y yo estaba a punto de correrme.
Dejé de masajear su culo y de engrasarlo para la gran penetración y la besé. Y fue besarla en su boca infantil y meter mi lengua dentro de ella y Rebeca se corrió. Y fue correrse, y Rebeca se me abrazó más estrechamente a mi mientras me preguntaba con voz ronca por el deseo:
– Fernando ¿Serás mi semental para siempre y serás mi chulo como puta? Sabes que nos conocemos de años y te tengo cariño y confianza. Necesito que seas mi maestro, que me perviertas, que me busques clientes, y necesito que me cuides y me protejas ¿lo harás?
– Si Rebeca, si eso es lo que quieres, lo haré. No sé cómo, pero lo haré.
Y fue oír eso, soltarse de mí, arrodillarse ante mí y meterse mi polla en su boca. Su boquita hacía tiempo que no era virgen. Sabía mamarla de maravilla y yo ya no podía aguantarme más o me correría en su boca ¡y lo que yo quería era su culo! La aparté de mí, ella entendió y con una rara sonrisa, ella misma se tumbó en la cama poniéndose la almohada bajo su vientre. Separé sus duros glúteos y vi ese ansiado cráter lleno de crema y muy brillante ¡pero extraordinariamente pequeño… estrechísimo! Le metí un pulgar y lo roté cierto tiempo. La niña gemía, pero no lloraba.
Intenté meter otro dedo, pero era imposible y retiré mi pulgar mientras pensaba cómo romper ese culo… sin romperlo de verdad. Y de repente la niña me dice:
– Ya sé que es muy estrecho. Yo misma me he metido deditos y no caben más de dos. Pero haz lo mismo que hiciste con mi coño, pon la punta de tu polla en el agujero y déjate caer ¡y no hace falta que me tapes la boca, porque no gritaré! Llorar, lloraré seguro, pero no gritaré ¡ya lo verás!
Y con mi polla acariciando siempre su ano, me fui moviendo sobre su cuerpo. Lo acariciaba, lo palmeaba, lo masajeaba, lo besaba… y ella se iba relajando mucho. De vez en cuando me paraba, rozaba mi capullo ese virgen agujero… y seguía acariciándola. Y así la engañé. Porque en uno de esos momentos de rozar con mi polla en su ano, lo dejé justo en la entrada del túnel, y me dejé caer sobre ella empotrando casi la mitad de mi polla en su culo a la primera ¡¡¡ y no gritó !!!
Sus manos agarraron con terrible fuerza las sábanas. Sus nudillos se pusieron blancos. Sus piernas se tensaron brutalmente. Notaba como sus músculos anales apretaban mi polla con fuerza y cómo su cuerpo se curvaba como un arco momentos antes de disparar la flecha. La acaricié, la besé. Dejé mi polla allí enterrada sin moverla y mi niña ¡sí, MI niña! se fue relajando, y tal y como se iba relajando yo la empecé a mover lentamente, sin prisa alguna. Algunas veces la saqué casi toda, la llené de lubrificante y la volvía a meter. Y poco a poco, empezó a moverse mejor dentro de su estrechísimo culo.
Y mi mano empezó a masturbarla al mismo tiempo que follaba su culo. Lo intentaba hacer sin demasiada fuerza para no hacerle daño por la inflamación de la follada vaginal ¡y se corrió muy pronto! Pero al mismo tiempo, me dice:
– Más fuerte cabrón, házmelo más fuerte que tengo ganas de correrme miles de veces!
Y la masturbé más fuerte. Y el cuerpo de mi niña empezó a estremecerse, a dar pequeños saltos. Elevaba su culo para que la follase mejor. Y la fui follando mejor ¡joder, que estrecha era y como apretaba mi polla! Y de la misma manera que yo disfruté follando su pequeño coño, ahora empecé a disfrutar con ese culo tan estrecho y a la vez tan profundo ¡toda mi polla enterré ese primer día! Desgraciadamente todo en esta vida tiene fin… y dando un grito ¡si, si, el que gritó fui yo!, me corrí intensamente.
Dejé pasar unos pocos minutos sobre ella en un profundo silencio, y poco a poco me fui levantando y sacando mi polla de su ano. Fui al baño, traje una jofaina con agua calentita, una esponja y jabón y me dediqué a limpiar sus dos agujeros. Le puse crema antiinflamatoria en los dos agujeros y seguimos en total silencio. Cuando Rebeca notó que la había secado y ya me iba al baño, ella se levantó lentamente, se puso su camiseta y su faldita, sus chanclas, y empezó a andar. Cogió de nuevo la botella de coñac, bebió un buen trago y con paso tambaleante, pero en total silencio, se marcho a su casa.
Pero al verla desde atrás como se iba, también vi como en su pierna izquierda se iba deslizando, desde arriba a abajo, parte del semen que yo había introducido en su culo ¡y sonreí! Sí, sería o posiblemente ya lo era, su semental. Y ella sería todo lo que ella quisiese ser conmigo, porque yo tenía muy claro que nunca podría renunciar a ella.
Durante las dos siguientes semanas vino seis veces y en cada ocasión le follaba un agujero… prestando además, una atención cariñosa al otro, y se la daba a mamar todos los días, para que se acostumbrase al grosor y longitud de mi polla y lo hacía de categoría. Estábamos juntos entre una hora y media y dos horas maravillosas, y me fui olvidando de los vecinos chismosos. Pero un día…
Al día siguiente de la última vez que la follé, abrió la puerta del jardincito y entró con una preciosa amiga de enormes ojos y sonrisa, y me dice:
– Fernando, esta es mi amiga Yolanda. Es de mi clase y también quiere ser puta y yo le he dicho que tú le enseñarás y le buscarás clientes. Serás nuestro chulo y amo ¿verdad cariño que le enseñarás como lo haces conmigo?
Y mientras me hablaba sonriendo, me guiñaba un ojo y me acariciaba mi amada polla ya dura de verlas ¿cómo negarme a ser el maestro de esas dos bellezas? ¿De dos niñas que tantas enseñanzas extraescolares necesitan a tan tierna edad? ¡Por supuesto les enseñaría todos los vicios posibles!
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Libre95 ** [email protected]
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(1) Lo podéis leer todo en el capítulo anterior: Rebeca I
Este título de «Los maduros y sus placeres», es un conjunto de «relatos cortos» que iré escribiendo por solicitud de bastantes lectores. Espero os gusten y los puntuéis bien. Gracias por leerme.
Excitante y muy morboso.